Indice General

Primer Congreso de la LIT-CI
1985

 

Segundo Congreso Nacional del MAS
1985

 

Intervenciones de

 

Nahuel Moreno

 

Secretariado Centroamericano —SECA—

Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo —CITO—

http ://www.geocities.com/obreros.geo/

mail : [email protected]

Edición electrónica Diciembre 2001

(Tomado de Ediciones Crux, Buenos Aires, 1991)



Indice

Indice

Parte I Primer Congreso Mundial de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT-CI)  1985

Primera intervención: Informe sobre Situación Mundial

Introducción

Situación revolucionaria mundial (I)

Frente Unico Revolucionario (I)

Programa mínimo revolucionario (I)

Segunda intervención

Sudáfrica

Situación Revolucionaria Mundial (II)

Tercera intervención: Respuesta al compañero Harry

Sobre la teoría de la revolución permanente

Cuarta intervención

Países Independientes

Libertades democráticas

Semicolonización de los Estados Obreros

La política de clase del trotskismo (I)

Movimientos Pacifistas

Movimientos nacionalistas y religiosos

Quinta intervención

El carácter de clase del trotskismo

Los acuerdos entre revolucionarios

¿Por que “Cuarta Internacional”?

Situación Revolucionaria Mundial (III)

Frente Unico Revolucionario (II)

Sobre la iglesia

La política de clase del trotskismo (II)

Sobre economía

El fascismo y la contraofensiva imperialista en la actual: Etapa revolucionaria

Sobre la redacción de las tesis

Sobre Afganistán

Cierre del Congreso Mundial

Parte II Segundo Congreso Nacional del Movimiento al Socialismo (MAS) de la Argentina  1985

Informe Internacional

Otras intervenciones

Informe Internacional

Respuesta al compañero Broquen


Parte I
Primer Congreso Mundial de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT-CI)

1985

Primera intervención:
Informe sobre Situación Mundial

Introducción

Antes que nada, debido a que se han hecho tantos apor­tes, sugestiones, modificaciones de forma, etcétera, quiero aclarar el carácter de las Tesis y de paso el de mis respues­tas. Son unas Tesis bien concentradas, muy breves, hechas y escritas exprofeso así.

Nosotros habíamos preparado un informe sobre la situa­ción política mundial que era enorme; yo sospecho que de uno o dos tomos. Es decir, bastante más grande que un libro. Y de golpe nos dimos cuenta de que para los militantes de base de la LIT estaban sobredimensionadas, eran muy docu­mentadas. Abarcábamos cada sector del proceso revoluciona­rio mundial en forma extensa y con citas. Contadora sola era casi un libro. Aportábamos citas de todo tipo para mostrar por qué Contadora era una traición incalificable. En otro capítulo traíamos citas para mostrar el frente contrarrevolu­cionario, etcétera.

Y de golpe nos dimos cuenta de que atentábamos contra la comprensión de nuestros militantes, sobre todo de los militantes más jóvenes, porque en medio de tal cantidad de hechos se perdían las ideas más importantes que queríamos demostrar. Las demostrábamos tan exhaustivamente que se perdían en esa multitud de hechos.

En el Secretariado de la LIT cambiamos radicalmente el enfoque y resolvimos hacer unas tesis lo más cortas y resu­midas posible, para centrar los ejes principales y que eso nos permitiera leerlas con los compañeros de base, discutirlas sabiendo bien cuáles eran esos centros, esos ejes.

En general se han hecho aportes muy interesantes. Quiero señalar por ejemplo a los compañeros de Norteamérica: al compañero Pérez, al compañero Harry -‑que coincide en algunos puntos con el compañero Pérez-‑; [los aportes de] los compañeros suecos sobre el problema de la juventud y otros problemas parecidos; también los aportes de los com­pañeros de Brasil, aun discrepando con las Tesis; los compa­ñeros de Argentina, donde se han hecho muchos aportes tanto en el Boletín Interno nacional como en el internacio­nal. También he recibido -‑y leí sólo la primera parte‑- el documento del compañero Roberto, de Chile, que es muy interesante. Hoy lo voy a rebatir sólo en su primer punto y mañana en todos sus puntos. No he podido leer el aporte y las críticas de los compañeros de México porque hace un rato que me lo entregaron. También hemos recibido aportes de Portugal, de un pequeño grupo de simpatizantes, o amigos -‑no sé bien cómo denominarlos‑-, que se escindió de noso­tros y ahora parece que se empieza a aproximar.

Bueno, hay infinidad de observaciones, para todos los gus­tos. Hay correcciones formales, planteos de modificar la redacción de algunas partes... No voy a responder a esas cuestiones de detalle y formales. Para mí los casos en los que se propone, por ejemplo, “en vez de redactar así redactemos de tal manera” deben pasar al Secretariado o al Comité Eje­cutivo de la LIT. Cuando se está de acuerdo con el contenido de las Tesis, la cuestión formal debe pasar al Secretariado o a una Comisión especial que nombremos acá. Si hay compa­ñeros que consideran que los cambios son muy importantes, pueden proponerse para ser miembros de esa Comisión de redacción definitiva de las Tesis.

Pero no olvidemos que queremos unas Tesis sintéticas, cuanto más sintéticas mejor, porque tenemos el objetivo de que puedan ser estudiadas como tales. No olvidemos que las Tesis van a ser acompañadas por un Manifiesto que es nada más que la otra cara de las Tesis, su popularización, y que va a ser más extenso, más explicativo.

Además de estas cuestiones formales, hay cuestionamien­tos, sugerencias y planteos de importancia, algunos fundamentales.

Vamos a tratar de ponernos más o menos de acuerdo y facilitar la discusión. Para mí hay tres cuestiones fundamen­tales en las Tesis, que son cuestionadas por algunos compa­ñeros: sobre la situación revolucionaria y sus implicancias, sobre el frente único revolucionario y sobre el programa mínimo revolucionario. Creo que eso es lo más importante de las Tesis y que tenemos que discutir en ese orden. Voy a hacer la moción para discutir primero en general y después por puntos -‑es decir, situación revolucionaria, frente único revolucionario y programa mínimo, revolucionario‑- [para que no se mezclen los puntos].

Hay también varios puntos más que han sido cuestiona­dos por distintos compañeros, que no son los fundamentales de las Tesis, pero son importantes.

Uno: sobre la definición de los países como independientes, que es una cuestión que plantean el compañero Pérez y otros más. Dos: sobre la democracia para toda la población. Esto se ha criticado desde distintos ángulos, diciendo que nosotros abandonamos nuestra polémica con Mandel: los compañeros portugueses, en relación con la famosa discu­sión sobre la Dictadura del Proletariado y el Socialismo, dicen que nos estamos acercando a Mandel. Tres: sobre los aliados y nuestra política e inserción con referencia a ellos (creo que éste es el primer punto que toca el compañero Roberto de Chile). Cuatro : sobre el revisionismo y las direc­ciones sandinista y del Frente Farabundo Martí, hay compañeros que plantean que a esto tenemos que darle una enor­me importancia, agregar un capítulo o algo por el estilo. Cinco: los movimientos pacifistas en el Este. Seis: los movi­mientos religiosos y nacionales: el compañero Pérez opina que los movimientos religiosos son reaccionarios y los nacio­nalistas son progresivos.

Es muy posible que los compañeros, al intervenir, agre­guen otros puntos. Pero yo creo que los tres fundamentales, esenciales -‑situación revolucionaria, frente único revolucionario y programa mínimo revolucionario‑-, y los seis que he enumerado son grosso modo los temas más importantes que están en discusión. Son los que pienso responder.

Situación revolucionaria mundial (I)

Vayamos primero a situación revolucionaria.

Ya casi todos los compañeros han escuchado la discusión en el partido argentino y nuestra respuesta, nuestro informe a ese partido.

Nosotros creemos que hay una relación entre el carácter de la época, el carácter de las revoluciones y la definición de situación revolucionaria. Ponernos de acuerdo en el carácter de la época es muy importante. ¿Para qué andar con discu­siones pequeñas cuando a lo mejor la discusión es muy gran­de?

Para nosotros, desde 1943 hasta ahora se abrió una nueva época de la humanidad. No [discutamos] si se abrió en 1917. En principio también estamos de acuerdo; no queremos hacer discusiones por números o fechas. Nosotros opinamos que desde 1943 en adelante la época es diametralmente opuesta a la de 1923‑1943. Es decir: desde 1923 a 1943 lo único que triunfa en el mundo entero es la contrarrevolu­ción, aunque hay revoluciones, hay guerras civiles. Pero lo único que triunfa desde 1923 a 1943 son contrarrevolucio­nes. Y desde 1943 en adelante la época es diametralmente opuesta: en líneas generales lo único que triunfa, que sobre­vive, son grandes triunfos revolucionarios.

Por eso hemos insistido en el mapamundi. Ver cómo era el mapa del mundo en 1941 y cómo es hoy día. Ese cambio en el mapamundi lo lograron las masas revolucionarias. En cambio, el mapamundi de 1941 era producto de la contrarrevolución mundial; ese mapamundi era un triunfo de la con­trarrevolución mundial.

A partir de 1943 la norma, el programa trotskista de hacer la revolución socialista mundial, en un sentido, en una mitad del mundo, ya se cumplió, porque a partir de 1943 las masas comenzaron a hacer la revolución socialista mundial y no a defenderse de la contrarrevolución imperia­lista. Esa fue la más grande, la más colosal confirma­ción de la fundación de la Cuarta, del trotskismo y de la teo­ría de la Revolución Permanente. La apuesta del trotskismo a que las masas trabajadoras del mundo iban a derrotar a la contrarrevolución y abrir una época revolucionaria como jamás se había visto ha sido total y completamente confir­mada por la historia.

Esta época tuvo elementos que nosotros no pudimos prever , pero en un sentido favorables al trotskismo. Noso­tros tratamos de acuñar una frase teórica que queremos que nos digan si es correcta o no: la realidad fue más trotskista de lo que los propios trotskistas habíamos pensado, porque el movimiento de masas fue tan poderoso, tan tremendo, tan colosal en el mundo entero que lo que Trotsky había escrito como una hipótesis condicional, excepcionalísima, fue la ley. Trotsky, que escribió tanto, escribió una sola vez que no esta­ba descartado que, en condiciones excepcionales de crack, de crisis y de ascenso revolucionario del movimiento de masas, los partidos pequeño burgueses fueran más allá de lo que querían y entraran en una dinámica de ir hasta la dictadura del proletariado a través del gobierno obrero y campesino como una etapa. Esto, que para nosotros iba a ser una excepción, fue la ley , por el poderío colosal del ascenso revolucio­nario.

Esto, compañeros -‑fíjense las paradojas de la historia‑-, provocó una situación trágica para el trotskismo. Porque nosotros fuimos los únicos que dijimos: Viene la revolución mundial. [Pero] esa revolución mundial, al agarramos tan débiles, hizo que las masas en algunos lugares, en muchos países del mundo, obligaran a las direcciones traidoras, burocráticas y contrarrevolucionarias a dar varios pasos adelante. Y esos varios pasos adelante se volvieron en contra del trotskismo, [porque] sirvieron al stalinismo mundial, al maoísmo y a las corrientes nacionalistas burguesas y peque­ño burguesas para mantener su prestigio en el movimiento de masas.

No se cumplió una de las leyes fundamentales que noso­tros creímos que se iba a dar: que el ascenso del movimiento revolucionario iba a destruir a los aparatos contrarrevolucio­narios. Esa ley se reveló como verdadera a escala histórica, pero no como verdadera a escala coyuntural, de diez o veinte años. Se volvió entonces en contra del trotskismo. Esta es una de las explicaciones de nuestro marginamiento; quizás haya otras que tengamos que seguir estudiando.

Lo concreto es que la gran crisis de los aparatos contra­rrevolucionarios, sobre todo del centro de todos los aparatos contrarrevolucionarios que es el stalinismo de Moscú, ha tardado varias décadas en expresarse. Está en pleno desa­rrollo, pero no termina de destruir a ese aparato siniestro, maléfico, la sífilis del movimiento revolucionario mundial: el stalinismo de Moscú.

Junto con esto tenemos que señalar que tanto la pequeño ­burguesía nacionalista, limitada, reaccionaria, como los apa­ratos stalinistas, pudieron dirigir revoluciones también por­que surgieron nuevos tipos de revoluciones. O ya existían desde antes, pero el marxismo, basado esencialmente en Europa, no las había estudiado, [como tampoco había estudiado] determinados métodos revolucionarios; esto tene­mos que reconocerlo.

Por ejemplo, dentro de las grandes revoluciones burgue­sas, no sólo existió la Revolución Francesa, que es el punto de referencia de toda la teoría marxista sobre el Estado y la revolución de Lenin y Trotsky. Antes de la Revolución Fran­cesa se dio la Norteamericana, que fue una revolución bur­guesa democrática, pero anticolonial. Es decir, una revolu­ción burguesa contra el centro de la burguesía, que era Inglaterra. Esto no fue estudiado. Después de ella, a princi­pios del siglo pasado se dio la gran Revolución Latinoameri­cana, que fue parecida. Nunca [fue estudiada]. Hay unas pequeñas y lastimosas referencias de Marx, tocando el tema de que Bolívar se quedó en una gran farra en una ciudad, en vez de estudiar el gran problema político y sociológico. Marx nos miraba de lejos, bien a la europea. Esa cita de Marx sobre un coloso de la revolución como fue Bolívar, da ver­güenza. Y no porque sea Marx no lo vamos a decir.

Algo parecido ocurrió ya en este siglo con la Revolución Mexicana. Se estudió mucho la Revolución [Rusa] de 1905, la de Febrero y la de Octubre [de 19171. Pero no hubo un estudio de la Revolución Mexicana, que tuvo un método igual al que se utilizó en la Norteamericana, en la Latinoa­mericana y en la defensa de España de la invasión francesa. Era un método tan importante como el método de la insu­rrección urbana que se había dado en Europa: la guerrilla.

Entonces, tenemos que señalar con toda honestidad que todas estas colosales revoluciones no fueron estudiadas pro­fundamente, ni incorporadas al acervo teórico, político y pro­gramático del marxismo en el mundo entero. [Esto se dio] como consecuencia de su propio desarrollo desigual.

Decimos esto por el carácter de lo que hemos llamado revolución política”, que es el cambio de un régimen político por otro por la movilización del movimiento de masas. Por­que lo que ocurrió en Norteamérica fue un cambio de régi­men político de colonia a independiente, pero no un cambio de régimen de propiedad. Siguió existiendo la propiedad esclavista y burguesa. Nosotros, [el marxismo], no estudia­mos ese problema.

Lo que ocurrió en México, o en Latinoamérica, o en Espa­ña, es un cambio de régimen político. Si [decimos que] en España la guerrilla no logró un cambio de régimen político, quiere decir que la guerrilla española fue [una guerrilla] feudal contra el capitalismo francés de Napoleón, lo cual sería una aberración: fue un cambio extraordinariamente positivo.

Es decir, el marxismo no estudió exhaustivamente las revoluciones políticas porque las más importantes revolucio­nes políticas democráticas ya se habían dado en Europa a partir de la Revolución Francesa, y las que restaban hacer se combinaban ya con las luchas del proletariado.

Trotsky es quien redescubre y retoma esta categoría, sin sacar todas sus conclusiones, para el Estado obrero. El seña­la que hay revoluciones políticas. Pero también había revo­luciones políticas bajo el régimen imperialista y capitalista. Una colonia que se libera del dominio imperialista no es una revolución que cambia el régimen de propiedad, aunque todos nosotros sabemos que es parte de la revolución perma­nente, mundial y del propio país. [Es una revolución] que por sus objetivos inmediatos es democrática, pero no se queda ahí.

Somos trotskistas porque no creemos en las etapas histó­ricas. Pero también lo somos porque creemos que hay distin­tos tipos de revoluciones que se combinan. Si no [lo creyéra­mos] seríamos ultra izquierdistas, luxemburguistas y no trotskistas. El trotskismo, como enseñaba Peng [1] , es la com­binación de distintos tipos de revoluciones en el proceso de la revolución socialista.

Decimos todo esto porque para nosotros todo lo que ha ocurrido en los últimos cuarenta años es un colosal proceso de revolución socialista mundial que ha adquirido distintas formas, que se ha expresado en distintos procesos revolucionarios.

Nosotros creemos, tal cual lo dijimos en el informe para el partido argentino, que la democracia burguesa que hay en Europa -‑Portugal, Grecia, España, en todos lados‑- por una vía directa o indirecta, aun cuando la hemos llamado “bismarkiana” es producto de la movilización revoluciona­ria de las masas mundiales. Negamos que sea una maniobra de los monopolios o del imperialismo. Los monopolios y el imperialismo quieren estados totalitarios. Donde hay demo­cracia, es una conquista histórica del movimiento de masas mundial.

La democracia burguesa en Estados Unidos es una conquista histórica, revolucionaria, de las masas norteamerica­nas desde la Independencia, la Guerra de Secesión y las colosales batallas sistemáticas del movimiento de masas norteamericano para impedir el proceso del imperialismo hacia un estado bonapartista de tipo totalitario.

Entonces, entendamos bien qué es lo que decimos cuando hablamos de que [esta] es una época revolucionaria. Es revo­lucionaria porque hay todo tipo de revoluciones, incluso en Europa.

En Europa hay una revolución congelada, que es la que se abre cuando se derrota a los ejércitos nazis, fascistas. Conge­lada por los aparatos contrarrevolucionarios. Por eso, nues­tra denuncia actual a los aparatos contrarrevolucionarios no es como en la preguerra [antes de la Segunda Guerra Mun­dial], cuando decíamos que los socialistas y los comunistas eran traidores porque eran incapaces de unirse para enfren­tar al fascismo. Hoy en día son mil veces más traidores por­que congelan, parcializan, dividen la revolución mundial, e impiden que se termine de derrotar al imperialismo. Es decir, hoy son traidores a un colosal ascenso revolucionario que dura más de cuarenta años, y antes eran traidores por­que eran incapaces de frenar el desarrollo y avance de la contrarrevolución mundial.

Así hay que ubicar la discusión sobre situación revolucio­naria.

Pongámonos de acuerdo en qué es lo que queremos decir. ¿Por qué decimos que hay situación revolucionaria? ¿Porque creemos que va a haber una revolución de octubre en algún país del mundo? No . ¿Porque va a haber grandes moviliza­ciones revolucionarias, guerras civiles, crisis revoluciona­rias, aunque no triunfen? Sí. Creemos que hay crisis revolu­cionarias y que las va a seguir habiendo. Que hace cuarenta años que no deja de haber crisis revolucionarias y situacio­nes revolucionarias en los países y regiones más dispares del mundo. [Esta situación] abarca todo el mundo. Es lo único que queremos decir.

¿[Significa] que va a haber, coyunturalmente, en uno o dos años, una situación revolucionaria en el Oeste de Euro­pa, o en Norteamérica, o con el proletariado de la URSS? Creemos que no.

¿Qué queremos decir entonces? Que hay un desarrollo desigual del proceso revolucionario mundial. Pero lo que hay que señalar es el trazo grueso. Y no sólo el trazo grueso: toda definición que no es dinámica, es decir [que no señala] para dónde va la situación, no es definición marxista.

Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, Lenin hizo dos definiciones, para nosotros muy correctas. En una se equivocó completamente como pronóstico: [dijo] que por varias generaciones no iba a haber revolución en Rusia. La otra, creemos que fue extraordinaria: [dijo] que había situa­ción revolucionaria al comienzo de la guerra. Opinó que había situación revolucionaria cuando todas las masas apo­yaban a los partidos oportunistas, cuando todas las masas apoyaban a sus gobiernos imperialistas, cuando todos los revolucionarios de Europa entraban en un vagón, cuando las masas iban a la carnicería, eran socialchovinistas, estaban totalmente divididas.

¿Por qué señalo esto? La de Lenin no era una definición [basada en] que iba a estallar la revolución en Rusia. La definición de situación revolucionaria era bien objetiva. Por­que [Lenin] decía: las masas no quieren ser masacradas; si van a la carnicería, a los seis meses o al año van a estar en contra de esa carnicería imperialista; los sufrimientos que les vienen a las masas son inauditos; la crisis que viene para el capitalismo va a ser increíble; la destrucción... Esto es situación revolucionaria.

Y hoy nosotros decimos que la situación revolucionaria actual es más grande que la que definía Lenin en 1915, infi­nitamente más grande.

¿Por qué dije que Lenin no veía la posibilidad de triunfo de la revolución en Rusia? Para demostrar que su definición de situación revolucionaria no dependía de si iba a haber una revolución triunfante o no, sino del estado de conciencia de las masas y de la situación objetiva de la burguesía y del propio imperialismo. Y como Lenin veía dinámicamente que la situación de la burguesía, como crisis, iba a ser cada vez peor, y la situación de las masas también, con miseria y sufrimientos horribles, dijo: Esto es situación revolucionaria. Y nada más . No lleva directo a la revolución. Las masas se van a tener que mover, van a tener que luchar. Y eso solo es situación revolucionaria.

Nosotros creemos, compañeros, que hoy en día tenemos una situación revolucionaria mucho más grande que la de 1915 y que, a su vez, esta situación revolucionaria es la expresión de una época revolucionaria muy superior a la que Lenin definía en 1915.

Si tomamos los años 1875‑1880 como comienzo del ascen­so del movimiento obrero europeo -‑y relativamente del mundial, pero sobre todo del europeo de fines del siglo pasa­do‑-, los cuarenta años que van de 1875 a 1915 son mil veces distintos a los cuarenta años que van de 1943 hasta ahora. No hay parangón entre las dos épocas. Y sin embar­go, no habiendo parangón entre las dos épocas, Lenin decía en 1915 que había situación revolucionaria. Hoy tenemos una época infinitamente superior a aquella otra época, llena de triunfos revolucionarios.

Si se nos rebate hay que hacerlo en base a cómo definimos nosotros.

Bajando bien a tierra. ¿Por qué opinamos que hay situa­ción revolucionaria desde 1968? Nosotros opinamos que desde entonces comienzan los efectos de la crisis económica, social y política del régimen capitalista del mundo entero, acompañado del régimen burocrático mundial. Hay un salto cualitativo desde 1968. Primer fenómeno objetivo: una crisis total, cuyo eje, su línea roja ‑-como decía Labriola‑, es la crisis económica. Comenzó la crisis económica crónica de las grandes potencias metropolitanas imperialistas, acompañada de una crisis total, en todos los aspectos. Segundo : comienza un colosal ascenso revolucionario, con sus flujos y reflujos; desde el Mayo Francés a Checoslova­quia, al Cordobazo en Argentina, el ascenso en Latinoaméri­ca, etcétera, etcétera. Creemos que también la Revolución Cultural fue un reflejo de este proceso -‑y tenemos una extensa documentación en ese sentido‑- [aunque fuera] manipulada por Mao Tse‑tung.

Pero una visión mundial indica que fue un proceso gene­ral: se dio en México, en todos lados. Comienza un ascenso cada vez más rico. Pero este ascenso tiene un retroceso, hasta el año 1975, en el que se produce la más grande victo­ria del proletariado mundial. Depende de cómo se lo mire. Si se lo mira desde el punto de vista geográfico, comparándola con China, [la URSSI o el Este de Europa, no es así. Es una pequeña porción de tierra: el sur de Vietnam. Pero lo que ocurrió en 1975 es algo terrible, un fenómeno completa­mente nuevo. Es la primera revolución obrera que triunfa en el terreno militar directamente contra el imperialismo yan­qui, compañeros. No es cualquier cosa . Es producto de una derrota directa del imperialismo yanqui.

Esto le da un envión colosal al ascenso revolucionario mundial. El imperialismo queda en el aire; no sabe bien qué hacer. El movimiento de masas dentro de Norteamérica, y los vietnamitas con las armas en la mano, derrotan a Nixon, derrotan al imperialismo yanqui. Esto es un hecho nuevo. Es la primera derrota del imperialismo y del capitalismo yan­qui en toda su historia. Nunca habían perdido una guerra. Cambia toda la relación [de fuerzas].

Estamos sorprendidos de que se asusten porque hablamos de situación revolucionaria. [La revolución] se acelera enor­memente. Todos los triunfos: Nicaragua, Irán, Cono Sur... Que hoy en día haya democracia en el Cono Sur se debe a Vietnam. Que haya democracia en Europa se debe a Viet­nam. Que haya democracia en Estados Unidos se debe a las masas yanquis y a Vietnam juntos. Que Nicaragua no haya sido invadida se debe a Vietnam.

[Si no vemos esto], entonces no vemos nada de la situa­ción mundial. ¿O no somos conscientes? ¿O qué creemos, que son fenómenos aislados? La burguesía yanqui tiembla de pensar en otro Vietnam. ¡Tiemblan, no duermen! Están ate­rrorizados de que Nicaragua ‑‑que si quieren la liquidan en tres minutos‑- se les transforme en otro Vietnam. Un segun­do Vietnam es el fin . ¡Hay una situación revolucionaria más que grave! ¿Pero no ven lo que es Nicaragua? Miren el mapa de nuevo, compañeros. Lean sobre la Guerra de las Gala­xias. Todo lo que intenta Reagan y no puede; ya han confesa­do que no pueden. Hasta está saliendo en los diarios. ¿Y por qué no pueden? ¿Porque hay una “situación prerrevoluciona­ria atípica que no sé cómo es”? ¡No pueden porque en 1975 recibieron la paliza del siglo de parte de esa guerrilla! ¡Qué paliza!

Y se abrió la nuestra. Les podemos hacer lo que quere­mos. Son las direcciones las que impiden que les hagamos lo que queramos.

¿Alguno duda de que hay situación revolucionaria? ¿Uste­des saben lo que pasa en Colombia, que es ocultado por la prensa mundial? En Colombia la tercera parte o la mitad del territorio está liberado. ¿Ustedes saben lo que significa en este Congreso la presencia de los compañeros de Pan y Libertad y de A Luchar? Ellos cobran impuestos. Toda la burguesía agraria, todo el que gana más de 5.000 pesos en Colombia tiene que pagar impuesto a los compañeros que están acá representando a A Luchar -‑como el compañero que está aquí y otros que desgraciadamente no están acá‑-. Y Colombia es un país fundamental. Si no hay situación revolucionaria en el mundo quiero que me expliquen qué sig­nifica esto.

Decimos esto de Colombia porque lo conocemos. Esto es así en todo el mundo. Tuvimos que estudiar mucho lo que es la lucha campesina en la India. No lo podíamos creer, es una guerra civil completa. Y gracias a que definimos que había situación revolucionaria [mundial] descubrimos que en Bra­sil había una India. El proceso fue al revés; [digo esto] para que se vea la importancia de la teoría política. Dijimos: Hay una situación revolucionaria colosal desde 1975. En Brasil hay un campesinado colosal. Y les preguntamos a los compa­ñeros brasileros cuando nos visitaron:

¿En Brasil no pasa nada con el campesinado?

Sí. Hay una batalla mortal en el campo.

¿Cómo? ¿Qué hay?

Batallas campales.

¿Y por qué no le dan importancia?

[Los compañeros] eran de los troskos viejos, como noso­tros: sólo la ciudad. Yo creía que [la lucha campesina] tradi­cional era la de] nordeste, pero me dijeron que [esas luchas] eran en el sur, en la zona más capitalista. [El proceso] está entrando en el interior de San Pablo, [que es como si en Estados Unidos habláramos del] Estado de Nueva York, o el de California, Texas o Filadelfia. ¡Y me vienen a hablar de si hay situación revolucionaria! Nosotros vemos así al mundo entero.

Lo del Líbano es increíble. Parecía que Israel ya se lo había tragado. Y nosotros dijimos: No, la ley del bombero loco; hay situación revolucionaria.

Desde ya, hay una contraofensiva de la burguesía, pero lo que obtiene es muy poco. Miren el mapa: ¡La gran victo­ria es Grenada! Da lástima. Parece Cassius Clay, Joe Louis, más todos los campeones mundiales de peso pesado, todos juntos pegándole a un nene de un año y diciendo: Miren la gran victoria que obtuvimos. El imperialismo está muy mal, no es nadie, aunque [esté llevando adelante una] contraofensiva.

Esta es la situación. Para nosotros desde 1968 hay una situación revolucionaria por la crisis económica, por el ascenso y las luchas del movimiento de masas, que cada vez son más crecientes.

Y ha habido tres etapas. Retrocede y levanta, pero la línea es ascendente. [La primera es] 1968, [la segunda es] Vietnam y la tercera, que es la que estamos viviendo ahora, es Irán, Nicaragua, el Cono Sur, que ha originado que, para mí, haya ya un proceso revolucionario, una revolución en marcha en toda Latinoamérica. Hay que terminar [con eso de separar] Cono Sur y Centroamérica.

[La situación en] Colombia es muy superior a El Salva­dor . [En relación] a los compañeros de A Luchar y de Pan y Libertad tenemos que tener objetividad y modestia revolu­cionarias. Los compañeros tienen un alto espíritu de revolucionarios, [al estilo de] la vieja escuela. Detrás de A Luchar, sin nosotros , hay un treinta, un cuarenta o un cincuenta por ciento de las masas revolucionarias en Colom­bia. No [detrás de] nosotros . Modestamente queremos ser parte de ellos. La gran tarea política es que se unifique en un solo frente. ¿Para plantearse qué? La toma del poder, compañeros. Así está la situación en Colombia. Lo único que nosotros pedimos es ser los más honestos de ese frente que ya existe y que hemos ayudado a formar sin ser casi nada.

[Esta] es la tercera etapa. No hay que asustarse por las coyunturas. Hay una contraofensiva imperialista y una recuperación de la economía yanqui. Para nosotros la con­traofensiva por ahora es débil. Logra éxitos, es una contrao­fensiva, pero es débil. No logra quebrarle la cabeza a ningún sector fundamental del movimiento obrero revolucionario. Logra reventar al proletariado reformista controlado por los aparatos burocráticos de Europa y Estados Unidos, que no está en luchas revolucionarias [y donde] hay un gran atraso.

Pero acá viene lo que tenemos que definir por dinámica. [En relación a] la recuperación económica yanqui, ¿hacia dónde vamos? Nosotros opinamos que esto es coyuntural, porque creemos que vamos a una crisis mucho peor. Nos preparamos para eso. No nos preparamos para este mes; lo hacemos para dos, tres, cuatro años. En nuestra perspectiva entra la crisis económica del imperialismo yanqui, que para­liza la contraofensiva: no queda nada, ni de contraofensiva ni de nada. Esta es la dinámica que vemos nosotros.

Entonces [hay] dos factores para definir la situación como revolucionaria: crisis y colosal ascenso revolucionario. Y en un continente entero, que es toda Latinoamérica ‑-a excep­ción de México‑-, hay una revolución en curso total, completa.

Pero hay un tercer factor que hace que la situación para el imperialismo sea tremenda, que es la crisis de los apara­tos contrarrevolucionarios. Ahora sí se dio lo que nosotros, los trotskistas, veníamos esperando. El guevarismo y el maoísmo, unos aparatos, unos sub aparatos stalinistas que a partir de 1968 fueron grandes potencias que arrastraron a lo mejor de la vanguardia [de ese período], ya desaparecieron. El maoísmo y el guevarismo desaparecieron como corrientes del movimiento obrero mundial. Hay infinidad de grandes revolucionarios, luchadores y grupos que se reivindican de Mao, de la Revolución Ininterrumpida, etcétera, etcétera. Pero [están] en la línea de hacer la revolución contra la bur­guesía, no en la línea de la unidad y del bloque de las cuatro clases. Entre otras cosas porque en Latinoamérica, donde están esos maoístas, por más que busquen a las otras tres clases no van a encontrar nada más que una, que son los trabajadores súper explotados.

El aparato contrarrevolucionario stalinista y la Segunda Internacional subsisten, pero también en crisis completa, dejando de lado los votos que sacan. Todavía no ha ocurrido como con el maoísmo; no han desaparecido. No vamos a decir que la crisis ha hecho que murieran, pero sí que están en un proceso colosal de crisis.

Eso es lo que nos lleva a definir la situación como alta­mente favorable para la LIT y como revolucionaria a escala mundial. Es decir, como un proceso desigual a escala mun­dial, pero caracterizado por la situación revolucionaria: la crisis del capitalismo mundial, el ascenso y las luchas revo­lucionarias de los trabajadores del mundo entero y la crisis irreversible de los aparatos contrarrevolucionarios.

Frente Unico Revolucionario (I)

El compañero Pérez respecto al frente único revoluciona­rio dice: “La construcción de la Internacional de masas pasa, pues, en la actualidad, por la construcción de partidos obreros revolucionarios con peso de masas. Ellos emergerán, tal vez, de nuestro propio desarrollo en algunos países, y en otros serán el producto del trabajo de los trotskistas como fracción al interior de partidos laboristas o similares, y en algunos otros podrán emerger del frente único revoluciona­rio con otras corrientes que se desprendan de los aparatos contrarrevolucionarios”.

