Indice General

Manifiesto de la Liga Internacional de los Trabajadores
(Cuarta Internacional)

Documentos

 

Nahuel Moreno

 

Secretariado Centroamericano —SECA—

Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo —CITO—

http ://www.geocities.com/obreros.geo/

mail : [email protected]

Edición electrónica Diciembre 2001

(Tomado de Correo Internacional, # 10, año II, Julio de 1985)



Indice

Manifiesto de la Liga Internacional de Los Trabajadores (Cuarta Internacional)

I.- Una insurrección de masas conmueve al mundo

La insurrección

Arde Latinoamérica

La revolución en Oriente y Africa

La revolución europea

Estados Unidos, la URSS y China.

Crece en el mundo el frente de la revolución.

II.- El frente contrarrevolucionario

Vietnam acorraló al imperialismo.

La contraofensiva imperialista

Las masas responden con fuerza redoblada

El frente por la “paz social” y la “democracia”

La trampa de Contadora

¡Muera el “Frente por la Paz Social y la Democracia”!

El Papa defiende a los explotadores

La revolución no da treguas ni acata pactos

III.- El hambre, la explotaciOn y la miseria castigan a los pobres del mundo

Miseria y desocupación

Salarios de hambre

Mujeres, jóvenes y ancianos también son víctimas

Las nacionalidades oprimidas

Peligra la naturaleza

IV.- El capitalismo imperialista es la raíz de todos los males

Los grandes pulpos

La rémora de las fronteras nacionales

La ciencia y la técnica contra la humanidad

Una crisis económica sin salida

No hay solución “tercermundista”

V.- Los países llamados “socialistas” también están en crisis

Desastre económico

Calamidades para el pueblo.

Brutales dictaduras policiales

El nacionalismo retrógrado de la burocracia

¡Este no es el socialismo que queremos!

VI.- La burocracia es la culpable del desastre de los estados obreros

Los estados obreros son grandes conquistas

El “socialismo en un solo país”

Sólo habrá socialismo si es mundial

Los burócratas sabotean a los estados obreros

Una política internacional traidora

¡Defender a los estados obreros! ¡Derrocar a la burocracia!

VII.- La única solución es el socialismo mundial

Socialismo es una economía mundial planificada por los trabajadores.

Socialismo es un mundo sin armas

Socialismo es respeto a las nacionalidades y fin de toda opresión

El gobierno de los trabajadores es la más amplia democracia jamás conocida

Economía y política internacional al servicio de los pueblos

La revolución en los países imperialistas

La revolución en los estados obreros

La revolución en los países capitalistas atrasados

La clase obrera debe dirigir la revolución

VIII.- Cuarenta años de luchas y triunfos

La negra noche de la contrarrevolución

El mundo se tiñe de rojo

Se acaba el colonialismo

Un tercio de la humanidad se liberó de los capitalistas

La democracia y la independencia son conquistas de las masas

Cada vez más luchas y más triunfos

IX.- Cuarenta años de traiciones

La peor traición de la burocracia stalinista

Traición en el sudeste asiático

Traición en Africa negra

Nuevamente la traición en Europa

Traición en Medio Oriente

Walesa abortó la revolución polaca

El reformismo de Lula

Scargill impidió un triunfo total

Traición en América central

La traición universal de Castro

Nada se puede esperar de direcciones no proletarias

De la inconsecuencia a la capitulación

X.- La crisis de dirección de las masas revolucionarias

La crisis del stalinismo, la socialdemocracia y la vieja burocracia sindical

La crisis del nacionalismo burgués

El vacío de dirección

El maoísmo y el guevarismo

Castro, Ortega, Arafat, Lula, Walesa y Khomeini

El nefasto papel de la Iglesia

La revolución superará a todas las direcciones traidoras y reformistas

XI.- Tarea clave: ganar a los obreros de los países avanzados

El stalinismo destruyó la Tercera Internacional

Un gran atraso en la conciencia de los trabajadores

El stalinismo fortaleció a las direcciones no obreras

El eclipse de la clase obrera

Las nuevas generaciones revolucionarias perdidas

La nueva vanguardia que surge

La necesidad de la Cuarta Internacional

Ganar para el socialismo revolucionario a la clase obrera de los países avanzados

La debilidad del imperialismo

XII.- Un programa que movilice a las masas contra la miseria y la desocupación hasta destruir al capitalismo imperialista

I.-Contra la miseria y la desocupación

II.- Por la alianza obrera‑campesina‑popular

III.- Por el internacionalismo proletario

IV.- Por la independencia nacional. No pagar la deuda externa.

V.- La lucha antiimperialista es mundial

VI.- Por una política de clase, independiente de la burguesía, sus partidos y sus gobiernos.

VII.- Luchamos contra el “Frente por la paz social y la democracia”

VIII.        Contra la diplomacia y los acuerdos secretos

IX.- No respetamos los pactos con dictaduras militares y regímenes fascistas

X.-Por la democracia obrera.

XI.-Por la más amplia democracia para el pueblo.

XII.- La liberación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores.

XIII.- Unir a los revolucionarios para construir la IV Internacional de masas

El revisionismo mandelista

La Liga Internacional de los Trabajadores

El frente único revolucionario

El programa del frente único revolucionario


Manifiesto de la Liga Internacional de Los Trabajadores (Cuarta Internacional)

¡A los trabajadores y explotados mundo!

A las mujeres y los jóvenes!

¡A los pueblos y naciones oprimidas!

¡A los luchadores revolucionarios!

 

El Primer Congreso Mundial de la Liga Internacional de los Trabajadores hace llegar un saludo fraternal y de combate a todos los que enfrentan, a lo largo y ancho del planeta, el hambre, la miseria, las cárceles y los genocidios de este sistema imperialista capitalista mundial que agoniza.

¡Saludamos a los obreros del mundo, a cuyo frente están los heroicos mineros ingleses, el proletariado boliviano, la clase trabajadora argentina y los valerosos obreros negros de Sudáfrica y ese gran ejemplo de organización y resistencia que son nuestros hermanos polacos de Solidaridad! ¡Saludamos a las naciones que han quebrado las cadenas del yugo imperialista: Nicaragua, Angola y Mozambique! ¡Saludamos a los pueblos que siguen ese camino revolucionario y acosan, al imperialismo y sus secuaces: a los guerrilleros y trabajadores salvadoreños; a la guerrilla y al pueblo de Filipinas; a los campesinos, obreros y nacionalidades oprimidas de la India; a los trabajadores, el pueblo y los guerrilleros colombianos; a las milicias populares libanesas; a los trabajadores y a las poblaciones de Chile! ¡A estas heroicas masas revolucionarias, vanguardia de la lucha mundial contra el imperialismo y el capitalismo, y a los centenares de millones de explotados del mundo que ya están siguiendo sus pasos, a todos ellos saludamos, levantando bien alto la bandera de la revolución socialista internacional!

I.- Una insurrección de masas conmueve al mundo

Mientras una ínfima minoría de multimillonarios y privilegiados es cada vez más rica y vive en un lujo escandaloso, la inmensa mayoría de la población mundial sufre los horrores de una crisis tremenda, que abarca todo el planeta. El hambre, la miseria, la desocupación caen como una plaga mortal sobre la humanidad trabajadora. Sufrimos las convulsiones de la agonía de un sistema económico y social, el capitalismo imperialista, que se está pudriendo. ¡Mienten los propagandistas a sueldo de los millonarios, cuando afirman que el mundo ha superado la crisis! Sólo unos pocos países han recuperado sus economías; la gran mayoría ha quedado en quiebra. Y ya se ve en el horizonte la tormenta de una nueva crisis, mil veces peor que las que hemos pasado, porque amenaza con hacer estallar en cualquier momento la economía más poderosa de la tierra, la del imperialismo yanqui. Esa nueva crisis hará caer a los trabajadores, campesinos, pueblos pobres, países atrasados de todo el mundo, en abismos de miseria y degradación mucho más profundos.

Resistiendo con todas sus fuerzas a este presente intolerable y al futuro espantoso que nos promete el sistema capitalista imperialista mundial, una insurrección de masas conmueve al mundo.

La insurrección

Desde las minas inglesas a los astilleros polacos y españoles, en las ciudades y campos de América latina, en Filipinas y la India, en Sudáfrica, Oriente medio y Nueva Caledonia, millones y millones de obreros, campesinos, desocupados, pobladores marginados de suburbios miserables, mujeres pobres y jóvenes, pueblos oprimidos, naciones, religiones y razas esclavizadas, salen a luchar. Grandes movilizaciones callejeras, estallidos sociales, insurrecciones, huelgas y paros generales, ocupaciones de tierras en el campo y de lotes y viviendas en las ciudades, guerrillas de masas estallan en cualquier momento y en cualquier lugar del planeta.

Asistimos a una exacerbación tremenda de la lucha de clases, política y social. Este levantamiento multitudinario de las masas, dispuestas a matar o morir en la lucha, en medio de una crisis económica y social sin salida a la vista, ha detonado una situación revolucionaria mundial. Los de abajo no están dispuestos a seguir viviendo como hasta ahora, víctimas de la crisis y la miseria crecientes. Y han comenzado a acorralar a los de arriba, que ya no pueden seguir dominando como antes.

Arde Latinoamérica

Todo un continente está en llamas, haciendo su revolución: América latina. En El Salvador, la guerrilla del Frente Farabundo Martí ‑FMLN‑ se ha convertido en una poderosa organización de las masas armadas, que controla extensas zonas del país, está destruyendo al ejército títere y, junto al movimiento sindical, tiene en jaque al gobierno de Duarte. En Nicaragua, el pueblo que echó a tiros a Somoza hoy se defiende armas en mano de la opresión imperialista, la provocación de los gobiernos títeres de la región y la guerrilla contrarrevolucionaria pagada por la CIA. Honduras, Guatemala, Panamá y Costa Rica acompañan con distinto ritmo las convulsiones revolucionarias del istmo.

El Caribe se levanta. En Haití, la población de Gonaives se rebeló contra el siniestro Duvalier. El pueblo de la República Dominicana es la vanguardia de la lucha contra el Fondo Monetario Internacional, con sus huelgas generales y su insurrección barrial y popular.

En Colombia, todo tipo de luchas confluyen golpeando al régimen bipartidista de Betancur en crisis. Grandes huelgas del magisterio, paros laborales, acciones campesinas; e indígenas, protestas barriales, paros cívicos y varias guerrillas activas de miles de combatientes ‑-de las más poderosas del mundo-‑, abren una situación revolucionaria excepcional, uniendo el incendio centroamericano con el alza revolucionaria del Cono Sur del continente.

La crisis social del Perú detonó decenas de huelgas y manifestaciones de las masas asalariadas y pobres, mientras se alzan en armas los departamentos campesinos. Ecuador es sacudido, una y otra vez, por la huelga general del proletariado y los sectores populares.

En Bolivia hay una crisis revolucionaria crónica. Obreros y campesinos acaban de protagonizar una verdadera revolución: la heroica huelga general que durante más de dos semanas puso el poder al alcance de la Central Obrera Boliviana. Sólo la traición de las direcciones permitió que sobreviva el gobierno hambreador y pro imperialista de Siles Suazo.

Apenas ha pasado un año de la asunción de Alfonsín y en la Argentina ya estallaron dos huelgas generales contra el hambre radical, precedidas y seguidas de una colosal oleada de huelgas de todos los sectores asalariados. Las provincias cuestionan el poder central. Los militares se hunden en el descrédito y odio colectivo al destaparse la olla podrida del genocidio y saqueo que protagonizaron. El peronismo y la burocracia sindical se ahogan en su crisis definitiva, en medio de la división, el desprestigio y la pérdida del control férreo sobre el movimiento obrero que tuvieron durante 40 años.

Movilizaciones multitudinarias, dos de ellas con más de un millón de personas, exigieron las elecciones directas en Brasil y quebraron la dictadura militar. Mientras Tancredo Neves, la mejor figura de recambio que tenía la burguesía, agonizaba, el proletariado lanzaba más de 50 huelgas, acaudillado por el poderoso gremio metalúrgico del A BC de Sao Paulo.

Apenas subió Sanguinetti en Uruguay y los trabajadores ya lo acosan con paros y protestas.

El heroico pueblo chileno ha desestabilizado a Pinochet con varias jornadas de protesta. El chacal no puede detener, por más que reprima y asesine, la ofensiva obrera, popular y barrial que se extiende por todo el país.

Só1o México conserva una relativa estabilidad, aunque las masas resisten con incesantes huelgas la política hambreadora de La Madrid. Hasta el pueblo paraguayo , aplastado por la tiranía de Stroessner, comienza a moverse. Pero estos países son islas precarias de calma en medio de una sola y colosal revolución latinoamericana que ya está en marcha.

La revolución en Oriente y Africa

El pueblo árabe y su vanguardia, los palestinos, están asestando al estado sionista‑nazi de Israel una brutal derrota. Ya el imperialismo yanqui ha tenido retirar sus tropas del Líbano. Ahora, el ejército sionista se desmorona, en retirada, ante las masas en armas en el sur del Líbano, mientras el proletariado judío y árabe realiza heroicas huelgas dentro del mismo Israel contra los planes de austeridad.

En años recientes, el contingente de los que luchan se ha visto engrosado por la entrada en acción de las masas asiáticas. En la India confluyen las huelgas obreras con grandes enfrentamientos nacionales y guerrillas rurales. En Filipinas, la población se rebela en movilizaciones multitudinarias contra el régimen del dictador Marcos, mientras la guerrilla campesina de masas controla buena parte del país.

Sudáfrica está al borde de la revolución. El valeroso proletariado negro, organizado en poderosísimos sindicatos, combate con huelgas a las empresas imperialistas y detona varias huelgas generales de masas, acompañadas de levantamientos armados de tipo insurreccional, contra la explotación y el régimen racista del apartheid.

En Nueva Caledonia , estalla en combates armados la lucha del pueblo kanaka por la independencia, contra el imperio francés.

La revolución europea

Sale a la lucha la clase obrera europea, protagonista de una revolución única, que no reconoce las fronteras nacionales ni el hecho de que en Occidente gobierne la burguesía imperialista y en Oriente la burocracia. A su vanguardia están los obreros ingleses y los trabajadores polacos.

Decenas de miles de mineros británicos , organizados en piquetes que hicieron retroceder a la policía, con sus mujeres en primera fila de la lucha, acosaron a la Thatcher durante un año de huelga. Los trabajadores y sectores de la clase media británica se solidarizaron con ellos. Ferroviarios y portuarios los apoyaron combativamente. Sólo la traición de la burocracia de la central sindical TUC y del Partido Laborista impidieron que la Thatcher cayera, pero los traidores quedaron muy golpeados. La huelga minera fue el más duro ataque de clase que haya sufrido gobierno imperialista alguno desde la revolución portuguesa de 1974. La Thatcher no cayó, pero ha quedado herida de muerte.

Los obreros polacos de Solidaridad, que se sublevaron en 1980 contra la burocracia, no fueron aplastados por el golpe militar de Jaruzelski. Siguen resistiendo a la dictadura apoyada por el Kremlin. Después del golpe, acompañados por un amplio movimiento solidario en Europa y el mundo, le han arrancado al Pinochet polaco una amnistía recortada y han desenmascarado al régimen policial.

Detrás de los combates de Inglaterra y Polonia, están las huelgas y movilizaciones de los trabajadores navales en España, de los metalúrgicos alemanes por la semana de 35 horas, de los dinamarqueses, de los obreros italianos en defensa de la escala móvil de salarios.

Estados Unidos, la URSS y China.

Estados Unidos es el país más poderoso del mundo. La URSS es el segundo. China es el más poblado. Ninguno de los tres ha entrado, aún en la vorágine revolucionaria., Pero en los tres se dan hechos y luchas premonitorias. Los colosos empiezan a moverse.

En Estados Unidos fueron a la huelga los trabajadores de la General Motors. Comienza un amplio movimiento, en el cual confluyen organizaciones estudiantiles, sindicales, políticas y pacifistas, de oposición a la política de Reagan en América central y de lucha contra el régimen racista sudafricano. Mientras tanto, el gobierno y los partidos imperialistas tratan desesperadamente de impedir que la revolución latinoamericana se les meta dentro de sus propias fronteras, sobre los hombros de los millones de mexicanos, puertorriqueños, haitianos y centroamericanos pobres que viven en territorio del monstruo imperialista.

La clase obrera de la URSS ha iniciado una lucha subterránea, con trabajo a desgano masivo, desafiando al aparato de terror de la burocracia y la KGB.

En China , la política de “liberalizar” la economía ha abierto el grifo de la inflación. Esto ya ha provocado los primeros movimientos de protesta entre el estudiantado y la clase obrera.

Crece en el mundo el frente de la revolución.

Todos los que luchan suman centenares de millones, y son la vanguardia de los explotados, oprimidos y pobres del mundo que se preparan para entrar en combate. Todos ellos son un gran ejército mundial, con sus destacamentos de avanzada, su retaguardia y sus reservas, que, pelean en la trinchera de la revolución. Entre todos conforman en los hechos, en la lucha común, un frente revolucionario. Todavía no son concientes de ello porque aún no hay un estado mayor, una dirección internacional revolucionaria reconocida que unifique y concentre sus luchas en una ofensiva final para derrotar al imperialismo capitalista. Pero ya constituyen ese ejército, ese frente revolucionario mundial .

¡La Liga Internacional de los Trabajadores se coloca total, completa, incondicional y decididamente en el frente de las masas revolucionarias en lucha!

II.- El frente contrarrevolucionario

En esta guerra mundial entre explotadores y explotados, ante la revolución se levanta el frente de la contrarrevolución imperialista y burocrática. Los burgueses, la clase media rica, los burócratas... todos los que tienen algo que perder si triunfan las masas, se suman a ese frente. A su cabeza está el imperialismo yanqui, principal enemigo de los pueblos del mundo. Rodeándolo en una sólida unidad, están los imperialismos de Europa Occidental y Japón, más débiles pero tan feroces como él. Cuidándoles las espaldas, se alinean las iglesias, los capitalistas y gobiernos de los países atrasados y los burócratas de los países llamados “socialistas”. Todos ellos se unen férreamente para tratar de detener el avance de la revolución, sobre todo desde que la derrota de los yanquis en Vietnam puso nuevamente en peligro el sistema imperialista mundial.

Vietnam acorraló al imperialismo.

Cuando Estados Unidos sufrió la primera derrota militar de su historia en Vietnam, una sucesión de revoluciones estallaron en el mundo. Algunas de ellas obtuvieron espectaculares triunfos iniciales. En Irán, Nicaragua y Portugal cayeron las viejas y sangrientas dictaduras pro imperialistas del Shah, Somoza y Salazar‑Caetano. Angola, Mozambique y Guinea‑Bissau derrotaron al ejército imperialista portugués y conquistaron la independencia. En Polonia, la revolución dejó al borde de la caída a la dictadura burocrática.

El imperialismo quedó muy golpeado, en retroceso, confundido y sin dirección. Los primeros años de Carter, marcados por la palabrería “democrática” y de “derechos humanos” fueron de una parálisis total. Se había abierto la posibilidad de que la revolución siguiera golpeando hasta destruir al sistema capitalista.

La contraofensiva imperialista

Pero no fue así, porque las masas fueron traicionadas por sus direcciones. Socialdemócratas y comunistas pro soviéticos impidieron que los trabajadores tomaran el poder en Portugal. Khomeini, Walesa y los jefes sandinistas aconsejados por Castro, hicieron lo mismo en Irán, Polonia y Nicaragua. Los comunistas pro soviéticos lo hicieron en las ex colonias portuguesas. Los herederos de Ho Chi Minh instauraron una dictadura burocrática en Vietnam.

