Indice General

Escritos sobre la Revolución Polaca

 

Nahuel Moreno

 

Secretariado Centroamericano —SECA—

Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo —CITO—

http ://www.geocities.com/obreros.geo/

mail : [email protected]

Edición electrónica Diciembre 2001

 



Indice

Memorandum sobre las tareas presentes de la revolución política en Polonia

1 Significado y perspectivas de la huelga general

2. El poder dual

3. Bases históricas y objetivos de la revolución política en Polonia

4. La contrarrevolución imperialista contra la revolución política

5. El programa

I. Desarrollar y consolidar el poder popular, hoy solidaridad

II. Educar

III. Por la asamblea constituyente

Carta sobre Polonia

Algunas reflexiones sobre la revolución política polaca

I. Una ley de toda revolución

II. Ocho problemas

III. El eje de una verdadera política marxista

IV. Insurrección obrera o un golpe korniloviano: alternativa ineludible

V. El gobierno de Jaruzelski

VI. Revolución obrera y contrarrevolución imperialista

VII. Sindicato de las masas revolucionarias, dirección proburguesa

VIII. Todo el poder a Solidaridad

IX.- La prueba de la revolución polaca

X. La crisis de la dirección revolucionaria

El programa de Kuron, ¿A quien sirve?

El golpe y la crisis de los Estados obreros

Dos “pequeños” olvidos

Reformismo al servicio de la burocracia polaca y del Kremlin


Memorandum sobre las tareas presentes de la revolución política en Polonia

 

Apenas constituida, la IV Internacional (Comité Internacional) debió abordar el curso acelerado de la revolución política en Polonia. Esto provocó diferencias que se fueron agudizando también rápidamente, puesto que Pierre Lambert y los dirigentes de la OCI convertían a Solidaridad en una simple organización sindical y no tenían la preocupación de abordar concretamente el problema de la lucha por el poder. En la reunión del Consejo General de la Iv Internacional (Comité Internacional) realizada entre el 23 y 29 de mayo de 1981 se aprobó un documento general presentado por Lambert, pero en esa misma reunión Nahuel Moreno comenzó a plantear, con el máximo de prudencia, su preocupación por las insuficiencias de la orientación desarrollada. El Memorándum que presentó en la reunión fue aprobado como “Complemento al proyecto de resolución sobre Polonia”. Lamentablemente, los meses posteriores pondrían de manifiesto que Lambert y la OCI se adaptaban a las presiones de la socialdemocracia y los burócratas del sindicato Force Ouvriére también en relación a Polonia.

 

1 Significado y perspectivas de la huelga general

El documento insiste en el hecho de que la huelga general plantea el problema del poder y, por esta vía, el problema político de la dirección; por consiguiente, el de la necesidad de un nuevo partido político. Estamos de acuerdo. Pero, para mí, existen otros elementos fundamentales en el análisis y perspectivas de la huelga general: los señalaré esquemáticamente:

Primero, uno de los motivos fundamentales de la huelga general es el avance colosal del proceso de organización de las masas en la lucha contra la burocracia, principalmente la organización del sindicato rural de Solidaridad, cosa que no puede ser aceptada por la burocracia polaca ni mucho menos por el Kremlin.

Segundo, ese proceso de organización concreta la alianza de los obreros y los campesinos contra la burocracia (sin olvidar a los estudiantes y los intelectuales).

Tercero, la huelga general plantea, de manera inmediata y fundamental, la perspectiva más o menos inmediata de la vinculación entre los soldados y las masas trabajadoras, con su consecuencia inevitable: la organización de los soldados. Cuando la revolución política llegue a ese grado de organización, expresión de la alianza obrero-campesina en el seno de las fuerzas armadas, la revolución política habrá iniciado su etapa decisiva.

2. El poder dual

En tres o cuatro ocasiones se define a la situación como situación de poder dual. Es muy poco. Es necesario precisar, concretar el carácter del poder dual y sus distintas etapas.

Por consiguiente, debemos precisar:

Primero, que el poder dual es institucional y centralizado (lo que representa un gran paso histórico) entre el gobierno del partido único, de la burocracia, y Solidaridad. Existen dos poderes en Polonia: uno en crisis, casi en ruinas que es el del gobierno; el otro es el de las masas trabajadoras, expresado en Solidaridad. Entre los dos aparece una institución que apuntala el poder vacilante de la burocracia es la Iglesia, con Walesa en la dirección de Solidaridad. Dentro del poder dual, la Iglesia hace parte del poder burocrático, a la espera de la posibilidad de desarrollarse como un poder directamente burgués mediante la derrota de las masas (de esa manera surgiría un nuevo poder dual: burguesía/Estado obrero). El poder obrero y popular socava todas las instituciones, incluida la Iglesia y el partido que detenta el poder.

Segundo, aparentemente no existe una manifestación importante de poder dual en el seno de las fuerzas armadas.

Tercero, la Iglesia trata por todos los medios de oficializar el poder dual en el seno de las instituciones burocráticas dominantes, vale decir, transformar a Solidaridad en una organización sindical legal y estrecha colaboradora de la burocracia gobernante.

Cuarto, ese plan político de oficialización de las instituciones del poder obrero y popular en el aparato del Estado dominante, que tanto ha beneficiado a la burguesía en otras situaciones revolucionarias, no tiene la menor posibilidad de fructificar en Polonia porque el régimen político totalitario es intrínseco a la dominación y privilegios burocráticos. Sin dominación totalitaria del aparato del Estado, la burocracia a diferencia de la burguesía, cuya vida privilegiada proviene de su ubicación como clase dominante en la producción no podría ser una casta privilegiada. Por consiguiente, la burguesía cuenta con un margen de maniobra que la burocracia no posee. Para la burguesía, lo esencial es ser el amo de los medios de producción; para la burocracia estalinista, lo esencial es dominar el aparato totalitario del gobierno.

3. Bases históricas y objetivos de la revolución política en Polonia

El documento enfatiza e insiste en los tres factores objetivos e históricos: la crisis económica sin salida debido a la administración burocrática, la opresión burocrática del movimiento de masas, la opresión nacional por parte de la burocracia del Kremlin. Es necesario agregar otras dos razones a estas tres.

Primero, el régimen, el aparato del Estado es además de burgués, totalitario. Es un trágico remanente de la época del fascismo, cuyo hermano gemelo es el estalinismo: es decir que, en un marco económico-social diametralmente opuesto, han edificado un régimen político con numerosos puntos de similitud: es totalitario y emplea métodos implacables de guerra civil contra sus adversarios, en especial contra la clase obrera y los campesinos.

Segundo, debido a la crisis económica, a su incapacidad criminal y a su terror ante el movimiento obrero, la burocracia no ha vacilado un instante en someterse al imperialismo, facilitando así la profunda penetración del capital imperialista en la economía del Estado obrero. Ante la crisis económica y política, Se ve cómo la burocracia es, en última instancia, agente del imperialismo. Ante un peligro mortal y sin salida recurre a él como a un salvador; así lo hizo ante la crisis económica.

4. La contrarrevolución imperialista contra la revolución política

En su movilización revolucionaria contra la burocracia polaca y rusa, las masas trabajadoras polacas se enfrentarán con el imperialismo. Aunque muchos sectores del movimiento de masas no comprenden, debido a sus ilusiones, que su lucha enfrenta en última instancia a la contrarrevolución imperialista, ésta es la realidad más profunda de lo que está sucediendo.

Actualmente, la burocracia no es tan solo un agente histérico del imperialismo. En Polonia, ella es la única que garantiza el pago de las deudas e intereses al imperialismo. La lucha contra la miseria y los bajos salarios es ya una lucha contra la entrega gradual de la economía polaca al imperialismo por la burocracia. Los sufrimientos económicos de las masas son producto inmediato no sólo de los privilegios burocráticos sino también del endeudamiento con el imperialismo.

Sólo la revolución política triunfante frenará el curso burocrático de entrega cada vez mayor de las bases sociales de la economía polaca al imperialismo.

5. El programa

Al levantar un programa a partir de allí, debemos ser muy prudentes desde el punto de vista político. Creo que el documento es un buen ejemplo de la forma en que debemos actuar.

Existen dos elementos que debemos tener en cuenta: en la medida que, por el momento, no existen ni rastros de un partido revolucionario, cuanto más tiempo ganemos, evitando los enfrentamientos decisivos, mejor. En vista de nuestra debilidad, debemos evitar posiciones que se vuelvan 'ultraizquierdistas”, por más justas que parezcan. Por ejemplo, derroquemos inmediatamente al gobierno, o construyamos soviets ya.

También debemos tener en cuenta y ver cómo adaptamos, sobre el terreno, nuestras posiciones a las condiciones reales y a las ilusiones de las masas con todas sus contradicciones. Dejo de lado este problema formal, pero decisivo, en la formulación del programa. Una vez que hayamos discutido si tenemos razón o no, pasaremos al problema formal.

Esquemáticamente, creo que debemos subrayar lo siguiente:

I. Desarrollar y consolidar el poder popular, hoy solidaridad

Esta es la tarea y consigna más importante de esta etapa. Dentro de ésta, existe otra tarea decisiva: Solidaridad de los soldados; por el derecho de los soldados a organizarse sindicalmente al igual que los obreros, campesinos y estudiantes.

Esta tarea comprende también la consigna por un congreso democrático y representativo de Solidaridad obrera, rural, estudiantil y de los soldados, para discutir la crisis económica y aprobar un programa para resolverla. Este congreso debe ser preparado de antemano, con derecho de tendencia y la publicación de los proyectos de resolución en el órgano de Solidaridad.

El órgano de Solidaridad debe publicar la correspondencia de sus secciones.

Plantear el problema de los piquetes de Solidaridad.

El eje de nuestra actividad, nuestro lugar y nuestro programa es Solidaridad. Partiendo de allí, nuestro objetivo es liquidar el gobierno de la burocracia. Pero ese objetivo no puede ser inmediato.

Debemos ser muy prudentes para plantear nuevas formas organizativas, como los soviets, si no existen condiciones inmediatas para ello.

II. Educar

Educar pacientemente al movimiento de masas, sin ultimatismos ni transformar la necesidad de derrocar al gobierno en una tarea inmediata. Abajo el gobierno del partido único, el POUP. Esa es la tarea política central.

III. Por la asamblea constituyente

En la etapa actual, democrática, de la revolución política, ésa es la única consigna que puede permitirnos ganar a todo el movimiento de masas para otras dos tareas fundamentales. Son la tarea y consigna mediadoras; sin ellas, no hay posibilidad de fortalecer el poder obrero y popular, ni de prepararlo para derribar al gobierno. Lógicamente, en esta etapa de la revolución política, no podemos luchar por las libertades de prensa, políticas y sindicales si no agrupamos a todas esas consignas en una sola que sintetice, al plantear de manera algebraica, adaptada a las ilusiones y aspiraciones de los trabajadores en la etapa actual, el problema del poder.

