Indice General

Angola: la revolución negra en marcha

2

 

Nahuel Moreno

 

Secretariado Centroamericano —SECA—

Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo —CITO—

http ://www.geocities.com/obreros.geo/

mail : [email protected]

Edición electrónica Diciembre 2001

(Tomado de Editorial Pluma, Bogotá, 1977)



Indice

¡EE.UU. fuera de Angola!

Declaración del CN del SWP aprobada el 4/1/76 junto con el informe de Tony Thomas

Resumen de la nacional de la discusión del Comité Nacional del Socialist Workers Party

Nos oponemos a exigir el retiro soviético

Resolución sobre Angola

Aprobado por la mayoría del CEI, en febrero de 1976

Tras la mascara socialista del MPLA

“Poder popular”

Cuidado “traidores”

Se fortalece el puño de hierro

El nuevo peligro de dominación Imperialista

Washington aprieta las tuercas

La carrera por las ganancias

Cambian las reglas del juego

¿Un “estado socialista modelo”?

La lucha por la liberación en ascenso

Informe de Tony Thomas a la convención del SWP

La independencia de las colonias portuguesas

Angola

La intervención sudafricana

Zimbabwe

La estrategia de la “distensión”

Se rompen las negociaciones

Lucha renovada

Sudáfrica

El crecimiento de la clase obrera

La revolución permanente

Programa y partido

Nuestras tareas

Proyecto de resolución sobre Angola

Anexos

1: Dos resoluciones y una sola política

Una misma política que ignora las luchas del pueblo negro del mundo entero

Las tareas democráticas y la república negra de Sudáfrica

2: Una resolución vergonzante, la de la FLT sobre Angola

El SWP tiene una manía: el comentario y la política etérea.

Tres líneas frente a la guerra civil

La posición de la mayoría del SU

El SWP vota en contra de una campaña internacional de apoyo material al MPLA

Una tercera posición: la del PST

Una vez más: ¿Había que apoyar o no materialmente al MPLA contra el FNLA y UNITA al final de la guerra civil?

Una falsa caracterización de los movimientos nacionalistas

Una vez más sobre la ayuda cubana

3: El trotskismo y las posiciones del SWP sobre Angola

Sobre el rol de los negros norteamericanos y sobre la lucha del movimiento negro mundial.

Sobre el derecho a la autodeterminación nacional y el peligro a la “balcanización’’

Sobre la consigna de “república negra’’

¡EE.UU. fuera de Angola!

Declaración del CN del SWP aprobada el 4/1/76 junto con el informe de Tony Thomas [10]

Es necesario actuar inmediatamente para impedir que los demócratas y los republicanos sumerjan a los Estados Unidos en una nueva guerra. Se requieren piquetes, conferencias, mítines, y marchas para transmitir el siguiente mensaje a Washington: ¡Alto a la intervención de los EE.UU. en Angola - fuera de Angola!

Los trabajadores en este país no ganarán nada y perderán todo con la intervención de Ford en la guerra civil en Angola. No tienen ningún interés en ver que se gasten millones de dólares en otra guerra mientras que se reducen drásticamente los fondos para la educación, la salubridad y la vivienda. Y no tienen ningún interés en ver que se manden tropas norteamericanas a que mueran en Angola, lo que puede suceder si se incrementa la intervención de Washington.

Los norteamericanos negros en particular no quieren tener nada que ver con la política bélica de Ford. El gobierno norteamericano ha llevado a cabo una constante guerra contra la lucha por la liberación de los negros, en África y en los Estados Unidos. Los norteamericanos negros saben mejor que nadie que la política de Washington es completamente racista.

¿Por qué van a creer qué la CIA está luchando por la libertad en Angola, cuando saben que los Estados Unidos conspiraron contra la vida de Patrice Lumumba, el dirigente rebelde congolés, asi como había conspirado para desorganizar y destrozar el movimiento por la liberación de los negros en este país?

¿Por qué van a apoyar los gastos de millones de dólares para la guerra en Angola, mientras que los servicios sociales que necesitan urgentemente las comunidades negras son recortados?

El gobierno de Ford ha asegurado repetidamente al pueblo norteamericano que la intervención de los EE.UU. en Angola “no es análoga” con la guerra en Vietnam. Pero la política de Ford apunta precisamente hacia otro Vietnam. Ford está involucrando a los Estados Unidos en una nueva guerra colonial, en la cual los recursos financieros y la fuerza militar están comprometidos en la protección de las ganancias e inversiones de las grandes corporaciones.

Durante años los Estados Unidos apoyaron las guerras coloniales portuguesas en África negra. Las tropas portuguesas fueron entrenadas en los Estados Unidos, armadas con armas de los EE.UU. y financiadas por dólares norteamericanos en su guerra racista para aplastar a los africanos que luchan por la libertad. Actualmente, tras la desintegración del imperio portugués, Washington se acerca a una intervención directa para imponer su voluntad sobre el pueblo de Angola y mantener el control imperialista de ese país.

Esta participación corre el riesgo de convertirse en una guerra nuclear que destruirá a la humanidad.

Así como en Vietnam, los pasos de Washington han sido tomados engañosa y secretamente.

A pesar de las negativas oficiales, no debe de haber ninguna ilusión acerca de los objetivos de los Estados Unidos en Angola. Los belicistas han estado incrementando su intervención paso por paso, probando la reacción, calculando qué tan lejos pueden ir sin generar otro movimiento antibélico.

Así como el movimiento contra la guerra de Vietnam jugó un papel fundamental en obligar a los Estados Unidos a retirarse de Indochina, un movimiento contra la intervención de los EE.UU. en Angola puede ayudar a prevenir que Washington arrastre el país hacia una nueva aventura en el extranjero. Existe, el potencial para que semejante movimiento sea construido, y para que logre un apoyo de masas.

El pueblo norteamericano tiene ya una profunda desconfianza de los objetivos y motivos en Angola. Las justificaciones dadas por Ford y Kissinger por la operación de los Estados Unidos en Angola son las mismas que aquéllas usadas en Vietnam: la necesidad de “parar al comunismo” y de defender “la seguridad nacional” mediante la intervención en un pequeño país a miles de millas de distancia.

Vietnam, Watergate y las constantes revelaciones de las conspiraciones de la CIA en el extranjero han dejado al pueblo norteamericano con saludables recelos hacia la propaganda del gobierno y una profunda oposición a cualquier aventura imperialista.

El argumento hipócrita de que Washington actúa para poner un alto al “colonialismo soviético” en África no tiene mucho peso entre millones de personas que empiezan a ver que la verdadera amenaza contra el derecho de los pueblos del mundo colonial a la autodeterminación proviene de Washington.

La afirmación de Kissinger de que el objetivo es la defensa de la autodeterminación es un pretexto transparente para encubrir el verdadero papel de los Estados Unidos. A través del sur de África, Washington ha sido un partidario firme del colonialismo y del apartheid.

El apoyo de los Estados Unidos a las guerras coloniales de Portugal iba de acuerdo con su apoyo inquebrantable a los regímenes de colonizadores blancos en Sudáfrica y Rhodesia.

La profunda y potencialmente explosiva oposición a los pasos que Ford ha tomado en Angola ha causado ya divisiones dentro de la clase dominante de los EE.UU. acerca de la prudencia táctica de la política de Ford. Un sector de los gobernantes de este país cree que el peligro de una reacción política contra la intervención de los Estados Unidos junto con el régimen del apartheid en Sudáfrica, es más preponderante que lo que se pudiera lograr al seguir este curso. Dicen que otro Vietnam podría ser desastroso para el imperialismo norteamericano.

Fueron los representantes de este punto de vista los que ganaron el voto en el Senado el 19 de diciembre a favor de recortar los fondos para las operaciones “encubiertas” en Angola.

Pero esta acción, tomada con mucha demagogia, no tiene que ser necesariamente respetada por el Senado. El Congreso fue suspendido convenientemente durante los días de fiesta antes de que se pudieran discutir estas medidas en la Casa de Representantes, permitiendo que Ford siguiera otorgando ayuda militar y maniobras diplomáticas, al menos durante varias semanas más.

Así como sucedió una y otra vez durante la guerra de Vietnam, los críticos de la guerra en el Congreso se contentaron con una retórica sobre la paz, negándose al mismo tiempo a tomar medidas para retirar a los Estados Unidos.

¡Qué falta de responsabilidad sería que los oponentes de la intervención de los EE.UU. en Angola dependieran de los políticos demócratas y republicanos para parar este impulso bélico de los Estados Unidos! El movimiento contra la guerra de Vietnam fue exitoso porque no tuvo ninguna confianza en que las “palomas” (políticos que favorecen una línea más moderada) en Washington fueran consecuentes con sus promesas de paz. En cambio, movilizó a millones de personas en las calles.

El movimiento contra la guerra de Vietnam aprendió que la única voz que hizo reaccionar a las “palomas” fue la voz de las masas en protesta.

El movimiento obrero, las comunidades negras, las universidades y las secundarias, deberían ser ahora los círculos de discusión, educación y acción contra la guerra.

Todos aquellos que se opusieron a la guerra de Vietnam, y aquellos que han marchado contra la intervención de los Estados Unidos en el sur de África, deben unirse en un esfuerzo enérgico para poner fin a los planes bélicos de Ford en Angola.

Los diferentes puntos de vista sobre el papel y los programas de los tres grupos de liberación involucrados en la guerra civil en Angola no deberían de obstaculizar las acciones unidas de todos los partidarios del derecho de los angoleses a la autodeterminación.

Este es el momento de lanzar una campaña de acción para poner un alto a la agresión de los EE.UU. y para dejarle saber a Washington que el pueblo norteamericano no quiere otro Vietnam. El Socialist Workers Party promete su ayuda y apoyo para construir semejante movimiento.

¡No a la guerra secreta! ¡Que el pueblo norteamericano sepa toda la verdad acerca de la intervención de los Estados Unidos!

¡Ni un centavo para la guerra, ni un soldado para Angola!

¡No más Vietnam! ¡Fuera de Angola!

Resumen de la nacional de la discusión del Comité Nacional del Socialist Workers Party

por Tony Thomas [11]

Para comenzar, deseo responder a algunas cuestiones, que los compañeros formularon durante la discusión. Creo que es importante comprender que muchas de estas preguntas son difíciles de responder, como señaló el compañero Fred Halstead. Tratamos de basarnos en información concreta, en hechos que hayan sido verificados, generalmente en fuentes allegadas al MPLA, como son, diarios portugueses, publicaciones angoleñas del MPLA, e informes de los camaradas que han podido ir a Angola.

Lo que planteamos sobre las calumnias del MPLA contra el FNLA no es algo reciente. Esta fue la posición de la IV Internacional durante los primeros años de lucha. Recién en los últimos años la Tendencia Mayoritaria Internacional cambió su posición.

Es algo peligroso afirmar lisa y llanamente que un grupo es proimperialista mientras que otro no lo es, o que un grupo no es un verdadero movimiento de liberación nacional y el otro si. Hay que tener en cuenta los hechos concretos. Estos demuestran que, a pesar de lo que diga el MPLA, los otros dos grupos no son simples títeres.

No se trata de un Ky o un Thieu angoleño, o de personajes como Ngo Dinh Diem, a quien llevaron a Vietnam desde New Jersey. En este sentido la analogía con Vietnam no es válida.

El FNLA y la UNITA son auténticos movimientos, que muchas veces han demostrado tener apoyo de masas. Aun el propio MPLA afirma que no tiene esperanzas de ganar al pueblo en regiones como el Bakongo. Y esas regiones no son pequeños enclaves. Cada grupo de liberación tiene aproximadamente de un cuarto a un tercio del apoyo de la población.

Creo que es importante discutir algunas de las cuestiones planteadas por el compañero Sam Manuel. ¿Qué representan los tres grupos? No existen diferencias fundamentales en la cuestión básica de su actitud hacia el imperialismo.

Un camarada mencionó que el MPLA no llama a hacer una campaña de masas contra el imperialismo yanki, posiblemente porque no quiere perturbar la distensión. En principio, la actitud del MPLA no está relacionada con la distensión entre Washington y Moscú. Es verdad que el MPLA no llama a realizar una gran campaña de masas contra el imperialismo norteamericano. Pero eso no se debe a que le preocupe la distensión. Es que son previsores, quieren mantener abierta la posibilidad de relaciones amistosas con el imperialismo yanki. Es la contrapartida de la política de los otros dos grupos, quienes han tratado de superar al MPLA en la búsqueda de relaciones amistosas con el imperialismo yanki.

Desgraciadamente, en la actual lucha, ése tiende a ser el carácter de la política de los tres grupos.

En algún momento la situación puede cambiar de manera tal que llamemos a dar ayuda material al MPLA— o UNITA o FNLA o alguna combinación de los tres— mientras mantenemos nuestra oposición a su programa.

Nuestro punto de partida es la oposición a la intervención imperialista yanki, y si esto significa que terminamos ubicándonos en el mismo campo de alguno de los grupos, que así sea.

Es posible que con el tiempo alguna de las tres organizaciones evolucione de manera tal que deje de ser un grupo de liberación nacional, que pierda su apoyo de masas y se convierta en títere del imperialismo. Esto podría ocurrir. Pero, en esta etapa, entre los tres grupos no existe esa clase de diferencias básicas.

Nuestra oposición a la intervención del imperialismo no deriva de estimar que los imperialistas respaldan al grupo que no corresponde o cosa por el estilo. Opinamos que el imperialismo interviene para imponer su control. El imperialismo quiere impedir la independencia de Angola y debilitarla en general. Y aunque en algún momento llegáramos a apoyar al MPLA, no cometeríamos el error de presionar al imperialismo para que ayude al MPLA.

Creo que es importante comprender que la clase dominante norteamericana no tiene una posición unánime en cuanto al grupo que debe respaldar. Ya antes de iniciarse esta discusión existían presiones de parte de sectores a los que preocupa el peligro de otro Vietnam. Es un hecho que los especialistas en asuntos africanos del Departamento de Estado se opusieron unánimemente a la política de Kissinger. Dijeron que EE.UU. debería tratar de lograr un arreglo diplomático entre los tres grupos.

Richard Clark, presidente del Subcomité para África del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, fue a Angola y conversó con los dirigentes del MPLA. Al regresar, sostuvo que no existen diferencias fundamentales entre los tres grupos. Dijo que los dirigentes del MPLA le aseguraron que se alejarían de la Unión Soviética apenas derrotaran a los otros grupos.

Nos oponemos a exigir el retiro soviético

Quiero decir dos palabras sobre las campañas de los socialdemócratas y los maoístas, que exigen el retiro de “los rusos” o del “imperialismo soviético” de Angola. Nos oponemos a esto. No existe el imperialismo soviético, y todo esto favorece al imperialismo yanki. Equivale a decir que la ayuda soviética a los movimientos de liberación nacional es lo mismo que los intentos de los imperialistas de mantener su explotación económica y opresión social de los países coloniales.

Como revolucionarios y partidarios incondicionales del derecho de autodeterminación del pueblo angoleño, criticamos, desde luego, la insuficiente ayuda del Kremlin a la lucha contra el imperialismo. Criticamos el apoyo sin critica de los stalinistas a la política del MPLA, incluido el chovinismo del MPLA hacia los pueblos bakongo y ovimbundu, y sus intentos de aplastarlos. Criticamos la política del Kremlin de impedir el desarrollo de un partido socialista revolucionario en Angola. No concordamos con la política stalinista.

La burocracia soviética no se guía por los intereses de los obreros y campesinos angoleños, de la misma forma que tampoco representa los intereses de los obreros y campesinos soviéticos. Pero, en Angola, la amenaza, el peligro, es la intervención imperialista.

Nuestra tarea es exigir que el gobierno de EE.UU. se retire de Angola. Si la Unión Soviética dejara de enviar armas al MPLA, ¿sería eso un paso adelante para la revolución angoleña? No, ¡envalentonaría al imperialismo!

No exigimos a ninguno de los grupos de liberación nacional de Angola que devuelvan sus armas, cualquiera sea el origen de las mismas.

Lo que ayuda al juego del imperialismo mundial no el origen de las armas, sino la política de los tres grupos. Como dijo el camarada Peter Seidman, lo que menos queremos es darle a Washington la excusa para intervenir. Este es el aspecto más escandaloso de la exigencia de los socialdemócratas y los maoístas, de que se retire la URSS. Es una capitulación ante la presión del imperialismo norteamericano.

¿Qué pensamos que habría que hacer en Angola? Primero, llamar a la unidad de acción antiimperialista de las tres organizaciones nacionalistas junto con cualquier otra organización que exista en Angola. Las llamamos a unirse contra las distintas potencias imperialistas que han intervenido.

Cuando dominaban los portugueses, estábamos a favor de que las organizaciones nacionalistas se unieran en la acción para echarlos de Angola, en vez de que cada una tratara de maniobrar con los portugueses por su cuenta. Proponemos lo mismo con respecto a Sudáfrica o a cualquier otra potencia imperialista que trate de intervenir. Al mismo tiempo, tenemos el objetivo básico de ayudar a las masas a romper con estas organizaciones a nivel político.

