WICCA

LA MADRE DE TODAS LAS RELIGIONES

¿POR QUÉ LA BRUJERIA TIENE MALA FAMA Y NO ES RECONOCIDA COMO UN SABER PRESTIGIOSO NI COMO RELIGION? LA HISTORIA TIENE LA PALABRA.

ANTES QUE DIOS EXISTIERON LAS BRUJAS

Cuando pensamos en brujas y brujeria seguramente aparece en nuestra mente la escena del acto primero de Macbeth: tres viejas arpías, desdentadas y chismosas, lanzando conjuros y maldiciones alrededor de un caldero humeante, donde se cuece un liquido viscoso y maloliente. Esta es la historia que se quiso hacer creer. Seria interesante no olvidar que es una imagen difundida por la iglesia, la única gran enemiga que tuvo la brujeria.

En esta nota revelamos una historia oculta, aquella que se quedo sin las voces que la podían relatar. El origen de la brujeria, el primer culto que los hombres abrazaron y que posteriormente quedo prohibido por imposición de las nuevas creencias que dominaron el mundo.

El nacimiento de la brujeria tiene lugar en el mismo instante que lo tiene la magia y la religión. Sin embargo, fue la más desdichada de las hermanas esotéricas. Con el tiempo se la considero una practica maléfica y se la oculto, motivo por el cual no tuvo escritos ni documentos de su naturaleza hasta el siglo XV, cuando se reconoció su existencia oficialmente.

L 5 de diciembre de 1484 la tierra todavía no era redonda para los habitantes que la poblaban, en los confines del mundo cristiano sé sabia que existía la brujeria y lo que era peor aun: las brujas y brujos. Precisamente por ello, es en este tiempo el papa Inocencio VIII proclamo la bula "Summis desiderantes affectibus" (que seria reconocida popularmente como el canto de guerra del infierno) a la vez que se publicaba el Maellus Maleficarem o "martillo de herejes", un libro de texto escrito por dos inquisidores dominicos de Alemania y a través del cual la iglesia reconocía oficialmente la existencia de la brujeria.

Así dio comienzo la creencia oficial cristiana en los poderes del maléfico personificados sobre la tierra, y así fue como se reconoció en el mundo que polulaban por doquier brujos y brujas. Aunque empezó siendo considerada una herejía entre tantas, acabo acaparando todo lo relativo a lo maléfico y lo oculto.

Naturalmente, el reconocimiento oficial de la existencia de la brujería conmociono al mundo cristiano, pues en ella hallaba un nuevo y poderoso enemigo. Las medidas que adopto la iglesia no pudieron ser mas descabelladas: solo durante la primera mitad del siglo XVII se condujo a la hoguera entre 250000 y 300000 personas en toda Europa, acusadas de practicar la brujeria. Pero ¿existía realmente en aquel momento la brujeria?, ¿Eran autenticas brujas o inocentes víctimas?, ¿Llegaron a establecer pactos con el Diablo?.

Los orígenes del culto (mal llamado brujeria por los paganos cristianos) se remontan a tiempos prehistóricos, cuando el hombre veneraba el cielo y la luna, las estrellas, el sexo y los antepasados. Todo poseía un espíritu, un alma que podía ser benevolente u hostil según las circunstancias.

Dos grandes ideas o concepciones de la divinidad se hicieron comunes en todas las religiones: una de ellas seria la referente a la creación de vida; la otra, el miedo a la muerte. El Dios Cornudo pintado en la cueva de ariége en Francia, el Lug de los celtas, el Pan griego, el Satanás de los cristianos.

Y con el nació una representación femenina, la diosa de la fecundidad, fuerza creadora y regeneradora. La afrodita griega, la Asarte fenicia, la Ma frigia. La compañera del cornudo, que se aparea con él para dar forma al mundo.

Durante el paleolítico la figura del macho predomino sobre la diosa, pues el hombre prefería matar a los animales que multiplicarse. Pero con el neolítico la mujer, hasta entonces una simple bestia de carga y de placer, empieza a cobrar importancia. La mujer descubre el secreto de la agricultura, el arte de tejer, de confeccionar cestos y vasijas, y creando poco a poco una sociedad matriarcal que duro aproximadamente hasta el séptimo milenio antes de Cristo. Este periodo es esplendor de la mujer concluye cuando los hombres realizan una autentica revolución cultural, someten a las mujeres y casan a las antiguas diosas con los nuevos dioses guerreros. El Cornudo vuelve a reinar.

Las viejas diosas madres fueron vencidas, pero no derrotadas. Calladamente, el culto de las diosas-madres continuo con mas fuerzas que nunca. Incluso cuando el mundo cambio y llegaron a los altares de las ciudades dioses monoteístas, como aton, ahura-mazda o Jehová, las clases populares campesinas siguieron adorando a Isis, Mithra y Anaita. La mejor manera de adorar a la diosa de la fecundidad y al dios de la vida y la muerte era representar su unión sexual, glorificarla, enaltecerla no de forma obscena, sino para ensalzar su fecundidad. Es cierto que estos rituales revivían el origen de la vida, tal como se origina por medio del apareamiento sexual. Una cultura antigua que no se regia con las reglas morales que luego dominaron el universo de creencias del mundo occidental.

La lucha para erradicar este culto dura practicante hasta el siglo pasado. Pero no se lo consigue. Y sin embargo, la iglesia se apresura a cristianizar determinadas ceremonias campesinas, una vez descargadas de su parte más cuestionable, ¿o de donde es que vienen los carnavales, todos los santos, la Navidad o la mismísima noche de San Juan? Otra vez, la vieja religión fue derrotada. Pero no vencida.

Esta noche, como todas las noches, en muchos lugares de la vieja Europa y de la joven América reducidos grupos de hombres y mujeres se reunirán en secreto, para celebrar unos ritos antiguos como la humanidad. La mayoría, rehuyen la palabra brujeria y prefieren llamar a su credo simplemente el culto o la vieja religión.

Adoran a su diosa- la diosa madre de nombre secreto- mediante encantamientos y danzas. Su ritual es secreto, y se transmite de viva voz por manuscrito. Creen en la reencarnación como forma de supervivencia del alma.

Estos conventículos están dirigidos por sacerdotisas, a menudo auxiliadas por un sacerdote. Suelen ser secretos, ya que la gente no acostumbra ver con buenos ojos a quien se autodenomina brujo o bruja.