Los pueblos indígenas en Panamá
sufren los embates de la pobreza extrema a pesar de los
beneficios económicos que se está dando
en el país. Sienten que el cambio de su sistema
de vida milenaria por un nuevo sistema de vida, los han
hecho dependientes; los obliga a buscar una nueva forma
de vida y con ello viene la pobreza espiritual, la pobreza
de ser y la pobreza de conciencia comunitaria que hoy
prevalece en los pueblos indígenas. Una pobreza
que viene de afuera o la pobreza del otro hacia los pueblos
originarios.
La
pobreza en Panamá está asociada a la evolución
de la economía y a la incapacidad del país
para traducir el crecimiento económico en reducción
de pobreza. La dualidad del modelo económico, con
un sector moderno dinámico vinculado a la demanda
externa y un sector rural de baja productividad, profundizó
históricamente la desigualdad social, que constituye
a su vez una barrera a la reducción de la pobreza
(PNUD, 2008). La pobreza extrema se concentra particularmente
en las áreas rurales, en las comarcas indígenas
y en algunas áreas marginales urbanas. Es elevado
el contraste entre las áreas ricas de la ciudad
de Panamá y el resto del país.
Panamá
está considerado como uno de los países
de mayor desigualdad en la distribución del ingreso,
destacándose la existencia de extremos que invalidan
los promedios encontrados en los indicadores sociales.
Es decir, coexisten personas con un nivel de ingreso muy
alto con aquellas que apenas sobreviven con recursos que
ni siquiera le permiten alimentarse adecuadamente. Según
el Banco Mundial, los más pobres de Panamá
son muy pobres y los más ricos son muy ricos.
En
el año 2007, la economía de Panamá
fue la de mayor crecimiento entre todos los países
de América Latina y el Caribe. El desempeño
del sector externo y el auge de la construcción
impulsaron el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB)
al 11,2%, en tanto que el producto por habitante alcanzó
un aumento inédito de 9,3%.
Sin
embargo, pese a estos avances en materia económica
en Panamá, la distribución de la riqueza
ha sido desigual por muchos años y que hoy se acentúa
con mayor fuerza en las áreas rurales y en las
Comarcas Indígenas. En las décadas pasadas,
hubo insuficientes acciones y casi ningún programa
focalizado en la pobreza extrema. Los programas sociales
generalmente eran con objetivos nacionales (salud, educación,
etc.). Los programas agrícolas estaban orientados
a productores comerciales. Igualmente, estos programas
no alcanzaban a los grupos de pobreza extrema, dado que
los mismos están dispersos o en áreas de
difícil acceso. Por ello los pobres resultados
en reducir la pobreza extrema en las regiones indígenas.
Por
consiguiente, plantemos que desde la visión de
los pueblos originarios, el reconocimiento y respeto a
los sistemas de organización, instituciones y gobiernos
propios, son criterios fundamentales para el establecimiento
de una nueva relación con los Estados, superando
las tensiones que caracterizan los procesos de gestión
de los derechos, la tierra, el territorio, la protección
de la madre naturaleza y de la identidad cultural, donde
los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y los Objetivos
del Segundo Decenio Internacional de los Pueblos Indígenas,
y el Convenio 169, como compromisos de los Estados, ofrecen
un marco político y normativo orientador para los
planes, programas y proyectos que se gestionan en favor
de los Pueblos Indígenas.
La
falta de empleo y la pobreza son los dos principales problemas
del país. Frente a estos desafíos, se ha
impulsado políticas públicas orientadas
a mejorar los niveles de pobreza y de inequidad prevalecientes
en el país, a través de la constitución
de redes de protección social como la Red de Oportunidades
y de otros programas estatales. También el fortalecimiento
institucional del sector social como la reestructuración
del Ministerio de Desarrollo Social y la instalación
de un Gabinete Social, y la ejecución de programas
específicos en el sector educativo y salud. A pesar
de estas políticas públicas para erradicar
la pobreza sus efectos han sido mínimos en los
territorios indígenas, donde el hambre y la desigualdad
todavía persisten.
