Vuelvo al sur

 

 

 

 
 

 Vuelvo al sur… como se vuelve siempre al amor…

vuelvo a ti… con mi deseo con mi temor…

llego al sur…  con un destino del corazón…

soy del sur… como los aires de un bandoneón…

sueño el sur… inmensa luna cielo al revés…

 

Busco el sur… el tiempo abierto y su después…

pienso el sur… su buena gente su dignidad…

siento el sur… como tu cuerpo y tu intimidad…

sueño… llego… te quiero… sur

 

(Tango argentino)

 

 

 

Malecon Ratti

 

Tal vez fue en el verano de 1938, cuando mis padres bajaban al malecón para gozar de la brisa marina nocturna, mitigando el calor que el embarazo de mi madre aumentaba, ella recién un año atrás llego de la fría Europa oriental y costaba acostumbrarse al clima mollendino…

Tal vez, fueron esos días los que desde el vientre de mi madre inicie mi amor con el malecón, el rincón más querido de mi amado Mollendo.

Desde allí estaba todo lo que me hacia amar a mi tierra, todo lo lindo lo rodeaba: muelle, puente, hotel ferrocarril,  castillo, isla Ponce, ferrocarril, mi cine teatro, mi plaza Grau, mis cosas tan queridas, tan mías y ahora digo las nuestras, porque comparto con Uds. esta parte grande del corazón…

Cómo comenzar a narrar el idilio con mi malecón, diré que allí era el inicio para jugar a las escondidas, ocupábamos todos los alrededores, estación, aduana, plaza Grau y sobraba físico para correr en busca de los escondidos, solo los gritos de la gente mayor hacia terminar el juego. Era tanta la diversión y nadie tenia reloj para dar fin al juego, seria hasta la noche siguiente.

La bicicleta era un juguete casi peligroso, las vueltas al malecón eran eternas, mas ya con un poco de práctica la manejamos sin tocar el timón, fue una tarde en que corriendo como locos, con mi hermano de infancia  Alfredito Salas chocamos en la curva y yo me fui contra

la baranda y uno de los postes, no se mas que pasó, yo desperté colgado sobre el barranco que daba al ferrocarril, medio cuerpo estaba en el aire y me sacaron de allí mis amigos, ahora a preparar las nalgas, porque tenia que enfrentarme a don Jacobo, con la rueda delantera de la bici hecha un ocho perfecto, pero milagros mollendinos, mi padre ya estaba enterado y solo preocupado, me recibió con abrazos y besos y no mencionó mas la bici para nada.

También fue la cuna de los futuros fumadores, eran los tiempos del Inca de diez centavos y el Nacional de cinco, también los cigarrillos Institutos Armados a veinte la cajetilla, el sitio oculto era la casa Ratti donde el buen Roberto Abusada nos enseñó a jugar dados, todo junto, juego y fumar que tales vicios los de nuestra época.

Esta nota es muy triste, estábamos en la tarde sentados en un banco del malecón, Manuel Enrique Barriga, el gran amigo Puputi, con Tito Ponce y yo matándonos de risa, fue la ultima vez que vimos con vida a Manuel Enrique, al día siguiente un accidente nos privó para siempre de su persona,

Mi querido Puputi, estarás siempre en nuestro recuerdo, fue el primer amigo que perdimos a nuestra edad,

Desde mi niñez, fue una costumbre que por muchos años me acompaño, ver los trenes, sentir sus silbatos, escuchar las tres campanadas de salida del tren, el tren para mi es niñez, es amigos que llegan, es sobre todo nostalgia y el malecón era el observatorio obligado para ello, no se que magia tenía, pero en mis recuerdos siempre esta él.

También un recuerdo para nuestro mar, quien no ha bajado al malecón para ver y sentir la mar brava, qué imponentes eran sus murmullos, qué grande se veía el tumbo, qué salado era su perfumado aire,

Esa era mi mar brava, verlo, sentirlo, olerlo y al recordar, sentir las lágrimas con sabor a mar, que de cuando en cuando cruzan mi rostro.

Para cambiar la nostalgia por la travesura, les cuento esta pequeña historia.

Era un domingo de verano por la tarde, la época era cuando botaron el hotel ferrocarril. Todo era tierra y piedras, sobre todo ricas y provocativas piedras. Aburridos, nada que hacer, entonces mis inolvidables amigos, Boris y Pepe Casapia deciden probar fuerzas y tirar piedras hasta sobrepasar el malecón, bueno, piedras que van cruzando el espacio no todas con la suerte del objetivo… cuando, no diré quien tiro la piedra, pero esta golpeo uno de las alambres que cruzaban de la casa Ratti hasta la Aduana, el primer alambre cayó y luego con un estruendo todo el resto de cables que serian como veinte. Nos quedamos helados, no había testigos del hecho y los tres arrancamos a correr, con lágrimas de culpa en los ojos, no paramos hasta nuestras casas, Boris pasaba el verano en mi casa, Pepe fue a la suya y se fue a esconder al altillo, mientras Boris y yo temblábamos de miedo en el “socucho”, fueron tres días de terror, recién salimos y preguntando, preguntando, nos enteramos que ni había línea telefónica ni luz eléctrica en esa zona y el cine teatro se quedo sin función, pero ojo, fue sin querer, solamente un accidente.

Luego el malecón se convirtió en sede de los bingos y luego en el local mas lindo de los bailes de carnaval, pero también y no menos importante es que una noche de verano de 1964, fui al encuentro de la ilusión… por todo esto y muchas cosas que se quedan en mi memoria, honro a mi malecón Ratti, con el mas caro de mi afecto, lo transformaron tantas veces, pero su espíritu que es el recuerdo de todo mollendino, está entero como lo inauguraron en esos lejanos tiempos de 1919.

Ignacio Miedzianagora

 

 
 

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