No tenemos una actitud neutral respecto a los tres grupos en la guerra civil. Estamos contra la política de cada uno de ellos en la guerra civil; estamos contra su negativa a tener una política de unidad contra el imperialismo. Opino que la culpa no recae únicamente en UNITA y FNLA. Cuando la UNITA y el FNLA enfrentaron los primeros ataques de Sudáfrica —oponiéndose a la invasión del valle de Cunene, etcétera— el MPLA aprovechó la invasión sudafricana tratando de usarla a su favor.

En vez de lanzar una campaña nacional para unificar a las diversas organizaciones contra Sudáfrica, el MPLA atacó militarmente a la UNITA y, en menor medida, al FNLA.

Es difícil evaluar desde aquí los vericuetos de la guerra fraccional entre los tres grupos. Pero no tenemos dificultad en ver cuál es nuestra principal tarea, como lo señalaron Fred y otros camaradas: organizar la oposición a la intervención imperialista norteamericana, no sólo de palabra, sino también en los hechos.

Así lo haremos, y, en la medida en que los grupos de liberación nacional de Angola luchen consecuentemente para poner fin a la intervención imperialista, estaremos en el mismo campo.

Pero sería un obstáculo hacer una evaluación incorrecta, basada en una interpretación unilateral de los hechos, de tal forma que nos ubicaríamos, sin justificación adecuada, en el campo fraccional de alguno de los grupos nacionalistas y en oposición a los demás.

Sería un obstáculo en nuestra batalla contra el imperialismo, tal como ha ocurrido con otras tendencias en Portugal y en el resto del mundo, para quienes el apoyo a alguno de los grupos está por encima de las necesidades de la lucha contra el imperialismo.

Lo más importante de nuestra actividad no es ahora la polémica entre los distintos grupos o en el seno de la IV Internacional. La resolución principal de este plenario es lanzar una campaña sobre Angola, tanto en interés del pueblo angoleño y la revolución de África como de la revolución norteamericana.

El SWP debe ser el partido que más haga para sacar a los EE.UU. de Angola, el que trate de unir a todos los sectores en torno a este problema, el que intente superar el fraccionalismo de los partidos de tal o cual grupo.

Creo que la respuesta de las comunidades negras va a ser muy amplia. Pienso que también tendremos una buena recepción en el movimiento obrero y estudiantil, y en cualquier parte donde aún se recuerde la experiencia de Indochina.

Resolución sobre Angola

Aprobado por la mayoría del CEI, en febrero de 1976 [12]

1. La formación de un estado independiente en Angola es el resultado de una lucha política y militar llevada a cabo por múltiples fuerzas políticas y sociales. A pesar de la existencia de una tradición anticolonialista, y de la amplitud de las fuerzas movilizadas en la confrontación armada, la lucha se ha prolongado durante catorce años a causa de los siguientes factores específicos:

a. La necesidad que el imperialismo portugués tenía de controlar los considerables recursos del país, tanto más cuanto que, a causa de su debilidad económica y política, no podía plantearse seriamente la realización de una reconversión neocolonial;

b. La necesidad que el régimen fascista de Lisboa tenía de mantener su imperio colonial para no romper el desequilibrio socioeconómico en el que se apoyaba;

c. La presencia en Angola de un importante contingente de colonos blancos, empujados por sus intereses y por sus privilegios raciales a defender hasta el final las estructuras coloniales tradicionales;

d. £1 carácter de la estructura socioeconómica angoleña, que estaba más desarrollada que la de las otras colonias portuguesas, lo que abría más posibilidades a la entrada en una dinámica de revolución permanente;

e. La ausencia de una burguesía nacional con algún grado de solidez;

f. Las dificultades con que se encontraban los Estados Unidos para jugar la carta del neocolonialismo, a expensas de la vieja potencia colonial, y de contribuir a una reconversión, relativamente en frío, tanto a causa de los lazos político militares con el régimen de Lisboa en el marco del Pacto Atlántico (que implicaba una ayuda al ejército portugués) como por su voluntad de no poner en peligro el equilibrio de la Península Ibérica (los acontecimientos posteriores al 25 de abril han confirmado hasta qué punto estaba fundada esta preocupación de los imperialistas, desde su punto de vista).

2. En el trascurso de la guerra se produjeron transformaciones que acrecentaron la importancia de alguno de los factores mencionados y, en último análisis, redujeron los márgenes de maniobra del imperialismo. Las estructuras tradicionales campesinas se han visto sacudidas violentamente, especialmente en algunas regiones, tanto por las operaciones militares como por las medidas de represión “preventivas” (“aldeas estratégicas”) y las emigraciones masivas (especialmente hacia Zaire). Al mismo tiempo, se refuerza la agricultura capitalista que produce para el mercado mundial, en perjuicio de la de subsistencia. En lo que concierne a la economía industrial, se realizan importantes inversiones extranjeras en los sectores básicos (petróleo), en la pequeña y mediana industria de transformación y en las redes comerciales. Este proceso se ha visto incrementado a finales de los años sesenta y comienzos de los años setenta.

El resultado de este desarrollo combinado ha sido el acrecentamiento del peso relativo de las estructuras capitalistas, el aumento numérico de la clase obrera y de otras capas de asalariados, el refuerzo también de la pequeña burguesía urbana, y que, además, las burguesías de los países capitalistas, aparte de Portugal, se interesan cada vez más en el control de Angola (los Estados Unidos y las potencias de Europa occidental, especialmente la Gran Bretaña). La guerra se prolonga también en la medida en que se halla dividido el movimiento anticolonialista y por el papel extremadamente ambiguo que juegan los países neocoloniales vecinos. Por una parte, estos países no pueden dejar de ayudar a los movimientos de liberación, pero por otra se esfuerzan por controlarlos y encajarlos en sus propios proyectos políticos, llegando hasta el punto de convertirse en vehículos de las presiones imperialistas (el gobierno congoleño ayudó al FNLA en detrimento del MPLA, favoreciendo las actitudes a la expectativa en el plano militar y equívocas en el plano político de la dirección de Holden Roberto; Zambia osciló en la elección de su aliado privilegiado).

3. El fracaso del imperialismo portugués no se sitúa solamente en el terreno militar. Este se debe, en realidad, a la imposibilidad del ejército colonial de aplastar la lucha armada del pueblo angoleño, a las derrotas militares sufridas por los imperialistas en Guinea-Bissau y en Mozambique, al peso cada vez más insoportable para el gobierno de Lisboa de los gastos de guerra y a las consecuencias políticas cada vez más graves que estaba produciendo en la metrópoli la larga duración del conflicto.

En el período inmediato al 25 de abril, el proyecto espinolista consistía en la aceptación de hecho de la victoria completa del PAIGC en Guinea-Bissau, la resignación al control de Mozambique por el FRELIMO (aunque sin renunciar por ello a los chantajes, arreglos y manejos de última hora), y las maniobras en Angola, con el fin de mantener una influencia directa y un control más sustancial sobre ésta con relación a las otras colonias. Tal actitud tenía que ver con la importancia, tanto estratégica como económica, que Angola tenía para Portugal y para el imperialismo en general. Pero el elemento decisivo residía en la división existente en el movimiento nacional angoleño y la posibilidad de explotar ésta, tanto militar como políticamente. Debido a la crisis revolucionaria que se estaba desarrollando en la metrópoli y a la parálisis del ejército portugués, el gobierno no pudo llevar a buen término su operación y se vio obligado a retirarse del juego. No obstante, otras fuerzas imperialistas y neocolonialistas aprovecharon la brecha abierta (Estados Unidos, África del Sur, países de Europa capitalista, Zaire, Zambia, etcétera) contribuyendo, más o menos directamente al estallido de la guerra civil.

II

4. El movimiento nacionalista angoleño se remonta a los años veinte —e incluso ideológicamente a finales del siglo pasado— y tiene sus raíces en las luchas anticoloniales que se extienden a lo largo de cuatro siglos.

Pero es sólo a partir de la mitad y los finales de los años cincuenta cuando comienza a adquirir una considerable influencia y a expresarse en formas organizadas. La lucha armada comienza como consecuencia del rechazo del régimen colonial a hacer cualquier tipo de concesión, y bajo la influencia de los acontecimientos en África en particular y de todo el mundo en general (formación de una serie de estados independientes en el continente, guerra de Argelia, victoria de la Revolución Cubana, etcétera).

En el movimiento participan diversas fuerzas sociales y políticas: pequeña burguesía urbana, intelectualidad radicalizada, militantes y cuadros extraídos del proletariado y del campesinado, emigrantes del Congo, etcétera. Es casi simbólico que las iniciativas que señalan la apertura de las hostilidades (en los meses de febrero y marzo de 1961) provengan de los dos componentes sociales y políticos activos de la época (núcleos procedentes de la pequeña burguesía y de las masas pobres de las ciudades, esencialmente bajo la influencia del MPLA, y núcleos procedentes del campesinado y de los emigrados del campo, bajo la influencia de la UPA, predecesora del FNLA). Desde el inicio mismo de la lucha se pone ya en evidencia la amplitud de las capas que se movilizan o que son susceptibles a ser movilizadas en la lucha antiimperialista y la dificultad de establecer un marco político y organizativo unitario.

5. En el período que va de 1961 a 1966 el FNLA, dirigido por Rolden Roberto, consiguió establecer una correlación de fuerzas netamente a su favor.

El MPLA, cuya base inicial era esencialmente urbana, fue mucho más duramente golpeado por la represión desencadenada a partir de las acciones de 1961, y no consiguió desarrollar una base fuera del enclave dé Cabinda. Atravesó una fase especialmente crítica entre 1961 y 1974, en la que, entre otras cosas, se dedicó a maniobrar con una serie de pequeños grupos de naturaleza dudosa, y se vio seriamente afectado por una crisis de dirección que incluso terminó con la escisión del grupo de Viriato da Cruz (que se reclamaba marxista y con concepciones maoístas). A causa de su orientación y de sus relaciones internacionales se encontró particularmente limitado por la intervención del gobierno del Congo, que saboteó sus actividades y se esforzó por hacerlo desaparecer de la escena.

El FNLA se hallaba en mejores condiciones para soportar la represión, gracias a su implantación campesina. Pudo pues aprovecharse de su presencia en las regiones fronterizas y de la base que le aseguraba la masa de emigrados. Disfrutó además de la ayuda o de la tolerancia de los gobiernos que se sucedieron en el Congo. Ante las negativas de los Estados Unidos a satisfacer las demandas de ayuda material, intentó explotar ventajosamente el conflicto chino-soviético, mediante una apertura hacia Pekín; consiguió obtener que la Organización para la Unidad Africana (OUA) reconociera el gobierno por él formado, el Gobierno Revolucionario de Angola en el Exilio (GRAE) e incluso su composición tribal (bakongo) —siempre más fuerte en el FNLA que en el MPLA— representó en aquel momento, un elemento de gran importancia, entre otras razones porque le aseguraba las relaciones vitales con la emigración y con el Congo.

6. Esta situación no comenzó a cambiar hasta 1966. El MPLA retomó la iniciativa apoyándose en las fuerzas consolidadas en Cabinda y aprovechándose de la tolerancia, si no es que del apoyo activo, de Zambia, creó nuevas zonas de operaciones (al este, al norte y más tarde al nordeste). En 1968 declaró que ejercía control sobre una tercera parte del territorio. Su reforzamiento se vio ayudado por una concepción más flexible de la guerrilla y por sus esfuerzos por organizar las zonas liberadas, donde surgían organismos populares, bajo la forma de comités de aldea. Así consiguió ampliar su anterior radio de influencia y aparecer como fuerza operante a escala nacional.

En ese mismo período el FNLA adoptaba una actitud a la expectativa, apoyándose exclusivamente en sus bases del norte y en sus “retaguardias” en el Congo. Las presiones de los gobiernos de Kinshasa contribuyeron a esa orientación. Por otro lado, en ese mismo período sufría una escisión, con la salida de Savimbi, que formó inmediatamente la UNITA. Esta, durante un largo período no tuvo mayor peso, pero su existencia, bajo la dirección de un hombre con fuertes relaciones tribales como Savimbi, representó en todo caso un obstáculo a la extensión nacional de la influencia del FNLA y, al mismo tiempo, un obstáculo para una extensión suplementaria de la zona controlada por el MPLA. Con el cambio de la correlación de fuerzas sobre el terreno, las repercusiones internacionales no se hicieron esperar: por un lado, el MPLA reforzó sus relaciones con los estados obreros y los gobiernos llamados “progresistas”, mientras que el FNLA estableció relaciones con China; además, el MPLA consiguió una rectificación de la actitud de los estados de la OUA, al tiempo que algunos de éstos mantenían ya relaciones especiales con él y, de hecho, se aseguró un estatuto igual al del FNLA-GRAE.

7. En el momento del hundimiento del régimen fascista de Lisboa, el movimiento nacional angoleño continuaba dividido en tres tendencias principales. En varias ocasiones se habían realizado tentativas de unificación, bajo el impulso de algunos gobiernos africanos, especialmente en 1972, pero sin alcanzar resultado positivo alguno. El relanzamiento de tales intentos se efectuó en 1974, pero sólo a comienzos de 1975, con los acuerdos de Alvor, se consiguió la formación de un gobierno unitario, bajo los auspicios de la potencia colonial.

De hecho, era el MPLA quien más se arriesgaba a correr con la cuenta de la operación:

• Porque el FNLA y la UNITA hacían frente común, explotando factores tribales contra el MPLA.

• Porque éstos se veían favorecidos por su alianza con los gobiernos neocoloniales vecinos (con la única, excepción del Congo Brazzaville, cuyo peso no era especialmente significativo).

• Porque estos dos disfrutaban del apoyo prioritario de las potencias imperialistas.

El MPLA esperaba explotar en su favor la simpatía de un ala del MFA —lo que le llevó a sembrar ilusiones sobre éste y sobre el Gobierno de Vasco Goncalves—, pero en la práctica no consiguió más que ventajas efímeras y muy limitadas durante la administración de Rosa Coutinho. En ese mismo período sufrió además una profunda crisis interna que lo dividió en tres tendencias y lo expuso peligrosamente, durante todo un tiempo, a la influencia de los gobiernos neocoloniales.

En este contexto, los acuerdos de Alvor, que serían posteriormente confirmados en Nakuru, no eran más que el fundamento de una vasta operación neocolonial, al menos potencialmente. Pero el estallido de la guerra civil cuestionó inmediatamente todo.

III

8. La concreción del proyecto de Alvor implicaba la realización y el mantenimiento de delicados equilibrios entre las numerosas fuerzas interesadas, tanto angoleñas como extranjeras (compromisos entre las diferentes capas sociales, entre los diferentes grupos étnicos y formaciones regionales, entre los diferentes aparatos políticos y militares, entre los contradictorios intereses de los diferentes estados neocoloniales y las potencias imperialistas). La situación portuguesa, directa o indirectamente, introducía a varios niveles otros elementos de desequilibrio y otras contradicciones. Pero en último término, fue la dinámica del movimiento de masas en las ciudades, y especialmente en Luanda, la que jugó el papel clave en el estallido de la crisis.

Los cambios socioeconómicos que la guerra colonial había producido, reforzaron el peso específico de las capas urbanas. Con la caída del régimen de Caetano se descompusieron todos los equilibrios anteriores. Las capas pequeñoburguesas ocuparon, o esperaron ocupar las plazas abandonadas por los colonos en fuga. La intelectualidad se dispuso a aprovechar la posibilidad de jugar un papel importante en la administración y en la gestión del país en general. La clase obrera, que había visto reforzado considerablemente el número de sus efectivos a raíz de la relativa industrialización, se organizó y se movilizó para imponer sus derechos y arrancar condiciones de vida menos miserables. Las masas proletarias y populares de los suburbios se organizaron y se movilizaron a su vez, con el fin de autodefenderse frente a las desesperadas acciones de los ultras del colonialismo y del racismo.

Las huelgas y las movilizaciones se sucedieron, hasta llegar a la gran manifestación que reunió en Luanda a decenas de millares de personas y a la realización de la asamblea nacional de los comités de base (por otra parte, había tenido lugar en Luanda, en setiembre de 1973, una huelga general).

La dinamización de estas capas urbanas que no podían ser integradas en un marco neocolonial, fue precisamente lo que hizo saltar los acuerdos de Alvor.

9. La movilización de las masas de Luanda no fue el resultado de una iniciativa política deliberada del MPLA. En realidad, y en una gran medida, se desarrolló en gran parte al margen de su marco organizativo (de hecho su aparato aún no estaba puesto en pie en el momento en que estalló el movimiento de masas). Pero por su tradición, por su anterior enraizamiento, por la naturaleza de una buena parte de sus cuadros, por su carácter nacional, y no regional o tribal, el MPLA era quien estaba en mejores condiciones para beneficiarse de tal movimiento y acrecentar enormemente de este modo su audiencia. Por otro lado, el MPLA se hallaba enfrentado a dos opciones concretas: o bien seguir hasta el final las orientaciones de Alvor, luchando por una aplicación estricta de los acuerdos, lo que implicaba, entre otras cosas, el desarme de los “civiles” y la entrada en conflicto con su propia base, o bien integrarse en el movimiento y tomar su dirección, tratando al mismo tiempo de canalizarlo. Considerando todos los elementos que actuaban en su contra, y ante la carencia de una implantación campesina lo suficientemente fuerte, no tuvo otra salida que optar por la segunda.