Así ganó tiempo el imperialismo, reordenó sus filas, unificó su estrategia y se lanzó a la contraofensiva. Los trabajadores polacos fueron derrotados por el golpe de Jaruzelski, apoyado por el Kremlin y el imperialismo. Israel invadió el Líbano, tratando de aniquilar a la OLP con masacres genocidas como las de Sabra y Shatila. La dictadura salvadoreña aplastó al movimiento obrero. La guatemalteca casi exterminó a la guerrilla. Norteamérica y Francia apoyaron al imperialismo británico para que venciera a la Argentina en las Malvinas. Francia envió sus paracaidistas al Chad. Los yanquis instalaron sus mísiles nucleares en Europa, apuntando a la Unión Soviética y recrudecieron su intervención en América central, invadiendo Granada y ocupando militarmente de hecho a Honduras.

Las masas responden con fuerza redoblada

Al principio, el imperialismo asestó severos golpes a las masas en lucha, aunque ninguno de ellos fue aplastante, histórico. Pero casi de inmediato el frente de la revolución reaccionó con fuerza extraordinaria. El ejército israelí fue derrotado en el Líbano. La guerrilla se hizo de masas en El Salvador. Se unificó la revolución latinoamericana con el estallido del Cono Sur, fundamentalmente de Bolivia y Argentina, y el colosal ascenso de Colombia. El proletariado negro jaquea al régimen sudafricano. Está en marcha la revolución en Filipinas y la India.

El imperialismo fracasó en su intento de contener la revolución mundial. Mantiene su contraofensiva, pero ella ha producido un efecto opuesto al que esperaba. La situación revolucionaria no retrocede: se hace más violenta, explosiva y se extiende. Las tensiones sociales y políticas aumentan a niveles nunca vistos. Se cumple la “ley del bombero loco”, que trata de apagar el fuego con gasolina. Cada incendio revolucionario que el imperialismo intentó aplacar produjo el estallido de otro’mucho más intenso, por empuje de las masas movilizadas.

El frente por la “paz social” y la “democracia”

Este fracaso de la confrontación abierta política y militar como método para frenar la revolución, dio amplio cauce para otra política contrarrevolucionaria: intentar lo mismo a través del engaño y la traición; tratar de convencer a las masas de que debían dejar de luchar. Con una rapidez extraordinaria, al lado de los grandes jefes imperialistas Reagan, Thatcher, Mitterrand, Nakasone y Kohl, se constituyó un Estado Mayor paralelo dentro del frente de los explotadores y privilegiados. Una agobiante propaganda a favor de la “paz social” la “democracia” y contra la “violencia” inundó al mundo. Criticando al mismo tiempo la “dureza” de Reagan y la “violencia” de las masas en lucha, se proponía una política aparentemente “intermedia”, “neutral”: que cesaran los enfrentamientos, se depusieran las armas y reinaran la paz y las elecciones.

Alrededor de esta política se realinearon, en un “Frente por la paz social y la democracia” gruesos sectores del imperialismo ‑-el Partido Demócrata yanqui, una franja del propio Partido Republicano y algunos gobiernos imperialistas europeos--sus socios menores, las burguesías de los países atrasados; los gobiernos burocráticos de los estados obreros ‑-desde el Kremlin hasta Castro, pasando por Deng Xiaoping-‑, los partidos comunistas, toda la Segunda Internacional socialdemócrata, las burocracias sindicales, las iglesias encabezadas por el Papa y el Vaticano, casi toda la llamada “izquierda” y muchos comandantes guerrilleros, principalmente los sandinistas y los del FMLN salvadoreño.

Este “Frente por la paz social y la democracia” se ha convertido en el más pérfido enemigo de los trabajadores y pobres del mundo, porque quiere usar contra ellos sus legítimos anhelos de paz y libertad. No hay obrero o pobre del mundo que no odie a Reagan y no tenga plena conciencia de que es el enemigo; pero tampoco hay obrero o pobre del mundo que no quiera vivir en paz y en democracia. Apoyándose en estas justas aspiraciones, el “Frente por la paz social y la democracia” está logrando despertar esperanzas en su propuesta.

Este frente propone treguas donde los explotados van a la guerra civil contra los explotadores; concertaciones donde la clase obrera resiste con huelgas a la desocupación y los salarios de hambre; “aperturas democráticas ” donde los pueblos están por derribar a un dictador; perdón y olvido para los que torturaron y asesinaron al servicio del capital, donde las masas ya han liquidado las dictaduras y quieren tomar la justicia en sus manos; desarme de los guerrilleros para que se organicen en partidos “civilizados” que no amenacen el poder de los capitalistas. El “Frente por la paz social y la democracia” propone acuerdos y pactos de todo tipo, pero según un contrato único: que los explotadores sigan explotando y que los, explotados sufran “en paz”.

La trampa de Contadora

La máxima expresión de esta trampa infame es el Grupo de Contadora . Jamás nadie ha logrado tanto respaldo y adhesión de los sectores más disímiles, todos unidos en un punto fundamental: detener la revolución centroamericana. Escudados tras la mentira de que Contadora es quien evita la invasión imperialista, Castro, las direcciones del sandinismo y del FMLN y todos los partidos Comunistas de América latina respaldan incondicionalmente sus gestiones.

También apoyan a Contadora y a sus 21 puntos “de paz” casi todos los gobiernos latinoamericanos, el parlamento europeo, el parlamento norteamericano, el Sínodo de Obispos centroamericanos, el Kremlin, el gobierno chino, varios premios Nóbel, la izquierda reformista y, por supuesto, el Papa.

¡Contadora no es “neutral” entre el imperialismo y los pueblos centroamericanos! Está integrada por los gobiernos ultrarreaccionarios de Colombia, Panamá, México y Venezuela, sirvientes del FMI que estrujan y reprimen a sus pueblos para aumentar las ganancias imperialistas. Contadora no condenó el minado de los puertos nicaragüenses por los yanquis. No llamó a impulsar ninguna acción mundial contra el embargo económico impuesto por Estados Unidos. No exigió que Norteamérica se retirara de Granada. Contadora no enfrenta la violencia imperialista: sólo ataca la legítima violencia de los pueblos centroamericanos desesperados por el hambre.

El gobierno sandinista, cumpliendo la política de Contadora, se compromete a no ayudar a los guerrilleros salvadoreños y a no apoyar de ninguna forma al pueblo hondureño. La dirección del FMLN salvadoreño, cumpliendo la política de Contadora,, se niega a iniciar la embestida final para derribar a Duarte aniquilando su ejército. En vez de ello, acepta discutir un gobierno compartido con ese gobierno sangriento.

Cumpliendo la política de Contadora, Fidel Castro garantiza que Cuba no moverá un dedo si los’ yanquis invaden América Central, y todos ellos se comprometen a pagar la deuda externa al imperialismo a costa del hambre de sus pueblos. Mientras tanto, Estados Unidos aprovecha para reforzar su ocupación militar de Honduras, financia y entrena al ejército títere en El Salvador, paga a la “contra” en Nicaragua, y cerca a su pueblo con el embargo económico. ¡El negocio es redondo para el imperialismo! Si Contadora triunfa, logrando que los pueblos centroamericanos se sometan “en paz” a la explotación imperialista, no le hace falta invadir. Y si Contadora fracasa, porque las masas se niegan a dejar la lucha, habrá ganado en tiempo, preparación de su dispositivo militar y desmoralización y confusión de las masas, ilusionadas por sus direcciones en una “paz y democracia” imposibles, para lanzar una invasión con más posibilidades de triunfo.

Contadora es el mejor modelo de lo que ofrece el “Frente por la paz social y la democracia”, en todo el mundo. Contadora es la tregua firmada entre el gobierno de Belisario Betancur y la mayoría de las guerrillas colombianas con el apoyo del Partido Comunista pro soviético y gran parte de la izquierda.

Algo parecido son los acuerdos firmados entre los gobiernos de Angola y Mozambique con el régimen racista sudafricano para aislar y derrotar la guerrilla negra cuyo principal objetivo es verdaderamente democrático: que sea la mayoría negra y no la minoría’ blanca quien gobierne en el Sur de Africa. Y algo similar están tramando para contener la revolución en Líbano y Oriente Medio.

¡Muera el “Frente por la Paz Social y la Democracia”!

La Liga Internacional de los Trabajadores llama a los obreros y pobres del mundo, a los luchadores y revolucionarios a no dejarse engañar por el “Frente por la paz social y la democracia”. El hecho de que figuras como Castro, los sandinistas y la dirección del FMLN lo integren, no lo hace mejor, sino mil veces más pérfido y peligroso.

Los demócratas y republicanos yanquis que hablan de “paz y democracia” son los mismos que, bajo la presidencia de Carter, aprobaron la instalación de los cohetes nucleares en Europa, respaldaron la fracasada invasión a Irán y aprobaron los créditos para que Duarte masacrara a los obreros en El Salvador. Felipe González, uno de los primeros defensores de Contadora, es el mismo que suspendió, todas las ventas españolas a Nicaragua luego de haberse decretado el embargo yanqui. Es el mismo que, luego de la visita de Reagan en abril, criticó abiertamente al gobierno sandinista colocándose del lado del gobierno norteamericano.

¡Neguémonos a aceptar la política de “tregua y apertura democrática” de Betancur! Su palabrería sobre la paz ha servido para imponer el estado de sitio, mantener militarizados los campos, y hacer desaparecer más luchadores obreros, populares, campesinos y guerrilleros que su inmediato antecesor!

¡Rechacemos la “concertación” de Alfonsín, que entrega la Argentina a los pulpos petroleros, se niega a juzgar a todos los militares culpables del genocidio, estruja a los trabajadores al servicio de los usureros imperialistas y firma con Pinochet un tratado favorable al imperialismo inglés en el Atlántico Sur!

¡Repudiemos la “democracia” de Siles Suazo, que mata de hambre al pueblo boliviano para satisfacer al FMI y pone en libertad a los mismos ultraderechistas que lo secuestraron!

¡Ni un minuto de “paz” al gobierno brasileño, que pactó con la dictadura para arrebatarle al pueblo su derecho a elegir en forma directa al presidente y ha dado todas las garantías para que los militares no rindan cuentas de 20 años de tiranía!

¡No aceptamos el “Acuerdo” del Club Naval, firmado entre la dictadura militar uruguaya, el presidente electo Sanguinetti y el Frente Amplio -‑dirigido por el Partido Comunista-‑, para que siga gobernando la doctrina de “seguridad nacional”!

El Papa defiende a los explotadores

¡Rechacemos las propuestas de “paz” mentirosas e hipócritas del Papa! ¡Recordemos que Juan Pablo II jamás protestó tan enérgicamente cuando los militares argentinos asesinaban a 30.000 personas, como lo hizo cuando Argentina recuperó sus islas Malvinas! ¡No olvidemos que Wojtyla separó fulminantemente de sus funciones a los sacerdotes ministros de Nicaragua independiente, pero jamás levantó un, dedo contra los curas y obispos torturadores de la dictadura de Videla!

Prácticamente todos los viajes papales han sido a los puntos de la Tierra donde el odio y la lucha de los explotados pone en peligro el dominio imperialista: Centroamérica, Filipinas, Polonia, Haití, Africa Negra, Argentina ‑-durante la guerra del Atlántico sur-‑, Perú ‑-con escala en la zona del campesinado insurrecto--. Y en todos lados el Sumo Pontífice condenó la lucha de las masas y se puso infaliblemente al lado de la violencia de los explotadores.

La Liga internacional de les Trabajadores llama a todos los pobres y hambrientos del mundo, más allá de sus creencias religiosas, a darle al Papa la misma respuesta que recibió de los indios de los Andes peruanos, quienes aprovecharon su visita para “ devolverle su biblia, pues en cinco siglos no nos ha dado amor, ni paz, ni justicia”.

La revolución no da treguas ni acata pactos

El criminal objetivo del “Frente por la paz social y la democracia” no logra imponerse, a pesar de que la mayoría de los partidos y dirigentes reconocidos por las masas son sus mejores propagandistas y ejecutores. Contadora fracasa. La revolución sigue en ascenso. Reagan no ha podido someter al pueblo nicaragüense. La guerrilla golpea duro en El Salvador.

Betancur comienza a morder el polvo de la derrota en Colombia. El éxito momentáneo de la tregua que firmó con las direcciones guerrilleras más fuertes se está esfumando, pues ahora hay más guerrillas y guerrilleros que antes, y numerosos miembros de las organizaciones que firmaron la tregua vuelven al combate.

Los pactos para someter a la guerrilla negra sudafricana no han impedido la insurrección de la clase obrera negra y la población de los barrios pobres en las ciudades.

Todos los acuerdos, treguas, ceses del fuego, “gobiernos de coalición” y demás que se hicieron en el Líbano, cayeron como castillos de naipes ante la acometida furiosa de las masas árabes y palestinas.

Sin embargo, esta política del “Frente por la paz social y la democracia” todavía no ha sido derrotada. Sigue siendo un peligro mortal para los trabajadores y los pueblos porque confunde, desmoraliza y desmoviliza, permitiendo al imperialismo preparar más duros contragolpes.

La Liga internacional de los Trabajadores mira con total confianza el porvenir de la revolución, a pesar de las ilusiones que esta política canallesca pueda despertar entre las masas y muchos honestos luchadores. La mentira tiene patas cortas, porque el sistema imperialista‑capitalista no puede dar ninguna solución a los pueblos, corno no sea más hambre y más muerte.

¡Miles de luchadores en el mundo ya no se dejan engañar por estas falsas promesas de “paz”, aunque salgan de la, boca de Castro, Ortega, Lula, Walesa y Juan Pablo II! ¡Una y otra vez vuelven al combate, porque no están dispuestos a morir de hambre!

¡Mañana serán millones los que ataquen a la bestia imperialista y a sus socios y cómplices, con plena conciencia de que no puede ni debe haber paz ni tregua hasta destruirla!

¡La movilización revolucionaria echará al basurero de la historia el “Frente por la paz social y la democracia”!

III.- El hambre, la explotaciOn y la miseria castigan a los pobres del mundo

La humanidad atraviesa una de las crisis más graves de su historia, probablemente la decisiva. Es una crisis ante todo económica, pero también social, política, moral y cultural. La situación que sufren casi todos los países del planeta es la expresión nacional de esa crisis mundial.

Los trabajadores del campo y la ciudad, de la industria y de los llamados servicios ven crecer día tras día su miseria y explotación. Una masa no menor de campesinos, pequeños comerciantes, trabajadores independientes de las ciudades, artesanos y profesionales se hunde en la ruina.

Miseria y desocupación

Él hambre castiga a seiscientos millones de seres humanos; y mil doscientos millones más están mal alimentados. En el corazón de la economía más avanzada, un cuarto de la población de Nueva York tiene ingresos por debajo del nivel de pobreza. En toda Norteamérica son treinta y cinco millones los que están en la misma situación y deben recurrir a los comedores populares para alimentarse. En Etiopía, Brasil y otras regiones, pueblos enteros emigran en busca de comida y agua, dejando miles de muertos en los caminos.

La miseria arroja de los campos a multitudes que se hacinan en las ciudades. Nueva York y Los Angeles; Sao Paulo y México; El Cairo y Nairobi; París y Londres; Tokio, Calcuta y Yakarta alojan masas miserables, que forman parte de los trescientos millones de desocupados que hay en el mundo, apiñados en viviendas precarias, y carentes de los servicios más elementales.

Quienes consiguen trabajo deben someterse a las jornadas embrutecedoras de doce y dieciséis horas, al aumento endiablado de los ritmos de producción, a la pérdida sistemática de las conquistas sociales y a la inseguridad en el empleo. Quienes trabajaron toda una vida se ven recompensados con jubilaciones miserables y en continuo descenso.

Salarios de hambre

Se pagan salarios de hambre. El obrero produce cada vez más pero gana cada vez menos. La ofensiva contra los ingresos del trabajador es tan brutal que en muchos países están por debajo de los niveles de subsistencia. La familia obrera se desintegra por el agotamiento del padre y el trabajo forzoso de la madre y los hijos.

Los trabajadores inmigrantes aislados de sus familias, son tratados como ciudadanos de segunda categoría, sin derechos sociales ni políticos. Así viven, entre otros, cuatro millones de “ilegales” en EE.UU.; medio millón de obreros negros que trabajan en las minas sudafricanas; centenares de miles de árabes en Francia y turcos en Alemania; miles de haitianos vendidos como mano de obra esclava. Y cuando ya no son útiles para bajar el salario de los trabajadores nativos, se los persigue y expulsa en masa con la policía y el ejército, como ocurrió en Nigeria con los obreros petroleros de países vecinos.

Esta caída del nivel de vida de las masas, este aumento inhumano de la explotación de los asalariados alcanza a todos los países. Ya no sucede, como hace veinte años, que los trabajadores europeos, norteamericanos y japoneses tenían el privilegio de ganar y vivir cada vez mejor mientras se hundían los del “Tercer Mundo”. Hoy salarios caen también en los países adelantados. En Norteamérica baja ron el 11 por ciento durante la última década.

Mujeres, jóvenes y ancianos también son víctimas

Otros sectores de la sociedad son también arrastrados a la opresión y la degradación. Las mujeres de familia popular, sometidas al doble trabajo ‑-dentro y fuera del hogar-‑ se ven cada vez más relegadas a los empleos peor remunerados. n EE.UU. ya ocupan dos tercios de las plazas laborales en los “servicios” ‑-los peor pagados‑-, mientras subieron a diez millones las mujeres que son sostén económico único de su hogar. Las relativas conquistas obtenidas en el terreno de la igualdad, el divorcio y la derogación de la legislación antiaborto en algunos países adelantados durante la década del setenta, se ven hoy amenazadas y recortadas.

Los jóvenes tienen cada vez más limitadas sus posibilidades de capacitación, desarrollo humano e incorporación productiva a la sociedad. La desocupación los golpea especialmente: 40 por ciento de jóvenes desempleados en España, 30 por ciento en Italia y 20 por ciento en Francia y Gran Bretaña, durante el año pasado. En Brasil, sólo uno de cada cinco jóvenes que busca su primer empleo, lo consigue. Las bajísimas pensiones condenan a los ancianos a trabajar por salarios míseros o a vivir a costa de sus familias ya empobrecidas.

Las nacionalidades oprimidas

Las nacionalidades oprimidas, privadas de sus derechos y su cultura, como los vascos y los irlandeses, están ocupadas por los estados opresores. Las minorías nacionales, raciales o religiosas se ven esclavizadas por la discriminación y la represión policía¡ y militar. Naciones enteras han sido despedazadas por fronteras artificiales. Tal el caso de la nación kurda ‑-repartida entre Irak, Irán, Siria y Turquía‑-, de los afghanos y musulmanes ‑-que viven a uno y otro lado de la frontera soviética‑-, para no citar sino dos ejemplos. Las masas indígenas sufren la destrucción de sus formas sociales ancestrales, son arrojadas de las tierras que milenariamente habitaron y caen en la miseria, la enfermedad, la decadencia y el peligro de desaparecer.

Peligra la naturaleza

La crisis ataca y destruye también a la naturaleza. Se enrarece la atmósfera de las grandes ciudades. Se envenenan La aguas por los desechos industriales. La explotación irracional agota los sucios y los mares, transforma las selvas en desiertos y elimina miles de especies animales y vegetales. El último crimen contra el hombre y la naturaleza lo ha ejecutado de un sólo golpe la multinacional Union Carbide , cuyo “accidente” en la ciudad india de Bhopal ha costado dos mil muertos y doscientos mil intoxicados. Los de abajo fueron, sacrificados. La tierra ha quedado inhabitable. Los amos no sufrieron el menor castigo.