Para precisar bien las discusiones: hice esta cita porque no concuerdo con ella. Para nosotros el frente único revolu­cionario no es una táctica más, entre varias otras coyuntura­les, para construir partidos revolucionarios de masas. Para nosotros es la táctica privilegiada en esta etapa, que noso­tros definimos como cada vez más aguda, más grave, y que se combina con la crisis de los aparatos contrarrevoluciona­rios. Vemos un ascenso revolucionario de masas cada vez más grande, con una crisis de los aparatos contrarrevolucio­narios también cada vez más grande. Ante esta situación, que se combina con nuestra extrema debilidad, nosotros cre­emos que el frente único revolucionario es la táctica privile­giada, porque inevitablemente se darán y surgirán distintos grupos, corrientes de luchadores que plantearán posiciones revolucionarias.

¿Qué quiero decir con “posiciones revolucionarias”? Que sus planteos contra el Estado burgués y contra toda la políti­ca burguesa serán categóricos.

Decimos que es una táctica privilegiada porque no vemos la menor posibilidad de que nuestros partidos por sí solos se desarrollen, se desarrollen, se desarrollen, y lleguen a dirigir la revolución. El compañero lo baraja como una tácti­ca posible. Nosotros en esta etapa vemos imposible a esta variante.

Algunos compañeros ven esta táctica parecida a la de la unidad de los luchadores, o nombres raros, [como] la “nueva vanguardia de masas” que buscaba Mandel. Mandel plante­aba que había que unirse a la nueva vanguardia de masas. ¿Qué era la nueva vanguardia de masas? Era la vanguardia de 1968 que se había hecho maoísta o guevarista, es decir que había adoptado un programa no revolucionario. Por ejemplo, en Portugal, la nueva vanguardia de masas apoya­ba a una logia militar que estaba en el gobierno, un gobierno burgués hasta los tuétanos, diciendo que era un gobierno progresivo que podía llegar a ser como el castrista. No eran revolucionarios. Era una vanguardia fuerte, de prestigio, que luchaba, pero que luchaba a nivel de sus fábricas, o de sus regimientos o inclusive de las zonas agrarias; pero para una política contrarrevolucionaria de unidad con sectores de la burguesía.

Nosotros combatimos duramente esta posición del compa­ñero Mandel, diciendo que una vanguardia es revolucionaria cuando tiene un programa revolucionario, es decir [un pro­grama] de destrucción de la burguesía en todos sus aspectos, y no de unidad con un sector burgués. Lo que nosotros plan­teamos es lo opuesto de lo de Mandel. Nosotros queremos la unidad con todos los que luchan en el frente obrero, o los que luchan contra el imperialismo en el frente antiimperialista. Pero eso no es el frente [único] revolucionario.

El frente [único] revolucionario es la unidad con todos aquellos que plantean la revolución contra el régimen capi­talista. ¿Por qué somos pesimistas sobre que nosotros solos lo hagamos? Porque ni siquiera la Revolución de Octubre fue hecha por el Partido Bolchevique solo. Esto es bueno que lo digamos, porque pocos lo recuerdan. Primero se unieron al Interbarrial de San Petersburgo, donde estaba Trotsky y que tenía varios miles de los mejores activistas obreros de la Capital y que después fue de lo mejor del Partido Bolchevi­que. Hubo una unidad entre febrero y octubre. Entraron al Partido Bolchevique, [de la misma manera en que] pudieron haberse unido; no fue sólo el Partido Bolchevique. Pero para tomar el poder se unieron a los Socialistas Revolucionarios de Izquierda.

Esto no quiere decir que el frente único revolucionario se puede aplicar en todos lados. El frente único revolucionario más se aplica cuando la situación es más revolucionaria, porque el problema revolucionario es más claro. En Colom­bia es sencillísimo: o se está por Contadora, por la tregua, por el apoyo a Betancur, por todo; o se está en contra y por el derrocamiento de Betancur y la burguesía. El programa del frente único revolucionario es claro, porque es factible.

En otros lados también pueden darse [frentes únicos revo­lucionarios], pero es más difícil, porque la crisis de los apa­ratos, por el momento, todavía no ha dado corrientes fuertes como fueron a escala mundial el maoísmo o el guevarismo. Y quién sabe si [se dan], en la medida en que nosotros nos vayamos fortaleciendo.

Pero igual también pueden darse. A escala de los países, la desconfianza a los aparatos, la crisis, crean el surgimiento de infinidad de grupos que discuten, esbozan posiciones (a veces hasta de derecha). Si se ven esas condiciones, la línea del frente único revolucionario nos obliga a ser muy pacientes para saber discutir, pero tratando de buscar los puntos de acuerdo. Por eso nosotros creemos que es [una tác­tica] privilegiada. Para nosotros el propio entrismo es una variante del frente único revolucionario: es el intento de pac­tar o entrar dentro de una corriente que esboza Posiciones revolucionarias dentro de un partido oportunista.

Programa mínimo revolucionario (I)

Antes que nada quiero hacer un poco de historia para explicar por qué le pusimos “mínimo”. Hay un compañero que plantea, aparentemente con razón, por qué no le pone­mos directamente programa revolucionario. El compañero Harry, sin conocer la historia, ha hecho observaciones que se acercan mucho a la realidad. Ha hecho un análisis muy fino cuando dice que aparentemente son principios socialistas elementales. Le pusimos “mínimo” por eso, porque creemos efectivamente que son principios elementales.

Pero acá llega [el momento de hacer] historia. En nuestra lucha contra el revisionismo pablista y mandelista, de Bar­nes [2] también pero sobre todo de Mandel, nos encontramos con sorpresas increíbles. Hicimos un descubrimiento que nos llevó un tiempo bastante largo.

La Brigada Simón Bolívar le discute a Tomás Borge. Un compañero pide la palabra y le discute fuerte. Borge da la orden de deponer las armas. Hubo una situación violenta. Humberto Ortega dice: “Acá no se discute más, mi arma está lista”, o algo por el estilo, para [amenazar con que] ni bien un compañero hablaba lo mataban. El gobierno sandinista mete presa a la Brigada y nos entrega a la policía pa name­ña, que les da una paliza, tortura a los compañeros: todo acordado con el FSLN. Y sale un comunicado del Secretaria­do Unificado diciendo que eso está muy bien.

Nosotros no podíamos creer lo que leíamos. Podríamos haber sido ultra izquierdistas o ultraderechistas, lo que sea, pero habíamos ido a jugarnos la vida. Lo único que hacíamos era fundar sindicatos y resulta que casi nos matan. Nos metieron presos, nos echaron del país y le dijeron a la policía pa nameña que nos torture. Y en nombre de la Cuarta Inter­nacional [y] del Programa de Transición sale un comunicado público [planteando] que hacer eso está muy bien.

Nosotros dijimos: pero esto ya no es ni marxismo ni trots­kismo ni leninismo. Yo recordé que cuando era joven, los anarquistas, los reformistas y los trotskistas -‑el stalinismo ya justificaba cualquier cosa-‑, todos peleábamos contra la policía. Era sagrado no entregar [compañeros] a la policía.

Recordé que yo milité en un partido socialista reformista íntimamente ligado a Perón. En esa época se discutía [por­que] Perón le había entregado todo el petróleo a una serie de compañías petrolíferas. Nosotros peleábamos diciendo que Perón estaba entregando el país a las compañías petrolífe­ras. En un momento en que yo no estuve en el Comité Ejecu­tivo, el papá de [Armando] Cavalieri [3] -‑doy hasta el nombre porque parece que fuera [una herencia] de padre a hijo-‑, un gran burócrata sindical, bien socialista‑peronista, comprado por el peronismo, dijo: “Yo propongo que acá entre todos hagamos las listas con las direcciones de los contrarrevolucionarios agentes del imperialismo británico, los trotskistas, y se la pasemos a la policía revolucionaria peronista para que los meta presos”. Había un maquinista ferroviario, socialista ultra reformista, al que en las polémicas se le tomaba el pelo llamándolo “socialista de la copa de leche”, porque siempre pedía conquistas tales como dar un vaso de leche o un poco de comida en las fábricas, y nunca peleaba fuerte por salario. [Y este hombre] dijo [algo] que le podía significar la cárcel, porque el régimen de Perón era duro: “Compañeros, son trotskistas, su política es ultra izquierdis­ta y sectaria, pero yo no nací para entregar a nadie a la poli­cía burguesa”.

Mandel sí. Mandel, en cierta manera, nació para entregar a la gente a la policía burguesa. Y no sólo eso: [también] para sacar comunicados felicitándolos. Por eso se dividió la Cuarta.

Entonces recordé que este principio de no entregar [com­pañeros] a la policía burguesa y de estar contra las torturas a los presos, es un principio que, cuando yo era joven, tenían hasta los máximos reformistas. Ahora Mandel no lo tiene.

Por eso es “mínimo”. Es más que mínimo, es un principio anarco [también]. Bernstein estaba en contra. Juan B. justo, el Bernstein argentino, estaba en contra. Mario Pedrosa, el gran trotskista antidefensista [brasileño], estaba en contra. A un policía burgués, nada. ¿Torturas a un revolu­cionario?, nada. Todos ellos estaban en contra. [Pero] había una organización que estaba a favor: el Secretariado Unificado.

[Eso] es de principios. Casi anterior al marxismo; de la época de la Primera Internacional, de 1848. Era un principio de los principios que tenía que ser defendido, ¡y cómo!, por­que nos encontrábamos con que había quienes peleaban por el principio contrario.

Y otro [principio]. Todos, desde Lenin, desde la Revolución Rusa, desde la Segunda Internacional, desde Bernstein, han estado siempre en contra de la diplomacia secreta. La Revo­lución Rusa, de la mano de Trotsky, liquidó la diplomacia secreta. Es un planteo mínimo de los mínimos. Y en México, contra nuestro único voto, el Secretariado Unificado, unido a todo tipo de delegaciones imperialistas, capitalistas, reaccio­narias, torturadoras, votó que estaba a favor del plan del imperialismo francés y de México para Centroamérica. Corríjanme si estoy confundido. El único voto [contrario] fue el nuestro. Dijimos: Estamos en contra de depositar confian­za en un gobierno imperialista [como el francés] y en uno ultra reaccionario como el mexicano: es diplomacia secreta, y además es diplomacia de nuestra clase enemiga. El Secre­tariado Unificado votó [a favor] y dijo que la unidad de acción con todo tipo de imperialismo y burguesía era extraordinaria. Y nos encontramos con que era un principio viejí­simo, mucho más viejo que el Programa de Transición.

Y nos encontramos con cosas mucho más terribles . Todo el marxismo de fines del siglo pasado se hizo en contra de la intervención, de ser funcionario de los gobiernos burgueses, de Millerand, del millerandismo. No se puede ser miembro de los gobiernos burgueses. Kautsky, todos, estuvieron de acuerdo en eso. Y el Secretariado Unificado estaba orgullosí­simo de que Socorro Ramírez fuera miembro de la Comisión de Paz gubernamental en el gobierno de Belisario Betancur, casi de la categoría de ministro de ese gobierno. Repito: una de los cuatro o cinco funcionarios más importantes en la represión de la guerrilla y en la tregua que el imperialismo estaba pactando para que la guerrilla entregue las armas y reventarla. Y el Secretariado Unificado estaba muy orgullo­so de que una de sus figuras más colosales a escala mundial, su más grande dirigente [en Colombia], miembro del Comité Ejecutivo, fuera una alta funcionaria, una agente directa nombrada [por el gobierno]. Todos los días figuraba en los diarios del gobierno conservador, ultra reaccionario, católico hasta el extremo, de sacristía, de Juan Pablo II hasta la médula de los huesos. Sólo la LIT y los compañeros de Pan y Libertad y de A Luchar denunciaron esa mugre política y moral que cobijaba Mandel.

Eso es mínimo . Kautsky estuvo de acuerdo en que no había que entrar [a un gobierno burgués], y ellos entraron a un puesto casi de ministro. Era el centro de la vida política.

Y se apoyaba en Contadora a los gobiernos burgueses. El FSLN, si quiere, tiene todo el derecho a firmar [los pactos de] Contadora; no es ésa la discusión. La discusión es: cómo podemos decir nosotros que tenemos confianza en Betancur, o en el gobierno mexicano o pa nameño, que son gobiernos de clase. Es decir, pasamos la línea de clase. Depositamos con­fianza en nuestro enemigo de clase. Nicaragua tiene derecho a firmar los pactos que quiera. Lo que Nicaragua ‑o el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador‑ no pueden decir a las masas, porque entonces es traición, es que nuestro árbitro, la persona en la que con­fiamos, es Betancur. [Cuando] José N. Duarte dijo que no lo quería a Betancur, entonces dijeron: “El Obispo”. ¡[Llamaron a las masas a confiar en] el Obispo! ¡Eso es traición!

Y traición es que Mandel nos diga que la dirección del FSLN es mejor que Lenin y Trotsky, que nos da lecciones, que tenemos que aprender de ellos, de nuestros hermanos. Es decir: [tenemos que aprender] a torturar a la Brigada Simón Bolívar, a no llamar a Asamblea Constituyente, a no desarrollar la movilización, etcétera, etcétera.

Por eso le pusimos “mínimo”, compañeros. Hace ochenta o cien años eran los principios elementales de todo el movi­miento obrero : reformistas, ultra izquierdistas, los de Pan­nekoek, los de Rosa Luxemburgo, los de los anarquistas en sus distintas variantes -‑terroristas, cooperativistas o colec­tivistas dirigidos por Kropotkin‑-... todo el arco iris del movimiento obrero tenía principios sagrados. Y de golpe hicimos un gran descubrimiento: la pudrición de los aparatos, la pudrición del revisionismo trotskista ha llegado a extremos tan, pero tan nauseabundos , el stalinismo había logrado corromper tanto al movimiento obrero, a los otros partidos y al revisionismo trotskista, que había una sola organización internacional que defendía esos principios mínimos, la nuestra. Y que esos principios mínimos ahora tienen que ser parte del Programa de Transición, porque no hay nadie que los defienda.

Por eso le pusimos “mínimo”. Porque hoy en día entron­can con el Programa de Transición. Hoy no hay nadie que denuncie a quien hace diplomacia secreta, a excepción nues­tra. O a excepción nacional, porque justamente surgen secto­res: sectores de la guerrilla en El Salvador, este proceso fenomenal y colosal que se está dando en Colombia, los com­pañeros de Lutte Ouvriére o del lambertismo en Francia (que en su momento dijeron: “No puede ser, cómo se va a entregar trotskistas a la policía”). Lambert ahora ha aban­donado eso, ya apoya al FSLN y a todo lo que antes juró combatir. Pero quedan los compañeros de Lutte Ouvriére un poco a escala nacional, y muchos otros sectores nacionales que no conocemos. Pero a escala mundial y como política, no como declaración, [sólo quedamos nosotros].

En “Democracia Socialista y Dictadura del Proletariado” Mande] insistió mucho con que, aun en guerra civil, a un contrarrevolucionario que está tirando tiros uno lo agarra y le dice: ¿Cuál es su abogado? ¿Dónde quiere que lo detenga­mos? Nosotros le dijimos que en una guerra civil no se podía actuar así. Pero cuando nos echaron de Nicaragua, Mandel no preguntó dónde queríamos ser juzgados, ni criticó al FSLN porque nos agarró sin abogados y nos sacó a patadas de Nicaragua. Para nada. Se olvidó.

[También en relación] por ejemplo al problema de la inde­pendencia de los sindicatos respecto del Estado. Hoy, a esca­la mundial, somos los únicos que la defendemos. No hay nadie, absolutamente nadie, que la defienda sistemática­mente. Mandel habla de una misteriosa superdemocracia de base que hay en Cuba, combinada con elementos burocráti­cos en la dirección. Pero la Cuarta de Mandel nunca saca un comunicado y no plantea nunca una política sistemática por la independencia de los sindicatos cubanos respecto del Estado cubano.

Justamente por esto nosotros creemos que es necesario un programa mínimo revolucionario. Hemos llegado a tal grado de corrupción que hay que ver por dónde se traza la primera línea para dividimos de todo lo que sirve a la contrarrevolu­ción.

Nosotros hemos seguido el consejo de Trotsky a Mateo Fossa [4] : cuando se reúnen trabajadores, revolucionarios o lo que sea, si no hay resoluciones, puntos para el trabajo en común, se ha perdido el tiempo. Según contaba Mateo Fossa, una vez Trotsky le hizo una crítica feroz porque fueron a un acto en el que no se votó nada. Trotsky le señaló: “Siempre que se reúnan revolucionarios tienen que salir resoluciones comunes para desarrollar la revolución”. Nuestro primer planteo a escala mundial es este programa mínimo revolu­cionario que, aunque parezca mentira, estamos prácticamen­te solos combatiendo por él:

·         Independencia de los sindicatos [respecto] del Estado en todos los países del mundo.

·         Democracia obrera en todos los países del mundo.

·         Desconfianza total y absoluta a la burguesía en todos los países del mundo.

·         Ningún apoyo a ningún gobierno burgués en todos los países del mundo.

·         Contra la diplomacia secreta en todos los países del mundo.

·         Contra la entrega a la policía burguesa ‑-o a cualquier policía-‑ y contra las torturas en cualquier país del mundo.

Desde Nicaragua a la URSS, desde Panamá a Kenia.

Termino esta [intervención] diciendo que esta cuestión del programa mínimo revolucionario es trascendental. Es nues­tra carta de identidad. Los únicos que defendemos hoy en día los primeros principios del movimiento obrero somos los verdaderos trotskistas. Mandel, desgraciadamente, está del otro lado de la barricada, cubriéndose con Tesis como “Demo­cracia Socialista y Dictadura del Proletariado” para mandar a los compañeros a las torturas de las policías burguesas.

Segunda intervención

Sudáfrica

[El compañero Mark plantea] “revolución socialista suda­fricana”. Es revolución socialista sudafricana, sí. Pero ahí también hay una revolución democrática, que para mí es “república negra”. En eso estoy con Trotsky y con toda la polémica sobre Angola que hicimos contra el SWP, defen­diendo la posición de Trotsky. “República negra” es democrá­tico. No está descartado que la revolución democrática sea parte de la revolución socialista; que haya dos [revoluciones] y se unan. Pero que sí haya una revolución democrática: que haya un gobierno de los negros, inclusive de los negros de clase media. Ojo con una línea ultra izquierdista para Africa, porque nos quedamos sin nada y le hacemos el juego al stali­nismo.

Situación Revolucionaria Mundial (II)

Que yo sepa, en la URSS hay una situación contrarrevolu­cionaria, o no revolucionaria. Insisto: hay todo un proceso desigual del movimiento de masas. Puede ser que ese pro­ceso se empareje cuando triunfe la revolución en Estados Unidos. Cuando en Estados Unidos la clase obrera y un par­tido trotskista o trotskizante tomemos el poder, no descarto que en varios países se tome el poder por llamados telefóni­cos: en Paraguay estoy seguro, en Grenada también... Muchos compañeros creen que es un chiste, pero no sé si tal vez se da.

[Pero] no estamos discutiendo eso. Estamos discutiendo el proceso revolucionario hoy en día. Y hoy ese proceso es desi­gual. Hay situaciones no revolucionarias. En los países ade­lantados hay situación no revolucionaria. Se ha congelado o hecho retroceder la revolución en Grecia y en Portugal, que son las últimas que se dieron en Europa. En Norteamérica, la falange más importante del proletariado mundial como concentración y en importancia, no ha entrado en lucha.

De todas maneras -‑no quiero discutir esto porque no sé si es así o no-‑, no sé si la mayor parte del proletariado mundial [está en los países adelantados]. Los economistas marxistas [sostienen] que la amplísima mayoría del proleta­riado hoy en día es agrario. [Lo dice] por ejemplo, Gunder Frank, que es un economista muy serio, cuya documentación es exhaustiva. Es decir que hay un desarrollo capitalista extraordinario en los países atrasados. Como era el de Cuba [cuando se hizo la revolución]. Hay una famosa auto­crítica de Hubermann y Sweezy, planteando que en Cuba era casi todo proletariado, y ellos no se habían dado cuenta de que era así. Un proletariado de país atrasado, que traba­jaba unos pocos meses en la zafra, pero no era esencialmente pequeño campesinado sino proletariado.

Parece que ese es un fenómeno mundial desde hace veinte o treinta años, según Gunder Frank. El dice que la mayor parte de los trabajadores del mundo pertenecen al agrobusi­ness, y dedica a este tema, con una documentación exhaustiva, uno de los capítulos más importantes de su libro. Y no es sólo él, hay otros.

De cualquier manera, [el proletariado norteamericano es la falange más importante], sin ninguna discusión en cuanto al proletariado industrial y en cuanto a los países adelantados.

Pero acá se trata de cómo definimos. Volvamos a discu­tirlo. ¿Definimos descriptivamente y por sectores? En Lati­noamérica la situación es ni siquiera revolucionaria; para mí es una revolución.

Voy a bajar [a tierra], des‑sacralizar el término “revolu­ción”. Por ejemplo, en todos los países latinoamericanos, menos en México, hay revoluciones entre diez y cincuenta veces superiores a la huelga con ocupación de fábricas de Francia en 1936, de la que Trotsky dijo: “Comenzó la revolución”. Digo esto porque con compañeros extranjeros a veces no nos entendemos. Por ejemplo, me hablan emocionados del Mayo de 1968 en Francia -‑para señalar un caso-‑, o de las colosales, extraordinarias huelgas en Italia. Pero no sé si saben que en mi país y en muchos países latinoamericanos ha habido de cuarenta a cincuenta huelgas generales tanto o más grandes que el Mayo Francés, con característi­cas insurreccionales. En los últimos dos o tres años hubo varias.

Digo esto para que tengamos sentido de la magnitud de lo que estamos hablando. Lo mismo en relación a la magnitud de la crisis, del proceso inflacionario... Entonces, ¿cómo defi­nimos? ¿analítica y descriptivamente? ¿en este lugar es así, en el otro así y en el otro así? Definir descriptiva y analítica­mente es la negación del análisis marxista. La definición tiene que ser global y dinámica . No [puede ser] sólo estructura]: acá no es revolucionaria, allá sí. Sino que [hay que definir] globalmente cómo evoluciona la situación.

Nosotros creemos que en la economía mundial hay una crisis crónica. Es una teoría que tenemos desde hace mucho y discutimos con Mandel casi diez años seguidos. Hay unos famosos trabajos teóricos de Mandel, creo que de 1973 y 1974, planteando que la miseria y la desocupación habían desaparecido para siempre y que el proceso revolucionario pasaba por la vía psicológica en la lucha contra la aliena­ción. Nosotros lo hemos citado exhaustivamente en nuestras polémicas con él, porque le decíamos que el capitalismo ya había entrado en una crisis crónica. Bueno, hasta Mandel , que hasta cerca de 1980 decía que nunca más iba a haber un desocupado en el mundo capitalista, hoy dice que Da crisis] es crónica.

Nosotros tomamos estos factores. Es parecido a la guerra de 1914, que para Lenin por el solo hecho de ser guerra pro­vocó una situación revolucionaria. Nosotros seguimos a Lenin. Sí, creemos que Trotsky se equivocó.

Entonces, el problema es global: la situación mundial. Mundialmente, ¿hay crisis económica crónica y esa crisis es cada vez peor, a pesar de que Estados Unidos levantó su eco­nomía? Nosotros creemos que sí, que ese es el principal fac­tor objetivo. Creemos que los estados obreros entraron en una crisis económica crónica. Creemos que ya no hay posibi­lidad de que logren hacer avanzar su economía, aunque ahora, a partir de 1982, han logrado un ligero levantamiento. Pero para nosotros son pequeñas curvas en un proceso descendente.

Entonces, cuando hablamos de situación revolucionaria nos referimos a ese proceso mundial , aunque haya muchos países en los que no se dé esa crisis económica.

En el mundo entero las masas, en su conjunto, están al asalto . Solidaridad no ha podido ser derrotado. 0, mejor dicho, fue derrotado pero no históricamente; sigue su resis­tencia. Este es un hecho colosal compañeros. Es la prime­ra vez [que se produce]. La revolución polaca es para mí una revolución política que comenzó en 1970‑1971 y que tiene sus flujos y reflujos. Es distinta a Hungría y Checoslovaquia, donde aplastaron históricamente. Hay tal situación revolu­cionaria que es la primera revolución política que no han podido aplastar históricamente. ¡Y no le dan importancia! ¿Saben lo que significa eso, no [sólo] para la revolución con­tra la burocracia, [sino] para la revolución europea ? Que el imperialismo y la burocracia todavía no hayan podido derrotar [a Solidaridad], insisto, históricamente, para mí significa que la revolución política sigue. Es al revés de Ber­lín Este, de Hungría y de Checoslovaquia.

Esto se produjo también gracias a Vietnam, es un reflejo. Confirma lo que nosotros decimos de esta etapa y esta situa­ción revolucionaria y explica por qué no ha podido ser derro­tado [el proletariado polaco]. Sufrió derrotas, pero parciales, no históricas. El fenómeno de la revolución polaca es cuali­tativo en relación a las otras revoluciones políticas. A las otras las pudieron derrotar, a la polaca no. Hubo derrotas, pero son parciales . El proletariado polaco está íntegro, no lo han podido derrotar.

El régimen tiene una crisis económica y política tremen­da. Ha tenido que juzgar y meter presos a los que mataron al cura. Es una crisis total, compañeros. Yo estaba en Euro­pa cuando dos lambertistas cayeron presos, y los tuvieron que largar. ¿Les entra en la cabeza que la burocracia tenga que largar a dos trotskistas presos? ¿Y Baluka, al que le tuvieron que dar la libertad? ¿Pero se dan cuenta? Sólo si hay una situación revolucionaria colosal en el mundo en Polonia pueden darle libertad a un trotskista convicto y con­feso que entró clandestinamente. Y le dieron la libertad.

Compañeros, los fenómenos son globales. Es decir, en toda Europa la situación no es revolucionaria, pero en Polonia la situación [política], y también la económica, para la burocracia es muy grave. Hay ascenso revolucionario, resistencia. No pueden derrotar históricamente a ningún sector proleta­rio, y en Europa no pueden derrotar a la vanguardia del pro­letariado europeo, que es el proletariado polaco. La revolu­ción europea es una. Entonces cuando se hable de la situación europea hay que tomar la punta del iceberg y no meterse a hacer caza submarina. [No hay que] ir abajo a ver qué es lo que pasa, sino ver arriba cuál es el síntoma o el símbolo. El símbolo es que en Europa no hay ninguna derro­ta histórica del proletariado, aunque [nuestros enemigos] han logrado victorias parciales. Y hay un proletariado que sigue peleando en gran forma, sistemáticamente. Esa pelea es revolucionaria, porque es contra el régimen . En eso es distinta a la pelea de los mineros ingleses o al resto.

Rectificamos una vieja historia: las cuatro condiciones que daba Trotsky, sobre todo la última -‑[la existencia] de un partido revolucionario-‑, como las cuatro condiciones para la victoria [de la revolución]. [Esto] no es nuevo. Noso­tros hace muchos años que veíamos que había habido triun­fos revolucionarios sin la cuarta condición. Hace mucho que venimos estudiando este problema. Hemos avanzado a tien­tas. Lo hemos planteado. Es un gran problema teórico, como muchos otros.

El problema revolucionario es tan grande que tenemos que ser modestos teóricamente. Empezamos a escribir sobre este problema por dos andariveles, desde hace como veinte años, desde la Revolución Cubana. Hemos avanzado, sí; el compañero mexicano tiene razón, cada vez hemos avanzado más. Ya en Argentina hemos hecho cursos sobre esto.

Nosotros creemos que situación prerrevolucionaria es cuando hay una crisis total del régimen burgués de tipo eco­nómico, que afecta a todos los otros aspectos del régimen, una crisis económico‑social del régimen burgués; y el prole­tariado, aunque no esté en gran movilización ni nada por el estilo, no está derrotado. Es decir, hemos reducido enorme­mente lo que llamamos prerrevolucionario.

Se trata de precisar bien la realidad. Esa realidad que, insisto, es más trotskista de lo que nosotros, los trotskistas, creíamos. Tenemos que estudiar, ver la realidad, tener un análisis profundo, a fondo, etcétera, etcétera.

Tercera intervención:
Respuesta al compañero Harry

Sobre la teoría de la revolución permanente

Tengo miedo de que tengamos diferencias y que no las expresemos a fondo. [Debemos hacerlo] para discutir a fondo y para que no haya la menor maniobra teórica.

Primero: No hacer hoy en todos los países del mundo par­tidos revolucionarios de masas, partidos trotskistas de la Cuarta Internacional, es un crimen político. [Así lo hemos planteado] en las grandes discusiones con Mande] respecto a Centroamérica, específicamente respecto a Nicaragua, [donde] nos exigía que disolviéramos nuestra sección. Eso es un crimen. Estamos totalmente de acuerdo con el compañero.

Segundo : Cuando me refiero a Norteamérica no creo para nada que [en el proceso revolucionario] sea lo último, ni lo anteúltimo. Justamente creo en el desarrollo desigual del proceso revolucionario. En cualquier momento Norteamérica puede ser la primera. Estamos discutiendo [para el próximo período del dos o tres años, hasta el próximo Congreso de la LIT‑CI. No creemos que de acá a dos o tres años esté plante­ada la posibilidad de la toma del poder por el proletariado norteamericano. Nada más que eso. Creemos que en este momento el proletariado norteamericano está atrasado. Absolutamente nada más. Es lo único que yo quise decir y hasta ahí estamos de acuerdo.

Esa es toda la discusión contra los maoístas y los guerri­lleristas. Discrepamos totalmente con su caracterización de que la revolución va del campo a la ciudad y de los países atrasados a los adelantados; que [los países atrasados] tienen que sitiar [a los adelantados]. Creemos en el Mayo Francés y en muchos mayos franceses en todos los países adelantados del mundo y en cualquier momento. Pero con­cretamente, no vemos que se abra esa posibilidad en los dos o tres años que vienen. Pero igual puede ser que se abra, pero será un cambio cualitativo, un salto de la actual situa­ción norteamericana. Eso es todo lo que decimos.

Sobre lo otros puntos sí tenemos discrepancias.

Trotsky opinaba que la Cuarta Internacional iba a ser minoritariamente trotskista. Es parte de la tradición oral del Socialist Workers Party de Estados Unidos. Hansen y Cannon, [que sostenían que ésa era la concepción de Trotsky], han muerto. He consultado con Mandel, Lambert y Pierre Frank para ver si era mentira, cosa que sería rarísi­ma porque Hansen era un hombre muy serio, y me dijeron que efectivamente era parte de la tradición antes de 1940 que Trotsky sistemáticamente decía: “Vamos mal porque somos trotskistas; la Cuarta será grande cuando la amplia mayoría sea no‑trotskista, y nosotros seamos una tendencia minoritaria dentro de ella”. ¿Qué quiero decir con esto? Que no está descartado el surgimiento de grandes partidos de masas revolucionarios que tomen el poder. ¿Por qué vamos a cerrar esa posibilidad?

Discrepamos totalmente con lo que el compañero citó de la Revolución Permanente. Nosotros creemos que la ley que se dio es que se hicieron grandes revoluciones con partidos pequeño burgueses, e inclusive en países donde no intervino el proletariado, como China. Discrepamos totalmente con [la posición de] Deutscher de que el Partido Comunista Chino reflejaba al proletariado chino. El Partido Comunis­ta Chino reflejaba a la burocracia soviética y a la burocracia stalinista china, no al proletariado.

No hay que negarse a [ver] los procesos sociales. Por ejemplo, según la cita del compañero, en Bolivia sólo si el Proletariado hace la revolución y toma el poder se soluciona el problema agrario. Depende de cómo tomemos eso. Si “solución del problema agrario” es expropiar las tierras sin pago y dárselas al campesinado y a sus organizaciones en forma totalmente gratuita ‑‑es decir, lo que hizo la Revolución de Octubre‑-, en Bolivia eso se hizo en el año 1952 con un gobierno burgués.

[Esto] confirma lo que nosotros decimos: la realidad es tan trotskista que las masas logran victorias incalculables que en nuestros papeles sólo se podían lograr con determinadas condiciones. [Pero esas victorias] se lograron sin esas condi­ciones.

En Bolivia se expropió a todos los terratenientes bolivia­nos sin pagar absolutamente nada y se repartió absoluta­mente toda la tierra. Fue como consecuencia del ascenso revolucionario; el gobierno burgués no quería hacerlo ni a cañonazos. Es parte de la revolución obrera boliviana. Los obreros destruyeron al ejército, que desapareció. Las armas quedaron en manos de la Central Obrera Boliviana (COB). El proletariado les dijo [a los campesinos]: “Tomen las tie­rras, y al terrateniente que se resiste lo matamos”. Y toma­ron las tierras. Estamos cansados de escribir eso.

De acuerdo al esquema del compañero, ¿qué significa esto, cómo lo definimos? ¿Les decimos o no a las masas bolivianas: “Vean lo que se puede lograr utilizando el método revolucio­nario, que con esta dirección contrarrevolucionaria lograron tomar las tierras; tienen que seguir movilizándose”? ¿O les decimos: “No tomaron las tierras”?

Vamos a hablar claro, como hicimos con Stephan Just. Stephan Just opinaba que el proceso contrarrevolucionario mundial había culminado con el triunfo de Mao Tse‑tung y la expropiación de la burguesía en China, y que el ascenso revolucionario había comenzado en 1953 porque [en ese año se dio] el primer movimiento contra la burocracia stalinista.