El FNLA, que no contaba con una base real en las ciudades, que además esperaba ser, si no inmediatamente, al menos a corto plazo, el principal beneficiario de los acuerdos de Alvor, se lanzó, por el contrario, a una ofensiva contra el movimiento de masas a través de una sangrienta represión. Su objetivo era lograr el control de la capital, acabando con la base de apoyo de la organización rival.

La UNITA, por su parte, llegaba a la última etapa del giro que le había hecho ir abandonando su demagogia socialista, renunciando a todo neutralismo y presentándose a los portugueses como el socio más dispuesto a colaborar en la reconversión neocolonial y a colaborar con el FNLA. Su naturaleza regional que le había permitido ganar una base importante, le empujó también a tomar posición contra el movimiento urbano de Luanda y a comprometerse contra la organización que gozaba del apoyo de las masas.

IV

10. La génesis concreta de la guerra y las delimitaciones de los movimientos nativos y los alineamientos internacionales ponen en evidencia, sin lugar a ningún tipo de ambigüedades, la naturaleza fundamental del conflicto angoleño. Por un lado se alinean fundamentalmente las fuerzas sociales que, objetivamente, están interesadas en luchar consecuentemente por la independencia nacional y por rechazar las soluciones de compromiso neocoloniales, lo que las introduce potencialmente en una dinámica de revolución permanente, del crecimiento de la revolución nacional en revolución socialista. Estas fuerzas son: las capas decisivas de la clase obrera urbana —tanto de la industria como de los servicios—, las capas de los asalariados agrícolas, las masas populares marginadas de la estructura económica y social por el colonialismo, y amplios sectores del campesinado pobre que han participado, directa o indirectamente, en la lucha armada y que han hecho sus primeras experiencias de movilización y de organización política, entrando en conflicto con los marcos de la sociedad rural tradicional.

Por el otro lado, se encuentran los que se aferran a los privilegios, incluso irrisorios, del pasado; los que tienen interés en la estructuración de una sociedad neo-colonial, los que no quieren cortar definitivamente el cordón umbilical que les une al imperialismo, los que quieren defender lo que subsiste de la sociedad tradicional. Estos son: los colonos supervivientes, las capas pequeñoburguesas acomodadas, los núcleos embrionarios de la burguesía nacional, los jefes tradicionales y sus acólitos. El estallido de la guerra civil a partir de los movimientos de masas urbanos refleja, de forma condensada —y simplificada— el contenido socio-político de la confrontación militar.

El hecho de que tanto el FNLA como la UNITA se hayan visto apoyados por el imperialismo norteamericano, por las principales potencias imperialistas europeas, por los racistas de África del Sur y el bloque de los estados neocoloniales más conservadores e incluso reaccionarios, mientras que el MPLA goza del apoyo de los estados obreros, con la innoble excepción de China, y en primer lugar, de la Unión Soviética y de Cuba, y de los gobiernos neocoloniales que no pueden aún permitirse hacer abstracción de la tradición de lucha de sus movimientos nacionales y de los sentimientos de las masas, o de los que quieren embellecer su blasón “progresista”, confirma y refuerza el análisis de la dinámica de las fuerzas nativas. Además, está suficientemente claro que en el caso de una eventual victoria del bloque FNLA-UNITA significaría no solamente un éxito de la contrarrevolución en Angola, con las secuelas trágicas de la represión sangrienta que esto supondría, sino que además reforzaría las posiciones del imperialismo en una región de gran importancia estratégica y daría un nuevo empuje a los racistas sudafricanos al tiempo que acarrearía la formación de regímenes más reaccionarios en una serie de países sudafricanos.

11. La intervención de los imperialistas en la guerra civil angoleña estuvo inspirada por la necesidad de defender sus intereses económicos, políticos y estratégicos, especialmente importantes en la misma Angola y, sobre todo, en esta región de África.

El gobierno norteamericano se ha visto sometido a presiones contradictorias: por una parte, la de las tendencias partidarias de la intervención directa, bien en función de la defensa de intereses económicos concretos bien a partir de consideraciones de tipo político; y, por otra, la de los grupos que se oponían a este tipo dé solución, en función de sus intereses en una serie de países africanos, el alineamiento estrecho con el bloque FNLA-UNITA y con el régimen de Pretoria; más aun, algunos políticos se inclinaban más a jugar la carta de la integración del MPLA en un proyecto neocolonial.

Pero la posición política y estratégica global de Washington no le dejaba otra salida que el apoyo al FNLA-UNITA. Si hasta este momento éste no se ha traducido en una intervención militar directa es debido a la situación creada por la derrota de Vietnam y por el miedo a provocar el resurgimiento de un movimiento antiguerra, especialmente por la minoría negra. El régimen sudafricano, por su parte, se ha visto forzado a intervenir tanto para defender sus viejos intereses económicos como por su preocupación de mantener en su alrededor un glacis estratégico y político, pero especialmente por la crisis interna en que actualmente se halla metido, ya que una victoria de las fuerzas antiimperialistas en Angola, y eventualmente en otros países de la región, podría ser un estímulo para la lucha del proletariado más importante de toda África y poner en cuestión la existencia misma del régimen.

La actuación de la burocracia soviética queda explicada por su voluntad de desempeñar un importante papel en el juego político del continente africano en general y por el deseo de no renunciar, en el momento decisivo, a las ventajas que puede obtener de su apoyo al MPLA durante un largo período. Al mismo tiempo, la burocracia soviética está motivada por la necesidad de ganarle terreno a China en el movimiento comunista y obrero internacional y entre las masas de los países coloniales y semicoloniales. Tampoco se pueden excluir los efectos de los juegos internos en vísperas de su nuevo congreso. La intervención cubana, aun reflejando el acuerdo político de base entre La Habana y Moscú, posee una particular importancia por el hecho de su carácter directo y masivo y representa un auténtico desafío al imperialismo norteamericano, remontándose a las mejores tradiciones del internacionalismo revolucionario.

12. La definición de la naturaleza de la guerra civil y la comprensión de las potencialidades de una dinámica de revolución permanente, se basa en el análisis de las fuerzas sociales y no en el de las organizaciones políticas, y por lo tanto, no está en contradicción con una caracterización del MPLA como movimiento con dirección pequeñoburguesa, tanto a causa de su composición social como de sus concepciones y orientación política. A partir del momento en que adquiere una influencia de masas se convierte en una parte importante del movimiento antiimperialista, comprometiéndose en una lucha armada prolongada contra el colonialismo portugués, y expresando más bien una corriente pequeñoburguesa nacionalista y revolucionaria. La influencia ideológica y política que ejercían desde el principio elementos de formación estalinista o kruscheviana no entraba en contradicción con el conjunto de su ideología. Y esto no se debía solamente al hecho de que los revolucionarios pequeñoburgueses pueden apoyarse perfectamente en el marxismo, y máxime cuando se trata de un marxismo deformado como un ingrediente más de sus concepciones, sino, más en concreto, porque las tesis estalinistas sobre la revolución por etapas y las concepciones burocráticas de las relaciones con las masas tienden a coincidir con la línea de colaboración con la burguesía nacional, con las concepciones del estado y del partido y con los criterios organizativos burocráticos que han caracterizado y caracterizan al MPLA. El hecho de que el MPLA haya organizado después del 25 de abril de 1974 comités en las regiones liberadas, y haya llamado a la creación de comités en las ciudades, no puede hacernos olvidar que estos comités son concebidos con criterios paternalistas y autoritarios, que el mismo funcionamiento interno del MPLA ha sufrido siempre de deformaciones burocráticas muy serias y que incluso en los últimos meses, después de tomar la dirección del movimiento de masas en Luanda, ha sometido a los comités a una estructuración desde arriba, eliminando a los cuadros y a los militantes acusados de izquierdistas o anarquistas, y ha realizado severas medidas de depuración.

13. Los rápidos e importantes éxitos conseguidos por el ejército de la República Popular de Angola no son únicamente el resultado de su superioridad militar, sino que, sobre todo, se explican en el plano político. Mientras que tanto el FNLA como la UNITA mostraron ser incapaces de movilizar a las masas en sus respectivas zonas de influencia, de dar moral a sus tropas, el MPLA ha podido contar con una sólida base de apoyo urbana. Hasta el momento las masas campesinas no han jugado un papel activo. Pero en cualquier caso, la movilización de éstas es un aspecto clave, no solamente para el logro de una victoria definitiva en la guerra civil sino, en un plano más general, para el futuro de la revolución angoleña.

La cuestión decisiva sigue siendo la conquista de las amplias masas campesinas. Cualquier eventual subestimación de este problema traería consigo graves consecuencias, no solamente para el desarrollo del actual conflicto militar sino, en general, para el porvenir de la revolución angoleña. Por todo ello, es absolutamente prioritario desde el punto de vista político, emprender la lucha por una reforma agraria que destruya el poder de los grandes propietarios y de los granjeros capitalistas, que afronte el mísero estado de la agricultura de subsistencia y las estructuras tribales que aún se conservan, que garantice precios remuneradores para los pequeños y medios campesinos, que les permitan escapar de las garras de los intermediarios y que ayude a las poblaciones del campo a resolver los problemas elementales creados por la guerra colonial y la guerra civil.

A la vez, las medidas de expropiación de las propiedades imperialistas —legitima respuesta, en todo caso, a los ataques militares combinados contra la RPA— permitirán fundir más las filas de las fuerzas antiimperialistas por la concreta demostración a las masas de que son llamadas a la lucha por la defensa de sus propios intereses elementales.

Pero la lucha por los objetivos antiimperialistas debe ir acompañada de la organización democrática y revolucionaria de las masas en la base. Las experiencias extraídas en el curso de los dos últimos años, especialmente en el momento culminante de las movilizaciones urbanas, deben ser asimiladas al máximo por medio de volver a lanzar organismos democráticos y revolucionarios, cuyos dirigentes sean elegidos por las masas, pudiendo ser revocados en todo momento si no cumplen con sus obligaciones, y que no gocen de privilegio material alguno. El respeto más estricto de los derechos democráticos es, después de siglos de colonización y de largos años de cruel represión imperialista, una necesidad particularmente sentida, incluido el derecho de expresión de las diferentes comentes y organismos políticos. Otro instrumento de singular importancia para la lucha contra las estructuras reaccionarias y contra los vestigios tribales es la organización democrática y revolucionaria de las masas, que se oponga a todo intento burocrático y autoritario. En esta batalla pueden y deben jugar un papel importante los militantes que hayan hecho las experiencias de lucha, especialmente en los dos o tres últimos años, v que hayan asimilado las lecciones de las luchas antiimperialistas de otros países, comprendida la Europa occidental. Finalmente, en la medida en que se establezcan relaciones estrechas con los movimientos revolucionarios de África Austral, que con sus luchas debilitan a los regímenes racistas de Salisbury y Pretoria, murallas del imperialismo en esa parte del continente en esa misma medida se verá reforzada la lucha antiimperialista de las masas angoleñas.

14. Las fuerzas imperialistas se han visto obligadas a revisar su política como consecuencia de los catastróficos fracasos militares del FNLA y de la UNITA. Algunos gobiernos neocoloniales ya han operado un giro reconociendo a la RPA y buscando un compromiso con el MPLA. Los imperialistas de los Estados Unidos y de Europa podrían seguir por el mismo camino iniciando una operación de envergadura con el objeto de integrar a la RPA, en un plazo más o menos largo, en un proyecto neocolonial relativamente “progresista”. La base material de tal operación la constituyen las capas pequeñoburguesas acomodadas, los núcleos embrionarios de la burguesía “nacional”, y toda una pléyade de aprovechados y de arribistas. Las tendencias derechistas del MPLA, inclinadas ya anteriormente a adoptar soluciones de compromiso con la UNITA, podrían presionar a fin de llevar a cabo tal opción. El proyecto de la dirección del MPLA —tal como se desprende de la RPA— no se haya en absoluto en contradicción con tal operación neocolonial, como lo confirman, entre otras cosas, las recientes aperturas en dirección al Zaire o a Zambia.

Frente al desarrollo de esta posibilidad y, en todo caso, para evitar que la derrota rápida del enemigo tenga, paradójicamente, consecuencias negativas para la lucha revolucionaria, es más necesaria que nunca la movilización y la organización de las masas en organismos democráticos que garanticen su autonomía con respecto a toda clase explotadora y a todo aparato burocrático. Esta tarea, que no va a ser realizada por la dirección pequeñoburguesa del MPLA, debe ser emprendida por los revolucionarios ligados al movimiento de masas.

15. A propósito de Angola, la resolución sobre África del Octavo Congreso de la Cuarta Internacional (1965), manifestaba: “Es evidente que no existe aún una verdadera dirección revolucionaria angoleña y que los conflictos y las luchas internas del movimiento nacional continuarán durante un largo período. Para los marxistas revolucionarios el criterio fundamental que determina los campos de acción a los que dará preferencia es saber quién ejerce, en un momento determinado una influencia de masas real y quién lleva efectivamente los combates, porque es ahí donde la lógica de la lucha revolucionaria permitirá más fácilmente que se forme una vanguardia revolucionaria. No se pueden tomar como criterios decisivos las orientaciones de una dirección o de algunos dirigentes y con menos razón, las insinuaciones o suposiciones de tal o cual personaje... Sin disimular sus críticas y desplegando sus propias concepciones sobre la naturaleza de la revolución angoleña, la Cuarta Internacional continua asegurando su solidaridad con las fuerzas que combaten efectivamente y que son, sobre todo, fuerzas campesinas, organizadas en la etapa actual en el FNLA. Al mismo tiempo considera que la unificación del FNLA con las otras fuerzas existentes que éste afirma desear, podría ser en principio benéfica, a condición, naturalmente, de que sea realizada en la lucha, sobre la base de un programa antiimperialista y anticolonial claro y sin que pueda perjudicar a la necesaria unidad en la lucha armada”. .

Incluso, a pesar de que los criterios que se aplicaban eran correctos, al igual que el análisis de la correlación de fuerzas sobre el terreno, se impone en todo caso una autocrítica que se pueda sintetizar en los términos siguientes:

a. Tanto la resolución del SU [Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional] de febrero de 1964, así como la resolución del Octavo Congreso Mundial sobrestimaban las posibilidades que había en que el FNLA superara sus orígenes tribales y las consecuencias del condicionamiento regional, y por tanto, de que pudiera escapar a la influencia ejercida por los gobiernos neocoloniales congoleños, vehículo de la presión imperialista.

b. Las mismas resoluciones no tenían en cuenta las posibilidades y la capacidad del MPLA para volver a lanzar sus acciones en otras regiones del país, y subestimaban también el papel que su ideología, más progresista que la del FNLA, podría jugar en la eventualidad de que se diera tal recuperación.

c. La Cuarta Internacional se ha retrasado considerablemente en la verificación analítica de la situación en Angola y, en consecuencia, a ajustar la política y la táctica necesarias. Incluso, la resolución del Décimo Congreso Mundial (febrero de 1974) se limitaba a afirmar, de forma muy general, que “el desarrollo del proceso de revolución permanente... no podrá hacerse más que a partir fundamentalmente de una clarificación dentro del MPLA y del FRELIMO” y a señalar la “tarea de construcción y formación de cuadros marxistas revolucionarios”.

16. En la guerra civil que estalló en vísperas de la proclamación de la independencia, la Cuarta Internacional escogió el campo de la RPA fundada por el MPLA, contra la santa alianza de los imperialistas, de los racistas y de los reaccionarios locales. Se colocó de parte de las masas movilizadas en defensa de la independencia arrancada mediante una tenaz lucha armada, en defensa de sus intereses fundamentales contra todas las clases y capas explotadoras, extranjeras y “nacionales”, por la expropiación de los capitalistas y de los propietarios terratenientes y por la formación de un gobierno obrero y campesino basado en los comités democráticos revolucionarios, como expresión directa de las masas.

Tal actitud no implica de ningún modo que la Cuarta Internacional renuncie a sus críticas a la dirección del MPLA, a la que caracteriza como nacionalista pequeñoburguesa, y no como proletaria y comunista, y que no podrá llevar a cabo las tareas para la construcción de un estado obrero. La militancia en el mismo campo y la solidaridad en la lucha común no están en contradicción con la necesaria batalla por la autonomía política de la clase obrera y de los revolucionarios, y por la construcción de una dirección proletaria revolucionaria y de una organización marxista revolucionaria.

Los marxistas revolucionarios angoleños se comprometen sin reservas en la lucha militar contra la santa alianza reaccionaria hasta la victoria final, por la defensa de la RPA y por la independencia completa de Angola. En su campaña política insisten especialmente en la necesidad de la movilización activa y consciente de las masas, de su organización en comités democráticos y revolucionarios, elegidos y revocables en todo momento, así como en la defensa de los derechos democráticos para todos los que combaten en el campo antiimperialista. Asumen la tarea indispensable de la clarificación teórica y política sobre la naturaleza de la estrategia de la revolución en Angola, esforzándose por reagrupar, en primer lugar, a los cuadros y militantes que han hecho experiencias en la lucha y en las movilizaciones de las masas, y que han reflexionado de manera crítica sobre sus experiencias.