Esta consigna, esta tarea, más que necesaria es indispensable. Es la conclusión lógica del análisis de Trotsky sobre los nuevos regímenes totalitarios, el fascismo y el estalinismo (a los cuales evidentemente diferenciamos entre sí en tanto regímenes sociales). Toda la posición de Trotsky a partir de la victoria de Hitler después de la de Stalin, consiste en desarrollar las consignas democráticas Defensa del Reichstag que eligió a Hitler, autodeterminación de Ucrania pero no en el marco de un renacimiento de la revolución democrático burguesa en los países capitalistas más adelantados y en la URSS burocrática. Por el contrario, como consecuencia de la putrefacción del capitalismo y la barbarie del estalinismo, nos vemos obligados a levantar, contra el capitalismo y la burocracia, las grandes tareas democráticas, que han dejado de ser burguesas debido al nuevo contexto histórico en el que se plantean.

Lo importante es el punto de referencia por el cual pasa la revolución socialista. Hoy, en Polonia -y así será al comienzo de toda revolución política el punto de referencia del movimiento de masas, y también el nuestro, es el poder del Estado burocrático. Exagerando un poco, podemos decir que todo lo que va contra ese Estado es positivo. En este momento, en todos los Estados obreros, el enemigo principal de los trabajadores es ese poder y esa casta burocrática. Del carácter totalitario del régimen se desprende, en principio, el carácter democrático de la mayor parte de las tareas planteadas. Abajo el régimen burocrático. Viva la democracia. Esas son las dos grandes consignas, planteadas no por nosotros sino por la realidad. Lo que hacemos nosotros, es sacar la conclusión de esta movilización, levantando la consigna político institucional adecuada: Asamblea Constituyente es la única síntesis positiva de Abajo el régimen totalitario y Viva la democracia.

Esta manera general de plantear los problemas por parte del movimiento de masas entraña muchos peligros. Al llegar el momento de la Constituyente, las ilusiones de las masas pueden quebrantar nuestra política. Este peligro es mucho mayor en Polonia, debido a la existencia de la Iglesia Católica, agente de la contrarrevolución burguesa. Pero toda etapa superior de la movilización de las masas plantea nuevos peligros. La Asamblea Constituyente es la mejor forma de desenmascarar a la Iglesia en Polonia, y en general en todos los Estados obreros donde las corrientes restauracionistas se apoyan en las masas, aprovechando justamente sus ilusiones democráticas.

Sería mucho peor si, al no existir la Asamblea Constituyente, no pudiéramos enfrentar a la Iglesia ante todo el pueblo y, por consiguiente, silos trabajadores la vieran como una alternativa de gobierno de manera directa, sin la mediación de la Asamblea Constituyente.

Podría agregar algunas cuestiones, como el problema del partido obrero y la crisis del PC y el KOR. También podría tratar de precisar la actividad de nuestros camaradas.

Entre esas cuestiones, existe una fundamental: el hecho de que nos situemos en el marco tradicional de la revolución política tal como lo planteé Trotsky. Seguimos defendiendo ese programa, enriquecido por el propio movimiento de masas.

El verdadero objetivo de este memorándum es, insisto, clarificar mis propias dudas.

Carta sobre Polonia

  Aunque el factor desencadenante de la ruptura de la IV Internacional (Comité Internacional) fue la total capitulación de Lambert y la OCI ante el gobierno imperialista de Mitterrand y la socialdemocracia, y los métodos burocráticos empleados para impedir el debate en el seno de la sección francesa y en toda la CI(CI), la preocupación por Polonia no dejó de estar presente en todo momento. Así lo prueba el fragmento de la carta que Moreno dirigió a Lambert el 18 de agosto de 1981, publicada en el primer número de Correo Internacional (edición colombiana, enero de 1982).

En el mes de junio [1981] Correspondencia Internacional publicó el documento de Nahuel Moreno aprobado por el CI(CI). En el mismo se fijaron los ejes de nuestra política para Polonia. Dice esa resolución:

 

*(...) La huelga general plantea de manera inmediata y fundamental, la perspectiva más o menos inmediata de la vinculación entre los soldados y las masas trabajadoras, con su consecuencia inevitable: la organización de los soldados.

*(...) El poder dual es institucional y centralizado (lo que representa un gran paso histórico) entre el gobierno del partido único de la burocracia y Solidaridad.

*(...) Entre los dos aparece (...) la Iglesia, con Walesa en la dirección de Solidaridad. La Iglesia hace parte del poder burocrático, a la espera de la posibilidad de desarrollarse como un poder directamente burgués, mediante la derrota de las masas (...) La Iglesia trata (...) de transformar a Solidaridad en una organización sindical legal y estrecha colaboradora de la burocracia (...) Ese plan, no tiene la menor posibilidad de fructificar en Polonia porque el régimen político totalitario es intrínseco a la dominación y privilegios burocráticos.

*(...) Desarrollar y consolidar el poder popular, hoy Solidaridad. Esta es la tarea y consigna más importante de esta etapa. Dentro de ésta, existe otra tarea decisiva: Solidaridad de los soldados; por el derecho de los soldados a organizarse sindicalmente, al igual que los obreros, campesinos y estudiantes.

Posteriormente, la CI(CI), a instancias de la OCI, modificó estas orientaciones. Primero fue la Carta a un obrero polaco, firmada AB, aparecida en Correspondencia Internacional número 12. Luego fue la resolución adoptada en octubre, que reproducimos en este número (Correo Internacional Nº 1).

Moreno se opuso a esta revisión como lo muestra el aparte referido a Polonia de una carta enviada a la dirección de la OCI, el 18 de agosto de 1981.

Tu carta a los compañeros polacos me parece un avance en el camino correcto. Considero un acierto el lanzar la consigna de soviets. Sin embargo, sigo creyendo que el centro de la escena política y del poder obrero y popular continúa siendo Solidaridad y no está garantizado que los soviets vayan a ocupar ese lugar. Puede que sí, pero todavía no constituyen una realidad tan vigorosa como Solidaridad. Por ahora, la creación de soviets y su coordinación entre sí es una consigna muy importante; sólo el tiempo dirá si esta forma organizativa se convierte en dominante, desplazando a Solidaridad, o si ésta continúa siendo determinante, aunque combinada con una forma soviética embrionaria.

En mi opinión todo lo que planteas respecto al problema del poder, al verdadero poder obrero y popular (que lo haces pasar por el sóviet), está íntimamente combinado con Solidaridad. Creo que la necesidad de oponer directamente a Solidaridad como poder obrero y popular al gobierno del partido único de la burocracia, se concreta cada vez más como expresión institucional de la revolución política: que Solidaridad saque al gobierno totalitario del POUP para instaurar la democracia obrera en el país.

Tenemos que luchar por que el Congreso de Solidaridad de principios de setiembre, sea también de los consejos obreros, campesinos y populares, y para discutir -teniendo como eje organizador a Solidaridad qué se hace con respecto al gobierno, a la Constituyente, y fundamentalmente qué se hace frente a la crisis económica. Es decir; es fundamental plantear el problema de la crisis económica: el hambre, la carestía de la vida, el racionamiento, etcétera, para exigir en el Congreso nacional de Solidaridad y de todos los soviets y organizaciones obreras y populares, que se discuta qué respuesta se da a la crisis económica y a todos los demás problemas nacionales.

Y nosotros tenemos que plantear; evitando todo tipo de provocación, mediante una explicación (y no por medio de una consigna que puede aparecer como provocadora) que consideramos indispensable que Solidaridad, junto con todas las organizaciones obreras y populares, tome el poder para llamar a una Constituyente. Creo que de no plantearse así, corremos el peligro presente de disolver la realidad política de Polonia, que tiene como eje del poder obrero y popular a Solidaridad, en los soviets, que por el momento son una abstracción, o en el mejor de los casos, una realidad embrionaria.

Considero que debemos continuar cambiando ideas acerca de esta combinación de soviets, Solidaridad y Asamblea Constituyente, en la gran tarea histórica de hacer la revolución política. La que sí tenemos que subrayar es que cada vez se impone con mayor fuerza la necesidad del partido revolucionario con influencia de masas. En este punto considero débil tu carta a los compañeros polacos. Porque, además de lo que planteas en tu carta, el otro gran problema que debemos plantear es cuál es el método para lograr un partido cuyo objetivo sea la revolución política, es decir, echar del gobierno al partido único con métodos violentos insurreccionales. Esto quiere decir que debemos precisar qué corrientes políticas apuntan a la conformación de ese partido, y por qué vías. Porque sigo no creyendo en un proceso lineal de construcción de ese partido revolucionario. 'lodo lo contrario, es mi firme opinión que la realidad polaca como la de futuras revoluciones políticas, provocarán corrientes centristas trotsquizantes muy fuertes, que arrancarán de la realidad viva, objetiva, de la revolución política.

Desde otro punto de vista, la gran tarea de nuestros compañeros es hacer; ayudados por nosotros, un análisis exhaustivo que precise qué corrientes del movimiento obrero, de Solidaridad, etcétera, apuntan hacia la constitución de un partido centrista de masas, cuyo objetivo sea la revolución política. Creo que esas corrientes inevitablemente surgirán y que por ahí pasa "el primer eslabón de la cadena” que nos lleva a la revolución política. Ese debe ser el punto decisivo de nuestra orientación política: descubrir esas corrientes para trabajar sobre ellas con el objetivo de construir, o ayudar a construir, el partido de masas de la revolución política. En Nicaragua, el FSLN planteaba voltear a Somoza a través de la lucha armada. A pesar de ese planteo, estaba a kilómetros del programa trotsquista, ya que estaba por la colaboración de clases. Pero en Polonia toda corriente de masas o de vanguardia que se plantee, frente a los Somozas polacos, al gobierno burocrático, al voltearlo por medios violentos, se está inclinando hacia el trotsquismo, aunque no lo sepa. Estas son las corrientes que tenemos que unir o sobre las que tenemos que trabajar para construir el gran partido de la revolución política.

Algunas reflexiones sobre la revolución política polaca

 

En marzo de 1982, Nahuel Moreno publicó en las páginas de Correo Internacional órgano de la recientemente constituida Liga Internacional de los Trabajadores (Cuarta Internacional) un sintético pero profundo balance de las razones de la derrote sufrida por el proletariado polaco subrayando las lecciones principistas y políticas que el movimiento trotsquista debía desprender de la revolución polaca.

Con cierta urgencia por el cierre de esta edición, sin mayores correcciones, he creído necesario publicar estas reflexiones sobre los sucesos polacos que a todos nos han conmocionado. Se impone hacer unos análisis de esos sucesos y sacar conclusiones. Los resultados sólo serán positivos si son consecuencia de una fructífera discusión. Este artículo sólo pretende abrirla. Lo que ocurrió en Polonia se inscribe en el mayor ascenso revolucionario de esta posguerra y en una crisis generalizada del imperialismo y el estalinismo. Nuestras reflexiones tienen no sólo el objetivo de sacar conclusiones científicas de la revolución obrera polaca, sino también de que esas conclusiones aceleren el ascenso revolucionario y nos sirvan para terminar de construir los partidos trotsquistas con influencia de masas, única garantía de que revoluciones como la polaca o la nicaragüense no se detengan.