En su discusión con Chen Tu‑hsiu, Trotsky vaticinó que la guerrilla maoísta terminaba en un estado semifascista, que no tenía ninguna posibilidad absolutamente de nada. Y Chen Tu‑hsiu le dijo que no, que el proletariado había desa­parecido socialmente y vaticinó lo que ocurrió después. La realidad fue más trotskista que el análisis de Trotsky, que escribió sistemáticamente que Mao Tse‑tung terminaba en un gobierno burgués de carácter reaccionario. Esto es la ver­dad y hay que decirlo.

No sabemos si en esto estamos de acuerdo con los compa­ñeros.

Nosotros creemos, por ejemplo, que en todo el Este de Europa se expropió a la burguesía y a los terratenientes. Nosotros creemos [que esto se hizo] sin que se cumpliera ninguno de los puntos de las Tesis de la Revolución Perma­nente, que dice que ninguno de estos problemas se puede solucionar sin un Partido Comunista Revolucionario al fren­te. Nosotros decimos que eso no se dio. ¿Estamos de acuerdo o en desacuerdo?

Nosotros opinamos eso. Opinamos que en Bolivia la revo­lución permanente es tan fuerte, tan grande, tan poderosa, que pasa por arriba de sus direcciones traidoras y burocráti­cas y logra maravillas como expropiar, bajo un gobierno bur­gués, a toda la clase terrateniente. Para nosotros ésa era la solución del problema agrario. Solución relativa , porque al estar la burocracia, ésta congela a la revolución y la vuelve en contrarrevolución. Al estar la burguesía se vuelve al régi­men burgués. Los campesinos bolivianos están en el desas­tre porque sigue el régimen capitalista. Por eso los aparatos contrarrevolucionarios cumplen un rol funesto.

Pero no podemos discutir la realidad porque entonces no nos entiende nadie. Si nosotros en 1952 íbamos a Bolivia y les decíamos a los campesinos: Tienen que tomar las tie­rras, porque el programa de la Revolución Permanente dice que con direcciones no revolucionarias, si no dirige el prole­tariado y si no se toma el poder, no se puede [tomar las tie­rras]”, nos iban a mirar como a locos. ¡Si ya tomaron las tie­rras! Tenemos que hablar un lenguaje que lo entiendan, compañeros, que es el de la realidad.

Nosotros insistimos absolutamente en esto, que es uno de los motivos que explican por qué duraron tanto las direccio­nes burocráticas. Si no, no se entiende.

Nosotros somos totalmente marginales porque en una etapa se confundieron los grandes triunfos del movimiento de masas con las direcciones, que fueron más allá de lo que querían. Lechín decía: “¿Vieron que entregamos las tierras”?; cuando Lechín nunca quiso entregar las tierras. Fueron las masas obreras y campesinas las que repartieron las tierras, y cuando ellos vieron eso dijeron: “Estamos a favor”. Debido a esos grandes triunfos se provocó una confusión. Las masas dije­ron: “Son esas direcciones las que nos dieron esos triunfos”.

Digo esto para combatir mejor a la burocracia. Si no, estamos confundidos. Las masas han logrado triunfos colo­sales. [También] se han provocado derrotas increíbles: la de Indonesia, la de Brasil, la de Argentina, la de la burocracia instaurando regímenes contrarrevolucionarios stalinistas en el Este de Europa y después en China. En todos los lugares donde la burocracia triunfó, terminó imponiendo sistemas contrarrevolucionarios; pero siempre sobre la base de desviar y congelar grandes triunfos. Después de los triunfos han logrado dar marcha atrás. Se pusieron al frente de esos triunfos a regañadientes, para mejor desviar, frenar y aplas­tar el proceso revolucionario. Pero el proceso es tan grande que no han podido lograr eso. Hoy son muy pocos los luga­res en los que hay regímenes directamente contrarrevolucio­narios: de tipo burgués.

Tenemos qué insistir en que la realidad fue más trotskista de lo que Trotsky creía. El creía que, como excepción, hipoté­ticamente, partidos pequeño burgueses podían llegar a expropiar a la burguesía, o lograr la revolución agraria, o la liberación nacional. Y se lograron liberaciones nacionales, revoluciones agrarias y expropiación de la burguesía con direcciones pequeño burguesas y, a veces, sin la dirección del movimiento obrero.

Podemos estar equivocados o no. Pero eso es, con toda cla­ridad, lo que pensamos. Eso es lo que nos permitió interve­nir en Nicaragua. Y no es casual que nuestra organización haya sido la única que vio [el proceso] nicaragüense. Eso fue lo que nos permitió vaticinar que ganaba la guerrilla nicara­güense, cuando el Secretariado Unificado había abandonado totalmente a la guerrilla nicaragüense porque creía que en Latinoamérica ya no había más guerrilla. Y nosotros, los que estuvimos totalmente en contra de la guerrilla guevarista en el año 1969, en este caso dijimos: “Sí, desde la muerte de Chamorro se transformó en una guerrilla de masas no prole­taria, va hacia el triunfo, va hacia la derrota de Somoza”.

 

Cuarta intervención

Países Independientes

Entre ayer y hoy salió el Boletín No 6 con dos aportes muy importantes: el del compañero Roberto de Chile y el de los compañeros mexicanos. Son dos documentos llenos de suge­rencias y preocupaciones teóricas muy ricas, que también tendré que tomar en cuenta en mi respuesta.

Sobre los países independientes hay observaciones de dis­tinta índole. Por ejemplo, una: que son relativamente inde­pendientes. Otra, de los compañeros mexicanos: que a los países se los define por su estructura económica‑social ade­más de política. Me parece que tenemos que ponernos de acuerdo en el carácter de nuestro documento. Es una tesis lo más resumida posible. Hay compañeros que nos hacen obje­ciones basados en viejos documentos de nuestra tendencia, o del PST o el partido argentino, que todos conocemos y no vamos a repetir. En las Tesis nosotros queremos dar la sus­tancia de la situación actual y no, por ejemplo, hacer una definición definitiva del carácter de los distintos países. Las definiciones que damos en las Tesis son para que sirvan para comprender la realidad actual y darnos una política.

Lo mismo con situación revolucionaria. No queremos una discusión etimológica ni nada por el estilo. Ni [entrar en] las distintas definiciones que hay de crisis revolucionaria y de situación revolucionaria. Queremos que se tome lo que noso­tros decimos: que hay crisis crónica de la economía, grandes luchas del movimiento obrero y además una crisis de los aparatos contrarrevolucionarios. Nosotros llamamos a eso situación revolucionaria. Si alguien opina que no hay crisis crónica, que no hay grandes luchas del movimiento de masas en el mundo -‑es decir, que el imperialismo no puede dominar a las masas‑- y que no hay crisis de los aparatos superestructurales, [que venga] a discutir con nosotros y nos diga: “Estamos en contra de que la situación sea como uste­des dicen”. Pero no queremos discusiones etimológicas.

Lo mismo respecto a los [países: si son relativa o absoluta­mente] independientes. Por ejemplo, en esta discusión de si es relativo o absoluto están los compañeros que dicen que hay que poner “independientes relativamente” porque económicamente son dependientes. Todo es relativo. Los esta­dos obreros también son independientes del imperialismo, pero relativamente [dependientes], o dependientes, en el mercado mundial capitalista. Así, cada definición sería una página.

Desde el punto de vista marxista toda definición es una relación. Se define en relación a qué. Como aquel famoso error de Lenin -‑relativo para mí-‑ cuando, en una discusión respecto a los sindicatos, dice que la URSS no es Estado obrero. [No es] que Lenin sostuviera que la URSS no era un Estado obrero. El quería subrayar todos los aspectos no obre­ros que tenía el Estado, la URSS, porque estaba discutiendo la definición y dándola en relación a los sindicatos, al movi­miento obrero ruso. Y como Lenin opinaba que el movimiento obrero ruso debía defenderse de los rasgos burocráticos de la propia dictadura de proletariado, llegó hasta a decir que [la URSS] no era un Estado obrero. A los quince días, o a las pocas semanas, rectificó él mismo el acta de esa discusión, pero precisándola. En cambio cuando comparaba, relacionaba a la URSS con el mundo capitalista decía: “Patria del Socialismo”, “Estado obrero” etcétera. Y sin ser la patria del socialismo, porque, a su vez, cuando hacía documentos teóri­cos, aclaraba que todavía no estábamos en el socialismo, que estábamos lejos de la meta. Nos volvíamos locos discutiendo sobre [las definiciones de] Lenin. Cuando se refería a los paí­ses imperialistas decía “Patria del Socialismo”; cuando se refería a los pobres obreros que tenían que defenderse, decía que no era ni un Estado obrero, que era una inmundicia.

Para un marxista toda definición es en relación a algo . Y es instrumental, para una política.

¿Qué queremos expresar cuando decimos que [un país] es independiente? Primero, creemos que estamos dando un con­cepto, una categoría correcta. Tan correcta que significa que el imperialismo está viendo cómo revienta a todos esos paí­ses independientes. Por eso los englobamos con los Estados obreros. Están siendo agredidos directa o indirectamente por el imperialismo. Este fenómeno hay que explicarlo. Si noso­tros decimos que son “relativamente” [independientes] no se entiende a los contras en Nicaragua, no se entiende a la gue­rrilla sudafricana e imperialista en Angola, no se entiende a la guerrilla y a los bombardeos de los puertos de Mozambi­que, no se entiende el derribo de aviones de Libia, no se entiende la guerra de Irak contra Irán, no se entiende abso­lutamente nada de la política internacional actual.

Hay una política sistemática del imperialismo [hacia] todos esos países, para tratar de voltear a los regímenes existentes u obligarlos a que vayan hacia atrás. Por eso les decimos independientes. Porque son los que están sufriendo o en cualquier momento van a sufrir la agresión imperialis­ta. Pareciera que los compañeros no se dieran cuenta. Es [un fenómeno] cualitativo. Es totalmente diferente, no tiene nada que ver con Argentina, Brasil o Túnez, que son países semi coloniales, que [también] son dependientes económicamente. Todos los países del mundo son dependientes econó­micamente del mercado mundial en mayor o menor grado. Estos [últimos] países, más.

Al decir independientes queremos decir que no son servi­les a las órdenes políticas del frente imperialista. Por ejem­plo, tenemos muchísimas dudas de que si hay un ataque en regla de toda la burguesía latinoamericana contra Cuba, Nicaragua [lo secunde] hoy en día. Opinamos que no. Eso es independencia total del imperialismo, no relativa. Es trin­chera de enfrente.

De este análisis, de esta definición, surgen consignas. Defendamos a Nicaragua independiente; Defendamos a Libia del ataque del imperialismo francés o norteamericano; Fuera las manos de Irán; etcétera, etcétera. Independiente­mente de los gobiernos ultra reaccionarios que tienen casi todos esos países. Todos ellos son producto de la movili­zación de las masas, no de las direcciones que tienen. Por eso nosotros creemos que sí son independientes.

Hay que reforzar esa caracterización. [Es] transicional; no pueden seguir siendo independientes.

Nos gusta el análisis de los compañeros mexicanos: [dicen] que muchos de estos regímenes son parecidos al de Nasser y Perón, pero mucho más avanzados. No sólo nos gusta, es el mismo que hacemos nosotros. Nada más que en una etapa de colosal ascenso revolucionario, como grandes conquistas del movimiento revolucionario y no como gobier­nos bonapartistas que fueron a buscar el apoyo del movi­miento de masas. Son las masas las que han logrado estas colosales conquistas y son las direcciones las que las ponen en peligro, las negocian todos los días con el imperialismo, o las direcciones stalinistas. Es decir, no sólo [la definición de] independientes sino, para la LIT, una política: la defensa de esa independencia. Frente al imperialismo: ¡Viva Nicaragua libre e independiente!

Para resumir lo anterior. Ponerles “relativo” o [algún otro] adjetivo, calificarlos, elimina la magnitud del problema. Tie­nen direcciones contrarrevolucionarias, pero como fenómeno, como país ‑-estamos definiendo al país, a la nación‑- es un tipo de países cualitativamente distinto a los otros, que no siguen al imperialismo directamente. La revolución mundial ha logrado que hayan salido de la órbita imperialista. Por ejemplo, yo no creo que el imperialismo le haya dicho a Komeini y a su movimiento que secuestre a los rehenes de Irán. Nadie me convence de que estar negociando meses y meses para ver si le devolvían los rehenes fue una parodia de Carter. Para mí el imperialismo e Irán estuvieron fuerte­mente enfrentados; incluso con su gobierno, con un gobierno bien reaccionario en Irán.

Libertades democráticas

Vamos a otro problema, el de la democracia para toda la población, que entronca con nuestra polémica con Mandel en “La Dictadura Revolucionaria del Proletariado”. Aclaro que nosotros creemos que seguimos siendo consecuentes con esa polémica.

Los compañeros mexicanos hacen una formulación intere­sante sobre este problema, con la que no coincido. Ellos dicen que esta parte tenemos que redactarla así: “Lucha­mos por la democracia obrera. En cambio las libertades para la burguesía y pequeño burguesía serán limitadas por la dictadura proletaria o el gobierno obrero y campesino, tal cual las limitaron los bolcheviques bajo Lenin y Trotsky, o directamente serán anuladas cuando intervengan en accio­nes armadas pro imperialistas contra la dictadura revolucio­naria internacionalista del proletariado”. Nosotros discrepa­mos con esto. Se parece a las críticas que hace Pérez. Igual es una formulación cuidadosa; una buena formulación den­tro de un análisis equivocado.

¡Vean ustedes qué contradicción entre el programa y lo que plantea el compañero! El dice que hay que sacar un pro­grama de tres puntos fundamentales, para toda la LIT, para todo el mundo. En el punto dos plantea “Libertades demo­cráticas sin límites” , que es lo mismo que decimos nosotros. Vemos la siguiente contradicción en los compañeros mexica­nos: que ellos plantean esto para el régimen del PRI en México. Y si de verdad somos cuartainternacionalistas y no mentimos a las masas, decimos: “Queremos libertades demo­cráticas sin límites bajo el régimen burgués y libertades democráticas con muchos límites cuando venga nuestro régi­men”. Si decimos de verdad qué es lo que piensan los compa­ñeros, los veo bastante mal para convencer a alguien. Puede ser que consigan a alguien en el manicomio; incluso varios, que van a decir que nos pueden aconsejar porque son Lenin o Trotsky, pueden hacer una ampliación teórica.

[Este planteo], de libertades democráticas sin límites [bajo el régimen burgués] y con muchos límites cuando el proletariado y nosotros lleguemos al poder, es bastante con­fuso.

Antes que nada, hay que distinguir entre la norma y la realidad, el programa y la teoría. Este problema, este lío que tienen los compañeros mexicanos, como todos los que hacen estas críticas, se debe a que no distinguen entre las normas y la realidad, el programa y la teoría.

Trotsky tocó mucho este problema. La NEP no estaba ni en un solo renglón del programa del Partido Bolchevique y sin embargo tuvo que ser hecha. El primero en verlo fue Trotsky, que tardó como un año en convencer a Lenin de que había que aplicarla.

La realidad desajusta u obliga a aplicar las normas con modificaciones, con rectificaciones. ¿Pero eso quiere decir que la norma no es importante? No. Justamente es una norma. Cuando nos desviamos de ella explicamos por qué. Pero por ser una norma, tiene que ser una garantía de que volvamos [a ella] apenas se pueda, de que toda nuestra polí­tica es ir hacia ella .

Lo mismo respecto a la norma y la teoría. Por ejemplo, no está descartado que, cuando tomemos el poder en un país súper campesino y con un campesinado muy atrasado, demos cinco votos a cada obrero y un voto a cada campesino, o algu­na variante por el estilo. Los bolcheviques hicieron una Constitución dándole primacía, o tendiendo a dársela, a la clase obrera. Pero Lora en Bolivia dice que no se presenta a elecciones porque habría que darle muchos más votos a los obreros que a los campesinos. Bolivia es un país campesino. Conclusión: lógicamente, los campesinos quieren matar a los trotskistas de Lora. Porque nadie convence a ningún campe­sino ‑-excepto algún campesino que se haga lorista‑- que cinco [campesinos] tienen que poner un solo voto en una urna, mientras en cambio el obrero sí va solo y vota por su propia cuenta. Imaginen entre otras cosas la pelea entre los cinco campesinos para ver quién decide a qué candidato se vota.

La realidad nos puede obligar a eso, pero hoy nosotros jamás vamos a decir: Elecciones con voto calificado, cada obrero lleva cinco votos y los campesinos un solo voto ‑-o variantes como las de Lora-‑. No es nuestra norma progra­mática, no es nuestro programa. En teoría, si hiciéramos un trabajo teórico, podríamos señalar las distintas hipótesis, variantes, combinaciones científicas, etcétera. Por ejemplo, todo ese análisis que hizo el compañero Mandel sobre la democracia socialista a corto plazo con teléfonos electrónicos por los que se consultaba [a toda la población], etcétera. Son disquisiciones teóricas de tipo hipotético. Desde ya justifico que [eso] se haga desde el punto de vista teórico, pero yo estaría totalmente en contra de que un documento de tipo teórico hipotético con teléfonos cibernéticos y democracia de galaxia, etcétera, etcétera... Estoy totalmente en contra, en Bolivia o Argentina, donde los teléfonos no andan nunca, de plantear que la democracia va a ser a través de los teléfonos, que antes de votar nos van a responder todas las preguntas que queramos, como [lo hace] el famoso documento de Man­del sobre democracia socialista.

Nuestra discusión con Mandel sobre dictadura del prole­tariado fue en un terreno teórico. En ese documento teórico nosotros decíamos que, como teoría, era un crimen creer que no iba a haber guerras civiles, que para la dictadura del pro­letariado no iba a haber problemas e iba a ser todo pacífico, reformista, y que si había problemas la dictadura del proletariado tenía que defenderse coartando las libertades demo­cráticas. Pero terminábamos el libro y el documento --que fue documento de la Fracción Bolchevique‑- diciendo que la norma, la tendencia, la línea, era dar libertades absolutas a los trabajadores y todas las libertades posibles, relativas, a los no trabajadores.

Por otra parte, los compañeros mexicanos en su cita hablan de Lenin y Trotsky. Cuando Lenin y Trotsky tomaron el poder dieron todo tipo de libertades, incluso a los kadetes. Eso es justamente lo que reivindicamos nosotros en un país atrasado. Nuestra discusión con Mandel fue de tipo teórico y la seguimos reivindicando más que nunca; sobre todo las conclusiones finales.

Pero éste es el aspecto más general y menos importante. Alrededor de esta discusión hay un problema político funda­mental, de vida o muerte. Los compañeros dicen que hay que levantar ya el programa de que cuando nosotros tomemos el poder les vamos a quitar casi todos los derechos democráti­cos a sectores de la clase media y burgueses. Si planteamos la norma que dicen los compañeros, nosotros creemos que estamos casi condenados al fracaso. Esta es una discusión fundamental, de tipo político, programático, no teórico. [Plantear] que la dictadura del proletariado y la clase obrera van a dar más libertades que las que dan los regímenes democrático‑burgueses más democráticos no es un problema táctico. Esa es la esencia, la norma programática fundamen­tal. Alrededor de esa norma programática fundamental quizá se juega el futuro de la revolución mundial, porque tiene que ver con el proletariado de los países más avanza­dos. Jamás podremos convencer a favor de la revolución socialista al proletariado norteamericano y europeo, o de la revolución política al proletariado ruso o polaco, si no demos­tramos que nuestra lucha es para lograr ampliar, y no limi­tar más, las libertades democráticas que tienen bajo el régi­men burgués e imperialista. Alrededor de este punto ‑-y también del Programa de Transición, de la respuesta a sus necesidades más profundas‑- se jugará la posibilidad de ganar la conciencia de los trabajadores occidentales por un lado, y por el otro de los trabajadores que, en los Estados burocráticos totalitarios, están bajo el dominio del partido único, de un régimen totalitario sin ninguna libertad.

Por eso dentro de la URSS o de China estamos también por la autodeterminación nacional. Porque somos los campeones del desarrollo máximo de todas las libertades demo­cráticas a escala del planeta. Y ésta no es una Posición demagógica, sino que de verdad es la norma programática. Si la realidad nos obliga a salirnos de ella es para volver a tomarla.

Es una norma programática como el derecho de fracción o tendencia, que el Partido Bolchevique se vio obligado a limi­tar por la guerra civil, para volver a restablecerlo al poco tiempo, según Trotsky (el stalinismo utilizó esto después para no restablecerlo nunca más). Pero la norma programá­tica es que en un partido marxista revolucionario hay demo­cracia interna, la más absoluta democracia interna para dis­cutir y formar fracciones y tendencias.

Por eso nosotros rechazamos esta segunda observación de importancia a las Tesis. Seguimos creyendo que cuando el proletariado, y sobre todo el de los países adelantados, ter­mine de liquidar al imperialismo y al capitalismo, cuando le aseste el golpe de muerte, se abrirá la etapa de mayores libertades que haya conocido la humanidad. Luchamos por eso y ése es nuestro programa en el terreno de las libertades democráticas. Así lo decimos y así lo vamos a hacer.

Además hay una libertad que es sagrada para la dictadu­ra del proletariado: la libertad de prensa, de expresión. Por­que se vuelve un barómetro para saber cómo está el movi­miento de masas y medir la influencia de los distintos sectores. Cuanto más ampliamente esté garantizada por la propia dictadura del proletariado la libertad de prensa y expresión, mucho mejor informado va a estar el gobierno.

Semicolonización de los Estados Obreros

El documento del compañero Roberto plantea considera­ciones sobre la semi colonización de los Estados obreros y la revolución política que en general hago mías. Ese es nuestro criterio, nuestra opinión. Si de las Tesis se desprende lo contrario, entonces habrá que corregir las Tesis.

Nosotros creemos que hay un proceso [de semi coloniza­ción] iniciado. [Pero] creemos que por el momento no hay ninguna posibilidad de que el imperialismo logre semi coloni­zar a ningún Estado obrero, justamente porque hay un proceso revolucionario. Este proceso es de semi colonización, y en otro sentido de submetrópolis. Ninguno de los dos proce­sos puede llegar hasta su fin, culminar, dar el salto cualitati­vo si no hay una contrarrevolución, es decir el triunfo de un golpe contrarrevolucionario. Creemos que estamos lejos de eso [más bien es] todo lo contrario: la penetración del impe­rialismo, que todavía no es absoluta ni nada por el estilo, va a acelerar las contradicciones del régimen burocrático. No coincidimos un poco -‑no sé si en este documento o en otro-- ­con el análisis de Jaruzelski como gobierno bonapartista. Nosotros creemos que en el gobierno de Jaruzelski ya hay un poco de influencia imperialista. Pero son discusiones de detalle. En general, repito, coincidimos totalmente con lo que plantea el compañero Roberto. Es el criterio de las Tesis. No podemos incorporar todo porque las Tesis son pequeñas. Veremos cómo lo redactamos para que no haya dudas.

La política de clase del trotskismo (I)

Tenemos discrepancias con el primer Punto del documento del compañero Roberto de Chile, sobre la revolución mundial y nuestra construcción.

Esta es una discusión muy importante. Opino que es la otra cara de algunos compañeros sectarios que siguen opi­nando que se dieron exactamente los pronósticos de Trotsky.

Ustedes saben -‑lo hemos repetido infinidad de veces, tenemos la grabación-‑ que Stephan Just opina que se cumplió milimétricamente el pronóstico de Trotsky, de que en 1948 íbamos a ser millones y millones de militantes. En 1948 yo estaba en Francia. Esa sección había entrado en cri­sis y habían quedado veinticinco militantes. Todos los trots­kistas en el mundo seríamos unos ochocientos, o mil, el ochenta o noventa por ciento de ellos en Estados Unidos. Nuestro grupo era uno de los más fuertes del mundo y tenia cien. Otras secciones grandes eran la francesa --que había quedado reducida a veinticinco-‑ y la inglesa. Cuando hici­mos la CI‑CI quedamos anonadados, porque señalamos que ese pronóstico no se había cumplido, ni siquiera ahora, y Stephan Just nos explicó detalladamente cómo, inconscien­temente, millones y millones en 1948 eran trotskistas.

Nosotros insistimos en que la realidad fue más trotskista que lo que nosotros los trotskistas preveíamos, e insistimos en que los aparatos contrarrevolucionarios encabezaron revoluciones, desgraciadamente todas las revoluciones. Insistimos también en que hubo sectores no obreros, o semi­ proletarios, que fueron la base social de las revoluciones. Pero no el proletariado industrial. Por ejemplo, China. Y en otra revolución: el norte de Vietnam era la zona no obrera. El trotskismo era fuerte en Saigón, todo el norte de Vietnam era de pequeño campesinado. Esa era la base social de la revolución.

Seguimos creyendo que [lo que] se dio fue una expresión del desarrollo desigual y combinado: una clase cumpliendo o desarrollando las tareas de otra clase. Hoy en día la clase históricamente destinada a tomarlos destinos de la humani­dad es el proletariado. A escala mundial, cualquier sector explotado -‑pequeño campesino u otro‑- que avance, está abriendo el camino al proletariado.

Creemos que se dio la ley del desarrollo desigual y combi­nado.

Y estamos en contra del sectarismo. Creemos también que hubo muchas guerrillas y que el Programa de Transición no tocó ese método. Seguimos creyendo que [esa] fue una lagu­na muy importante , porque hubo grandes revoluciones a través de guerrillas.

Es muy importante señalar esto, porque si no lo hacemos, quedamos muy mal ubicados para luchar contra los apa­ratos contrarrevolucionarios. Siempre creímos y seguimos creyendo que los aparatos contrarrevolucionarios son cada vez más contrarrevolucionarios, y no dejan de serlo por­que dirijan revoluciones. Este es el elemento por el que siempre Mandel y Pablo (que nos odia más que a nadie) nos calificaron de sectarios, ortodoxos maniáticos, trotskistas fanáticos, etcétera, etcétera.

Porque hay que ver el rol mundial, global [de esos apara­tos]. Así como para ver si hay una situación revolucionaria hay que ver el mundo, al stalinismo hay que verlo en el mundo. Si el capitalismo y la contrarrevolución capitalista existen en el mundo, si Europa no es socialista, es por la contrarrevolución stalinista. Eso es el stalinismo.

Por algo tenemos empeñada esa discusión ultra teórica con el camarada Mandel sobre por qué se produjo el boom [económico de posguerra]. Según él se produjo por el nazismo, que bajó a un tercio los salarios del proletariado alemán, y por la guerra, que bajó el nivel de vida del proletariado francés. Nosotros decimos que esos dos hechos son muy importantes pero no los decisivos. El boom se produjo por un partido y una burocracia contrarrevolucionarios hasta los tuétanos, que se llama stalinismo mundial. Fue el stalinis­mo quien en Francia y en Italia dijo “primero producir” (produire dabord). Fueron ellos los que le dijeron a la clase obrera: “Trabajad para darle mucha plusvalía al capitalismo y al imperialismo mundial”. Fueron ellos los que impidieron que la clase obrera tomara el poder y empezara [a construir] el socialismo. Ellos cumplieron un rol económico de primera magnitud en el boom. No son los ciclos de Kondratieff. Fue el stalinismo el que hizo el cielo y no las leyes mecánicas de Kondratieff.

Los aparatos contrarrevolucionarios expropiaron [a la burguesía.] en el Este de Europa, primero para frenar la revolución en esa región, para que no sea permanente: expropiaron a la burguesía porque no tuvieron otro remedio. Pero también para mejor hacer la contrarrevolución en el mundo, incluido el Este de Europa, pero fundamentalmente en el Oeste de Europa. Es lo que Trotsky decía respecto a Finlandia y Polonia: expropian allí pero para una política mundial, global, de tipo contrarrevolucionario. Ese es nuestro análisis: mundial.

Justamente por eso creemos que ésta es una época revolu­cionaria: porque lo único que ha impedido que el imperialis­mo sea derrotado son los aparatos contrarrevolucionarios, de tan grande que es la época revolucionaria.

No debemos ser esquemáticos ni sectarios, para no irnos para el otro lado. ¿Qué significa “el otro lado”? Perder nues­tra orientación histórica, que es la del proletariado, nuestra política de clase.

Yo opino que esta discusión que recién se abre es muy interesante y muy seria. El documento del compañero es muy bueno. Su análisis -‑si no lo entiendo mal‑- es el siguiente: Somos el partido de la revolución mundial; somos el partido del proletariado; mientras se levanta el proletaria­do de los países adelantados, o el proletariado industrial en algún país, nosotros tenemos que ver qué sector es el que lucha, vemos quién está a la vanguardia, y nos metemos allí. Es decir, empiezan a separarse los límites de clase: todo sec­tor que lucha es nuestro sector.

Es una forma inteligente, marxista, pero de asimilar a Fanon, a Guevara y a los teóricos de la guerrilla con su “hombre nuevo”. Ellos también pescaron esto del nuevo humanismo, que liquidaba el carácter de clase de nuestra política. Había que luchar con los “hombres nuevos” el nuevo tipo humano que surgía por arriba de las clases. ¿Quién era ese nuevo tipo humano? El guerrillero, el de la praxis revolucionaria. Por aquí se colaba toda una metodolo­gía y una concepción premarxista, humanista, independien­te de las clases. Si los que luchan son los semilúmpenes de las villas miserias y las grandes ciudades nosotros vamos allí y luchamos, hacemos guerrilla con ellos, y ellos después toman el poder y los acompañamos tratando de que nuestro partido impulse allí su política de clase.

Nosotros no estamos de acuerdo con eso, para nada. [A esos sectores] los consideramos aliados del proletariado. Nos parece muy bien [tomar en cuenta] quién lucha; pero noso­tros creemos que nuestra política es de clase. No estamos desesperados por llegar al poder. Porque si llegamos al poder en nombre de la pequeño burguesía agraria o de los semilúm­penes de las ciudades no hay forma de hacer nuestra políti­ca, porque la nuestra es política de clase.

El campesinado individual, el pequeño campesino, lleva al bonapartismo, lleva a la guerrilla bonapartista. Eso ya lo analizó el marxismo respecto a Napoleón Bonaparte. Donde hay individuos aislados, la única forma de lograr un movi­miento organizado es con una centralización burocrática, bonapartista. No puede haber democracia obrera en clases que no son obreras. Esas clases van a responder a sus nece­sidades y a su estructura. Son aliadas del proletariado, y nuestra política es una política proletaria. El trotskismo, el marxismo, es la política revolucionaria de una clase defi­nida de la sociedad: el proletariado. Esto es muy impor­tante, porque creer que se le puede cambiar el carácter de clase a un movimiento porque entremos nosotros es deliran­te, es ir contra el carácter de clase de los movimientos. Que [esos sectores] pueden llegar al poder tiene que ver con una coyuntura especial del proceso de la lucha de clases: no es el proletariado el que está a la vanguardia.

Trotsky nos dio el ejemplo. ¿O creen que Trotsky no pudo quedar en el poder? Stalin no tenía absolutamente nada, ni un escarbadiente. Trotsky tenía todo para quedarse en el poder. ¿Por qué no dio un golpe de estado? Tenía al Ejército Rojo: todas las armas, todos los generales le respondían. Y sin embargo renunció al poder. ¿Fue un gesto romántico? No. Profundamente marxista. [Renunció] porque venía el poder de la burocracia. Se estaba derrotando al proletariado y él se retiraba con el proletariado.

Trotsky dio un consejo parecido, aunque a otra escala, a Farrell Dobbs y los dirigentes sindicales estadounidenses, que eran todos grandes dirigentes. Vio que venía la guerra y con ella una cruzada feroz, una presión terrible sobre los dirigentes sindicales que iba a paralizar la propaganda del partido. Trotsky les aconsejó que se fueran [de su cargos sin­dicales] para continuar la tarea de clase, antes de que los comprometieran.

Nuestra política es de clase. Si no es la clase obrera la que va al poder, no vamos al poder. Es así de sencillo. No vamos, ni queremos, ni aceptamos si nos lo ofrecen. ¿Está claro? Es la política de Trotsky: la burocracia le está quitando el poder a la clase obrera; me voy; que me echen junto con la clase obrera. Un ejemplo de clase: prefirió perder el poder. Los periodistas burgueses, los sovietólogos, los que no son mar­xistas, no entienden absolutamente nada; lo pintan como un hombre delirante.

Deutscher, a pesar de que su biografía de Trotsky es muy buena, le puso un título horrible: “El Profeta Armado”, “El Profeta Desarmado”... ¡¿Cómo “profeta”?! Un marxista revo­lucionario, ultra armado. ¿Con qué? Nada menos que con el marxismo. ¡¿Qué “profeta?!” ¡Marxista!

Nosotros permanecemos junto a nuestra clase. Acá se están planteando muchos argumentos: que la clase obrera disminuye, que cada vez es menor [numéricamente], etcéte­ra, etcétera. Son argumentos estadísticos relativamente cier­tos, [aunque] se olvidan del proletariado agrícola y de otros sectores. Pero supongamos que eso sea verdad. En la mayor parte de nuestros países atrasados, en casi toda Latinoamé­rica -‑exceptuando Paraguay, Haití y algunos otros países de ese tipo‑- tenemos una composición orgánica proletaria infinitamente superior a la que originó la Comuna de París o la que hizo la Revolución Rusa. A pesar de que en la URSS el proletariado era una ínfima minoría, Lenin y Trotsky no abandonaron la política de clase. Su política no fue el campesinado.