La industria armamentista, monstruosa excrecencia de la ciencia y la técnica, absorbe una parte considerable del esfuerzo del hombre. Cada minuto se gastan en el planeta casi dos millones de dólares en armas. El 30 por ciento de la actividad científica mundial está destinado a la industria bélica. Por primera vez en la historia se dibuja en el horizonte la amenaza de que toda forma de vida desaparezca como consecuencia de una guerra mundial nuclear.

¡Este es el abismo hacia donde nos lleva el puñado de explotadores que esclaviza a la inmensa mayoría de la humanidad!

Ante esta situación de hambre, miseria, muerte y esclavitud, la Liga Internacional de los Trabajadores declara:

¡Hay un camino para terminar con la tragedia que vivimos y el futuro aún peor que nos espera!

¡Es el camino de la lucha revolucionaria de los trabajadores, los campesinos, el pueblo explotado, los jóvenes, las mujeres y las naciones oprimidas¡

¡Nuestra lucha acabará con el hambre y la esclavitud porque vamos a destruir al causante de todos estos males: el sistema imperialista capitalista que domina al mundo!

IV.- El capitalismo imperialista es la raíz de todos los males

Desde los países imperialistas, una oligarquía de billonarios, los Rockefeller, Dupont, Flick, Morgan, Mitsui, Rotschild, Agnelli, propietarios de los bancos y las empresas multinacionales, explota sin piedad al mundo entero. Esa es la causa de fondo por la que crece sin cesar la miseria: una masa cada vez mayor de los bienes y riquezas que producimos nos es arrebatada para engordar las ganancias de esa oligarquía mundial.

En un polo, el de los trabajadores y los pueblos, se concentra el hambre, porque en el otro polo crecen sin medida las superganancias de las multinacionales y los bancos.

Los grandes pulpos

Siete compañías controlan el comercio de granos del mundo. Otras siete el petróleo. Un número similar la electrónica y la computación. Exxon, Ford, Mitsubishi, Siemens, Rhone Poulenc, ICI, FIAT, Cargill y un puñado más de multinacionales controlan casi toda la producción, acaparan la más avanzada tecnología, fijan a su gusto los precios y destruyen a quienes se interpongan en su dominio del comercio mundial. Citicorp, Chase Manhattan, Bank of America, Morgan Trust, Manufacturers, son los nombres de los súper usureros que esquilman al planeta y condenan a los países pobres a la cadena perpetua del pago de la deuda externa.

La crisis que ahonda sin pausas la miseria de las masas y amenaza la supervivencia de la especie humana, hunde sus raíces en la existencia misma del capitalismo, en su etapa imperialista de decadencia y putrefacción.

Pese a todas sus lacras, el capitalismo fue capaz, hasta el siglo pasado, de hacer progresar la humanidad. En la actualidad, el capitalismo imperialista se ha convertido en un obstáculo absoluto al progreso. Es cada vez más retrógrado. No sólo porque los monopolios y las multinacionales, que son lo más concentrado de la propiedad privada capitalista, saquean, corrompen y destruyen todo lo que tocan. Sino también porque mantiene y cierra cada vez más, en medio de la crisis, otra barrera de granito que se opone al progreso: las fronteras nacionales .

La rémora de las fronteras nacionales

Dos casos dramáticos son, entre otros, los de América latina y Africa. Fraccionados en decenas de naciones, la mayoría raquíticas, ambos continentes son presa fácil del saqueo imperialista. Sin barreras nacionales, el trigo y la carne de Argentina, el café de Brasil y Colombia, el azúcar de Cuba, el pescado del Perú, sobrarían para alimentar con altísima calidad a todo el continente. Venezuela, México y Ecuador abastecerían el petróleo. El mineral de Bolivia y Chile daría materia prima para el desarrollo de la industria pesada de los países más atrasados, particularmente los de América Central. El algodón centroamericano y las lanas uruguayas vestirían a los latinoamericanos. El parque industrial y los recursos tecnológicos de Brasil, México y Argentina, unidos, provocarían una revolución industrial y tecnológica que pondría a toda América latina al máximo nivel mundial. Un avance igualmente colosal se lograría unificando la economía de toda Africa.

Solamente con unir sus países en federaciones sin fronteras económicas las masas de estos continentes elevarían de golpe su nivel de vida, no una ni dos, sino veinte veces. Pero esto es absolutamente imposible bajo el dominio del capitalismo imperialista y sus socios menores, los oligarcas y los capitalistas nacionales.

La ciencia y la técnica contra la humanidad

Este nefasto sistema mundial vuelca en contra de los hombres hasta los extraordinarios avances de la ciencia y la tecnología. La robotización, la comunicación y la cibernética han logrado condensar el trabajo de cientos de obreros en una sola máquina. Pero esto no ha servido para que se trabaje menos y haya más tiempo para el esparcimiento y la educación. Al contrario, la jornada de trabajo se ha prolongado hasta límites extenuantes y embrutecedores.

La ciencia nuclear ha liberado la energía de la materia y el misterio de la vida se ha convertido en una técnica en manos de la ingeniería genética. Pero la vida humana se degenera por la desnutrición y la existencia de la vida misma sobre el planeta está amenazada por armas nucleares.

En los laboratorios ultra secretos se esconde la ciencia y la técnica que pueden hacer vivir mejor al hombre, pero las masas viven cada vez peor.

Una crisis económica sin salida

Los profetas del capital insisten en que esta crisis mundial es pasajera. Dicen que en cinco o diez años vendrá un período de bonanza donde las cosas marcharán mejor, como ocurrió en otras ocasiones. ¡Es una mentira infame! Lo que ha pasado en los últimos veinte años demuestra todo lo contrario. La crisis económica se ha hecho crónica , permanente, y sus efectos son y serán cada vez peores.

Desde 1968 hemos sufrido tres crisis, cada una más fuerte y generalizada que la anterior. En la primera de ellas hubo seis millones de desocupados en los países adelantados. En la segunda, en 1974, quince millones. Y en la tercera, que dura hasta hoy, hay treinta y cinco millones sin trabajo, sólo en los países industrializados.

Los períodos de recuperación económica entre una y otra crisis fueron cada vez más breves, mientras los períodos de depresión y recesión se hicieron más largos y profundos. Después de cada crisis, menos países pudieron recuperarse. En la última, docenas de naciones quedaron hundidas y en bancarrota y sólo un puñado de países imperialistas salió a flote. La recuperación de la economía yanqui se ha basado en un costo económico y social aterrador para la clase trabajadora mundial. y para las naciones más atrasadas.

La Liga Internacional de los Trabajadores afirma que nada va a mejorar si no se derriba al capital imperialita mundial.

Mientras éste siga dominando al mundo, continuará explotando más y más a los trabajadores de todo el planeta y convirtiendo a los países menos desarrollados de Asia, Africa y América latina en esclavos semi coloniales de los Estados Unidos, Europa occidental y Japón.

No hay solución “tercermundista”

Todo el peso de la lucha contra el capital imperialista cae sobre los hombros de las masas trabajadoras y pobres del mundo y los pueblos de las naciones oprimidas. Las burguesías de los países atrasados han sido incapaces de oponer una resistencia efectiva a la colonización y el saqueo imperialista. Peor aún, son sus socios menores y viven de las migajas que les tiran las multinacionales y la banca imperialista.

Los oligarcas y grandes capitalistas del “Tercer Mundo” suelen quejarse de la excesiva voracidad de su socio mayor, pero poco o nada hacen para enfrentarlo seriamente. Las reuniones de los “No Alineados” son una farsa, donde se habla en forma grandilocuente de las penurias de los países atrasados, pero jamás se adopta una medida de lucha contra el imperialismo. El “Consenso de Cartagena”, que reúne a representantes de casi todos los gobiernos latinoamericanos, es un ejemplo. Ahí se reafirmó que pagarán hasta el último centavo de la ilegítima deuda externa a los usureros imperialistas. Todos ellos se negaron rotundamente a constituir un frente de deudores, ni siquiera para regatear con los banqueros. Menos aún para dejar de pagar la deuda y enfrentar unidos las posibles represalias del imperialismo.

Mientras las oligarquías y grandes capitalistas de los países atrasados sigan dominando la economía y los gobiernos de sus naciones, las multinacionales y la banca imperialista seguirán ahogándolas en un mar de deudas, controlando su comercio exterior y confeccionando sus planes económicos en las oficinas del Fondo Monetario Internacional. El Pentágono, la Casa Blanca y los demás centros de poder político y militar del imperialismo seguirán manipulando a sus gobiernos, a sus más importantes políticos, generales y jueces, a través de la cadena de pactos diplomáticos, económicos, militares y culturales que han forjado entre ellos.

¡Nada se puede esperar de los capitalistas de los países atrasados, de sus partidos ni de sus gobiernos, de sus políticas ni de sus militares! ¡Ellos son socios del capital imperialista y fieles sirvientes de las órdenes políticas y militares de sus amos!

¡La liberación de los trabajadores y los pueblos será obra de los propios trabajadores!

¡Llamamos a los trabajadores, explotados y oprimidos del mundo, a los pueblos de los países atrasados, a las mujeres y los jóvenes, a sumarse decididamente al combate que millones de hermanos en el sufrimiento ya están empeñando a lo largo y a lo ancho de todo el planeta!

¡Los llamamos a seguir esta guerra hasta el fin, hasta la derrota total de los esclavistas del capital imperialista!

V.- Los países llamados “socialistas” también están en crisis

Cuando los pueblos del mundo, espantados por el panorama que muestran los países capitalistas, dirigen sus miradas hacia los países llamados “socialistas”, tampoco encuentran en ellos una salida a la crisis ni una respuesta a sus ansias de libertad. En todos ellos, desde la URSS y China hasta Vietnam y Cuba, se ve el mismo esfuerzo, desesperado pero infructuoso, para no quedar sumergidos por la crisis económica mundial. Y en todos ellos se ve a los trabajadores amordazados y férreamente encadenados por regímenes policiales de partido único y de “sindicatos” verticales que son simples oficinas del aparato estatal. El caso más dramático es el de la Unión Soviética, el país de la primera revolución socialista victoriosa, el más poderoso económicamente y una súper potencia militar, que muestra el mismo desastre económico y la misma dictadura totalitaria.

Esta situación calamitosa es el resultado de décadas de gobiernos burocráticos que usurparon el poder que legítimamente pertenece a los trabajadores, pues fueron éstos y no los burócratas quienes hicieron la revolución. Por culpa de la burocracia, todo anda mal en los estados llamados “socialistas”: la economía es un desastre; el sistema político es una dictadura totalitaria; la política internacional es opuesta a los intereses de los pueblos del mundo y al triunfo de la revolución en otros países y en el planeta.

Desastre económico

Hoy en día, la URSS es la segunda potencia económica del mundo, y la primera en algunas ramas de la producción. Pero su tecnología está muy atrasada en relación con los países imperialistas más avanzados en las industrias de punta. La productividad del trabajo es bajísima: un obrero soviético produce la mitad de lo que produce un obrero norteamericano en el mismo tiempo de trabajo.

Salvo China, Alemania Oriental y Checoeslovaquia, el resto de estos países está al nivel del subdesarrollo. Todos ellos tienen economías estancadas o en declive. Sólo China presenta una recuperación económica pero, como lo reconoce su propio gobierno, debido a fuertes “estímulos capitalistas”, que preparan una crisis mucho más violenta, como la que sufren los demás países del mundo.

Esta debilidad económica pone a los países llamados “socialistas” cada día más a merced del capitalismo imperialista. Las multinacionales penetran: la Coca Cola, la FIAT y el Chase Manhattan Bank ya tienen sus filiales incluso en territorio soviético. Los países se endeudan con la banca usurera imperialista. El Fondo Monetario Internacional ya está dictando los planes económicos en Polonia, Rumania, Yugoslavia y Corea del Norte. Los burócratas chinos entregan ciudades enteras, con su población trabajadora incluida, a la voracidad de los monopolios internacionales.

Calamidades para el pueblo.

Los pueblos de los países llamados “socialistas” sufren las consecuencias del descalabro económico. La producción es un caos y hay escasez de todo. Aunque hay pleno empleo, los trabajadores no tienen qué comprar con sus salarios. Mientras en los países capitalistas se hacen largas colas para conseguir trabajo, en los llamados “socialistas” las hacen para comprar los productos más elementales, y no siempre los consiguen. El nivel de vida de la clase obrera está muy por debajo del de sus hermanos de los países capitalistas avanzados. Después de más de medio siglo de progreso continuo, las condiciones de vida de la población se están deteriorando en la propia URSS: la mortalidad infantil crece y la “esperanza de vida” baja.

Brutales dictaduras policiales

En todos los estados obreros reina un régimen de terror policial. No hay libertades para nadie. Hay un solo partido, el oficial, y dentro de él nadie puede discutir ni plantear diferencias. Ese partido domina todo: los medios de comunicación, las universidades, los centros de investigación científica. También domina los sindicatos, donde los obreros no pueden elegir los dirigentes que ellos quieran, ni hacer huelgas. Todo opositor es perseguido, encarcelado, enviado a un manicomio o directamente asesinado. Los burócratas han liquidado toda democracia. Bajo sus gobiernos, las masas que hicieron la revolución no pueden autodeterminarse, es decir no pueden reunirse, discutir, votar democráticamente y movilizarse para dirigir al país y apoyar la lucha revolucionaria mundial.

¡Los “países socialistas” existentes son hoy estados obreros sin democracia obrera !

El nacionalismo retrógrado de la burocracia

Al igual que los capitalistas, los burócratas han mantenido y reforzado las fronteras nacionales, impidiendo la unión de todos los estados obreros en una economía común. De esta forma, los dieciséis países “socialistas” que existen son, cada uno por separado, más débiles y vulnerables a los efectos de la crisis económica mundial. Peor aún, la URSS aprovecha su poderío económico para explotar a los países “socialistas” más débiles; sólo ayuda a Cuba y Vietnam, por razones militares.

Los gobiernos burocráticos pisotean el derecho a la autodeterminación nacional. Decenas de nacionalidades sufren la opresión en los estados obreros: georgianos, ucranianos, afghanos y muchos más en la URSS; croatas en Yugoslavia. Se ha llegado a la invasión de estados capitalistas débiles por la URSS contra la voluntad de sus pueblos, como en Finlandia y Afghanistán. Hoy Afghanistán es el Vietnam de la URSS. Y se ha culminado en el peor de los crímenes: las guerras e invasiones entre estados obreros. El Kremlin invadió Hungría y Checoslovaquia y casi invadió Polonia. China invadió Vietnam. Vietnam invadió Camboya, y hoy Camboya es el Vietnam de Vietnam.

¡Este no es el socialismo que queremos!

Los pueblos del mundo contemplan horrorizados estas canalladas. Millones de trabajadores, sobre todo en los países adelantados, se alejaron de la lucha revolucionaria porque no veían en los estados “socialistas” un porvenir mejor.

¡Socialismo no es imponer terribles dictaduras policiales, cercenar todas las libertades, hacer guerras entre estados obreros en lugar de unirse económica y políticamente para combatir al imperialismo!

¡Socialismo no es una economía en bancarrota donde penetran los monopolios y el FMI mientras los gobernantes viven espléndidamente en medio de la putrefacción moral!

¡Socialismo no es declarar, como hacen los dirigentes chinos, que es “estúpido e ingenuo” adherir a los principios marxistas porque es necesario “modernizar” el país!

¡Socialismo no es el de los burócratas de la URSS que condenan a miles de opositores a centros psiquiátricos y a las estepas siberianas, mientras declaran que Jaruzelski, el Pinochet polaco, es el modelo para la construcción del “socialismo real”!

¡Ese no es el socialismo que queremos!

VI.- La burocracia es la culpable del desastre de los estados obreros

El imperialismo ha sabido utilizar el panorama desastroso que presentan los estados llamados “socialistas” para arrastrar por el barro al socialismo. Una propaganda venenosa recorre el mundo: ¡El socialismo es dictadura, partido único y campos de concentración! ¡El capitalismo es libertad y democracia! ¡El socialismo es escasez y bajo nivel de vida! ¡El capitalismo es abundancia!

Los burócratas de los países llamados “socialistas” ayudan a esta propaganda. Ellos dicen, como los capitalistas, que socialismo son las atrocidades que hacen en los países que gobiernan.

Los estados obreros son grandes conquistas

La Liga Internacional de los Trabajadores sale al paso de la infame mentira de los imperialistas y burócratas. Los países llamados “socialistas” son grandes conquistas de los trabajadores del mundo, que hicieron revoluciones heroicas, .echaron del gobierno a los explotadores y les expropiaron las tierras, bancos y grandes industrias.

Gracias a la revolución, en los países llamados “socialistas” los medios de producción y de cambio ‑-las fábricas, tierras y bancos-- ya no tienen dueño; son de propiedad social o colectiva. Así, esos países dejaron de ser capitalistas o burgueses y se convirtieron en estados obreros. El avance fue tan colosal que en pocos años se pudieron satisfacer necesidades postergadas por siglos. Desapareció el hambre, el analfabetismo y el desempleo. Se dieron enormes saltos en la producción, la ciencia y la tecnología.

Hace 40 años, en la India y en China morían millones de personas de hambre. Hoy, en el estado obrero chino nadie muere de hambre, porque se hizo la revolución; y en el estado capitalista hindú millones siguen muriendo de hambre, porque no se hizo la revolución.

El “socialismo en un solo país”

Todos los horrores que vemos en los estados obreros no son el resultado de que se hizo la revolución, se rompió con el imperialismo y se expropió a los burgueses. Son culpa de los gobiernos burocráticos, y su política de “socialismo en un solo país”.

Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, en medio de grandes estallidos revolucionarios del proletariado de los países europeos y levantamientos en las colonias, que ponían la derrota del imperialismo al alcance de la mano, al menos en toda Europa y Asia, el gobierno del Kremlin dio la espalda a esta extraordinaria oportunidad. Hizo exactamente lo contrario. Reafirmó la política impuesta por Stalin: la URSS sólo se dedicaría a “construir el socialismo en un solo país”.

Los burócratas decían que iban a demostrar en poco tiempo su superioridad económica ante los países capitalistas. Decían que hacia 1970, se lograría en la URSS un nivel de vida igual o superior al de los Estados Unidos. Que iban a ganar esa competencia económica, haciendo que los obreros soviéticos trabajaran sin descanso y copiando la tecnología de los países más avanzados.

Decían que no era necesario hacer la revolución en otros países. Que se debía mantener una “coexistencia pacífica” las mejores relaciones con el capitalismo y el imperialismo, en primer lugar con Norteamérica. Que los partidos comunistas del mundo debían limitarse a pelear por algunas mejoras, pero siempre apoyando a los sectores burgueses que llamaban “progresistas” y a los militares que llamaban “patriotas”. Y si el gobierno capitalista de turno mantenía relaciones diplomáticas o económicas con la URSS, había que apoyarlo, aunque fuera una dictadura militar fascista.

Decían que todo el mundo iba a ser socialista cuando golpeara la vista la superioridad económica abrumadora de la URSS y el impresionante nivel de vida de sus trabajadores, que “construían el socialismo” encerrados en sus propias fronteras. Todos los gobiernos burocráticos de los restantes países “socialistas”, tanto los que siguen al Kremlin ‑-desde Checoeslovaquia y Polonia hasta Cuba y Vietnam‑- como los que rompieron con él ‑-China, Yugoeslavia, Albania-‑ siguieron el mismo camino.

