Indice General

Intervenciones en el CEI de Abril de 1986

 

La debilidad del imperialismo

El Frente Unico Revolucionario

 

Nahuel Moreno

 

Secretariado Centroamericano —SECA—

Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo —CITO—

http ://www.geocities.com/obreros.geo/

mail : [email protected]

Edición electrónica Diciembre 2001

(Tomado de Correo Internacional # 20, Buenos Aires, Junio 1986)



Indice

Indice

Presentación

La debilidad del imperialismo

Fascismo contra la revolución mundial

Un “estado mayor”

Un ascenso desigual

La piedra que recién se arroja

Una definición que hay que mantener

El frente unico revolucionario

¿Qué dijimos en 1985?

La crisis de los aparatos

Los sindicatos son el centro

Un balance positivo

“A luchar”

El ejemplo de Brasil

Las listas antiburocráticas en Argentina

El Partido de los Trabajadores Zapatistas

Elevar estas experiencias al terreno político

Direcciones independientes Una definición de clase

La definición de las clases populares

La dirección y el pueblo

Revolucionaria, ¿en relación a qué?

Países independientes ¿Naciones aliadas?

“Alianzas” limitadas

Los países independientes son estados burgueses

Caballos de Troya de la independencia

Una política de crítica y exigencia

La defensa del movimiento obrero


Presentación

por Eugenio Greco

La debilidad del imperialismo

Intervención de Nahuel Moreno.
(Versión corregida y ampliada por el autor)

Yo creo que todo este problema de la contraofensiva imperialista, de la ideología y la realidad de esa contraofensiva, tiene que estudiarse en el marco de las relaciones de fuerza a nivel mundial.

Concretamente, creo que, como consecuencia de que el ascenso revolucionario mundial se profundiza y se amplía, se tensa cada vez más la relación entre la revolución y la contrarrevolución. Ese es todo el secreto del problema. Y en esta defensa imperialista del sistema frente al ascenso incontenible, Reagan hace un esfuerzo permanente por reincorporar los métodos de lucha armada en la contrarrevolución que encabeza y dirige.

Como bien dijo Nicolás, Reagan “hace lo que puede”, no lo que quiere, en su plan de emplear métodos de guerra civil, es decir, de lucha armada para enfrentar a la revolución. Hasta la guerra de Vietnam el imperialismo utilizaba siempre métodos militares. Utilizaba la invasión. Después utilizaron la guerra, contra Corea y después contra Vietnam. Pero al ser derrotado en Vietnam, el imperialismo yanqui tuvo que dejar de utilizar la guerra y la invasión por un tiempo.

En cambio, tuvieron que poner todo el acento en las negociaciones. Todavía la negociación sigue siendo su principal recurso. Pero en la creciente polarización mundial de la lucha de clases, Reagan trata de ir incorporando elementos de guerra civil.

Ahora lo hace a través de guerrillas contrarrevolucionarias. No ha pegado el salto cualitativo a que sean las tropas yanquis las que invadan. Aunque en Líbano hicieron un intento, una prueba que les fracasó estrepitosamente. Lo de Granada también es una invasión de muy poca importancia, aunque sintomática. No se atreven todavía a pegar el salto, aunque están preparando todo el aparato militar para pegarlo ni bien puedan.

Y de ahí sale la ideología de Reagan. Justamente esta ideología para mí tiene que ver con las necesidades de un sector muy importante de la burguesía norteamericana.

Tal como dice Nicolás, hay una contradicción entre lo que Reagan dice y lo que hace. Pero Reagan habla de hacer lo que un sector de la burguesía yanqui quiere que se haga. Y, además, hay un comienzo de movimiento fascista en EE.UU., los fundamentalistas cristianos, que quieren hacer todas las barbaridades de las que habla Reagan y más. Ese movimiento abarca a unos 20 millones de adherentes y entonces el asunto ya no es ideológico, o es la ideología de veinte millones de personas. Pero igual eso es embrionario.

Reagan representa un intento bonapartista que no logra del todo aplicar su política. Creo que es importante señalar que en Estados Unidos, que es de verdad la democracia burguesa más formidable que se ha dado en la historia, hay una tradición democrática difícil de desmontar. Por eso el sistema presidencial en Norteamérica es muy distinto al sistema presidencial del cono sur o de los otros países que tienen este sistema, como Francia. El congreso en EE.UU. tiene una gran influencia. Y ya han fracasado en este siglo dos intentos de ir al bonapartismo y rebajar el parlamento a un rol secundario (Nixon y ahora Reagan), debido a la resistencia de las masas norteamericanas a apoyar todo intento de limitar sus derechos democráticos.

Es decir, Reagan no logra llevar plenamente a la práctica su ideología, sus planes, sus deseos, porque enfrenta estas dos resistencias: primero y principal la ofensiva de las masas coloniales; segundo, la resistencia más o menos fuerte de las masas norteamericanas a ser carne de cañón o a que le recorten las libertades.

No pongamos como fenómeno específico del proceso norteamericano que haya una ideología. Siempre hay una ideología, no puede dejar de haberla. Comienza a surgir una ideología que todavía no domina en EE.UU. Y también es posible que sea como dice Nicolás, que al mismo tiempo surja una tendencia de otros sectores de la burguesía que buscan que el Congreso tenga mayor influencia.

Fascismo contra la revolución mundial

Pero que Reagan encuentre dificultades para aplicar su política, no significa que es puro “bluff”, que son amenazas vacías. Hay una tendencia ideológica al fascismo en Estados Unidos. Reagan no es parte de esta ala fascista, pero coquetea con ella y tiene un discurso parecido al de este sector. Es decir, viene a ser un Von Paulus (general alemán de derecha que se alió a Hitler sin ser nazi) o algo por el estilo.

Ese es un elemento cierto de la realidad norteamericana. Hay 20 millones de personas influenciadas por el criterio de que hay que aplastar a los judíos, de que hay que perseguir a los negros, que hay que hacer absolutamente de todo contra el proceso revolucionario mundial: desde guerrillas, invasiones, bombardeos, hasta la guerra mundial contra la URSS.

Ya hay expresiones de cierta importancia aunque no dominantes de que el imperialismo yanqui vuelve a emplear las armas para frenar la revolución en ascenso: lo de los “contras” en Nicaragua; lo de los cohetes para el UNITA en Angola y los guerrilleros afganos. Son cuestiones muy serias y novedosas. Es una pequeña parte de lo que quieren hacer los aliados de extrema derecha de Reagan, pero por algo se empieza.

Pero esta política tiene dos diferencias claves con la del nazismo. La primera es que no va esencialmente, por el momento, contra el proletariado norteamericano –porque éste no está movilizado, no es el gran peligro inmediato para la burguesía yanqui. Va contra el ascenso revolucionario mundial, es un intento de fascismo mundial. La segunda es que EE.UU. domina la economía capitalista mundial, no necesita por lo tanto, como la Alemania nazi, invadir a otros países imperialistas, para disputarles el mercado y la hegemonía.

Y eso también explica que, el naciente fascismo norteamericano, tenga una ideología distinta a la de Hitler, religiosa fundamentalista cristiana o la de la secta Moon.

La ideología de la raza superior se ajustaba al objetivo nazi de dominar a los otros países imperialistas por vía militar. La ideología del embrión de nuevo fascismo yanqui es para enfrentar a la revolución mundial. No es para ocupar Japón, no es para ocupar Europa capitalista, es para derrotar la revolución mundial.

Esta política tiene muchas barreras que la frenan. Hay sectores burgueses que están en contra, el movimiento de masas norteamericano al que todavía no han convencido para nada de que hay que hacer otro Vietnam. El proletariado y las masas europeas tampoco quieren eso. Tienen el problema del movimiento de masas mundial. Es decir, esta política tiene una infinidad de inconvenientes, de contradicciones. Pero es parte de la política de Reagan que, si pudiera, la aplicaría. Es, por lo tanto, una parte de la realidad.

Nicolás dice que el imperialismo golpea en lugares periféricos. Yo diría más bien que golpea donde se siente fuerte para golpear con las guerrillas contrarrevolucionarias. Para golpeara la URSS, pega en Afganistán donde hay una guerrilla en la que se puede apoyar y no golpea en Siberia porque allí no hay guerrilla y no puede hacer absolutamente nada.

Un “estado mayor”

Esta política de apoyar a guerrillas “contras” comenzó a ser barajada por uno o dos grupos de extrema derecha en el año 1982. Llevaron el planteo a un alto funcionario del gobierno y a partir de ahí se constituyó una dirección política secreta, ajena al gobierno, pero a la que el gobierno manda cuatro representantes: de la CIA, la marina, el ejército y la aviación.

Esta organización política es de una fuerza colosal, tan grande que juntan dinero para ayudar a la “contra” de todo el mundo y cuyo objetivo central es atacar a la URSS.