Todo esto ‑que son consideraciones generales‑ en el caso de la LIT se agrava por la relación entre lo subjetivo y lo objetivo que el compañero nombra. Por ejemplo, nosotros aconsejamos desde todo punto de vista a los compañeros sal­vadoreños, cuando estaban presos, que se fueran de El Sal­vador y que no volvieran, y que bajo ningún concepto entra­ran a la guerrilla. Lo hicimos por una razón sencillísima: a los compañeros los queremos vivos. Si caían bajo la dirección del stalinismo, que en la guerrilla es ampliamente mayorita­rio, los iban a matar. ¿Nosotros vamos a mandar a nuestros pequeños grupos a arriesgar la vida en base a un esquema de que [la guerrilla] es el sector que más lucha?

Los compañeros de Colombia nos pueden contar cómo se manejan las cosas en la guerrilla. Estando yo en Colombia, mataron mientras dormía a la hermana de uno de nuestros grandes dirigentes. Le metieron no sé cuántos tiros por dis­cusiones internas, por una lucha fraccional en la guerrilla. Fue un escándalo nacional. Felizmente en los últimos tiem­pos eso se ha liquidado. Algunas de las guerrillas colombia­nas se cuentan entre las pocas guerrillas donde hay gran democracia interna. Pero eso lo lograron eliminando a los que liquidaban todos los pleitos internos con cadáveres.

[Lo mismo pasa con el Frente Sandinista de Liberación Nacional.] Hay que escribir la historia de la Brigada Simón Bolívar. La línea que se les dio fue que bajo ningún punto de vista acataran la disciplina en el sentido de penetrar a Nica­ragua por donde los mandaba el FSLN. Por eso era una Bri­gada independiente. Se dividió en dos porque no lográbamos un sector [geográfico] para actuar en forma independiente. No es casual que en el lado en donde dependieron de la disci­plina del FSLN fue donde tuvimos los muertos, porque el FSLN mandó a todos los nuestros a la muerte. Fueron más hábiles. Los mandaron al Frente Sur, aquel famoso lugar impasable en el que Somoza tenía dos militares colosales. Uno de ellos era un yanqui, el más brillante de West Point, que había sido comprado con un dineral, como si fuera un jugador de béisbol. Tenía a su lado a un nicaragüense muy capaz, un monstruo fascista. Fue terrible. No aflojaba . Combatir contra él era ir a la muerte. Bueno, mandaron a los nuestros a enfrentarlo.

Volví a leer la resolución que hemos adoptado en las Tesis y me pareció sobria y seria. Nosotros planteamos que [si hay] democracia podemos cambiar [nuestra línea de no entrar a la guerrilla]. Si vemos democracia vamos a estudiar [si entramos o no]. Si no vemos democracia y si vemos que no son proletarias, no vamos a entrar. Esto no quiere decir que el partido revolucionario no puede trabajar sobre el cam­pesinado y otros sectores, pero acá entran a jugar las etapas [del desarrollo] del partido revolucionario. En todos los paí­ses del mundo la primera etapa de nuestros partidos es con­centrarse en la clase obrera, en nuestra clase. A partir de que dirijamos sectores importantes de nuestra clase, de que ganemos eso , comienzan las grandes maniobras y acuerdos con otros sectores de clase. Todo lo otro es desviar­nos, entrar en un ambiente que no es el nuestro.

Nada mejor [para ejemplificar] que lo que el compañero critica indirectamente: ¿Por qué nosotros no les planteamos a los movimientos nacionalistas, como por ejemplo la ETA, posiciones revolucionarias?

Hace poco en España hubo una huelga naval. La ETA planteaba: “Aunque se hundan todos los astilleros de Espa­ña lo único que nos interesa, por lo único que vamos a salir a la huelga, es por los astilleros vascos; porque somos vascos”. La esencia del programa de la ETA es que son vascos y que no les interesa el resto de España. ¿Qué les vamos a decir? Si les decimos que peleen por los obreros españoles, ellos nos van a contestar: “No es nuestro programa, ¿por qué nos piden que cumplamos algo que no está en nuestro progra­ma?” Podemos convencerlos, pero siendo nacionalistas pequeño burgueses es difícil que los convenzamos. Lo máxi­mo que les podemos exigir es que sean consecuentes con los principios progresivos que plantean.

Esto no lo decimos nosotros, es el análisis de Trotsky sobre Haya de la Torre, sobre el APRA peruano. Trotsky tiene un magnífico artículo al respecto -‑nosotros lo sacamos de allí-‑ donde dice que nosotros no le pedimos para nada a Haya de la Torre que sea socialista, porque no es socialista. Pero es antiimperialista. Como él dice que es antiimperia­lista y el imperialismo yanqui es el que domina a Perú y a Latinoamérica, sí le pedimos que vaya contra el imperialis­mo yanqui, que sea consecuente contra el imperialismo yan­qui.

Lo aprendimos de Trotsky: es el trato con los aliados. Nosotros en Argentina a una mujer que está por el divorcio pero aclara: “No soy socialista, estoy por la propiedad priva­da, me parece extraordinario que se explote a los obreros” no le vamos a decir: “Usted es traidora a sus principios”. Nos va a contestar: “¿Qué principios? ¡Si yo les he dicho que por lo único que lucho es por el divorcio!” Bueno, haremos una manifestación juntos por el divorcio. Lo que no quiere decir que cuando haya una huelga en la fábrica de esa señora, le rompamos la cabeza a ella, al gerente y a todos, si la huelga es violenta. Lo que no le podemos pedir a esa señora es que nos acompañe en nuestro planteo socialista. Son dos proble­mas distintos.

¡Cuidado! El hecho de que se hayan producido fenómenos no contemplados por nosotros no quiere decir que capitule­mos a esos fenómenos. [Podemos capitular] a dos niveles. [El primero es el de] Mandel y Pablo. Ellos son revisionistas porque hace más de treinta años que tienen una línea políti­ca de sistemática capitulación a las direcciones contrarrevo­lucionarias que han dirigido revoluciones. En 1951 ‑‑cuando hacen el entrismo sui géneris‑- dicen que viene la [Tercera] Guerra Mundial, [que] el stalinismo va a hacer guerrillas y toda Europa va a pasar a manos del stalinismo, que va a hacer la revolución socialista mundial. Después fueron Mao, Tito, el Che Guevara, Fidel Castro, el FSLN... todos los que dirigieron revoluciones. El revisionismo pablista‑mandelista dijo: “Porque dirigen revoluciones son revolucionarios”. Y nosotros dijimos: “Porque dirigen revoluciones son más peli­grosos y más contrarrevolucionarios que nunca”, porque lo que hay que ver es la política global. Partiendo de ese punto se produce la división total de la Cuarta Internacional, por­que el mandelismo y el pablismo es una corriente política claramente delimitada de capitulación a las direcciones contrarrevolucionarias o pequeño burguesas -‑no de clase‑- que dirigieron revoluciones.

[El segundo nivel es el que consiste en] otra capitulación tan peligrosa como ésta, pero no a las direcciones sino a la base: aunque seamos un pequeño grupito nos metemos en cualquier sector que luche y abandonarnos a la clase obrera, porque nuestro rol es acompañar a los que triunfan y hacen las revoluciones. Es decir: al nuevo hombre, al revoluciona­rio, que elimina las características de clase. Creemos que es la otra cara, basista, movilizadora, abnegada, luchadora pero fatal, porque pierde también el carácter de clase.

El compañero Harry toca el punto del revisionismo, el sandinismo y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Es muy posible que tengamos que incorporar este punto [la las Tesis]. Efectivamente, el revisionismo pablista y mandelista, siguiendo su trayectoria de más de treinta años, ha capitulado completamente al sandinismo y al FMLN. Capitularon hasta el grado de retroceder de los principios básicos del movimiento obrero, como dije ayer. Por ejemplo, opinan que el FM1,N es colosal, una dirección extraordinaria con un programa formidable; opinan que el programa que ellos tienen para la tregua es colosal. No sé si ustedes saben, compañeros, que el punto 14 del Programa que propone el FMLN para la tregua y la organización de un Gobierno de Unidad Nacional en El Salvador es el pago de la deuda externa de toda la dictadura salvadoreña. ¡Textualmente! Punto 14 del Programa: “ Se pagará la deuda de todos los gobiernos anteriores”. Mandel ha dicho que es muy buena la línea de no pagar la deuda externa, pero ahora dice que la línea del FMLN de pagar la deuda externa de una de las dic­taduras más siniestras y al mismo tiempo hacer un gobierno de unidad nacional con la burguesía, es muy buena. [Dice] que es el gran programa revolucionario.

Ya no sabemos dónde estamos parados. Eso es revisionis­mo de la peor especie . Y ese revisionismo es general. Por eso tenemos que detenernos un poco más en este problema, ver si no incorporamos las observaciones del compañero Harry al respecto. Porque todo lo que le ocurre a Nicaragua -‑que tenga a los Contras en Honduras y en Costa Rica, que tenga una economía desastrosa‑- se debe a que el sandinis­mo es una dirección pequeño burguesa enfeudada al castris­mo contrarrevolucionario; porque no hicieron una Asamblea Constituyente, porque no profundizaron la revolución, y por­que no hicieron una Brigada para desarrollar la revolución en El Salvador como planteaba la Brigada Simón Bolívar. Nos echaron [de Nicaragua] porque nosotros planteábamos que se tenía que desarrollar la revolución en El Salvador y en Honduras. Tenemos multitud de citas en las que el FSLN dice: “Pudimos haber intervenido en Honduras, el pueblo estaba contra la dictadura; pero nosotros hemos cumplido nuestra palabra y no hemos hecho ninguna intervención Política ni dado ningún apoyo al pueblo hondureño para luchar contra su dictadura”. Nosotros denunciamos eso desde que subió el gobierno sandinista. Dijimos que iban al desastre con esa política, y ya están en el desastre. Sin embargo el revisionismo dice que el FSLN es el más grande ejemplo de dirección revolucionaria, superior a Lenin y Trotsky.

Todo esto para mí está dicho en las Tesis, Pero salteado. A lo mejor lo podríamos incorporar en forma muy resumida en una tesis. Lo importante es que los marxistas [definamos con] palabras claras a los fenómenos que son cristalinos. Y existe desde hace más de treinta años una corriente del movimiento trotskista que se llama revisionismo y a la que hemos combatido sin pausa y sin tregua, que se caracteriza como revisionista como definición general, porque son los que capitulan sistemáticamente a las direcciones contrarre­volucionarias que dirigen revoluciones.

Movimientos Pacifistas

Sobre los movimientos pacifistas en el Este [de Europa]. Confieso que no es mi especialidad. He leído el buen artículo de la compañera, aunque tengo algunas dudas sobre él. Me parece que lo que vamos a plantear en el Manifiesto redon­dea y acerca posiciones en el sentido de que todo planteo de desarme, tanto de la URSS como de EE.UU., es una consig­na reaccionaria. Pero no vamos a calificar al movimiento por la consigna. Tenemos que decir que el movimiento tiene ele­mentos positivos y el derecho a expresarse. Que peleamos por el derecho democrático de expresarse, aun con consignas reaccionarias. Pero nosotros vamos a delimitarnos. No sé si llegaremos a un acuerdo de expresar en las Tesis este problema del derecho democrático a expresarse, como parte del proceso de la revolución política, porque no vamos a luchar por que se expresen sólo los que están de acuerdo con noso­tros.

Movimientos nacionalistas y religiosos

Por último, sobre la necesidad de distinguir entre los movimientos nacionalistas y los religiosos. Tengo algunas dudas, no veo por qué [se dice que] los movimientos naciona­listas son progresivos y los religiosos reaccionarios. No veo por qué no puede haber algún movimiento religioso progresi­vo y otro reaccionario.

Hace muchos años, en 1958, los trotskistas ortodoxos, los antirrevisionistas, hicimos un congreso en Leeds. Allí pude conocer a un compañero que era antropólogo de nota, que actualmente es un marxista muy conocido en Inglaterra. Fue gran teórico de Healy. Nos hicimos bastante amigos y me comentó acerca de unos estudios en unas islas del Pacífi­co (no recuerdo bien cuáles) y su religión. Los estudios antro­pológicos y las memorias de los colonizadores de principios del siglo pasado contaban cómo eran esas religiones. En ellas aparecía un hombre malo, con características de diablo, moreno, del tipo tahitiano de las islas del Pacífico. Para echarlo, se hacían ceremonias religiosas para quemarlo, feti­ches, etcétera. Durante el siglo en que se pudo estudiar esas islas, ese hombre malísimo, monstruoso, se había transformado en rubio, de ojos celestes y piel ultra blanca. Es decir que la religión se había transformado en un arma formida­ble de lucha contra el imperialismo. Le hacían de todo a cuanto hombre blanco caía en sus manos, porque era el hom­bre malo de su religión. Seguramente caería también algún pobre obrero yanqui, que también la ligaba, aunque no creo que muchos... Trotsky dijo que, cuando lo escupieron siendo alumno, también era una forma de repudio de clase. Cuando escribió “Mi vida” no se quejó de eso.

Es decir: [la religión puede ser] progresiva. En general, tanto la religión como el nacionalismo a la larga son reaccio­narios todos, son limitados. Lo único progresivo es el marxis­mo revolucionario, el trotskismo. Es una concepción de con­junto, progresiva porque es mundial. La religión de fondo es reaccionaria, es el opio de los pueblos. Puede ser que el caso de los sikhs de la India sea así. Yo también tengo dudas. Hay que estudiarlo. Puede ser, porque los sikhs son un sector muy rico, pero no conozco bien al respecto. Los compañeros en su trabajo citan un fenómeno que yo conozco desde hace muchos años, que es el fenómeno de los musulmanes en Indonesia. Ahí trabajó [inaudible] e hizo una izquierda y un partido religioso. Lenin y Trotsky lo tomaron muy en cuenta en la Tercera Internacional, considerándolo un hombre espe­cializado. Pero la religión, como el nacionalismo, en última instancia tienen un fondo reaccionario. En determinado momento pueden jugar un rol relativamente progresivo. A la larga siempre son reaccionarios. El internacionalismo es nuestra teoría.

Quinta intervención

El carácter de clase del trotskismo

No he podido preparar bien mi respuesta porque he teni­do que escuchar hasta el final a todos los compañeros. Voy a hacer un esfuerzo por responder en el mejor orden que me sea posible, tratando de contestar aunque sea en una o dos frases a las distintas inquietudes de los compañeros. Quiero responder antes que nada a los compañeros que representan a organizaciones que no son de la LIT -‑el compañero de Pan y Libertad, el compañero de Lutte Ouvriére y sus orga­nizaciones hermanas, y al compañero Joaquín, que es nues­tro, pero cuya organización todavía no se pronunció [por ingresar a la LIT]‑- y que han tenido la actitud fraternal de molestarse en venir hasta acá a acompañarnos y ayudarnos. Voy a hacerlo en una actitud de correspondencia fraternal con la suya.

Voy a responder en general a la intervención del compa­ñero de Lutte Ouvriére. (Cuando toque situación revolucio­naria me voy a referir a los distintos puntos que él y otros compañeros plantearon.)

Empezamos por agradecerle sus votos de que nuestros triunfos serán los suyos. Escuchamos toda la intervención histórica del compañero con verdadero entusiasmo. Al mismo tiempo quiero hacer una crítica de lo que, para mí, es un olvido del compañero. Pero opino que en política los olvi­dos no son casuales. Su intervención fue toda una historia acerca de cómo los compañeros de Lutte Ouvriére han lucha­do sistemáticamente contra el trotskismo pequeño burgués e intelectual. Los compañeros citaron trabajos de Trotsky (En defensa del marxismo) en los que Trotsky dice al Socialist Workers Party que tiene que dejar de ser pequeño burgués o desaparece; que para ser trotskista el partido tiene que ser obrero y estar lleno de obreros. Nosotros surgimos a la historia de la Cuarta Internacional sin conocer los trabajos de Trotsky que los compañeros citaron.

Trotsky tiene también aquel documento emocionante, no ya dedicado al partido norteamericano sino a otros partidos, donde dice que los partidos de la Cuarta Internacional iban a, ser grandes cuando al frente de su dirección hubiera, dirigentes que hablaran mal su propio idioma. No dirigentes que hablaran muchos idiomas, sino quienes hablaran mal el suyo propio. Cuando la Cuarta Internacional y los partidos trots­kistas estén dirigidos por ese tipo de dirigentes, será señal de que tenemos grandes partidos y encarados hacia la revolu­ción. (Cuando yo le conté eso al compañero Eduardo Expósi­to, hace aproximadamente un año, se emocionó mucho, por­que él se trababa mucho al hablar en las tribunas.)

Nosotros, en el año 1944, sin conocer esos trabajos de Trotsky que los compañeros citaron -‑y esto los compañeros no lo sabían‑-, comenzamos nuestra vida [política] escri­biendo en un boletín interno un folleto sin ninguna impor­tancia que se llamaba “El Partido”; [que se refería a] cómo construir el partido, cómo superar la crisis endémica del trotskismo argentino. Allí escribimos que el problema era social: o el trotskismo trabajaba con y hacia el movimiento obrero o iba a vivir de crisis en crisis, porque trotskismo y movimiento obrero tienen una relación inmediata. Porque el Programa de Transición trotskista es el programa para el movimiento obrero. Nosotros queremos ser la conciencia his­tórica, internacionalista, del movimiento obrero. Y eso no se puede lograr desde afuera del movimiento obrero.

Pero el compañero que habló ya conoce mucho mejor (el resto de Lutte Ouvriére es muy posible que no) batallas tre­mendas del compañero Ernesto González y mías, nada menos que del año 1969. Una batalla feroz contra las direc­ciones pequeño burguesas y stalinistas, contra el castrismo. Me sorprendió mucho que no dijera que [tenemos] una histo­ria muy larga de combate al pablismo; que nosotros rompi­mos con la Internacional en contra del entrismo sui géneris; que teníamos una historia paralela de lucha contra el trots­kismo pequeño burgués e intelectual. Hasta utilizamos el mismo término. A partir de 1969, cuando quisimos hacer una fracción bolchevique [en el Secretariado Unificado], el SWP nos hizo cuestión de principios: si queríamos [hacer con ellos una] fracción o una tendencia teníamos que dejar de llamar [al mandelismo] “tendencia pequeño burguesa e inte­lectual”. Hoy tuvimos una discusión muy fraternal y fructífe­ra con los compañeros en la que aclaramos este problema histórico.

Este es el punto que yo quería subrayar. Quería felicitar a los compañeros por haber traído a la LIT como tarjeta de presentación, como hecho fundamental de su vida, para que conozcamos lo que son, el haber sido luchadores de treinta años contra la miseria revisionista pablista que ha llevado a la Cuarta Internacional de tragedia en tragedia y de derrota en derrota, y a perder las más grandes oportunidades que tuvimos, inclusive la de tomar el poder en Bolivia en 1952. Concretamente, hemos estado durante treinta años del mismo lado de la trinchera. Con grandes diferencias, erro­res, variantes tácticas, pero con esta posición principista: [la Cuarta Internacional] debe ser trotskismo obrero y trotskis­mo en los principios.

Los acuerdos entre revolucionarios

El compañero de Lutte Ouvriére dijo al terminar su infor­me ‑-si no entendí mal-‑ que será largo y difícil entender­nos, o algo así. Yo discrepo completamente. O no nos enten­demos, o sí nos entendemos. No sé por qué “largo y difícil”. No veo qué imposibilidad hay, que yo sepa no hablan chino. Uno presenta un programa y dice “estoy de acuerdo”, o no; se pone de acuerdo o en desacuerdo. Es decir, no puede haber una política de entendernos a largo plazo. No entiendo en absoluto esa manera de expresarnos. Se leen los docu­mentos, se explora; en tres meses de estudio se sabe si hay acuerdo o no hay acuerdo. Hay que ser absolutamente cla­ros: si no hay acuerdo lo único que puede haber es relacio­nes. Nos damos la mano [y listo].

Yo recuerdo a un viejo camarada que fue casi mi maestro y que aparece en la historia del trotskismo argentino que se hizo en Brasil. Un día lo encontré en la calle, caminamos cuatro cuadras y cuando nos íbamos a despedir le dije:

–Bueno, compañero, deme su teléfono así lo llamo.

Yo era muy joven y quería aprender de él. Y él me contes­tó:

Vea, Moreno, tuvimos que caminar cuatro cuadras para ir para el mismo lugar, pero no le voy a dar ni mi teléfono ni mi dirección. Yo a usted no lo veo nunca más. Si nos encon­tramos caminando para el mismo lado, desde ya le voy a dar la mano y charlaremos, y al despedirnos de nuevo le voy a dar la mano. Pero [sólo estaremos juntos] las cuadras exac­tas en las que nuestros caminos coincidan. Porque ésa será la segunda vez que lo vea y quizá nunca más lo vea.

Y no lo vi nunca más. ¿Se comprende? No me dijo: “Será difícil entendernos”. Yo a él lo entendí enseguida. Y además me quedé muy contento porque no perdí el tiempo llamándo­lo por teléfono.

Entre revolucionarios no entiendo ese lenguaje de “será difícil entendernos”. Es muy fácil entenderse. Trotsky dice: “El programa es lo primero”. Y un programa se lee y se dice: “Estamos de acuerdo” o “No estamos de acuerdo”, y nos entendemos. No conozco otro método. Desde el punto de vista marxista no entiendo eso de “será largo y difícil”. Entre marxistas, entre trotskistas, es facilísimo entenderse. Uno es revolucionario o es revisionista; se es oportunista o se es revolucionario. Podemos tener el mismo programa y discutir sobre las tácticas. Somos científicos. ¿Se imaginan dos médi­cos -‑y nosotros somos [como los] médicos‑- frente a un enfermo y que uno le diga al otro “va a ser difícil entender­nos, necesitamos de cuatro a cinco años”? ¿Qué clase de medicina es ésa? La medicina es una ciencia. No entiendo. Somos científicos. A no ser que se trate de la política de pre­servarse. Eso sí puede ser.

Antes que nada quiero decir que me impactó la interven­ción del compañero de Pan y Libertad, cuando señaló las diferencias teóricas que tenemos. Hizo muy bien . Nos encantó. Nos gusta la discusión así: bien fuerte, dura , como nos encanta a nosotros. Si nos hubiera dicho que tene­mos una tradición revisionista me hubiera encantado.

Con la misma franqueza digo que yo sigo creyendo que en líneas generales Trotsky tenía razón, entre otras cosas en favor de la democracia obrera. Si Mao hubiera impuesto el método de la democracia obrera en China, la esposa de Mao no estaría presa. Sería una tendencia y estaría discutiendo.

Somos tan trotskistas que hicimos en nuestra prensa una defensa apasionada de [“la banda de] los cuatro” diciendo que tenían todo el derecho a expresarse y que era un crimen político meterlos presos. Pero también luchamos en favor del derecho de Liu Shao‑chi a expresar sus ideas bajo Mao.

Señalo este aspecto anecdótico. El problema es mucho más profundo, pero coincido totalmente con el compañero en que es un problema totalmente de segundo orden, mejor dicho muy importante, pero que tiene que ir por otro carril, como el mismo compañero insistió.

[En relación a cómo trabajar en A Luchar], tenemos que sacar una revista y discutir a fondo. Pero lo importante es ver si alrededor de un programa común podemos trabajar a fondo [juntos] como están trabajando los compañeros [en Colombia].

Por conversaciones que he tenido con el compañero y por lo que me han contado, coincidimos en eso al mil por cien. En esto el compañero es tanto o más lúcido que algunos delegados a este Congreso que han hablado acerca del frente único revolucionario. Por lo menos, yo estoy identificado con el camarada -‑y no tanto con algunos camaradas de la LIT-‑ en la línea de hacer un partido revolucionario. Porque el único que puede dirigir la revolución y la toma del poder es un partido marxista revolucionario con influencia de masas. Por eso en líneas generales el programa de A Luchar ‑-que el compañero reivindicó tanto-‑ me parece formidable. Además es teórica y programáticamente más profundo. Cala mucho más, ara mucho más.

Primero: es la lucha contra el gobierno de Belisario Betancur y todos los gobiernos burgueses y pro imperialistas. Segundo : movilización independiente y lucha contra el diá­logo nacional, la tregua y la conciliación de clases. Tercero : apoyo a la lucha de los trabajadores del mundo y necesidad de coordinar sus luchas, dirigidas por la clase obrera.

Pero hay más. Está la línea de que se debe expropiar a toda la burguesía. Está la línea de que la revolución es socia­lista. Por primera vez ha surgido una guerrilla que se llama guerrilla socialista. A Luchar es un movimiento de masas fuerte, tiene casi la fuerza del PC en Francia, pero es más: es un movimiento de masas en lucha. En ese sentido es más fuerte que el PC francés.

Junto a eso hay problemas gravísimos. No nos engañe­mos. No creamos --como acostumbraban decir los marxistas rusos‑- que estamos en la Avenida Nevsky, que era una ave­nida recta, ancha, hermosa para andar en automóvil o pati­nar o andar en trineo cuando nevaba. Es un problema muy difícil y lleno de vueltas.

Por eso la intervención del compañero colombiano aportó y dio una fuerza tremenda a todo el debate sobre el frente único revolucionario. Así se debe hacer: señalando a fondo las diferencias -‑no para un largo plazo-‑ e insistiendo en la necesidad, en la urgencia de una acción común de todos aquellos que quieren hacer la revolución socialista.

¿Por que “Cuarta Internacional”?

El compañero Joaquín, del MPS dominicano, nos trajo un buen documento, que me emocionó bastante. Pero les confie­so que a medida que lo iba leyendo me pegaba un susto bár­baro. Era al revés de la intervención del compañero colom­biano [de Pan y Libertad], que nos pegaba duro, y eso me gustaba, y cuando después señaló que hay que unirse para militar ya me gustó del todo. En cambio confieso que en el documento de Joaquín leí una cosa medio anodina. Pero francamente la intervención del compañero Joaquín también fue de alto nivel político, que planteó un problema que se están planteando muchos compañeros de la LIT: [si nuestra táctica privilegiada es] el frente único revolucionario, ¿por qué no sacamos lo de [llamar a construir] la Cuarta Interna­cional? O algo por el estilo.

Voy a responder al problema de “Cuarta Internacional” empezando por el número. Esta cuestión del número -‑Pri­mera, Segunda, Tercera y Cuarta Internacional-‑ no es caprichosa. Así como no es caprichoso que uno diga la edad que tiene cuando le preguntan; es para saber exactamente la cantidad de años que uno tiene. ¿Qué quiero decir con esto? ¿Proponemos o no fundar la Quinta Internacional? Los dos Problemas están íntimamente unidos. Lo primero en lo que hay que ponerse de acuerdo es en que debemos tener una Internacional. Lo segundo en lo que hay que ponerse de acuerdo es en el nombre. Todo el mundo tiene nombre, nombre y edad. Hay que ver el nombre y la edad que le ponemos. ¿Es la Cuarta o es la Quinta?

Las Internacionales se fundan porque obedecen a profun­das necesidades del proceso de la lucha de clases.

La Primera se fundó -‑casi independiente de Marx‑- Por un proceso objetivo. En esa época Alemania era muy atrasa­da y Francia bastante. Los obreros iban para Inglaterra, sobre toda los alemanes, aunque también iban italianos. Alemania exportaba mano de obra, como actualmente [lo hacen] Colombia o Bolivia, o como ocurre con los turcos, por­tugueses o españoles.

Un año antes de fundarse la Primera Internacional, en Inglaterra había muchos obreros inmigrantes. Fueron obre­ros franceses de visita a Inglaterra, se vieron con los sindica­tos ingleses y empezaron a establecer relaciones alrededor de un problema importante, que eran los obreros emigrantes de Europa a Inglaterra. Empezó como una relación de ese tipo y llegó a la fundación de la Primera Internacional.

La Primera Internacional entonces es el resultado de un proceso objetivo, es el nacimiento del proletariado mundial, en este caso europeo. Es la primera organización internacio­nal de las organizaciones obreras nacionales que existían. Se formó en base a dirigentes sindicales y políticos, no sólo polí­ticos. Eso fue la Primera Internacional. Este movimiento obrero sufrió una derrota terrible en la Comuna de París. Fue su primera derrota tremenda, trastabilló. Y como consecuencia de esa primera derrota histórica desapareció la Pri­mera Internacional.

Y como parte de un proceso objetivo surgió la Segunda Internacional: todos los países capitalistas del mundo se lle­naron de partidos socialistas y marxistas. Fue la Internacio­nal de los partidos socialistas, de los partidos marxistas. Al principio muchos no se llamaban marxistas. La palabra “marxista” así, fanática, ortodoxa, la impone Kautsky (algún día habrá que reivindicar al Kautsky joven, que fue gran jefe de la corriente proletaria).

¿Por qué surge la Tercera Internacional? Porque la Gue­rra Mundial de 1914, otro hecho objetivo, destruye a la Segunda Internacional. Cada partido de la Segunda Interna­cional pelea contra el otro. Pelean a balazos limpios en ban­dos distintos. Es decir, el Partido Socialista alemán apoya a su gobierno a favor de la guerra. De hecho, objetivamente, los militantes de la Internacional se estaban matando a tiros unos contra otros. Miren si se destruyó. La destruyó un hecho objetivo, además del reformismo, la aristocracia obre­ra, etcétera.

La Tercera Internacional se fundó debido a ese hecho objetivo. [Y se destruye porque] el stalinismo permitió que Hitler subiera al poder y se provocó la más grande derrota histórica del proletariado alemán. El problema del triunfo del nazismo en Alemania no es cualquier cosa. No es la subi­da de los militares como Pinochet en Chile, o algo por el esti­lo. Es la más grande derrota histórica que ha sufrido el pro­letariado mundial. El alemán era la vanguardia del proletariado mundial, junto con el ruso. Poco después de Hitler, la otra gran derrota del proletariado es la del ruso a manos de Stalin. Esto quiere decir que las dos falanges fun­damentales del proletariado mundial son derrotadas por la contrarrevolución. Una por la contrarrevolución capitalista y la otra por la contrarrevolución burocrática. De ese proceso objetivo surge el hundimiento de la Tercera Internacional.

[El hundimiento de] la Tercera Internacional y la necesi­dad de fundar una Cuarta es parte de este proceso contra­rrevolucionario. Es decir, son períodos. ¿Para qué fundar una Cuarta Internacional? Para dirigir la revolución socia­lista mundial, la revolución permanente, y para salvar los principios del internacionalismo marxista: la democracia obrera, el Programa de Transición, la moral proletaria... (eso lo había empezado a hacer la Tercera Internacional, la Inter­nacional Comunista en sus cuatro primeros Congresos). Sal­var la herencia del marxismo y la primera de todas: la de tener una Internacional. Que esta línea era correcta lo demuestra el hecho de que Stalin después disolvió la Tercera Internacional, dejando de lado el hecho de que no hizo Con­gresos. Bajo el stalinismo se hacían Congresos cada vez más alejados uno del otro. En plena época de guerra civil Lenin y Trotsky hacían un Congreso de la Internacional por año. A partir de que Stalin tomó la Tercera Internacional, los Con­gresos se hacían cada cinco, seis o siete años.

La Cuarta Internacional es, entonces, una necesidad, tiene que ver con la época actual. [No importa) que sea débil 0 no: es un problema programático. Y se tiene que llamar Cuarta Internacional porque es la internacional de la revo­lución socialista mundial que se iba a abrir después de la segunda guerra imperialista. Esa es la esencia del trotskis­mo, del llamado de Trotsky a fundar la Cuarta Internacional. Tan importante [es esto] que Trotsky la quería fundar cuando [los internacionalistas] no eran casi nada.

Esto confirma una cuestión en la que nosotros insistíamos hoy; charlando con los compañeros de Lutte Ouvriére: no puede haber trotskistas que no pertenezcan, que no funden, que no hagan o que no intervengan o tiendan a intervenir orgánicamente en una organización internacional. Una liga [aunque sea] de sesenta: diez en un país, cuatro en otro, etcétera, pero internacional. El ejemplo nos lo muestra. Antes de la Primera Internacional [existieron] la Liga de los Comunistas y otras variantes. Esto hace a la esencia del marxismo, porque no puede haber ni siquiera elaboración nacional correcta si no hay organización internacional; si no, nos creemos dioses.

Si me toca dirigir al partido argentino sin la Internacio­nal, en todos mis informes al partido diría: “Esta dirección aislada, sin partido mundial, debe haber cometido una enor­me cantidad de errores; búsquenlos porque somos una direc­ción muy mala porque somos dirección sólo de un partido nacional. Esto lo he hecho. El compañero, que es de la vieja guardia, sabe bien que nosotros informábamos así y Posadas se reía. Sacaba boletines diciendo: “¿Quién puede ir a una organización en la que la propia dirección dice que es un desastre por tener esas características?”.

El problema de la Cuarta Internacional no es [tan simple como] que saquemos o pongamos [el nombre “Cuarta Inter­nacional”]. El problema de la Cuarta Internacional es una tarea histórica a hacer. Hay que ponerlo porque es programático. Es al revés: lo que podemos sacar es el nombre de “Liga Internacional de los Trabajadores”. Puede ser. Pode­mos buscar cualquier otro nombre. Lo que no podemos sacar es “Cuarta Internacional” hasta que no se den razones pro­fundas de tipo objetivo.