Sólo habrá socialismo si es mundial

La crisis actual de los estados obreros muestra el fracaso total de la burocracia y su “socialismo en un solo país”. Era inevitable, porque construir el socialismo en un solo país es imposible. Hace siglos que todo el mundo es un solo sistema económico. No existe país ni región que viva aislada. Las riquezas naturales, la tecnología y la producción de cada país o región se transportan, elaboran y consumen en otros países o regiones. El que domine esta economía mundial tiene en sus manos la prosperidad y la riqueza. Hoy la domina el capitalismo imperialista, especialmente los Estados Unidos. Por eso ningún país, capitalista ni obrero, puede por sí solo construir una economía más poderosa,, más dinámica, más avanzada tecnológicamente que la del imperialismo yanqui. Sólo cuando los trabajadores del mundo derroten al imperialismo, le quiten su dominio sobre la economía mundial, la tomen en sus propias manos y la planifiquen democráticamente, se podrá construir una economía socialista, mil veces superior en todo terreno a la norteamericana y que dará bienestar a todos. El socialismo será mundial o no será.

Por esa razón, pese a sus saltos y avances colosales, ningún estado obrero puede llegar por sí solo al nivel de desarrollo de los países imperialistas avanzados.

Por ello no pudieron escapar a la crisis económica mundial. No se puede mantener en ningún país del mundo una economía sana cuando la economía mundial está enferma de muerte por culpa del imperialismo capitalista.

Los burócratas sabotean a los estados obreros

Esta situación se agrava en los estados obreros por los burócratas parásitos que los gobiernan, sólo interesados en mantener sus enormes privilegios y un nivel de vida mil veces superior al de un trabajador común.

Estos gobiernos son los culpables de la crisis de sus países porque han impuesto dictaduras policiales que asfixian a, las masas trabajadoras y no les permiten dirigir la economía ni la política. Los obreros y campesinos no tienen ni voz ni voto. El plan económico se impone desde arriba, sin consultar a nadie, lo que provoca la apatía y el desinterés de los trabajadores. La represión ahoga la ciencia y la cultura causando un atraso creciente en la tecnología. Los planes económicos inventados en las cómodas y suntuosas oficinas de la burocracia no tienen nada que ver con la realidad y por eso fracasan sistemáticamente. Cada burócrata está interesado en su propio progreso personal y no en el progreso del obrero; el resultado es un desorden caótico en la producción y en la distribución.

Igual que los capitalistas, los burócratas mantienen y refuerzan las fronteras nacionales para poder controlar mejor a los trabajadores y para rapiñar mejor lo que éstos producen. Por su culpa, los estados obreros no están unidos en una federación sin fronteras, que enfrentaría mucho mejor la crisis mundial porque sería mil veces más fuerte que cada país por separado. Por el contrario, hay guerras e invasiones entre estados obreros.

Una política internacional traidora

Por culpa de los burócratas el enorme potencial económico, político y militar de los estados obreros no está al servicio de las masas que luchan contra el imperialismo capitalista, sino en su contra. Los burócratas polacos hicieron de rompehuelgas vendiendo carbón a España e Inglaterra en medio de sendas huelgas de los mineros de esos países contra la patronal y los gobiernos imperialistas. La URSS, Checoslovaquia, China, vendieron armas a gobiernos capitalistas asesinos de sus pueblos. China apoyó al chacal Pinochet. La URSS y Castro al genocida Videla.

La crisis de los estados obreros, las guerras entre ellos y sus políticas traidoras no son, como dicen los imperialistas, el resultado inevitable de las revoluciones triunfantes pagadas a precio de sangre por las masas de los estados obreros. Son el resultado de los gobiernos burocráticos que usurpan el poder y no’ dejan que los trabajadores dirijan ellos mismos a sus países, y de la política del “socialismo en un solo país”. La URSS apoyó a Videla porque la Argentina le vendía cereales. Todos los gobiernos burocráticos apoyan a Contadora porque prefieren que no triunfe la revolución en El Salvador y América central con tal de mantener sus relaciones amistosas con el imperialismo yanqui.

Los burócratas no quieren el triunfo de ninguna revolución que lleve a los trabajadores al gobierno porque eso sería un ejemplo inmenso para los pueblos y obreros que oprimen y exprimen en sus propios países. El día que los trabajadores soviéticos, chinos o de cualquier otro estado obrero recuperen la confianza y se den cuenta de que pueden dirigir sus países muchísimo mejor que los burócratas, éstos saltarán por los aires perdiendo todos sus privilegios. Por eso los burócratas son enemigos mortales de la revolución en todo el mundo.

¡Defender a los estados obreros! ¡Derrocar a la burocracia!

Los estados obreros son conquistas inmensas de los trabajadores, que debemos defender con nuestras vidas, como defendemos nuestros sindicatos, aunque estén dirigidos por la burocracia. Pero al mismo tiempo, hay que echar del poder a la camarilla burocrática para que los propios trabajadores dirijan los estados a través de sus organizaciones democráticas.

Un sindicato burocrático concilia con la patronal, no consulta a las bases, no apoya las luchas de otros sindicatos. Pero es nuestro sindicato: lo defendemos y peleamos por echar de la dirección a los burócratas. Los estados obreros burocráticos hacen lo mismo, pero a escala del país y del mundo: pactan con el imperialismo que es el, gran patrón del planeta, no consultan a los trabajadores, no apoyan la lucha revolucionaria en otros países, no se unen, sino que hacen guerras entre ellos. Pero son nuestros estados obreros: los defendemos y pelearnos para echar a las dictaduras burocráticas para que los propios trabajadores gobiernen.

VII.- La única solución es el socialismo mundial

El sistema capitalista imperialista mundial no puede ser reformado ni mejorado para bien de la clase trabajadora y los pueblos del mundo. El “socialismo en un solo país” que pregona la burocracia de los estados obreros ha demostrado su fracaso. La única salida a la crisis es reemplazar en todo el planeta al sistema capitalista imperialista por el socialismo. Hay que expropiar las multinacionales y los bancos de los Estados Unidos, Europa y Japón y hacerlos propiedad colectiva, social. Igual suerte deben correr las industrias, bancos y latifundios de los oligarcas, terratenientes y grandes capitalistas de los países atrasados. Hay que levantar las fronteras nacionales y hacer una planificación mundial de la economía al servicio de los trabajadores del mundo.

Para lograr todo esto, los trabajadores, apoyados en los campesinos y el pueblo explotado, deben tomar en sus manos el gobierno de sus países, instaurar en ellos un régimen de democracia obrera (opuesto a las dictaduras burocráticas que conocemos) y unir a sus países en una Federación. Esta lucha revolucionaria comienza en el terreno nacional, ya que su primer paso es el derrocamiento de los gobiernos capitalistas o burocráticos existentes y la destrucción del aparato estatal y militar que defiende los intereses de los capitalistas o burócratas. Pero continúa y se extiende en el terreno Internacional y mundial, puesto que todas las revoluciones enfrentan a un mismo enemigo: el sistema capitalista imperialista mundial, comandado por los Estados Unidos. Todas las revoluciones son, pues, parte de la revolución socialista mundial. Ninguna revolución en un país tiene el futuro asegurado hasta tanto no se derrote al imperialismo yanqui y, con él, al capitalismo mundial, en la propia Norteamérica.

Sólo así se podrá construir el verdadero socialismo.

Socialismo es una economía mundial planificada por los trabajadores.

El socialismo no puede construirse de país en país. Sólo puede alcanzarse a escala mundial expropiando al capitalismo en la mayor parte del planeta, especialmente en los países avanzados, y levantando las barreras de las fronteras nacionales.

Expropiando las empresas de unas decenas de pulpos monopólicos, industriales, comerciales y financieros, centenares de millones de hectáreas de tierras cultivables de los latifundistas y los yacimientos de minerales y petróleo de los capitalistas, la población del planeta tendrá a su disposición una cantidad infinita de bienes y recursos naturales que hoy están acaparados por los explotadores. Al levantar las fronteras nacionales, los trabajadores y pobres del mundo concentrarán en sus manos todos los recursos necesarios para desterrar en pocos años el hambre y dar trabajo, educación, vivienda, cultura, esparcimiento, libertad y paz a todos.

Socialismo es un mundo sin armas

Al terminar con el imperialismo capitalista, acabaremos con una de sus peores lacras, la industria armamentista. No sólo desaparecerá la amenaza de destrucción que hoy pende sobre la humanidad y toda la vida en el planeta. Inmensos recursos quedarán disponibles para solucionar los tremendos problemas que sufren los países atrasados. El billón de dólares anuales que hoy se gasta en armamentos bastaría para que cien países atrasados recibieran diez mil millones de dólares anuales, sin que esto signifique el menor sacrificio para los trabajadores de los países adelantados. ¡En un año se liquidaría la deuda externa de todas las naciones atrasadas! ¡En quince años, de aquí a fin del siglo, cada uno de esos países recibiría ciento cincuenta mil millones de dólares! ¡Más que suficiente para recuperar y dar un extraordinario desarrollo a sus economías hoy quebradas por el saqueo imperialista! ¡En dos o tres años desaparecería completamente el hambre del planeta!

Socialismo es respeto a las nacionalidades y fin de toda opresión

Al respetar el principio de la autodeterminación nacional, se pondrá fin a las invasiones y guerras entre estados obreros, así como a la invasión por parte de estados obreros fuertes a países capitalistas débiles en contra de la voluntad de sus pueblos. ¡Nunca más habrá vergonzosas invasiones como las de la URSS a Hungría, Checoslovaquia, Finlandia y Afghanistán, de China a Vietnam y de Vietnam a Camboya! La federación socialista de los estados obreros democráticamente gobernados por los trabajadores inaugurará el reinado de la más completa fraternidad de clase entre los explotados del mundo.

Con el socialismo la humanidad se verá libre de toda opresión. Se acabará con la explotación y desigualdad que hoy sufren las mujeres. Se terminará con la explotación, marginamiento y falta de oportunidades para los jóvenes. Nunca más se verá el horrendo espectáculo del trabajo de los niños. Los ancianos dejarán de ser un estorbo y serán integrados a la actividad social según sus capacidades y posibilidades, transitando dignamente la vejez. No habrá discriminación racial. Y, aunque el socialismo combatirá para terminar con la superstición religiosa, lo hará por la vía de la educación y el convencimiento, nunca por la violencia y siempre respetando las creencias individuales.

El gobierno de los trabajadores es la más amplia democracia jamás conocida

En la lucha por el socialismo mundial, la Liga Internacional de los Trabajadores llama urgentemente a los obreros y los pueblos del mundo a tomar en. sus manos el gobierno en todos los países. Estamos convencidos de que los gobiernos ‘revolucionarios y democráticos de los trabajadores darán un ejemplo, todavía pequeño, de lo que será el socialismo. Garantizarán libertades democráticas ilimitadas para el pueblo. El plan económico se determinará de abajo hacia arriba. Las organizaciones democráticas que las propias masas decidan darse gobernarán directamente. Todos los funcionarios serán de libre elección y remoción, y sus salarios no excederán el de un obrero calificado. Todos podrán tener los partidos y programas que quieran. Los trabajadores organizarán sus sindicatos, independientes del estado y con derecho de huelga.

El régimen de la democracia obrera será un ejemplo para los trabajadores del mundo. Verán que pueden gobernar por sí mismos, sin dictaduras de “partido único”, ni “mariscales”, ni “comandantes”, ni burócratas privilegiados que dirigen aparatos de terror policial.

Esta democracia, la más amplia que haya conocido la humanidad, permitirá sacudir la conciencia de la clase obrera occidental. Le demostrará que lo que hoy existe en los estados obreros no es socialismo. Que es falsa la propaganda imperialista que iguala revolución con dictadura policial, totalitarismo y terror. Empujará a millones de trabajadores de Occidente a retomar el camino de la lucha por el socialismo, que abandonaron por odio y repugnancia al régimen burocrático de los estados obreros existentes.

Sólo condiciones extremadamente críticas, como la guerra civil desatada por los contrarrevolucionarios o la invasión imperialista, podrán limitar las libertades democráticas. Fuera de estas circunstancias, los partidos de la clase media e incluso los partidos burgueses que conserven el apoyo de sectores de trabajadores, tendrán el derecho a defender sus propuestas, por más pérfidas que sean, ante el pueblo, a través de los medios masivos de comunicación. El gobierno de los trabajadores informará a las masas sobre todo lo que ocurra en el mundo y el país. Se terminará con lo que hacen las burocracias gobernantes, que ocultan casi todo, deforman las noticias, tergiversan los hechos.

Economía y política internacional al servicio de los pueblos

Por más duras que sean las condiciones, el plan económico dará prioridad a las necesidades de las masas. La política comercial tendrá en cuenta a los trabajadores de los demás países. ¡Por mejor negocio que sea, no se venderán armas a gobiernos antiobreros y antipopulares, como más de una vez hicieron las burocracias gobernantes! ¡Por más dinero que se pueda ganar, no se venderán productos para sabotear huelgas en otros países, como ha hecho, entre otras, la burocracia polaca que vendió carbón a España y a Inglaterra!

El eje rector de la política internacional será ayudar a la lucha revolucionaria en todo el mundo. ¡Esa es la mejor forma de defender al propio estado obrero y al gobierno de los trabajadores! No habrá más diplomacia secreta. Los explotados de todo el mundo sabrán qué pactos, negociaciones y acuerdos establece el gobierno de los trabajadores con el enemigo capitalista imperialista, y la verdadera razón que le lleva a hacerlos.

La revolución en los países imperialistas

Pero todo esto será una utopía, un sueño irrealizable, sin una movilización multitudinaria de centenares de millones de explotados, que destruya al sistema capitalista imperialista mundial y a sus socios y cómplices, los explotadores de los países atrasados y los gobiernos burocráticos de los estados obreros.

Los obreros de los países imperialistas deberán ser parte indispensable en esa gigantesca movilización. ¡No es cierto que se hayan pasado al campo de la contrarrevolución y apoyen a sus burguesías! Pese a la traición de sus direcciones y a que aún no están totalmente hundidos en la miseria como sus hermanos de los países atrasados, han reaccionado con huelgas y movilizaciones muy fuertes de resistencia a la ofensiva económica burguesa. La crisis económica del capitalismo imperialista mundial golpea cada vez más fuerte en sus propios países. Es sólo cuestión de poco tiempo que sus trabajadores contragolpeen con gigantescas huelgas revolucionarias.

Siguiendo el ejemplo de los mineros ingleses, los obreros de los países imperialistas deben movilizarse para derrotar los planes de superexplotación de sus burguesías, terminar con los gobiernos que ellas imponen, expropiarlas, instaurar gobiernos de los trabajadores y poner todos los recursos de sus países al servicio de la revolución socialista mundial.

La revolución en los estados obreros

Siguiendo el ejemplo de los trabajadores polacos de Solidaridad, sus hermanos de todos los estados obreros deben salir a la lucha contra las dictaduras burocráticas, para derrotar la penetración de las multinacionales y el FMI en los estados obreros, conquistar un gobierno de los trabajadores que otorgue las más amplias libertades democráticas, construir una Federación con los estados obreros y poner todos sus recursos humanos, económicos y militares al servicio de la lucha mundial contra el imperialismo.

Conquistando la democracia obrera, los trabajadores de los estados obreros sellarán su unidad con la conciencia y los sentimientos profundamente democráticos de sus hermanos de los países adelantados. Se derrumbarían las calumnias imperialistas contra el socialismo. Esos trabajadores verían que socialismo no es dictadura sino mucha más libertad y mucha más democracia de la que tienen bajo la podrida democracia burguesa. Y se lanzarían por millones a conquistarlo.

La revolución en los países capitalistas atrasados

Los trabajadores y los pueblos de los países semicoloniales deben derrocar a los gobiernos de la oligarquía y los grandes capitalistas, socios y sirvientes del imperialismo, e instaurar gobiernos obreros, campesinos y populares. Estos expropiarán a las multinacionales y a los grandes terratenientes y capitalistas nacionales y romperán todos los pactos políticos, económicos, y militares que atan sus naciones al imperialismo.

Una medida fundamental será el desconocimiento de la abrumadora deuda externa. A través de ella, los usureros imperialistas saquean sin piedad a los países atrasados, condenándolos a una decadencia y ruina sin remedio. La constitución de un frente de países deudores, el no pago de la deuda, la unidad de las naciones atrasadas en federaciones socialistas regionales o continentales y en una federación mundial con los estados obreros existentes, darán colosales golpes políticos y económicos al imperialismo. Y serán garantía plena de progreso para los países atrasados, por más represalias que quieran tomar los usureros.

Los grandes triunfos políticos alcanzados con la liberación de Nicaragua, Irán, Libia, Angola y Mozambique sólo se consolidarán si en esos países se profundiza la revolución proletaria, se expropia al imperialismo y a la burguesía, se instaura un régimen de democracia obrera y se extiende la revolución a escala internacional, regional y mundial. Las victorias en cualquier país atrasado serán parciales y estarán permanentemente amenazadas mientras no se extiendan, profundicen y sirvan de ejemplo al proletariado mundial, principalmente al de Norteamérica, la Unión Soviética, Europa occidental y Japón. Pero eso será imposible si no es la clase obrera, organizada democráticamente y dirigida por un partido obrero, internacionalista revolucionario, quien extienda y profundice la revolución, ya que sus actuales direcciones pequeño burguesas o burocráticas no quieren ni van a hacerlo.

La clase obrera debe dirigir la revolución

En todos los países, sean imperialistas, obreros o capitalistas atrasados, la clase obrera debe dirigir la revolución. No importa que sea minoría en la población. Grandes revoluciones, como la rusa, las dos primeras en China y la boliviana, fueron encabezadas por clases obreras poco numerosas, que lideraron a las mayoritarias masas campesinas. La única de ellas que triunfó, la rusa, se convirtió en el ejemplo a seguir por la clase obrera y sus aliados en casi todo el mundo, por sus grandes conquistas y por el régimen de democracia obrera de sus primeros años.

Lo que es válido para cada país, lo es doblemente para la revolución socialista mundial de conjunto. Ella sólo podrá triunfar cuando se insurreccionen los grandes gigantes de la clase obrera: los trabajadores norteamericanos y soviéticos. Por más contundentes que sean las victorias de la revolución en los países atrasados, sólo estos trabajadores, los más numerosos y concentrados del mundo, pueden llevar hasta el final la revolución socialista mundial, liderando a las grandes masas campesinas y populares explotadas.

VIII.- Cuarenta años de luchas y triunfos

Desde hace cuarenta años estamos viviendo una colosal revolución socialista a escala mundial. Aunque el imperialismo no ha sido derrotado en sus centros fundamentales, la lucha de las masas ha logrado arrinconarlo, asestándole golpes durísimos, consiguiendo triunfos espectaculares y conquistando bastiones fundamentales en todo el planeta. Los trabajadores y luchadores revolucionarios deben tomar conciencia de lo que está pasando, porque es tan inmenso y deslumbrante que nos ciega.

La negra noche de la contrarrevolución

En 1941 el mapamundi era negro. La contrarrevolución imperialista había triunfado en casi todas partes. Menos la Unión Soviética, toda Europa era nazi‑fascista: Salazar gobernaba en Portugal, Franco en España, Mussolini en Italia y Hitler en Alemania y todos los demás países. Todo el sur de Asia ‑-India, Indonesia, Vietnam, Camboya, Laos, Thailandia-- eran colonias con gobiernos títeres. Una enorme franja del territorio chino, la más rica, estaba ocupada militarmente por el imperio‑japonés.

