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POEMA PARA MI HIJO
Abierta desde el ángulo ácido del alma escondida,
recogida,
tiritando,
sumergida en las aguas pastosas de la memoria,
me abro en universos de sal,
para penetrar por tus ojos
venidos desde mi ombligo.
Caparazón de espasmos
a la hora del toque de queda,
naufragando por las riveras de los olvidos,
prendido con un hacha a la nuca de la nostalgia.
El gallo mañanero se ha quedado silencioso,
petrificado en el
cristal de mi ventana.
Que tus ojos están tristes.
Y mis recuerdos deambulan enlutados por los pasillos de la casa,
desde donde se confunden los sueños con la muerte.
Y
las mariposas escupen las inocencias atragantadas,
por sobre los acueductos de plomo que se abrieron después del abandono.
Entonces,
Me acerco y me voy
amado hijo,
a dormir bajo la mesa,
con los dientes empedrados de fríos antiguos,
como si el tiempo se viniera
dibujado por entero en cascadas amargas sobre mi garganta seca
Silvia Espinoza