Supongamos que surjan grandes partidos de masas revo­lucionarios, no trotskistas, que llamen a hacer una Interna­cional. De acuerdo al consejo de Trotsky nosotros iríamos. Pero sólo si son de masas, aunque tuvieran errores o un pro­grama medio oportunista. Iríamos, porque hacia los partidos de masas hay que tener una política distinta que hacia los partidos de vanguardia. El problema teórico‑programático es muy importante pero no decisivo, porque están las masas que controlan todo. Pero pelearíamos porque se llame Cuar­ta. Y si ellos no lo aceptan, les exigiríamos que le pongan un número. Es decir, que digan si es la Cuarta o la Quinta y que expliquen la sucesión, que expliquen de qué árbol genealógi­co es, porque ese árbol genealógico es parte de la ciencia.

Situación Revolucionaria Mundial (III)

Los compañeros de Lutte Ouvriére hicieron, para mí, una descripción bastante buena de la situación actual, cuando dijeron que no veían la posibilidad de crisis revolucionarias en Europa, que veían la perspectiva de algunas o bastantes derrotas, que llevarían al triunfo, etcétera, etcétera. Lo veo igual que los compañeros, también para Europa. Pero no cambio la caracterización. Quiero evitar discusiones de nom­bres -‑y en eso los compañeros tienen el mismo método que nosotros‑-. Discutir por los nombres es importante pero más importante es ver el contenido de los fenómenos.

Nosotros vemos situación revolucionaria porque vemos la posibilidad de crisis revolucionarias. Yo no sé por qué se hacen tanto lío con las palabras «revolución» y “crisis revolu­cionaria”. Ya dije que tenemos que des‑sacralizarlas. En Ecuador, después de siete huelgas generales tremendas, con luchas y muertos, una crisis política total en la que no se sabía quién gobernaba -‑si el Parlamento o el gobierno‑- el país era un lío total, se caía a pedazos... Y el compañero de Ecuador dice que la situación es prerrevolucionaria y se asusta porque en Colombia se rieron de eso.

En época de Trotsky, en Francia hubo una huelga general con ocupación de fábricas de bastantes días. Trotsky ya había definido antes [de esa huelga] que la situación era revolucionaria. Y consideró que la huelga general ya no era situación revolucionaria sino que ya era una revolución, tan importante y tan grande como la Revolución de Febrero.

Bensaid y el mandelismo me están criticando por la cate­goría de revolución de febrero, diciendo que la revolución de febrero es una revolución antifeudal. Yo los estoy esperando con dos citas categóricas de Trotsky. (Las digo acá, en fami­lia, esperando que no trascienda.) Una de ellas [la voy a uti­lizar] Para preguntarles a Bensaid y a Mandel si en Francia en 1936 había feudalismo, para que Trotsky haya dicho que Ira una revolución de febrero. Es decir, Trotsky desacralizaba la palabra revolución. Lo mismo que con la revolución española, [que se dio] casi sin siquiera huelga general y Trotsky la consideró una revolución colosal, también de febrero aunque iba a marchar más lenta hacia la de octubre. Acertó, gran análisis de Trotsky. Para Trotsky la palabra revolución estaba desacralizada. No la empleó mucho sólo porque fue una época contrarrevolucionaria. Pero si Trotsky viviera diría que en Ecuador hubo siete revoluciones, no “situación revolucionaria”. Siete revoluciones porque son siete huelgas generales más grandes que la francesa. Desacralicemos un poco, entonces.

Lo mismo para esa discusión terrible con los compañeros de Convocatoria en Argentina. Trotsky consideró que la revolución española había comenzado, que era igual a la de febrero, y ni siquiera había habido una movilización en nin­gún lado. El ejército quedó íntegro; fue una de las grandes trabas de la revolución española. Fue muy distinta al febre­ro [ruso], pero Trotsky dijo: [es de febrero] con sus caracte­rísticas específicas. Así que desacralicemos la palabra.

Cuando nosotros decimos “situación revolucionaria» esta­mos [definiendo] situaciones donde puede haber huelgas generales como la de Francia, crisis revolucionarias, movili­zaciones de dos millones de personas en una ciudad -‑como ocurrió en San Pablo‑-, las dirija quien las dirija. Eso es lo que queremos decir. Que yo sepa, en Francia la dirección fue independiente, el movimiento obrero ocupó las fábricas por su propia cuenta. Pero después las direcciones oportunistas controlaron al movimiento obrero francés. Sin embargo Trotsky insistió [en que] se inició la revolución francesa.

Sobre el desarrollo desigual [de la situación revoluciona­ria mundial]. Nosotros al definir esta situación queremos decir eso: no que va a haber triunfos de revoluciones ‑- ojo con eso!‑- sino que pueden estallar en cualquier lugar.

Es muy interesante la discusión que tuvimos con Gunder Frank. El opina que todo es un desastre, que el capitalismo va a ganar en todos lados, que estamos locos si creemos que el proletariado europeo va a resistir, que el proletariado argentino y el boliviano no tienen salida, que todo el mundo no tiene salida y que en 1990 se recupera la economía. El famoso cielo de Kondratieff se cumple en 1990. Y con cinco años más que aguante el capitalismo, vuelve una nueva era reformista.

Charlando con nosotros, después él dijo que cometíamos un grave error en ver situaciones y crisis tremendas, y huel­gas generales, y guerras civiles en el mundo, porque no iba a pasar nada, y las que hubiera las iba a dominar el imperialismo. Pero también nos dijo que sus estudios a fondo ‑-él tiene un equipo, es un gran profesor-‑ le indicaban que en tres o cuatro años volaba todo Estados Unidos. El dice que allí es donde se están acumulando las mayores contradiccio­nes. [En comparación con esas] contradicciones espantosas [en Estados Unidos], la miseria, las contradicciones de Lati­noamérica no son nada. El domina las estadísticas mucho más que nosotros, y dijo: “Es así, no sé si en dos o tres años pero creo que pronto, y cuando se prenda la mecha no queda nada”. Estuvimos a punto de decirle: “Permítanos, Gunder Frank, entonces la situación es más que revolucionaria. Si no queda nada hay más que situación revolucionaria”.

Lo que dijo Antonio, el compañero portugués, de que aun en épocas de crisis total hay algunos países que siguen esta­bles y algunos que todavía se enriquecen, es un planteo muy. interesante desde el punto de vista teórico. Es parte del desarrollo desigual y combinado. ¿Qué queremos decir con lo de [que hay países que tienen mucha] “grasa”? [Que el capi­talismo mundial] crea un desarrollo desigual.

El compañero portugués se olvida un poco de la ventaja que es ser el primer país imperialista del mundo. Portugal es el país que hizo el capitalismo mundial, donde surgió el capitalismo moderno. Desde entonces sufrimos esta lacra. Es verdad; el capitalismo surgió allí y ellos han acumulado riquezas incalculables. Salazar, por ejemplo, dejó cantidades astronómicas de oro sacado de las colonias. Portugal todavía sigue siendo un país imperialista, desde hace siglos ya en decadencia. Ahora ya es la decadencia de la decadencia, pero todavía sigue siendo imperialista. Esa es la “grasa”. Aunque también está en crisis, hay una clase media todavía podero­sa, que todavía tiene relaciones más o menos privilegiadas con Mozambique, etcétera. Esto es general en todo el mundo capitalista, imperialista: la “grasa” el sacarle plusvalía no sólo a su proletariado, sino a todos los pueblos del mundo. Se la vienen sacando desde hace siglos. Eso no existe en los paí­ses semicoloniales.

Nosotros tenemos una gran discusión con Mandel sobre [la definición de] situación revolucionaria en Europa. El ha discrepado con nuestra posición. Nosotros hemos dicho que recién cuando tengan una inflación superior al 100% se podrá comenzar a decir que el capitalismo europeo entró en su crisis brutal. Digo 100% como argumento polémico, es una cifra, puede ser 50% o 60%. Espero que en ningún Congreso de la LIT me digan: «Se equivocaron, porque hay todo un proceso revolucionario y el proletariado tomó el poder con nada más que 90% de inflación; deben autocriticarse”.

Europa todavía es relativamente estable a pesar de que algunos países están en total decadencia. Pero para nosotros vive un proceso de latinoamericanización, muy parecido sobre todo al Cono Sur (Chile, Argentina y Uruguay). Chile a fines del siglo pasado era el país más importante de Lati­noamérica. Vean las vueltas de la historia: algunos sectores de Los Angeles fueron colonizados por comerciantes chilenos. Yo les insisto a los compañeros europeos que tienen que via­jar mucho al Cono Sur para que lo vean. Lo de ellos va a ser más grande todavía. Bueno, Europa está en decadencia, pero una decadencia con esa “grasa” y con desarrollo desigual.

Es una situación revolucionaria por la crisis económica, por las luchas de las masas ‑-y en este punto tal vez esta­mos de acuerdo teóricamente con los compañeros de Lutte Ouvriére o con muchos compañeros presentes; estoy segu­ro-‑. Pero pocos han tocado el hecho decisivo en el que noso­tros insistimos. Me da la impresión de que, en el fondo, no nos damos cuenta de la magnitud de la definición del fenó­meno: [la situación revolucionaria se da] en un momento de crisis total de los aparatos contrarrevolucionarios. Es justa­mente al revés de 1943, 1947 o 1949, cuando hubo un ascen­so revolucionario colosal pero al mismo tiempo hubo fortificación de los aparatos. Esa es la gran contradicción: ahora no, ahora hay una crisis colosal de los aparatos.

Debemos darnos cuenta de lo específico de este elemento, que viene agravándose desde 1968 hasta ahora, haciéndose cada vez más grave. El ascenso del movimiento de masas y la crisis económica no dan pie al reformismo y esto hace que para las propias masas la crisis de los aparatos cada vez sea más grande. Es fácil combatir a la burocracia, facilísimo. Los burócratas les dicen a los obreros: “¿Qué vamos a hacer? Hay que aguantar la disminución del nivel de vida”. Y los trotskistas -‑ya casi solos-‑ y los obreros por la base deci­mos: “¿Cómo? No queremos que nos disminuya el nivel de vida”. Comienza un lío bárbaro entre las masas, los trotskis­tas y los burócratas.

Eso se da hoy en día. En ningún país del mundo las masas hoy en día aguantan la línea de Thorez de primero producir. No hay masas que aguanten. Prueben ahora decir a los mineros franceses o a los ingleses: “Hay que dejar que se cierren las minas. Primero cerrar las minas. ¿Qué opinan de esta consigna?. Imagínense un dirigente, un burócrata que se para y dice esto. Y lo grande es que lo dicen. Eso es único, ¿se dan cuenta? Antes no ocurría. Antes el burócrata hablaba y tenía impacto. El PC decía “producir” y la gente iba a trabajar y a producir. El PC francés decía “un solo ejér­cito, una sola policía” o el PC italiano decía “desarmarse y entregar las armas” y las entregaban. Ahora en Colombia los aparatos han dicho “entreguen las armas” y no se entregan. En 1958 la tercera parte de Colombia estaba en manos de la guerrilla. Estábamos al borde de una de las más grandes derrotas del capitalismo y el imperialismo en el mundo ente­ro, mucho más grande que Cuba. El Partido Liberal dijo “entreguen las armas” y sólo un pequeño sector ‑-las FARC, que se fueron con el PC-‑ no lo hizo. Pero casi todo el movi­miento entregó las armas. Ahora no; el PC dijo “entreguen las armas” y se le dividió la guerrilla, no entregaron las armas. Ese es el elemento nuevo que hay en situación revo­lucionaria.

Frente Unico Revolucionario (II)

No sé si estamos de acuerdo. Antes que nada vamos a ver si nos ponemos de acuerdo con la definición. El frente único revolucionario no es la unidad con los que combaten, para nada. Alguien que tira piedras no es el frente único revolu­cionario, es un hombre de vanguardia que tiene o no punte­ría para tirar piedras. Es vanguardia en tirar piedras; políti­camente hablando puede ser un stalinista fanático. Un hombre que hace piquetes tampoco es frente único revolucio­nario. Si no, no nos entendemos. El frente único revoluciona­rio es un acuerdo con organizaciones políticas que adop­tan posiciones revolucionarias .

Este problema del frente único revolucionario se transfor­ma en un lío bárbaro por la realidad. Bajémoslo a tierra. Antes que nada hay que decir que la crisis de los aparatos empezó por la burocracia china, el aparato más débil . Es un aparato que en su propio país vive de crisis en crisis, una crisis permanente, para mí también expresión objetiva de la revolución permanente. La burocracia china no tiene solidez ni en China. “Las cien flores”, la Revolución Cultural, etcéte­ra... Viven de conmoción en conmoción. Se dividen, se persi­guen, no hay ninguna estabilidad, y cada vez va a haber menos. Además nunca se planteó tener una Internacional. El maoísmo hizo crisis, pero su crisis fue total. Y con una ventaja inmensa para el proceso revolucionario, que es que el maoísmo había ganado, igual que el guevarismo, a lo mejor de la vanguardia política del mundo entero, de todos los que querían hacer la revolución.

En los partidos comunistas, en las universidades, en el movimiento obrero, la amplia mayoría de los jóvenes que se sentían revolucionarios creyó que comenzaba la solución de la crisis de dirección del stalinismo y rompieron por odio al stalinismo. El guevarismo odiaba hasta tal grado al stalinis­mo que Guevara era muy buen amigo de nosotros los trots­kistas; siempre nos mandaba saludos, su primo hermano era militante nuestro, lo visitábamos en Cuba, etcétera, y nos decía “vamos a vernos en tal lugar, porque me sigue la GPU”.

Esto fue un problema generacional. [Esos jóvenes] se hicieron guevaristas y maoístas a fondo. Lo mejor de esa generación fue para allá. Desgraciadamente, por culpa del SU no vino hacia nosotros en Italia, Alemania y otros países. Allí [los grupos trotskistas] acataron la disciplina [mante­niendo el entrismo en los partidos comunistas] y perdieron la posibilidad de disputarle la vanguardia al maoísmo y al castrismo.

En Francia vino a nosotros por una casualidad. La célula del SU de [la carrera de] Filosofía dirigida por Krivine, con­tra la opinión de los hermanos [Krivine], de Pierre Frank y de Mandel, rompió la disciplina y se fue. Dijeron: no aguan­tamos más al Partido Comunista y el entrismo dentro de él. La Liga Comunista Revolucionaria (LCR) francesa se dio por una casualidad, por el solo hecho de romper con el Partido Comunista y enfrentarlo públicamente, por no aguantarlo más, se encontraron con el Mayo Francés y de golpe se con­virtieron en el partido trotskista más fuerte del mundo y de la nueva vanguardia. Después, con toda su política, arruina­ron esa posibilidad, pero [a LCR] reflejó ese fenómeno generacional, toda esa formidable vanguardia de 1968 o anterior, [que se daba] en todos lados.

En Colombia esto fue muy profundo, surgió un Partido Comunista colosal . Le pido fraternalmente al compañero que me disculpe, [pero ese partido] por ser maoísta, no hizo que hubiera triunfado ya la revolución en Colombia. O, como mínimo, se hubieran mantenido en la unidad si hubieran tenido democracia interna. Pero [este proceso] fue general.

La crisis del maoísmo liberó estas fuerzas. Muchos se fue­ron a la reacción, al stalinismo. Algunos se han dirigido a Albania. Le voy a robar al compañero una metáfora de ver­dad brillante que ha hecho -‑aunque si nos autoriza diremos que es suya‑-: Albania ha tratado de hacer el socialismo ordeñando cabras. Es decir, es un país que no da absoluta­mente para nada, ni políticamente ni en ningún sentido. Felizmente los compañeros no se han ligado a los albaneses. En Colombia los que se han ligado [a ellos] están en unas maniobras rarísimas: pactaron, hacen tregua, de todo.

Pero surgieron grupos que comenzaron a pensar con su propia cabeza. Es decir, del maoísmo se abrieron muchos grupos, como [una] granada. No surgió una tendencia. No es casual que hayan surgido estos grupos, porque era una gene­ración que fue al maoísmo porque quería hacer la revolu­ción. Fue un híbrido.

En el stalinismo hasta ahora la crisis no ha originado nin­guna corriente de izquierda. No sé si lo ha hecho en el nacio­nalismo pequeño burgués. Hay que decir las cosas como son: el stalinismo libera fuerzas individuales. Es decir, nos saca­mos una camisa de fuerza, pero no libera hasta ahora [ningu­na corriente de izquierda]. Por ejemplo, en la crisis del PC español no ha surgido ninguna corriente con una política de clase sistemática que plantee que hay que hacer la revolu­ción obrera. Tenemos dudas de que [surjan] en Francia. Pare­ce un fenómeno generalizado. El stalinismo pareciera ser un Partido ya viejo que se sobrevive a sí mismo, que no ha capta­do a la nueva vanguardia. Su crisis es mucho más lenta; pero al mismo tiempo libera fuerzas, pero no fuerzas muy positi­vas. Discrepamos mucho con Mandel, [que sostiene que en el] interior del eurocomunismo habría posibilidades revoluciona­rias muy interesantes. No creemos eso. Desde el inicio opina­mos que no, que era caer de mal en peor. No sabemos qué era peor [si el stalinismo o el eurocomunismo].

Digo esto porque no hay partidos ni corrientes; en ningún lugar podemos decir [que el frente único revolucionario] es con tal corriente. Sí en Colombia, por esa circunstancia espe­cial. Posiblemente en toda el área haya muchos otros compañeros ex maoístas, o que se siguen reivindicando como tales, y que desarrollen posiciones cada vez más y más revolucio­narias consecuentes. Consecuentes con ellos mismos, porque ellos entraron al maoísmo para hacer la revolución. Tenemos mucho que aprender de ellos. Y de todo el resto, pero sobre todo de ellos, que son el sector más interesante.

Pero a nivel del movimiento sindical surgen otras corrien­tes. Llevados por las circunstancias [surgen] los que dicen que no puede haber colaboración de clases. Surgen corrien­tes sindicales muy interesantes, como en Brasil. O como [en] la guerrilla: queremos saber qué pasa con la corriente Clara Elizabeth Ramírez. Pueden surgir grupos en una localidad. Por ejemplo, en Argentina nosotros queremos trabajar sobre los comités peronistas bien obreros y plantearles una Argen­tina Socialista; abajo la burocracia; por la revolución socia­lista; por una revolución socialista en Latinoamérica. Cree­mos que dentro de poco tiempo tal vez consigamos algunos, pero por lo menos es una política. También tenemos en Argentina el problema del Partido Obrero. Queremos hacer una política para ver si nos unimos.

El frente único revolucionario, compañeros, es entonces el intento de lograr un frente que no es un acuerdo para tirar piedras ni nada por el estilo, sitio un frente a largo plazo, para una actividad mancomunada, consultada entre organi­zaciones políticas , hoy esencialmente locales o nacionales.

Organizaciones fundamentalmente políticas: muchos sectores que vienen del maoísmo en crisis, pocos (no conozco) que vengan del stalinismo tradicional en crisis. Que vengan hacia posiciones de izquierda. Me asusta que se crea que el frente único revolucionario es sólo contra Contadora, para nada [lo es]. Tiene que tener un programa claramente revo­lucionario, de revolución socialista. Y es una táctica, no más, dentro de nuestra estrategia principista y fundamental de hacer partidos marxistas revolucionarios de masas. Tiene ese objetivo. Es una táctica hoy en día privilegiada por la crisis de los aparatos.

Es una táctica privilegiada [en relación a otras tácticas]. Por ejemplo, nosotros creemos que la táctica del frente único obrero es muy difícil de aplicar , casi imposible, porque la burocracia está cada vez más contrarrevolucionaria; ya ni esboza resistencia a los planes de austeridad. Donde la esbo­ce estamos de acuerdo en hacerlo. Pero existe ese problema muy grave. En cambio, la táctica del frente único revolucio­nario sí [la podemos aplicar], porque el problema es concre­to. Es decir, creemos que hay posibilidades de diálogo con grupos, con organizaciones ‑-sindicales o políticas-‑, con tendencias todavía no organizadas pero que se consideran como tales, con el objetivo de ver si logramos un partido marxista revolucionario común. Eso es el frente único revo­lucionario.

Tiene las ventajas de liquidar el sectarismo y la manía de captar de a uno, y de inculcar verdades trotskistas de a puño que nosotros olvidamos sistemáticamente: un verdadero par­tido marxista vive haciendo acuerdos, frentes, fusiones y no sólo rupturas. Y que en una etapa revolucionaria las fusio­nes son mucho más fáciles que las rupturas, porque todo empuja en favor del programa revolucionario. Y más en esta etapa en que los aparatos contrarrevolucionarios están en crisis. Queremos que nos acostumbremos a eso.

Los compañeros de Lutte Ouvriére nos hicieron preguntas muy importantes y muy peligrosas. No peligrosas de parte de ellos, sino que plantean problemas muy peligrosos. Tanto el programa mínimo revolucionario como el frente único revolucionario significan un peligro mortal de que el núcleo trotskista desaparezca antes de que se haya hecho un nuevo partido bolchevique. Vamos a ver si nos ponemos de acuerdo, porque también puede ser sectario no querer liquidar el núcleo trotskista. Cuando se entró al Partido Laborista Independiente inglés, Trotsky estaba en contra de mantener el núcleo trotskista, planteó que había que disolverlo. ¿Qué quiero decir con esto? Mientras no exista un verdadero par­tido revolucionario con influencia de masas es un verdadero crimen político disolver el propio partido; es transformarlo en un movimiento, y centrista. Existe el gravísimo peligro de desaparecer en el centrismo, de que nos dé la impresión de que tenemos una multitud ‑-y la tenemos‑-, y de golpe nos encontramos con que no tenemos nada. Es el caso de Liebk­necht y los revolucionarios alemanes, que hablaban y tenían multitudes, y eran un movimiento; pero a la hora de la ver­dad, por no tener un partido bolchevique férreamente orga­nizado, no tenían nada.

Disolverse o perder esas características es un crimen polí­tico. Nuestro partido pagó muy caro una táctica para mí correctísima, por no tener en cuenta este elemento. Fue cuando hicimos entrismo en las “62 Organizaciones” [5] y crea­mos el Movimiento Agrupaciones Obreras. Fue la etapa más brillante de nuestro partido en cuanto a influencia de masas en el movimiento obrero, pero no prestamos atención a esto y casi desaparecemos dentro del centrismo.

El otro problema es el del programa mínimo revoluciona­rio. Yo no creo que el programa mínimo revolucionario sea el programa del frente único revolucionario. Son indicaciones generales mínimas para comenzar a discutir un frente único revolucionario.

Por ejemplo, en Colombia el stalinismo ha entregado la lista de todos sus militantes y guerrilleros que no acataron la tregua. Esto es vox populi en Colombia. Lo han informado públicamente a la prensa para demostrar su colaboración con el gobierno. Si nosotros al entrar a A Luchar les pregun­tamos si eso les parece bien, si les parece bien que la policía o el ejército de Betancur mate a los disidentes del stalinis­mo... Los mandelistas nos van a decir que les parece brillan­te y que es muy buena línea del Partido Comunista (digo esto porque Socorro Ramírez era de esa Comisión de Tregua y Paz que es la que pide que se entreguen las armas), y nosotros -‑lamentamos decírselo a los compañeros de Lutte Ouvriére‑- los vamos a sacar de esa pieza posiblemente a patadas . Ni hablemos de frente único revolucionario; ni el saludo les vamos a dar.

Por eso [el programa] es mínimo. Si preguntamos eso nos contestan que sí, no hablamos más, ni siquiera les damos el saludo. Pero eso no significa que sea un frente único revolucionario. Ya lo dije antes: hasta un reformista media namente honesto dice “no se le entrega nada a ningún policía; la policía es lo peor y no se le entrega nada”. Hoy en día tenemos ese caso concreto en Colombia. Ustedes se pre­guntarán para qué lo ponemos. Fíjense para qué lo ponemos. A partir de esa tremenda discusión, en Colombia se dividen aguas. A partir de ahí habrá muchos reformistas que no ven­gan al frente revolucionario, pero a partir de allí sabemos quiénes no pueden ni pisar el frente revolucionario. Es decir, nosotros no tenemos nada que ver con los que nos digan que el stalinismo hace muy bien en entregar la lista de los gue­rrilleros que se negaron a entregar las armas. Desde el periódico vamos a decir que son contrarrevolucionarios , como los mandelistas en Colombia. No digo que lo sean en el mundo entero, pero en Colombia son contrarrevolucionarios, agentes directos del gobierno burgués en liquidar a la guerrilla y al movimiento de masas revolucionario.

El programa mínimo sirve entonces para eso, para comen­zar a discutir.

Lo mismo en cuanto a la diplomacia secreta. Si nosotros les planteamos: ¿Ustedes están de acuerdo, tienen confianza en que la diplomacia de Betancur es honesta? ¿O por ser un burgués es explotador y nunca tenemos confianza en un explotador?, y ellos nos contestan “Tenemos confianza en la diplomacia secreta de Betancur” ‑-como dicen los mandelis­tas-‑; les decimos que no tenemos nada más que hacer en cuanto a frente revolucionario con ustedes. Pero eso no es el frente revolucionario. Los compañeros de Lutte Ouvriére tie­nen completa razón. Con ese programa solo, no tomándolo como cuestión previa para presentarnos, se puede ir a des­viaciones centristas o a disolver el partido.

Sobre la iglesia

El planteo de varios compañeros sobre la Iglesia me pare­ce correcto. He aprendido del planteo de los compañeros. Aún más: me parece que la Iglesia ha comprendido también la crisis de los aparatos y trata de cubrir ese espacio. Eso no lo hemos pescado. Es teórico. Voy a decir aunque sea dos fra­ses.

La Iglesia es el aparato contrarrevolucionario más grande de la historia, porque ya va a cumplir casi dos mil años aplastando revoluciones. Es una buena cifra... Me parece que ha tenido una intuición colosal. Por ejemplo: el PT que ellos impulsan tanto, es una maniobra para evitar que toda la vanguardia brasileña vaya a la izquierda y al marxismo. Para mí [esto es así] claramente y en todos lados. Por eso han traído a este Papa Superstar; este Papa que viaja como un condenado y al que en Perú le gritan ya casi como a un jugador de fútbol. El mismo en Perú ya empezó a decir su discurso con características de [espectáculo] futbolístico. Dijo: Perú está con el Papa y el Papa está con Perú. Esto no es una casualidad.

La política de clase del trotskismo (II)

Bueno, al compañero Roberto de Chile le quedaron muchas dudas. Hizo una serie de planteos muy buenos. Tiene razón en que el planteo del “hombre nuevo” era de la corriente guevarista, el sector más elitista de la guerrilla, y que hoy en día [en cambio] la guerrilla es popular. Es ver­dad lo que dice el compañero de que específicamente esa categoría es del sector estudiantil guevarista del foco guerrillero.

El compañero dice que la comparación con Trotsky es mala, porque Trotsky se retiró cuando la revolución caía. Dice que mi ejemplo del Trotsky clasista, es decir, que acom­pañó el retroceso de la clase ‑-cuando a la clase le sacaron el poder, él se fue con ella‑- es equivocado; porque eso se dio en un retroceso y la política que el compañero plantea es para un ascenso revolucionario por la lucha por el poder.

Pero no cambia para nada. El problema es el fenómeno de clase. Es decir, el ejemplo que yo doy es que cuando a la clase obrera le sacaron el poder Trotsky no hizo ninguna maniobra para seguir en el poder, sino que se fue con la clase obrera. Si la clase obrera avanza hacia el poder noso­tros tenemos que pelear para estar al frente de ella y que tome el poder. Lo que estamos discutiendo aquí es si sali­mos de la clase obrera para llegar al poder. Lo que yo planteo es si nuestra política es la de la clase obrera. Por ejemplo, hoy en día en Nicaragua: ¿lo importante es que los compañeros estén en las fábricas -‑lo que están haciendo--o era ir a la recolección de las cosechas u otra variante que a lo mejor les daba prestigio o algo por el estilo?

Nosotros queremos que estén allí, aunque se demore. Ese es el futuro del trotskismo y de la revolución. Porque si vamos al poder no al frente de la clase obrera, si no es la clase obrera la que, autodeterminándose en movilización permanente a través de sus propios organismos, toma el poder, ese poder es burocrático, deformado de entrada. Eso [es así] por ley sociológica, por ley marxista. Ese es el único poder que nosotros queremos. El otro es de ellos, no nuestro. Tan de ellos que nosotros vamos a luchar políticamente para sacarlos a patadas del poder. Y no hay maniobras [que val­gan].

Eso que dice el compañero, que había retroceso en Rusia y en Europa es verdad. Pero se olvida que había un ascenso colosal en el mundo; que cuando lo desplazan a Trotsky era el momento de la gran Revolución China, cuando comienza el gran ascenso, cuando el Partido Comunista chino se transforma en una potencia. De cualquier manera, seamos honestos, no sé si Trotsky le daba mucha importancia al pro­blema chino en ese momento. Está esa discusión muy confu­sa sobre si se abstuvo o no en el problema del entrismo [al Kuomintang]. Trotsky dio algunas explicaciones. Después, con Zinoviev, llegó a una formulación medio confusa. Pero si le dio importancia [al entrismo al Kuomintang] y qué votó es una cuestión para eruditos. Pero había una revolución socia­lista fundamental en marcha, que era la china; en Europa había decadencia.

La discusión con el compañero Roberto de Chile tiene que ver con leyes generales y una estrategia o una táctica privi­legiada. Acá estamos discutiendo una táctica privilegiada; estamos tratando de dar una ley general, por eso es un Con­greso Mundial. Por ejemplo, el compañero insinuó -‑no lo dijo, creemos que por falta de tiempo‑- que nosotros a veces hemos aconsejado a algunos partidos ir al movimiento estu­diantil y no al movimiento obrero. Pero ésa no es la ley gene­ral ni la táctica privilegiada del partido. Los mandamos allí para ir al movimiento obrero, como una mediación, porque tenemos que tomar en cuenta la situación de nuestros gru­pos. Si conocemos a cuatro compañeros obreros, o variantes Por el estilo, hay que ser muy cuidadoso, hay que cuidar ese capital. Es lo que nosotros llamamos la acumulación primiti­va de militantes y cuadros y hay que ver dónde se la logra.

Por ejemplo, en 1943‑1944, cuando elaboramos la línea de que había que ir al movimiento obrero, nosotros no fuimos al movimiento obrero, fuimos a un club juvenil de barrio en Buenos Aires porque [allí] se hacían discusiones intelectua­les y políticas. En 1951, cuando nos dimos cuenta que venía una situación colosal en el movimiento obrero, y nos dimos cuenta de que necesitábamos cuadros de bastante nivel polí­tico porque venía una ruptura de la dirección del movimiento obrero peronista, entonces fuimos a dar cursos a un grupo de teatro medio existencialista. Allí tuve la gran alegría de encontrarme con el compañero Ernesto González, mi viejo camarada que ahora se va a enojar [porque les cuento esto]. También era actor ahí el famoso trotskista e historiador Luis Vitale. Los capté, pero [para ello] tuve que estudiar como loco a Ibsen. Nuestro verdadero objetivo era ver si conseguí­amos dos o tres intelectuales para redactar el periódico. Era un medio, un rodeo, porque nuestro grupo era tan obrero que nuestros cien compañeros eran absolutamente todos obreros, sin ningún estudiante.

Ahí comprendimos que los estudiantes servían para algo. Entre otras cosas, para escribir un periódico o para dar cur­sos, u otras cuestiones por el estilo. Pero no era nuestra línea [trabajar en el movimiento estudiantil]. La prueba está en que, ni bien los captamos, todos ellos fueron al movimien­to obrero. El compañero Ernesto fue después un gran diri­gente de los frigoríficos.

Es decir, no me hablen de los rodeos que hacemos para ir al movimiento obrero, hablemos de la ley general. La ley general depende entonces del tamaño de nuestro grupo, depende de cómo son nuestros compañeros. Tiene que haber un estudio subjetivo a fondo del propio grupo. Nosotros esta­mos en contra de quebrar a los compañeros. No queremos que vayan al movimiento obrero si los vemos que son muy pequeño burgueses o estudiantes.

Lo mismo pasa con eso de jugarse la vida. Es una abstrac­ción. En la Cuarta, en la LIT, estamos todos por jugarnos la vida. El partido argentino ha dado el ejemplo. Pero junto con eso estamos a muerte por las más estrictas medidas de clandestinidad. Por ejemplo, imagínense que [mientras] estamos discutiendo medidas de clandestinidad alguien se para y dice: “¿Para qué discutimos tanto si la vida está al servicio de la Cuarta?”. Lo lamento mucho pero les juro que voy a seguir discutiendo dos o tres horas más. También sobre mi vida. Acepto lo que me toque en suerte, pero honestamente, prefiero Moreno vivo y no héroe.