A partir de ahí esta organización comienza a presionar para que el gobierno adopte una estrategia de conjunto en materia de contrainsurgencia, es decir, una estrategia central para desarrollar las guerrillas contrarrevolucionarias. Desde entonces han desarrollado o apoyado seis o siete guerrillas contrarrevolucionarias, incluyendo una al este de Vietnam y otra en Laos.

Esta organización hizo una reunión muy importante dentro de Angola, de la que participó uno de los sostenedores financieros más importantes de esta campaña.

Esa dirección contrarrevolucionaria define que la política llevada por Reagan en Nicaragua ha sido un error, porque los sandinistas están muy prestigiados y la “contra” está formada allí por la canalla somocista que es despreciada por todo el mundo. En síntesis esta dirección contrarrevolucionaria define una estrategia, dentro de la cual Nicaragua entra como un problema táctico. No es el eje. Es decir, no es tan ideológico como dice Nicolás, ni sólo de Reagan este proyecto. Tampoco es un ataque armado sólo a los países independientes.

Es una política para el mundo, es una ideología para el mundo, es un Estado Mayor constituido por ocho dirigentes político–militares para el mundo.

Por primera vez hay un organismo unificado en el mundo, que tiene oficinas y nexos orgánicos con las FF.AA. y la CIA de Estados Unidos, que lucha por imponer una estrategia militar de conjunto, para hacer guerrillas contrarrevolucionarias u otras variantes por el estilo para derrotar a la revolución mundial, incluida la URSS.

Es un salto cualitativo de la contrarrevolución imperialista en la etapa post–Vietnam, empezar a utilizar métodos militares, de guerra civil, para enfrentar a las masas.

Un ascenso desigual

El proceso revolucionario asciende y la contrarrevolución responde, no se ve derrotada. Y esto se debe a que, en este ascenso generalizado de masas del mundo entero, donde el proletariado del Cono Sur empieza a tener un rol relevante, no es acompañado en líneas generales por el proletariado de los países avanzados. Hay un desarrollo desigual del ascenso revolucionario.

Al hacer la definición de que hay una situación revolucionaria mundial, no queremos decir que hay situaciones revolucionarias en todos los países al mismo tiempo. Los proletariados y las masas de los países imperialistas y de la URSS no están protagonizando revoluciones en este momento. De todos modos, creemos ver gérmenes de procesos revolucionarios en Europa, con dinámicas más grandes de las que generalmente ven los compañeros trotskistas europeos. Nosotros previmos la dinámica que podía desarrollarse en España con el plebiscito por la OTAN y también creemos que se está preparando algo muy importante en Europa del este.

Pero, por el momento el proletariado europeo, ruso, japonés y norteamericano están muy a la retaguardia, en líneas generales, salvo expresiones aisladas.

En cambio creemos que los continentes o los sectores atrasados están en un ascenso colosal, desigual, pero tendiendo a emparejarse. Y este es el elemento esencial de la actual realidad.

Este ascenso tensa la situación mundial, del mismo modo que el desarrollo del movimiento de masas ruso en 1917 llevó al intento de golpe contrarrevolucionario del general Kornilov. Kornilov no se podía dar en la revolución democrática de febrero de 1917 que tiró abajo al zar. Se tenía que dar unos meses después de febrero, cuando el movimiento de masas estiraba cada vez más la cuerda.

Nosotros creemos que el imperialismo utiliza su relativa estabilidad social para preparar y comenzar a lanzar su contraofensiva con elementos de guerra civil, guerrillas, bombardeos, contra la revolución mundial.

La retórica y la política de Reagan está centrada contra el movimiento de masas mundial. Y no contra el movimiento de masas norteamericano al que ven relativamente tranquilo. Nosotros creemos que hay elementos ciertos en lo que dice Nicolás sobre la situación en EE.UU., pero no quizás en el grado que él lo ve. Su descripción habla de una situación ya casi prerrevolucionaria, donde hay elementos de que el movimiento de masas comienza a insurgir con gran violencia, aparentemente con mayor unidad que en Europa. Esto confirmaría el pronóstico que nos hizo Gunder Frank que no tenía confianza en el proletariado europeo, pero por razones empíricas y de análisis de la historia, sí creía que el pueblo y el proletariado norteamericano iban a luchar con fuerza a corto plazo. Yo también veo elementos de eso, aunque no al grado en que los ve el compañero.

También vemos los elementos de crisis en la burguesía y sus divisiones. Hace dos o tres años en una revista norteamericana leí un artículo que decía que el régimen no se podía aguantar más, que es reaccionario, que no apoya al movimiento obrero, que paga malos sueldos, que permite la desocupación. ¿De quién era el artículo? Del presidente de la Chrysler, que atacaba al gobierno y proponía volver a la vieja política de Roosevelt de hacer concesiones a los trabajadores. Son muy interesantes las observaciones que hace el compañero sobre la economía de guerra y es verdad que hay una gran discusión en la burguesía yanqui.

Por otra parte, hay un importante embrión de movimiento fascista en Estados Unidos como hemos dicho. Pero también la política de ese movimiento va toda dirigida contra la revolución mundial en este momento. Hablarían muy distinto los fascistas y Reagan si hubiera un ascenso revolucionario en Estados Unidos. Entonces habría amenazas al propio pueblo de Estados Unidos. Ellos consideran que el proletariado yanqui y los negros están relativamente tranquilos. Todas sus amenazas son a escala mundial, contra la URSS, contra la revolución mundial.

La piedra que recién se arroja

La política imperialista está en una escalada. Cada vez tiende a hacer más guerrillas contrarrevolucionarias y ahora han bombardeado Libia. Pero en relación al ascenso revolucionario y su papel de gendarme mundial, el imperialismo está débil. Débil dentro de su enorme fortaleza de coloso. Pero débil al fin y al cabo, para la gran tarea contrarrevolucionaria que tiene, quiere y necesita cumplir.

No puede intervenir como en Corea o Vietnam. Su máximo éxito ha sido la invasión de la diminuta isla de Granada. Para los misiles que tiene, no es mucho que digamos.

Pero es que las masas del mundo sólo le han permitido eso. Lo que indica la colosal fuerza del ascenso revolucionario es que el imperialismo utilice tanto la guerrilla contrarrevolucionaria. Porque ¿quién usa la guerrilla? De acuerdo con la ciencia militar, usa la guerrilla el que es mucho más débil. Tienen que hacer como ladrones de gallinas, que meten la mano de noche. Que el imperialismo use guerrillas, haga una o dos invasiones como en el Líbano, Granada, bombardeos contra Libia, demuestra para mí que está muy, pero muy débil frente al ascenso de la revolución mundial. El imperialismo yanqui siempre utilizó la guerra y las invasiones directas. Invadió con su ejército a Vietnam y sufrió una dura derrota de la que trata de recuperarse. Desde entonces está débil aunque trata de recuperarse.

Como debido al ascenso no puede lanzar a la pequeño burguesía con métodos de guerra civil contra la clase obrera, en los países donde hay movilización revolucionaria, entonces el estado mayor contrarrevolucionario, que tiene una ideología y un proyecto fascista, comienza a aplicar su política de utilizar métodos de guerra civil contra la revolución mundial recurriendo a la guerrilla “contra”. Lo que refleja que el gendarme todavía está muy, débil, no se atreve a invadir, ni a guerrear directamente.

Pero esto es un proceso que recién comienza. Nosotros tenemos que decir que recién se arrojó la piedra. En dialéctica es muy importante saber si recién salió la piedra o si ya llegó y le puso el ojo hinchado a alguno. Es decir, es muy importante conocer la trayectoria de la piedra.

Este proceso recién ha comenzado y según Nicolás hay muchas posibilidades de que se dé marcha atrás por los líos que tiene Reagan con sus tendencias bonapartistas y por su ligazón con un sector de la burguesía yanqui y no con el conjunto de ella. Según lo que opina el compañero, es cada vez más caótica la relación entre los distintos sectores de la burguesía yanqui.

Si es así, la situación es menos grave de lo que yo creía. Yo tenía la visión de que Reagan estaba más fuerte de lo que dice el compañero. Eso tenemos que estudiarlo.

Una definición que hay que mantener

Corrernos el riesgo de creer que o, que esencialmente caracteriza a la contrarrevolución mundial en esta etapa “Reagan” es la utilización de los métodos militares y guerreros, cuando es lo opuesto. No hay, que confundir los nuevos elementos de la realidad con la realidad en su conjunto. Que un peleador callejero, que está recibiendo una colosal paliza por una multitud enfurecida, se defienda con un palo, no significa que no sigue recibiendo una paliza y perdiendo la pelea. Sólo significa que para defenderse incorpora una nueva arma, el palo.