17. La Cuarta Internacional debe tomar parte activa en una campaña de solidaridad con la RPA, organizada a escala mundial. Esta campaña deberá exigir la retirada inmediata de todas las fuerzas imperialistas y neocolonialistas, la ayuda política y material de los estados obreros y del movimiento obrero internacional, la suspensión de todo envío de armas y de material al bloque FNLA-UNITA, y el reconocimiento de la RPA.

La Cuarta Internacional denuncia la actitud de la dirección burocrática china que, después de haber ayudado al FNLA, adopta ahora una hipócrita actitud neutral, demostrando así, en la práctica, el carácter nefasto de sus concepciones y análisis que basan su política en la denuncia de la URSS como el enemigo principal, pretendiendo de hecho un compromiso con el imperialismo norteamericano, europeo y japonés.

Los marxistas revolucionarios africanos, conscientes de que la derrota de los imperialistas y de los neocolonialistas en la guerra civil angoleña tendrá enormes repercusiones en el continente, creando las condiciones favorables para derribar a los regímenes racistas de África del Sur, de Namibia y de Zimbabwe y erosionando las bases de los regímenes neocoloniales reaccionarios, realizarán la campaña por el apoyo militante a la RPA y a los combatientes angoleños, en los medios de la vanguardia política africana, en las organizaciones de masas, en los sindicatos y en las organizaciones de los trabajadores y estudiantes en el extranjero.

14 de febrero de 1976

Tras la mascara socialista del MPLA

por Ernest Harsch [13]

En incontables comunicados, discursos y emisiones de radio, el Movimiento Popular de Libertaçao de Angola (MPLA) ha manifestado su intención de construir una sociedad “socialista” en Angola.

Pero el “socialismo” del MPLA se limita al campo de la retórica. Su política real nos cuenta una historia completamente distinta.

Desde el fin de la guerra civil en febrero, el MPLA ha seguido tratando de controlar y desmovilizar a las masas. Particularmente en el área de Luanda intentó contener y derrotar cualquier lucha independiente de los obreros, arrestando a gran cantidad de activistas políticos y sindicales.

Al mismo tiempo, este régimen “socialista” invitó asiduamente a los intereses imperialistas a reasumir su explotación de la gran riqueza natural de Angola. Dos grandes compañías de petróleo y diamantes han aceptado ya la invitación del MPLA, y otros grupos relacionados con el imperialismo están peleando por conseguir una porción.

Las acciones que ha emprendido para reprimir cualquier iniciativa independiente por parte de las masas, dejan claro que el MPLA teme cualquier amenaza para su proceso de acomodación con el imperialismo y para sus planes de construir un régimen neo-colonial estable en Angola.

Para contener esta amenaza potencial a su dominio, el MPLA adoptó una política de doble faz. Hasta ahora, su principal táctica ha sido tratar de encadenar al movimiento obrero a través de cuerpos sindicales y de “poder popular” directamente controlados por el MPLA, mientras exhortan a las masas a “sacrificarse por la revolución’’.

El otro aspecto de la política del MPLA ha sido golpear con puño de hierro a quienes no se convencen con su demagogia, o intentan organizar luchas independientes.

“Poder popular”

Las luchas obreras masivas que sacudieron a Angola después del golpe del 25 de abril de 1974 en Portugal tuvieron un gran impacto debilitando el dominio de Lisboa sobre la colonia. Por primera vez, los trabajadores angoleños tenían la oportunidad de organizarse ampliamente. Formaron sindicatos, comités de trabajadores, comisiones de vecinos y grupos de “poder popular”. Aunque estos grupos se establecieron en su mayor parte independientemente del control del MPLA, en la región de Luanda generalmente buscaron dirección política en el MPLA.

En vez de apoyarse en este ascenso obrero para avanzar en la lucha por una independencia real, el MPLA, como sus rivales nacionalistas, vio este auge de las luchas como una amenaza para su estrecha pelea por el poder.

Después de unirse al régimen de coalición con el FNLA [Frente Nacional de Libertaçao de Angola], UNITA [Unido Nacional para Independencia Total de Angola] y los colonialistas portugueses en enero de 1975, el MPLA lanzó llamadas a los trabajadores para que parasen sus huelgas, apoyó una legislación rompehuelgas, y en febrero incluso llegó a enviar tropas contra los estibadores en huelga de Lobito. [14]

Durante los primeros meses de 1975, el MPLA se apoyó en su influencia sobre la población mbundu de la región de Luanda para implicar a los organismos obreros y vecinales en su lucha fraccional contra el FNLA y la UNITA. Sin embargo, hacia finales de julio, el MPLA había conseguido expulsar al FNLA y a la UNITA de Luanda y ya no necesitaba de esos grupos como armas fraccionales. Disolvió por la fuerza y desarmó a algunos de ellos, y transformó a otros en órganos burocráticamente controlados para imponer su política a las masas. En setiembre y octubre de 1975 comenzó a detener a gran número de dirigentes de los comités obreros y de los grupos de “poder popular” que no habían mostrado el grado requerido de sometimiento a la dirección del MPLA.

Así, a finales de 1975, las distintas organizaciones independientes de masas habían sido políticamente decapitadas. Establecidas en un principio como parte de las luchas de masas desde abajo, fueron transformadas en instrumentos burocráticos encargados de llevar a cabo las directrices que el MPLA dictaba desde arriba.

Este sistema de control de masas se institucionalizó el 5 de febrero con la adopción de la Ley de Poder Popular, que regula la elección de “comités populares” en los niveles comunal, municipal, provincial y vecinal.

Sin embargo, sólo los comités vecinales y de aldea son elegibles directamente. El resto de los cuerpos elegibles, serán nombrados por los miembros de los comités inferiores de su jurisdicción.

Es significativo que la ley no incluya ningún “comité popular” a nivel de toda la nación, ya sea elegido o de cualquier otro tipo.

Para asegurar que no se infiltren “indeseables” en las elecciones, el MPLA impuso una serie de restricciones al derecho de votación, negándoselo a los simpatizantes y antiguos miembros del FNLA y UNITA, y también a todos aquellos que practiquen “racismo”, “tribalismo”, o “regionalismo”, es decir, que reflejen los intereses particulares de los ovimbundu, bakongo u otros pueblos de Angola. También prohíbe el voto a todo aquel que sea acusado de “sabotaje económico” y “pereza”, cargos frecuentemente lanzados contra huelguistas y activistas obreros.

Aun con estas restricciones, el MPLA dudaba de realizar las elecciones que estaban previstas para el 13 de mayo, pero que se retrasaron a causa de una serie de luchas obreras desarrolladas a principios de este mes.

Los obreros industriales de Luanda y otras ciudades emprendieron huelgas y ritmos lentos para reforzar sus demandas de alzas salariales y mejores condiciones de trabajo. Las huelgas continuaron por lo menos durante dos meses. Según el Washington Post del 2 de julio, “el gobierno ordenó que los obreros en huelga de la única fábrica de bolsas de café volvieran al trabajo”.

Según una emisión radial de Prensa Latina (9/5/76) desde Luanda, el ministro del interior, Nito Alves “dijo que mientras la producción estuviese paralizada en la capital, el voto electoral perdería gran parte de su significado revolucionario”.

El presidente Agostinho Neto también tomó muy en serio las huelgas. “No puede haber un poder político sólido y estable”, dijo, “mientras las fábricas y el campo no produzcan para la consolidación de una independencia económica real.”

Según un informe de David B. Ottaway, en el Washington Post del 24 de mayo, el MPLA también estaba preocupado “porque elementos izquierdistas de la oposición han estado utilizando los consejos como trampolín para atacar al gobierno”. Dijo que las elecciones se retrasaron porque los dirigentes del MPLA “se dieron cuenta de pronto de que no estaban hechos los preparativos adecuados para la selección de candidatos”.

Para eliminar a cualquier decretó que todos los vecinales tenían que ser organizaciones obreras, de controladas por el MPLA.

Los poderes de decisión de estos órganos de “poder popular” quedan limitados a la organización de tareas locales como la organización de mercados cooperativos en los barrios pobres, o realizar actividades educativas. Su principal función es llevar a la práctica la política de la dirección del MPLA.

Los diferentes comités obreros establecidos o tomados por el MPLA en las fábricas desempeñan un papel similar. En un informe de Le Monde (28/2/76), el corresponsal Rene Lefort citaba al administrador de una plantación de café describiendo el comité obrero como “un simple cuerpo consultivo”. Añadió que “los poderes de la administración están intactos”.

En las industrias nacionalizadas, el MPLA ha establecido comités de administración; algunos de sus miembros son elegidos por los trabajadores de la fábrica, y otros designados por el régimen. Como en los grupos de “poder popular”, los miembros elegidos tienen que ser propuestos por el sindicato local.

La principal federación sindical de Angola es la União Nacional dos Trabalhadores de Angola (UNTA), que está controlada directamente por el MPLA. Durante la ola de huelgas que comenzó en mayo, el secretario general de la UNTA, Aristides Van-Dunen, visitó la fábrica Textang para denunciar a los huelguistas. El 13 de mayo, una delegación de la UNTA en la provincia de Cuanza Sul aprobó una resolución pidiendo al régimen que reprimiera las huelgas.

La UNTA también ha jugado un papel importante en la campaña del MPLA para imponer la aceleración de los ritmos de trabajo y jornadas más largas. Lefort informaba que “según el secretario regional del sindicato, el interés primario de los trabajadores es, en todos los casos, aumentar la producción”.

Aunque el MPLA ha intentado presentar una apariencia de dominación democrática, el poder real en Angola está en el Consejo Revolucionario que detenta el poder, y en el Buró Político del MPLA (de diez miembros).

Cuidado “traidores”

Los funcionarios del MPLA han tratado de justificar la detención de disidentes políticos y dirigentes obreros independientes acusándolos de “reaccionarios”, “ultraizquierdistas”, “traidores”, “saboteadores”, “racistas”, “divisionistas” o “agentes del imperialismo”.

El número del 17 de abril del Diario de Luanda, que está controlado por el MPLA, contenía un artículo calumniando al padre Joaquim Pinto de Andrade, dirigente de Revolta Activa [15] que fue encarcelado rápidamente por el MPLA. El artículo llegaba a calificar a Andrade de “verdadero compañero del diablo”.

Según un folleto publicado por el CDALPA (Comité de Divulgaçao e Apoio à Luta do Povo Angolano) en Lisboa en marzo, muchos de los detenidos por el MPLA eran miembros o dirigentes de diversos grupos de “poder popular”, comités obreros, comisiones vecinales organizaciones estudiantiles u otros organismos locales en Luanda y Benguela. Un dirigente de la UNTA detenido en Benguela fue acusado de intentar formar “grupos de estudio marxista-leninistas en las fábricas”.

Algunos de los disidentes detenidos eran también miembros de grupos políticos clandestinos de izquierda, como la Organizaçao Comunista de Angola (OCA) y los Comités Amílcar Cabral (CAC). A diferencia del MPLA, algunos de los grupos clandestinos se identifican con la clase obrera angoleña y han llamado al establecimiento de un gobierno obrero y campesino.

Para silenciar lo más posible a estas fuerzas de izquierda el MPLA prohibió los periódicos Angola, Poder Popular y 4 de Fevereiro. El ex director de Angola, Rui Ramos, fue arrestado.

El 28 de abril, el régimen anunció el establecimiento de un tribunal revolucionario del pueblo, que juzgará “los crímenes contra la revolución angoleña”. Una ley firmada por Agostinho Neto el 3 de mayo especificaba que este tribunal también juzgaría los crímenes contra “el estado y el MPLA”. No se puede hacer apelación a los veredictos de este tribunal.

El único caso importante que este tribunal ha oído hasta ahora es el de los trece mercenarios ingleses y norteamericanos que fueron capturados en el norte de Angola en febrero. Pero, a juzgar por la campaña de calumnias del MPLA contra los disidentes presos, también puede ser que se esté preparando para llevarles ante el tribunal revolucionario del pueblo, quizás bajo el cargo de ser “agentes del imperialismo” o “saboteadores”.

En una declaración del 9 de abril, el ministro del interior Nito Alves amenazó con la posible ejecución de algunos de los presos políticos. Los disidentes también podrían ser enviados a los campos de “rehabilitación” política que el MPLA ha establecido como complemento al sistema penitenciario que heredó de los portugueses.

Se fortalece el puño de hierro

Desde el fin de la guerra civil, el MPLA ha continuado aumentando sus fuerzas policíacas y militares.

En marzo, había 45. 000 soldados en el ejército del MPLA, las Forças Armadas Populares de Libertaçao de Angola (FAPLA). A finales de febrero se adoptó una ley de conscripción obligatoria, estipulando que todos los angoleños entre dieciocho y treinta y cinco años debían servir durante dos años en las fuerzas armadas.

“El proyecto absorberá una parte de los seis millones de desempleados que hay en Angola, y será una forma conveniente de consolidar el apoyo al régimen”, informaba Caryle Murphy en el Sunday Times de Londres del 29 de febrero. “El MPLA ya tiene un estrecho control político sobre sus fuerzas armadas. Cada unidad del ejército, por ejemplo, tiene un ‘comité dos combatents’ que une a los soldados con el movimiento políticamente.”

Sin embargo, el control político del MPLA sobre sus propias tropas no parece ser completo. En mayo, el ministro de defensa, Iko Carreira se quejaba de que había “un cierto sentimiento anarquista” y una “tendencia hacia el igualitarismo absoluto” en el seno de las fuerzas armadas. Dijo que los soldados mostraban poco respeto hacia sus superiores. Según el número del 17 de mayo del diario de Lisboa Jornal Novo, Carreira dijo que el MPLA se había visto obligado a reclutar elementos “lumpen”, lo que había conducido a una “disminución del nivel político” entre los militares.

“Ya se ha confirmado por las mismas autoridades de Luanda que hay unidades militares fuera del control del mando central, que actúan por su propia cuenta en una atmósfera de total indisciplina”, informaba el Jornal Novo (24/5/76). Según un comandante del MPLA, “infiltrados” en las FAPLA han provocado inquietud entre la población de la región de Lubango.

El 21 de mayo se publicó en Luanda un plan para la reorganización de las fuerzas armadas. Fue distribuido a la prensa por el comandante Bakaloff y llamaba al Comité Central del MPLA a asumir directamente el control político sobre las fuerzas armadas. Más tarde, en el mismo día, el presidente Neto canceló el informe. No indicó ninguna oposición a él, pero dijo que se había hecho público “precipitadamente”.

La principal tarea de las FAPLA en este momento parece ser mantener el control sobre las áreas de Angola que estuvieron en poder de sus rivales. Junto con miles de soldados cubanos, continúan emprendiendo acciones contra las unidades guerrilleras de la UNITA, que todavía tiene apoyo entre los ovimbundu y otros pueblos de Angola central y meridional.

En la región poblada por los mbundu alrededor de Luanda, las principales fuerzas represivas del MPLA son la policía y las milicias. Según Carreira, el propósito de las milicias, la Organizaçao de Defesa Popular (ODP) es “luchar contra los saboteadores, los elementos divisionistas y aquellos que intenten alterar la orientación táctica estratégica de nuestro movimiento”. (Citado en el Daily News de Tanzania el 24/2/76.) En mayo, Carreira añadió que la ODP era también responsable de la protección de los centros de trabajo.

Como los “comités populares”, la ODP está organizada en varios niveles, desde el nivel regional hacia abajo. Los dos funcionarios más importantes en las unidades regionales los designa directamente el mando central de las FAPLA. La ODP regional designa entonces funcionarios similares en los niveles inferiores. Este proceso de designación continúa hasta las unidades celulares que están compuestas de cinco personas. Las células se establecen en fábricas, agencias gubernamentales, oficinas, universidades, granjas y otros lugares con el fin de asegurar un control eficaz sobre toda la población.

Para complementar las unidades de la ODP en las fábricas, el MPLA ha establecido Comissões de Vigilancia (CV) bajo el control de la UNTA. Según el folleto del CDALPA, las CV tienen la responsabilidad de “vigilar a los obreros, aumentar la productividad e impedir la distribución de folletos y literatura revolucionarios”.

El cuerpo de policía secreta encargado directamente de la represión es la Direcção de Informaçao e Segurança de Angola (DISA), cuyos agentes han arrestado a muchos de los disidentes encarcelados.

Los gobiernos soviético y cubano han jugado un papel esencial en la ayuda al MPLA para fortalecer sus fuerzas represivas.

Gran cantidad del equipo pesado que utilizan las FAPLA fue proporcionado por Moscú durante la guerra civil. Fuentes occidentales han estimado el valor de las armas soviéticas en alrededor de 300 millones de dólares. Durante la visita del primer ministro angoleño Lopo do Nascimento a Moscú a finales de mayo, el Kremlin acordó continuar apoyando al régimen de Luanda proporcionándole más ayuda militar.