Es decir, son discusiones concretas. Mandar a la gue­rrilla a un grupito como el de El Salvador, donde no van a captar a nadie, donde los van a fusilar apenas digan que son troskos con el argumento de que la vida no significa nada, eso no lo veo. Son nuestro principal capital político. Si los matan tal vez por diez o quince años no hay más trotskismo de nuestra tendencia en El Salvador. Ahí sí yo estoy en contra de que se jueguen la vida. ¿Jugarse la vida para qué? Si es para construir el partido, sí.

Esto tiene que ver con la manera en la que nos ubicamos en relación a las corrientes progresivas. Por ejemplo, para tomar ejemplos concretos, el problema de la ETA. A la ETA creo que no le podemos plantear frente único revolucionario. El compañero planteó si planteamos frente único revolucio­nario a organizaciones guerrilleras pequeño burguesas. Puede ser que sí, porque es una organización política, pero siempre que deje de ser pequeño burguesa. Que sean pequeño burguesas por su composición social, pero que se transfor­men en proletarias por su política al plantearles nosotros el frente único revolucionario, porque nuestro primer punto será estar por la dictadura del proletariado, por que el prole­tariado dirija todo el proceso revolucionario, por que haya democracia obrera y por que haya un partido obrero revolu­cionario que dirija la revolución. Si son guerrilleros y nos aceptan todas esas posiciones, aunque ninguno de ellos haya trabajado nunca como obrero, se comienzan a dar las bases políticas de un frente único revolucionario. Pero no hay nin­guna posibilidad de plantearle eso a la ETA.

Por eso insisto: el frente único revolucionario es entre organizaciones políticas. Desde el momento en que una orga­nización guerrillera es una organización política, sí [pode­mos plantearlo]. Hubo corrientes del socialismo revoluciona­rio de izquierda que entraron al Partido Bolchevique, y yo estoy muy a favor de eso. Si no [se entiende esto], no se entiende qué es el frente único revolucionario.

Es lo mismo que ir nosotros a trabajar a los barrios. Pode­mos ir a trabajar a los barrios, pero eso no es frente único revolucionario. Eso es una organización barrial. Podemos ir Porque, por ejemplo, en Chile no hay trabajo. Puede ser una medida extraordinaria que nuestro grupo chileno -‑y tam­bién los estudiantes-‑ se vaya a vivir a los barrios; los que tienen medios de vida o algo por el estilo. Tomen eso en cuenta. Pero el objetivo de ir a los barrios también va a ser tener que ir al proletariado. Y van a ver ustedes cómo los únicos que rinden como militantes van a ser los obreros, como ley general. Se van a sorprender de cómo los obreros son los únicos que captan estructuralmente, nuestro concepto de organización y nuestro programa. Ellos lo captan. Se van a sorprender de cómo nuestra organización y nuestro pro­grama están hechos a la medida de los obreros. Eso de ser disciplinados, organizados, respetuosos, de discutir todo, encaja perfectamente bien con los obreros; no con las otras clases. Insistimos, eso no quiere decir que no vayamos a los barrios para ganar militantes, pero lo hacemos para ver si nos dirigimos al movimiento obrero. Eso ya es táctico.

Pero el futuro del trotskismo, de la revolución y de nues­tro partido, en Chile como en todos lados, pasa por la clase obrera, aunque disminuya en número (ya insistí en eso el otro día).

[Volviendo a la guerrilla.] Puede ser que empiece a haber guerrilla proletaria. Los compañeros en Colombia insisten en que [esa guerrilla] es proletaria y democrática. Quiere decir que las Tesis están buenas, que el párrafo de las Tesis que dice que estamos dispuestos a ver si existen otras expe­riencias está bien. Es posible que las guerrillas sean cada vez más tipo Durruti, campesinas pero de ese tipo. Dejando de lado todas sus barbaridades políticas, hay que volver a leer a Durruti. Hay que estudiar cómo hizo triunfar la huel­ga de la construcción en Madrid, que es una cosa muy linda. Hay que estudiarlo, y ver si vamos para allá.

Estamos de acuerdo, no tenemos ningún inconveniente en ir a la guerrilla, pero como planteo teórico general. Siempre hemos dicho que hay que incorporar al Programa de Transi­ción todo el problema de la guerrilla. Le quiero decir al com­pañero maoísta que he leído muchísimo a Mao y a los gran­des de la guerrilla, porque creo que han aportado desde el punto de vista militar. Nosotros no tenemos ningún prejui­cio, pero no es la ley, ni es hoy en día la táctica privilegiada, porque no vemos esa guerrilla democrática y proletaria. No vemos esas organizaciones políticas donde hacer entrismo, lo que el compañero dice, ni frente único revolucionario.

En mi opinión, no veo ninguna posibilidad de frente único revolucionario con Sendero Luminoso. No veo ningún punto en común. No están abiertos absolutamente a nada ‘ son la negación de la democracia, no tienen nada que ver con el proletariado y tienen un programa directamente reformista.

[Esto] tiene que ver con los aliados, como por ejemplo la ETA y todos los demás. ¿Qué les exigimos a los aliados? El compañero olvidó los dos polos de nuestra política. Nuestra política frente a los aliados tiene dos caras: una es que les exigimos que sean consecuentes con su programa como alia­dos, como sectores no obreros; y la otra es que les hacemos una crítica implacable y les decimos a las masas que si siguen a esas direcciones les va a ir muy mal. Esa es la otra cara.

A la ETA le decimos que sean consecuentes en la lucha contra el franquismo, y escribimos artículo tras artículo diciendo: ¡Pobres los obreros que sigan a la ETA!; les espe­ran traiciones, capitulaciones, desastres, porque el naciona­lismo, a la larga , es reaccionario. Tenemos una política con­tradictoria, de dos fases. Nuestra política hacia la ETA es obligarla a ser consecuente en su programa, y pegarle duro porque su programa es pequeño burgués, diciendo que es un programa pequeño burgués y ver si la rompemos por este medio.

Nuestro objetivo es destruir a la ETA, que no tenga más fuerzas. No es el frente único revolucionario, que es una cosa leal. Por ejemplo, nosotros queremos que todas las organiza­ciones que forman A Luchar crezcan enormemente. Nues­tros compañeros colombianos han sacado una resolución por la que no se capta a ningún compañero de ninguna organiza­ción hermana. Y resolvieron eso después que en la primera reunión -‑la única que hemos tenido hasta ahora-‑ nosotros les dijimos: “Por varios años ustedes no deben intentar cap­tar a nadie; si alguien [de una organización hermana] les dice que está de acuerdo con ustedes, le respondemos que por favor ni nos lo diga, porque es una relación fraternal”.

En cambio, en el caso de la ETA, si alguien viene lo aga­rramos y no lo dejamos salir. Vamos a ver si hacemos entris­mo y destruimos a la ETA, porque es una dirección no de clase, pequeño burguesa, que va a ser siniestra para el futuro del movimiento obrero vasco. ¡Pobre del movimiento obrero vasco! Cada triunfo que consiga bajo la bandera de la ETA será peor, será ese camino sin salida, ese camino en retroce­so que describieron los compañeros de Lutte Ouvriére. Se Podrá avanzar, pero son avances para retroceder, por el pro­blema de la dirección.

Es decir, nuestra política es doble: los combatimos por no tener una política obrera revolucionaria, por no ser de nues­tra clase; apoyamos los aspectos positivos, pero es un comba­te estratégico contra ellos.

También estoy en contra de hacer el frente único revolucionario con el Frente Clara Elizabeth Ramírez en base a un problema moral. Estoy totalmente en contra de hacer un frente único revolucionario en base a un tribunal moral para juzgar las acusaciones contra Carpio. [6] Estoy en contra, entre otras cosas, porque lo veo sectario. Puede ser un acuer­do muy bueno, donde entre cualquier cantidad de gente. Tal vez Pérez Esquivel [7] esté de acuerdo con eso. Eso, para mí, es un acuerdo como tantos, que también tenemos que apren­der a hacerlos. Tenemos que aprender a dejar de ser secta­rios: hay que aprender a hacer acuerdos. Trotsky nos lo enseñó con la Comisión Dewey y con el famoso tribunal que juzgó los procesos de Moscú. Pero no tenían por qué ser revo­lucionarios, sino nada más que gente honesta. Frente revo­lucionario es en base a un programa claramente revolucio­nario.

Sobre economía

[En relación al la crítica del compañero mexicano a Man­del sobre el problema económico, opino que hay que estudiar los períodos de la crisis. No sé si es como dice el compañero, pero es posible que sea así. Creo que su aporte es importante y tenemos que precisarlo. El compañero critica cómo ve Mandel la solución de la crisis. Ve el aspecto superficial de la crisis, el problema de que le venden a Norteamérica y no el problema de la explotación como el elemento último de superación de la crisis.

Acá hay una discusión teórica fundamental, parecida a la que tenemos sobre por qué se originó el boom [económico de posguerra]: si el stalinismo tiene o no que ver con ese boom.

Sobre el problema de la definición de la economía obrera como complementaria del mercado mundial o del capitalis­mo, no sé qué significa “complementaria”. Para mí son anta­gónicas, pero al mismo tiempo unidas en una totalidad. Son parte de una totalidad pero antagónicas. No creo que sean complementarias. Por ejemplo, el monopolio del comercio exterior y el hecho de que en la URSS no haya capitalismo, no los hace complementarios. Por eso no veo la palabra “complementaria” como correcta.

El fascismo y la contraofensiva imperialista en la actual:
Etapa revolucionaria

Con respecto a los períodos y a la insistencia del compañe­ro sobre el año 1975, estoy de acuerdo en que el año 1975 señala el punto culminante, pero también creo que en 1967­-1968, con la crisis y todo lo demás, se abre toda una nueva etapa, por llamarla de algún modo. Esa etapa es para mí de situación revolucionaria no aguda, o prerrevolucionaria ‑-no discutamos por los nombres-‑. Pero es mundial. Y estoy de acuerdo con el compañero en que el hecho decisivo, cualitati­vo, fundamental, es el triunfo de Vietnam en 1975.

Sigo creyendo que en 1943 se abre la época revolucionaria más grande. Para mi es más grande, es superior a los seis años que van de 1917 a 1923. Hubo muchos más triunfos.

Sobre el problema del fascismo. El compañero tocó ahí un punto muy interesante, que tiene que ver con el carácter de la época. Vean cómo los problemas son globales. El fascismo ha cambiado de carácter. Como la época no es contrarrevolucionaria, no puede adquirir características de masas ni ganar la calle. Utilizan métodos de guerra civil, pero a tra­vés de organizaciones secretas. Es un producto de la situa­ción mundial.

Como el imperialismo yanqui está aterrorizado por Viet­nam, el fascismo está aterrorizado por las palizas que le ha dado el movimiento obrero mundial: la derrota de Hitler, de Mussolini, las guerrillas, la liquidación del régimen en el Japón. Las sucesivas derrotas por las masas del fascismo en todo el mundo, hacen que hayan tenido que adaptarse. Como la Iglesia cambió, [se adaptó] a la crisis de los aparatos con­trarrevolucionarios y al ascenso revolucionario: cambió y nos dio un Papa itinerante. De la misma manera ha hecho el fas­cismo: ahora no gana las calles sino que da golpes terroris­tas. Se ha vuelto terrorista, no de masas. La situación y el ascenso revolucionario mundial han impedido hasta la fecha que grandes sectores de la pequeño burguesía desesperada vayan hacia el fascismo. No van al fascismo porque la crisis es crónica, no hay salida. Esto es en líneas generales, como ley. Podemos ponerle otro nombre: podemos decir que en general hoy en día no hay ningún partido fascista en el mundo. También puede ser.

Definamos si les podemos decir fascistas a las bandas. Nosotros creemos que son bandas fascistas. Hoy en día hay terrorismo y método de guerra civil del Estado, de los ejérci­tos que emplean métodos fascistas, genocidas. Esos son los nuevos fenómenos que ha dado esta posguerra, como conse­cuencia del colosal ascenso revolucionario. Los fascistas actúan en las sombras, no en forma abierta.

[En cuanto a que hay una] contraofensiva imperialista generalizada, estoy de acuerdo, pero siempre que sepamos que esa contraofensiva generalizada tiene muy poco éxito. Que no dé la impresión de que es generalizada en el sentido de que está obteniendo grandes éxitos.

Sobre la redacción de las tesis

[Sobre la definición de los regímenes y los gobiernos.] Hay una cuestión que hay que leer y corregir, pero estoy en con­tra de poner en las Tesis nombres teóricos, ultra teóricos como bonapartismo sui generis, bonapartismo senil, etcéte­ra, porque nuestros partidos están llenos de jóvenes. Se repi­te la historia de cuando el SWP visitó por primera vez al partido mexicano y los compañeros mexicanos les pregunta­ron sobre las generaciones de militantes del SWP. Hansen –creo-‑ las contó cuidadosamente: primero la de Cannon, después la de 1935, después la de 1940, etcétera. Terminó con una cantidad bastante grande de generaciones, cinco o seis, Y les preguntó a los compañeros mexicanos:

–¿Y ustedes, cuántas generaciones tienen?

Y los compañeros mexicanos le dijeron:

–Dos: los del año pasado y los de éste.

Nosotros también estamos cerca, tenemos cuatro. No tenemos entonces que poner nombres que se parezcan a los de una farmacia: el bismarkismo senil calma el dolor de cabeza, el otro es para cuando uno se siente fatigado y ner­vioso... Al revés: tenemos que tratar de que los compañeros jóvenes lean y se aproximen a las verdades más generales que queremos decir.

Sobre Afganistán

Bueno, compañeros, les voy a complicar más la cosa. Voy a agregar algunos datos, que no sé si son correctos. Estuve estudiando la cuestión afgana y voy a agregar elementitos objetivos, aparentemente a favor del compañero Mario, antes de discutir con él.

Socialmente se complicó muchísimo la cosa: van a ver qué tío monstruoso que hay, monstruoso. La guerrilla, al princi­pio, la hacían los terratenientes y los jefes de tribus y de pueblos, lo que se llama “los notables”. Y al principio había poca influencia de la CIA. Resulta que Andropov dio la línea de que el gran aliado de la URSS es la gran burguesía terra­teniente -‑van a ver ahora la complicación que se armó‑- y que había que pactar con los notables. Y pactaron con los notables: hoy el gran baluarte de la ocupación soviética son los grandes terratenientes y notables. Esto provocó que la guerrilla se vaya transformando cada vez más en una gue­rrilla de los campesinos pobres y de los trabajadores. Por un lado, hay un cambio social en la guerrilla; por otro lado, hay una cosa rarísima porque la URSS se niega a expropiar a los terratenientes -‑son sus aliados-‑, pero lleva a toda la juventud a educarse a la URSS. La lleva de a veinte mil, de a veinticinco mil. Lleva a toda la juventud y la hace rusa.

Pero ahí no termina la complicación. No sé si saben el lío monstruoso que hay en la URSS; un día de éstos vuela toda la burocracia. Hay un lío monstruoso porque en la URSS han comenzado a surgir, y son una potencia, las iglesias musulmanas ligadas a los afganos. Eso no lo puede destruir la policía secreta soviética; trabajan casi en la legalidad. Hay tres corrientes religiosas muy importantes -‑una creo que del siglo XI, otra creo que del siglo XII y otra del siglo XIV-‑ que ahora se han reavivado en forma impresionante en la URSS. Hay de todo, tanto que el gobierno burocrático ha cambiado la línea y ha resuelto ya no colaborar más. Enton­ces hay un despelote bárbaro con los curas musulmanes ofi­ciales, los mullahs creo, que son los hombres de la burocra­cia stalinista dentro de la URSS. En épocas anteriores, en la época de Breznev, la burocracia mandaba a estos mullahs fuera de la URSS, y tenían mucho éxito. Ahora ya no los reciben; cuando los mandan afuera, los árabes los echan a patadas. Y han surgido en la URSS corrientes religiosas, sobre todo las que hay en Afganistán, llevadas y fortalecidas por los soldados musulmanes que la burocracia mandó allí al principio. Ahora tienen adentro de la URSS un lío monumental, porque eso se desarrolla como un partido clandes­tino de masas contra Moscú y la burocracia. Los buró­cratas se putean entre ellos en forma salvaje [recrimi­nándose] por qué diablos los mandaron allá. Fíjense cómo se complican cada vez más las cosas. Es complicadísimo.

Bien, aclarados estos hechos --y puede haber muchos otros‑-, bajemos a tierra. Acá no se trata de planteos abs­tractos. El compañero planteó muy bien: hay una guerra; las guerrillas afganas, en su amplia mayoría, están pagadas y ya totalmente controladas por la CIA. La CIA acaba de votar públicamente trescientos millones de dólares para darle a la guerrilla afgana. Es una suma muy fuerte, casi tan importante como lo que empezó gastando en Vietnam. Fíjense ustedes que para dar veinte o treinta millones a El Salvador o Nicaragua hay unos despelotes bárbaros, y en cambio para esto no hubo ningún problema: fue votado. Y a mí me parece que el año que viene van a invertir quinientos millones. Han captado la oportunidad.

Esto se parece a la famosa discusión con el Socialist Wor­kers Party sobre la UNITA, sobre las famosas tribus, autén­ticas y que tenían derecho a expresarse en su lengua, pero que en determinado momento pasaron a ser manipuladas por los servicios secretos sudafricanos y yanquis: es un fenó­meno cualitativo. Por eso está bien el planteo del compañero [respecto de las guerrillas afganas]. ¿Es cualitativo o no? Es decir, ¿en qué punto están? Todo movimiento nacionalista tribal, progresivo en un momento determinado, en un punto de su camino se transforma siempre en reaccionario. Esa fue nuestra gran discusión teórica con el Socialist Workers Party, Nunca un movimiento nacionalista, masivo, intercla­sista, puede ser progresivo sistemáticamente, sino coyuntu­ralmente, porque no tiene la teoría ni el programa de la revolución socialista mundial. Entonces está condenado a ser reaccionario. Una de las grandes tareas teórico‑políticas de un partido revolucionario trotskista que utiliza el método científico marxista, es saber definir en qué punto cualitativo lo que es progresivo, relativamente progresivo, se transfor­ma inevitablemente en reaccionario.

Por ejemplo: UNITA combatió en gran forma al colonialis­mo portugués, más que el MPLA; el MPLA se llevaba bien con el gobierno portugués, con esos militares raros, medio castristas, como Saraiva de Carvalho & compañía limitada. Pero cuando Portugal se retira de Angola, UNITA pasa a servir al imperialismo yanqui y a Sudáfrica. Y nosotros diji­mos: “Esto es un punto cualitativo”.

Entonces volvamos a bajar a tierra. En Afganistán no hay [hoy el mismo] fenómeno [que cuando] la URSS lo invadió. Ese fue el primer fenómeno. Hoy en día hay un fenómeno más importante, más profundo: hay una guerra. Decir que “estamos por la autodeterminación”, etcétera, etcétera, es por un principio, pero no responde al problema fundamen­tal: ¿qué política tenemos frente a esa guerra? ¿Estamos por que gane la guerrilla o estamos por que gane el Ejército Rojo? ¿0 decimos ‑-como decía Trotsky, “Gracias, no fumo”-‑: “Esta guerra no me interesa, Afganistán tiene una lengua muy difícil y no tenemos posición”? ¿O: “Es muy lejos, no afecta nuestra frontera”, que es otra [posición], naciona­lista, de la que estamos en contra?

Hay una guerra: hay que pronunciarse sobre la guerra. Y para pronunciarse sobre la guerra hay que dar el carácter de clase y político de los contendientes . Acá viene el problema de la guerrilla. Se dio el salto cualitativo: a pesar de este carácter social de la guerrilla, que hoy es menos terrateniente que antes, más popular, más de trabajadores que antes, también más joven... a pesar de esa composición social, ¿la tenemos que definir esencialmente como manipu­lada por la CIA o no?, Si la respuesta es “sí” no estamos por que ellos triunfen. Hoy, en día hay una guerra: si nosotros decimos “que tales se vayan”’, hablemos claro. Si dos boxea­dores están peleando ya mi me dicen “¿estás por el boxeador de la derecha?”, y yo digo “no, yo estoy por la autodetermina­ción de los dos, y por lo tanto que se retire el de la izquier­da”, no nos engañemos, estoy por que gane el de la derecha.

Si hoy en día en Afganistán decimos “Por el retiro inme­diato del Ejército Rojo”, no demos vueltas compañeros: fren­te a esa guerra -‑si no hubiera guerra está bien-‑, frente a esa guerra estamos por que gane la guerrilla. Es así. Y no hay que asustarse: a lo mejor estamos equivocados los que sostenemos que es un gravísimo error que triunfe la guerri­lla.

Es decir, creemos que la guerrilla afgana está igual que la UNITA, igual que los contras guatemaltecos [8] , sólo que por una vía distinta, trágica, una vía de la que es culpable directa la burocracia. Esa guerrilla pegó el salto cualitati­vo: de ser progresiva, nacionalista, de resistencia al Ejército Rojo, ha pasado a ser una guerrilla manipulada por la CIA. Ese es el punto que hay que discutir: la caracterización polí­tica de esa guerrilla. Y si hoy en día gana esa guerrilla, gana Estados Unidos. Por eso estamos en contra de plantear “Retiro ya, inmediato, del Ejército Rojo”, y sí [estamos a favor de] plantear el problema del derecho a la autodetermi­nación, denunciar su crimen, etcétera, etcétera. Porque el retiro inmediato del Ejército Rojo significa el triunfo de una guerrilla manipulada por el imperialismo. Y el Ejército Rojo, ¿qué es? Es el ejército burocrático, pero de un Estado obrero. Si en Afganistán viene un gobierno tipo Pinochet o tipo Mar­cos en Filipinas, se debilitaría la revolución en el mundo. Y si gana [la guerrilla], si se retira el Ejército Rojo, eso es lo que va a pasar en Afganistán. Es la impresión que yo tengo. Nada más, compañeros.

Cierre del Congreso Mundial

Bueno, camaradas, de hecho ya hemos terminado esta Conferencia. A pesar de ser éste un cierre, me voy a permitir darle un carácter medio informa]; porque en lo que resta de esta Conferencia voy a proponer una nueva modificación a los Estatutos para que nuestras reuniones mundiales dejen de llamarse Conferencias para llamarse Congresos, inclu­yendo a éste con carácter retroactivo. Porque “conferencia” tiene un significativo diminutivo, inferior a la palabra “con­greso”; ya en ese sentido, éste para mí ha sido un gran Con­greso. La propia palabra “congreso” le queda pequeña. En cuanto al resultado, al ambiente, etcétera, ha sido el Congre­so de carácter mundial más importante al que he concurrido en mi vida.

Este Congreso ha sido beneficiado en alto grado por la presencia de varias delegaciones fraternales: los compañeros de Lutte Ouvriére y sus camaradas de armas; el compañero Oscar de Colombia, representando a A Luchar y a Pan y Libertad; en cierta medida también el compañero Joaquín, aunque de hecho ya es parte de la LIT.

Lo que más me impactó siempre de nuestra organización internacional -‑la Tendencia Bolchevique y la Fracción Bol­chevique-‑ fue un fenómeno humano, que había un tipo humano que era igual en casi todos los países, muy distinto, Por ejemplo, a los del Secretariado Unificado. Un tipo huma­no de militante con una descripción muy parecida a la que hace Trotsky del bolchevique, y cómo éste se distinguía cla­ramente, desde el punto de vista humano, del menchevique, por ser militante modesto, serio y al mismo tiempo fraternal. En todos los países del mundo me encontraba con el mismo tipo de militante. Era exactamente lo opuesto a lo que me ocurría en el Secretariado Unificado, por ejemplo, donde los tipos humanos variaban completamente de país a país. Y además, la forma de ser: las intrigas, [la discusión sobre] los pequeños problemas en vez de discutir los grandes proble­mas políticos. Varias veces he dicho esto de la uniformidad humana bolchevique en general de nuestra corriente.

Lo que puedo decirles tanto al compañero Oscar como a los camaradas de Lutte Ouvriére es que los he sentido muy próximos a ese mismo nivel también a ellos. Hemos discuti­do fuerte y no les ha afectado para nada. Uno de los dirigen­tes de Lutte Ouvriére que se fue, me señaló [que no les molestaban] nuestro apuro y nuestras observaciones y críti­cas, sino todo lo contrario. Esto se reveló en todo el trato con los compañeros invitados en todos los terrenos, inclusive en el social. Un ambiente proletario, magnífico, además de ver­daderamente trotskista. Mi primera parte de este cierre es para decirles: muchas gracias, compañeros. Aunque no han hecho nada más que cumplir con vuestra obligación, pero la han cumplido muy bien ( ... )

Para mí, la discusión de actividades y la de situación mundial, así como la cantidad de resoluciones, demuestra que somos la corriente mundial más dinámica, más coheren­te, menos en crisis, de las únicas dos que hay.

Dentro del trotskismo hay dos, y sólo dos corrientes a escala mundial. Y la nuestra, a escala mundial es muy débil. Pero hay sólo dos: la nuestra, muy débil a escala mundial, y la mandelista. El lambertismo a escala mundial es una excrescencia, casi no existe. Y las otras son organiza­ciones nacionales muy fuertes, como Lutte Ouvriére u otras dentro del movimiento trotskista, con cierta influencia internacional. Tenemos entonces esa responsabilidad. No nos olvidemos ni por un minuto de esta cuestión: hay dos y sólo dos [corrientes] a escala internacional. De esas dos hay cla­ramente una que es dinámica, que crece en forma sistemáti­ca, que se extiende y lo hace con coherencia, penetrando esencialmente en el movimiento obrero, en todos los países. Es una característica general, y esto se ha reflejado perfecta­mente en nuestro Congreso Mundial.

En el terreno de la elaboración, creemos que las Tesis Mundiales nos preparan fundamentalmente para las grandes oportunidades que se nos abren. La palabra “oportuni­dad” es una manía que nosotros tenemos. Nosotros utilizá­bamos mucho esa palabra, y una vez, leyendo a Trotsky, nos encontramos con que definía a la política marxista como “el arte de utilizar las oportunidades” (no sé si la frase es tex­tual pero ése era el contenido). Para nosotros fue una alegría increíble. Similar a cuando leímos que la huelga general francesa era la revolución de febrero; porque lo leímos des­pués de que nosotros dijimos que había revoluciones incons­cientes y que lo que caracterizaba a la revolución de febrero era, no sólo que era democrática burguesa, sino [también] que era inconsciente. Y lo leímos. Y en esa oportunidad lo mismo.

Efectivamente, compañeros. Preparamos a nuestro parti­do para utilizar las colosales oportunidades que da la lucha de clases, para fortificar a nuestros partidos y desarrollar el proceso de movilización revolucionaria de las masas autóno­mas, independientes, fundamentalmente del proletariado, para que tome el poder. Quien no se dé cuenta de que la lucha de clases, independientemente de nosotros, sistemáti­camente nos da oportunidades objetivas, no se da cuenta del marxismo y del trotskismo.

La discusión sobre las Tesis Mundiales tiene ese eje fun­damental: poner en tensión a toda nuestra organización internacional a través de un alerta, de un llamado, que es: En todo el mundo hay cada vez más oportunidades para el único programa y la única teoría de la revolución socialista internacional y nacional, que es nuestro programa trotskis­ta, que es el programa de la LIT. Miremos esas oportunida­des. Sepamos descubrirlas. Ellas existen y nosotros nos negamos infinidad de veces a verlas. Y existen en favor nuestro, de nuestro programa, porque es el único que refleja la realidad objetiva, compañeros.

Es por eso que hemos insistido en las categorías de situa­ción revolucionaria y de”frente único revolucionario. Es un llamado a abrirnos a una realidad riquísima y que es nues­tra, compañeros. Esa realidad que en sus aspectos más pro­fundos, más esenciales, es la de la lucha de clases, la de la movilización de la clase obrera y sus aliados.

Creo que en ese sentido, que es el sentido teórico‑político fundamental de este Congreso, hemos logrado el objetivo que nos habíamos planteado: abrirnos a esas colosales opor­tunidades que se nos abren y que cada vez se nos van a abrir más y más, si el derrotero histórico de los dos, tres, cuatro o cinco próximos años sigue el curso que nosotros prevemos en las Tesis.

Por eso, compañeros, podemos cerrar esta Conferencia diciéndoles gracias a los compañeros fraternales que nos visitaron. Fueron un aspecto, un factor de orden muy importante para el éxito de este Congreso Mundial. Y al resto, a toda la Conferencia, compañeros, creo que podemos decir: labor cumplida. Y cantemos la Internacional.

Parte II
Segundo Congreso Nacional del Movimiento al Socialismo (MAS) de la Argentina

1985

Informe Internacional

[Este informe fue presentado por Nahuel Moreno al Segundo Congreso del partido argentino por medio de una cinta grabada, debido a que su estado de salud le impidió hacerlo personalmente, después de haberlo intentado dos veces.]

Después de dos intentos fallidos de hablar ante este Con­greso, debido al calor y a algunas ligeras deficiencias de salud que tengo ‑-según informan mis médicos‑-, por conse­jo de los compañeros de la dirección del Partido he optado por hacer el informe a través de este medio. Ruego a los camaradas que disculpen el inconveniente de tener que pres­tar mucha más atención a un informe transmitido por esta vía. Es doblemente lamentable que tenga que usar esta vía técnica, porque este medio está íntimamente ligado a pági­nas funestas de la política nacional, ya que era el medio tra­dicional de comunicación de Juan Domingo Perón [9] . Como no pienso seguir utilizándolo, espero que sea una prueba más de que la crisis del peronismo es irreversible y que no copia­mos absolutamente nada de ellos.

Compañeros, en mi informe responderé específicamente a las objeciones y críticas más generales que se han hecho dentro del Partido argentino, y no a las que se han efectuado en otros partidos de la LIT. Pienso reservar a mi informe en la LIT mi respuesta a estos últimos compañeros.

Las críticas más nutridas que se han efectuado a las Tesis Internacionales son las hechas por los camaradas de Convo­catoria [10] . Hay otras críticas escritas u orales a las Tesis, sobre todo la del compañero Gallego a nuestra caracteriza­ción del Estado israelí. Ha habido muchas críticas al proble­ma de la plusvalía absoluta y relativa en cuanto a la meto­dología de sobre explotación del imperialismo, y algunas otras parciales. Sin embargo, me voy a detener justamente en la mayor parte de las críticas que se nos han efectuado, que son las de los compañeros de Convocatoria.

Tengo que reconocer que, a partir del tercer documento de Convocatoria, concretamente, los compañeros se elevan a toda una concepción, a toda una teoría de la realidad inter­nacional, nacional, e incluso relativa a nuestro propio Infor­me de Actividades, coherente y por lo tanto respetable y digna de que la tomemos en cuenta, aun si los compañeros de Convocatoria fueran muy pocos -‑como lo son-‑ o fueran muchos, o incluso si fuera un solo camarada. Concretamen­te, los compañeros se han elevado a lo que podríamos llamar una elaboración marxista. Todo lo anterior, los dos primeros documentos, no son dignos de ser tomados en cuenta dentro de la literatura marxista seria.

Bien, compañeros, para mí Convocatoria en su conjunto se caracteriza por ser un grupo de opinión clara y totalmente sectario que, como toda organización sectaria, tiene fuertes rasgos oportunistas. Tal cual lo demostraron en el primer documento ‑-que no quiero tomar en cuenta-‑, estos rasgos oportunistas son nítidos, casi escandalosos, en lo que se refiere al problema organizativo. También lo demuestran en las últimas propuestas: siguen con el mismo planteo aunque han cambiado la cara.

Pero en todo el resto los compañeros son sectarios. Este sectarismo se refleja tanto en el método con el que juzgan los problemas, cómo los analizan, como en las propias concepciones. Esto para mí se ha demostrado exhaustivamente en la discusión sobre el problema nacional, cuando se demuestra que los compañeros no ven la crisis total del país. En ese sentido, tenemos que reconocer que tienen Prácticamente un récord, porque deben ser los únicos en este país que creen que no está en crisis total, absoluta, no sólo económica sino política, social, cultural, policial, de seguridad pública, etcé­tera, etcétera. Son únicos. Es un récord. Su sectarismo adquiere características casi tragicómicas.

Todo esto se debe al método de los compañeros. Trotsky ya había señalado su método criticando a los ultra izquierdistas en España. Los compañeros niegan la esencia de la dialécti­ca, que es la ciencia de lo concreto, de lo que se estudia, de lo presente. La dialéctica nos dice que lo concreto es una com­binación de abstracciones. Por eso es muy difícil ser buen analista marxista. Porque primero hay que tomar, descubrir la infinidad de elementos, de características que tiene todo fenómeno presente, y después ver de qué manera se combi­nan. Tiene dos dificultades: una de tipo analítico, y otra pos­terior, cómo se combina lo que se ha analizado.

Los compañeros tienen el gravísimo error que Trotsky señala. Es necesario que de una vez por todas nos pongamos de acuerdo sobre esta cuestión metodológica, porque si no en todos los Congresos tendremos discusiones con compañeros que no terminan de asimilar a Trotsky. Toman un solo ele­mento de la realidad, a veces hasta muy importante, lo sepa­ran del contexto, no lo combinan con ningún otro elemento, y creen que ésa es toda la realidad.

Por ejemplo: es un hecho que existe la contrarrevolución burguesa en el mundo, pero la contrarrevolución burguesa en el mundo no es la realidad del mundo actual, es un ele­mento, y para nosotros ni siquiera es el más importante. Mucho más importante es el ascenso revolucionario y las luchas revolucionarias de las masas.