Los pocos países independientes de Medio Oriente, como Turquía y algunas naciones árabes, eran semicolonias dominadas por el imperialismo. Toda Africa, con muy pocas excepciones, eran colonias con gobiernos despóticos nombrados desde las metrópolis europeas.

América latina estaba infestada de dictaduras semifascistas o regímenes ultrarreaccionarios que perseguían duramente a los trabajadores y la izquierda, con las excepciones relativas de Colombia, Chile y Uruguay.

La Unión Soviética, sin dejar de ser la mayor conquista de los trabajadores del mundo, el único país en esa época donde se había expropiado a la burguesía e instaurado un estado obrero, atravesaba por lo peor del terror stalinista. Fueron asesinados la mayoría de los dirigentes de la revolución de 1917 y miles de opositores, imponiendo una sangrienta dictadura.

El mundo de 1941 era, entonces, el reinado de los regímenes totalitarios, ultraderechistas, fascistas y coloniales, al lado de los cuales las dictaduras de Videla, Pinochet, Botha, Marcos o Duvalier parecen un juego de niños. Sólo se salvaban Norteamérica, Inglaterra, Canadá, México, Australia, Nueva Zelandia y unos pocos países más. Allí reinaban regímenes democrático burgueses que, aunque podridos, eran un oasis en medio del totalitarismo universal.

El mundo se tiñe de rojo

En 1943 comenzó el derrumbe de la contrarrevolución. Las masas soviéticas le dieron a Hitler su primera y tremenda paliza en Stalingrado. Allí se inició el vertiginoso y multitudinario ascenso que sigue hasta hoy. El mapamundi comenzó a teñirse con el rojo de la revolución, que avanza de triunfo en triunfo. Durante estos cuarenta y dos años, pueblos enteros se han abalanzado sobre los baluartes de la opresión y la explotación, inaugurando la verdadera época de la revolución socialista mundial.

Se acaba el colonialismo

Hoy casi no queda ninguna colonia, porque los pueblos de setenta países conquistaron su independencia política. De estos triunfos revolucionarios anticoloniales surgieron cuarenta y tres nuevas naciones en Africa, trece en el Caribe y muchas más en Asia.

Es cierto que sólo unas pocas de estas naciones lograron romper el control político imperialista, como Angola y Mozambique. La mayoría, al frenar sus direcciones la movilización de las masas, se convirtieron en semicolonias del imperialismo. Tal fue, entre otros muchos, el caso de Argelia, cuya dirección pactó con el imperialismo francés el sometimiento semicolonial del país al poco tiempo de haber obligado a retirarse al ejército de ocupación.

Pero, aun así, la independencia de las colonias es uno de los grandes triunfos de la revolución socialista mundial en curso.

Un tercio de la humanidad se liberó de los capitalistas

En dieciséis países los trabajadores echaron del poder y expropiaron a los capitalistas, construyendo estados obreros. Entre ellos, China ‑-el país más populoso del mundo-‑, Vietnam ‑-que propinó al imperialismo yanqui la primera derrota militar de su historia‑-, nuestra querida Cuba ‑-primer territorio obrero del Occidente capitalista-‑ y todos los países del Este europeo.

La democracia y la independencia son conquistas de las masas

La propia democracia burguesa, esa democracia bastarda, retaceada y tramposa, con la que se llenan la boca los propagandistas del “sistema occidental y cristiano”, es una conquista de la lucha revolucionaria de las masas. Las elecciones y las libertades públicas que mal que bien existen en muchos países capitalistas no son, como dicen ellos, una graciosa concesión a los pueblos hecha por capitalistas liberales y humanitarios. Fueron movilizaciones multitudinarias, en las cuales los explotados pagaron un altísimo precio de sangre, las que aniquilaron las dictaduras genocidas del capital en Europa y Japón, en las colonias y semicolonias. Los explotadores no regalaron ni siquiera “su democracia” burguesa. Las masas la conquistaron y los obligaron a gobernar por medio de regímenes democráticos porque ya no podían seguir haciéndolo con gobiernos fascistas. Las cabezas de Salazar, Franco, Chiang Kaisheck, Batista, Somoza, Trujillo, Videla, Figueiredo, Alvarez, Morales Bermúdez y el Shah son trofeos de las masas revolucionarias, no del imperialismo “democrático” que las defendió hasta el final. Pinochet, Duvalier y Marcos lo serán dentro de poco.

El empuje de las masas revolucionarias logró otra gran conquista: independizar países capitalistas del yugo político del imperialismo. Nicaragua, Irán, Angola, Mozambique y Libia, entre otros, ya no están controlados políticamente por el imperialismo, aunque todavía sus pueblos no han triunfado en la revolución económica y social, instaurando gobiernos de los trabajadores y expropiando a las multinacionales y a los grandes capitalistas y terratenientes nacionales.

Cada vez más luchas y más triunfos

Hubo derrotas. Algunas muy duras, como la de Indonesia, donde en pocas horas asesinaron más de doscientos mil luchadores y se instauró una dictadura terrible. Otras, como las del Cono Sur latinoamericano, sangrientas pero no tan aplastantes, ya que diez o quince años después las dictaduras caían estrepitosamente. Pero en ningún caso frenaron la revolución socialista mundial. Los triunfos son mucho más numerosos y contundentes que las derrotas. Cada vez son más los explotados que entran en la lucha. Cada vez está más acorralada la bestia imperialista. ¡Cada día se acerca más el tiempo de la revolución socialista mundial!

La Liga Internacional de los Trabajadores reafirma su confianza absoluta en la movilización revolucionaria de la clase obrera mundial.

¡Los trabajadores y explotados del mundo ya hemos liberado del yugo político imperialista a casi todas las colonias!

¡Ya hemos liquidado a casi todas las dictaduras militares y fascistas!

¡Ya comenzamos a independizar a las semicolonias del control imperialista, con grandes revoluciones como las de Irán y Nicaragua!

¡Ya hemos liberado a dieciséis países, que son un tercio de la humanidad, del dominio de la burguesía!

¡Sigamos adelante con la revolución, confiando en que nuestra fuerza hará caer finalmente al sistema imperialista capitalista, derrocará a la burocracia de los estados obreros y hará triunfar al verdadero socialismo, la más amplia democracia que jamás haya conocido la humanidad en todo el planeta!

IX.- Cuarenta años de traiciones

Aunque cuarenta años de luchas y triunfos, demuestran que las masas revolucionarias quieren y pueden vencer, el imperialismo todavía no ha sido derrotado y por eso la enorme mayoría de la población mundial se sigue muriendo de hambre y está cada vez peor. Esta contradicción tiene una sola y única explicación: las masas revolucionarias han tenido a su frente direcciones traidoras y reformistas, que no han querido hacer la revolución, que se han opuesto a las luchas, o bien las han encabezado para desviarlas y frenarlas. Estas direcciones tienen nombre y apellido. Son los partidos socialdemócratas de la II Internacional, la burocracia soviética con sus partidos comunistas, los movimientos nacionalistas burgueses o pequeño burgueses de los países atrasados y las burocracias sindicales de los estados capitalistas.

A estas viejas direcciones traidoras se sumaron nuevas direcciones, igualmente incapaces de llevar a la victoria la revolución socialista internacional. Primero fue el auge del maoísmo y el guevarismo. Ahora son Castro, los jefes del sandinismo y el FMLN salvadoreño, los gobernantes de Angola y Mozambique, Arafat, Khomeini, Lula y Walesa.

La peor traición de la burocracia stalinista

La historia de las traiciones es tan larga como la historia revolucionaria de los trabajadores. Pero desde hace muchos años, la traición mundial a la revolución tiene un centro y un jefe indiscutido. Se trata de la burocracia stalinista de la URSS, y ejerce ese siniestro papel desde que logró aplastar al régimen de democracia obrera que lideraban Lenin y Trotsky a la cabeza del partido bolchevique en la Rusia posterior a 1917.

Como consecuencia de este papel que asume la burocracia stalinista, estos últimos cuarenta años de luchas y revoluciones han sido también el escenario de las traiciones más criminales.

Cuando el sistema imperialista capitalista se caía solo en toda Europa en la década del cuarenta, la burocracia del Krem1in firmó con Roosevelt, Churchill y Truman, los grandes jefes imperialistas, los tratados de Yalta y Postdam. En ellos dividieron el mundo en ‑áreas de influencia”. Los partidos comunistas se encargaban de desarmar a las guerrillas antifascistas que prácticamente gobernaban Francia, Italia y Grecia, junto con los socialdemócratas, ayudaban a reconstruir al capitalismo semiderruido, llamando a los trabajadores a dejarse explotar hasta la última gota de sudor. Entre todos, acordaron formar el estado sionista‑nazi de Israel, dispersando al pueblo palestino, y pactaron la división de Alemania.

Pese a ello, muchas revoluciones triunfaron. Desobedeciendo a Stalin, Mao siguió la guerra civil en China, derrotó a la dictadura de Chiang Kaishek y, aunque estaba en contra, se vio obligado a expropiar a la burguesía. Lo mismo pasó con Tito en Yugoslavia. En los países del este de Europa ocupados por el Ejército Rojo, aunque Stalin trató hasta último momento que siguieran siendo capitalistas, se vio obligado a expropiar a la burguesía por la guerra fría que le había declarado Norteamérica, preludio de la guerra caliente que preparaba contra la URSS, y que las masas impidieron.

Pero no se derrotó al imperialismo en uno de sus centros, Europa occidental, lo que hubiera significado el comienzo de destrucción del sistema imperialista en el mundo.

Traición en el sudeste asiático

Otra colosal oportunidad se abrió cuando el pueblo vietnamita, apoyado por millones de norteamericanos que se movilizaban contra la guerra, derrotó a las Fuerzas Armadas yanquis. Nada era más fácil que extender ese triunfo a Laos, Camboya y todo el continente asiático. Pero la dirección maoísta, cinco años después, atacaba e invadía Vietnam. Y el Kremlin, detrás del telón, respaldaba la invasión de Vietnam a Camboya. Hoy, 10 años después del histórico triunfo revolucionario de Vietnam, que ponía sobré la mesa la derrota mundial del imperialismo, Vietnam, Laos y Camboya sufren penalidades iguales o peores que antes, por culpa de las direcciones traidoras.

Traición en Africa negra

Casi al mismo tiempo, triunfaba la guerrilla negra de Angola, Mozambique y Guinea‑Bissau, terminando con el imperio portugués. Estaba abierta la posibilidad de extender la revolución y de vencer en toda el Africa negra. Pero los seguidores del Kremlin que se apoderaron del gobierno de esos países pactaron muy buenas relaciones con el imperialismo y las multinacionales, y, finalmente, firmaron acuerdos con el enclave imperialista y racista sudafricano contra la guerrilla negra que lo amenazaba.

Nuevamente la traición en Europa

Como producto del triunfo anticolonial, estalló la revolución en un país imperialista: Portugal. Cayó el régimen fascista más viejo del mundo, el de Salazar y Caetano. Los trabajadores, organizados en comisiones de empresa, controlaban la producción. Las fuerzas armadas estaban divididas y surgían comités de soldados que no acataban la disciplina de los oficiales. El gobierno estaba al alcance de los obreros y el pueblo. En sus fronteras, España era atravesada por una gran movilización de masas que amenazaba al franquismo moribundo. Caía la dictadura de los coroneles en Grecia. Surgía una nueva oportunidad de empezar a quebrar al imperialismo en Europa occidental. Pero los comunistas y social demócratas pusieron todas sus fuerzas para evitar que la revolución triunfara en Portugal y se extendiera a Europa. Tuvieron éxito y permitieron a sus congéneres españoles y griegos pactar con la burguesía salidas de recambio al ser vicio del capitalismo. Hoy en Portugal, el gobierno del socialdemócrata Soares superexplota a los trabajadores al servicio de los monopolios. En España, el social demócrata González hace lo mismo supervisado por un rey que nadie eligió, y en Grecia ocurre algo parecido. El imperialismo europeo se volvió a salvar por obra de los socialdemócratas y de los partidos comunistas agentes del Kremlin.

Traición en Medio Oriente

Hubo traición en Irán, donde la revolución destruyó al régimen de Shah y su ejército, despejando el camino para el triunfo revolucionario de los pueblos árabes. Pero el Kremlin dio armas a Irak para que invadiera Irán. Khomeini reprimió duramente a los trabajadores y la izquierda iraní. Arafat llevó a la casi destrucción de la OLP a manos del ejército israelí por haber llamado a las masas palestinas a confiar en sus negociaciones capituladoras con las burguesías árabes mientras retiraba de hecho el programa que es la razón de ser de la OLP y la revolución árabe: la destrucción del estado sionista nazi de Israel y la instauración de una República Palestina, laica y democrática. Así, entre todos, dieron la posibilidad al imperialismo yanqui de que invadiera El Líbano con las tropas de Israel.

Walesa abortó la revolución polaca

En Polonia, Walesa encabezó las grandes movilizaciones de los obreros de los astilleros, que se extendieron a todos los trabajadores y al pueblo, poniendo en jaque al gobierno burocrático. Organizó ese gran sindicato democrático que llegó a tener 10 millones de afiliados, Solidaridad . Estaba a la vista el primer triunfo de la revolución antiburocrática, que se hubiera extendido como un reguero de pólvora al resto de Europa oriental, hasta alcanzar el corazón de la burocracia mundial: el Kremlin.

Para defenderse, éste promovió en 1981 el golpe de Jaruzelski, que pudo triunfar gracias a la política del propio Walesa. Aconsejado por el Papa, éste apuñaló por la espalda a los obreros polacos, negándose a organizar a los soldados en Solidaridad, lo que hubiera impedido el golpe y llevado a Solidaridad al gobierno. Después del golpe, Walesa luchó con todas sus fuerzas para que Solidaridad en la clandestinidad se disolviera, mientras negociaba desde la cárcel con el Pinochet polaco. Hace pocos meses, en el momento más duro de la huelga minera inglesa, Walesa salió públicamente a defender y elogiar a Margaret Thatcher.

El reformismo de Lula

En Brasil, Lula ha dirigido dos poderosas huelgas metalúrgicas en el ABC de Sao Paulo. Organizó el Partido de los Trabajadores, PT, y la Central Única de Trabajadores, CUT. Sin embargo, cuando todos los trabajadores y el pueblo brasileño se movilizaban por elecciones directas, en 1984, Lula canceló una huelga general ya decidida que hubiera triunfado totalmente. Cuando el casi presidente Tancredo Neves falleció, Lula ordenó la suspensión de la huelga metalúrgica, como símbolo de duelo y días después daba su respaldo público a Sarney, el presidente de la “Nueva República” e hijo de las entrañas de la dictadura.

Scargill impidió un triunfo total

El dirigente minero inglés acaba de dirigir una huelga de un año que conmovió al gobierno de Margaret Thatcher. Utilizó incluso métodos muy progresivos: los piquetes de huelga. Pronunció frases correctas en algunas ocasiones, denunciando a la burocracia de la central obrera británica. Pero fue incapaz de coronar esa movilización con un triunfo total. No fue hasta el fin en la denuncia contra la burocracia sindical inglesa ni contra el stalinismo del Kremlin y de Polonia, que boicotearon la huelga con sus envíos de petróleo y carbón. No aprovechó la huelga para llamar al conjunto del proletariado inglés a la huelga general contra la Thatcher. No dio una clara orientación política a la lucha, denunciando y enfrentando al régimen capitalista e imperialista inglés en su conjunto, y no sólo a su actual gobierno conservador.

Es lo mismo que hacen Walesa, Lula y todos los burócratas sindicales ‑-nuevos o viejos, stalinistas o no‑- que, obligados por el empuje de la base se colocan a la izquierda: lideran luchas, usan a veces métodos avanzados y dicen algunas frases combativas. Pero nunca dan a la movilización de masas un programa político revolucionario de lucha por el poder para la clase obrera, y de desarrollo de la revolución socialista mundial.

Traición en América central

Hubo traición en América Central, donde Somoza y su ejército fueron aniquilados por los trabajadores y campesinos y, poco después, caía la dictadura salvadoreña. Estaba cercano el triunfo de la revolución en toda América Central. Y algo mucho más formidable: ¡ Que la revolución socialista penetrara en el corazón del imperialismo yanqui del cual Centroamérica es casi su frontera!

Pero Castro y los jefes sandinistas se opusieron con todas sus fuerzas a hacer de Nicaragua una nueva Cuba: no se expropió al imperialismo ni a la burguesía nicaragüense y se aceptó pagar la deuda de Somoza. Peor aún: ambas aconsejaron a la dirección de las masas salvadoreñas que entraran a gobernar con el coronel Majano en 1980. Así lo hizo el partido Comunista salvadoreño, dándole aire a una burguesía y un ejército en crisis. Meses después, Majano desataba una salvaje represión, derrotaba a los trabajadores e implantaba el fascismo en las ciudades.

Hoy, la traición de Castro, los jefes sandinistas y los del FMLN continúa, con su respaldo al grupo de Contadora y a la Iglesia para que la región siga siendo, como siempre, el área de influencia o “patio trasero” de los Estados Unidos. Las direcciones del FSLN y del FMLN se comprometen a pagar la deuda al imperialismo y, hasta hace muy poco, Castro les aconsejaba que así lo hicieran. Mientras tanto, los tres contemplan impávidos cómo los yanquis despliegan su dispositivo militar para aplastar a los pueblos centroamericanos. Se quejan de ello, pero dicen que no se van a meter en los problemas de Honduras o Panamá porque respetan el principio de “no intervención”. Nadie les pide que lancen sus ejércitos contra los yanquis, si no tienen fuerza para hacerlo; pero es una canallada que no digan ni una sola palabra llamando al pueblo hondureño, panameño y centroamericano a sacarse de encima la bota imperialista con la movilización revolucionaría. Por el contrario, aconsejan a los guerrilleros salvadoreños que depongan las armas para compartir el gobierno con la sangrienta dictadura pro imperialista de Duarte.

La traición universal de Castro

Fuera de América Central, la política internacional de Castro es traición destilada. Apoyó a la dictadura de Videla en Argentina, a la de Velazco Alvarado en el Perú, a los gobiernos ultrarreaccionarios de Torrijos en Panamá, Carlos Andrés Pérez en Venezuela y Siles Suazo en Bolivia. Respaldó la invasión soviética a Checoslovaquia y Afghanistán y el golpe de Jaruzelski. Defiende con todas sus fuerzas al gobierno reaccionario de Betancur y condena a los guerrilleros colombianos que se niegan a dejar de luchar. Expresa su admiración por el presidente imperialista Kennedy ‑-el mismo que invadió Cuba‑-, el Papa, el rey Juan Carlos de España, los gobiernos imperialistas de González en España, Mitterrand en Francia y Schmidt en Alemania Federal. Sus tropas protegen los campos petroleros de Rockefeller en Angola y dice que Reagan será recordado posiblemente como el “presidente de la paz”.

Nada se puede esperar de direcciones no proletarias

Con diferentes nombres y apellidos, todas estas direcciones tienen algo en común: no son de la clase obrera. Los burócratas de los estados obreros y de los sindicatos nunca fueron trabajadores o hace muchos años dejaron de serlo; son privilegiados que viven de rapiñar las organizaciones obreras, sean estados o sindicatos. Los burgueses nacionales, se llamen Perón, Nasser, Ghandi o Khomeini, defienden los intereses de su propia clase capitalista, que son opuestos a los de los trabajadores. Los pequeño burgueses nacionalistas, desde Arafat a Ortega, tampoco son trabajadores; quieren convertirse, o la realidad los convertirá, en burgueses o en burócratas privilegiados.

