INCENCDIO CON POLILLAS

Eugenio Labarca

A través de un mínimo espacio abierto en mi ventana
entran con el crepúsculo a la habitación
buscando extinguirse, kamikases, talibanes,
suicidas polillas de verano
enceguecidas por la luz de una ampolleta
colgando triste desde el techo
sin pantalla.

Me distraen sin remedio y me incorporo
a su vuelo paranoico, inútil y caótico,
arritmia de golpes descompasados
contra el vidrio protector que oscila
quemando alas polvorientas, chirriantes.
De las alas emana cierto olor
con resabios del nacismo o de otras dictaduras,
Rodrigo, Carmen Gloria.

Y escapo de mi cama y en una metamorfosis
Kafkamente proporcional
vuelo.
Absurdamente pero con mis recientes ocelos bien abiertos
asciendo y me encandilo y me observo
con los ojos de siempre, desdoblado
en un doble universo de gentes y polillas
cercanas, que baten sus alas chamuscadas
saludando alegres mi presencia extraña para ellas. No atino a entender sus signos y llamados,
vistos en doble perspectiva
y apenas reconozco difusos rasgos
en las máscaras de insecto.
O en las máscaras de personas detrás de los insectos.
Percibo cada vez con más detalle
ciertos movimientos conocidos,
tal vez son resabios del pasado,
o imagino solamente
que mis sentidos perturbados son sensibles
a la luz y el calor de los faros.

Huyo
y me acerco.
me escaldo y me hielo.

Se asoman a mi vida y mi cabeza
las esporádicas polillas
como sueños esfumados
que se realizan de repente, al contacto fugaz
de un beso, una caricia, un orgasmo.
Ardo, duermo, despierto.
Algunos recuerdos incinerados
yacen en mi cama.