La importancia que el MPLA le da al apoyo de Moscú quedó reflejada en la composición de la delegación que acompañó a Nascimento. Era la delegación más importante que el MPLA había enviado al extranjero hasta entonces e incluía al ministro de defensa, al diputado jefe del estado mayor de las fuerzas armadas y al jefe de información y seguridad.

Según un informe que apareció en el Jornal Novo del 29 de abril, el jefe de la DISA, el comandante N’Zage, tomó un curso de “seguridad” en la Unión Soviética. Este entrenamiento soviético fue evidente en la caza de brujas del MPLA contra la izquierda. Las detenciones de miembros de los CAC y de grupos de “poder popular” en Luanda en octubre de 1975 fueron acompañadas por una típica campaña de calumnias stalinistas, que retrataba a los disidentes como “partidarios de Trotsky y Bakunin”.

Sin embargo, los cubanos han participado más directamente en el entrenamiento y la asesoría a las fuerzas militares y la policía del MPLA. Están ayudando al MPLA a reorganizar las antiguas unidades guerrilleras de las FAPLA como un ejército convencional altamente disciplinado.

Según un informe desde Luanda de David B. Ottaway en el Washington Post (26/5/76), “los cubanos están ayudando dentro del país en muchos terrenos al nuevo gobierno angoleño, desde el entrenamiento de un cuerpo de seguridad del estado y una milicia civil hasta la reforma del sistema penitenciario del país”. Ottaway informaba que el personal de seguridad cubano también estaba entrenando a la policía angoleña en técnicas de control de masas.

Desde el punto de vista del MPLA, el apoyo político que le dan Moscú y La Habana es una dimensión esencial de su ayuda. Contribuye a fortalecer la falsa pretensión del MPLA de que su política es “socialista” y le proporciona una cobertura política para sus operaciones de caza de brujas contra la izquierda angoleña.

El nuevo peligro de dominación Imperialista

Angola era la “piedra preciosa” del imperio colonial portugués. Tiene importantes yacimientos de petróleo, hierro, manganeso, fosfatos y otros minerales. Antes de que estallara la guerra civil en 1975, producía el 8 % de los diamantes del mundo y era el tercer exportador mundial de café robusta. Se estima que, con excepción de Sudáfrica, Angola tiene el mayor potencial económico de los países africanos al sur del Sahara.

El deseo de las principales potencias imperialistas de mantener y expandir su explotación de esta gran riqueza natural fue la principal amenaza para la independencia de Angola, después del colapso del colonialismo portugués, y fue un factor importante que alimentó la guerra fraccional entre los tres grupos nacionalistas angoleños.

Desde que ganó la guerra civil en febrero, el MPLA ha invitado a las empresas extranjeras a invertir en Angola. Aunque se apoya fuertemente en la demagogia antiimperialista de sus declaraciones públicas, la invitación a los inversionistas del imperialismo ha sido un rasgo constante de su programa económico desde principios de 1975.

Sin embargo, durante la guerra civil, muchas empresas extranjeras — principalmente las de los imperialistas o colonos portugueses— o bien abandonaron sus intereses en Angola, o bien despidieron temporalmente a todo el personal. Las inciertas perspectivas económicas de un país atormentado por la guerra civil y la inquietud laboral fueron las principales razones para ello. Quizás también algunas compañías extranjeras pudieron sentirse preocupadas de que el compromiso del MPLA de construir el “socialismo” en Angola fuese serio, o de que no consiguieran frenar el movimiento obrero.

Las acciones del MPLA durante los últimos meses han contribuido a disipar sus preocupaciones. Sus esfuerzos para estabilizar el régimen neocolonial arrestando a disidentes de izquierda y a activistas obreros, y fortaleciendo su control sobre las masas, parece que ya han convencido a algunos imperialistas de que sus inversiones pueden estar relativamente seguras en Angola.

“Representantes de muchas empresas occidentales han visitado Luanda para discutir con el gobierno del MPLA sobre la reactivación económica, “ informaba el semanario de Londres West África (31/5/76).

La Gulf Oil Corporation norteamericana es, sin duda, la empresa más importante que ha reanudado sus operaciones en Angola hasta ahora.

A finales de mayo, la producción de sus 125 pozos en la costa del enclave de Cabinda ha vuelto a ser de 100, 000 barriles diarios, alrededor de dos tercios de su nivel normal de producción. Antes de reanudar sus operaciones, la Gulf pagó al régimen del MPLA 102 millones de dólares en impuestos y derechos atrasados que habían estado suspendidos desde diciembre [16] . Con el presente acuerdo sobre los derechos, los pagos de la Gulf al gobierno del MPLA serán de alrededor de 500 millones de dólares anuales cuando la producción vuelva a su nivel anterior.

Los pozos petrolíferos de Cabinda son una parte importante de las operaciones de ultramar de la Gulf. Según un portavoz de la Gulf, la producción de los pozos de Cabinda contribuye normalmente en alrededor del 10% a los ingresos procedentes de las operaciones petrolíferas en el extranjero de la casa matriz, es decir, alrededor de 20 millones de dólares al año.

El petróleo de Cabinda continúa siendo explotado bajo el acuerdo de la Gulf con los colonialistas portugueses. Pero el régimen de Luanda ha declarado su intención de adquirir control estatal sobre las industrias esenciales, incluyendo el petróleo. Siguiendo esta política, el primer ministro Lopo do Nascimento anunció el 13 de mayo que comenzarían las negociaciones con la Gulf para un nuevo contrato “bajo nuevas condiciones”.

Según el Economist de Londres (6/3/76), los funcionarios de la Gulf no se oponen a ceder un 55 % de las acciones de su subsidiaria angoleña al régimen del MPLA. De hecho, antes de que Angola consiguiese la independencia, la Gulf ya había negociado un contrato con las autoridades portuguesas que daba a Luanda la mitad de las acciones en las empresas de la Gulf. Pero este acuerdo nunca se llevó a cabo.

Los ingresos provenientes de las operaciones de la Gulf son vitales para los planes económicos del MPLA. Con la crisis en otras industrias, resultado de la guerra civil, el petróleo ahora le da a Angola el 80 por ciento de sus divisas. Antes, le daba solamente el 40 por ciento.

Para proteger esta fuente de ingresos, el régimen de Luanda ha llevado a miles de soldados cubanos y del MPLA a Cabinda para reprimir a los separatistas del enclave. “Todavía hay entre 3. 000 y 4. 000 soldados cubanos luchando en Cabinda”, informaba Ottaway en el Washington Post (26/5/76), “donde el frente ha aumentado sus actividades en los últimos dos meses, especialmente contra los cubanos. Los reactores Mig proporcionados por la Unión Soviética están siendo utilizados para bombardear escondites en la selva, donde los cubanos dudan en ir (...)”.

El antiguo grupo separatista de Cabinda, el Frente de Libertaçao do Enclave de Cabinda (FLEC) fue disuelto en marzo. Pero se formó rápidamente otro grupo, llamado el Movimiento de Libertaçao de Cabinda (MOLICA). En un comunicado del 22 de abril, el MOLICA protestó contra el acuerdo entre la Gulf y el MPLA para reanudar la explotación del petróleo

de Cabinda. Es perfectamente posible que el aumento de las actividades del MOLICA sea el resultado de los esfuerzos de algunas compañías francesas por apropiarse de una parte de la riqueza petrolífera de Angola. El antiguo grupo separatista, FLEC tenía lazos con la inteligencia e intereses franceses en el petróleo. Y muchas de las fuerzas del FLEC están ahora en el MOLICA, incluyendo a João da Costa dirigente de ambos grupos.

Washington aprieta las tuercas

En diciembre de 1975, cuando Washington estaba proporcionando armas y dinero al FNLA y a la UNITA, presionó a la Gulf para que se retirara de Angola y suspendiera sus pagos al MPLA (por entonces, la Gulf ya había pagado al MPLA 116 millones de dólares en 1975). Como resultado del fracaso de la intervención norteamericana en Angola y la derrota del FNLA y la UNITA por el MPLA, Washington ha dado un giro táctico y busca una acomodación con Luanda.

La decisión del Departamento de Estado en febrero de permitir que la Gulf reanudase sus operaciones señaló la primera apertura significativa por parte de Washington hacia el régimen del MPLA.

A pesar de este giro táctico, su finalidad continúa siendo la misma. La estrategia básica del imperialismo norteamericano hacia Angola —como para el resto del África negra independiente— es asegurar que siga formando parte del mundo capitalista y que las compañías norteamericanas tengan el mayor acceso posible a sus recursos naturales. Simplemente, el resultado de la guerra civil ha forzado a Washington a intentar su estrategia neocolonialista en Angola a través del régimen actual.

Los amplios pagos de derechos e impuestos por parte de la Gulf al régimen del MPLA le dan a Washington una potente palanca para negociar con Luanda. Indudablemente la Casa Blanca desea utilizar esta palanca para obtener mayores concesiones de parte del MPLA.

Por su parte, el MPLA ha dejado claro que sus puertas diplomáticas están abiertas para Washington. El 25 de mayo devolvió la residencia oficial del consulado norteamericano en Luanda, junto con una nota de excusa por la toma temporal del edificio por tropas cubanas y angolesas.

Al mismo tiempo la Casa Blanca continúa presionando al MPLA para que retire las tropas cubanas. El 23 de junio, el representante de Estados Unidos en las Naciones Unidas, vetó la petición de Luanda de formar parte del organismo internacional. “La continua presencia y aparente influencia de las tropas cubanas, masivas en número en el contexto angolés, es la base de nuestro punto de vista”, explicó el delegado de los Estados Unidos, Albert W. Sherer, hijo.

También puede ser que Washington esté intentando presionar al MPLA desde otra dirección. Durante la guerra civil, proporcionó armas y dinero al FNLA y a la UNITA a través de estados vecinos como Zaire, Zambia y Sudáfrica. Es probable que los suministros y el dinero norteamericanos continúen encontrando un camino hasta las guerrillas de la UNITA, que han aumentado sus actividades en los dos últimos meses.

Como parte de sus esfuerzos para reforzar a los regímenes neocoloniales negros aliados con Washington, la Casa Blanca ha pedido al congreso la aprobación de un paquete de ayuda económica de 27. 5 millones de dólares para el régimen de Kenneth Kaunda en Zambia. También ha indicado que pedirá un aumento en la ayuda militar de Estados Unidos al régimen de Mobutu Sese Seko en Zaire. Durante la guerra civil, algunos de los fondos destinados al FNLA y a la UNITA estaban escondidos en paquetes de ayuda similares, particularmente para el régimen de Mobutu.

Ya que es una práctica corriente de los imperialistas norteamericanos el conservar el máximo de posibles opciones, puede que Washington fije también su atención sobre figuras del MPLA que sean aun más favorables hacia Occidente que la dirección actual.

La carrera por las ganancias

En la competencia entre imperialistas para explotar los valiosos recursos minerales de Angola, los intereses norteamericanos en el petróleo están a la cabeza. Pero las otras firmas imperialistas no están muy retrasadas.

Angola produjo más de dos millones de quilates en diamantes, valorados en alrededor de 110 millones de dólares en 1972. La compañía que explota los campos de diamantes en el nordeste de Angola es la Companhia de Diamantes de Angola (Diamang), controlada por capitales portugués, sudafricano, norteamericano, francés y belga.

Desde el golpe de abril de 1974 en Lisboa, la producción de las minas de Diamang ha caído hasta el 15 por ciento más o menos de su nivel anterior. Esto se debió a la salida de más de dos tercios de los 20. 000 obreros negros de la compañía y por un brusco incremento del contrabando.

Diamang ha comenzado negociaciones con el régimen del MPLA con el fin de renunciar a sus derechos de concesión. Quizás la compañía espera que el MPLA tome la responsabilidad de detener el contrabando y de hacer que la productividad vuelva a sus niveles “normales”. (Las tropas del MPLA se han convertido en la policía de la zona después de la disolución de las fuerzas de seguridad privadas de 500 hombres de la Diamang.)

Sin embargo, Diamang todavía planea permanecer en Angola como el principal explotador de diamantes. El régimen del MPLA, que en la actualidad posee el 11. 6 por ciento de las acciones de Diamang parece estar de acuerdo en ello. Según la revista francesa Marches Tropicaux (5/3/76), “las negociaciones con el gobierno angoleño comenzaron en Luanda a finales de enero. El MPLA parece extremadamente interesado en no dar la impresión de que quiere nacionalizar la empresa, según el presidente de Diamang”.

Los diamantes de Angola, además, todavía son comercializados a través de la Organización Central de Ventas de la De Beers Consolidated Mines Ltd., controlada por el conglomerado sudafricano, la Anglo American Corporation.

El principal interés sudafricano en Angola es el gigantesco proyecto hidroeléctrico del río Cunene en el sur de Angola, en el cual Pretoria ha invertido más de 200 millones de dólares. Según el ministro sudafricano para asuntos económicos, J. C. Heunis, las obras en la presa del Cunene se reanudaron a principios de abril después de que el MPLA garantizó la protección de los obreros y el equipo.

Se prevé que el proyecto del Cunene, localizado cerca de la frontera con Namibia, suministre agua a Ovamboland, en el norte de Namibia, y la mayor parte de la electricidad para las minas de propiedad sudafricana, norteamericana e inglesa en el territorio. El proyecto es la piedra de toque del plan de Pretoria para aumentar su explotación económica sobre Namibia, a la que domina como una colonia directa.

La South West África People’s Organization (SWAPO—Organización del Pueblo del Suroeste de África), que está luchando por la independencia de Namibia, había declarado anteriormente que el proyecto del Cunene sería un blanco para sus guerrillas. Pero todavía está por ver si llevará a cabo acciones contra la presa, dada la “garantía’’ del MPLA.

En el número de junio de la revista mensual británica African Development, el corresponsal Roger Murray comentaba que el “MPLA ha llegado al acuerdo de dar asistencia material y facilidades para el uso de los campos de entrenamiento en Angola meridional al SWAPO, y en compensación, el SWAPO puede estar dispuesto a renunciar a los ataques en el mismo Cunene”.

Sin embargo, el MPLA manifestó que no ha hecho ninguna negociación con Pretoria respecto del proyecto de la presa.

Entre las otras empresas con gran interés en “embarcarse” está Grängestate National Mining, una empresa sueca. Según un informe de Bernard D. Nossiter en el Washington Post del 3 de junio, los empresarios suecos fueron invitados por el MPLA a estudiar la reapertura de las minas de hierro de Cassinga, que se cerraron cuando el propietario anterior fue a la quiebra.

Nossiter informaba, “la invitación a estos empresarios, aseguran las fuentes aquí [Estocolmo], refleja una política deliberada del [presidente] Neto para favorecer los lazos con occidente”.

Cambian las reglas del juego

Como muchos regímenes nacionalistas parecidos, la capitulación del MPLA al imperialismo no es completamente abyecta. Ni tampoco su postura antiimperialista es exclusivamente para mostrar. En el marco de la subordinación neocolonial, los nuevos gobernantes de Angola están interesados en fortalecer lo más posible su posición en las negociaciones con los imperialistas.

Con el fin de ganar un cierto control sobre las posesiones imperialistas en Angola, y forzar a las empresas extranjeras a realizar tratos económicos más favorables, el régimen de Luanda aprobó una ley el 28 de febrero que regula los términos de la intervención del estado en la economía.

Esta ley capacita al Consejo Revolucionario para nacionalizar cualquier empresa extranjera o angolesa, tanto parcial como totalmente. Bajo las cláusulas de la ley, el régimen indicó su intención de tomar el control de industrias “estratégicas”. También puede confiscar empresas y propiedades abandonadas por sus dueños.

A principios de mayo, el régimen del MPLA comenzó a nacionalizar gran número de industrias y plantaciones portuguesas que habían sido abandonadas, incluyendo las obras de acero de Champalimand, una fábrica de cemento, empresas textiles y del azúcar, y doce complejos agrícolas. El hecho de que todas las firmas nacionalizadas fueron abandonadas por sus propietarios reveló “la cauta aplicación del esquema de nacionalizaciones por parte del régimen del MPLA”, comentaba un corresponsal en West África (17/5/76).

La nacionalización de las empresas portuguesas se produjo durante una desavenencia diplomática entre Luanda y Lisboa. El régimen de Luanda ordenó el 18 de mayo que Lisboa retirase todos sus representantes diplomáticos de Angola. El MPLA culpó a Lisboa de ser un “centro de fuerzas reaccionarias” porque la prensa portuguesa publicó una gira de un representante del FNLA y porque refugiados portugueses procedentes de Angola habían bombardeado una oficina del MPLA en Lisboa.

Otro factor en la disputa fue la resistencia de Lisboa para entregar depósitos bancarios angoleses en Portugal o para respaldar al escudo angolés. Algunos de los dirigentes actuales de la junta militar en el gobierno de Lisboa han expresado públicamente su hostilidad hacia el MPLA en los últimos meses.