Sería injusto, sin embargo, calificarlos a todos como traidores. Los que son parte de grandes aparatos contrarrevolucionarios, ya sea el Kremlin o la Iglesia, son traidores de nacimiento. Mao, Tito y Ho Chiminh no querían hacer la revolución, sino pactar con la burguesía. Se vieron obligados a tomar el poder por el empuje de las masas, pero al día siguiente instauraron feroces dictaduras burocráticas contra la revolución. Lula y Walesa fueron puestos por el Vaticano para impedir que los trabajadores impusieran en los sindicatos direcciones revolucionarias después de barrer a las viejas burocracias.

Por el contrario, Ortega, el Che Guevara, los caudillos de la guerrilla de Angola y Mozambique, son grandes héroes de la lucha nacional, democrática y antiimperialista. Ellos sí quisieron hacer revoluciones democráticas y pelearon intransigentemente contra las dictaduras pro imperialistas. Lo mismo ocurrió con Castro, hasta que finalmente entró a formar parte del aparato burocrático de la URSS.

Pero tarde o temprano abandonan la lucha revolucionaria y traicionan su propio programa. Como no son direcciones obreras e internacionalistas, sino burguesas, pequeño burguesas o burocráticas nacionalistas, no pueden ser consecuentemente antiimperialistas y democráticas, aunque dirijan durante una etapa sus luchas.

De la inconsecuencia a la capitulación

Estas direcciones lideraron grandes revoluciones y luchas antiimperialistas y democráticas que, en algunos casos, tomaron medidas socialistas de expropiación de la burguesía. Pero esas revoluciones, aun siendo colosales, no son más que una pequeña parte de la gran revolución socialista mundial, que sólo llegará a la victoria encabezada por la clase obrera de los países altamente industrializados.

Por ser direcciones no obreras y nacionalistas, ellas se oponen con todas sus fuerzas a hacer de sus revoluciones un instrumento de esa revolución socialista, obrera y mundial. Por eso no pueden ser consecuentemente antiimperialistas. Por eso, una vez que independizan a sus países M control político imperialista, como en Nicaragua, Angola, Mozambique, Irán o Libia, se niegan a expropiar a los monopolios imperialistas y a su burguesía y a extender la revolución más allá de sus fronteras. Por el contrario, capitulan al imperialismo buscando un statu quo con éste.

Estas direcciones tampoco pueden ser consecuentemente democráticas. Al defender sus propios privilegios o aspiraciones de burgueses, pequeño burgueses o burócratas, son enemigas de la auténtica y más amplia democracia: la obrera. Una sociedad que funcionara bajo la democracia obrera, donde la base puede cambiar en cualquier momento a cualquier dirigente, porque no acepta que tenga privilegios ni que aplique una política diferente a la que la base quiere, iría totalmente en contra de su situación privilegiada. Por eso, estas direcciones imponen una disciplina militar y totalitaria a las masas en lucha, y cuando llegan al gobierno, refuerzan aún más ese control dictatorial sobre los trabajadores.

Esta es la razón por la que, aunque la lucha revolucionaria antiimperialista y democrática pueda ser acompañada, e incluso encabezada por direcciones burguesas como Khomeini, pequeño burguesas como los jefes sandinistas, o burocráticas como la cúpula guerrillera de Angola y Mozambique, rápidamente sufrirá la defección de esas direcciones. Si han triunfado sobre una dictadura, se negarán a independizar al país del imperialismo, como ocurre en Bolivia. Si las masas independizaran al país del control político del imperialismo, como en Nicaragua, se negarán a expropiar a los grandes explotadores y a extender la revolución a los países del área. Si se han visto obligados a expropiar, se negarán a apoyar la revolución en otros países e instaurarán un régimen de dictadura burocrática, sin democracia obrera, como en Cuba.

La falta de auténticas direcciones obreras consecuentemente revolucionarias es la explicación última de las traiciones y capitulaciones a lo largo de estos cuarenta años de triunfos revolucionarios. !Sólo por esa causa el imperialismo mundial todavía no ha sido vencido!

X.- La crisis de dirección de las masas revolucionarias

Tantas traiciones, tantas posibilidades de terminar con el capitalismo imperialista desaprovechadas y abortadas, han prolongado por décadas el hambre, la miseria, las guerras y los genocidios. Los trabajadores y explotados del mundo comienzan a sacar sus conclusiones. Las viejas direcciones traidoras, la burocracia del Kremlin con sus partidos comunistas de todo el mundo, la socialdemocracia de la Segunda Internacional, las burocracias sindicales y los partidos nacionalistas burgueses de los países atrasados, están totalmente en crisis. Las masas ya no los acatan como su dirección sindical y política. Ellos piden a los explotados, que no luchen, pero luchan igual. Los partidos y las cúpulas burocráticas se dividen y estallan en mil pedazos. Sus bases los abandonan. Nadie cree en los viejos dirigentes.

La crisis del stalinismo, la socialdemocracia y la vieja burocracia sindical

Los obreros españoles abandonan al Partido Comunista, que se fraccionó espectacularmente, y se van masivamente de la central sindical socialdemócrata, la UGT, que ya es una cáscara vacía. Los obreros franceses detestan a los partidos de Marchais y Mitterrand. Los trabajadores ingleses confían cada vez menos en su viejo Partido Laborista, debilitado y dividido, y no aguantan más a la burocracia laborista de la central obrera británica, la TUC. Los bolivianos expulsan a los dirigentes comunistas de la COB. Los argentinos rompen masivamente con la vieja burocracia sindical peronista pero al mismo tiempo repudian al PC porque apoya a Alfonsín.

En los países donde gobierna la burocracia stalinista, los trabajadores la ven como su más directo e inmediato enemigo. Primero se sublevaron los húngaros, luego los checoslovacos y hace poco los polacos. Los obreros rusos no acatan las directivas del PC y se niegan a trabajar más para que esos burócratas vivan mejor. El aparato mundial burocrático del Kremlin se rompe más y más, año tras año. Yugoslavia, China y Albania lo abandonaron. Muchos partidos comunistas europeos, entre ellos el más grande del mundo capitalista, el italiano, no acatan más incondicionalmente las órdenes de Moscú, como antes hacían.

La crisis del nacionalismo burgués

Los movimientos nacionalistas burgueses de los países atrasados, que hace cuatro décadas resistían mal que bien al imperialismo, ahora han capitulado totalmente a él. Están en una crisis sin salida, des; garrados por divisiones y luchas internas. El peronismo argentino, fragmentado en decenas de corrientes, ya no controla políticamente al movimiento obrero; junto a él se hunde una de las burocracias sindicales más fuerte del mundo, arrancada de raíz de la dirección de las fábricas y cuestionada, por primera vez desde su surgimiento, en la propia cúpula del aparato sindical por una masiva vanguardia de luchadores. El Partido del Congreso de la India está destrozado y se ha ganado el repudio de los obreros, los campesinos y las nacionalidades que constituyen el pueblo indio. El nasserismo árabe, que supo convocar a las masas mediante algunas actitudes antiimperialistas, hoy es visto como el agente del imperialismo que pacta con Israel contra el pueblo árabe. Otro tanto ocurre con el PRI mexicano.

El vacío de dirección

La crisis de las viejas direcciones traidoras deja un enorme vacío. Millones de explotados que luchan buscan en todas direcciones cómo organizarse y detrás de qué programa marchar; y no encuentran nada.

Pero la movilización revolucionaria mundial sigue adelante y conquista victorias, bajo la dirección de corrientes nacionalistas burguesas o pequeño burguesas y nuevas burocracias. Decenas de miles de luchadores revolucionarios ven en esas nuevas direcciones no obreras y no internacionalistas una esperanza de organización y programa. El vacío de dirección sigue existiendo, no hay una dirección obrera internacionalista reconocida por las masas en lucha a nivel mundial. Pero es llenado, parcial y transitoriamente, en algunos países o regiones, por esas nuevas direcciones de los nuevos procesos revolucionarios. Sin embargo, la crisis de dirección no se soluciona. Rápidamente esas nuevas direcciones defeccionan, los luchadores revolucionarios se apartan de ellas y nuevamente se produce el vacío de dirección.

Así ocurrió, primero, con el maoísmo y el guevarismo. Así ocurre, en la actualidad, con Castro, Ortega, Arafat, Lula, Walesa y Khomeini.

El maoísmo y el guevarismo

Decenas de miles de jóvenes revolucionarios, a fines de la década del 60, buscaron la salida en el maoísmo y el guevarismo. Pero en muy poco tiempo estas dos corrientes se desarticularon, rompieron y desaparecieron.

Las purgas internas, los golpes recíprocos y la repugnante metodología burocrática que quedaba al desnudo en medio de la crisis del régimen chino, no tenían nada que ver con un partido que quiere hacer la revolución. Por otra parte, la política internacional china igualó y en algunos casos superó las descaradas traiciones de la burocracia rusa. Basta con recordar que China apoyó a Pinochet, mientras sus discípulos argentinos apoyaron a López Rega, el fascista que organizó las bandas asesinas de la Triple A. Ningún revolucionario honesto podía seguir mucho tiempo en el maoísmo. Y éste reventó en mil pedazos.

El guevarismo encandiló a gran parte de la juventud revolucionaria latinoamericana, con su consigna de “hacer dos, tres, muchos Vietnam en América latina”. Su influencia se extendió a amplios sectores de la juventud europea y llegó hasta países aún más lejanos, como Ceylán. Pero corrió igual suerte que el maoísmo, aunque por otros motivos. Su desconfianza absoluta en la clase obrera y las masas, propia de su carácter social de estudiantes pequeño burgueses acomodados, llevó al guevarismo a la teoría y práctica del “foco” guerrillero, de la elite aislada de las masas que emprendía la guerra revolucionaria por su propia cuenta. La experiencia guevarista terminó ahogada en la sangre de decenas de miles de jóvenes exterminados por los ejércitos burgueses. La liquidación de los Montoneros y del ERP argentinos, del grupo Baader‑Meinhef en Alemania, la muerte del propio Che en Bolivia y decenas de catástrofes semejantes terminaron con él como dirección de alternativa a las viejas direcciones traidoras.

Castro, Ortega, Arafat, Lula, Walesa y Khomeini

Después del maoísmo y el guevarismo, miles de revolucionarios fueron atraídos, a partir del triunfo de la revolución nicaragüense por Castro, el sandinismo y el FMLN. La heroica lucha de los palestinos convirtió a Arafat en el punto de referencia de otras camadas de revolucionarios. Khomeini impactó a miles de luchadores en Oriente Medio después de la caída del Shah. Los luchadores ven que estos dirigentes han encabezado grandes luchas e incluso revoluciones triunfantes. Lula y Walesa atraen a miles de activistas sindicales, que los han visto liderando nuevas y colosales organizaciones de masas, como Solidaridad y la CUT brasileña, que independizaron a los trabajadores del control policial de las viejas burocracias: la del partido Comunista polaco y la de los “pelegos” en Brasil.

El nefasto papel de la Iglesia

Lula y Walesa son dos ejemplos de la política de la Iglesia en la actualidad. Ya no es ese aparato contrarrevolucionario descarado, que bendecía los tanques de Franco, Hitler y Mussolini. Sigue bendiciendo las tropas contrarrevolucionarias, como lo hizo con el príncipe Andrés de Inglaterra durante la guerra de las Malvinas. Pero, al mismo tiempo, ve con claridad que el peor peligro que amenaza al sistema imperialista mundial es la insurrección revolucionaria mundial y el vacío de dirección de esas masas en lucha. El centro de su estrategia es impedir que la vanguardia de luchadores y las masas movilizadas lleguen a posiciones políticas y construyan direcciones revolucionarias.

Para alcanzar ese objetivo, lanza melosos llamados a la humanización del capitalismo y de supuesta defensa de las clases trabajadoras, como la encíclica “Laborem Exercens”. Y, sobre todo, promueve dirigentes formados en el Vaticano, que se presentan como enemigos de las viejas direcciones traidoras, adoptan frases izquierdizantes, auspician cierta democratización de las organizaciones de masas y encabezan algunas luchas. Al poco tiempo, esos nuevos dirigentes ponen todo el prestigio que han ganado al servicio de impedir que las luchas se extiendan, generalicen, asuman un programa y una organización socialistas revolucionarios y culminen en revoluciones socialistas triunfantes.

Las iglesias ‑‑no sólo el Vaticano‑- se convierten así en un terrible peligro para los trabajadores y pueblos en lucha. Si logran ocupar el vacío que han dejado las viejas direcciones traidoras, engañando una vez más al movimiento de masas, lo llevarán al retroceso y a la derrota.

La revolución superará a todas las direcciones traidoras y reformistas

Las nuevas direcciones no proletarias que coyuntural y parcialmente intentan llenar el vacío de dirección seguirán rápidamente el camino del maoísmo y el guevarismo. Los honestos luchadores y revolucionarios que hoy confían en ellas y las masas explotadas que las siguen, las abandonarán en pocos años. Sus defecciones y capitulaciones se harán cada día más evidentes. La crisis del mundo capitalista imperialista y la avalancha imparable de nuevas insurrecciones las desenmascaran cada día que pasa.

Estas nuevas direcciones apuestan su gran prestigio a frenar y desviar la revolución mundial. Pero ésta les empieza a pasar por encima. Amplios sectores del movimiento de masas ya han comenzado a desobedecer su disciplina, porque ven que se le puede ganar al imperialismo, que se le está ganando, y quieren seguir hasta el final, hasta derrotarlo en todo el mundo.

XI.- Tarea clave: ganar a los obreros de los países avanzados

El stalinismo, que a partir del año 1923 destruyó la democracia obrera de Lenin y Trotsky e instauró en la Unión Soviética una dictadura contrarrevolucionaria de la burocracia, provocó un desastre histórico para la clase obrera mundial. Con las purgas, persecuciones y exterminios masivos, aniquiló físicamente a casi toda la vanguardia obrera que había encabezado la gran revolución rusa; desmoralizó, corrompió o asesinó a miles de revolucionarios del mundo que se habían inspirado en ella; y destruyó la más grande conquista de los trabajadores en toda su historia, la Tercera Internacional.

El stalinismo destruyó la Tercera Internacional

La Tercera Internacional o Internacional Comunista era un verdadero Partido Mundial obrero y revolucionario, que coronaba casi medio siglo de experiencia política y organizativa de los trabajadores. Sus secciones eran partidos de masas que se extendían por casi toda Europa y varios países de Oriente y América latina. En ellos se organizaban los mejores luchadores de la clase obrera mundial. Las grandes masas la veían como su dirección. Su programa era nítido y claro: el internacionalismo proletario, la lucha por la revolución socialista mundial hasta la liquidación del sistema imperialista capitalista, el combate por el gobierno de los trabajadores democráticamente organizados, la más absoluta solidaridad de clase y la más intransigente independencia y oposición a la burguesía, sus partidos y sus gobiernos, la confianza solamente en la fuerza y organización de los propios trabajadores.

Un gran atraso en la conciencia de los trabajadores

La destrucción de la Tercera Internacional por el stalinismo provocó un enorme salto hacia atrás en la conciencia de los trabajadores del mundo entero. El movimiento obrero, que pelea en los hechos todos los días contra el mismo enemigo, el capitalismo imperialista mundial, perdió su conciencia internacionalista: cree que su lucha es en su propio país y no se levanta multitudinariamente en apoyo a combates decisivos de sus hermanos de clase en otros países. Ha retrocedido en la solidaridad de clase; incluso dentro de un mismo país, reina la fragmentación, gremio por gremio, y hasta empresa por empresa. Se deja engañar por el enemigo de clase cuando éste se disfraza de “progresista”, “democrático” o “patriótico”, porque ya no mantiene la desconfianza en la burguesía que inculcaba la Tercera Internacional.

Hasta tal punto no hay conciencia de la propia fuerza que, muchas veces, las masas hacen grandes revoluciones y no se dan cuenta. La organización democrática e independiente de los trabajadores también se ha olvidado: millones están a la espera del “secretario general”, “comandante” o “jefe” que dé las órdenes.

Esto explica que, en muchos casos, mientras los trabajadores avanzan en la organización y la lucha, siguen retrocediendo en la conciencia política. Los obreros polacos, que hace pocas décadas eran violentamente anticlericales, pusieron al frente de Solidaridad a los agentes del Vaticano. Los obreros españoles, que eran republicanos, construyeron las poderosas Comisiones Obreras para, luchar, pero acatando al PCE y al PSOE, votaron por la monarquía. Los iraníes hicieron su revolución con fuertísimas comisiones de trabajadores controlando las empresas, pero bajo la dirección de Khomeini (cuya ideología teocrático feudal se remonta a siglos atrás).

Este atraso en la conciencia política explica también por qué los trabajadores, que desconocen a sus viejas direcciones traidoras en la lucha, las votan por millones a la hora de las elecciones.

El stalinismo fortaleció a las direcciones no obreras

Al destruir a la Tercera Internacional, el stalinismo dejó el campo libre a las direcciones no obreras para que engatuzaran más fácilmente a las masas. Los pactos de Stalin con el imperialismo yanqui y mundial hicieron que los obreros de los países capitalistas atrasados, que veían justamente en el imperialismo a su principal enemigo, fueran presa fácil de los movimientos nacionalistas burgueses y pequeño burgueses. Nasser, Perón, Khomeini, Castro, Ortega y Arafat sólo pudieron ganar una gran autoridad sobre las masas por el desencanto de éstas en los otrora revolucionarios Partidos Comunistas de la Tercera Internacional.

Los pactos de Stalin con Hitler, que le entregaron a éste la mitad de Polonia, su política divisionista que causó la derrota de la clase obrera más fuerte del mundo, la alemana, a. manos del nazismo, junto a la brutal dictadura que Stalin mantenía en Rusia, provocaron el legítimo rechazo del movimiento obrero de los países imperialistas, celoso guardián de las libertades democráticas conquistadas en grandes revoluciones populares a lo largo del siglo pasado. Así resurgió de sus cenizas la Segunda Internacional socialdemócrata, agente de la burguesía imperialista europea. Felipe González y Mitterrand, el Partido Laborista inglés y la socialdemocracia alemana tienen los votos de millones de obreros solamente porque el stalinismo destruyó a la Tercera Internacional revolucionaria y aniquiló la democracia obrera en la URSS.

El puñado de revolucionarios obreros e internacionalistas que se agrupó alrededor de Trotsky no pudo impedir este desastre histórico. Perseguidos con igual saña por Stalin y por los fascistas, no pudieron evitar que el primero, quebrara la memoria histórica de la clase obrera mundial. A partir de los años 40 la clase obrera mundial está aprendiendo casi desde cero. Está volviendo a hacer la experiencia que comenzó en 1880, culmino en la revolución rusa de 1917 y se perdió a partir del triunfo de la contrarrevolución stalinista en 1923.

El eclipse de la clase obrera

Para peor, la traición stalinista permitió que, en la postguerra, el capitalismo imperialista mundial entrara en un período de auge económico -‑el “boom”‑- alimentado por la superexplotación de los trabajadores. Durante este período, vivieron un cierto bienestar los trabajadores de los países imperialistas y de algunas semicolonias prósperas. Traicionada y apaciguada con algunas concesiones, la clase obrera de las naciones industrializadas dejó de ser el centro, el actor fundamental de la política mundial. No es cierto, como afirman algunos, que se aburguesó y dejó de luchar jamás lo hizo y, en ocasiones, estalló en movilizaciones colosales, como en 1956 en Hungría, en 1968 y 1969 en Francia, Italia y Checoslovaquia, desde 1970 en Polonia y en 1974 en Portugal. Pero sí dejó de ser la vanguardia indiscutida de la lucha revolucionaria en el mundo. Su lugar fue ocupado por las masas populares del campo y la ciudad de los países atrasados, y por la clase obrera de algunos de ellos.