Lo mismo ocurre con Reagan y el imperialismo yanqui. Los ejes de su política son dos. Uno consiste en desviar el ascenso revolucionario a democracias burguesas coloniales, es decir, emplear en lugar del palo, donde le es posible, la reacción democrática. “ Con el derecho al voto se terminó la revolución y todo el mundo a trabajar o a morirse de hambre”, pontifica el Departamento de Estado. El segundo eje de la política imperialista es negociar y profundizar los acuerdos y el frente contrarrevolucionario con la URSS, los gobiernos de los países atrasados, los partidos burgueses y pequeño burgueses, la iglesia y sus socios imperialistas.

A estos dos ejes principales se le agregan los nuevos elementos militares.

Repetimos entonces nuestra vieja definición: garrote para imponer su negociación.

El frente unico revolucionario

Nahuel Moreno

El Congreso Mundial de la LIT–Cl realizado en marzo de 1985 aprobó las Tesis sobre la situación mundial, que definían como sector “absolutamente privilegiado” para la actividad de nuestros partidos “las corrientes autónomas de vanguardia que están en contra de la conciliación de clases”, y que surgen como producto de la crisis de los aparatos contrarrevolucionarios y del ascenso de masas mun­dial. Para trabajar sobre ellas, las Tesis adoptaron la táctica del frente único revolucionario, que “consiste en lograr acuerdos político–organizativos sobre la base de puntos programáticos comu­nes que nos permitan intervenir en for­ ma conjunta en los procesos de la lu­cha de clases  y en la pelea por la direc­ción del movimiento de masas”. El frente único revolucionario era defini­do como “un paso transicional hacia un partido revolucionario de masas”.

A más de, un año del Congreso Mundial, había que hacer un balance sobre los resultados de esta táctica. El Comité Ejecutivo Internacional discutió ampliamente al respecto puesto que las secciones más importantes de la LIT se empeñaron a fondo durante el año transcurrido en buscar acuerdos de unidad revolucionaria con muy buenos resultados. Se consiguieron importantes acuerdos revolucionarios, pero a diferencia de lo previsto en marzo de 1985, fueron fundamentalmente en el terreno sindical y no con organizaciones o corrientes políticas para construir partidos políticos revolucionarios.

¿Qué dijimos en 1985?

El frente único revolucionario es un acuerdo entre corrientes políticas de la clase obrera que adopta un programa revolucionario y unos organismos ––dirección, periódico, etc.– que le dan cierta permanencia. Como dicen las Tesis, es un paso transitorio hacia un partido revolucionario.

Nosotros veíamos que no podía haber frente único revolucionario si éste no se proponía conscientemente la construcción de un partido para luchar por la dirección política de la clase obrera.

Nuestro análisis partía del hecho cierto de que la crisis de los aparatos reformistas iba a liberar amplias corrientes de activistas y luchadores que giraban a la izquierda en busca de una opción política.

Esto se ha confirmado, pero debemos hacer una corrección a nuestras Tesis porque las corrientes que rompen con los partidos comunistas, socialdemócratas, peronistas, apristas, se expresan fundamentalmente a nivel sindical y no político. Por eso no se ha dado, como pensábamos hace un año, el frente único revolucionario de corrientes políticas que se unan en la perspectiva de hacer un partido revolucionario. Se dieron acuerdos con corrientes sindicales alrededor de programas revolucionarios, pero cuyo eje, cuya tarea central e inmediata no es la construcción de ese partido.

La crisis de los aparatos

Cuando yo era joven, durante la década del cuarenta, los trabajadores se la pasaban en los locales de los partidos de la clase. Como no había mucho dinero por la crisis de los años treinta, en un local se compraba un solo periódico socialista o comunista, y todos los días a la tarde llegaban ochenta, cien, doscientos militantes y leían el periódico entre todos. Este era el hecho social más importante para todo obrero, después del trabajo y de su diversión del domingo.

Esto se ha perdido hoy, no sólo por la televisión y los avances en las comunicaciones, sino fundamentalmente por la traición de las direcciones.

Ya los obreros no van en masa hacia los partidos comunistas y socialistas. Desconfían de ellos y de sus direcciones, aunque sigan votando ––cada vez menos ­por sus candidatos en las elecciones, como sucede en Europa.

Todos los partidos comunistas de Europa y América están en crisis. El PC francés acaba de sacar menos del 10% de los, votos en las últimas elecciones, luego de haber tenido casi el 25% de los votos. El PC español ya hace rato se dividió en tres, el PC italiano, el más fuerte del mundo occidental, es hoy un frente de tendencias que van desde la derecha hasta la izquierda. En América, no hay PC con cabeza: el argentino está en una terrible crisis después de haber apoyado a Videla; el brasileño está dividido por haber apoyado durante años a la burocracia sindical ligada a la dictadura y llamada “pelega” el boliviano se ha dividido por haber hecho parte del gobierno hambreador de Siles Suazo; en Colombia la guerrilla comunista FARC pactó la tregua con el gobierno y un buen número de miembros de las FARC se separó de esa organización.

La crisis también se comienza a sentir en los partidos socialistas. Ahí está Felipe González, que casi pierde el plebiscito por el referéndum en España, con amplios sectores de su partido y su electorado que se le dieron vuelta. Ni qué hablar de partidos burgueses que tuvieron importante apoyo de masas como el peronismo, que está en una enorme crisis, o de lo que puede pasar en el APRA peruano a medida que las masas comiencen a desencantarse de Alan García.

A la crisis de los aparatos se suma que la clase obrera ha vuelto a entrar en escena, especialmente en América Latina, Sudáfrica y Filipinas y en menor medida en Europa. Estos dos hechos, más la creciente proletarización de nuestros partidos o grupos, que son cada vez más parte de la clase obrera, como lo vamos a ver en el balance de actividades, indican que vamos a encontrar cada vez más corrientes y grupos de activistas con los cuales buscar la unidad revolucionaria. En este sentido, al trotskismo se le están abriendo inmensas posibilidades.

Los sindicatos son el centro

Al alejarse de los partidos obreros reformistas, los trabajadores han ido a refugiarse a los sindicatos, que son, hoy en día, el lugar privilegiado donde se agrupan los activistas.

Por eso todas las nuevas corrientes que surgen producto de la crisis de los aparatos y del ascenso obrero, se expresan fundamentalmente a nivel sindical y no político.

Esta es la razón por la cual viejas tácticas como el entrismo en los partidos obreros de masas han dejado de ser útiles, porque ahora las masas se organizan en forma activa en los sindicatos, y ni siquiera allí lo hacen de forma permanente. A veces sólo se integran a la vida gremial cuando hay un conflicto, o se está negociando un convenio con la patronal.

Este es un fenómeno mundial, y hay varios ejemplos claros de ello: el desarrollo sideral de las Comisiones Obreras en España, que se convirtieron en el eje indiscutido de la resistencia al franquismo y que han seguido siendo el centro de la vida sindical española en los últimos años.

La Central Unica de Trabajadores –CUT– de Brasil y el Partido Trabalhista –PT– son otro ilustrativo ejemplo. El PT es un partido nuevo, clasista, muy influenciado por la Iglesia, y que agrupa a un importante sector de la vanguardia obrera, en especial del Estado de Sao Paulo, el mayor del país. El PT dirige la CUT, que es la nueva central obrera surgida en la lucha contra la burocracia sindical “pelega”. Pero a pesar de sus atractivos, los obreros y la vanguardia giran más alrededor de la CUT que del PT.

Podríamos enumerar, además, la creciente importancia de la central uruguaya –PIT–CNT–, el sindicalismo independiente de Colombia, etcétera.

Esta realidad, grande como una casa, había sido analizada por nosotros, pero no habíamos sacado las conclusiones en relación con nuestra táctica: hoy, el terreno para conseguir acuerdos revolucionarios es fundamentalmente sindical y no político. En el año que pasó no hemos visto corrientes estrictamente políticas nacionales que giren hacia posiciones revolucionarias y que busquen construir partidos revolucionarios, pero sí nos hemos encontrado en Colombia, Brasil, Argentina, con corrientes o grupos de activistas sindicales revolucionarios, que luchan contra la política de paz y contra el gobierno en Colombia, contra la burocracia “pelega” y de la CUT en Brasil, contra el plan austral y la burocracia sindical en Argentina. Ellos son los sectores con los cuales debemos buscar a toda costa acuerdos revolucionarios, aunque por ahora sólo se expresen a nivel sindical. Pero ellos son el punto de partida para la construcción de verdaderos partidos obreros revolucionarios en el futuro.

Teniendo en cuenta este carácter sindical creemos que en todos los países donde hay un gran ascenso obrero, donde tenemos pequeños partidos insertados en los sindicatos, vamos a encontrar un sinfín de posibilidades para unimos con corrientes o activistas revolucionarios.