Como parte de su programa de reforma agraria, el MPLA nacionalizó un gran número de plantaciones, también mayoritariamente de propiedad portuguesa. Las que habían sido abandonadas fueron confiscadas inmediatamente. Según una emisión radiada el 29 de abril por la agencia de noticias yugoslava Tanjug, “el puñado de propietarios de plantaciones privadas que no había huido del país cuando Angola fue liberada [serán] indemnizados por sus propiedades y autorizados a permanecer y trabajar en las plantaciones como expertos”.

Hasta ahora, el MPLA ha tenido cuidado de no tocar ningún interés no portugués. [17] El corresponsal del Financial Times de Londres, Jane Bergerol informaba en un comunicado del 6 de mayo desde Luanda que en las últimas nacionalizaciones, “las acciones de propiedad extranjera no portuguesa están exentas del control estatal o confiscación, como quedó ejemplificado en el caso de una de las empresas textiles confiscadas, de la que los propietarios de acciones holandeses han sido declarados específicamente fuera del campo de la acción gubernamental”.

A la vez que el régimen del MPLA se ha reservado un papel en la economía angolesa, también ha dejado claro que habrá amplias posibilidades para la inversión privada, tanto nacional como extranjera. De hecho, la misma ley que daba al régimen el poder de nacionalizar las empresas estipulaba también que el sector privado “debe ser impulsado y apoyado por el estado en tanto que respete la política general económica y obrera definida por el MPLA”.

Según el número de julio-agosto de la revista bimensual África Report de Nueva York, “los funcionarios angoleses reconocen que grandes sumas de ayuda financiera e inversiones son necesarias para continuar el desarrollo de los principales bienes de comercio exterior —petróleo, café y diamantes—”.

¿Un “estado socialista modelo”?

En el discurso de cierre de la Feria Internacional de Comercio de mayo en Luanda, el primer ministro Nascimento dijo que el régimen emprendería un plan de desarrollo en tres años, al que seguiría un plan quinquenal en 1980. Declaró que el MPLA estaba totalmente comprometido con el “socialismo” y que aspiraba a construir “un estado socialista modelo en el continente africano”.

A la luz de la política real del MPLA, especialmente durante los últimos meses, el “socialismo” que profesan los altos funcionarios como Nascimento no es más que una máscara demagógica para los esfuerzos del régimen de Luanda por construir una Angola formalmente independiente, que continuará basándose en las relaciones de propiedad capitalistas y en la subordinación al imperialismo mundial.

A este respecto, el régimen neocolonial del MPLA muestra rasgos similares a los de otros estados “socialistas africanos”, como los de Tanzania, la República del Congo y Guinea, donde el movimiento obrero está también atado directamente al estado, y las masas están controladas por organismos “populares” burocráticos de un tipo u otro. Estos tres países “socialistas” que se liberaron de la dominación colonial directa hace quince años o más, en la actualidad, continúan sometidos a la dominación económica imperialista.

Aunque en la actualidad no se puede hablar de una burguesía angolesa, hay capas pequeñoburguesas que están peleando por tomar las posiciones previamente ocupadas por lo portugueses, y que aspiran a transformarse con el tiempo en capitalistas principiantes. Ya tuvo lugar un proceso parecido en muchos otros países africanos, donde débiles sectores de una burguesía nacional pudieron surgir en los sectores de la economía neocolonial que el imperialismo no controlaba directamente.

Hay algunas señales de que este proceso está comenzando en Angola. En un informe en el Le Monde (28/2/76), el corresponsal Rene Lefort resumía la descripción de un comandante del MPLA sobre la formación de “un nuevo grupo de mercaderes, transportistas y funcionarios que siempre han pensado que sus carnets de afiliación al MPLA les daban el derecho de ocupar los puestos dejados por los portugueses”.

En el número del 12 de marzo, Lefort señalaba: “El nacimiento de una casta de nouveaux riches es por completo evidente [...]

“Durante varios meses, decenas de miles de angoleses que eran empleados de oficinas o cargos menores, se han convertido en mercaderes con casa propia o en cabezas de departamento. ‘‘

Como parte de su retórica “socialista” general, el MPLA ha proclamado que se opone a la “transformación de la pequeña burguesía colonial angolesa en una burguesía nacional”. Pero al mismo tiempo, la dirección del MPLA ha mantenido sus brazos abiertos hacia la “burguesía patriótica’’ a la que proclama cálidamente como “parte de nuestra nación angolesa’’.

Sin embargo, el peligro principal para las masas angolesas continúa viniendo de las potencias imperialistas. Bajo el imperio portugués, Angola estaba sujeta a la dominación colonial directa; durante la guerra civil su libertad estaba amenazada por la intervención militar de Pretoria, Washington y las demás potencias imperialistas. Pero en la actualidad, el peligro de la dominación imperialista toma una nueva forma, más indirecta.

En un país de la riqueza de Angola, los capitalistas de los Estados Unidos, Europa y Sudáfrica utilizarán toda grieta posible para continuar y extender su saqueo de esta riqueza. Mientras el capitalismo sobreviva en Angola, la fuerza política y económica de los inversores extranjeros y las fuertes presiones del mercado mundial capitalista asegurarán que el país permanezca subdesarrollado, o que sólo se desarrolle en los sectores útiles a las necesidades del imperialismo.

No importa cuántos planes trienales o quinquenales instituya el MPLA, no será capaz de aliviar apreciablemente la pobreza de las masas angolesas en tales condiciones. Aun más, también existe el peligro de que la amplia presa que los imperialistas tienen en la actualidad les dé más tarde la oportunidad de anular incluso las medidas económicas parciales que el régimen de Luanda ha tomado contra ellos.

Solamente la movilización de las masas de los obreros y campesinos angoleses bajo una dirección socialista revolucionaria puede derribar el capitalismo, alcanzar la verdadera independencia nacional y comenzar la construcción de un futuro socialista. El MPLA está en completa oposición a este proceso.

La lucha por la liberación en ascenso

Informe de Tony Thomas a la convención del SWP [18]

Dos acontecimientos ocurridos en el mes de junio simbolizan la agudización de las contradicciones en África del sur.

Uno de ellos fue la rebelión masiva de los distritos negros de Sudáfrica, que se extendió a las universidades negras y a otros sectores de la población.

El otro, fue la reunión de Kissinger con el primer ministro sudafricano John Vorster. Mientras la policía de Sudáfrica perseguía intensamente a los militantes africanos, Kissinger y Vorster trataban de aparentar que tenían una nueva solución para los problemas del sur del continente.

En realidad, no pueden ofrecer más que retórica. Y no pueden ofrecer otra cosa, porque no tienen concesiones que, al mismo tiempo, puedan contener la lucha de masas en el sur de África y mantener los regímenes blancos de Sudáfrica y Rhodesia (denominado Zimbabwe por su pueblo africano).

Estos dos acontecimientos nos proporcionan una imagen de la creciente crisis que vive el sur de África, crisis que va en aumento por la nueva insurgencia de las masas africanas. Con el tiempo, las nuevas y favorables condiciones de sus luchas podrán desafiar los cimientos mismos de la dominación imperialista y la opresión nacional en el sur de África.

Quiero referirme aquí a tres de los factores más importantes que condujeron a esta nueva situación en el África del sur.

La independencia de las colonias portuguesas

La victoria de las luchas por la independencia de Mozambique y Angola ha sido uno de los acontecimientos más notables de los dos últimos años. Económicamente, ambos países se encontraban ligados a Sudáfrica. El imperialismo norteamericano también tenia grandes inversiones, en Angola especialmente. Pero el hecho más importante es que tanto Estados Unidos como Sudáfrica apoyaban al colonialismo portugués en Angola y Mozambique, porque los veían como estados tapones que protegían del África independiente a los regímenes blancos de Sudáfrica y Zimbabwe.

La independencia de las colonias de Portugal fue conquistada gracias a una serie de factores de carácter mundial. El más importante de ellos fue el vigor de las luchas nacionalistas en Mozambique, Angola y otras colonias portuguesas desde principios de 1960. Estas luchas triunfaron porque representaban la determinación política de las masas africanas de no aceptar sino la independencia.

El segundo factor fue la intensa presión que la guerra colonial ejerció sobre la débil economía portuguesa. Esto facilitó la iniciación de grandes luchas de los obreros y la juventud portuguesa contra la guerra y el régimen. Las presiones internas políticas y sociales que emanaban de la guerra colonial limitaron los intentos del régimen de Caetano, primero, y del MFA, después de imponer en Angola y Mozambique soluciones distintas a la independencia.. .

Un tercer factor, de gran importancia, es que ni el imperialismo norteamericano ni las otras potencias imperialistas fueron capaces de intervenir directamente en Angola o Mozambique para respaldar a Portugal. Esto, en parte, es mérito nuestro. La conciencia creada en nuestro país por el movimiento contra la guerra del Vietnam y el avance de las ideas panafricanas en la comunidad negra detuvieron la mano de Washington.

Angola

Luego del golpe de 1974 en Portugal, se realizaron en Angola demostraciones de masas, huelgas y otras acciones. En 1974 y principios de 1975, las masas angoleñas demostraron que tenían la fuerza necesaria para completar su lucha por la liberación nacional por medio de la lucha de clases por el socialismo.

Sólo la clase obrera puede dirigir victoriosamente la lucha por la completa liberación nacional de la opresión imperialista, aboliendo el capitalismo y realizando la revolución socialista. Pese a sus pretensiones nacionalistas, las direcciones burguesas o de clase media que defienden las relaciones capitalistas están objetivamente defendiendo al mismo tiempo el dominio imperialista de sus países. Su defensa del capitalismo las coloca del lado de los imperialistas extranjeros en el enfrentamiento entre la clase obrera y el imperialismo.

El hecho de que los tres grupos nacionalistas de clase media que dirigieron la lucha de liberación de Angola mantuvieran una estrategia procapitalista, ayudó a desviar la insurgencia de las masas.

Estos tres grupos fueron: la UNITA (Uniao Nacional para Independencia Total de Angola); el MPLA (Movimentó Popular de Libertação de Angola); y el FNLA (Frente Nacional de Libertação de Angola).

El imperialismo utilizó el fraccionalismo desarrollado entre estos grupos para desviar a las masas angolesas de su lucha antiimperialista y por sus reivindicaciones sociales.

Las divisiones que se dieron entre ellos reflejaron las distintas presiones ejercidas por los estados obreros, por los estados africanos neocoloniales y por las fuerzas imperialistas que los apoyaron; y también por el hecho de que tales organizaciones se hallaban enraizadas en cada uno de los principales grupos nacionales y regionales de Angola.

Sin embargo, lo que estos grupos no representaban eran los intereses de las masas angolesas. Los tres han mantenido una posición similar al defender al capitalismo y al imperialismo contra las masas. Cada uno de ellos ha estado dispuesto a subordinar la lucha por la liberación nacional de Angola, a sus propias necesidades en la lucha fraccional. Esto abrió las puertas a la intervención imperialista.

La intervención sudafricana

Esta situación pudo ser aprovechada por Sudáfrica para intervenir militarmente. Su objetivo era controlar la zona fronteriza entre Namibia y Angola, lo que les permitiría golpear las bases de los combatientes por la liberación de Namibia.

A pesar de que en un principio la UNITA resistió al imperialismo sudafricano, éste logró hacer un pacto con dicho movimiento. A cambio de ayuda y provisiones, la UNITA y el FNLA acordaron permitirle a Sudáfrica mantener su base militar en el sur de Angola. Ambos movimientos colocaron sus propias ventajas en la lucha fraccional por encima de la necesidad de unificar y defender a Angola contra el ataque imperialista.

Durante el verano y el otoño de 1975, el imperialismo norteamericano comenzó a brindar su apoyo a la UNITA y al FNLA contra el MPLA. Veía esto como una forma de contrarrestar la influencia de la Unión Soviética y Cuba, que habían dado apoyo al MPLA. Así mismo, el imperialismo norteamericano quería respaldar a Sudáfrica.

Mientras tanto, el MPLA seguía recibiendo apoyo de sectores dirigentes del gobierno imperialista portugués.

Los socialistas revolucionarios no estuvimos a favor de ninguna de las organizaciones. Nos opusimos rotundamente a la intervención del imperialismo sudafricano, portugués, norteamericano, o de cualquier otro país.

Nos situamos junto a la lucha por la liberación de Angola. Esto significa que apoyamos las acciones militares del MPLA contra Sudáfrica y los mercenarios controlados por el imperialismo. De la misma forma, en una etapa anterior, apoyamos las acciones de la UNITA contra Sudáfrica, e igualmente respaldamos al FNLA en sus confrontaciones con los militares portugueses.

El revés sufrido por Sudáfrica en Angola jugó un papel positivo en la lucha de todo el sur del continente. La demostración de que el imperialismo sudafricano podría ser derrotado alentó a las masas del sur de África, particularmente las de Namibia y Sudáfrica.

El régimen del MPLA, que resultó de esa victoria, sigue siendo un estado capitalista que ha lanzado fuertes ataques contra los obreros, la izquierda y las minorías nacionales. El movimiento UNITA aún conserva un significativo respaldo en el sur de Angola, donde sigue sosteniendo la lucha armada.

A pesar de sus pretensiones socialistas, el régimen del MPLA continúa defendiendo los intereses de la economía imperialista contra las masas trabajadoras” Para salir adelante, las masas tendrán que ir más allá de la política pro capitalista del MPLA y de las otras fracciones nacionalistas. Tendrán que construir un partido obrero socialista revolucionario que corone su lucha a través de la revolución socialista.

Pero, a pesar del carácter neocolonial de los regímenes de Mozambique y Angola, la conquista de la independencia de estos países y el retroceso del imperialismo sudafricano, constituyen un significativo avance para la lucha de todo el sur del continente.

Zimbabwe

Zimbabwe, llamada Rhodesia por su gobierno de colonos blancos, es el segundo frente de la creciente confrontación en el África del sur. El gobierno de Rhodesia representa a 250. 000 blancos que dominan una población de más de 6 millones de africanos.

Los negros están privados de poseer propiedades, a excepción de las tierras más pobres; en las zonas urbanas son segregados y sometidos a condiciones similares a las existentes bajo el sistema apartheid en Sudáfrica.

En 1965, el régimen de la minoría blanca rompió formalmente con la dominación colonial británica. Temían que la independencia bajo el control de una mayoría negra fuera una amenaza para los privilegios que les otorga su calidad de negociantes, granjeros, empleados y obreros calificados.

Desde entonces, se ha desarrollado una importante lucha de las fuerzas nacionalistas contra los colonos blancos. Han surgido cuatro organizaciones: el ZAPU (Zimbabwe African People’s Union — Unión Popular de Africanos de Zimbabwe); el ZANU (Zimbabwe African National Union — Unión Nacional de Africanos de Zimbabwe); el Frolizi (Front for the Liberation of Zimbabwe — Frente por la Liberación de Zimbabwe) y el ANC (African National Council — Consejo Nacional Africano).

La estrategia de la “distensión”

En los últimos meses, se ha dado gran publicidad a los llamados de Kissinger en los que trata de persuadir a Sudáfrica para que se “separe” del régimen de colonos de Rhodesia. Washington intenta pregonar que está actuando para negociar un acuerdo en Zimbabwe, que establecería un régimen de mayoría negra.

Esto ha sido descrito como un gran cambio del imperialismo, hacia una nueva política en África. Sin embargo, esta “nueva” política no es más que una nueva versión de una vieja política. Durante años, tanto Sudáfrica como los estados capitalistas africanos vecinos de Rhodesia (Zambia, Tanzania, Mozambique y Botswana) han estado aplicando la misma estrategia.

Esta política —llamada de “distensión” o estrategia de Lusaka— es un intento de los regímenes negros de Zambia, Tanzania, Mozambique y Botswana de “normalizar” las relaciones con Sudáfrica.

Se pretende lograr esto a través de la cooperación de Sudáfrica con los estados neocoloniales para imponer un acuerdo negociado al pueblo de Zimbabwe.

El gobierno sudafricano quería utilizar este tipo de negociaciones para abrir las puertas de los estados negros de África del sur a su comercio e inversiones y lograr, además, una mayor cooperación de las neocolonias negras para reprimir la lucha de masas en la propia Sudáfrica.

Los regímenes capitalistas africanos temían que un gran ascenso de la lucha por la liberación de Zimbabwe inspirara movilizaciones de masas en sus propios países. Este es un gran problema, ya que las débiles economías de estos países están siendo sacudidos por el impacto de la crisis económica mundial.

Por su parte, el gobierno de Sudáfrica presionó al de Rhodesia para que liberara algunos presos políticos africanos y sostuviese negociaciones. También, a fines de 1974, Sudáfrica retiró sus tropas del frente de Zimbabwe. Sin embargo, a pesar de las conversaciones para lograr un acuerdo, los imperialistas sudafricanos continuaron enviando armas y brindando su respaldo financiero económico al régimen de Rhodesia.

A su turno, los regímenes capitalistas africanos intentaron reprimir a los grupos de liberación de Zimbabwe. Por un tiempo pareció que tenían éxito en su propósito de suspender o liquidar la lucha armada contra el gobierno de los colonos blancos.