Las nuevas generaciones revolucionarias perdidas

La guerra y triunfo contra el nazismo abrió una oleada revolucionaria que continúa hasta hoy. En ella, surgieron nuevas generaciones de luchadores revolucionarios, que buscaron constantemente una organización y un programa’ que los nevara al triunfo y no los encontraron en la burocracia stalinista del Kremlin.

Se estrellaron contra el atraso político de la clase obrera de los países avanzados y su momentáneo eclipse como vanguardia de la revolución mundial. Debieron pagar

el precio doloroso de este nuevo aprendizaje de la clase obrera. No pudieron superar de un solo salto la situación y lanzarse ellos mismos a construir una nueva Internacional revolucionaria y obrera de masas. Por eso nunca lograron llenar el vacío de dirección dejado por la burocracia del Kremlin.

Las nuevas generaciones de revolucionarios fueron así quedando enredadas tras las nuevas direcciones burocráticas, burguesas o pequeño burguesas de las nuevas luchas revolucionarias. El hecho de que miles y miles de honestos luchadores revolucionarios siguieran a Mao, Castro, Ho Chi Minh, Guevara, Ortega, Lula, Walesa, Arafat, o se contentaran con ser el “ala izquierda” del peronismo, el nasserismo o el FLN argelino, esparte de este duro aprendizaje que está rehaciendo en los últimos 40 años la clase obrera mundial.

La nueva vanguardia que surge

Pero la revolución no dejó de crecer, de profundizarse, de extenderse y de conquistar triunfos. Detrás de esas generaciones de revolucionarios que no vieron más allá de la estrecha perspectiva de la lucha revolucionaria nacional y democrática, está emergiendo una nueva camada.

La profundidad de la lucha de clases mundial y la crisis sin salida del sistema imperialista capitalista, aceleran la experiencia de esta nueva generación, con las nuevas y viejas direcciones traidoras o reformistas. El movimiento de masas revolucionario produce así, hora tras hora, la materia prima para construir una Cuarta Internacional de masas que retome el camino que se cerró con la destrucción de la Tercera Internacional por la burocracia stalinista.

La necesidad de la Cuarta Internacional

Va quedando atrás el tiempo en que la construcción de una Cuarta Internacional de masas parecía una utopía. Tal cual previmos los trotskistas, el sistema capitalista imperialista mundial no iba a vivir indefinidamente en la bonanza de los 20 años de auge económico de la posguerra: hoy su crisis es inocultable. Tal cual previmos los trotskistas, la construcción del “socialismo en un solo país” era una utopía reaccionaria: hoy la crisis de los estados obreros dirigidos por la burocracia y su retroceso sistemático frente al poderío imperialista son evidentes. Tal cual previmos los trotskistas, no hay salida para la humanidad a través de la coexistencia pacífica con el imperialismo y la burguesía mundial: hoy está claro que la única salida es destruir al imperialismo y su sistema mundial e instaurar el socialismo en todo el planeta. Tal cual previmos los trotskistas, la revolución es permanente: no se detiene en su fase democrática, sino que se profundiza con medidas socialistas de expropiación de la burguesía; no se encierra en las fronteras nacionales, sino que se extiende internacionalmente, de país a país, de región a continente; se intensifica en cada país dirigida por la clase obrera, o retrocede; instaura el régimen de la democracia obrera o muere.

La construcción de la Cuarta Internacional de masas, que levante las banderas de la Tercera Internacional destruida por el stalinismo, es, pues, la más profunda necesidad de la humanidad y de los trabajadores. Sin ella y sin la insurrección y dirección de la clase obrera de los países más avanzados, no se podrá derrotar al imperialismo, no se conquistará el socialismo y la humanidad retrocederá a la barbarie o será aniquilada por el holocausto nuclear.

La propia realidad mundial permite y exige que pongamos manos a la obra. Hay miles de luchadores que en el mundo se van acercando a esta conclusión, aunque sea lenta y contradictoriamente. Está también la insurrección mundial de las masas contra el imperialismo capitalista, que pide a gritos una dirección revolucionaria, que llene el vacío que dejó la burocracia del Kremlin. Está la crisis sin salida del sistema capitalista imperialista mundial. La gran tarea de la hora es construir esa Cuarta Internacional obrera y revolucionaria de masas.

Ganar para el socialismo revolucionario a la clase obrera de los países avanzados

Esta tarea se enfrenta con múltiples dificultades. La mayor de ellas es el atraso político de la clase obrera más poderosa y concentrada del mundo. La conciencia del proletariado norteamericano, de Europa occidental y de Japón, sigue estando kilómetros detrás de lo que fue hasta 1923. Otro tanto o aun más podemos decir de la conciencia de la clase obrera soviética. Agravando más aún este atraso, estos países todavía no han llegado al extremo de crisis y miseria de las naciones menos desarrolladas. Pero la crisis no se detiene en la periferia: avanza aceleradamente hacia el centro y amenaza ya a la metrópolis imperialista mundial: EE.UU. Maduran las condiciones objetivas para que esos contingentes decisivos, estratégicos, de la clase obrera mundial se pongan en marcha.

La Cuarta Internacional y los luchadores revolucionarios del mundo entero deben ser conscientes de que el momento de la lucha decisiva está cercano, ya que se ve en el horizonte la entrada en combate de la clase obrera más potente del mundo, la única que puede asestar una derrota final, total y aniquiladora a la bestia imperialista. Toda la acción de la Cuarta Internacional y los luchadores revolucionarios del mundo debe estar dirigida a despertar o reconstruir la conciencia internacionalista revolucionaria de los obreros de Estados Unidos, Rusia, Europa Occidental y Japón. Su atrasada conciencia actual es el único obstáculo para terminar de derrotar al imperialismo. El día que esos trabajadores comprendan que hay que hacer el socialismo mundial como única salida de la humanidad a la crisis, el imperialismo ya estará derrotado.

La debilidad del imperialismo

Creemos firmemente que el imperialismo es un tigre de papel. Pueblos atrasadísimos y con una inferioridad militar colosal, como el chino, el vietnamita, el nicaragüense y el iraní, han podido derrotarlo. ¡Con cuánta más facilidad lo aniquilarían los millones de obreros industriales norteamericanos, rusos, japoneses y de Europa occidental! La gran barrera para la victoria es que esos obreros todavía no ven que pueden y deben emprender ese camino.

Así queda planteada la gran tarea que es la razón de ser de la Cuarta Internacional, la verdadera necesidad de su existencia: despertar la conciencia de esos centenares de millones de obreros. Toda revolución triunfante en un país atrasado debe ser puesta al servicio de esta tarea. Por eso es criminal encerrarla en las fronteras nacionales, como intentan hacerlas direcciones burguesas, pequeño burguesas y burocráticas. Toda revolución triunfante debe demostrar a los obreros de los países avanzados que el gobierno de los trabajadores es también una enorme conquista democrática, muy superior a la retaceada democracia burguesa de los países imperialistas: así se los ganará para la lucha revolucionaria consciente, de la cual los alejó el sangriento despotismo y la traición del stalinismo.

XII.- Un programa que movilice a las masas contra la miseria y la desocupación hasta destruir al capitalismo imperialista

I.-Contra la miseria y la desocupación

Los 20 años de auge económico de la postguerra y la traición stalinista provocaron que la clase obrera de los países industrializados dejara de ser la vanguardia y dirección de la movilización revolucionaría de masas en el mundo. Ese lugar fue ocupado por los pueblos de los países semicoloniales, que hicieron grandes revoluciones por medio de guerrillas de masas, campesinas y populares. El tradicional Programa de Transición del trotskismo, que gira alrededor de las consignas y los métodos de lucha del proletariado y subestima la guerrilla, pareció quedar desactualizado por el curso de la revolución mundial.

Hoy, la crisis económica de¡ capitalismo imperialista, que arroja a millones de obreros a la desocupación y rebaja sistemáticamente los salarios reales, muestra la actualidad del Programa de Transición . La gran huelga de los metalúrgicos alemanes por la jornada de 35 horas semanales, la huelga de los mineros ingleses y de la industria naval española en defensa de sus fuentes de trabajo, la gran movilización de los trabajadores polacos que comenzó en protesta por el aumento de los precios y la pelea multitudinaria del proletariado italiano defendiendo la escala móvil de salarios, son sólo unos pocos ejemplos.

·         Contra la desocupación, escala móvil de horas de trabajo sin reducción del salario.

·         Contra la miseria salarial, escala móvil de salarios, ajustados automáticamente con la inflación. Asimismo, la resistencia obrera a la ofensiva económica capitalista da más actualidad que nunca a los métodos de lucha y organización de los trabajadores.

Para luchar contra la miseria y la desocupación:

·         Huelga general. 

·         Ocupación de empresas y control obrero de los libros y la producción.

·         Movilización en las calles.

·         Militancia sindical y fortalecimiento de los sindicatos.

·         Desarrollo de nuevas formas de organización de los obreros en lucha, como los comités de huelga, comités de empresa y coordinadoras de esos comités.

·         Piquetes de huelga y autodefensa contra las bandas fascistas y la represión militar y policial del estado burgués.

II.- Por la alianza obrera‑campesina‑popular

La crisis del capitalismo imperialista impulsa a la movilización revolucionaria a millones de desposeídos y oprimidos: el campesinado pobre, las masas marginales de las ciudades, las nacionalidades oprimidas. Ellos entran en combate con sus propios objetivos y métodos de lucha. La revolución socialista mundial sólo triunfará con la más estrecha alianza entre la clase obrera y esos millones de desposeídos y oprimidos. La clase obrera sólo podrá ser la dirección del proceso revolucionario si incorpora a su programa las demandas progresistas de sus aliados, apoya decididamente sus luchas y, al mismo tiempo, mantiene su independencia de clase, no se mimetiza ni hace seguidismo a estos movimientos aliados, ni deja de criticar un sólo minuto a sus direcciones burguesas, pequeño burguesas o burocráticas.

·         Hacemos nuestras las reivindicaciones del campesinado contra los terratenientes. Por la reforma agraria que liquide a los terratenientes y permita al campesinado pobre explotar la tierra como mejor le parezca: reparto en parcelas individuales, cooperativas, propiedad comunal u otras formas.

·         Hacemos nuestras las reivindicaciones de las masas marginales de las grandes ciudades: servicios, vivienda digna, trabajo.

·         Hacemos nuestras las aspiraciones de las nacionalidades oprimidas: luchamos por el respeto al derecho a la autodeterminación nacional.

·         Hacemos nuestras las exigencias de todos los sectores oprimidos y explotados de la sociedad: las mujeres, los jóvenes, las minorías religiosas y raciales.

·         Apoyamos todas las luchas de masas, cualquiera sea su método de acción revolucionaria. Muy especialmente, defendemos las guerrillas de masas campesinas, populares y nacionales, como legítima, expresión de la movilización revolucionaria de estos fundamentales aliados del proletariado. Al mismo tiempo mantenemos y señalamos nuestras discrepancias con las direcciones, programas, tácticas y métodos de lucha de sus organizaciones y direcciones.

La más alta expresión de la alianza revolucionaria de la clase obrera con las masas empobrecidas y explotadas es el gobierno revolucionario obrero y popular, ejercido por la clase obrera a través de sus propios organismos y apoyado por las organizaciones de masas del campesinado y el pueblo pobre, que expropie al imperialismo y a la burguesía.

III.- Por el internacionalismo proletario

Estamos del lado de los trabajadores que luchan en cualquier parte del mundo contra el imperialismo, la burguesía y los gobiernos burocráticos de los estados obreros.

Nos solidarizamos con las huelgas, movilizaciones, insurrecciones y guerrillas de masas que enfrentan la explotación capitalista imperialista y las dictaduras burocráticas. Estamos del lado de los obreros ingleses contra la Thatcher, de los obreros polacos y de Solidaridad contra Jaruzelski, de los españoles contra González, de los trabajadores bolivianos contra Siles, de los argentinos, uruguayos y brasileños contra Alfonsín, Sanguinetti y Sarney, de los trabajadores y el pueblo chileno contra Pinochet.

Estamos del lado del IRA contra el imperialismo británico, de la ETA contra la monarquía imperialista española, de la guerrilla y el Sindicalismo Independiente colombiano contra Betancur, de Sendero Luminoso contra Belaúnde Terry y su sucesor, Alan García, de la guerrilla y las masas urbanas filipinas contra el dictador Marcos, del pueblo kanaka de Nueva Caledonia contra el imperialismo francés.

Apoyamos las luchas de los negros, latinoamericanos y mexicanos que viven en Estados Unidos, así como las de la clase obrera blanca norteamericana. Estamos junto a las que libran los trabajadores de Europa occidental, en primer lugar los obreros inmigrantes. Apoyamos a los palestinos, libaneses y demás pueblos árabes agredidos por el imperialismo y su lucha por la destrucción del estado sionista de Israel. Apoyamos el combate de los obreros y guerrillas negras para destruir al régimen fascista del apartheid en Sudáfrica.

Respaldamos incondicionalmente la batalla del pueblo centroamericano contra el imperialismo yanqui y sus dictaduras títeres. Estamos del lado del FMLN contra el gobierno de Duarte y su ejército. Estamos con Nicaragua independiente contra el imperialismo y su guerrilla contrarrevolucionaria. Con los obreros y campesinos nicaragüenses contra su patronal capitalista y terrateniente explotadora. Con las masas y la izquierda revolucionaria dominicana contra el presidente socialdemócrata Blanco, agente del FMI.

El internacionalismo proletario que preconizamos se concreta en campañas mundiales por el triunfo de la revolución en los centros fundamentales de la lucha de clases.

·         La campaña mundial más urgente es el apoyo a la guerrilla y las masas salvadoreñas, para que destruyan al régimen de Duarte y tomen el gobierno en El Salvador; así como la defensa de Nicaragua y toda América Central de la agresión imperialista yanqui.

·         En el Cono Sur de América latina, la campaña central a realizar es el apoyo a las masas trabajadoras y al pueblo chileno para que destruyan la dictadura de Pinochet.

·         En Europa, hay que brindar la solidaridad más decidida a todas las huelgas y movilizaciones que programen los obreros polacos, así como los dé cualquier país europeo. Nunca más debe repetirse el aislamiento a que fueron sometidos durante un año de huelga los mineros ingleses, cuando el solo anuncio de una huelga general europea de solidaridad posiblemente les habría llevado al triunfó total. Asimismo, hay que realizar una campaña de apoyo a los pueblos indio, kanaka y filipino y hacer la denuncia sistemática de la intervención sionista en El Líbano y todo Oriente Medio.

·         En Estados Unidos hay que impulsar con todas las fuerzas la unidad que ya se está forjando de la movilización contra la agresión a Nicaragua y contra el régimen fascista sudafricano.

IV.- Por la independencia nacional. No pagar la deuda externa.

En los países capitalistas atrasados, luchamos por la independencia nacional contra la explotación y opresión imperialista.

·         Por la ruptura de los pactos y acuerdos políticos, económicos y militares con el imperialismo.

·         Contra la OEA, que somete a América latina al imperialismo yanqui.

·         Contra los acuerdos de Yaoundé, que atan a los países francófonos africanos al imperialismo francés.

·         Contra la ASEAN, que sujeta a los pueblos del sudeste asiático al imperialismo norteamericano.

Luchamos por la independencia de los países aún sometidos a la dominación colonia¡. ¡Fuera Francia de Martinica, Guadalupe y Nueva Caledonia! ¡Fuera Norteamérica de Puerto Rico! ¡Fuera Inglaterra del Caribe! ¡Fuera España de Ceuta, Melilla y las Islas Canarias!

Luchamos por la destrucción de los enclaves imperialistas en todo el mundo, en Israel y Malvinas, en Hong Kong, Macao y Gibraltar.

La gran consigna que unifica a todos los países capitalistas atrasados en la lucha antiimperialista es el no pago de la deuda externa que hunde en la ruina y decadencia a sus naciones para engordar a los usureros de la banca internacional.

·         Por el no pago de la deuda al imperialismo.

·         Por un frente de los países deudores para resistir de conjunto a las represalias imperialistas.

·         Por la expropiación inmediata y sin indemnización de los monopolios y propiedades imperialistas.

La tarea de la independencia y liberación nacional quedará a mitad de camino y retrocederá si no culmina con la revolución socialista y la federación política y económica de los países atrasados, por regiones o continentes. Luchamos por la Federación Socialista Latinoamericana, del Africa Negra, de los pueblos árabes del norte de Africa, de Medio Oriente ‑-incorporando al proletariado judío de Israel-‑, del sudeste asiático y del subcontinente indio.

V.- La lucha antiimperialista es mundial

La lucha antiimperialista no es patrimonio exclusivo de los pueblos de los países atrasados. Es también deber fundamental de la clase obrera de todos los países.

Los trabajadores de los países imperialistas deben exigir que su país se retire de las colonias que aún posea; deben luchar por la derrota de su propio país cuando éste ataca a una nación semicolonial o a un estado obrero; deben reclamar que su país retire las tropas y bases militares que tenga en otros países, que detenga unilateralmente la producción de armamentos, que desmonte inmediatamente y en forma unilateral el dispositivo nuclear que amenaza a los estados obreros, que desmonte las “fuerzas de despliegue rápido” que se preparan para combatir la revolución en cualquier rincón del mundo, que declare inexistente la deuda externa de los países atrasados y que reconozca la propiedad de dichos países, sin indemnización alguna, sobre las empresas, bancos y propiedades de la burguesía imperialista en su propio territorio.

La lucha contra el imperialismo del propio país culmina con el derrocamiento por la clase obrera del gobierno burgués de turno, la instauración del gobierno de los trabajadores y la expropiación de su propia burguesía. Y, desde ese momento, poner al servicio del desarrollo de la revolución mundial sus inmensos recursos económicos, culturales y militares.

Los trabajadores de los estados obreros deben combatir la ofensiva colonizadora del imperialismo, consentida y avalada por las burocracias gobernantes, rechazando las relaciones con el Fondo Monetario Internacional y la instalación de los monopolios y su “mercado libre” en los estados obreros. Deben exigir de sus gobiernos una relación económica solidaria y privilegiada con los países atrasados que se nieguen a pagar su deuda con el imperialismo. Deben levantarse en masa para impedir que su estado obrero vaya a la guerra contra otro estado obrero o invada un estado capitalista atrasado en contra de la voluntad de su pueblo. Cuando la invasión a un estado capitalista atrasado es inevitable para defender al estado obrero porque el imperialismo lo ha convertido en una base político‑militar agresiva, deben exigir que inmediatamente se otorgue al pueblo del país invadido las máximas libertades democráticas para que se organice y dirija al país como mejor le parezca. Deben imponer la inmediata federación, política y económica, de todos los estados obreros existentes.

La heroica lucha de los pueblos semicoloniales contra el imperialismo no logrará ninguna victoria definitiva hasta tanto el proletariado de los países imperialistas y de los estados obreros, fundamentalmente el norteamericano y el soviético no se pongan a la cabeza, enarbolando estas banderas de destrucción del sistema imperialista-capitalista mundial.

VI.- Por una política de clase, independiente de la burguesía, sus partidos y sus gobiernos.

En todos los países capitalistas, sean imperialistas o semicoloniales atrasados, predicamos incansablemente a las masas la desconfianza hacia los partidos y gobiernos de la burguesía. Les decimos que no crean una sola palabra de su cháchara demagógica, que sólo busca engañar a los trabajadores para explotarlos con mayor comodidad. Denunciamos al régimen y gobierno burgués de turno como su enemigo principal, puesto que son ellos los que aplican, como agentes políticos del imperialismo y los explotadores, las medidas y planes antiobreros y antipopulares en beneficio del gran capital.