 

I. Una ley de toda revolución

Trotsky decía que toda gran revolución replantea el análisis de las anteriores. Haciéndolo se les facilita a los revolucionarios la resolución de los problemas que plantearán las revoluciones posteriores. Esta ley adquiere su mayor importancia en un caso como el polaco, ya que se trata de una revolución inédita, una revolución política contra la burocracia gobernante en un país donde la burguesía ha sido expropiada

El golpe militar de Jaruzelski y el reflujo más o menos pronunciado del movimiento obrero a partir del mismo nos exigen un balance exhaustivo de la colosal movilización revolucionaria, de sus éxitos iniciales y su fracaso actual. Fracaso que no consideramos definitivo, ya que no ha sufrido una derrota histórica. De todas maneras, la burocracia polaca, sus amos del Kremlin y el imperialismo han logrado un triunfo; los revolucionarios debemos reflexionar sobre sus causas, porque ésta es la única forma de preparar el futuro ascenso y la victoria definitiva de la revolución.

Tomemos un ejemplo de la historia del movimiento obrero mundial: la derrota de la Revolución Rusa en 1905 y su posterior victoria en 1917. De la derrota de 1905 surgieron en la socialdemocracia rusa dos alas, la bolchevique y la menchevique, como corrientes antagónicas que sacaron conclusiones diametralmente opuestas del mismo hecho. Los mencheviques consideraron que el movimiento obrero se había apresurado demasiado y había cometido el error de mostrarse excesivamente intransigente frente a la burguesía liberal. En cambio, los bolcheviques concluyeron que se había cometido el error opuesto: el movimiento obrero debió haber golpeado mucho más fuerte, independizándose por completo de todos los sectores de la burguesía, inclusive los más “antizaristas”, y no lo hizo por la falta de una organización revolucionaria con influencia de masas suficiente como para llevar la insurrección obrera y campesina a su victoria final.

El triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 provocó la división definitiva del movimiento marxista mundial entre los reformistas y los revolucionarios, organizados respectiva mente en las internacionales Segunda y Tercera. Los socialdemócratas se aferraron a la democracia burguesa imperialista y se convirtieron en enemigos furibundos de la Revolución Rusa y el poder de los soviets, considerándolo! prematuros.

Los comunistas, los revolucionarios, organizaron la Tercera Internacional bajo la bandera de la revolución proletaria mundial.

El ascenso revolucionario polaco y su transitoria derrota han provocado un fenómeno parecido, a nivel tanto nacional como mundial. La vanguardia obrera y estudiantil, en Polonia y el mundo entero, reflexionan sobre esta experiencia para sacar conclusiones que, hoy como en 1905 y 1917, provocan fuertes discusiones y divisiones en el movimiento obrero.

Es así como la dirección castrista del Estado obrero cubano y la sandinista del Estado burgués nicaragüense coinciden en apoyar con todo entusiasmo al golpe militar de Jaruzelski. Granma, órgano del Partido Comunista Cubano, califica a Solidaridad de “fuerza enemiga del socialismo” (2712-81). Muestran su verdadera faz contrarrevolucionaria al apoyar al Pinochet polaco contra la clase obrera. La historia se repite: en 1917, los mencheviques contrarrevolucionarios apoyaron a los Guardias Blancos de Denikin contra el poder bolchevique; en 1982, los traidores castristas y sandinistas apoyan a la moderna guardia blanca de Jaruzelski.

No sólo tenemos diferencias con las direcciones contrarrevolucionarias que apoyan a Jaruzelski, sino también con las que combaten a la burocracia y apoyan a los obreros polacos Entre las últimas hay posiciones que nos permiten clasificarlas en reformistas, centristas y revolucionarias.

Los reformistas dicen, como Kuron y Lech Walesa, que el objetivo de la lucha es reformar a la burocracia, sin romper los marcos impuestos por el Kremlin, y que el proletariado polaco cometió el error de apresurarse y “exigir demasiado”.

Los revolucionarios intransigentes consideramos, por el contrario, que el triunfo actual de la burocracia se debe a la inexistencia de una dirección que aprovechara el ascenso de las masas para preparar una insurrección que le arrancara el poder a la burocracia para siempre. Sostenemos, como revolucionarios, que la única dirección que tuvieron las masas polacas, la de Solidaridad, aplicó una sola política, la de conciliar y negociar con la burocracia, en lugar de enfrentarla con la fuerza y violencia suficientes como para arrancarle, de una vez por todas, el poder. Los centristas oscilan entre estas dos posiciones.

También la actual división del movimiento trotsquista en tres alas se manifiesta en sus respectivas políticas y en las conclusiones que están sacando de la experiencia polaca.

II. Ocho problemas

Toda gran revolución, todo gran ascenso de masas, como hemos dicho, soluciona una serie de problemas y plantea otros. Creemos que la revolución polaca ha planteado y en gran medida resuelto ocho problemas vitales, decisivos para el curso de la revolución política, de aquí en adelante. Reseñémoslos brevemente, para luego analizarlos en profundidad.

PRIMERO: nos obligó a concretar y precisar el eje de la política y la propaganda trotsquista, cuando se abre una etapa de ascenso revolucionario en un Estado obrero burocratizado. ¿Existe un eje esencial de la política trotsquista en esa etapa? Creemos que sí.

SEGUNDO: debemos analizar las etapas de la revolución política y sacar las conclusiones teóricas indispensables. Para ello se impone tener en cuenta no sólo la revolución polaca sino también los demás esbozos de revolución política que se han dado, así como las revoluciones obreras contra el capitalismo en este siglo. Dicho de otro modo, ¿qué analogías encontramos entre el putsch de Jaruzelski y las invasiones del Ejército Rojo a Berlín Este, Hungría y Checoslovaquia contra la revolución política en los Estados obreros burocratizados, por un lado, y los golpes fascistas, kornilovianos y pinochetistas contra la revolución social en los países capitalistas, por el otro?

TERCERO: a partir de las características comunes del golpe y gobierno de Jaruzelski con otros golpes antiobreros contrarrevolucionarios se impone definir el carácter especifico de aquél. ¿Es exactamente igual a los gobiernos de los partidos comunistas, agentes directos de la burocracia? Nos apresuramos a señalar que tanto el del partido comunista como, en este caso, el de las fuerzas armadas del Estado obrero burocratizado, son gobiernos de la burocracia estalinista. Pero el gobierno de Jaruzelski posee, además de este rasgo común, características específicas que lo diferencian de los gobiernos anteriores de la burocracia.

CUARTO: la cuestión de la contrarrevolución burguesa. ¿Existe en Polonia actualmente una lucha concreta entre la contrarrevolución burguesa y la revolución proletaria? ¿Existe el peligro de contrarrevolución burguesa? Si es así, ¿cuáles son sus características? En la mecánica del proceso contrarrevolucionario burgués, ¿qué papel le toca a la burocracia y cuál al imperialismo?

QUINTO: el problema teórico de la caracterización de Solidaridad. ¿Nada más que un sindicato, como sostienen algunos? ¿O bien, la única forma institucionalizada de poder obrero y popular, es decir, la única organización de las masas revolucionarias, aunque tuviera la forma de un sindicato?

SEXTO: debemos precisar cómo se planteaba la revolución política en forma inmediata en Polonia. ¿A qué organización debíamos impulsar para que hiciera la revolución y conquistara el poder? ¿Solidaridad, una Asamblea Constituyente, los comités de fábrica, los embriones de soviets?

SÉPTIMO: ¿cómo se expresó y se expresa la actual división del movimiento trotsquista mundial ante la revolución polaca, y si ha servido para superarla o, por el contrario, para profundizaría?

OCTAVO: la crisis de la dirección revolucionaria de las masas se ha revelado una vez más como un problema fatal para la revolución. Su única solución radica en la construcción de un partido revolucionario trotsquista o trotsquizante con influencia de masas. ¿Cómo lo construimos?

III. El eje de una verdadera política marxista

La clave de la política trotsquista en un proceso revolucionario como el polaco está en mostrarle claramente a la clase obrera, a los campesinos, a los estudiantes, a los trabajadores urbanos que ningún problema tiene solución por fuera de una revolución obrera y popular que derroque a la burocracia gobernante. Ese es el problema decisivo, al cual se supeditan nuestras tácticas. Aunque no levantemos las consignas “voltear al gobierno ya” o “hagamos la insurrección ahora”, debemos señalar con absoluta claridad ante el proletariado y las masas que es necesario dar los pasos concretos en su política, dirección, organización y preparación para hacer una insurrección contra el aparato militar de la burocracia. Por consiguiente, el trotsquismo debe señalar minuto a minuto, en su propaganda y agitación, que el punto nodal, decisivo del proceso revolucionario es el poder estatal. Y la resolución de este problema pasa por la preparación política y organizativa del movimiento obrero y las masas para enfrentar y derrotar a las fuerzas armadas de la burocracia.

Cuando se abre una etapa revolucionaria, el eje fundamental de nuestra política pasa por debilitar y destruir a las fuerzas armadas del régimen, oponiéndoles otras fuerzas armadas. Toda revolución obrera, tanto en un país capitalista como obrero burocratizado, se enfrenta al mismo enemigo fundamental: el aparato del Estado, cuyo pilar fundamental es la fuerza armada y de coerción; ejército, policía, cárceles, etcétera. Estos aparatos son idénticos tanto en un país capitalista como obrero burocratizado, y por eso la primera tarea de toda revolución proletaria es la misma: destruir la fuerza armada del régimen y contraponerle otra, el piquete o la milicia obrera, única y verdadera expresión del poder obrero y popular.

Destruida la fuerza militar del Estado y conquistado el poder, las tareas cambian según se trate de Estados obreros burocratizados donde la burguesía está expropiada, o de un país capitalista donde eso lo debe realizar el nuevo poder. Pero la primera tarea, insistimos, es la misma: pulverizar el aparato de represión y coerción.

Contra ese aparato, el movimiento obrero y popular debe crear sus propios organismos armados: piquetes, milicias. etcétera (pueden tomar distintas formas, de acuerdo con el proceso y las tradiciones del país). Faltando eso, no puede hablarse de un verdadero poder obrero enfrentando al poder del Estado, es decir, de una situación de poder dual. A lo sumo puede darse, como sucedió en Polonia, en el apogeo de Solidaridad, un poder dual “institucionalizado” que, de no extenderse a la fuerza armada (como señala una resolución de la ex CI(CI) redactada por nosotros) no puede conducir a triunfo del poder obrero.

