MI TROMPO DE LLOQUE
Tal
vez sea este uno de los recuerdos mas gratos de esa niñez feliz, que
pasamos en esas calles mollendinas que no sabían todavía del asfalto. Llegaba
el tiempo de trompos y con ella la peregrinación a la tornería de la
calle Blondell, para comprar nuestro trompo. el mío siempre fue de
lloque, al de naranjo le decía no, porque era de un amarillo intenso,
eran gustos de un niño, llegar a la tornería y revisar la parte mas
importante del juguete llamado trompo, la púa, en el futuro arma de
ataque, un juego individual, donde eras tu solo contra todos. Y
seguían los preparativos, la "huaraca", ese elemento que preparamos con
pabilo, iba trenzado con mucho amor, una vez bien trenzado y elegida la
punta donde iniciar el enrollado, procedíamos con anudar la otra punta
con su latita de tapa de gaseosa que servia de tope, completado este
procedimiento estábamos listos para jugar. Como
siempre un pollo (escupitajo) al suelo y a tirar el trompo, lo mas cerca
de la marca, y el que quedó mas lejos... a chantar el trompito
(generalmente era yo, maleta pues) y esperar a que alguno perdiera el
turno, al no poder darle al trompo en el suelo y a darle al caído, el
juego duraba lo que dura el día, solo la caída del sol nos enviaba a
casa, mas con el paso de los días la cosa se ponía mas dura, nuevo
desafió << pozo hediondo >> como me río al recordarlo,
pero éramos así, hechos en la calle con sus cositas raras como esta,
el asunto era como el juego normal pero... ese pero... Era
como relato, se hacia un hoyo donde hacíamos el deposito de nuestros líquidos
de vejiga, que esperarían por un trompo castigado por maleta, el
perdedor inicial arrojaba su trompo lo mas lejos que podía y el resto a
empujones solo con sus trompos, hasta llegar al pozo de castigo, el que
perdía en su turno dejaba el instrumento en el sitio de la falla, la
emoción era cuando el final estaba cercano, todos esperábamos la falla
de los mas buenos, pero nada, eran muy diestros y siempre se salvaban,
las veces que tuve que ir a lavar mi trompito a casa y pedirle
perdón por hacerlo quedar mal. Pero
no siempre se perdía y algunas veces fui parte de la alegría de vencer
y ver a un amigo humillado por maleta. Mas
había una variante mas dura, el partir, quebrar o romper el trompo del
perdedor, se hacían tres círculos concéntricos con el del centro era
de poco tamaño y había que atraer el trompo del que perdía en ese
momento hasta el circulo pequeño y una vez que por mala suerte caía en
el, el castigo era de muerte al trompo, Qué
terrible juego y que lección de estoicismo, el ver como se terminaba la
vida del compañero, pero el juego es juego, los castigos se cumplen, y
mas de una vez vi algunas lagrimas en el rostro de mis hermanos de
juego, hermanos de vida, ninguno mariconeo cuando le toco ver, que con
penca en mano y usando los mismos trompos como instrumentos de muerte
acababan con su engreído, desde esos tiempos nos acostumbramos a la
justicia y pagar nuestras culpas. Parque
Leoncio Prado o Plaza del Mundial como quieran llamarlos, ese era el
escenario de nuestras batallas de trompos, mas estoy muy orgulloso de
algo, tal vez sea imaginación mía, pero un lejano día veía que un
amigo muy querido estaba en muy mala situación en el juego y creo que
perdía su trompo invicto, no se si podría comprar otro, todo eso pensé...
y perdí. Allí
murió mi querido trompo de lloque, creo que en mi casa lloré pero que
podía hacer ... era maleta. En
noviembre pasado (2005) fui a mi Mollendo, ya no se puede jugar a los
trompos al frente del Mundial, pero, me reencontré después de muchos años
con dos de mis hermanos de esa niñez maravillosa, que bueno
encontrarlos sanos fuertes hechos unos abuelos, orgullosos de sus
logros, pero siempre sanos de corazón este relato va por Uds. mi
querido Victoriano y mi inolvidable Juancito... LIMA 03 03 2006.
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