Se rompen las negociaciones

Los gobiernos de Zambia, Mozambique, Botswana y Tanzania forzaron a los cuatro grupos de liberación de Zimbabwe a unificarse en una sola organización bajo el nombre de African National Council [ANC-Consejo Nacional Africano]. También fueron obligados a abrir negociaciones con el régimen blanco.

Desde el principio, las masas negras y también los dirigentes de algunos de estos grupos nacionalistas se mostraron escépticos sobre las posibilidades de éxito de las negociaciones. Tenían razón, pues las negociaciones no llevaron a ninguna parte.

En agosto de 1975, la fracción del ANC dirigida por el reverendo Ndabanigi Sithole y el obispo Abel Muzorewa rompió las conversaciones. Otro sector del ANC, dirigido por Joshua Nkomo, abandonó las discusiones en marzo de este año, después que las mismas no progresaron.

Las razones de esta crisis son muy sencillas: el régimen rascista de Rhodesia sabe que un gobierno de la mayoría negra, aun sobre bases capitalistas, significaría el fin de sus privilegios. Comprende que el imperialismo teme a la insurrección revolucionaria de masas necesaria para derrocar su régimen. Se siente alentado por el apoyo político y material que reciben de Sudáfrica. Por último, también lo favorecen las restricciones aplicadas por los estados neocoloniales a los movimientos de liberación de Zimbabwe.

Como resultado de la nueva estrategia de distensión y negociaciones, los movimientos de liberación han sufrido restricciones por parte de los gobiernos africanos, mientras el régimen blanco mantiene el control sobre Zimbabwe y su población de seis millones de negros.

La estrategia que Kissinger trata de apoyar no ha sido más que un obstáculo para la lucha por la liberación.

Lucha renovada

Desde el otoño de 1975, en Zimbabwe ha tenido lugar una importante insurrección. Miles de jóvenes, y quizás decenas de miles, han marchado a Mozambique y Zambia, a los campamentos de los combatientes nacionalistas de Zimbabwe.

A comienzos de este año, las acciones armadas de los luchadores por la liberación fueron utilizadas por el régimen de Rhodesia como pretexto para atacar militarmente a Mozambique. En marzo, luego de uno de estos incidentes, Mozambique se puso en pie de guerra contra el régimen racista y cerró sus fronteras con Rhodesia.

Dentro de Rhodesia, los blancos han movilizado a decenas de miles de policías y soldados, y han redoblado esfuerzos para aterrorizar a la mayoría africana.

La lucha por la liberación ha afectado enormemente a la economía del régimen de los colonos blancos, algunos de los cuales comienzan a dejar el país. Como señalaba un periodista británico, la población blanca comienza a “pensar dos veces su papel en la versión rhodesiana del cerco al general Custer”.

Pareciera que los gobiernos capitalistas africanos tratan ahora de limitar las luchas guerrilleras y de presionar al régimen de Rhodesia para que continúe las negociaciones. Temen una movilización de las masas de Zimbabwe para liberarse por si mismas.

Dado el grado de radicalización de las masas de Zimbabwe, existe la posibilidad de que una movilización no sólo amenace al régimen racista, sino que también lleve a una salida socialista para los problemas de las masas. Aquí, el problema del tipo de dirección que necesitan las masas es nuevamente de crucial importancia.

La agudización de los conflictos en todo el sur del continente también repercute en Zambia y los demás estados africanos donde la traición de los dirigentes capitalistas negros se hace cada vez más clara.

Por ejemplo, en Zambia, el 28 de enero [de 1976], el régimen de Kaunda impuso el estado de emergencia para intensificar la represión contra los estudiantes y otros sectores que protestaban por la colaboración del gobierno con Sudáfrica en Angola y Zimbabwe.

La participación del imperialismo norteamericano en esta situación podría llevar a EE.UU. a intervenir directa o indirectamente contra la lucha de liberación en el sur de África. Por un lado, Washington trata de presionar para llegar a un acuerdo negociado que prevenga una explosión mayor. Por el otro, trata de asegurar que tal cambio no amenace los intereses imperialistas ni se extienda a otros países.

Por ambos lados, la supuesta “nueva” estrategia de Kissinger muestra que Washington está cada vez más comprometido en tratar de mantener la ley y el orden imperialistas en el sur de África.

Sudáfrica

El levantamiento en Sudáfrica, detonado por la rebelión de Sowetto, es el elemento más importante —y potencialmente más explosivo— de la crisis en África del sur.

Debemos recordar qué es el régimen apartheid en Sudáfrica, y cuál es su papel dentro del imperialismo mundial. Sudáfrica cuenta con una población de casi 25 millones de habitantes. Tiene una moderna e industrializada economía imperialista. El país juega un importante papel en la economía imperialista mundial debido a la producción de diamantes, oro y otros minerales, y a la creciente industria manufacturera.

Por su carácter racista y blanco, el imperialismo sudafricano se ve forzado a atacar militar, económica y políticamente los avances de la lucha de liberación.

De hecho, no es sorprendente que el estado racista de Israel tenga buenas relaciones con Sudáfrica.

Ambos regímenes son excrecencias extrañas, creadas y defendidas por el imperialismo. Así como Israel debe dirigir todos sus esfuerzos tanto contra la lucha palestina como contra la revolución árabe en su conjunto, del mismo modo el imperialismo sudafricano debe utilizar su poder contra toda la revolución africana.

A diferencia de Israel, Sudáfrica es un importante centro de inversión capitalista. En 1975, las compañías norteamericanas tenían invertidos allí cerca de 1. 200 millones de dólares. El año anterior, el valor de las exportaciones de EE.UU. a Sudáfrica ascendió a 1. 200 millones de dólares, mientras que las importaciones llegaron a 650 millones.

Gran Bretaña, tiene aun mayores intereses en Sudáfrica que el imperialismo norteamericano. Alemania occidental y Francia también poseen importantes inversiones.

La base de existencia del imperialismo sudafricano es la disponibilidad masiva de mano de obra negra barata. Este es el objetivo del sistema apartheid de segregación absoluta.

He aquí algunos de sus rasgos esenciales:

1. Eliminación de los derechos democráticos de los negros. Sus organizaciones políticas están proscriptas por el gobierno, y son también ilegales los sindicatos de africanos. Las condiciones son tales que en cualquier momento puede realizarse el terrorismo policial contra la población negra.

2. Se utiliza un amplio sistema de pasaportes para poner a los negros a merced de la policía, los patronos o cualquier blanco.

3. Al ser forzados a tomar cualquier empleo que les ofrezca el gobierno, los negros son privados, de hecho, de toda opinión sobre las condiciones de su trabajo.

4. Para prevenir la concentración de un proletariado negro estable, se hacen intentos para limitar el derecho de los africanos a vivir permanentemente en zonas urbanas, a través de leyes de residencia y del llamado sistema de los bantustanes.

5. Para mantener el respaldo de las masas blancas, los empleos calificados, los cargos profesionales, las buenas casas y la tierra le están exclusivamente reservados.

Es por eso que cuando analizamos las inversiones del imperialismo norteamericano en Sudáfrica, lo que realmente estamos viendo son los resultados del sistema apartheid. Por ejemplo, un estudio realizado en 1972 demostró que sólo tres de las 350 corporaciones norteamericanas existentes en Sudáfrica pagaban a sus trabajadores africanos por encima del nivel de pobreza instituido por el régimen racista.

Esto significa que sólo tres de las empresas estadounidenses abonaban más de 170 dólares de salario mensual Algunas compañías sólo pagaban 40 dólares.

En 1974 el salario medio de un africano era de 93 dólares por mes. En cambio, el blanco recibía un promedio ocho veces mayor.

Si no fuera por este sistema de apartheid, la economía imperialista sudafricana se derrumbaría en pedazos. Ni el imperialismo norteamericano ni el de ninguna otra gran potencia imperialista —para no hablar del propio imperialismo sudafricano— permitirá nunca que los rasgos fundamentales del apartheid sean abolidos. Esa tarea está reservada al proletariado sudafricano.

El crecimiento de la clase obrera

Con todas sus restricciones, represión y medidas para contener a la clase trabajadora negra, el sistema apartheid comienza a resquebrajarse por el proceso mismo que le dio origen: el crecimiento de la clase obrera africana.

Estamos ante una de las contradicciones básicas del capitalismo: a medida que el sistema capitalista se expande, hace crecer también a la clase trabajadora. La dinámica interna del sistema capitalista desarrolla a la clase obrera, le da mayor concentración, confianza y fuerza social.

Desde la Segunda Guerra Mundial se ha producido una tremenda expansión de la industria sudafricana, y con ella, de la clase obrera negra.

En 1972 la producción industrial doblaba la de 1960 y era casi cuatro veces mayor que la de 1950. Y lo que es más significativo aun, el valor de la inversión en la industria era en 1973 once veces mayor que en 1950, y siete veces más que en 1960.

Esta expansión ha puesto en escena a un proletariado de 6 millones de obreros. El 90% de los trabajadores en agricultura, silvicultura, pesca y minerías son africanos; también son negros el 65% de los trabajadores de obras públicas, el 67% de los trabajadores de servicios y el 60% de los obreros de la construcción.

Estas cifras no incluyen al creciente número de asiáticos y mestizos (mezcla de africanos, asiáticos y blancos), que juegan un papel cada vez mayor en la producción industrial. Así, en la industria manufacturera, más del 72% de la fuerza de trabajo es de raza diferente a la blanca.

A consecuencia de la escasez cada vez mayor de trabajadores blancos, el imperialismo sudafricano se ha visto forzado a colocar a los trabajadores negros en numerosos empleos calificados y semicalificados. Este hecho eleva su importancia estratégica así como su fuerza numérica.

Desde la huelga general en Namibia a fines de 1971 y comienzos de 1972, los obreros negros de Sudáfrica y Namibia han venido fortaleciéndose a través de una larga serie de paros y otras movilizaciones. Se han realizado centenares de huelgas.

Cada una de ellas ha sido implícitamente una protesta política contra el apartheid y casi todas fueron ilegales. En algunas, particularmente en las huelgas mineras, los obreros fueron baleados por la policía y los guardias de la compañía.

Sin embargo, hay una diferencia importante entre la actual insurrección y la de 1960, cuando la masacre de Sharpesville.

El imperialismo sudafricano ya no puede desatar la misma represión que a principios de la década del 60 contuvo la insurrección.

Esto no se debe a que haya variado la brutalidad del sistema apartheid, sino a que la relación de fuerza entre las clases favorece ahora considerablemente al proletariado africano.

El régimen apartheid teme profundamente provocar una explosión en el proletariado negro. Necesita de los obreros negros para hacer funcionar la compleja economía industrial. Sencillamente ya no puede darse el lujo de deportar, encarcelar o despedir a miles de obreros, como lo hacía en el pasado.

De igual forma, se ve enfrentado a una población negra que ha asimilado muchas de las lecciones positivas de la liberación del África portuguesa del revés sufrido por el imperialismo sudafricano en Angola y de la derrota imperialista en Indochina.

La revolución permanente

Debido a que el apartheid es un sistema general que afecta a todos y cada uno de los aspectos de la vida de los veinte millones de negros, la lucha por cualquier cuestión específica nacional, democrática o económica puede fácil y rápidamente provocar una explosión dirigida contra el apartheid en su conjunto.

Esas luchas pueden plantear el problema del poder político nacional y de clase, y la necesidad de derrocar al propio sistema capitalista.

La lógica de la revolución permanente —la dinámica de las luchas nacionales y democráticas que se convierten en luchas por la revolución socialista— es probablemente más clara en Sudáfrica que en cualquier otro lugar del mundo.

Podemos ver esta explosiva dinámica al observar la insurrección de Soweto. La misma se inició en torno a un problema particular, que sólo afectaba a algunos estudiantes de secundaria: la imposición de la lengua afrikaan.

Así, en los colegios se inició una huelga. Más tarde una demostración de apoyo a la huelga reunió diez mil personas. Esta concentración fue atacada por la policía.

Miles de trabajadores y jóvenes se lanzaron a las calles en protesta contra el régimen racista. Trataron de tomar el control de las calles en una semana de combates contra las fuerzas armadas sudafricanas y la policía.

La rebelión se extendió a las comunidades africanas de todo el país y a las universidades negras. En Johannesburg, estudiantes blancos marcharon junto a los obreros negros en defensa de Soweto. La consigna que sintetizó el significado de la lucha fue “Poder a Soweto”, que fue entonada por las masas negras y sus adherentes.

Así expresaban la idea de dar el poder a quien le corresponde: a las masas trabajadoras negras, como las que se rebelaban en Soweto.

La insurrección se convirtió en una lucha generalizada contra la totalidad del régimen apartheid. Incluso a los dirigentes negros aceptados por el gobierno y que se reunieron con funcionarios del mismo, no los satisfizo la concesión ofrecida (que los estudiantes negros no tuvieran que aprender y utilizar la lengua afrikaan en el colegio), sino que plantearon reivindicaciones que llevan a la supresión del sistema apartheid.

Estos dirigentes señalaron que, a menos que se eliminaran las causas fundamentales del levantamiento de Soweto, la próxima oleada de rebeliones negras lo haría aparecer como un “picnic escolar”. Y tenían razón.

Desde Soweto, y a pesar de la creciente represión, las masas negras han seguido luchando, reuniéndose y expresando su protesta.

Estamos ante una nueva generación juvenil que entra en escena, representada por organizaciones como la Black People’s Convention [BPC –Convención de Pueblos Negros], la South African Students Organization [SASO —Organización de estudiantes Sudafricanos] y su rama de estudiantes de secundaria, el South African Students Movement [SASM -Movimiento de Estudiantes Sudafricanos].

Estos son sólo tres de los grupos que se identifican con la nueva conciencia negra que se ha formado en Sudáfrica. Desde la insurrección de Soweto, esta nueva generación ha sido el blanco de la represión del régimen. Su conciencia y nacionalismo negros son expresión de la combinación de las luchas nacionales y obreras, esencia de la revolución sudafricana.

Como lo señalaba León Trotsky en los años 30, una revolución victoriosa en Sudáfrica será tanto una revolución social como una revolución nacional. Será una rebelión del proletariado negro para erradicar el privilegio blanco y el apartheid, así como la explotación imperialista que condujo a esta opresión.

Programa y partido

Las grandes posibilidades de lucha en el sur de África no pueden ser subestimadas. El colapso del colonialismo portugués, la derrota de la estrategia de distensión, el revés sudafricano en Angola y el levantamiento de su proletariado son un índice del futuro del sur del continente.

Pero tan importantes acontecimientos en sí y por sí mismos no son suficientes para alcanzar la liberación. Hemos visto cómo la lucha por la liberación nacional de Angola y el gran ascenso obrero posterior al golpe en Portugal fueron desviados hacia una lucha fraccional y, en última instancia, a un estado neocolonial.

Ya se ha visto cómo en todo el continente el gobierno de la mayoría negra y la independencia bajo el auspicio del capitalismo han llevado a mantener la dominación imperialista, la pobreza y la ausencia de derechos democráticos para las masas trabajadoras.

El problema planteado por el avance de la lucha es qué liberación, qué programa de liberación y qué organización se requieren para obtener el triunfo.

En otras palabras, para los revolucionarios el problema de la revolución permanente y del partido leninista son cruciales para las masas africanas, si las nuevas oportunidades de avanzar han de originarse en el crecimiento de las luchas.

Creo que esto puede verse en Angola y Mozambique, donde han asumido gobiernos basados en luchas de liberación de muchos años. Sin embargo, a pesar de su indudable dedicación a esas luchas, estos regímenes han terminado defendiendo la propiedad imperialista y aplastando los intentos de las masas trabajadoras de sus países de luchar contra formas de explotación instauradas bajo el colonialismo.

A pesar de las teorías sobre el socialismo africano, los antagonismos de clase entre las masas trabajadoras, los capitalistas y las clases medias son en estos países mayores y no menores que los existentes en las sociedades capitalistas avanzadas.

Para conservar algún poder, la marginal burguesía nacionalista deberá en última instancia apoyarse en el imperialismo. Para lo cual inevitablemente habrá de reprimir tanto la lucha por la liberación nacional como la lucha de clases.

Esto lo vemos hoy en los intentos de los gobiernos de Zambia, Tanzania y Mozambique de frenar y contener la lucha de Zimbabwe, así como en su política represiva contra la clase trabajadora y otros militantes en sus propios países.

Considerando el gran peso de la clase obrera y su posición estratégica en la economía imperialista dial sería una ilusión creer que en Sudáfrica una dirección capitalista podría conducir la lucha de liberación hacia el poder.

Para alcanzar una auténtica liberación nacional, necesaria en el sur de África una estrategia de revolución socialista. Al decir esto, no me refiero ni a la retórica socialista y las escasas nacionalizaciones de Angola, Mozambique o Tanzania, ni a la expansión del control del estado burgués sobre las masas, como en los llamados órganos de poder popular en Angola.