Otro ejemplo. ¿Qué dirían ustedes, compañeros, si alguien viene y define a Trotsky diciendo: “Es un hombre que tiene ojos celestes, claros”? Se reirían de él. Eso no es lo que define a Trotsky. Lo que define a Trotsky es la combinación de infinidad de características que tiene y que hacen un único Trotsky. Aun definirlo diciendo “Trotsky es un genio” no defi­ne absolutamente nada, si no empezamos por decir que es un político revolucionario que es genial y no precisamos bien por qué es genial. Es decir, un marxista define siempre com­binando infinidad de características y señalando qué rela­ción tienen entre entre sí.

Los compañeros tienen otro grave defecto que se combina al anterior y hace que su método sea de verdad una catástrofe: la manía por ajustarse estrictamente a determinadas citas. Insisto, subrayo lo de “determinadas citas”, porque los compañeros tampoco son eruditos que toman absolutamente todas las citas y hacen un análisis histórico del contexto de las distintas citas, sino que toman [sólo] una o dos. El com­pañero Broquen aconseja bien a los compañeros -‑aunque después no se aplica a sí mismo ese consejo-‑ cuando les dice que no deben hacer una discusión talmúdica, como si fuera una Biblia, sobre si tal cita se aplica o no a la realidad. Me voy a detener un poco en este problema de las citas, por­que es loable manejar las citas, siempre que se lo haga con extremado cuidado.

Con citas y hechos se puede demostrar absolutamente cualquier posición teórica, o explicar cualquier realidad, por­que hay citas y hechos para explicar todo. Por ejemplo, pode­mos decir que la situación económica argentina es excepcio­nal porque ha revertido la crisis agraria del año 1930, en el sentido de que cada vez se produce y se exporta más grano. Eso es una verdad grande como una casa. Podemos dar los hechos, las citas, las estadísticas, todo. Sin embargo nosotros opinamos que, a pesar de eso, si tomamos todos los factores de la situación económica, la crisis económica argentina es total, tremenda.

Pasemos ahora a los problemas que provoca el querer demostrar sólo a través de citas. Dentro del marxismo la definición del bismarkismo es un problema muy serio, tam­bién para nosotros. Hemos definido un bismarkismo senil, lo que significa tener bien definido o precisado qué es el bis­markismo, porque le hemos agregado ese calificativo. Supon­gamos que un marxista estudioso resuelve, como los compa­ñeros de Convocatoria, que esa cita es el desiderátum, es decir, el principio y el fin de todo. Primero se encontraría con la cita más famosa de Marx [respecto a] Bismark, como defi­nición: “No es más que un despotismo militar, de armazón burocrático y blindaje policiaco, guarnecido en formas parla­mentarias, revuelto con ingredientes feudales e influido Ya por la burguesía”. (No es casual que a Rosa Luxemburgo le encantara esta cita, porque es la más literaria de las definiciones.) Como vemos tiene muchos adjetivos y pocas precisio­nes. Pero, si hay alguna precisión es la de que es feudal.

Si ese camarada estudioso, erudito, sigue con las obras de Marx y Engels, se encontrará con que Engels opinaba en forma diametralmente opuesta a Marx. La cita, categórica y ya de tipo social, de fondo, marxista, sin adjetivos, sería la siguiente: “Bismark comprendió que la guerra civil alemana de 1866 era lo que realmente fue, a saber: una revolución. Y estaba preparado para llevarla a cabo por medios revolucio­narios”. Es decir: en Alemania hubo una revolución demo­crática burguesa, hecha por Bismark nada menos que en el año 1866. Desaparecieron los elementos feudales, ni siquiera como presión.

Por otra parte, aclaro que esta cita era la que yo tenía guardada para los que me decían que no hay revolución si no hay destrucción de las Fuerzas Armadas del régimen, por­que en este caso Engels habla de una colosal revolución con las Fuerzas Armadas del régimen feudal que hacen, sin tocar a nadie, una revolución burguesa. En este caso, esta cita era mi secreto, mi carta en la manga, para los que tam­bién me querían combatir con citas respecto a esa caracteri­zación de la revolución. Pero no es el caso.

Fíjense entonces los líos en que se meten los que se mue­ven con respecto a citas.

Pero vayamos ahora a la cita predilecta de los compañe­ros: ésa de Lenin donde dice que la revolución de febrero fue efectivamente una revolución porque pasó el poder de una clase a otra. Bueno, en Lenin también hay citas para todo. En general él ha defendido la posición de que el zarismo era un poder esencialmente feudal. Pero, desde la reforma de Stolipyn, hubo toda una época de Lenin, en la cual barajó la posibilidad de un proceso igual al prusiano, considerando que era una desgracia. Incluso aún en la época en la que sos­tenía que era feudal, hubo un momento en el que sostuvo que el gobierno zarista no era feudal sino de hecho burgués. Y aún en el año 1917, poquito antes de volver a Rusia a hacer esa gran revolución, que según los compañeros es revolución porque fue una revolución burguesa contra un régimen absolutista feudal, al despedirse de los obreros suizos, Lenin señaló que la burguesía ya había dirigido econó­micamente al país durante largo tiempo. Con esto no quiero decir que los compañeros no tengan razón al sostener que el zarismo era un absolutismo feudal y [que] lo que hubo fue una revolución democrático‑burguesa. Pero podríamos bus­car citas para demostrar que fue una revolución burguesa dentro de [un régimen] burgués.

Les aclaro que éste es un problema muy serio en debate. Por ejemplo, hay toda una escuela histórica muy seria y muy profunda, muy ligada al marxismo, que sostiene que la Revolución Inglesa no fue [anti] feudal, porque antes de la revolución en sí todo el feudalismo ya se había vuelto hacia el capitalismo. Esto no quiere decir que esta interpretación sea correcta. Lo único que quiero señalar es que se pueden buscar citas para demostrar cualquier cuestión, igual que hechos.

Bien, compañeros. Pero el problema de las citas involucra otros problemas muy graves de método marxista; muy gra­ves porque pueden educar mal a los camaradas, quitándoles a los compañeros la visión esencial de lo que es el método marxista. El método marxista es el método por excelencia que relativiza absolutamente todo . Es el método de la rela­tividad, de las relaciones, de los cambios. El marxismo sos­tiene que no hay ninguna verdad absoluta. Toda [verdad] es relativa. Y las citas también son relativas, compañeros. El marxismo, la dialéctica, sostiene que toda verdad , igual que toda cita verdadera -‑y la cita verdadera es parte de la verdad‑-, es relativa. Eso significa que tiene una parte de falsedad, una parte de error. En todo hay un elemento de verdad y de error. Decimos que es verdad porque es lo que más pesa, pero no porque no exista el error. Y las citas, menos que nada, dejan de pertenecer a esa ley fundamental del marxismo.

Por eso, -‑junto con este [principio] de la relatividad de todo, empezando por las verdades y las citas marxistas‑- el marxismo, tomando en cuenta la relatividad de lo subjetivo, de los esquemas, de las leyes, de las citas, de las definicio­nes, formula como uno de sus principios más absolutos, otro principio que es casi un axioma marxista: que la realidad supera absolutamente cualquier esquema. Esto se da en la medicina, en todas las ciencias. Pero más que en ningún otro lugar en el proceso histórico, porque el proceso histórico es un quehacer, es decir, qué es lo que va a ocurrir en la histo­ria. No hablo de la historia sino del proceso histórico. La his­toria sí puede llegar a verdades porque juzga lo pasado. Pero [en] lo que se va a hacer y todavía no se ha hecho, siemPre la realidad va a ser completamente superior, distinta a todos los esquemas que se han hecho, por perfectos que éstos sean. ya hemos discutido esto en el Informe de Actividades, en relación a logros y objetivos. Es una expresión de esta dialéc­tica infernal de que la realidad siempre supera absoluta­mente cualquier esquema.

Hay otra cuestión ya concreta, bien trotskista. Esto fue aconsejado por Trotsky no sólo respecto a las citas sino [tam­bién] a las definiciones, incluso respecto a lo más rico, más abstracto, más duradero del marxismo: la teoría. Trotsky dice que toda nueva revolución enriquece la teoría. No cierta la teoría. Abre infinidad de citas nuevas y destruye infinidad de citas, las cambia, las modifica. Nosotros tenemos que empaparnos bien de esto.

Hacemos todas estas críticas muy generales a los compa­ñeros porque estamos aterrorizados: por un lado nos dicen, con toda razón, que un verdadero militante revolucionario es un rebelde, discute con su dirección, discute con Trotsky, dis­cute con Lenin, discute con todo el mundo; y después nos lla­man a una sumisión pasiva, total, a un servilismo absoluto, no a todas las citas del marxismo (porque se verían en un lío al encontrar que hay citas de todo tipo y contradictorias), no al Secretario General, sino a dos o tres citas.

Y yo digo que el que vive pendiente de dos o tres citas es un sirviente burocrático mental. Y digo eso porque la famosa cita de Trotsky que han dado y a la cual se atienen los com­pañeros [11] es uno de los crímenes más grandes. El atenernos a esa cita hizo que nosotros sostuviéramos que la Revolución China no era revolución, que la Revolución Yugoeslava no era revolución, compañeros.

En 1948 sosteníamos que eran contrarrevoluciones porque no se daban las cuatro condicio­nes que señalan los compañeros. Es la más grande vergüen­za de la Cuarta Internacional. En 1949, Hansen, Pablo y yo fuimos los que comenzamos a decir que había que tirar las citas a la basura, porque nos impedían ver las más grandes revoluciones que dio el siglo.

Nos ocurrió lo mismo en el Segundo Congreso de la Cuar­ta Internacional -‑el primero de la posguerra-‑, al que tuve la suerte de concurrir. Cuando se produjo la toma del poder por el PC checoslovaco, que iniciaba la expropiación de todo el capitalismo nada menos que en el Este de Europa, estába­mos reunidos. No le dimos ninguna importancia, no fue ni siquiera un punto del orden del día, porque ¿qué podía signi­ficar eso? Absolutamente nada: no se daban las cuatro condi­ciones de Trotsky. Seguimos tranquilamente las sesiones del Congreso [tomando esa noticia] como un pequeño comenta­rio policial.

Y en general, tomando ya la época, los últimos cuarenta años, tomando las citas de las Tesis de la Revolución Perma­nente y todo lo que nosotros dijimos (una biblioteca de citas): ¿nosotros no dijimos siempre que no había ninguna posibili­dad de que se solucionaran ni siquiera los problemas de la revolución democrático‑burguesa en ningún país si el prole­tariado, teniendo a su frente un partido comunista revolucio­nario, no dirigía la revolución? ¿O se olvidan de las Tesis [de la Revolución Permanente] y de todo lo que dijo el trotskis­mo respecto a eso? Hay centenas y miles de citas escritas por Trotsky y todos los trotskistas, por todos nosotros, [diciendo] lo repito, que no se podía solucionar absoluta­mente ningún problema de fondo de la revolución democráti­co‑burguesa sin la dirección del proletariado y de un partido comunista revolucionario.

Contra estas miles de citas hay sólo una cita al pasar en un programa, que decía que como enorme excepción, casi imposible que se diera, debido al ascenso revolucionario de masas, a una crisis terrible, podía ser que los partidos opor­tunistas fueran más allá de lo que quisieran y que tomaran el poder y fueran contra la burguesía.

Yo pido a los compañeros que me digan: en la balanza, ¿qué sirve? ¿Los miles y miles de citas o esa excepción que casi seguro no íbamos a ver? La realidad demuestra que tenemos que tirar a la basura los miles y miles de citas. La realidad destruyó todas esas citas, las quemó, las incineró; y transformó, por el contrario, a la otra, a la excepción, en la única ley verdadera. La realidad escribió millones de veces la cita excepcional y quemó todos los otros millones de citas que nosotros dábamos [sobre la necesidad] del partido revo­lucionario para solucionar las tareas democrático‑burguesas.

Fíjense lo que nos costó la manía de atenernos a las citas y no ver la realidad, no ver las grandes revoluciones. Por eso en 1949 se inició en la Cuarta todo un movimiento encabeza­do en aquella época por el compañero Pablo, el compañero Hansen y yo, diciendo que teníamos que ver la realidad, que Trotsky estaría orgulloso de que quemáramos las citas suyas que no se ajustaban a la realidad, y que teníamos que ver la realidad de la gran revolución mundial que se estaba llevan­do a cabo. Y que la realidad era más trotskista de lo que Trotsky había creído. Era tan poderoso el ascenso revolucio­nario, la revolución permanente estaba tan entroncada con el desarrollo del movimiento revolucionario de masas, que la realidad había sido muy superior a las citas de Trotsky. Es decir, que la realidad había sido mucho más trotskista de lo que Trotsky mismo había escrito. Esa fue nuestra conclu­sión.

Esto no quiere decir que las citas y las definiciones no tie­nen una enorme importancia. Pero la tienen para discutir­las, ajustarlas, modificarlas, y sobre todo para saber que son herramientas para entender la realidad, y no herramientas superiores a la realidad.

Los principios sí son muy importantes. Los principios son cuestiones que se pueden discutir, como cualquier otra cues­tión. Pero requieren discusiones ya muy profundas, serias y largas, porque son los pilares. Las citas, como por ejemplo qué es o no es situación revolucionaria, no son pilares del proceso revolucionario, no son pilares de nuestro programa. En cambio los principios son pilares del programa y sólo se Pueden modificar cuando una demostración exhaustiva nos permite demostrar que algunos de nuestros principios están equivocados.

Ahora sí pasemos a estudiar con cierto detenimiento los análisis y posiciones de los compañeros respecto a la reali­dad actual del mundo. Los compañeros dicen, al comenzar su trabajo sobre el concepto de revolución y reforma publica­do en el Boletín de Discusión No 6 , que “ para hablar de situación revolucionaria es necesario a nuestro entender definir qué entendemos por revolución ”. Creo que es un acier­to teórico de los camaradas. (Lamentablemente lo plantean en la discusión nacional, pero involucra a toda esta discusión internacional.) Yo creo exactamente lo mismo que los compa­ñeros. Hacen muy bien en ligar los dos fenómenos, aunque en la tesis internacional no se detienen alrededor de este problema teórico de fondo. Después los compañeros citan a Lenin y se apoyan en él, con esa famosa cita donde dice que “ el paso del poder de manos de una clase a otra es el sínto­ma primero, principal y básico de una revolución, tanto en el sentido estrictamente científico de este concepto como en el sentido político‑práctico ”.

Los compañeros hacen estas citas con el objetivo de demostrar que nosotros estamos completamente confundidos cuando llamamos revoluciones políticas a las que han suce­dido en distintas partes del mundo con la caída de las dicta­duras genocidas, incluyendo Argentina, Bolivia, Portugal, Grecia -‑no sabemos si Nicaragua-‑, etcétera.

Para nosotros ésta es efectivamente una discusión de fondo; que tiene que ver no sólo con situación revolucionaria sino también con el carácter de la misma época en que esta­mos viviendo. Es un problema mucho más profundo todavía.

Bueno, además de discutir cuestiones metodológicas de fondo, todo lo que dije antes sobre las citas tenía el objetivo obvio de preparar a todos ustedes para que no se impresio­naran por esa cita de Lenin. Es decir: con una cita no se demuestra absolutamente nada. No sé si lo he logrado. Si no lo he logrado en todo lo que dije anteriormente, espero ver si logro destruir en todo lo que sigue la manía «citóloga” de una vez por todas.

La cuestión es si se le puede o no llamar revolución a los cambios de regímenes. Los compañeros dicen categóricamen­te que no, que sólo hay una revolución cuando el poder pasa de una clase a otra. Los compañeros son poco consecuentes, porque tienen un problema muy grave. Acá también hay una cita muy ortodoxa que hace a la esencia del trotskismo. Si los compañeros son consecuentes con Lenin, o bien ya los empezamos a despedir de la Cuarta, o bien se quedan, pero aclarando que discrepan completamente con la Cuarta Inter­nacional y con una cita grande como un monumento. Esa cita no cabe en este edificio, porque esa cita es casi toda la Cuarta, y dice exactamente lo contrario de Lenin. [Me refiero] a la cita hecha por el camarada Trotsky, y todos los trots­kistas del mundo, que dice que en la URSS lo único que hay que hacer es un cambio revolucionario del régimen político. Trotsky la llamó revolución políti­ca y no social . Porque no se trata de que el poder pase de una clase a otra.

Si no estamos entre charlatanes que tratamos de ganar con citas, los compañeros, con toda honestidad, tienen que definir a Trotsky como nos definen a nosotros: como revi­sionistas de Lenin . ¿Cuántas citas quieren que les aporte­mos que digan que todo el trotskismo opina que en la URSS lo que hay que hacer es una revolución política y no una revolución social? ¿Cuántas quieren? Pidan, así les damos. Mil, cinco mil, diez mil, quince mil, cien mil de toda la litera­tura trotskista. ¿Sí o no? Cita contra cita, ya cae por la base.

También, tomando ya la realidad, el problema es muy grave. Porque Angola se liberó después de más de diez o quince años de guerra civil. Y todo el mundo, todo el mar­xismo mundial, excepto Convocatoria, habla de la colo­sal revolución colonial de Angola, o de Mozambique, o de Guinea‑Bissau, o de centenares o decenas de revoluciones de este carácter que hubo. Para Convocatoria fue una reforma, porque ‑que nosotros sepamos‑ no cambió el régimen de propiedad, no cambió la clase, no cambió nada. En esos y en todos los otros países cambió el régimen político , de colo­nial a semicolonial. Y nosotros lo llamamos “gran revolución”.

Otra revolución: hasta ahora todo el marxismo se ha estructurado [señalando] que en el año 1910 hubo una colo­sal revolución, que fue la Revolución Mexicana. Más que eso, nosotros denunciamos -‑si es que se puede denunciar, porque son limitaciones de ellos‑- que el gran crimen del marxismo europeo, incluyendo a Lenin y a Trotsky, es no haber estudiado nunca esa revolución. La consideramos tan grande como la Rusa. Y porque los rusos no estudiaron la Revolución Mexicana, porque Trotsky no la estudió, no escri­bió nada sobre guerrillas en el Programa de Transición. Grave crimen para la cita de Trotsky, porque las más gran­des revoluciones se hicieron con guerrillas que nosotros nunca citamos. Y nosotros no las citamos porque no estudia­mos la gran revolución política mexicana. Porque en México no cambió el régimen de propiedad de la tierra en 1910. Cambió mucho después. Ni se expropió al imperialismo. Sólo cambió el régimen de elegir presidente. Se liquidó [la reelección]. Fue toda una revolución para que los presi­dentes no pudieran reelegirse. Fue por un cambio de institu­ción: de la reelección a la no reelección. Esto pertenece al primer curso de la Revolución Mexicana del primer grado escolar de instrucción cívica de todos los países centroameri­canos. ¿Los compañeros cómo la llaman? ¿”La Reforma Mexicana”? ¡Por favor! ¡No hagan morir de risa a todo el mundo! ¿”Reforma Mexicana” con decenas y decenas de miles de muertos? Fue una revolución.

Los compañeros también se equivocan con la revolución de 1890. Según la tradición oral, Engels escribió cartas pro­fundas al ingeniero Lallemant ‑-que estaba en Argentina-‑, comentando la Revolución de 1890. Gracias a ustedes nos hemos enterado que la Revolución de 1890 fue una revolu­ción social. Hasta ahora creíamos que era una revolución política, por imponer el derecho al voto libre.

Y la guerra nacional de Urquiza contra Rosas en Argenti­na, ¿fue una revolución social o política? Y la revolución de 1848 en Francia, y todas las revoluciones que estudió el marxismo diciendo que eran revoluciones políticas, que era un sector de clase contra otro, para cambiar una estructura, ¿qué eran?

Es decir, compañeros: existen. Durante estas décadas se dieron colosales revoluciones coloniales, colosales revolucio­nes democráticas como la mexicana. Y se dieron también colosales revoluciones sociales como las de China, Cuba y el Este de Europa. Todas estas revoluciones existieron y exis­ten. Es decir: esa cita de Lenin categóricamente no sirve. Y si sirve, la Cuarta está mal fundada, porque se fundó para hacer la revolución política y no la social [en la URSS], como una de sus tareas más importantes.

Acá hay que hablar claro. No hay que hacer maniobritas en contra de la dirección, si le tienen odio a la dirección y lo quieren a Trotsky. Tienen que ser claros. En eso la dirección está con Trotsky y contra Lenin. Nosotros opinamos que efectivamente en la URSS no hay revolución social, porque en muchísimos lugares no hay revoluciones sociales. Lo que sí decimos nosotros es que toda revolución política dentro del régimen capitalista, en el fondo, es socialista. Es otro proble­ma completamente distinto. Pero [la revolución política] existe.

También decimos otra cosa que sería muy interesante que los compañeros discutan. Nosotros decimos que ha surgido un nuevo tipo de revolución democrática, que son las revoluciones democráticas anticoloniales, o nacionalistas. Son revoluciones democráticas contra el capitalismo. Por ejemplo, nosotros creemos que la lucha de los vascos hoy en día en España no es una lucha antifeudal sino anticapitalis­ta. Y también creemos que hay revoluciones democráticas de tipo político, es decir, cuando se tira abajo una dictadura genocida. Como también creemos que ha surgido un nuevo fenómeno, que son las dictaduras contrarrevolucionarias de tipo burgués. Por eso México es tan fundamental en la histo­ria del proceso revolucionario mundial. ¿Qué es la lucha con­tra Porfirio Díaz, un gran dictador burgués? Porfirio Díaz no es el feudalismo, es burgués. Y ese fenómeno, tan complica­do desde el punto de vista teórico marxista, no fue analizado por los marxistas europeos, porque para ellos toda revolu­ción democrática era antifeudal. No pescaron el sentido de que en la periferia se daban revoluciones democráticas antiimperialistas y anticapitalistas contra gobiernos capita­listas. Por eso no pescaron que había tres tipos de revolucio­nes, y no sólo dos, como planteaba la teoría de la Revolución Permanente. Y hoy día tenemos más de dos o tres tipos de revoluciones.

Todo el marxismo europeo se hizo alrededor de dos tipos de revoluciones. Para el siglo XX se plantearon dos tipos de revoluciones: la revolución social capitalista contra el feu­dalismo, y la revolución socialista contra el capitalismo. Y no vieron las revoluciones contra las contrarrevoluciones bur­guesas, [que son] un tercer tipo de revolución, ya sean colo­niales o semicoloniales. Era un tercer tipo de revolución, y no lo vieron. Y por eso no vieron a las guerrillas. Por eso no escribieron para nada [sobre] las guerrillas. Porque si hubie­ran estudiado México habrían visto que era un tipo de revo­lución en el que el eje era la guerrilla y la movilización popu­lar, con distintos sectores, aun sin tener como vanguardia al proletariado.

Y lo mismo ocurrió, por decenas y decenas, en esta pos­guerra.

Esto es cerrar los ojos a que hay varios modelos de revolu­ciones: unas son políticas, otras son sociales, y además hay una [revolución] política contra la burocracia obrera, que también es un nuevo tipo de revolución. Los compañeros se niegan a ver la riqueza de la realidad y nuestra ceguera, la de los marxistas. Ceguera que no se da por ser marxistas, sino porque estamos condicionados por el mismo medio ambiente. Los trotskistas europeos veían a fondo la revolu­ción europea, y teorizaron sobre ella.

Nosotros no engañamos a nadie. Insisto: nosotros preten­demos, sí, que hemos incorporado un nuevo tipo de categoría de revolución política, que en el fondo también es socialista; entra en la revolución permanente. ¿Cuál es esta nueva revolución política democrática que es anticapitalista y antiimperialista (y para mí anticapitalista y antiimperialis­ta es lo mismo) y no antifeudal? [Esta revolución] existe y es política en sus primeros efectos: es “Abajo Somoza”, es “Abajo Videla”, es “Abajo el Zar”. Pero “Abajo el Zar” era “Abajo el feudalismo”. Cuando decimos “Abajo Videla” o “Abajo Somoza», estamos diciendo: Abajo la expresión con­trarrevolucionaria del capitalismo, no del feudalismo.

Es decir que ha habido un cambio, y hay que reflejarlo. Hay que enriquecer nuestras Tesis de la Revolución Perma­nente, incorporando la revolución política contra la burocra­cia y estas revoluciones políticas que en el fondo son socialis­tas, porque son las masas las que están derrotando al bastión más importante del capitalismo, que es su régimen político contrarrevolucionario. [Estamos de acuerdo en] que no deben detenerse ahí, pero existen. Y la existencia de esta revolución democrática es muy importante, tan importante como la existencia o no de la revolución democrático‑burgue­sa [en su momento], porque [negarlo era ser] ultra izquierdis­tas. Los ultra izquierdistas consideraban que en países como Rusia, lo único que estaba planteado era la revolución socia­lista. Y la teoría y las Tesis de la Revolución Permanente insisten en que la revolución democrático‑burguesa existe. Estamos por la revolución permanente porque opinamos que se combina con otra revolución: en el proceso son una misma revolución. Pero la revolución democrático‑burguesa existía: era “Abajo el Zar”.

Nosotros decimos ahora lo mismo: la revolución democrá­tica existe. Hacer que Angola dejara de ser colonia fue una revolución en sí: una revolución democrática, que no es lo mismo que expropiar a los terratenientes y a los capitalistas, aunque inicia la dinámica hacia la expropiación de los terra­tenientes y capitalistas. Es una tarea histórica fundamen­tal: los angoleños tienen que gobernar Angola, “Fuera de Angola el gobernador portugués”. [Es una tarea] tan histórica como “Fuera el Zar”, sólo que su dinámica de clase es dis­tinta. “Fuera el Zar” era “Fuera el feudalismo”; “Fuera el gobernador portugués” era “Fuera el gobierno del imperialismo, del capitalismo”.

Por eso para nosotros hay revoluciones de todo tipo. Sobre eso de que [la revolución] sólo es social, ya les di a los com­pañeros la cita sobre la revolución política en la URSS.

Pero los compañeros no toman en cuenta nuestra insis­tencia en lo de revolución de febrero. Los mandelistas se han reído mucho de ello y están polemizando. Mandel, que vive revisando todo Trotsky, en este caso quiere ser un maniático [de Trotsky]. A riesgo de que esto les llegue a los mandelis­tas -‑por la manía que existe entre la izquierda de charlar tanto-- les aclaro que, así como tenía una cita categórica de Engels sobre Bismark, tengo dos citas -‑no una‑- categóri­cas, brutales [de Trotsky sobre las revoluciones de febrero] que destruyen no sólo al mandelismo sino a todas las espe­culaciones esquemáticas de ese tipo. (Aclaro que para nada estoy uniendo a los compañeros de Convocatoria con el man­delismo.)

Trotsky definió la gran huelga general francesa con ocu­paciones de fábricas [de 1936] como una revolución de febre­ro, es decir, como una revolución. Y en otra oportunidad dice lo mismo de grandes movilizaciones obreras: que son revoluciones de febrero. ¿Me quieren explicar qué cambio de clase provocó esa huelga general? No provocó absolutamente nada. Confirmó al gobierno de frente popular en Francia. Y más aún: Trotsky dijo que con esa huelga general había comenzado la revolución en Francia. De todo lo que ustedes aplican [para definir] situación revolucionaria y revolución, ¿qué es lo que se aplica ahí? Una huelga general con ocupa­ción de fábricas que consolida al gobierno de frente popular. Todo el mundo está por el frente popular. [Y sin embargo] Trotsky dice, primero, que comenzó la revolución en Francia, y segundo, que comenzó. la revolución de febrero. ¿En qué coincide [con lo que ustedes plantean]? En nada. En cambio con nuestra caracterización -‑de que hay distintos tipos de revoluciones, infinidad de tipos de revoluciones; incluso revoluciones democráticas de nuevo carácter, porque son contra la burguesía, y son revoluciones porque tiran abajo un régimen e inauguran otro régimen‑- el concepto de revo­lución si se enriquece enormemente.

Hay que incorporar todo esto a la teoría de la Revolución Permanente. Pero hay que hacerlo pensando en la enorme riqueza que da la época.

El otro defecto gravísimo de los compañeros [es que] esta discusión es unilateral si no precisamos bien el carácter de la época. ¿Qué época vivimos desde 1943 hasta la fecha? Y si sigue siendo la misma época, ¿qué tiene que ver con esto? No sabemos bien qué definición hacen los compañeros. Empiezo a estar aterrorizado de que tengamos una diferencia abismal respecto al carácter de la época. Esto es mucho más grave que [la definición de] situación revolucionaria y todo lo otro.

Nosotros creemos que desde 1943 hasta la fecha, vivimos toda una época de ascenso revolucionario y multitudinario de masas a nivel mundial, y de triunfos revolucionarios sis­temáticos e incesantes. Insisto y subrayo esto de sistemáti­cos e incesantes. Es directamente lo opuesto a la época anterior, de 1923 a 1943, que es la época de los triunfos de la contrarrevolución burguesa mundial. Es lo opuesto por el vértice.

Esto tiene que ver con nuestra discusión con el lambertis­mo sobre revolución inminente. Nos encontramos con esta categoría del lambertismo de revolución inminente -‑que es muy linda-‑, y con un lío terrible que ellos tenían: no sabían en qué fecha definir que se había abierto la época de la revo­lución inminente. Stephan Just, como lo que más odia en el mundo es el stalinismo, opinaba que la contrarrevolución había avanzado en forma colosal hasta el año 1953, año en el que había comenzado el proceso revolucionario porque se da el primer gran movimiento contra los burócratas stalinistas en Berlín Este. Tomaba a la Revolución China y la expropia­ción de la burguesía en la tercera parte del mundo como grandes triunfos de la contrarrevolución mundial. (Esta increíble discusión, digna de una revista cómica, no de una revista ni de una discusión seria, está grabada.) El odio de Stephan Just al stalinismo puede estar justificado; pero lo que no está justificado es que todos los análisis tengan que ver con su odio al stalinismo.

Lambert opinaba que [el ascenso se abría] en 1968.

Para nosotros la categoría [de revolución inminente] era muy buena, pero si se la ubicaba perfectamente bien. Es la expresión de que en 1943 comenzó una época en la que esta­llan revoluciones por todos lados y muchas de ellas triunfan. Así de sencillo. Para nosotros la época de la revolución inmi­nente era la que se abrió a partir del año 1943. Es decir: la época donde las revoluciones triunfan. Así de sencillo. Y el mejor ejemplo es que la revolución triunfó en China, el país más habitado del mundo, casi la cuarta parte de la humani­dad. Eso tiene que ver con los triunfos revolucionarios.

En la posguerra anterior hubo un solo triunfo revolucio­nario –Rusia-‑ y unas pocas revoluciones: Hungría, Alema­nia, China, muy relativamente Italia -‑por la huelga con ocupación de fábricas-‑, podemos decir con Trotsky que se inició una revolución en Francia, la República española y unas pocas más, que nosotros sepamos.

Entre paréntesis, no sabemos cómo definen los compañeros a la República española: si fue una revolución política o social. [Querríamos que nos expliquen] cómo el Rey de Espa­ña era representante del feudalismo y lo que vino era repre­sentante del capitalismo. Esa discusión sería muy intere­sante.

Todas estas revoluciones fracasaron, llevaron al triunfo de la contrarrevolución burguesa. Sólo se mantuvo una, la URSS, pero también con un colosal triunfo contrarrevolucio­nario que no llevó al poder a la burguesía pero sí llevó a la burocracia y a un régimen totalitario al poder.

En cambio, lo que ha pasado en esta posguerra es increíble, compañeros. Durante la Segunda Guerra Mundial todo el mundo -‑exceptuando a Inglaterra y seis o siete países-- ­era fascista. Toda Europa [era fascista]; toda Africa era colo­nia]; toda Asia ‑-incluyendo la mitad, la parte más rica de China‑- era colonial; el resto era semi colonial, dominado, y en casi toda Latinoamérica los gobiernos eran fascistas, semifascistas u oligárquicos reaccionarios. Bueno, si hoy en día miramos el plano del mundo, vemos que hay dieciséis estados obreros más. De acuerdo al dato que hoy da un periódico, hay setenta colonias que se liberaron, son inde­pendientes. Toda Europa es democrática, mientras que antes era toda fascista. Los trusts y el imperialismo dicen que ellos lo consiguieron. Yo opino que los compañeros de Convo­catoria aceptarán que es un subproducto del proceso revolu­cionario. Lo lograron detener ahí, pero es un triunfo colosal.

Contra lo que digan los compañeros, la Revolución Portu­guesa es una colosal revolución que obtuvo un triunfo tam­bién colosal, aunque lo único que logró es un cambio de régi­men, de fascista a democrático‑burgués. Hoy en día todo el mundo y casi toda Latinoamérica es democrático‑burguesa. Nosotros no creemos que esto sea así porque lo concedió el imperialismo ni que sea una reforma. Nosotros creemos que es un colosal triunfo del ascenso revolucionario del movi­miento de masas. Toda Latinoamérica hoy en día está en una situación revolucionaria.

Ahora sí, discutido ya el carácter de la época y el carácter de las revoluciones -‑y para nosotros todas éstas son revolu­ciones‑-, podemos discutir si hay o no situación revoluciona­ria.