Un balance positivo

Por eso, nuestro balance del último año en relación con el frente único revolucionario es altamente positivo, y no negativo: a pesar de que en ninguna parte logramos acuerdos políticos puros para construir partidos revolucionarios, hicimos acuerdos con corrientes sindicales revolucionarias en Colombia, que es la vanguardia de este proceso, en Brasil, y se comienza a aplicar en Argentina con las listas sindicales de oposición.

Algo parecido ocurre en México, donde se ha fundado el Partido de los Trabajadores Zapatistas pero con corrientes o activistas barriales centristas de izquierda.

Nuestra tarea ahora es tratar de elevar estos frentes sindicales revolucionarios al terreno político, es decir, al de la construcción del partido revolucionario, sea porque estas corrientes ingresen a la LIT y a nuestros partidos nacionales, sea porque se realicen fusiones o se formen nuevos partidos, donde nuestras secciones pueden llegar a ser minoría.

Queremos detenernos en las experiencias señaladas–––Colombia, Brasil, Argentina y México–––, porque ellas son el ejemplo de cómo debemos actuar y porque señalan las inmensas posibilidades que se nos abren a medida que aumenta el ascenso revolucionario y que nuestros partidos se proletarizan.

“A luchar”

“A Luchar” es un acuerdo logrado entre el Partido Socialista de los Trabajadores de Colombia, los Comités de Trabajo Sindical, el Movimiento Pan y Libertad y los Comités de Integración Sindical –CIS–.

“A Luchar” es la más elevada expresión del frente sindical revolucionario, y su programa (ver Correo Internacional N' 18) es un ejemplo de ello: contra el imperialismo y el capitalismo, por el socialismo, contra todos los gobiernos burgueses, por la independencia de clase y contra la conciliación de clase, por la democracia obrera, por un poder obrero y popular, por la reivindicación del rol dirigente de la clase obrera. El punto débil del programa es que no plantea la construcción de un partido revolucionario de la clase obrera.

El nacimiento de “A Luchar” es una muestra de lo que venimos di­ciendo: desde hace varios años hay en Colombia un ascenso generalizado de obreros, campesinos, sectores po­pulares, que se combina con e – 1 auge de organizaciones guerrilleras muy po­derosas.

El gobierno de Belisario Betancur firmó una tregua con las FARC, la guerrilla pro soviética, y con el M–19, que fue apoyado por toda la izquierda y por todo el país, incluido el Secretariado Unificado.

Sólo hubo dos sectores que se opusieron desde el inicio a la política de paz de Betancur y el PC: los que hoy conforman “A Luchar” y una escisión de las FARC.

En un país donde se combina la tradición guerrillera centroamericana y la lucha obrera del Cono Sur del continente, “ A Luchar” ha hecho pie en la clase obrera, y reúne a la franja más revolucionada de los activistas sindicales del país. “ A Luchar” surgió del sindicalismo independiente, que como su nombre lo indica es el sector sindical que no hace parte de las centrales propatronales, ni de la central comunista. Este sector era dirigido por el maoísmo, pero cuando éste entró en crisis, a principios de los años ochenta, liberó las potencialidades revolucionarias de una Inmensa franja de luchadores.

Cuando se realizó el Congreso Mundial de la LIT en marzo de 1985 nosotros creíamos ver en “A Luchar” el embrión de un frente único revolucionario político, es decir, que tendía o que debía tender rápidamente a ser un partido político, y quisimos acelerar la discusión y apurar este proceso. Pero a pesar de nuestro deseo, el acuerdo no llegó hasta el punto de hacer un partido obrero revolucionario, porque las otras corrientes no lo veían así. Lamentablemente, cargamos con la falta de tradición de fuertes partidos obreros y con la influencia de la guerrilla, que hacen difícil ver la urgencia de construir un partido obrero revolucionario.

Pero ello no demerita la inmensa conquista que es “ A Luchar”, el frente sindical revolucionario más acabado y estructurado, con un programa extraordinario, con una dirección nacional y con una influencia que abarca casi todo el país, con organismos regionales, con periódico y con un fuerte peso sindical.

En todo caso, nuestra política sigue siendo la de lograr un partido obrero revolucionario que extienda esa maravillosa unidad al terreno político, pero sin apurar el proceso, respetando el criterio y voluntad de los grupos que conforman el acuerdo.

El ejemplo de Brasil

Junto con el inicio del ascenso obrero en 1978 se abrió en Brasil un profundísimo proceso de reorganización sindical de la clase obrera, acompañado por una revolución política contra la burocracia “pelega” ligada a la dictadura y por el surgimiento de un partido de independencia de clase. Este proceso dio un salto con la caída de la dictadura en 1984.

La CUT se fundó en 1983, aglutinado a todos los sindicatos que rompían con los “pelegos” y bajo la dirección del PT. Este había nacido varios años antes; su base eran los sindicatos del cordón Industrial de Sao Paulo y comenzó una rápida carrera electoral, como partido obrero.

A partir de allí, se abrió un proceso de ruptura de la burocracia “pelega” apoyada por el PC, y del paso de decenas y decenas de sindicatos a la CUT. Pero la dirección de la CUT y del PT –que es controlada por la Iglesia– también es burocrática, y han comenzado a surgir en los sindicatos corrientes sindicales que la cuestionan.

En este marco, han comenzado a surgir oposiciones y tendencias sindicales y clasistas, antiburocráticas y antigubernamentales. El mejor ejemplo es la tendencia sindical que se constituyó en Belo Horizonte –la tercera ciudad del país con tres millones y medio de habitantes–, capital del segundo estado del país, Minas Gerais –16 millones de habitantes–. En el Congreso de la CUT de esta ciudad, los delegados del sindicato metalúrgico (que agrupa a 55.000 trabajadores) vinculados a nuestro partido, Convergencia Socialista, presentaron unas Tesis cuyo eje era la lucha contra el plan cruzado del gobierno de Sarney, por la moratoria de la deuda externa y contra la burocracia “pelega” y de la CUT. Las Tesis proponían también la lucha contra los partidos patronales, y que las listas del PT para las próximas elecciones de asamblea constituyente y gobernadores incluyeran un 80% de candidatos obreros, porque la dirección del PT está levantando candidatos pequeño burgueses e intelectuales.

La lucha contra el plan económico del gobierno era un punto fundamental, porque la dirección de la CUT se ha limitado a hacer críticas tibias, apoyando lo que ellos denominan “aspectos positivos” del plan, que de hecho es apoyar al gobierno.

En el Congreso, las Tesis consiguieron el respaldo de un 4 0% de los delegados –110 sobre un total de 270 –que representan más o menos unos 250.000 trabajadores metalúrgicos, conductores, mineros, vigilantes, maestros, empleados de la salud y la construcción. La corriente no ganó el Congreso, porque es débil entre los sindicatos bancarios y de servicios, pero es mayoritaria en el movimiento obrero. Por la presión de esta corriente, el Congreso aprobó el rechazo al Plan Cruzado del gobierno.

Luego del Congreso, se hizo la reunión donde se constituyó formalmente la tendencia sindical alrededor de los puntos levantados en el Congreso, con la asistencia de 75 delegados. Ahora, los compañeros se preparan para intervenir en el congreso de la CUT del Estado de Minas Gerais, y se proponen extenderse a la provincia, donde hay muchos trabajadores rurales y un movimiento de los sin tierra muy fuerte, que está rompiendo con los “pelegos” bajo la dirección de un ala izquierda de la Iglesia. Hay varios sindicatos rurales que están de acuerdo con la tendencia.

Sin embargo, este proceso de Minas no es tan avanzado como el de “A Luchar”, porque programáticamente aún no se coloca por la revolución, aunque apunta para ese lado, y es una tendencia provincial y no nacional, como en Colombia. Por supuesto, hay que tener en cuenta que Brasil es un país muy grande, casi un continente, que es muy difícil unificar distintos procesos a nivel nacional, y que el estado del cual estamos hablando tiene tantos habitantes como otros países de América Latina. Lo bueno es que esta experiencia comienza a repetirse en otras ciudades.

En Río de Janeiro, 140 delegados del PT sindicales y barriales, han enviado una carta oponiéndose al candidato que el PT piensa levantar en las próximas elecciones, porque no es trabajador. La bronca contra la burocracia de la CUT y del PT ligada a la Iglesia crece, lo que va a favorecer el desarrollo de estas corrientes independientes en todos los grandes centros fabriles, permitiendo su extensión nacional.

Las listas antiburocráticas en Argentina

Si mantuviéramos el análisis del frente único revolucionario de hace un año, caeríamos en la simplificación de decir que en Argentina es muy difícil aplicar esta táctica porque no hay corrientes políticas revolucionarias que se desprendan del peronismo o de otros partidos.


