Código ético del
educador
En cuanto al código ético del educador se debe mencionar
que la docencia va
más allá de la simple transmisión de conocimientos. Es una actividad compleja
que requiere para su ejercicio, de la comprensión del fenómeno educativo. El
sólo dominio de una disciplina, no aporta los elementos para el desempeño de la
docencia en forma profesional, es necesario hacer énfasis en los aspectos
metodológicos y prácticos de su enseñanza, así como en los sociales y
psicológicos que van a determinar las características de los grupos en los
cuales se va a ejercer su profesión. La docencia como profesión se ubica en un
contexto social, institucional, grupal e individual, de ahí que un docente no
puede desconocer las relaciones y determinaciones en ninguno de estos niveles,
pues no todos los obstáculos a los que se enfrenta el docente en el salón de
clases se originan ahí solamente, sino que son reflejo de un problema social
más amplio que repercute en la institución y por supuesto en el aula en el
momento de la interacción.
Asimismo,
la ciencia, por muy vasta y profunda que sea, no implica en quien la posee,
idoneidad, o sea la aptitud para el ejercicio de la profesión, a modo de
ejemplo tomamos el caso en que un impedimento físico obstaculizara el normal desempeño
de la profesión. Si ésta falta de idoneidad se produce cuando ya está
desempeñando la actividad, es ético que considere retirarse.
El
requisito mas difícil de detectar es la vocación, o la inclinación del espíritu
hacia una actividad que produce en el sujeto satisfacción y gusto, generalmente
supone ciencia e idoneidad, pero no siempre es así. La ciencia, a veces origina
la vocación, otras, la vocación lleva a la adquisición de la ciencia. En pocas
profesiones, la vocación es tan importante como en la tarea educadora.
Difícilmente
se puede estar enseñando y educando durante mucho tiempo si se carece de
vocación; pero lo mas pernicioso es que la falta de vocación se refleja en casi
todas la conductas habituales del docente.
El
educador es una autoridad en sentido científico, y debe transmitir sus
conocimientos con veracidad, puesto que sus alumnos están dispuestos a creer lo
que el les diga respecto a una amplia gama de temas.
La conciencia
de la responsabilidad no se adquiere al ingresar en el profesionalismo sino que
va naciendo y creciendo con el desarrollo paralelo de la inteligencia y de la
voluntad.
Los
educadores son delegados y deben mantener una estrecha y cordial relación con
la familia de los alumnos, para colaborar con ella en los pedidos que les haga,
concernientes al desarrollo de su hijo, y para que ella colabore con los
educadores en el mismo sentido. Así, esta colaboración mutua, afirma al
educando respecto de lo que debe hacer y de lo que debe evitar. Debe haber una
fluida comunicación entre docente y familia, ya que los dos se ayudan
mutuamente al dar a conocer características propias del alumno en cuestión, las
que ayudan a evaluar a la persona y así realizar la mejor tarea posible
educándolo.
El
docente debe tolerar las diferencias individuales, siempre que éstas no
perjudiquen el buen desempeño grupal. Así logrará tener un grupo heterogéneo que
generará propuestas innovadoras que apuntarán a un mismo fin educacional.
Las
conductas del docente deberán ser coherentes con sus enseñanzas, que no sólo se
basen en conocimientos sino en modos de vida; esto lo otorga autoridad moral y
hace que sus alumnos lo consideren un referente ético con autoridad en lo que
enseña.
El
educador debe cumplir con todo aquello que sea necesario para formar al
educando con honestidad intelectual, o sea: buscar, aceptar, amar, vivir y
transmitir la verdad.
La
única verdad, éticamente hablando, es que siempre que se debe decir la verdad,
hay que decir la verdad.
La
obligación del educador consiste en formar al educando para que sea un digno
miembro de la sociedad en que vive, para que sepa actuar como integrante de la
comunidad política, como gobernado o gobernante
El
docente así tiene obligación de educar al alumnado con los valores esenciales
de la nacionalidad, pero sin tomar posiciones extremistas; con la tradición y
la herencia cultural, pero sin cerrarse en los adelantos modernos; con el
legado de nuestras gestas históricas, de la cosmovisión occidental y cristiana
que nos legaron nuestros mayores, ellos deben inculcar en sus alumnos un acendrado
patriotismo, ese patriotismo que consiste sobre todo en defender a
Una
enorme responsabilidad pesa sobre los hombros de los educadores. Son
responsables de sus palabras, del tono con que las dicen; de sus silencios, de
sus gestos, de los contenidos de sus enseñanzas, de las experiencias en las que
hacen participar a los educandos, de los ejemplos que dan con su propia
conducta, de su vida pública. El niño y el adolescente ven muy alto al maestro
o al profesor, lo admiran, lo idealizan y el docente debe ser conciente de todo
eso.
Por lo
tanto, el docente debe ser responsable en el sentido de tener la capacidad de
tomar en su propio nombre una decisión que compromete el futuro y de tomar a su
cargo las consecuencias verdaderas de un acto. No será responsable del alumno,
sino con él de un bien común.