Esto no implica la posición aventurerista de llamar a una clase obrera carente de dirección y organización revoluciona rin a hacer la insurrección en forma espontánea . Todo lo contrario: queremos resaltar las enormes dificultades objetivas y subjetivas que se plantean para hacer la insurrección. Por eso denunciamos el aventurerismo, el peligro de todo enfrentamiento prematuro que nos lleve a una derrota por falta de preparación política, militar y organizativa, y de dirección.

La guerra civil contra la burocracia o la burguesía y sus fuerzas armadas debe ser esencialmente política y no un fin en sí mismo. Limitarse a la propaganda sobre la necesidad de destruir el ejército no es suficiente. Ella sólo se llenará de contenido si la combinamos con una política de enfrentamiento del movimiento obrero y popular al régimen, desarrollando un programa de transición que oriente a las organizaciones obreras y populares a la conquista del poden En la Revolución Rusa fueron las consignas de paz, tierra y todo el poder a los soviets, las que permitieron desorganizar al ejército zarista y lograr el apoyo de los soviets de soldados a la insurrección bolchevique. En Polonia debió ser un programa democrático formal y fundamentalmente de democracia obrera.

La razón de la derrote parcial y el retroceso de la revolución polaca se debe justamente a que la dirección de Solidaridad no preparó, alertó ni organizó políticamente a las masas para el inevitable enfrentamiento armado con el ejército.

IV. Insurrección obrera o un golpe korniloviano: alternativa ineludible

En todos los procesos de revolución política ocurridos hasta la fecha, salvo el de Polonia en 1956, a las pocas semanas o meses de iniciado, las masas han enfrentado una disyuntiva de hierro: victoria de la contrarrevolución armada de la burocracia o revolución obrera triunfante.

En Berlín Este, Hungría y Checoslovaquia las masas fueron aplastadas por los tanques del Ejército Rojo. Fueron golpes militares directos del Kremlin contra la revolución aplicados lo más rápidamente que les fue posible.

Los trotsquistas debemos sacar conclusiones de estas experiencias. ¿Por qué la alternativa militar de insurrección obrera y popular o triunfo de la contrarrevolución armada se plantea tan rápidamente? Por el carácter totalitario de la dominación burocrática y, en última instancia, su extrema debilidad.

El totalitarismo burocrático atomiza el movimiento obrero y ahoga la vida política y social del país. Con ello impide el surgimiento de organismos contrarrevolucionarios mediadores entre el movimiento obrero y el gobierno represor. Bajo el régimen burgués, en cambio, existen sindicatos “libres”, partidos socialdemócratas o estalinistas, etcétera, que le permiten al régimen desviar o frenar el ascenso revolucionario de las masas, como sucedió en Alemania en 1918 y en Portugal en 1974.

La burocracia está consustanciada con el totalitarismo, no puede dominar la sociedad de manera 'democrática”, a través de mediaciones sindicales o políticas entre el movimiento de masas y el poder, como pueden hacerlo muchos regímenes burgueses. La burocracia obtiene todos sus privilegios del control del aparato estatal. Cualquier reparto de ese control con organismos no estatales, implica una disminución de la opresión directa de las masas por la burocracia estatal y la consiguiente disminución de los privilegios que de ahí derivan.

La burocracia necesita y tiende al control totalitario, prácticamente absoluto, de la vida social, política, cultural, como única forma de dominar al movimiento de masas y no compartir sus privilegios.

A esta carencia de organismos mediadores se une la extrema debilidad de la burocracia, debido a que no es una clase social, sino una casta, cuyos miembros están unidos únicamente por sus intereses políticos contrarrevolucionarios, de defensa de sus privilegios. El burgués posee una conciencia de clase; ella se unifica ante un ascenso revolucionario. En cambio, por su falta de conciencia basada en intereses de clase, la burocracia se divide y debilita ante el ascenso, mucho más que la burguesía y el imperialismo. Por eso se ve obligada a apelar con toda urgencia, casi inmediatamente, a las fuerzas armadas, sean las centrales del Kremlin, o, como en este caso, las del propio Estado polaco. Todos los procesos de revolución política (con la excepción que veremos enseguida) fueron aplastados por el Ejército Rojo o, ahora en Polonia, por el ejército local.

En todos los casos se han producido golpes militares similares a los de Videla o Pinochet en lo referido a la relación entre la revolución y la contrarrevolución: son golpes militares contrarrevolucionarios destinados a aplastar el ascenso revolucionario.

A pesar de ser golpes de la burocracia y no de la burguesía, los calificamos de kornilovianos. Aplicamos el mismo método que Trotsky, cuando definió al gobierno de Stalin como bonapartista, no por su base de clase sino por sus características políticas contrarrevolucionarias.

Si a los procesos revolucionarios inconscientes que se abren en los estados obreros burocratizados los llamamos 'revoluciones de febrero”, también llamamos korniloviano al intento de la contrarrevolución de frenarlos y aplastarlos por medio del golpe militan También lo denominamos de ese modo porque, a diferencia del putsch fascista o semifascista, carece del más mínimo apoyo popular. La intervención del Ejército polaco en el último caso y del Ejército Rojo en los otros, no conté con otro apoyo que el de la burocracia, aislada y acosada por el movimiento de masas.

La excepción fue la revolución polaca de 1956. Creemos que tres factores intervinieron para que el Kremlin no invadiera Polonia en esa ocasión: Gomulka era una garantía para Moscú y al mismo tiempo gozaba del apoyo de los trabajadores, por haber sido perseguido por Stalin; el Kremlin no se atrevió a enfrentar simultáneamente a Hungría y a Polonia y opté por reprimir militarmente el peligro húngaro, más inmediato (la influencia de la Iglesia Católica sobre el movimiento de masas polaco actuaba como última salvaguarda contrarrevolucionaria de la propia burocracia).

La excepción dejó de serlo cuando se produjo el ascenso de los astilleros de Gdansk, a principios de la década del setenta. Las fuerzas armadas golpearon rápida y violentamente para impedir la extensión. En ese caso basté la represión, el golpe fue innecesario.

En el último proceso polaco la alternativa insurrección o korniloviada se planteó con toda agudeza a partir del inicio de la etapa revolucionaria. La diferencia con los casos anteriores fue, como dijimos, que el golpe lo dio el Ejército polaco y no el Kremlin.

La lucha militar contra el régimen no se puede hacer en abstracto, sino con un programa de transición, que arranque de consignas mínimas democráticas, obreras y generales. Pero del análisis que hemos hecho sobre la inevitabilidad del golpe korniloviano surge una conclusión política fundamental que precisa nuestro programa. Si el golpe korniloviano era casi inmediato y prácticamente inevitable, su denuncia y el llamado a abordarlo o a enfrentarlo debía ser el eje de nuestra política. El contenido debió ser: “¡Evitemos el golpe contrarrevolucionario de la burocracia organizando a los soldados en Solidaridad! ¡Evitemos el golpe promoviendo los derechos democráticos de los soldados, entre ellos el de elegir a los oficiales! ¡Organicemos la confraternización entre los obreros, campesinos y soldados para que apunten sus fusiles contra la burocracia y la oficialidad, que están preparando el golpe militar contra los trabajadores! ¡Organicemos miles y miles de piquetes armados del movimiento obrero y campesino para enfrentar el putsch militar que prepara la burocracia!” Y también debíamos agregar como posible peligro inmediato la invasión del Ejército Rojo.

Por supuesto, no se trata de tal o cual consigna. Lo fundamental es si se denuncia o no la preparación de putsch o de la invasión rusa y si se levantó un programa trotsquista para enfrentar esos peligros. Quien no haya levantado ese programa revolucionario frente a ese peligro ha sido un traidor consciente o inconsciente de la revolución polaca, y un aliado de la contrarrevolución armada de la burocracia. Ninguna de las corrientes históricas y estructuradas del movimiento obrero, salvo las que hoy conformamos la LIT(CI) (y posiblemente alguna otra que no conozcamos), centró su análisis, sus denuncias y su política en el enfrentamiento revolucionario al inevitable golpe militar burocrático. Fueron, por lo tanto, traidores al proletariado polaco y aliados directos o indirectos de la burocracia.

V. El gobierno de Jaruzelski

El putsch militar desplazó al POUP del gobierno y dejó a éste en manos de la cúpula militan Esto no debe llevarnos a engaño. Tanto los gobiernos impuestos por el Ejército Rojo, como ahora el del ejército polaco, como los “normales” de los partidos estalinistas, son todos de la burocracia.

Dentro de esa identidad, empero, existen diferencias. Los putsch militares y los gobiernos que éstos instauran son consecuencia de un cambio brusco en las relaciones entre la burocracia y las masas. Todos los golpes kornilovianos han sido la respuesta de la burocracia al ascenso revolucionario. El objetivo del golpe es derrotar violentamente a los trabajadores, y las fuerzas amadas -sean las del Kremlin antes o las polacas en este caso- aparecen como el último bastión contrarrevolucionario frente al ascenso revolucionario.

Entonces, los gobiernos de la burocracia son el producto de un enfrentamiento agudo entre la revolución obrera y la contrarrevolución burocrática. El putsch actúa sobre el propio proceso revolucionario, cuando logra derrotar por mucho tiempo al proletariado. La revolución política alemana de 1953 fue aplastada por los tanques soviéticos y desde entonces, a casi tres décadas de distancia, los obreros orientales no han vuelto a levantarse. Lo mismo ocurrió con Hungría y Checoslovaquia después de 1956 y 1968, respectivamente. En ninguno de esos países se ha repetido el ascenso revolucionario.

Lograda la “normalización” burocrática, el régimen totalitario se reestabiliza al alejarse el peligro de la revolución. Se abre entonces una etapa de equilibrio relativo de la dominación burocrática y los partidos estalinistas vuelven a ejercer el gobierno en lugar de las fuerzas armadas. Esto se debe al mismo fenómeno señalado antes, que los privilegios de la burocracia surgen de su monopolio del aparato estatal, dueño de los medios de producción.

La burocracia controla ese aparato productivo a través del Estado. Por razones sociales y económicas, la burocracia civil ~s decir, gubernamental y partidaria normalmente media y arbitra entre los distintos sectores burocráticos en beneficio del conjunto de ellos.

La pasividad del movimiento obrero permite mantener esa estabilidad. Pero cuando éste entra en un proceso de ascenso revolucionario esa normalidad y legalidad se rompen, la contrarrevolución burocrática queda a la defensiva y apela a las fuerzas armadas para restablecerlas. Es entonces que el golpe militar está a la orden del día.

En cuanto a la dinámica que conduce al putsch y al gobierno militar, el fenómeno Jaruzelski no es diferente a sus predecesores. Un ascenso revolucionario rompió el equilibrio burocracia-masas asentado en la pasividad y derrota de éstas y obligó a las fuerzas armadas a tomar el poder para aplastarlo. El golpe de Jaruzelski se parece, en ese sentido, como una gota de agua a otra a las intervenciones del Ejército Rojo en Alemania del Este, Hungría y Checoslovaquia.