Desde 1983 se inició la crisis y bancarrota del peronismo y de la burocracia sindical de la CGT, que por más de 40 años controlaron de manera totali taria a fa clase obrera argentina. Hoy en día, los grandes burócratas no pue den ni aparecer en público: Lorenzo Miguel fue abucheado por un estadio entero, Triaca, que es millonario, no va nunca a ningún plenario, José Rodríguez, del sindicato de trabajadores mecánicos, no puede pisar la fábrica Ford, una de las más grandes del país, porque lo matan. El único que puede hablar en público es Ubaldini, pero hay una bronca profunda contra todos ellos. Junto con esto, hay un renacimiento de la democracia obrera: luego de la caída de la dictadura, se comenzaron a restablecer los cuerpos de delegados y las comisiones internas, que a diferencia de antes, ahora están conformados por nuevos activistas independientes, la mayor parte de ellos apolíticos o peronistas de palabra, es decir, por una nueva camada de luchadores que no están controlados por el peronismo ni por ningún otro partido.

Gracias a ellos, la lucha antiburocrática se profundiza cada día más; últimamente se han popularizado las asambleas y las votaciones en todos los sitios de trabajo para definir los paros, las medidas de lucha y las negociaciones. Se ha dado el caso de burócratas que aprueban un paro sin consultar que luego es rechazado por la base en asambleas, como en Sanidad, o de acuerdos entre burócratas y patronos que luego son desautorizados, como en Correos.

En este marco, han comenzado a surgir listas antiburocráticas en los sindicatos, que luchan por la dirección de los distintos gremios, cuya base son estos activistas independientes. El Movimiento al Socialismo apoya con todo, promueve e impulsa estas listas, en las cuales participan también miembros del Partido Comunista, militantes intransigentes, peronistas. Pero lo fundamental es que se trata de un fenómeno nuevo, objetivo, no de un acuerdo entre corrientes políticas, sino de tina expresión de esa nueva vanguardia de luchadores. Estas listas son el embrión de un frente sindical revolucionario, todavía atomizado, por gremios, que no es nacional, que a veces incluye gente que no es revolucionaria, incluso algunos burócratas menores. Pero lo que nos hace definirlas como embriones o esbozos de frente único sindical revolucionado es que el eje de su programa es contra la burocracia y el gobierno por la democracia obrera. De hecho, tienen un programa revolucionario, aunque todavía aparezca mezclado entre la paja, y tienden a ser un frente porque permanecen, no se disuelven después de las elecciones, tienen dirección, hacen asambleas y plenarios que deciden.

Tomemos como ejemplo a la Lista Naranja de Sanidad. El año pasado ganó las elecciones en Buenos Aires, pero la burocracia quemó las urnas con los votos y tuvieron que repetirse las elecciones, en las que la Naranja volvió a ganar. Por encima a de uno u otro de los personajes individuales que componen la lista, ha primado su programa, su contenido anti burocrático, su dinámica y cada vez la corriente de apoyo a la Naranja se vuelve más radical, más revolucionaria y va aislando a los sectores más centristas o proburocráticos. Antes, el PC se había unido con estos sectores, pero luego retomó el camino antiburocrático y de lucha y gracias a eso son mayoría en todos los niveles del sindicato las posiciones más progresivas de la Naranja.

El caso de Sanidad se repitió en el gremio de la carne, donde la Lista Verde anti burocrática, conformada escasas semanas antes de las elecciones, triunfó abrumadoramente sobre una de las más viejas burocracias sindicales, íntimamente ligada a Lorenzo Miguel. La Lista Violeta del gremio de Comercio, en donde confluyen peronistas, comunistas, socialistas e independientes, agarró un peso muy grande en las últimas semanas, pero la burocracia le puso trabas para presentarse. Está también la Lista Naranja del gremio de la Construcción, y muchas otras que surgen localmente o en otros gremios.

Este proceso es muy profundo y se comienza a generalizar. En relación con Colombia, estamos varios años atrás, porque no se trata de un acuerdo nacional con corrientes sindicales revolucionarias, porque los programas de estas listas no son tan completos como el de “A Luchar”, ni todos sus elementos son revolucionarios.

Pero éste es el camino y hacia la unidad revolucionaria que están adoptando las franjas más combativas de la clase obrera argentina, que es muy atrasada, y que durante 40 años tuvo encima la loza peronista.

El Partido de los Trabajadores Zapatistas

A mediados de mayo se realizó en México el Congreso de fundación del Partido de los Trabajadores Zapatistas. Se trata de un partido formado por  el Partido Obrero Socialista del Estado de México y una organización barrial centrista de izquierda, llamada Naucopac.

Este nuevo partido tiene un programa ultrarrevolucionario, casi igual al nuestro, y nos parece que es un avance importante, porque es una vía mediada, indirecta, de buscar si movimiento obrero a través de los barrios populares que rodean los grandes cinturones industriales del Valle de México.

La deuda externa –y la caída de los precios del petróleo han agudizado la crisis económica mexicana y están apretando cada vez más los ingresos de los trabajadores. El descontento contra el gobierno crece, y han comenzado las luchas obreras.

Por eso es urgente hacer pie en la clase obrera pero en México esto es muy difícil, en primer lugar por el desempleo, y en segundo lugar porque los sindicatos están controlados por una burocracia totalitaria –el charrismo– ­ligada al estado y al PRI (Partido Revolucionario Institucional, que gobierna al país desde la revolución de principios de siglo).

Esta es la razón por la cual los compañeros del POS han considerado necesario hacer este desvío hacia los barrios, pero para unirse más rápidamente a la clase obrera y sus luchas.

A pesar de que, aparentemente, el PTZ cumple todos los requisitos de un frente único revolucionario de tipo político puro y aun más, porque sería constituido en un partido con un programa revolucionario, no nos atrevemos a calificarlo como tal. Nos parece que es un acuerdo con una organización barrial, reivindicativa, que tiene una política centrista de izquierda muy progresiva. Sería, digámoslo así, una expresión barrial o popular de lo que se ha dado en Colombia, Brasil y Argentina por la vía sindical. En todo caso, es una experiencia muy interesante, que debemos seguir con mucha atención.

Elevar estas experiencias al terreno político

Esta precisión sobre el frente sindical revolucionario nos permite ampliar muchísimo más el espectro de nuestra actividad y las posibilidades de acuerdos con corrientes revolucionarias que aún no se expresan en el terreno político, aprovechando la crisis de los aparatos y el ascenso obrero.

En Uruguay, por ejemplo, existe toda la franja que se opuso a la dirección del Frente Amplio y del Partido Comunista en el último Congreso del PIT–CNT, y que es casi la mitad de la central sindical. En Bolivia comienzan a surgir corrientes dentro de la COB que –¡por fin!– están cuestionando a Lechín, acusándolo de ser el responsable de todas las derrotas que ha sufrido la clase obrera boliviana. Queremos saber qué pasa en las Comisiones Obreras de España. ¿Surgirá un sector a la izquierda de Marcelino Camacho, su máximo dirigente que se va a presentar a las elecciones aliado con la ultraderecha monárquica española? ¿Qué va a suceder en Perú, donde Izquierda Unida es el soporte del gobierno de Alan García que ha iniciado un brutal plan de austeridad contra esa clase obrera, tan luchadora y con tal alto nivel político?

El otro problema es elevar estos frentes sindicales revolucionarios al terreno político, continuar la lucha por un partido revolucionario de la clase obrera, sea ganando a estas corrientes para nuestros partidos, sea formando nuevos partidos en los que nosotros participemos. Esa es la tarea que la LIT tiene planteada.

Direcciones independientes
Una definición de clase

La proliferación de direcciones independientes está provocando polémicas sobre su naturaleza, y tenernos el problema de definir al sandinismo, al Farabundo Martí, al M–19 de Colombia y a otras organizaciones similares. Me parece que es peligroso definirlas como direcciones “populares” y “revolucionarias”.

En primer lugar, a toda organización que arrastre al pueblo o a sectores del pueblo se la puede llamar popular. Pero los partidos burgueses también arrastran al pueblo o a sectores del pueblo: el peronismo en la Argentina; el galanismo en Colombia Trotsky señalaba que el Partido Radical en Francia era una organización de la burguesía imperialista que arrastraba a la pequeño burguesía.

Es más, el funcionamiento de los partidos burgueses es impensable sin que los mismos cuenten con el apoyo y la participación del pueblo o sectores del pueblo. Y si aceptamos la definición de un partido exclusivamente por el hecho de que se apoya en sectores populares, entonces tendríamos que decir que el peronismo, el galanismo o el Partido Radical de la época de Trotsky son partidos “populares”.

Pueblo es una suma de muchas clases explotadas y oprimidas por la burguesía: la clase obrera, el semiproleta riado, la pequeño burguesía urbana, el campesinado, los lúmpenes o marginales. Cada una de estas clases ocupa un lugar propio en la producción y en la sociedad, tiene objetivos y aspiraciones propios y lucha con sus propios métodos por conseguirlos.