Para
resolver los problemas de pobreza no es suficiente la
asignación de recursos, sino que es imprescindible
contar con la participación y autogestión
de los actores en las comunidades de acuerdo a su propia
realidad. En efecto, los residentes de un pueblo indígena
deben construir y definir su inventario social y es así
como las reuniones con la comunidad adquieren importancia
en el ordenamiento de las necesidades sentidas donde sus
actores han manifestado su disposición a participar
en la generación y aplicación de propuestas
factibles para elevar sus niveles de bienestar. Para ello,
impulsar políticas públicas en la inversión
en salud intercultural, facilitar el acceso a la tierra,
el capital, la tecnología y que existe un mayor
empoderamiento de las comunidades tanto para la satisfacción
de derechos fundamentales como para sustentar las posibilidades
de un crecimiento alto, sostenido y equitativo a los colectivos
más desfavorecidos. Además, fomentar, en
las comarcas indígenas, la educación bilingüe
intercultural e incorporar educadores bilingües (español
y lengua nativa) en las áreas indígenas
en los niveles de educación preescolar, primaria,
premedia, media y a nivel superior.
La
pobreza no solo es en los adultos, sino el que más
sufre es la niñez, en especial consideración
en la niñez indígena. En ese sentido, el
gobierno panameño debe impulsar la ejecución
del Plan Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional,
como también Plan Nacional de Combate a la Desnutrición
Infantil 2008-2015 para combatir la desnutrición
infantil en los territorios indígenas, para cuantificar
a los infantes que enfrentan condiciones de indigencia
y pobreza. Además, erradicar el trabajo infantil
en la niñez indígena.
Igualmente, los gobiernos nacionales deben dejar a un
lado los intereses partidistas que afecta las políticas
públicas, en que deberían centrarse directamente
en combatir las causas de la pobreza que hacen que la
desigualdad se esté perpetuando en las regiones
indígenas. En nombrar personal idóneos tanto
no indígenas e indígenas para combatir y
buscar alternativas en los territorios indígenas
y que sea eficaz las políticas públicas
contra la pobreza.
Ante está situación, son las mismas autoridades
indígenas en Panamá están buscando
alternativas propias para combatir este flagelo de la
pobreza en sus territorios. Por tanto, en algunas comarcas
se están instituyendo instituciones modernas a
la par de las autoridades tradicionales para desarrollar
y ejecutar proyectos de las mismas sin interferencia del
gobierno, por ejemplo, en la Comarca Kuna Yala la creación
de Juntas Locales y con ello la figura del saila administrativo
o sapindummad que lo puede ocupar tanto un hombre o una
mujer para organizar el desarrollo de la comunidad frente
a los cambios de la globalización que está
mermando la identidad cultural de los pueblos indígenas.
Asimismo,
por la falta de una política estatal de desarrollo
en las comarcas y territorios, los Congresos Indígenas
han creado sus propios Organismos Gubernamentales (ONG)
para planificar, desarrollar y ejecutar sus propios proyectos
de investigación y desarrollo. En algunas regiones
han tenido éxito por el trabajo en conjunto entra
las autoridades tradicionales y sus técnicos sin
la influencia estatal.
Por
consiguiente, es necesario reconocer en la actualidad
que Panamá es un país multicultural que
convergen varias culturas, que incluye a los indígenas
y a todas las otras identidades reconocidas por el Estado,
pero al hablar de la multicultural nos limitaríamos
en su concepción, ya que para los pueblos indígenas
es necesario que hoy hablemos que estamos en un Estado
plurinacional y pluri-intercultural, que se refiere a
la interacción comunicativa de convivencia, de
comprenderse, y de respeto que se produce entre dos o
más grupos humanos de diferente cultura con miras
a cohesionar un proyecto político nacional. También
es importante indicar que la constitución nacional
debe reconocer la existencia de los “Pueblos Indígenas”
y de la lengua materna para una mayor eficaz en el reconocimiento
y participación indígena en Panamá,
y la promulgación de nuevas leyes para que los
pueblos indígenas puedan desempeñar una
mayor participación para fortalecer sus planes
de vida.
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