Sin embargo, existen diferencias fundamentales entre aquél y éstas. La primera, que salta a la vista, es que el golpe fue realizado por las fuerzas armadas nacionales, no las del Kremlin. Esto obedece a causas profundas.

Debido al ascenso revolucionario mundial, la burocracia moscovita, que domina y sostiene en forma directa a todas las de Europa oriental y Cuba, se aterrorizó ante la perspectiva de que el movimiento de masas europeo reaccionara en forma inmediata frente a la intervención de su ejército en Polonia. Sus vacilaciones, dudas y la no intervención final constituyen indirectamente un triunfo del ascenso revolucionario mundial.

Combinado con lo anterior, la burocracia rusa se vio grandemente desprestigiada ante el proletariado europeo y mundial y su ejército quedó debilitado, por la intervención militar en Afganistán. En ese sentido, el Kremlin teme intervenir militarmente en Polonia por las mismas razones que el imperialismo teme hacerlo en El Salvador, Nicaragua o Cuba. En ambos casos están de por medio el debilitamiento del ejército (Vietnam, Afganistán), y fundamentalmente el terror a que el ascenso revolucionario mundial reaccione contra una invasión militar contrarrevolucionaria. Para el imperialismo yanqui y la burocracia soviética la invasión queda como recurso in extremis, prefiriendo ambos confiar la tarea de aplastar a las masas a las fuerzas armadas locales.

Por último, el Kremlin ha temblado de sólo pensar que la invasión de su ejército tendría que enfrentar la resistencia del proletariado y el pueblo polaco en medio de su colosal ascenso. Esto le hubiera dado a la lucha revolucionaria contra la burocracia un carácter nacional, lo cual la hubiera fortificado en el enfrentamiento contra el régimen burocrático.

Dejando de lado las razones de la no intervención de Kremlin, lo fundamental es que el putsch polaco se produce en medio de la agudización extrema de la crisis crónica de todos los regímenes burocráticos. Esta crisis es total y se expresa en todos los terrenos: económico, político, social cultural. El caso culminante es el de la economía polaca que endeudada hasta el tuétano con el imperialismo, no tiene salida a su crisis, que se extiende a todos los demás órdenes.

Debido a ello al gobierno de Jaruzelski le resulta prácticamente imposible infligirle una derrota histérica al proletariado polaco; y tampoco le resulta factible aislarlo de 1 revolución política en los demás Estados obreros y de 1 revolución obrera en el resto de Europa. Esto, sumado a s' sujeción económica al imperialismo, hacen de Jaruzelski u gobierno relativamente débil e inestable, a diferencia de lo que instauré el Ejército Rojo.

La penetración imperialista, combinada con la derrota del movimiento obrero, obliga a la burocracia a tratar de imponer un régimen bonapartista al cuadrado: debe imponer un plan de austeridad que le garantice al imperialismo sus colosales inversiones y a la vez ser el árbitro entre la penetración imperialista y la supervivencia del Estado obrero burocratizado.

Estas contradicciones son la razón de ser del gobierno polaco actual, de su debilidad y de su crisis sin salida por el momento.

Lo más interesante es que casi con seguridad se repetirá, corregido y aumentado, el proceso polaco en la URSS y China. Para el fin de este siglo veremos intentos de putschs militares, como últimos recursos contrarrevolucionarios, en esos dos estados obreros burocratizados.

VI. Revolución obrera y contrarrevolución imperialista

De hecho, en Polonia se enfrenta la revolución proletaria con la contrarrevolución burguesa imperialista, actuando esta última por intermedio de la burocracia. No existen dos contrarrevoluciones -una burocrática y otra imperialista sino una única contrarrevolución mundial, dirigida por el imperialismo. En Centroamérica éste actúa en forma directa, en Polonia lo hace por intermedio de la burocracia que detenta el poder estatal. Esto significa que, en líneas generales, el gobierno Jaruzelski trabaja para la contrarrevolución imperialista en un grado mucho mayor que sus predecesores.

Ante la profundización de la revolución proletaria se estrecha el frente único contrarrevolucionario de la burocracia y el imperialismo, y esto es así por más que la demagogia imperialista y sus órganos de prensa traten de enmascararlo u ocultarlo. El rol de agente indirecto del imperialismo de la burocracia polaca se acrecienta así, día a día.

La contrarrevolución imperialista en los Estados capitalistas se expresa a través de un agente económico directo, la burguesía nacional. En los Estados obreros lo hace a través de un agente indirecto, la burocracia estatal. El imperialismo no ha logrado cambiar las relaciones de propiedad y transformar a los Estados obreros en capitalistas, pero si tiende a convertirlos, a través de su agente burocrático, en semicolonias suyas. Puede llegar el momento en que el gobierno se transforme de indirecto, en agente directo de las inversiones imperialistas. Este no es el caso actual de Polonia ni de ningún Estado obrero, porque ese cambio cualitativo, que transformaría al Estado obrero en burgués semicolonial, sólo se podrá llevar a cabo mediante una contrarrevolución sangrienta restauracionista, que derrote a los trabajadores. Nunca se podrá producir como consecuencia del ascenso revolucionario, aunque éste, por el bajo nivel de conciencia del movimiento obrero y por la tradición de sus direcciones pueda levantar o aprobar por un momento programas restauracionistas, como la autogestión por empresas o la autonomía de éstas contra el monopolio estatal.

Sólo la contrarrevolución burocrático-imperialista puede ser restauracionista; jamás las masas revolucionarias en su ascenso y con sus organizaciones de enfrentamiento a la burocracia. Por el contrario, el ascenso revolucionario apunta objetivamente, pese a los programas y política de sus direcciones, o a sus contradicciones, a la defensa, consolidación y desarrollo del Estado obrero. La movilización y organización revolucionarias son la mejor y única defensa del Estado obrero contra la restauración imperialista. En cambio, la contrarrevolución burocrática es la única posibilidad de triunfo final de la contrarrevolución imperialista.

 

VII. Sindicato de las masas revolucionarias, dirección proburguesa

Solidaridad no es para nosotros un sindicato más, sino de tipo específico, excepcional. Es un sindicato de las masas revolucionarias, ultrademocrático, como lo fue en su momento la Central Obrera Boliviana (COB), con una dirección claramente contrarrevolucionaria, proburguesa, correa de transmisión de la Iglesia Católica.

Comparándolo con las distintas organizaciones sindicales que han surgido en la historia del movimiento obrero, Solidaridad es un sindicato muy diferente. Lo característico de los sindicatos es que abarcan a un sector mínimo del proletariado, muchas veces a la aristocracia obrera, y que adquieren su máxima importancia en las épocas normales de negociaciones entre las clases y no de enfrentamientos revolucionarios. Solidaridad, aunque sindicato, es directamente lo opuesto: abarca a todo el proletariado y es expresión del ascenso revolucionario.

Tradicionalmente, las organizaciones masivas revolucionarias del proletariado han sido comités de huelgas, fabriles y soviets. Pero tanto Solidaridad como la COB fueron organizaciones de masas en su ascenso revolucionario, que agruparon a casi un cien por ciento de trabajadores de sus países. Este es un fenómeno nuevo en esta posguerra, que requiere una explicación.

Los aparatos contrarrevolucionarios que dirigen el movimiento obrero -la socialdemocracia y el estalinismo- tienen terror a las organizaciones de masas revolucionarias, principalmente a los soviets, la más democrática y flexible a la voluntad de aquéllas. Por eso han luchado mancomunadamente, por todos los medios, para evitar el surgimiento de esas organizaciones masivas superiores a los sindicatos.

De ahí que en esta posguerra la organización que más se ha desarrollado es, contradictoriamente, la más primaria, el sindicato, ya que es la más útil para que la burocracia controle a la clase obrera. Irán es uno de los pocos países que experimenté un gran desarrollo de formas de organización de tipo soviético y no es casual: el gran ascenso de masas se combinó con la extrema debilidad del partido estalinista. En los países donde tienen fuerza, el estalinismo y la socialdemocracia han logrado ahogar la aparición de los soviets o desviarlos a formas inferiores.

Todo ascenso revolucionario sostenido de las masas se canaliza inevitablemente en organismos. En Polonia lo hizo a través del sindicato Solidaridad. A su lado surgieron otras formas, como comités de fábrica y soviets embrionarios. Pero fue Solidaridad la única organización de masas que reflejó cabalmente el colosal ascenso revolucionario obrero, campesino y popular.

Tan importante o decisivo como esto es la democracia obrera con que se regía. En Solidaridad se han expresado con libertad todos sus afiliados, incluso a nivel de la dirección, y en sus congresos y reuniones pudieron expresarse fuertes tendencias que denunciaron el conciliacionismo de Walesa, votando contra él. Esa democracia obrera y su carácter masivo daban las bases para un choque vivo de programas entre las distintas corrientes, que aceleraría inevitablemente el surgimiento y desarrollo de las revolucionarias con influencia de masas. Era lo que estaba ocurriendo.

Otra característica de Solidaridad era su dirección claramente contrarrevolucionaria, que reflejaba el atraso provocado por la contrarrevolución estalinista en la conciencia de los trabajadores y la presencia de la Iglesia como única organización legal independiente del aparato estatal. Gracias a ello, a través de sus agentes como Walesa, pudo apoderarse de la dirección del movimiento y de la organización sindical.

Aquí se expresa, en forma particularmente aguda, una característica de todos los comienzos de ascenso revolucionario: la contradicción entre la movilización revolucionaria de las masas y las formas organizativas, y sus direcciones. Los soviets rusos y alemanes, por ejemplo, fueron dirigidos en un principio por los mencheviques y socialdemócratas, agentes del imperialismo en el movimiento obrero, aunque ese hecho no les privó de su carácter de ser organizaciones privilegiadas de las masas revolucionarias. -

Esta es la agudísima contradicción que vemos en Polonia: una organización burguesa e imperialista, como es la Iglesia Católica, dirige a través de sus intermediarios a la organización de las masas revolucionarias, Solidaridad.

Aclaramos que, para nosotros, por su contenido, Solidaridad es una organización de las masas revolucionarias a pesar de su forma sindical. No es un sóviet en sentido estricto, pero reúne las características necesarias, de masividad y de reflejar el ascenso revolucionario, que Trotsky señaló, por ejemplo, a los comités de fábrica de fines de los años veinte en Alemania.

Resumiendo, Solidaridad, tiene tres particularidades fundamentales: formalmente es un sindicato; es la única organización democrática que agrupa a la totalidad de las masas revolucionarias; y a la vez está dirigido indirectamente por un gran aparato contrarrevolucionario, la Iglesia. Debemos estudiar cómo se conjugan estos tres factores cuál de ellos es el determinante y qué papel juegan loa secundarios.