Decir que una dirección es “popular” no permite ver a qué clase sirve N, representa, es decir por qué objetivo S y con qué métodos lucha.

“Popular” es una definición a–clasista, negativa, algebraica y sumatoria. Para saber a qué objetivos sirve y con qué métodos lucha una dirección hay que hacer una definición clasista de ella y no a–clasista.

La definición de las clases populares

Marx y Trotsky han dado definiciones aparentemente distintas de clase obrera y pequeño burguesía. Trotsky hablaba de una moderna pequeño burguesía, que eran los empleados de cuello blanco, como se dice en la sociología yanqui. Y para Marx todo el que recibía un salario era miembro de la clase obrera. Nosotros nos inclinamos por la definición de Marx.

Otro sector muy importante es el semiproletariado, un nuevo descubrimiento de investigadores neomarxistas. Es un sector social clave para el desarrollo mundial del capitalismo. El semiproletario trabaja parte del año o algunas horas todos los días como asalariado, pero no gana lo suficiente con ella para subsistir y entonces tiene una pequeña huerta o su familia en el campo y así obtiene alimentos.

Por ejemplo, hoy en Bolivia los mineros ya no pueden vivir con lo que les pagan. Subsisten gracias a sus familiares campesinos que les envían papa, verduras y, otros productos. Pero esto no es algo reciente. El imperio español en América fue estructurado por reyes como Carlos V y Felipe 11 con este sistema de semiesclavitud o semiproletarización. Les permitía 4 los españoles explotar enormemente a los indígenas al servicio del capitalismo.

Hoy en día el semiproletariado abarca a muchos millones de trabajadores en todo el mundo, son muchos mas que los obreros. Las grandes empresas capitalistas explotan a millones de semiproletarios, pagándoles una miseria y obligándolos a buscar recursos suplementarios para mantenerse.

El semiproletariado ha definido la dinámica de varias revoluciones. Por ejemplo Sweezy y Huberman, dos autores marxistas norteamericanos, hicieron una primera definición sobre la revolución cubana, donde decían que se trataba de un país de poco desarrollo capitalista y muy campesino. Pero diez o quince años después escribieron una autocrítica, donde, explican que la tremenda dinámica que adquirió la revolución se debió a que Cuba siempre fue un país supercapitalista, desde el siglo pasado. Un capitalismo de tipo especial, agrario, con esclavitud en sus comienzos, La oligarquía cubana era fuertísima, casi predominante en la aristocracia española a mediados del siglo pasado y, también, íntimamente ligada a la oligarquía yanqui de Nueva York. Es decir, vinculada al capitalismo mundial lo más estrechamente que uno pueda pensar. Casi todo el azúcar de Cuba iba a los Estados Unidos y los propios capitales yanquis se asociaban con los cubanos, como en Filipinas.

¿Y qué dicen Huberman y Sweezy? Que ellos no se habían dado cuenta que todos los que ellos consideraban campesinos, en realidad eran semiproletarios. Ocurre que los ingenios azucareros sólo funcionaban una parte del año y el resto del año se quedaban sin trabajo, por el poco desarrollo industrial del país. Entonces tenían que volver a su parcela con lo poco que habían ganado, que les tenía que durar todo el año.

Este peso del semiproletariado es el que permitió a la revolución cubana avanzar mucho más rápidamente que la revolución china, donde el peso predominante era del campesinado.

Y se trata de un semiproletariado y no de un proletariado agrícola, porque no reproducen su fuerza de trabajo con el salario, no les alcanza el salario para vivir. Y por eso tienen un pie en cada lugar. Tienen un pie en la parcela donde producen para la subsistencia de la familia, y otro pie en la fábrica, donde lo que les dan no alcanza para que subsista la familia.

Otro segmento clave del pueblo es el sector marginal, que surge del hacinamiento en las ciudades. Esto se refleja en el caso de un gran dirigente trotskista peruano, Hugo Blanco, que empezaba todos sus discursos en Lima diciendo: “Camaradas trabajadores, camaradas ladrones, camaradas prostitutas ...”, Esto indica que hay un sector marginal tremendo, como vemos en Bogotá, en Lima, en México, en San Pablo.

A muchos sectores de éstos los tenemos que tratar de ganar, impedir que haga pie en ellos el fascismo para el que son decisivos.

Son sectores inestables porque no tienen un trabajo permanente. Como psicología son lo opuesto al proletariado. A veces el obrero desocupado empieza a oscilar entre estas dos categorías..

Y también hoy en día existe una pequeño burguesía que no  es lumpen, pero es fronteriza. Es el tremenda­mente numeroso sector de los vendedores ambulantes.

Además de todos ellos, están los sectores tradicionales de la pequeño burguesía, los pequeños comerciantes, los artesanos. También están los campesinos que tienen sus parcelas y viven de su explotación. En muchos países ese campesinado sigue siendo numeroso.

Todos estos sectores, Incluyendo el proletariado conforman el pueblo. Y dentro de las revoluciones los distintos sectores populares reactúan entre sí. Por ejemplo, en la revolución rusa hubo una alianza entre campesinos y obreros. El Estado obrero apoyó el reparto de las tierras entre los campesinos. Pero en seguida se produjeron choques, incluso armados cuando los campesinos comenzaron a resistirse a entregar las cosechas que requisaba el gobierno de Lenin y Trotsky para abastecer a las ciudades y el Ejército Rojo.

La dirección y el pueblo

El carácter de clase de una dirección se determina en parte por la extracción de sus dirigentes. Por ejemplo, hace poco leímos un artículo que detalla el origen social de los líderes sandinistas y describe algunas de las principales familias de la oligarquía, señalando cómo uno o dos miembros de esas familias son miembros del gobierno sandinista, y otros dos o tres están exiliados porque son enemigos del sandinismo. Yo me quedé dudando de si a la dirección sandinista no habría que calificarla directamente de burguesa. A un embajador colombiano le preguntaron si opinaba que iba a haber una revolución socialista en Nicaragua y él dijo que no, porque según su criterio habían tomado el poder los jóvenes de las familias más distinguidas del país.

Pero, junto con definir a qué clase pertenecen sus familias, es necesario saber qué programa levantan, qué tareas políticas se proponen llevar a cabo. Y todas esas direcciones que hemos mencionado, Fidel, el M–19 y el sandinismo, levantaron programas nacionalistas, democráticos y antidictatoriales, no socialistas.

Esto se ve con claridad en el caso de los sandinistas, que se niegan a tomar medidas elementales de autodefensa como la de expropiar a la burguesía nicaragüense que en los hechos sostiene a la “contra” a extender la revolución a El Salvador, manteniendo una posición nacionalista, a pesar de que el triunfo de la revolución salvadoreña terminaría con el ahogo que impone el bloqueo imperialista.

La presión imperialista y la de las clases que protagonizan la revolución pueden empujar a las direcciones pequeñoburguesas a tomar las medidas socialistas imprescindibles que ellos no quieren aplicar, pero lo hacen a regañadientes, porque están en contra del programa obrero y socialista. Comparemos, si no, con la dirección bolchevique de Rusia. Lenin y Trotsky, levantaron el programa de la revolución socialista internacional, organizaron el partido revolucionario en la clase obrera, tomaron el poder con las organizaciones de poder obrero, los soviets. Ellos eran de origen pequeño burgués o burgués como los sandinistas o Castro, pero rompieron con la clase de sus familias. Llevando a la práctica el programa socialista y organizando el partido de los trabajadores, se transformaron en una dirección proletaria revolucionaria.

En el sentido histórico y más general ésta es la única dirección “popular revolucionaria” consecuente que puede existir.

Revolucionaria, ¿en relación a qué?

La única clase y dirección de clase que puede reflejar a todo un pueblo y todas sus necesidades históricas es el proletariado. Pero esto dicho en sentido histórico. Obviamente hay direcciones pequeño burguesas, muchas de ellas independientes del stalinismo que dirigen a sus pueblos en revoluciones.

Incluso estamos dispuestos a aceptar que una dirección como el M–19 colombiano es revolucionaria, siempre que digamos también que es pequeño burguesa.

El M–19 es revolucionario en relación a los objetivos de la pequeño burguesía. Es nacionalista, es democrática. Y utiliza los métodos de la pequeño burguesía, es decir, la guerrilla y no el método de la democracia obrera y la movilización.

Cuando decimos revolucionaria pequeño burguesa, estamos diciendo que es una dirección que quiere hacer una revolución y que la va a llevar, por sus limitaciones nacionalistas, democráticas y de método, a un callejón sin salida.