Denunciamos como agentes de la burguesía y del imperialismo a todos los que llamen a apoyar, con el pretexto que sea, gobiernos burgueses que llaman “progresistas” a sectores burgueses que califican de “democráticos”, o a facciones de las Fuerzas Armadas que denominan “patrióticas”.

En caso de golpes de estado o amenazas reales de golpe, impulsamos la más amplia unidad de acción para derrotar a los golpistas, incluso colocándonos en el bando militar del gobierno democrático burgués. Lo mismo hacemos ante las guerras, bloqueos o agresiones de un país imperialista contra un país semicolonial: defendemos al país y peleamos bajo las órdenes militares del gobierno semicolonial o de la guerrilla que lucha por la independencia. Pero en todos los casos criticamos sistemáticamente la política de esa dirección militar, que inevitablemente será equivocada por su propio carácter de clase. Criticamos al gobierno democrático burgués por su incapacidad para enfrentar consecuentemente al golpismo o por su pasividad cómplice frente a los planes imperialistas y oligárquicos. Criticamos al gobierno semicolonial por su inconsecuencia en llevar hasta el fin una guerra antiimperialista o a la dirección guerrillera pequeño burguesa por sus inevitables capitulaciones.

VII.- Luchamos contra el “Frente por la paz social y la democracia”

Combatimos las pérfidas trampas del “frente por la paz social y la democracia”. Explicamos a las masas que la tranquilidad y paz que ellas quieren sólo se conquistarán con la movilización revolucionaria triunfante, porque la miseria y las guerras son consecuencia inevitable del sistema imperialista capitalista. Las “treguas” y “concertaciones” sólo sirven para desmovilizar y dejar las manos libres a la explotación y a los genocidios del imperialismo.

Nos oponemos a los Pactos de la Moncloa de los socialdemócratas y stalinistas con la burguesía española; al Pacto del Club Naval firmado por el Frente Amplio y el Partido Colorado con la dictadura uruguaya. Señalamos la trampa de los Acuerdos de Paz en Colombia, entre gran parte de la dirigencia guerrillera y el PC, y Belisario Betancur. Advertimos del peligro mortal de las negociaciones de la guerrilla salvadoreña con el gobierno de Duarte. Denunciamos el apoyo del sandinismo, el castrismo y los jefes del FMLN al grupo de Contadora, que es una maniobra montada por el imperialismo y las burguesías reaccionarias del área para obligar al FMLN a capitular aún más de lo que ya lo ha hecho por propia iniciativa.

Alertamos a los pueblos del mundo para que rechacen operativos similares al de Contadora, que se ejecutan o programan en otros focos de la insurrección mundial. Ese es el carácter de los acuerdos firmados entre los gobiernos de Angola y Mozambique con el régimen sudafricano para aislar la guerrilla negra y los permanentes intentos de la dirección chiíta de pactar con Israel, Siria y los cristianos libaneses pro‑israelíes contra el pueblo palestino.

VIII.    Contra la diplomacia y los acuerdos secretos

El “frente por la paz social y la democracia” teje una tupida red de negociaciones y acuerdos secretos de las direcciones traidoras y reformistas de las masas en lucha con el imperialismo y los gobiernos burgueses nacionales. Nadie, sabe qué se discute ni qué se pacta. Los pueblos no son consultados sobre nada. Cuando la presión de la lucha obliga a las ‘direcciones a informar, se deforma la verdad hasta hacerla irreconocible.

Así ocurre en la actualidad con las negociaciones entre Reagan y el Kremlin, entre España y la OTAN, entre China y Gran Bretaña por Hong Kong, entre Castro y. el Departamento de Estado, entre Estados Unidos y el gobierno nicaragüense en Manzanillo, entre la OLP y el gobierno israelí. Todo lo que negocia el grupo de Contadora es supersecreto. Y también son secretos los tejes y manejes del Vaticano con todo el mundo.

Las masas deben reclamarle a sus direcciones que toda negociación con el enemigo, con el imperialismo y la burguesía, debe ser pública, discutida democráticamente por los trabajadores y el pueblo y sometida a referéndum.

La lucha contra la diplomacia y los acuerdos secretos deben encabezarla los trabajadores. Ellos deben exigir para la política nacional y mundial lo mismo que exigen todos los días en su fábrica o sindicato: que la dirección informe con quién negocia y qué se negocia, y que se someta el resultado de esa negociación a la aprobación o rechazo de la asamblea de fábrica o sindicato.

Al igual que en la lucha cotidiana contra la patronal, la negociación sólo sirve si hay una movilización que arranque las conquistas.

Cuando la movilización sufre una derrota es lícito y necesario negociar para que sus consecuencias sean lo menos malas posible. Pero en esos casos hay que exigir a las direcciones que digan la verdad, que se trata de un acuerdo desfavorable a las masas porque la lucha ha sufrido una denota parcial, y que la negociación sólo sirve para retomar aliento y salir con más fuerza a la lucha para revertir esa derrota. El que negocia las condiciones de una derrota, le dice a las masas que es un triunfo y las llama a no seguir luchando, es un traidor.

La negociación no puede ser la excusa para pintar al enemigo como amigo de las masas. Una condición de principios para negociar con el enemigo es denunciar sistemáticamente que sigue siendo el enemigo. El que, para negociar, pinta al enemigo imperialista y burgués como amigo de los trabajadores es un felón, por muy necesaria y correcta que sea la negociación en curso. Este es el caso de Castro, el FSLN y el Farabundo Martí, cuando elogian y señalan como amigos del movimiento de masas al conservador ultrarreaccionario Belisario Betancur, a Felipe González y al arzobispo de San Salvador, a quien proponen como mediador entre la guerrilla y el gobierno genocida.

No somos, pues, aventureros opuestos a las negociaciones por principio. Pero denunciamos como traidoras a las direcciones que negocian con el enemigo en secreto, frenan la lucha para negociar, no consultan a las masas, pintan las derrotas como triunfos y al enemigo como amigo ante los ojos de las masas.

IX.- No respetamos los pactos con dictaduras militares y regímenes fascistas

No aceptamos ni respetamos y llamamos a los trabajadores y los pueblos a que no acepten ni respeten ningún pacto firmado con dictaduras militares o regímenes fascistas. Para nosotros son letra muerta el acuerdo de Alfonsín con el chacal Pinochet por el estrecho del Beagle, el Pacto del Club Naval con los militares uruguayos, los acuerdos de Angola y Mozambique con el gobierno de Botha en Sudáfrica.

Llamamos a los pueblos a desconocer la deuda externa que las dictaduras militares contrajeron con el imperialismo en Argentina, Chile, Bolivia, Brasil, El Salvador, Nicaragua... Denunciamos que los nuevos gobiernos “democráticos” de esos países se han comprometido a respetar esas deudas contraídas por dictaduras que no consultaban a nadie. Denunciamos que Castro recomienda al sandinismo y al FMLN que hagan lo mismo: el sandinismo lo hace y el FMLN se compromete a hacerlo si forma parte del gobierno. Denunciamos que las direcciones del pueblo chileno también se comprometen a pagar la deuda de la dictadura cuando derriben a Pinochet.

X.-Por la democracia obrera.

Luchamos por la democracia obrera, contra las burocracias millonarias y mafiosas. Por asambleas periódicas que discutan y resuelvan sobre todo. Por direcciones democráticarnente electas y removibles en forma directa por la base, con rotación periódica para que los dirigentes vuelvan al trabajo junto a sus compañeros. Por un sueldo para los dirigentes que no supere al de un obrero calificado.

Batallamos por la libre afiliación a los sindicatos. Por el derecho de los trabajadores a organizarse en cuantos sindicatos y centrales quieran -‑aunque nosotros proponemos el sindicato nacional único por rama de industria y la central nacional única--. Por la libre organización en tendencias sindicales y por la representación proporcional de las tendencias en la dirección sindical.

Rechazamos la ingerencia del estado, sea capitalista u obrero, en las organizaciones sindicales.

La lucha por la democracia obrera es la misma lucha contra la burocracia, tanto en los sindicatos de los países capitalistas como en los estados obreros. La democracia obrera debe ser la forma de organización de cualquier organización obrera, ya sea sindical, partidaria, soviética o estatal.

XI.-Por la más amplia democracia para el pueblo.

El socialismo revolucionario nada tiene que ver con la burda caricatura de socialismo que ha impuesto la burocracia en los estados obreros. Luchamos por las libertades democráticas bajo el capitalismo y por ampliar al máximo esas libertades bajo el gobierno de los trabajadores y el pueblo.

Exigimos libertades democráticas plenas, de expresión, prensa acceso a los medios masivos de comunicación, organización, cultura y religión. Combatimos contra el estado de sitio y la justicia militar.

Enfrentamos a los enemigos mortales de las libertades democráticas: las bandas fascistas, para-policiales y paramilitares. Llamarnos a los sindicatos y partidos que se reclaman democráticos a enfrentar y destruir esas bandas a través de la unidad de acción en las calles.

Enfrentamos también a los aparatos represivos oficiales de los estados burgueses y burocráticos, que sólo sirven para defender por las armas los privilegios de sus amos. Exigimos la libre sindicalización y organización política de los soldados y suboficiales, única forma de impedir los golpes de estado militares, sean ejecutados por Pinochet o por Jaruzelski. Nos oponemos al monopolio de las armas por una clase o una casta privilegiada: la única garantía de plena democracia es el armamento del pueblo todo.

En los estados obreros luchamos por la destrucción de las dictaduras burocráticas y totalitarias del partido único. Queremos que los trabajadores y el pueblo puedan organizarse en todos los partidos que deseen y expresar libremente sus ideas. Queremos que los obreros tengan sus propios sindicatos, independientes del estado y con derecho a huelga. Queremos la más amplia libertad de prensa, cultural y religiosa. Nos oponemos a cualquier limitación de estas libertades democráticas, que deben ser mucho más amplias que las que brinda el capitalismo, salva para aquellos sectores que se nieguen a defender al estado obrero ante una agresión imperialista o una guerra interna desatada por los contrarrevolucionarios que hayan perdido sus fortunas y privilegios a manos de la revolución.

XII.- La liberación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores.

Esta ya vieja frase de la Primera Internacional sintetiza todos los puntos anteriores. La lucha de los revolucionarios y de la vanguardia proletaria es para que los trabajadores y las masas explotadas se organicen, destruyan al sistema capitalista imperialista mundial, tomen en sus manos el gobierno y organicen política y económicamente a la sociedad como ellos mismos decidan democráticamente. Estamos en contra de toda política y forma de organización que ponga por encima de las masas movilizadas al “partido único” el “comandante”, el “estado socialista” o el “secretario general”.

Confiamos ciegamente en nuestra clase. Si la clase obrera se moviliza y organiza, ella misma será la gran artífice de la revolución socialista mundial, pondrá fin a la explotación del hombre por el hombre, a las guerras, al hambre, a los genocidios y torturas, a las represiones sangrientas, a la burocracia, a la incultura y el embrutecimiento que provocan la explotación, la superstición religiosa y la falta de libertades en todos los terrenos de la vida social e individual.

No creemos en partidos únicos e infalibles, ni en comandantes que “hacen la revolución”, ni en estados que, sofocando a las masas, supuestamente “construyen el socialismo”.

Las masas no pueden jugar un rol pasivo, esperando órdenes de los partidos, comandantes y gobiernos. Ellas son las que ponen su sangre para hacer la revolución y ellas son las que deben dirigir su propia lucha y el rumbo de la sociedad después del triunfo. Aunque algunos partidos, comandantes o gobiernos lideren algunas luchas y obtengan algunos triunfos parciales, son las masas las que deben movilizarse y autoorganizarse. Sólo así se logrará la victoria mundial, que es la única victoria definitiva, la de la revolución socialista.

XIII.- Unir a los revolucionarios para construir la IV Internacional de masas

Históricamente, la Liga Internacional de los Trabajadores es parte del movimiento trotskista. Nuestro movimiento atraviesa una grave crisis, porque las corrientes que lo integran, con la excepción de la nuestra y de algunos grupos y partidos nacionales, capitulan a las direcciones traidoras. La dirigida por Lambert se ha convertido en agente del aparato socialdemócrata, su burocracia sindical y su gobierno imperialista en Francia. La orientada por Barnes y el Socialist Workers Party de Estados Unidos, es parte incondicional del castro‑stalinismo. Ambas han quedado reducidas a grandes sectas en sus países de origen. Ninguna de ellas es una verdadera corriente internacional.

El revisionismo mandelista

La tendencia de Mandel es, junto con la nuestra, una organización internacional. Su fuerza fundamental y casi única está en Europa, donde, por tradición y peso de inercia, es reconocida como la Internacional trotskista.

Pero está en crisis crónica. Hace más de treinta años que viene capitulando a las viejas y nuevas direcciones burocráticas y pequeño burguesas que dirigieron revoluciones o grandes movimientos de masas: los partidos comunistas prosoviéticos, Tito, Mao, Ho Chi Minh, Castro, Guevara, la jefatura sandinista y la del FMLN, sucesivamente. Esta capitulación llevó al mandelismo a abandonar la crítica sistemática a esas direcciones (que compartían la característica común de no ser obreras y de estar contra la revolución permanente), dejando de lado la tarea central: desarrollar en todos los países partidos trotskistas, corno oposición frontal, obrera y revolucionaria, a esas direcciones.

La otra cara de esta capitulación permanente es la estrategia mandelista de hacer programas políticos para la vanguardia, no para el conjunto del movimiento de masas, y proponer la unidad de los “luchadores” en general (sean stalinistas, reformistas u oportunistas), no la unidad de los revolucionarios.

Si el ascenso obrero que recorre Europa no logra que el mandelismo abandone su camino de capitulación a las direcciones del movimiento de masas, esta corriente se perderá definitivamente para la construcción de la Cuarta Internacional.

La Liga Internacional de los Trabajadores

Nosotros, la Liga Internacional de los Trabajadores , no tenemos aún influencia de masas en ningún país, pero somos la más fuerte tendencia trotskista en América latina. No renegamos de nuestra tradición y reafirmamos su punto programático fundamental: hay que construir una Internacional revolucionaría de masas, la Cuarta Internacional, con secciones en todos los países.

Con esta herramienta queremos dirigir hacía el triunfo la revolución socialista mundial, derrotando ante el movimiento de masas a las direcciones enemigas de la revolución: el stalinismo en sus diversas variantes (desde el castrismo hasta el maoísmo), la socialdemocracia, el nacionalismo burgués y pequeño burgués, el sandinismo y la dirección oficial del FMLN, y la burocracia sindical de todo el mundo. A esta colosal tarea llamamos a los grupos, organizaciones y frentes revolucionarios que surgen, al calor de la lucha de masas, en los diversos países.

No somos sectarios y no nos preocupa el hecho de que seguramente los trotskistas seremos minoría en esa Internacional. Al contrario: queremos que miles y miles de luchadores revolucionarios, con sus organizaciones, vengan de donde vinieren, construyan junto con nosotros la Cuarta Internacional de masas.

El frente único revolucionario

La Cuarta Internacional se construirá a través de la fusión de nuestra corriente con organizaciones y grupos que rompan con las direcciones traidoras y reformistas y constituyan frentes revolucionarios a nivel nacional e internacional. La táctica de unir a los revolucionarios en todos los países donde sea posible, construyendo frentes revolucionarios, es una táctica muy importante en esta etapa para la construcción de la Cuarta Internacional de masas.

Nada tiene que ver esta política con el revisionismo mandelista. El frente único revolucionario debe ser la unidad de los luchadores revolucionarios, no de todos los que luchan bajo otras banderas, como la castrista o la sandinista. Es decir que un verdadero frente único revolucionario es aquél que se acuerda sobre la base de un claro programa revolucionario. Sin ese claro programa, se corre el peligro de que tal frente no sea revolucionario, sino una organización centrista, que no sea un paso hacia la construcción del partido obrero revolucionario, sino una barrera casi infranqueable para su construcción.

El frente único revolucionario es, pues, una táctica, importantísima en esta etapa de crisis de las direcciones tradicionales del movimiento de masas, pero nada más que una táctica, que se puede y debe aplicar en algunos momentos y países en la línea de construir la Cuarta Internacional. Más que nunca, la gran tarea a llevar a cabo en todos los países es desarrollar y fortificar la organización trotskista. Sin ella, lo más probable es que no se construyan frentes revolucionarios o que, aun en el caso de que se construyan, degeneren rápidamente hacia el centrismo y el oportunismo capitulador.

El programa del frente único revolucionario

El programa que propone la Liga Internacional de los Trabajadores a todas las nuevas organizaciones centristas progresivas del mundo para construir frentes revolucionarios es un programa para movilizar a las masas. No es, como el del revisionismo mandelista, un programa para la vanguardia de luchadores. Es ‑la síntesis de los objetivos mínimos que los revolucionarios del mundo debemos plantearles a los trabajadores y explotados para que ellos los conquisten con su movilización revolucionaria.

Los puntos fundamentales de tal programa son:

·         Lucha contra la ofensiva de hambre y desocupación que ha desatado el capitalismo imperialista en crisis contra los trabajadores y explotados del mundo.

·         Defensa y apoyo incondicional, hasta el triunfo, a todas las luchas de masas que estallan en el mundo y enfrentan al capitalismo imperialista, sus socios capitalistas y terratenientes de los países atrasados y sus cómplices burocráticos de los estados obreros.

·         La única vía para terminar con el capitalismo imperialista es la movilización revolucionaria de las masas. Rechazamos toda “tregua”, “concertación”, “pacto” y “acuerdo” con el enemigo que sirva para desmovilizar a las masas e impedir que la revolución triunfe. Denunciamos como traidoras a todas las direcciones de las masas que promueven y firman esta clase de componendas con el enemigo de clase de los trabajadores.

·         Estamos por la solidaridad de clase a nivel nacional e internacional. Somos internacionalistas proletarios. Nuestro programa es el triunfo de la revolución socialista mundial sobre el sistema imperialista capitalista en descomposición.

·         Llamamos a los trabajadores del mundo a no confiar en la burguesía, sus partidos y sus gobiernos. A no aceptar de sus direcciones ninguna clase de diplomacia secreta con el enemigo. A no depositar tampoco confianza alguna en los burócratas y las corrientes pequeño burguesas que circunstancialmente pelean en el bando antiimperialista. La revolución socialista sólo podrá vencer sí es dirigida por la clase obrera como caudillo de las grandes masas explotadas, si ésta confía únicamente en sus propias fuerzas y si tiene a su frente a un partido obrero revolucionario.

·         Llamamos a los trabajadores y explotados del mundo a tomar en sus manos el gobierno en todos los países. Ello sólo será posible destruyendo al estado capitalista o burocrático y a su columna vertebral: las Fuerzas Armadas, e instaurando un régimen de democracia obrera.

·         Luchamos por la democracia obrera como el único régimen verdaderamente revolucionario en cualquier organización de los trabajadores: partidos, sindicatos y, estados obreros. Batallamos incansablemente contra todo régimen totalitario que pretenda impedir la libre expresión de las diferencias y posiciones en el seno del movimiento de masas y en las organizaciones políticas y sindicales de los trabajadores.

·         Llamamos a las organizaciones y militantes revolucionarios del mundo que concuerden con este programa a unirse a nosotros. Sólo así las masas revolucionarias encontrarán finalmente una dirección que no las traicione y las lidere en la lucha por la destrucción del imperialismo capitalista, la toma del poder por los trabajadores y la construcción del socialismo en todo el mundo.



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