Este es un problema fundamental porque, así como en la revoluciones rusas de 1917 resurgieron los soviets de 1905 en el próximo ascenso de las masas polacas es casi seguro que reaparecerá un organismo sindical como Solidaridad. Y no sería sorprendente que, dado el prestigio que se ha ganado la revolución polaca, broten “solidaridades” en otros estados obreros. De manera que se trata, nada menos, que prever las probables formas organizativas que tomará el ascenso revolucionario en Polonia y los otros Estados obreros burocratizados.

De los tres factores, el dominante es que Solidaridad fue la única organización nacional de las masas revolucionarias polacas. Su forma sindical y su dirección poseen una gran importancia, pero no determinante.

Como reflejo organizado del poder obrero y popular, Solidaridad era la única institución que se oponía al poder de la burocracia y a sus fuerzas armadas. No se puede negar que un proceso en que las masas se movilizan revolucionariamente y se organizan pudiera dar lugar de hecho, muy embrionariamente, dio lugar a la formación de organizaciones superiores.

Pero lo decisivo es que la única organización nacional del poder de las masas revolucionarias, reconocida tanto por ellas como por sus enemigos, la burocracia y el imperialismo, fue Solidaridad.

VIII. Todo el poder a Solidaridad

La comparación de Solidaridad con la COB boliviana no debe llevarnos a extender esa comparación a las dos situaciones revolucionarias. La COB, al igual que los soviets en el '17, como el poder dual, se dieron después del triunfo de la revolución obrera del '52 y de la de febrero, respectivamente. vienen después de la insurrección obrera y popular que destruyó el aparato estatal dominante: oligárquico en un caso, el zarismo en el otro.

Lo situación que vivió Polonia fue parecida a la revolución del año 1905 en Rusia y no a la de febrero del '17. En 1905, el doble poder, los soviets, aparecieron antes de la posible insurrección obrera contra el zar y sin que su aparato estatal y sus fuerzas armadas hubieran sido derrotados en una insurrección obrera y popular. Aunque debilitado, el zar mantenía su aparato estatal.

El poder dual, es decir, el surgimiento de un poder obrero revolucionario en Polonia, se dio  '1 igual que en 1905 antes de una necesaria insurrección, que finalmente no se produjo. Fue en la marcha hacia ella y no después, como en Bolivia o en el '17, que apareció el sindicato de las masas revolucionarias polacas. El poder obrero y popular de los soviets en la revolución de 1905 tenía como su tarea fundamental al derrotar y destruir el aparato estatal del zar y la burguesía. Lo mismo que Solidaridad.

Hemos visto en este siglo, entonces, dos tipos de poder dual obrero-burgués. Uno en el que el poder real, aunque completamente debilitado, sigue en manos del aparato estatal de los explotadores. Esquemáticamente, el poder armado de éstos es mucho más poderoso que el del movimiento obrero, porque todavía no ha sido anarquizado ni pulverizado por el ascenso revolucionario. El otro, en cambio, se produce cuando el aparato estatal y militar-represivo ya ha sido derrotado y el poder armado dominante o casi dominante es el de las organizaciones obreras y populares.

En Polonia, Solidaridad surgió antes de que se diera una revolución triunfante contra el aparato estatal de la burocracia, es decir, antes de la insurrección obrera y popular contra el aparato estatal de la burocracia y contra sus fuerzas armadas. Esa era la tarea principal: Solidaridad debía arrancarle el poder a la burocracia, destruyendo sus fuerzas armadas y sus aparatos de gobierno, para imponer el suyo y un Estado basado en la organización masiva del proletariado y los trabajadores.

La dirección contrarrevolucionaria de Solidaridad, en su afán de conciliar con la burocracia, se negó a luchar por desalojaría del poder y por imponer el poder obrero de la misma Solidaridad. Consecuentemente, todas las tendencias del movimiento obrero que se negaron a levantar a Solidaridad como la única alternativa válida para el poder obrero, como el único sujeto histórico que podía, en ese momento, hacer la revolución política, estuvieron de hecho en un frente único con la dirección de Solidaridad, ayudando a la contrarrevolución burocrática.

Las masas no pueden comprender la necesidad de tomar el poder. Es la obligación nuestra, de los trotsquistas, hacerlo, señalando que ésa es la lucha posible de las organizaciones que ellas mismas han construido en la lucha revolucionaria. En Polonia eso significaba que la consigna fundamental, eje de toda la etapa, debió haber sido “'Todo el poder a Solidaridad”, o una variante por el estilo, que tomara en cuenta que todavía no se había derrotado a la burocracia, no había habido una revolución triunfante como la de febrero en Rusia o la del '52 en Bolivia. La variante podía haber sido: “que Solidaridad eche a la burocracia del gobierno”.

¿Por qué decimos que lo fundamental para el planteo de que Solidaridad tome el poder o haga la revolución contra la burocracia es el carácter masivo de ésta y no su dirección? Es cierto que en esta dirección predominaban elementos contrarrevolucionarios, como Walesa, pero es necesario precisar las contradicciones y el sentido del proceso histérico. Todas las masas que querían derrotar al régimen burocrático, es decir, todas las masas de Polonia, estaban organizadas en Solidaridad. En su seno existía la democracia obrera, con tendencias y corrientes. La conquista del poder por Solidaridad significaba la conquista del poder por las masas revolucionarias. No por la Iglesia Católica sino por las masas, a través de la movilización revolucionaria y la democracia obrera, expresada en ese sindicato masivo. La derrote militar del aparato y el derrocamiento de la burocracia por la clase obrera, con todas sus contradicciones y los nuevos problemas que plantea, era mucho más importante en ese momento, para el proceso histérico y la lucha de clases mundial, que una hipotética y abstracta defensa de las bases económicas del Estado obrero.

Demás está decir que no negamos la importancia fundamental de esta última tarea ni la abandonamos, aunque no esté planteada en forma inmediata. Ella es de carácter defensivo, mientras que la primera es ofensiva. In toma del poder por Solidaridad era una gran conquista actual del proletariado; la defensa del Estado obrero su nombre lo dice era la defensa de una gran conquista previa y no una nueva conquista.

En Polonia existía la posibilidad de alcanzar un logro colosal: que organizaciones basadas en la democracia obrera tornaran el poder. Era tan importante como lo hubiera sido la conquista del poder por los soviets dirigidos por los mencheviques y socialrevolucionarios, tal como en determinados momentos lo exigió el Partido Bolchevique después de febrero.

No interesaba que Solidaridad fuese dirigida por la Iglesia, que quiero restaurar el capitalismo. Lo decisivo era que las masas, por medio de Solidaridad, hubieran conquistado el poder, única forma de combatir y de derrotar a la contrarrevolución y a los propios dirigentes contrarrevolucionarios de Solidaridad. No es casual que estos últimos -como astutos agentes de la contrarrevolución que son utilizaran su peso en la dirección de Solidaridad para frenar todo intento de avance hacia la toma del poden Su conquista por Solidaridad hubiera significado la transformación de la dictadura proletaria burocrática en una dictadura proletaria no burocrática, transicional, encabezada por una dirección oportunista y contrarrevolucionaria, como la de Walesa. Habría sido altamente contradictorio, dinámico, inestable, progresivo en relación a la dictadura burocrática: una dictadura de las organizaciones obreras democráticas y revolucionarias, con una falsa conciencia obrera y una dirección contrarrevolucionaria.

Este carácter hipotético, revolucionario y progresivo de la toma del poder por Solidaridad, ha confundido a algunos compañeros de la dirección de la LIT (CI). El artículo de Correo Internacional en que se dice que Solidaridad podría haber instaurado una dictadura revolucionaria del proletariado, está equivocado, en nuestra opinión. Confunde la dictadura de las organizaciones democráticas de las masas revolucionarias, por consiguiente no burocrática, con la dictadura revolucionaria, dirigida por un partido revolucionario.

El proceso polaco y la existencia de Solidaridad vuelven a plantear la posibilidad hipotética formulada por los bolcheviques, de un gobierno obrero y campesino basado en el poder de los soviets, dirigidos a su vez por los oportunistas, como forma pacífica y evolutiva de llegar a la dictadura del proletariado. Pacífica, porque en la Rusia de 1917, cuando se planteó esta variante, ya se había producido la revolución de febrero, que le había dado el verdadero poder a los soviets, los cuales dominaban todo. Esa hipótesis habría estado planteada en Polonia de haber triunfado una revolución como la de febrero en Rusia, dándole el poder a Solidaridad. Entonces hubiera existido la posibilidad de un desarrollo pacífico del proceso revolucionario hacia una dictadura del proletariado.

Esa revolución de Solidaridad, si iba acompañada de la tema de todo el poder por ella, llevaba a corto plazo a una dictadura proletaria no burocrática, de transición, porque el control del Estado hubiera estado en manos del movimiento obrero revolucionario organizado democráticamente y no de la casta burocrática. Pero no sería revolucionario, ya que su dirección momentánea no se plantearía como tarea esencial la movilización permanente de las masas para profundizar la revolución en Polonia y desarrollar la revolución socialista mundial, sino por el contrario, el frenar el proceso revolucionario.

Los trotsquistas no debíamos limitarnos a la sola consigna de “todo el poder para Solidaridad”, sino ligarla a un conjunto de consignas transicionales, que respondiera a las necesidades y aspiraciones más profundas de las masas. No nos cansaremos de repetir que la necesidad política más urgente era enfrentar el inevitable golpe korniloviano de la burocracia y llamar a los trabajadores a prepararse para hacerlo militarmente, después de una denuncia política sistemática. Había que ligar esta necesidad política inmediata con nuestra lucha estratégica para que Solidaridad tomara el poder. La gran consigna política del año pasado en Polonia podría haber sido: “preparemos a Solidaridad para enfrentar militarmente al inevitable golpe armado de la burocracia”, ligada a otras consignas contra el golpe, dadas en capítulos anteriores. Esa consigna se concretaba en tratar de anarquizar las fuerzas armadas y destruir su disciplina mediante la organización de Solidaridad militar, agrupando a los soldados y a los suboficiales del ejército y la policía que se hubiesen plegado a la movilización revolucionaria de las masas. Junto con la destrucción interna de las fuerzas armadas del régimen, la propia Solidaridad debía armarse, conformar sus piquetes y milicias armadas. Todo esto, sin dejar de alertar de manera constante e incansable que la revolución llegaría inevitablemente al punto crítico del enfrentamiento con las Sierras armadas del régimen, y que la suerte de la revolución dependería de la preparación política y militar de Solidaridad y las masas para ese enfrentamiento.

Esa preparación no es por sí sola garantía de victoria, pero la falta de ella sí es garantía de derrote.

IX.- La prueba de la revolución polaca

En muchas ocasiones hemos dicho que la revolución es el gran laboratorio donde verdaderamente se ponen a prueba los análisis, programas y políticas de las organizaciones que se reclaman trotsquistas.