Al llegar el sandinismo al poder hicimos una discusión sobre las dos caras de las direcciones pequeño burguesa revolucionarias independientes, es decir, no controladas por el stalinismo. Decíamos que hasta que llegan al poder son direcciones revolucionarias y no burocráticas. Que hasta entonces los reivindicamos como héroes nacionales. Pero en cuanto llegan al poder, en cuanto se concretan sus objetivos como, dirigentes pequeño burgueses, entonces dejan de tener un carácter revolucionario, porque están en contra de tomar las medidas socialistas imprescindibles para defender y hacer avanzar la revolución. A partir de ese momento nosotros sólo defendemos a los sandinistas que rompan con su organización y pasen a defender un programa de revolución socialista.

El M–19 está entroncado hoy en día en Colombia con el movimiento de masas. Embrionariamente se acerca a lo que es el Farabundo Martí en El Salvador, aunque el Farabundo Martí es un frente y el M–19 es un partido ejército guerrillero. Además en el frente salvadoreño hay una gran influencia stalinista que lo burocratiza y lo frena y, en cambio, el M–19, como hemos señalado, es independiente del stalinismo y no tiene un carácter burocrático.

Cuando el gobierno colombiano propuso una tregua, que significaba en los hechos comprometer a las corrientes guerrilleras en un freno a la revolución, el M–19, al igual que las FARC prosoviéticas aceptaron ese acuerdo. Pero el M–19, debido a continuas provocaciones del ejército, a la presión de sus bases y a su carácter independiente del stalinismo y la socialdemocracia, se vio obligado a salir de la tregua. Perdió entonces muchos militantes y simpatizantes de la pequeño burguesía. Pero en cambio entroncó con sectores populares más plebeyos. El M–19 formó una Coordinadora Nacional Guerrillera con las otras guerrillas independientes de las FARC, donde, entre otras, ingresó el movimiento Quintín Lame, que es una organización armada indígena, es decir, que refleja a las nacionalidades indígenas campesinas. Más importante aun, el M–19 tiene hoy una fuerte corriente en la vanguardia sindical.

Aparentemente estamos en lo cierto aquí si decimos que el M–19 es una dirección “popular revolucionaria” porque se apoya en toda esta amplia base popular y conduce a sus adherentes y aliados a una revolución democrática y nacional. Pero con esa fórmula estamos dejando de señalar el hecho de que el M–19 está en contra del programa socialista, que no da ni dará nunca preeminencia a la clase obrera y sus métodos y que, por todo eso, al igual que sucede con el sandinismo, va a frenar la revolución apenas tome el poder si es que lo torna y no traiciona antes por su Incapacidad de clase pan dar una orientación obrera revolucionaria.

Definiendo al M–19 como una dirección pequeño burguesa revolucionaria independiente, sabemos que en este momento ese movimiento es un aliado y también sabemos cuáles son los límites de ese aliado por su carácter de clase y su política, es decir, por el programa que levanta y los métodos que utiliza. Sintetizando: el M–19 por su programa y dirección pequeño burguesa es un aliado transitorio en el curso de la revolución permanente que sólo un partido obrero revolucionario puede dirigir.

Países independientes
¿Naciones aliadas?

La cuestión de los países independientes está cada vez más a la orden del día. Por una parte, porque el ascenso revolucionario ha permitido conquistar su independencia política a un gran número de países. Y, también, porque la contraofensiva imperialista plantea en forma acuciante la necesidad de defender a esos países contra la agresión, manteniendo en alto, a la vez, las banderas de la clase obrera y el socialismo.

Ha sido un acierto de las Tesis del Segundo Congreso de la LIT–CI, haber definido a Nicaragua, Libia, Angola y otros como países independientes.

Estamos retomando una vieja clasificación o definición de la época leninista, que había sido perdida durante décadas por el movimiento marxista y trotskista.

Trotsky, Lenin y la gran mayoría de los dirigentes de la Tercera Internacional veían la lucha antiimplerialista de los pueblos coloniales como el proceso de su transformación en países capitalistas avanzados. Es decir, en esos países todavía no estaba planteada la revolución socialista. Nuestros maestros consideraban a los movimientos que luchaban por mantener o conquistar la independencia política de los países coloniales como aliados del proletariado mundial.

Distinta era la cosa cuando esos movimientos tomaban el poder, es decir, cuando pasaban a gobernar la nación y dirigían la policía y el ejército contra los trabajadores, aunque se mantuvieran independientes del imperialismo. Es muy ingenioso desde el punto de vista teórico lo que hacen algunos autores: cuando los revolucionarios independentistas llegan al poder, esos autores aplican al país la definición que antes le daban al movimiento y dicen que es una “nación aliada”.

El punto de vista de Trotsky era distinto. Trotsky, por ejemplo, se negó a concederle a la China independiente de Chiang–Kai–Shek un ferrocarril de propiedad rusa instalado en territorio chino. Su negativa tenía un carácter de clase: si pasaba a poder de China serviría para la explotación del proletariado chino; en cambio, si seguía en manos de la URSS no habría explotación capitalista de ese proletariado.

A pesar de ello, Trotsky estaba de acuerdo en tener una relación privilegiada con China para enfrentar al imperialismo y defender la independencia china. Pero era enemigo de tratarla como nación amiga en el problema del ferrocarril, sino más bien como nación adversaria o enemiga de clase.

En la revolución china de 1927, Trotsky precisó y agregó un nuevo elemento a la definición marxista de los procesos en los países coloniales. Señaló que la lucha contra el imperialismo en los países atrasados es inseparable de las tareas anticapitalistas. Es decir que, para consolidar la independencia política, es necesario avanzar hacia el socialismo.

El trotskismo tiene como una de sus marcas de nacimiento la defensa de esta definición de la lucha colonial como parte de la revolución socialista nacional e internacional. Pero, de tanto poner el acento en el carácter socialista de la revolución colonial, el movimiento trotskista había dejado de lado durante décadas otras definiciones sobre la lucha antiimperialistas, incluyendo la definición leninista de los países independientes.

Hay países independientes políticamente, lo demuestra el hecho de que el imperialismo los ataca. Si fueran dependientes obviamente EE.UU. no lanzaría campañas de agresión como las que sufren Libia, Angola, Nicaragua, etcétera.

Y no es casual que nosotros hayamos redescubierto esta clasificación últimamente, porque es cuando ese fenómeno más se ha dado, y lógicamente, hemos vuelto a teorizar sobre estas cuestiones.

La clasificación de Lenin adquiere una gran importancia en el contexto de la nueva oleada revolucionaria en la que muchos países han conquistado su independencia política.

Pero otra cosa es decir que esos países son aliados permanentes de la revolución proletaria.

“Alianzas” limitadas

Plantear que los países independientes son “naciones aliadas” permanentes trae contradicciones insalvables. Por ejemplo, Irak es un país independiente pero nosotros no podemos ser aliados de ese país en su ataque militar a Irán. Mientras lo dominante en la guerra del golfo era la agresión de Irak nosotros éramos aliados de Irán. Pero cuando el ejército iraquí fue expulsado y, Khomeini continuó la guerra para apoderarse de territorio de Irak, entonces dejamos de ser aliados de Irán.

Esto muestra cómo podemos tener alianzas con determinados estados capitalistas, pero siempre por un tiempo limitado y con objetivos también limitados.

Además, las alianzas temporadas no se dan solo con países independientes. Por ejemplo, nosotros fuimos aliados de la Argentina semicolonial, con su dictadura agente del imperialismo, contra Inglaterra y EE.UU. en la guerra de las Malvinas. También somos aliados del Perú, cuando Alan García se resiste a la agresión económica del imperialismo, y reduce los pagos por la deuda externa.

Tampoco los estados obreros burocráticos son aliados permanentes y en todo sentido del movimiento obrero revolucionario mundial. Por ejemplo, cuando China ataca a Vietnam, nosotros no somos aliados de China. Cuando la URSS Invade Checoslovaquia no somos aliados de la URSS,

Por otra parte, aunque nuestro enemigo central es el imperialismo, en la Segunda Guerra Mundial era justo hacer una alianza militar con los EE.UU. e Inglaterra contra HitIer.

A nivel internacional los únicos aliados permanentes del proletariado son las direcciones  y los gobiernos obreros revolucionarios consecuentes como el de la URSS bajo Lenin y Trotsky. Con todas las demás direcciones v estados, el proletariado revolucionario puede hacer alianzas a nivel internacional por un tiempo y con objetivos limitados, que  le sirvan en  su camino haría la destrucción del imperialismo  11 el capitalismo mundial y la construcción del socialismo.

Los países independientes son estados burgueses

El concepto de “nación aliada” intenta trasladar al plano internacional lo que sucede dentro de un país. Para luchar contra los capitalistas en una nación, la clase obrera hace alianza con el campesinado, la pequeña burguesía y demás sectores populares. Supuestamente correspondería entonces que a nivel internacional, el proletariado hiciera alianza con los países independientes.