Hay una cuestión de método. Hay dos formas de definir [la situación]. La forma tradicional, marxista, es tomar la estructura, la situación y la dinámica, es decir, si hay una crisis colosal del régimen capitalista mundial y si hay un ascenso colosal del movimiento de masas revolucionario mundial. No si es en Norteamérica o en la URSS, sino de conjunto, en todas partes, y si la dinámica cada vez más va para peor.

Nosotros creemos que si, que hay una crisis colosal de todo tipo. Empieza por una crisis económica tremenda, y creemos que empeora. Es una crisis social, económica, moral, política, de todo tipo y en todas partes del mundo: El mundo entero está en esa situación, con una miseria crecien­te, sin salida. Y creemos que junto con eso hay un ascenso revolucionario de masas colosal; que es desigual, muy desi­gual, de acuerdo a la ley marxista de que todo es desigual. Pero lo que prima, el elemento esencial, es el ascenso revolu­cionario del movimiento de masas; y lo que prima en el otro polo es una crisis creciente. Dentro de la dinámica, espera­mos que también explote económicamente Norteamérica, que es la excepción, es la única que, relativamente, no tiene crisis económica.

Esta es toda la clave de la discusión que tenemos con los compañeros en cuanto a definición. Para ellos sólo hay un desarrollo colosal de la contrarrevolución. No creen, como nosotros, que lo que prima en la época y también en esta etapa son triunfos revolucionarios. Creemos que hace cua­renta años que la revolución gana, gana y gana. No hasta el grado de haber derrotado al imperialismo, pero eso es otro problema.

La época es revolucionaria y todavía no se cerró . Sólo se va a cerrar con la derrota del imperialismo; y mientras el imperialismo no sea derrotado, siempre va a haber contrao­fensivas. Eso también es inevitable. Es una pelea. Y hasta existe también la posibilidad histórica de que gane. Nosotros no somos fatalistas, pero lo que prima es el ascenso revolu­cionario del movimiento de masas y la crisis del imperialis­mo, que no puede arreglar nada. En cambio los compañeros opinan que a escala mundial el imperialismo domina sobre la revolución socialista. Esto es para ellos lo que prima. Su posición la dan a través de una pregunta: “Esto ¿es o no un síntoma del dominio de clase a escala mundial del imperia­lismo sobre la revolución socialista?” Francamente, estamos anonadados.

Esta discusión es parecida a la de si Alfonsín domina o no la economía y la política nacional. Parece que los compañe­ros tienen una manía con la palabra “dominio”. Veamos con un ejemplo si el imperialismo domina la política mundial. A mí me da la impresión de que Reagan quiere otro gobierno en Nicaragua. Es un actor muy malo. Pero no creo que esté haciendo una gran obra de teatro: [en realidad] adora al gobierno sandinista y está haciendo todo eso como un ensayo para una nueva política en la que le toca el rol de malo, o algo por el estilo. Y si hiciera una obra de teatro, nos daría­mos cuenta, justamente porque es muy mal actor. Nosotros creemos que Nicaragua es una expresión de la revolución mundial y que no está dominada por el imperialismo.

[Lo mismo debe pasar], tengo una ligerísima impresión, con la guerrilla colombiana, con Sendero Luminoso y con la guerrilla salvadoreña. Pero después de leer a Convocatoria empiezo a dudar de todo. Debe ser un actor colosal, fanático de Sendero Luminoso, a quien él domina y lo manda a hacer todo lo que hace. Y la guerrilla que no entró en la tregua en Colombia, [no lo hizo porque] recibió una orden telegráfica de Reagan, y tiene contactos muy sutiles con la guerrilla sal­vadoreña, a la que ha dado la línea de reventar a Duarte todo lo que pueda. 0 esto es falso. Es decir, [el imperialismo] no domina a escala mundial a la revolución socialista. ¿O acaso El Salvador, Sendero Luminoso, la guerrilla colombia­na y el gobierno nicaragüense, con todas las críticas que les hagamos, no son expresión de la revolución socialista? Y si son expresión de la revolución socialista, ¿son expresión del dominio de clase del imperialismo sobre ellos?

¿Y el Líbano? Este gran actor mandó los marines al Líba­no para sacarlos tres meses después. Y dio la orden de que cada vez en el Líbano haya un despelote más grande, que revienten al ejército israelí. Porque yo opino que las masas libanesas son parte de la revolución mundial, y acá me dicen que Reagan, el imperialismo, a escala mundial domina a la revolución socialista. Y como yo considero [a las masas liba­nesas] parte de la revolución mundial, gracias a la profundi­dad analítica de los compañeros de Convocatoria, me he enterado de que Reagan apoya con armas a las masas liba­nesas para reventar al ejército israelí en el sur [del Líbano]. Y gracias a ellos también me enteré de que la mano asesina de Reagan estaba detrás de los tres sikhs que mataron a madame Indira Gandhi en la India, y que también está con la guerrilla filipina.

¿Y Bolivia? Bolivia es la obra maestra del actor Reagan. Los compañeros dicen que en Bolivia hay situación revolu­cionaria. Pero Bolivia debe ser el único lugar donde Reagan no domina, no sé. Gracias a los compañeros me doy cuenta, además, de que en la huelga [minera] contra la Thatcher, Reagan es un gran traidor a su gran amiga. Y su gran amiga es una tarada mental completa: no se da cuenta que desde hace un año Reagan está pagando a los mineros para que la destruyan. Digo esto porque yo opino que los mineros ingle­ses son parte de la revolución socialista mundial, y [la cita de los compañeros] dice que Reagan domina a la revolución socialista mundial.

Bueno, yo opino que eso es delirante. Tan delirante como decir que Alfonsín domina las huelgas y todo; tan delirante como creer que Alfonsín hizo la concertación para que ese mismo día haya una huelga.

Tenemos que tomar en cuenta la dinámica de la situación actual. Y todo pareciera indicar que la dinámica inevitable­mente va hacia una crisis económica en Norteamérica, que va a acelerar mucho más todavía el proceso de la lucha de clases.

Además, los compañeros sí entienden lo de la contraofen­siva imperialista. Citan todo lo que nosotros decimos de esa contraofensiva, pero no citan lo que nosotros hemos llamado “ley del bombero loco” es decir, la respuesta del movimiento de masas a esa contraofensiva, cómo la derrotan sistemáti­camente y cómo, según nosotros decimos, se agudiza la lucha de clases, cada vez es más tensa la lucha entre la contrarre­volución y la revolución. Esto es lo que no entienden: cómo se puede tensar cada vez más la situación.

Tampoco entienden la ley del bombero loco”: cómo el imperialismo está en una crisis tan aguda, tan tremenda, que por más contraofensiva que hace, se le vuelve en contra; las masas terminan derrotándola.

El mejor ejemplo de esto -‑para tomar uno directamente ligado a Argentina-‑, es el de las Malvinas. Malvinas signifi­có un colosal triunfo contrarrevolucionario para la That­cher. Sin embargo, hoy en día la huelga minera ha recupera­do con creces todos los éxitos que había obtenido la Thatcher. Llevan casi un año de huelga, la tienen casi en la lona, el prestigio de la Thatcher está por el suelo, en cual­quier momento puede ser derrotada, caer. Lo que no logra­ron los argentinos en Malvinas, lo está consiguiendo el pro­letariado inglés en Inglaterra. Los compañeros no ven esta dialéctica, esta unidad del proceso revolucionario mundial.

Tampoco ven [la relación] de lo económico y lo político. Económicamente, hasta que el proletariado no logre el socia­lismo en el mundo, no hay ninguna garantía de que sus triunfos signifiquen mejoramiento económico más o menos permanente. Incluso es muy posible que haya sacrificios tre­mendos.

Por ejemplo: los compañeros dan a Bolivia como un ejem­plo de situación revolucionaria. Para nosotros es una defini­ción totalmente equivocada, porque lo que hay en Bolivia es mucho más que una situación revolucionaria. Hay una crisis aguda y casi crónica de carácter revolucionario. Es otro fenó­meno distinto, parecido a 1918‑1919 en Alemania. Esta cate­goría de crisis revolucionaria “crónica” la hemos acuñado nosotros al ver la situación boliviana. Porque eso no es situa­ción revolucionaria, es crisis. Es decir: en Bolivia se puede tomar el poder o iniciar la lucha revolucionaria para tomar­lo, en un minuto. Eso es crisis revolucionaria. Es decir: en minutos, en días, se toma el poder.

Pero en Bolivia lo económico es cada vez más catastrófico. Y de acuerdo a la definición de los compañeros, es donde menos se puede hablar de crisis revolucionaria ni de situa­ción revolucionaria, ni prerrevolucionaria, ni no revoluciona­ria. Lo que hay es una situación contrarrevolucionaria desde el punto de vista económico. Porque no vemos en el mundo entero a una clase obrera que, como dinámica, se la mate de hambre cada día más. Estáticamente puede haber otros que vivan en una miseria peor, pero que cada seis meses les bajen el 70% o el 80% de su nivel de vida, no creemos que haya ninguno.

Si definen sólo por este elemento [caen] siempre en el método sectario de aislar un hecho de la realidad y transfor­marlo en general: si la economía va mal, todo va mal. Es al revés. El problema económico exacerba la lucha política y la lucha social, y exacerba más el proceso revolucionario. Como puede que no. Puede ser que haya una derrota. Pero por ahora ésta es la realidad de Bolivia y provoca colosales triunfos políticos del movimiento de masas, como fue que pararon muchas veces los paquetazos, etcétera, aunque des­pués volvieron a imponérselos. Hoy el Fondo Monetario Internacional domina a Bolivia. Es mentira que no se le paga. El Fondo Monetario Internacional se lleva muy bien con el gobierno boliviano, y pactan en común. Justamente lo contradictorio económico‑político es lo característico de todo proceso revolucionario. Es decir, no hay posibilidad de supe­ración económica hasta que no se tome el poder en un país. Y después de tomar el poder en, un país también puede haber un hambre más grande que nunca. El imperialismo puede bloquearnos, hacernos un desastre. Y nada de eso sig­nifica que no hay situación revolucionaria o revolución.

Para terminar voy a tocar el problema del frente único revolucionario.

Primero, si es o no propagandístico es una falsa discusión. Nosotros decimos que es concreto. Y va a ser más concreto en la medida en que haya crisis de los aparatos tradicionales del movimiento de masas. La condición del frente único revolucionario es que haya una crisis colosal de los aparatos revolucionarios (sic)* del movimiento de masas. No hay que olvidar esa condición objetiva. El frente único revolucionario es propagandístico en un país en el que el movimiento de masas no (sic) [12] está totalmente controlado por un partido, lo que cada vez se da menos porque hay una crisis general. En ese sentido es una política para aplicarla.

También vemos una falsa discusión en lo de si la gran tarea es consolidar al partido o hacer el frente único revolucionario, unido a otra falsa discusión que es la de que desde Leeds [13] hasta ahora venimos planteando el frente único revo­lucionario, y de hecho casi nunca se lo ha llevado a la prácti­ca, casi nunca se lo ha aplicado.

Yo no veo un antagonismo entre el frente único revolucio­nario y el partido revolucionario, sino que veo dos tareas que se complementan. El partido revolucionario se fortifica con el frente único revolucionario. El problema que si veo es que el frente único revolucionario abre la posibilidad de que sur­jan partidos de influencia de masas distintos al nuestro, uniéndonos a otras corrientes. Si se lo interpreta como que el partido revolucionario de masas en Argentina, Colombia o Brasil van a ser nuestros mismos partidos creciendo, con Congresos regulares, etcétera, y no producto de fusiones, es que tenemos una diferencia abismal. Y efectivamente el frente único revolucionario va a ser una discusión teórico-­política de primer orden, porque no va a ser así . Ni siquie­ra el propio Partido Bolchevique, que era una potencia, tomó el poder solo, sino que se unió a la Interbarrial , que era una organización obrera muy fuerte. Y para tomar el poder se unió a la izquierda de los socialistas revolucionarios. Es decir, no fue el mismo Partido Bolchevique que existió hasta 1917. No hubo una fusión, pero sí hubo un ingreso masivo a él de toda otra organización política, sin tomar en cuenta la cantidad de grupos anarquistas que entraron al Partido Bol­chevique.

La otra discusión es si sirve o no el frente único revolucio­nario, dado que en estos veintitantos años no anduvo. Esto es como plantear si nuestra gran consigna de hacer partidos trotskistas con influencia de masas sirve o no. Si una línea la dimos hace veinticinco años y la otra hace cincuenta, y hasta ahora no se dio ninguna de las dos, entonces ninguna de las dos serviría. Y yo creo que las dos son magníficas líne­as que se complementan, y son para la práctica y no para la propaganda. El problema de los tiempos tiene que ver con la situación de las crisis de los aparatos. Es decir, mientras no haya una crisis brutal de los aparatos burocráticos del movimiento de masas, no hay posibilidades ni de hacer partidos trotskistas con influencia de masas ni de hacer el frente único revolucionario.

Esta discusión concreta sobre el frente único revoluciona­rio, ahora, en este momento, en el momento del Congreso de la LIT, es muy importante, y ya nos ha enriquecido. Nos ha permitido hacer algunas reflexiones que nos llevan a redo­blar nuestra convicción del frente único revolucionario como cuestión no sólo estratégica sino táctica, y que tiene que ver con la realidad.

El aparato que prácticamente se ha pulverizado, desapare­cido, es el maoísmo. El stalinismo está en una crisis tremen­da pero todavía sobrevive. Es fuerte en algunos países, como en Italia. Sigue teniendo aparato estructural, sobrevive.

Por ahora esa colosal crisis de los aparatos, y las crisis de dirección -‑quizá porque el stalinismo todavía sigue siendo fuerte‑-, se reflejan más bien en el surgimiento de grupos, de individuos, de pequeños sectores que cuestionan todo. Estamos en una etapa en la que la crisis, más que por fuer­tes tendencias nacionales, centristas, de tipo progresivo, se expresa más bien en la existencia de grupos y organizacio­nes pero más bien parciales que surgen, limitadas, cuestio­nando a las direcciones oportunistas.

Esto hace que tengamos que adecuar nuestra política de frente único revolucionario a estos grupos. Tenemos que ser los grandes interlocutores, con una enorme paciencia y a largo plazo, de todos los grupos y organizaciones que esbocen posiciones positivas en cualquier sentido. Como ocurrió en Colombia, cuando definimos que un ala del sindicalismo independiente era profundamente revolucionaria, a pesar de tomar a veces posiciones con las que nosotros discrepábamos completamente. Nos dimos la línea de tener una actitud fra­ternal -‑hace años que la venimos teniendo‑-, partiendo de la premisa de que, en el sentido de la lucha, todo nos unía y nada nos separaba, y que entonces dentro de la propia lucha íbamos a ir afianzando los acuerdos programáticos que nos llevaran primero a un frente único revolucionario, y más tarde a un partido único revolucionario.

Porque el frente único revolucionario es una táctica en el camino de construcción de partidos marxistas revoluciona­rios con influencia de masas, y dentro de la estrategia de hacer una Internacional revolucionaria con influencia de masas, trotskista o no trotskista. Este problema del frente único revolucionario es decisivo para combatir el sectarismo en todos los sentidos; como la dirección ha tratado de comba­tirlo y discutirlo en todo este Congreso.

No quiero tocar la historia de nuestra tendencia, los números de militantes y todo eso que tocan los compañeros [14] . Ella es abrumadoramente favorable a nosotros. Nada de lo que dicen los compañeros es verdad. Somos unos maniáticos en contra de inflar. Somos unos maniáticos de las cifras exactas. Y tenemos documentación abrumadora. Por ejem­plo, todas las infladas que se han hecho en la Argentina las hacía ese canalla de Rubén. Tenemos de puño y letra sus informes. Y nosotros combatíamos todos esos informes. Pero no queremos detenernos en eso. Ni tampoco si pensábamos que la CI‑CI iba a tener veinte mil militantes y la LIT‑Cl tiene menos. Es lógico: la CI‑CI era muchísimo más fuerte que la LIT, veinte veces más. Era lógico que nos diéramos cifras más grandes. No entendemos en dónde está la crítica respecto a este problema.

Quiero tocar de pasada a Israel. Primero para hacer una autocrítica: Israel no es un estado fascista sino, en el sentido que lo definimos nosotros, es nazista. El nazismo aporta métodos de guerra civil, no sólo contra el proletariado sino también contra las razas, sobre todo la raza judía y la esla­va. Es una de las máximas monstruosidades del imperialis­mo. No quiero dedicarme al problema histórico, de que el nazismo ha dado en potencia todo lo que es el futuro de la humanidad si triunfa el capitalismo. Desde el punto de vista de la monstruosidad, la dinámica nazista es genial, porque es el intento de transformar a los explotados en especies dis­tintas, en razas distintas. La monstruosidad del capitalismo, en ese sentido, apuntó perfectamente bien. En monstruosidad humana no puede haber más: el intento de dividir a la humanidad en sectores que van a terminar en especies distintas; unas trabajando y otras viviendo a costa de las otras. Por eso existieron los métodos de guerra civil contra razas, no sólo contra la clase obrera.

Esta es toda la discusión con el compañero Gallego, que no entiende absolutamente nada de eso. [15]

Nosotros sabemos perfectamente bien que a la clase obre­ra de Israel -‑sobre todo azkenazi [es decir, judíos de origen europeo]‑- no la persiguen; sabemos que tienen Histadrut [la central sindical], que tienen todo. El compañero Gallego casi nos trata como tarados mentales, creyendo que nosotros no sabemos que hay partidos. Lo que nosotros denunciamos es que hay un genocidio sistemático de tipo racial. Eso es típico del nazismo más que del fascismo. Por eso me autocri­tico.

Nosotros no pescábamos la profundidad de esto que ahora hemos aprendido. También uno de los más grandes juristas israelíes, miembro -‑si mal no recuerdo-‑ de la Corte Supre­ma, decía que Israel era nazi. Nosotros cambiamos y dijimos que era fascista, sin [captar] lo profundo que era. El enten­día más que nosotros, y sabía que incluso como miembro de la Suprema Corte se podía dar el lujo de decir que Israel era nazi, tenía libertad para decirlo. Tenía razón él, era nazi en ese sentido: los métodos de guerra civil contra una raza. Donde se persigue a una raza con métodos de guerra civil, hay métodos nazistas, porque son métodos de guerra civil.

Bueno, compañeros, nada más.

Otras intervenciones

Informe Internacional

Terminó la parte emocional del Congreso. Vamos a empe­zar a pensar, a trabajar con la cabeza fría. Llegó el momento de que pensemos bien, reflexionemos y saquemos resolucio­nes ajustadas a la realidad.

En mi informe voy a responder esencialmente a las cues­tiones que se han planteado sobre las Tesis Internacionales dentro del partido argentino. Aunque hay, por parte de otros partidos -‑Brasil, Estados Unidos-‑ y de otros camaradas del extranjero, algunas cuestiones más o menos parecidas, explicadas o fundamentadas desde otros puntos de vista, no voy a responder a esas cuestiones porque el informe sería muy largo. Eso lo reservamos para lo que vamos a discutir en el Congreso de la LIT‑CI.

De las críticas nacionales que se han hecho a las Tesis [voy a responder a] la más nutrida, que es la que hicieron los camaradas de Convocatoria, tanto en su documento específi­co respecto al problema internacional, como en su documen­to nacional, en la parte en la que se refieren a la existencia o no de revoluciones de carácter político. Si tengo tiempo tam­bién responderé al compañero Gallego y a algunas otras cuestiones planteadas, tanto en forma escrita como oral, por distintos camaradas. [Por ejemplo] la cuestión de la plusvalía relativa y absoluta. [Repetidas veces pedí a estos camara­das que me hicieran llegar por escrito] sus ajustadas, muy interesantes y profundas observaciones. No sé por qué nin­guno de ellos las expresó por escrito: quizá por la actividad tremenda de la preparación de este Congreso. También se plantearon otros Problemas, muy bien formulados, en las Escuelas de Cuadros.

Respecto a Convocatoria, [quiero aclarar que] la actitud de los compañeros respecto a la Comisión de Poderes, y la nota que enviaron, hizo que cambiara un poco el eje de mi respuesta. Yo los veía como compañeros ya desilusionados, formando [lo que describe] esa triste pero feliz metáfora de la dirección del Socialist Workers Party: los grupos o tenden­cias “escoba” es decir, [que] se lleva lo que ya no sirve, barre. Los discípulos de Cannon decían que, en todo partido bien organizado, [ese fenómeno] se tenía que dar cada cuatro o cinco años. Bueno, no es mi opinión. Compañeros que han tenido la valentía de reconocer errores o exageraciones en la polémica, son compañeros que deben merecer el más profun­do de los respetos, y en ese sentido voy a discutir con los camaradas. No sólo por ser camaradas, por lo cual merecen todo nuestro respeto; sino porque, después de esa actitud de los compañeros; de verdad es bueno que comencemos a pen­sar que estamos profundamente unidos en cuanto a las pers­pectivas del partido aunque discrepemos a fondo en muchas cuestiones.

A mí me parece que Convocatoria es un grupo claramente sectario. En todo: en el método, en la forma de encarar todas las críticas, en sus concepciones.

Primero el método. Pensé si era bueno tocar un problema tan abstracto como el problema del método y llegué a la con­clusión de que era indispensable. El propio Trotsky, discu­tiendo contra los ultra izquierdistas sobre España, empezó una discusión muy profunda de política [arrancando] con el método. Bueno, yo creo [conveniente hacer] lo mismo.

Los compañeros tienen vanas características metodológi­cas antagónicas a nuestro método y muy peligrosas. La pri­mera es la negación de las contradicciones: Trotsky señalaba esto como característica de los ultra izquierdistas, y quizá de los sectarios. Es decir, tomar un elemento cierto de la reali­dad separarlo de ella, ampliarlo enormemente y creer que es toda la realidad. Por ejemplo, los compañeros creen que la contraofensiva imperialista en el mundo entero es toda la realidad. Es como si las masas no lucharan ni tuvieran triunfos. Toda la descripción que hacen ellos es la misma que la nuestra. Ellos mismos toman nuestro documento y dicen: “Sí, las Tesis dicen esto, esto y esto; eso demuestra que el imperialismo está triunfando en forma colosal en todo el mundo”. Y se olvidan de la otra cara de las Tesis y de la otra cara de la realidad, que es que, [aunque] el imperialismo hace todo eso, también las masas hacen cosas, más grandes que [las que hace] el propio imperialismo.

Para nosotros los dialécticos, los marxistas, la realidad es una combinación de muchos elementos, de elementos dis­tintos, en lucha. El sectario tiene la manía de tomar un solo elemento. Por ejemplo, un sectario es aquel que va a una huelga en la que hay que luchar y hacer piquetes armados y dice: “La huelga no sirve para nada porque la verdadera solución es el socialismo”. Y es verdad que la verdadera solu­ción es el socialismo; pero también es verdad que la realidad de ese momento es una huelga, y la realidad de ese momento es que hay que hacer un piquete armado.

De toda la realidad, los compañeros han separado y toma­do un solo elemento: la contraofensiva imperialista. Este es el primer defecto muy grave de los compañeros. El segundo defecto es lo que el compañero Broquen llama [método] “tal­múdico” ‑-el camarada Broquen les aconseja muy bien; no creo que responda bien pero el consejo es muy bueno-‑, es decir, analizar al marxismo como si fuera una Biblia, una pelea feroz de citas tras citas. Pensar a través de citas y dis­cutir citas sobre citas. Yo traje, por ejemplo, unas citas -‑no quiero aburrirlos, son muy largas‑- de Marx y Engels sobre Bismarck. Son casi de la misma época; en ellas Marx dice una cosa y Engels otra. Engels dice que Bismarck hizo la más grande revolución burguesa y Marx dice que es feudal. ¿Se imaginan el lío que tendrían los compañeros? ¡Miren qué lío!

Los compañeros se olvidan de la principal ley marxista. Y la principal ley marxista es que toda cita es equivocada, por­que el pensamiento marxista es relativo. Toda ley, por más verdadera que sea, tiene errores.

Y la otra gran ley marxista es que la realidad es superior a cualquier esquema, inclusive a los esquemas marxistas. Por ejemplo, los compañeros citan a Lenin sobre Rusia, y yo acá tengo una multitud de citas en las que Lenin dice que el zarismo ya era el gobierno del capitalismo...

[Aquí Moreno se vio obligado a interrumpir su informe por causa de una indisposición.]

Respuesta al compañero Broquen

Desgraciadamente, no pude estar presente cuando intervi­no el compañero Broquen. Sólo leí su documento, y cuando vi que planteaba que el modelo de organización de nuestro par­tido tenía que ser [el de] la Iglesia Católica, me horroricé. Creí que se le había escapado una barbaridad semejante en su afán de escribir rápidamente una respuesta. Pero después me han comentado que el compañero, oralmente, ha defendi­do esa posición. Entonces pedí la palabra para explicar, no sólo esta cuestión --que el compañero Aldo respondió muy bien‑-, sino un problema más de fondo, que es de método.

El método del compañero Broquen [se expresa] tanto en el primer documento de Convocatoria ‑-del cual él es responsa­ble, al margen de la cuestión de si lo firmó o no lo firmó­—[como] en este segundo documento suyo; [se pone de mani­fiesto] incluso en las profundas diferencias metodológicas que hay en Convocatoria cuando está con Broquen y cuando está sin Broquen. Los documentos posteriores [al primero] de Convocatoria, por ejemplo, son documentos políticos cla­ros, tajantes. En ese sentido, están dentro de nuestro méto­do. Yo opino que no plantean ninguna posición correcta y que, tal cual dije ayer, la posición de los compañeros de Con­vocatoria es [en lo político] sectaria y en lo organizativo bien oportunista. [Pero es] clarísima, y la discusión es categórica.

En cambio, el primer documento de Convocatoria y este segundo documento del compañero Broquen utilizan [el mismo método]. Primero tenemos que comprenderlo y ser pacientes con el compañero Broquen. Y después repudiarlo total y absolutamente, porque es el [método] de tratar de salvar la ropa y ganar prestigio. (Más adelante voy a decir por qué tenemos que comprenderlo.)

¿Cómo es el documento? Es el documento “de la suma y la resta” [una definición] que hace muchos años nosotros aprendimos de un gran marxista inglés. ¿Qué significa “documentos de suma y resta”? Pablo, por ejemplo, para mantener su prestigio como dirigente de la Cuarta, siempre escribía así: “No habrá jamás reanimamiento de la economía capitalista, nunca más, [la economía] estará en la estagna­ción y el marasmo, será un desastre, vienen cincuenta años de crisis ininterrumpida y de miseria creciente de las masas; pero no está descartado que la economía capitalista se levante y que cada vez mejore mucho más la situación econó­mica de las masas”... “No está descartado que la dirección cubana sea la más grande dirección revolucionaria de todo el mundo, pero no está descartado que traicione”.

Esto que les cuento es cierto. Todos sus documentos eran así: todos eran largos, llenos de “peros”. Les pusieron el nombre de documentos de suma y resta porque la segunda parte de todas las frases restaba todo lo que decía la primera parte, y siempre quedaba en cero.

El compañero Broquen es un crack: superó de lejos a Pablo y a Mandel. Léanlo ustedes mismos: “La dirección es muy grande, hizo este gran partido”. Y después lean la segunda parte: “no acertó ni una, nada”. Pero si no acierta ni una, no es grande; es pésima. Y lo mismo [hace Broquen] también respecto al partido, porque en una parte dice que tiene que ser como la Iglesia y en otra parte dice que tiene que ser como decía la Tercera Internacional, que es lo opues­to a la Iglesia. Ya tiene [preparada] la defensa.

¿A qué se debe esto, compañeros? A que el compañero Broquen es nuevo en el trotskismo. El compañero Broquen viene de la socialdemocracia. No se puede quitar los vicios de cincuenta años de socialdemócrata, y en la socialdemocra­cia se discute de esa manera. En ese sentido, el compañero Broquen es distinto a Ricardo Napurí, o a Rubén Visconti. Napurí es una figura colosal del movimiento revolucionario latinoamericano; dirigió grandes partidos. Ustedes tienen la desgracia de no verlo aquí. Es viejo, como el compañero Bro­quen, pero [si estuviera aquí] diría: “Soy viejo como revolu­cionario pero nuevo como trotskista; casi todo lo que voy a decir es una barbaridad”. El crimen de Broquen es que utiliza la edad para hacer creer que lo que dice vale, en vez de decir: “Yo tengo cincuenta años de método equivocado, de traiciones sobre mis espaldas; estoy aprendiendo de ustedes y digo todos los días más barbaridades que nadie”.

Bueno, esto es lo único que yo quería decir para hacer mi pequeño aporte metodológico. Nada más, compañeros.

 



[1] Dirigente trotskista chino.

[2] Jack Barnes es el máximo dirigente del Socialist Workers Party (SVJP) norteamericano. Giró del trotskismo al castrismo y finalmente él y su partido rompieron con el Secretariado Unificado de la Cuarta Interna­cional liderado por Mandel y con el trotskismo en general.

[3] Armando Cavalieri es un burócrata sindical argentino del gremio de los empleados de comercio.

 

[4] Mateo Fossa fue un gran dirigente sindical trotskista argentino que en sus últimos años ingresó al Partido Socialista de los Trabajadores, antecesor del Movimiento al Socialismo.

 

[5] Las “62 Organizaciones Gremiales Peronistas” fueron la organización de lucha del movimiento obrero argentino contra el régimen de la “Revolu­ción Libertadora”, nacido del golpe de Estado que derrocó a Perón en 1955. Más tarde se transformaron en un nucleamiento de la cúpula burocrática del sindicalismo peronista.

 

[6] Salvador Cayetano Carpio fue el máximo líder de las Fuerzas Populares de Liberación, una de las organizaciones guerrilleras que forman parte del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador. En abril de 1983 se suicidó en Managua, Nicaragua, tras haber sido acusado por la dirección del FMLN, dominada por el Partido Comunista salvadoreño, de haber sido el instigador del asesinato de la comandante Melida (“Ana María”) Anaya Montes, otra importante diri­gente de las FPL. Un sector del FMLN, el Frente Clara Elizabeth Ramí­rez, rompió con ese movimiento oponiéndose a las negociaciones que la dirección del FMLN llevaba a cabo con la dictadura salvadoreña y reivindicando la trayectoria de Carpio. La Liga Internacional de los Traba­jadores ‑ Cuarta Internacional, repudió la utilización de la violencia para dirimir diferencias entre luchadores y planteó que debía formarse un tribunal moral que juzgara las acusaciones formuladas por la direc­ción del FMLN contra la moral revolucionaria de Carpio.

[7] Adolfo Pérez Esquivel es un Premio Nóbel de la Paz argentino, defensor de los derechos humanos bajo la dictadura militar de 1976‑1983, vincu­lado á la Iglesia Católica.

 

[8] Creemos que se trata de un error del autor, que quiso decir “contra, nicaragüense”.

[9] Juan Domingo Perón vivió en el exilio durante dieciocho años, después de haber sido derrocado por el golpe militar de 1955. Desde el exterior enviaba sus instrucciones al partido peronista y a la burocracia sindical por medio de cintas grabadas.

 

 

[10] “Convocatoria” fue un grupo de opinión que se constituyó durante la discusión previa al Segundo Congreso del partido argentino, presentó y defendió sus documentos durante la discusión pre‑congreso, presentó un contrainforme en el Congreso y se disolvió posteriormente.

[11] Esta discusión se refiere a la definición de Trotsky sobre situación revo­lucionaria. Una de las versiones de esta definición es la que existe en el “Manifiesto de la Cuarta Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial” (Trotsky, Escritos. Ed. Pluma, Bogotá, 1976, T. XI, vol. 2, pp. 297‑298). Allí Trotsky definía una situación “ apta para la victoria de la revolución proletaria”, como aquella en que se daban las siguientes condiciones: “I) el impasse de la burguesía y la consecuente confusión de la clase dominante; 2) la aguda insatisfacción y el anhelo de cambios decisivos en las filas de la pequeña burguesía, sin cuyo apoyo la gran burguesía no puede mantenerse; 3) la conciencia de lo intolerable de la situación y la disposición para las acciones revolucionarias en las filas del proletariado; 4) un programa claro y una dirección firme de la vanguardia proleta­ria.”

[12] Creemos, dado el contenido de conjunto, que se trata de dos errores verbales de Moreno. En nuestra opinión, estas frases deberían leerse así: “ La condición del frente único revolucionario es que haya una crisis colosal de los aparatos contrarrevolucionarios del movimiento de masas. No hay que olvidar esa condición objetiva. El frente único revoluciona­rio es propagandístico en un país en el que el movimiento de masas está totalmente controlado por un partido .. .”.

 

 

[13] En 1958 se realizó en la ciudad británica de Leeds una Conferencia del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, en la cual Moreno presentó un texto que pas6 a la historia como “Tesis de Leeds”.

[14] Convocatoria señalaba que las cifras de militantes del partido argentino y de la Internacional habían sido magnificadas por la dirección de la Internacional.

 

[15] El compañero Gallego había cuestionado la definición del Estado de Israel como fascista, alegando que había libertades políticas y sindicales, entre otras cosas.

 



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