Allí se ratificó y corroboré una vez más que las diferencias que tenemos con el Secretariado Unificado y con el lambertismo son, por el momento, irreductibles, ya que hacen a problemas de principios. Hemos coincidido con ellos únicamente en la defensa y la reivindicación, en abstracto, de la revolución política. Por fuera de eso, tanto en lo programático transicional como en lo principista, las diferencias son totales. Estas se manifestaron esencialmente alrededor de dos problemas clave: qué organizaciones debían hacer la revolución y cuál debía ser el eje estratégico de nuestra política.

Dentro del movimiento trotsquista, los dirigentes y organizaciones que conformamos la LIT (CI) planteamos como eje de nuestra política que Solidaridad era la única organización de las masas revolucionarias existente. Sostuvimos que era el poder obrero y popular institucionalizado, cuya tarea, por tanto, debía ser luchar contra el poder de la burocracia hasta derrocarla y tomar el gobierno. Repitiendo la experiencia boliviana, decimos que la consigna central para toda la etapa revolucionaria vivida en Polonia debió haber sido “todo el poder a Solidaridad”, u otra parecida, que tomara en cuenta que no había todavía revolución triunfante en Polonia, como sí la hubo en Bolivia y en Rusia en el '17, antes del surgimiento de la COB y los soviets, respectivamente; que planteara que Solidaridad debía dirigir la insurrección, derrocar a la burocracia e instaurar el gobierno democrático de los trabajadores.

El Secretariado Unificado se negó a levantar esta política. Con sus consignas tuvo la línea opuesta. Su programa se centré en la autogestión y en el desarrollo de organismos presoviéticos, que estaban surgiendo paralelamente a Solidaridad y en combinación con ella. Con este último planteamiento disolvía el problema concreto de la existencia de Solidaridad y por consiguiente el problema del poder en abstracciones tales como el desarrollo de los organismos soviéticos, existentes sólo en estado embrionario y que nada representaban frente al poderío y la magnitud de Solidaridad. Con ello repitió -pero ahora en un proceso revolucionario- su vieja política europea de no trabajar en las únicas organizaciones obreras existentes -los sindicatos reformistas sino en una inexistente “vanguardia amplia de masas”.

Tampoco es nueva la consigna de “autogestión”, a la que antes daba el nombre menos sofisticado de “control obrero Así, en la huelga general del mayo francés, Mandel planteé que la tarea de las masas no era derrocar el gobierno de De Gaulle sino... ¡el control obrero de los libros de contabilidad de las empresas!

Esta política centrada en la “vanguardia amplia” y en el “control obrero”, que, traducida al polaco, es “soviets” y “autogestión”, constituye, objetivamente, una traición a la revolución política polaca.

Por su parte, Lambert, presionado por nosotros en la CI (CI), aceptó que Solidaridad era la única institución nacional del poder obrero y que existía poder dual, el de Solidaridad y el de la burocracia. Pero esta concesión como tantas otras que nos hizo el lambertismo sólo servía para contrabandear su mercadería revisionista, ya que se negaba a sacar la conclusión lógica e inevitable de luchar por superar el poder dual, haciendo que Solidaridad tomara el poder derrocando a la burocracia. Se negó a levantar las consignas “todo el poder a Solidaridad” o que “Solidaridad saque a la burocracia del gobierno” u otra parecida, con un argumento típico de las direcciones sindicales amarillas: los sindicatos no deben participar en política ni luchar por el poder, porque pierden su carácter sindical. A partir de este argumento llegaron a una conclusión idéntica a la del SU: que el poder debía ser conquistado por organizaciones inexistentes, como los soviets y la asamblea constituyente, pero no por Solidaridad.

Jamás hubo soviets ni asamblea constituyente en el proceso revolucionario polaco: ambos existieron como consignas, como tareas a realizar y como embriones los soviets, pero la realidad fue el sindicato Solidaridad, única organización existente de las masas revolucionarias. M desconocería, al levantar como eje de su política los soviets y la asamblea constituyente contra el poder de la burocracia, Lambert y sus discípulos cayeron en el mismo método de los oportunistas y revisionistas, que Trotsky tantas veces denunciara: disolver la realidad en abstracciones.

Nosotros hemos aprendido de Trotsky y Lenin que la política de que sólo los soviets pueden luchar por el poder (nuestros maestros lo llamaron “fetichismo soviético”) es un error nefasto. Jamás se debe plantear la conquista del poder por organizaciones de masas existentes sólo en nuestros deseos. Los marxistas revolucionarios debemos partir de la lucha de clases viviente, para reconocer las organizaciones reales, creadas por las masas en sus luchas. En Polonia esa organización era -lo repetimos y no nos cansaremos de insistir en ello- el sindicato Solidaridad.

El SU y los lambertistas combinaron este error con otro no menos criminal y nefasto: su política, en realidad su falta de política para las fuerzas armadas, en general, y el inevitable putsch, en particular jamás alertaron que había que preparar a las masas para enfrentar a las fuerzas armadas del régimen al corte plazo de unos meses, cuando dieran su golpe. Nuestra política, que explicamos antes, podemos sintetizaría en pocas palabras: Solidaridad debía organizar a los soldados para destruir a las fuerzas armadas desde adentro y a la vez crear sus propios cuerpos armados, preparando así a las masas para el inevitable enfrentamiento con la fuerza armada de la contrarrevolución burocrática. Alertamos que, en caso contrario, las masas y la propia Solidaridad serían derrotadas por aquélla. Los revisionistas no plantearon ésta ni ninguna otra política para enfrentar al putsch, y con ello completaron su traición a la revolución polaca.

El ala derecha del frente revisionista de Mandel y Lambert, constituida por el Socialist Workers Party de Estados Unidos, merece algunas palabras. El SWP revivió viejas teorías de su dirigente Joe Hansen, según las cuales la revolución política no será resultado de una insurrección, sino una consecuencia de la suma de muchas reformas. Tomadas en su conjunto, la cantidad se transforma en cualidad, es decir, en revolución política.

Con ello el SWP eliminó teórica y políticamente el problema de la insurrección militar contra la burocracia, como la máxima expresión de la revolución política, para tomar, aplicándola a un Estado obrero burocrático, la típica actitud reformista.

Si el SWP dio la expresión teórica de esta política reformista de no preparar a las masas para el inevitable enfrentamiento armado, Mandel y Lambert la llevaron a la práctica al señalarle al proletariado tareas abstractas y no decirles una palabra del inevitable enfrentamiento armado y de la urgente necesidad de una política trotsquista para enfrentarlo. Es una clásica división de tareas en el frente revisionista, que se caracteriza por negarse a formular y aplicar una política para el problema clave de la revolución política: la destrucción de las fuerzas del régimen y el armamento del proletariado, única forma de lograr el triunfo de la revolución y la derrota de la korniloviada contrarrevolucionaria de la burocracia.

X. La crisis de la dirección revolucionaria

Del presente artículo se desprende que, para nosotros, las condiciones objetivas estaban más que maduras para el triunfo de la revolución política polaca.

El factor que impidió ese triunfo y permitió la victoria momentánea de la burocracia fue la crisis de dirección revolucionaria del proletariado, ante la falta de la única organización capaz de superarla: el partido trotsquista. Esta cuestión vital también separa a las tres grandes corrientes que se reclaman trotsquistas.

El SU, principalmente el SWP de Estados Unidos, capituló directamente a la dirección de Walesa. La ponderaron en todo momento, jamás denunciaron su carácter conscientemente contrarrevolucionario y se limité a señalar su inmadurez.

Era, para ellos, una dirección revolucionaria inmadura.

El lambertismo, llevado de la mano por nosotros, denunció en algunas ocasiones a Walesa, principalmente sus vinculaciones con la Iglesia. Pero, con su concepción de que Solidaridad era sólo un sindicato y no la organización de las masas revolucionarias, no le dio a esta denuncia la importancia fundamental que tenía.

Por estas dos vías, el lambertismo y el SU arribaron a la misma política: plantear en abstracto el problema de la dirección revolucionaria y el poder, el peor crimen que se puede cometer durante una revolución.

La denuncia de las direcciones contrarrevolucionarias es sólo un aspecto de la política para superar la crisis de dirección; el otro, vital, es la construcción del partido revolucionario con influencia de masas.

En un proceso revolucionario esta tarea se puede realizar en forma muy rápida. Así lo atestigua la experiencia del Partido Bolchevique, que en febrero era una organización minoritaria en el movimiento de masas y ocho meses más tarde estaba en el poder Para que ello ocurra, el partido revolucionario debe unirse a las poderosas tendencias revolucionarias que surgen en el movimiento de masas en ascenso. Y eso sólo se logra levantando un programa claro y contundente, que con toda nitidez divida aguas con los oportunistas.

¿Cómo distinguir esas tendencias revolucionarias de las oportunistas en el caso específico de Polonia? Aquéllas debían defender fundamentalmente varios puntos de nuestro programa: debían ser enemigas mortales de la dirección contrarrevolucionaria de Walesa y denunciarla sistemáticamente; debían aceptar la necesidad urgente e imperiosa de preparar a los trabajadores para el enfrentamiento militar a corto plazo con la burocracia, denunciando el putsch que se preparaba; debían trabajar con preferencia en Solidaridad, única organización nacional de las masas revolucionarias, levantando la consigna “todo el poder a Solidaridad”, u otra parecida.

Deliberadamente no entraremos a considerar los miles de problemas tácticos que planteó la revolución polaca, como por ejemplo la manera de formular un programa de libertades democráticas. No negamos la importancia de este programa, que fue planteado por el propio movimiento de masas. Su discusión se reduce a cuál era la consigna o grupo de consignas más adecuada para desarrollarlo.

Aquí interesa plantear las tareas fundamentales para la construcción del partido revolucionario y que nadie, fuera de la LIT (CI), ha planteado.

El centro de la actividad de los revolucionarios debía ser Solidaridad. Teniendo como eje el derrocamiento de la burocracia y la conquista del poder, nuestra política debía centrarse en la denuncia del gran obstáculo para esa tarea, la dirección contrarrevolucionaria de Walesa. La consigna “todo el poder a Solidaridad” (o bien: “que Solidaridad derroque al gobierno burocrático” o cualquier otra formulación táctica de ese contenido) cumplía ese doble objetivo. Por un lado, mostraba claramente a las masas la gran tarea inmediata que estaba planteada y la manera concreta de realizarla; por el otro, abría una brecha entre las masas revolucionarias organizadas en el sindicato y la dirección contrarrevolucionaria, al negarse ésta a tomar nuestra consigna.

La otra gran tarea puede formularse así: “debemos destruir a las fuerzas armadas del régimen para que ellas no nos destruyan”. Esto significa que Solidaridad debía destruir a las fuerzas armadas y a la policía mediante un clásico movimiento envolvente. Por dentro, construyendo Solidaridad militar para enfrentar la casta de oficiales; por fuera, construyendo sus propias milicias armadas. Estas dos tareas se concretaban en un propósito inmediato y decisivo: enfrentar el putsch.