Pero esto es olvidar que– el estado nacional es el representante de la burguesía en los países capitalistas, sean independientes o no del imperialismo, y que tiene, como misión fundamental, mantener la explotación y el sometimiento de los trabajadores, principalmente con el ejército y la policía.

Tomemos un país como Colombia. Allí podemos plantear la necesidad de la alianza de la clase obrera con los campesinos y otros sectores populares, Los campesinos no explotan a los obreros, ni dirigen el estado, ni el ejército, ni a la policía. Son nuestros aliados contra el estado burgués,

Tomemos ahora cualquier país independiente y veamos si puede ser aliado de la clase obrera como lo es el campesinado. Kadafi ese el representante de una burguesía que explota a los obreros libios y de otros países árabes que trabajan allí. Por ejemplo, en cuanto esa burguesía vio caer sus ganancias petroleras, Kadafi no vaciló en expulsar a más de cien mil trabajadores extranjeros de Libia, condenándolos a la miseria y la desocupación. Difícilmente podemos hablar aquí del estado tibio capitalista como un aliado de la clase obrera.

Pero hay más. El estado tibio de Kadafi es dueño del 15 por ciento de las acciones de la Fiat Italiana y tiene participación en muchas otras empresas europeas. Es decir, Kadafi es gran explotador del proletariado italiano y europeo.

Una dirección revolucionaria en un estado obrero tibio tomaría las ganancias petroleras y las invertiría en el desarrollo de su país y para apoyar la lucha de los trabajadores, por el socialismo. En vez de explotar a los obreros de la Fiat utilizaría ese dinero que hoy está invertido en el 15 por ciento d e las acciones de la empresa en impulsar la lucha de los trabajadores italianos y de otros países. Y de ese modo los obreros de la Fiat serían los mejores defensores de Libia contra el imperialismo.

Lejos de ser un “aliado”, de los trabajadores y la revolución, Kadafi representa los intereses de la burguesía y por eso prefiere utilizar los ingresos del estado para participar en la explotación de obreros árabes y europeos.

Kadafi dirige el Estado burgués libio a su ejército y.– a su policía, al servicio de la explotación de los trabajadores por la burguesía libia. Nosotros somos enemigos mortales del esta o burgués de Kadafi, del ejército y la policía de Kadafi y, por lo tanto, del gobierno de Kadafi. Y buscamos la alianza de los trabajadores y el pueblo tibio contra Kadafi, su estado y su gobierno.

Caballos de Troya de la independencia

Nosotros defendemos a Libia independiente frente al imperialismo, defendemos el derecho de los libios a tener en el gobierno a Kadafi si ellos lo votan, aunque estarnos convencidos de que debe haber un gobierno obrero y popular. Al mismo tiempo, denunciamos el hecho de que en Libia no hay libertad para el movimiento obrero y popular, afirmamos que la política de Kadafi es un crimen contra la revolución y que Kadafi no hace nada para ganar el apoyo del movimiento obrero europeo y de, EE.UU. Pero, por sobre todas las, cosas decimos que Libia no va a poder seguir siendo independiente si allí no triunfa la revolución obrera. Hay que echar a Kadafi, que ha sido en sus orígenes pro–yanqui y después se vio obligado  a girar contra el imperia­lismo. Kadafi es un caballo de Troya, contra la independencia. Porque, mien­tras no se avance en la  expropiación de la burguesía, mientras no se implante un estado obrero y la economía plani­ficada, siempre estará rondando el peligro de que la crisis lleve a la burgue­sía independiente a someterse a la dependencia política del imperialismo.

En todas estas revoluciones que nosotros llamamos democráticas o de liberación nacional, se produce una combinación político económica muy interesante. Hoy día, ya a los seis meses de que un país logre su independencia nacional, tiene planteadas inmediatamente tareas nacionales e internacionales de tipo socialista como la única manera de defender su independencia.

Por ejemplo, para defender la independencia de Nicaragua el mejor cada uno sería en el plano nacional, la expropiación de la burguesía que es toda al” de la “contra” y, en el plano internacional, apoyar y lograr el triunfo, de la revolución en El Salvador. Estas son medidas que van hacia el socialismo. Los sandinistas debilitan a Nicaragua frente al imperialismo al negarse a tomar estas medidas. Y justamente se niegan a tomarlas porque son caballos de Trova pequeñoburgueses que no han querido pasar los límites del capitalismo hacer una revolución que avance hacia el socialismo, si no quiere ser derrotada.

Toda la política de la pequeña burguesía o de la burguesía nativa al frente de estos estudios, siempre lleva a la pérdida de la independencia, a un callejón sin salida: para mantener la independencia hay que avanzar al socialismo, pero no quieren ir en esa dirección.

Históricamente, son direcciones contrarrevolucionarias, aunque lleguen a expropiar a la burguesía como lo hizo Castro en Cuba. Castro frenó toda extensión de la revolución en el plano internacional y mantuvo un dominio totalitario dentro de Cuba. Al hacerlo,, Castro actúa como un burócrata que defiende los privilegios que obtiene del estado nacional cubano. La consecuencia es que, con el control burocrático de las masas y el freno de la revolución internacional, Cuba se debilita frente al imperialismo.

Una política de crítica y exigencia

De todo esto se desprende que, para defender consecuentemente a los países independientes, necesitamos desenmascarar a. estas direcciones históricamente contrarrevolucionarias, ante las masas. Lejos de considerar a Nicaragua o Libia, incluyendo sus gobiernos, como “naciones aliadas”, tenemos que lograr que los trabajadores y los pueblos de los países independientes vean con claridad que sus gobiernos pequeño–burgueses o burgueses los llevarán tarde o temprano a una derrota.

Pero es obvio que nuestra táctica hacia Íos sandinistas o Kadafi no puede ser la misma que hacia los gobiernos agentes del imperialismo en las semicolonias. Planteamos un enfrentamiento total con los, agentes imperialistas, En cambio, mientras, tengan el apoyo de las masas, a los gobiernos independientes los criticamos por inconsecuentes y, les exigimos que tomen las medidas revolucionarias imprescindibles para, hacer avanzar o defender la independencia del país. Planteamos un pro– grama transicional, permanente, en la perspectiva de que el país sea cada vez más independiente,

Por ejemplo, en Nicaragua tenemos que criticar al gobierno porque no ex– a toda la burguesía que, de hecho, apoya a la “contra”'. Y tenemos que exigir a los sandinistas que lleven a cabo esa medida de expropiación, imprescindible para acabar con la agresión imperialista.

Ahora, Contadora ha mostrado su verdadero carácter, al exigirle a los sandinistas que reduzcan su armamento sin el correspondiente desarme de la “contra”. Tenemos que criticar a los sandinistas por haber llamado al pueblo a confiar en Contadora, cuando nosotros venimos denunciando –el papel de ese instrumento imperialista desde que apareció en escena. Tene­mos que criticar a los sandinistas porque aún hoy se niegan a, romper con Cantadora y exigirles que, lo hagan ya.

Tenemos que criticarlos porque se negaron a apoyar al Farabundo Martí para que tomara el poder en El Salvador y exigirles que empiecen a apoyar la revolución centroamericana.

La defensa del movimiento obrero

Hay un aspecto fundamental para el que no planteamos una política de exigencias, sino de enfrentamiento. Llamamos al movimiento obrero a no aceptar ningún sacrificio mientras Nicaragua siga siendo un estado capitalista. Exigimos el pleno derecho de huelga y demás derechos de los trabajadores. Todas las luchas del movimiento obrero son sagradas por darse dentro de un estado capitalista, aunque sea un país independiente. Nuestra política frente a la crisis, es que la paguen los ricos. Nos oponemos a los sacrificios que los sandinistas, líderes de un estado burgués, le reclaman a los trabajadores.

En síntesis, no aceptamos la definición de “ nación aliada ” y la política de “alianza” permanente con los gobiernos burgueses independientes . Mantenemos, en cambio, la definición leninista de país independiente y la política de defensa de los países independientes frente al imperialismo, de crítica y  exigencia a las direcciones pequeñoburguesas y burguesas en la perspectiva de ampliar y profundizar la independencia y de llamar a los trabajadores a oponerse a toda explotación y a decidir democráticamente su camino en la movilización permanente hasta la derrota total del imperialismo, es decir, hasta que se logre la revolución socialista.

El proletariado y una dirección revolucionaria puede hacer a nivel internacional todas las alianzas temporarias y con objetivos limitados que le sirvan para avanzar en ese camino , dándole fundamental importancia a la defensa de los países independientes sin capitular ante ellos y sus gobiernos. Sin dejar tampoco de reconocer en nuestra táctica y teoría la diferencia cualitativa que hay entre un gobierno que resiste al imperialismo y uno que es su miserable agente.



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