El surgimiento de corrientes que se orientan hacia posiciones revolucionarias, característico de todo proceso como el polaco, nos imponían la línea del frente único revolucionario, vale decir, el acuerdo programático con dichas corrientes, alrededor de los puntos anteriores, para conformar después con ellas una organización común.

Fiel a su línea de capitular ante las direcciones de las masas (como al sandinismo y al Farabundo Martí en Centroamérica), el SU ni siquiera se acercó a ese programa.

Lambert, por su parte, planteó la necesidad de construir un partido de tipo socialdemócrata o laborista. Dentro de su revisionismo es consecuente, no cabe duda. Así como las masas no debían impulsar a Solidaridad, sino a unos soviets inexistentes a tomar el poder, los revolucionarios tampoco debían plantear la conquista del poder para Solidaridad, sino para un partido laborista que, al igual que aquellos soviets, sólo existía en la imaginación de Lambert.

Otra cosa muy distinta hubiera sido plantear, por ejemplo, que Solidaridad se organizara como partido o movimiento político para la conquista del poden Esta o cualquier variante táctica por el estilo podría haber sido correcta si estaba al servicio de la política de preparar a Solidaridad para la insurrección y la lucha por el poder.

En síntesis, toda política que no tratara de lograr un frente único revolucionario, alrededor de un programa transicional basado en los puntos centrales planteados por la LIT (CI), era revisionista, oportunista: iba contra la única solución posible e inmediata a la crisis de dirección revolucionaria en Polonia, que era la unificación de las tendencias revolucionarias surgidas del movimiento obrero alrededor de las necesidades centrales de la revolución.

El SU y el lambertismo, por su oportunismo, no levantaron ese programa revolucionario. Los que integramos la LIT (CI) si lo hicimos, en lo esencial del mismo.

No es causal que la historia se repita: fuimos los únicos, contra el SU y el lambertismo, que sostuvimos un programa trotsquista consecuente para Nicaragua, antes y después de Somoza (junto con el lambertismo en este último caso), y para los gobiernos frentepopulistas como el de Mitterrand. La revolución polaca ha sido el mejor test del revisionismo del SU y de Lambert y de nuestra consecuencia trotsquista.

El programa de Kuron, ¿A quien sirve?

El 31 de marzo de 1982, el diario francés Le Monde publicó un extenso articulo de Jacek Kuron titulado “Propuestas para salir de una situación sin salida”. Nahuel Moreno criticó las posiciones del antiguo militante marxista antiburocrático convertido en asesor estrecho de Walesa, en la edición correspondiente a abril de 1982 de Correo Internacional

 

En el anterior número de Correo Internacional escribíamos que “no sólo tenemos diferencias con las direcciones contrarrevolucionarias que apoyan a Jaruzelski, sino también con las que combaten a la burocracia y apoyan a los obreros polacos. Entre estas últimas hay posiciones que nos permiten clasificarlas en reformistas, centristas y revolucionarias.

“Los reformistas dicen, con Kuron y Lech Walesa, que el objetivo de la lucha es reformar a la burocracia, sin romper los marcos impuestos por el Kremlin y que el proletariado polaco cometió el error de apresurarse y 'exigir demasiado'.”

El artículo que hoy comentamos es una demostración acabada de que el ala reformista existe, ha dirigido Solidaridad y ha traicionado la revolución obrera. Lo grave es que Kuron pone su innegable talento al servicio de seguir propagando un análisis y un programa funesto para la revolución polaca, europea y mundial. Trataremos de demostrarlo.

El golpe y la crisis de los Estados obreros

Kuron define el golpe como “una clásica ocupación con censura de correspondencia, toque & queda, razzias masivas, pesquisas, arrestos, tribunales militares, responsabilidad colectiva, etcétera”.

Aunque creemos abusiva la definición, ya que no es una ocupación”como las que se dieron en Hungría y Checoslovaquia sino un golpe militar interno, su descripción se ajusta a la verdad.

Pero el análisis del contexto internacional de la revolución polaca, es radicalmente falso. Para Kuron, se inscribe sólo en la crisis de los regímenes obreros burocráticos, sin siquiera mencionar la crisis mundial del imperialismo. “Todo el bloque soviético fue profundamente sacudido por los acontecimientos polacos. La enfermedad mortal de la que he hablado está más avanzada en Polonia, pero carcome a todos los países del bloque. Las aspiraciones de la sociedad y su participación en la división internacional del trabajo aumentan a medida que la economía se moderniza. Los imperativos del armamento obligan a los países del bloque socia lista a modernizar su economía. En un organismo enfermo, la modernización implica inversiones masivas, al tiempo que la eficacia se estanca y, por lo tanto, disminuye. De ahí la creciente dependencia respecto a Occidente y la creciente agudización de los conflictos sociales”.

En lugar del imperialismo, sólo ve el rol contrarrevolucionario de la URSS. sabemos que la guerra fue declarada en Polonia bajo la presión de la URSS.” Lo que es una verdad de a puño, pero olvida que tan importante como esa presión rusa, es la ayuda sistemática y actual de los países imperialistas, especialmente de sus bancos, al régimen de Jaruzelski.

Pero lo peor es que nuestro autor reconoce abiertamente que jamás llamó a prepararse para enfrentar a los déspotas burocráticos con las armas en la mano: “Durante muchos años he preconizado la abstención de toda violencia.”

Dos “pequeños” olvidos

Para nuestro autor, la crisis del imperialismo no existe, no es real: “Hoy por hoy, la guerra, si es que la hay, se desarrolla en Polonia y la agonía del imperialismo es sólo un pronóstico.” El “Oeste”' existe, pero sólo como factor positivo para la economía polaca y del Este de Europa: 'Las sanciones han limitado las posibilidades de cooperación con Occidente, cooperación sin la cual la economía del bloque no puede funcionar normalmente.” Dicho de otra forma, los préstamos usuarios, los 27 mil millones de dólares de deuda polaca a la banca internacional, al imperialismo, son una cooperación” occidental a la economía polaca y del Este de Europa y no un descarado pillaje imperialista.

Kuron se vuelve así un agente del imperialismo, ya que no lo denuncia. Ni siquiera ve su crisis: ni económica, ni política. Ni Vietnam, Nicaragua, El Salvador, ni Centroamérica. Tampoco existen, para el fundador del KOR, decenas de millones de desocupados en los países imperialistas, ni su expoliación de los países atrasados ni -menos su colosal decadencia y desbarajuste: “La agonía del imperialismo es sólo un pronóstico.”

El más elemental sentido de observación nos indica que desde la posguerra los factores fundamentales de la realidad contemporánea son la “agonía del imperialismo” y el desarrollo constante, aunque con altibajos, de la revolución mundial. No sé qué explicación da Kuron al Este de Europa, China, Corea del Norte, Vietnam y Cuba, como a la independencia política de las ex colonias asiáticas y africanas. Su existencia es la que elevó el “pronóstico” del papel a la realidad. Con ellas agoniza la dominación imperialista.

Por eso Kuron es incapaz de tomar en cuenta como factor decisivo de su análisis el desarrollo de la revolución mundial. Esta no existe. Ni siquiera la revolución europea y la del propio Este. No ve la revolución polaca como el eslabón más débil, en el que se puede iniciar la revolución del Este europeo y de toda Europa. Debido a ello ni pasa por su cabeza el levantamiento de consignas de solidaridad obrera entre los distintos países y la de Federación de Repúblicas Socialistas Soviéticas de Europa. Para nuestro autor, todo transcurre dentro de los estrechos marcos del Estado nacional polaco. Hay una evidente concepción de la realidad actual, provinciana y reformista hasta la médula.

Reformismo al servicio de la burocracia polaca y del Kremlin

La política de Kuron para enfrentar al régimen de Jaruzelski tampoco puede ser más reformista. Es la de un adocenado burócrata medio que quiere ser amigo de todo el mundo. Después de señalar que la situación está que arde por los cuatro costados, añade que “ningún llamado podrá detener a los jóvenes que quieren pelear. Si es lo suficientemente eficaz como para prohibirle otras formas de lucha, los arrojará hacia el impasse del terrorismo. Ningún lía modo podrá atenuar la mezcla explosiva de desesperación y odio.” Su política no es llamar a esos jóvenes a la pelea a fondo contra la burocracia, sino a un gran compromiso entre todos: el Kremlin, la burocracia, la Iglesia y los intelectuales que resisten. Todos menos la clase obrera, a la que jamás recuerda, como si no existiese. “A la espera de lo peor, es necesario desde hoy hacer todo lo posible para que la dirección soviética comprenda que, con un mínimo de buena voluntad de su parte, un acuerdo nacional de los polacos -aún sin la participación de los actuales dirigentes del país- no amenazaría los intereses militares de la URSS, y sólo podrá ser beneficioso para sus intereses económicos. Es por ello que la dirección de la resistencia debe preparar a la sociedad para mayores concesiones con miras a un compromiso con el poder y, a la vez, para la liquidación de la ocupación, mediante una manifestación de conjunto organizada. Es necesario que los hombres del poder sepan que sólo disponen de un tiempo rigurosamente limitado para tomar la iniciativa de un compromiso. Pero el episcopado se pronuncia en favor de un compromiso, y él posee en Polonia una autoridad enorme. Lo apoyará la mayoría de la dirección de Solidaridad, los hombres de ciencia y de la cultura, en fin, todos aquellos cuya voz cuenta en Polonia. Y lo que es aún más significativo, la iniciativa de un compromiso le ofrecería al campo gubernamental un mandato social que no tiene desde 1956. Ciertamente, sería una iniciativa riesgosa, pero la ocupación es un acto suicida.”

Para evitar la espontaneidad del movimiento de masas, o las incitaciones de los revolucionarios a los trabajadores para que se armen y derroquen a la burocracia y enfrenten al Kremlin y al imperialismo, llamando a la solidaridad militante a los obreros europeos, Kuron exige una disciplina casi militar al movimiento de masas en sus movilizaciones. Esa disciplina está al servicio de lograr el compromiso y de impedir que la historia del año pasado, de iniciativas revolucionarias de la clase, vuelva a repetirse. “A diferencia de la época anterior a agosto del '80, es necesario que nos concentremos alrededor de un núcleo central y que demostremos una discipline absoluta respecto a él.”

Como vemos, más oportunismo es imposible. Está al servicio del Kremlin, el imperialismo, la burocracia y la Iglesia. Esta ha sido la ideología de la dirección de Solidaridad y de Walesa, como correa de transmisión de la Iglesia. La derrota de los obreros y el triunfo de Jaruzelski se explican así fácilmente.

Ahora lo que hay que evitar es una nueva derrota. El primer paso para impedirlo es rechazar el nauseabundo programa de Kuron.

 



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