La lucha en el sur de África necesita urgentemente de la estrategia de la revolución socialista, tal como la aplicó con éxito el Partido Bolchevique en la Revolución Rusa de 1917: un socialismo basado en la movilización, el poder y el dominio de la clase obrera, con el apoyo de las masas campesinas y las distintas nacionalidades. Tal socialismo no puede comprometerse con el imperialismo. El poder imperialista sobre la economía debe ser eliminado mediante el establecimiento de un estado obrero y la nacionalización de las empresas capitalistas nacionales e imperialistas.

En África del sur, esta estrategia incluye la urgente necesidad de independizarse de los regímenes africanos neocoloniales. A pesar de que ocasionalmente la lucha por la liberación puede presionar a estos regímenes, no debemos tener confianza alguna en ellos. Los luchadores por la independencia de Namibia y por el gobierno de las mayorías negras en Sudáfrica y Zimbabwe deberían ver como a sus únicos y verdaderos aliados en Angola, Mozambique, Zambia, Tanzania y Botswana, no a los gobiernos de las camarillas pequeñoburguesas dominantes, sino a las masas obreras, estudiantiles y campesinas que pueden ser movilizadas contra esos gobiernos por sus reivindicaciones nacionales y sociales.

Para lograr esto, es indispensable construir partidos marxistas revolucionarios en todo el sur del continente Esta es la dirección que se requiere para librar las titánicas luchas por la victoria. Y tales partidos sólo pueden construirse dentro de la línea leninista, basándose en el poder del proletariado.

Este es un importante problema. Muchos creyeron que el carácter guerrillero del FRELIMO en Mozambique y del MPLA, la UNITA y el FNLA en Angola llevarían naturalmente a un régimen revolucionario e incluso socialista. A fines de la década del 50 y comienzos de 1960 muchas personas vieron en la guerra de guerrillas y en el terrorismo la salida a las restricciones impuestas por el régimen apartheid.

En realidad, no importa el sitio que otras formas de lucha ocupan, el arma fundamental que tiene la lucha liberacionista en Sudáfrica —así como la de cualquier otro lugar del mundo— es la movilización de las masas obreras y de campesinos pobres por reivindicaciones inmediatas, democráticas y transicionales, lo que resulta más poderoso que cualquier ametralladora o tanque de guerra. Esta línea, que Lenin y Trotsky siguieron en la Revolución Rusa, puede jugar el papel decisivo en el triunfo de la liberación negra.

Nuestras tareas

Tenemos que desarrollar una labor importante aquí. Comprender que somos parte de la revolución en el sur de África. Porque el imperialismo norteamericano juega un papel poderoso a través de sus inversiones en el sur del continente, de su apoyo militar, económico y político a los regímenes colonialistas blancos, y como principal protector internacional del orden imperialista.

Podemos estar seguros de que cualquier movilización seria de las masas africanas será amenazada por el imperialismo norteamericano. Ya hemos visto la mano dura de Washington en Angola, en una situación en la que ni sus intereses económicos ni políticos corrían verdadero peligro. Esto nos ilustra sobre lo que esperar cuando el imperialismo sudafricano de oro para los inversionistas de nuestro país— sea amenazado por la furiosa revolución africana.

Nuestra tarea, que puede ser crucial para la revolución africana, consiste en movilizarnos para apoyar la lucha en el sur de África. Lo más importante que podemos hacer es denunciar la complicidad del imperialismo norteamericano con los regímenes racistas y coloniales en Sudáfrica. Más concretamente, debemos luchar por la libertad de miles de presos políticos que permanecen en sus cárceles. Algunos de ellos son niños de sólo nueve años. Otros son estudiantes de secundaria, universitarios y trabajadores jóvenes.

Esta es una nueva generación a la cual le debemos mucho. Por cuanto nació bajo la confianza y el poder de un proletariado negro sudafricano en constante ascenso, es una fuerza que —junto con sus hermanos de todo el continente— podrá liberar a la humanidad del yugo del régimen apartheid y del rascismo de los colonos blancos.

Salgamos pues de esta convención a movilizar negros, blancos, obreros, estudiantes, jóvenes, sindicatos, grupos comunitarios, organizaciones por los derechos civiles y organizaciones nacionalistas para impulsar una campaña por la libertad de los prisioneros políticos de Sudáfrica y para acabar con la complicidad de los Estados Unidos con el imperialismo sudafricano.

Proyecto de resolución sobre Angola

de la Fracción Leninista Trotskista [19]

1. La intervención imperialista en la guerra civil angolesa llegó a un punto álgido a finales de 1975 y principios de 1976, con la intervención de Sudáfrica y la utilización de mercenarios pagados principalmente por la CIA. Los marxistas-revolucionarios y los defensores de los derechos democráticos tenían el deber elemental de dar apoyo material a la lucha militar contra la intervención imperialista y de organizar una campaña internacional con las consignas generales “¡Fuera las manos de Angola!” “¡Fuera Sudáfrica de Angola!” y, en vista de la amenaza del imperialismo norteamericano contra Cuba por la ayuda que ésta dio al MPLA, ‘‘¡Hay que defender a Cuba!’’

2. Las tres principales organizaciones involucradas en la guerra civil angolesa (el FNLA —Frente Nacional de Liberación de Angola, el MPLA—Movimiento Popular por la Liberación de Angola, y la UNITA— Unión Nacional por la Independencia Total de Angola) tienen un carácter nacionalista.

Era incorrecto caracterizar que el MPLA era más progresivo que la UNITA o el FNLA, y decir que era una “corriente revolucionaria nacionalista pequeñoburguesa” a la que se debía apoyar no sólo en su lucha militar contra la intervención imperialista sino también en su batalla política contra el FLNA y la UNITA por la dirección de Angola.

La guerra civil no era un enfrentamiento decisivo entre fuerzas de clases antagónicas en Angola. Cada grupo tenía sus raíces en diferentes nacionalidades que se encuentran en distintas regiones de Angola.

La base del MPLA estaba en las áreas mbundu de la parte central del norte de Angola y entre los mestizos (de origen africano y portugués) de todo el país.

La base del FNLA estaba entre el pueblo bakongo, en la zona noroeste de Angola.

La base de la UNITA estaba entre los ovimbundu, en las regiones del centro y sur de Angola.

Los tres grupos ganaron estas posiciones a través de su participación en la lucha de independencia contra Portugal, que comenzó en 1961. Cada grupo contribuyó significativamente a la lucha que forzó finalmente a Portugal a salir de Angola.

El apoyo que dieron la clase obrera, la clase media urbana, los trabajadores agrícolas y el campesinado pobre, incluso los sectores más combativos, a uno u otro de los tres grupos nacionalistas en la guerra civil de 1975-76 tendía a seguir diferencias nacionales, no de clase.

Un elemento clave de la guerra en Angola era la lucha por el poder entre las direcciones pequeñoburguesas del MPLA, FNLA y UNITA. Los imperialistas trataron de utilizar esta lucha por el poder para avanzar en sus propios objetivos. En este sentido, dieron aprovechar las fricciones, los temores y el antagonismo que había entre las nacionalidades, y la manera en que explotaban estas divisiones las direcciones del FNLA, UNITA y MPLA.

La aguda lucha que se dio entre el MPLA y sus rivales no sirvió para hacer avanzar la causa de la clase obrera o la lucha por la liberación nacional contra el imperialismo portugués.

a. Esta rivalidad tendió a exacerbar la animosidad entre los diferentes grupos nacionales de Angola. La manera en que estas tres organizaciones explotaron esa animosidad, representó la continuación de la política de divide y vencerás que desde hace tanto tiempo habían utilizado los amos portugueses. Para unificar a las masas angolesas en la lucha contra el imperialismo se necesitaba la política contraria: la defensa de sus derechos nacionales, incluido el derecho de autodeterminación.

Se ha argumentado que las nacionalidades de Angola no son más que agrupamientos étnicos y regionales, que no son nacionalidades plenamente desarrolladas, y que por eso no tienen derecho a la autodeterminación. Sin embargo, bajo la dirección de Lenin y Trotsky el gobierno soviético garantizó los derechos nacionales de pueblos que apenas habían surgido de culturas históricamente primitivas y que carecían de muchos de los atributos nacionales que se han desarrollado entre los pueblos angoleses.

b. La rivalidad fraccional facilitó la intervención permanente de los imperialistas. Esto fue exacerbado todavía más por la competencia entre las tres organizaciones por conseguir el apoyo de las diferentes compañías imperialistas que operan en Angola y de otros intereses imperialistas que estaban ansiosos por penetrar en el país.

c. Los dirigentes nacionalistas pequeñoburgueses y las potencias imperialistas utilizaron la lucha fraccional para desviar a las masas trabajadoras angolesas de la lucha por sus propios intereses de clase. Con la excusa de la lucha fraccional, todos los grupos lanzaron ataques contra sectores de los trabajadores y campesinos de Angola.

3. Por los intereses a largo plazo del movimiento socialista internacional, los marxistas-revolucionarios tenían que mantenerse politicamente independientes de los tres grupos. Su deber era ayudar a unificar a la clase obrera angolesa en su conjunto y tratar de desarrollar su conciencia de clase como la única fuerza social capaz de dirigir la revolución angolesa a la victoria. El objetivo era avanzar las luchas concretas contra el imperialismo, contra la explotación capitalista, y por los derechos democráticos y la independencia política.

Durante la guerra civil, la tarea central en Angola seguía siendo la construcción de un partido obrero marxista-revolucionario, que contara con el apoyo del campesinado y las masas populares para ser la dirección de la lucha nacional y social. Ninguno de los tres grupos nacionalistas podía convertirse en un partido de ese tipo. Como tarea aún por realizar, la construcción del partido tiene que hacerse en la lucha política consciente contra estas direcciones y programas, puesto que los tres —o cualquier posible combinación de ellos— están a favor de mantener las relaciones de propiedad capitalistas, y se han comprometido a defender los intereses de la naciente burguesía angolesa.

En la lucha contra la intervención imperialista, la política basada en avanzar los intereses de la clase obrera puede colocar a los marxistas-revolucionarios en un bloque coyuntural con uno u otro grupo nacionalista de Angola, según sea la situación. Pero en todo momento los marxistas-revolucionarios deben mantener su independencia política de los planteamientos procapitalistas y neocolonialistas de este tipo de formaciones, al mismo tiempo que los combaten.

4. Solamente la clase obrera puede dirigir la lucha por la liberación nacional contra la opresión imperialista a una conclusión exitosa, en tanto que para lograrlo se necesita abolir el capitalismo y realizar la revolución socialista. Las direcciones nacionalistas burguesas y pequeñoburguesas que defienden las relaciones de propiedad capitalistas, defienden objetivamente la dominación imperialista, a pesar de sus pretensiones nacionalistas. Esto las coloca contra los intereses de la clase obrera y las masas trabajadoras, y las obliga a profundizar sus vínculos con el imperialismo internacional.

La defensa de las relaciones de propiedad capitalistas por parte del MPLA, el FNLA y la UNITA, así como sus intentos por conseguir el apoyo de aliados imperialistas, los pone, a pesar de las intenciones y los deseos de cualquier individuo, en la posición de opositores neocolonialistas a la culminación de la lucha de liberación nacional.

Esto se mostró claramente cuando los tres grupos participaron en el gobierno de transición, de enero a julio de 1975. El MPLA, junto con el FNLA y la UNITA, aprobó decretos gubernamentales que imponían una legislación antihuelgas, la militarización de las capas combativas de la clase obrera y el aplastamiento de los derechos democráticos de las masas trabajadoras.

Los tres grupos demostraron en la práctica que tenían un mismo programa neocolonialista cuando aceptaron los acuerdos de Alvor en enero de 1975, en los que se establecía el gobierno provisional bajo la tutela del imperialismo portugués, y que incluían disposiciones formales para proteger la propiedad y los intereses imperialistas. Los tres grupos reafirmaron esta posición cuando apoyaron los acuerdos de Nakuru en junio de 1975, que trataban de poner fin a la guerra civil reiterando el acuerdo de Alvor y limitando aun más los derechos de las masas.

Esto no quiere decir que el FNLA, el MPLA y la UNITA estuvieran lanzando continuamente ataques frontales contra las movilizaciones populares. En algunas ocasiones, las direcciones de estos grupos, particularmente del MPLA y de la UNITA —que tenían una base más urbana que el FNLA— trataron de utilizar las movilizaciones para su propio beneficio fraccional en la lucha contra sus oponentes. Sin embargo, los tres grupos temían a las movilizaciones independientes, estaban de acuerdo en la necesidad de ponerlas bajo control, y estaban dispuestos a recurrir a las formas represivas más brutales si se hacía necesario. Un ejemplo de esto fue la represión que llevó a cabo el MPLA contra los obreros y jóvenes que se habían organizado en comités de barrio después de la expulsión de UNITA y el FNLA de Luanda en julio de 1975.

Los vínculos del MPLA con el imperialismo portugués se mostraron de manera particularmente clara durante el período en que el MFA designó al almirante Rosa Coutinho como gobernador de Angola a fines de 1974.

Tanto durante el quinto gobierno provisional como durante el sexto, las fuerzas armadas portuguesas brindaron ayuda militar y de otro tipo al MPLA. Cuando el MPLA expulsó por la fuerza al FNLA y a la UNITA de Luanda en junio de 1975, el mando portugués amenazó con utilizar sus tropas para impedir que esos grupos volvieran a entrar a la ciudad.

De hecho, en una declaración dada a conocer en marzo de 1975, el MPLA atacaba la “pasividad de las Fuerzas Armadas portuguesas en Angola”, llamando implícitamente a que el régimen portugués jugara un papel más activo. A principios de mayo, el Presidente del MPLA, Agostinho Neto, dijo que el pueblo angolés “continúa esperando que el alto comisionado y el ejército portugueses asuman sus responsabilidades”.

Cuando el gobierno transicional de coalición se derrumbó en el verano de 1975, el régimen portugués transfirió el control administrativo del país a ministerios controlados por el MPLA. Y cuando se declaró la independencia formal en noviembre de 1975, el sexto gobierno provisional dio equipo militar al régimen del MPLA.

5. Los dirigentes del imperialismo norteamericano no vieron ninguna diferencia apreciable entre las tres fracciones nacionalistas, ya fuera en su naturaleza de clase, su actitud hacia la penetración económica imperialista o en su programa político y social. Incluso en el cénit de la agresión sudafricana patrocinada por los Estados Unidos durante el otoño e invierno de 1975, los dirigentes del MPLA se jactaban de sus “excelentes” relaciones con la Gulf Oil (de propiedad estadounidense) y la Diamang (de propiedad sudafricana y británica), que son las dos concesiones imperialistas más grandes de Angola.

Durante los primeros meses del régimen de transición, Washington tendió a dar casi todo su apoyo al FNLA. Parece ser que Kissinger pensaba que este grupo iba a ganar, porque supuestamente tenía una organización militar superior. El apoyo que dieron el Departamento de Estado norteamericano y la CIA al FNLA se basaba también en la apreciación de que esa organización seria más amistosa hacia los intereses norteamericanos por los estrechos vínculos que tiene con Pekín y con el régimen de Mobutu en Zaire.

El gobierno de los Estados Unidos dio relativamente poca ayuda a la UNITA a principios de 1975. Esta ayuda aumentó en el verano de ese año, cuando parecía que la UNITA podría resultar la vencedora en la lucha porque aparentemente tenía un apoyo más amplio.

Uno de los objetivos iniciales de Washington era lograr una relación de fuerzas entre los grupos que le permitiera balancear entre ellos, lanzado a uno contra otro. El gobierno de Ford trató de hacer que siguiera la lucha fraccional, que es lo que más le convenía para obligar a todos los bandos a hacerle concesiones y para debilitar a cualquier régimen angolés que surgiera finalmente de la lucha.

Después de la intervención militar de Sudáfrica, que llevó al MPLA a pedir más ayuda a la Unión Soviética y Cuba, el Departamento de Estado norteamericano aumentó sus acciones agresivas, incrementando la ayuda militar que daba al FNLA, a la UNITA y a Sudáfrica. Se reclutaron mercenarios, en gran medida bajo los auspicios de la CIA. Los aviones militares estadounidenses llevaban abastecimientos; unidades navales y aéreas de los Estados Unidos se desplegaron amenazadoramente.

El gobierno de Ford inició una belicosa campaña diplomática contra la Unión Soviética, el MPLA y especialmente contra Cuba. Los imperialistas norteamericanos temían el impacto que pudiera tener la participación soviética y cubana en el resto de África del sur, aérea que según Washington forma parte del “mundo libre”. La derrota de Sudáfrica, especialmente después de la retirada del aparato gobernante del imperialismo portugués, podría inspirar a las masas africanas oprimidas de Namibia, Zimbabwe (Rhodesia) y de la misma Sudáfrica. Washington también temía que aumentara la influencia de Moscú en África si se daba la impresión de que la ayuda soviética había sido el factor decisivo en el desenlace de la lucha.

6 Al principio, las direcciones de la UNITA y el FNLA se opusieron a la intervención militar sudafricana en Angola. De hecho, los dos grupos trataron de combatir la incursión militar en el verano de 1975, igual que hizo el MPLA. La UNITA, que es el grupo que contaba con más apoyo popular en la zona donde ocurrió el ataque inicial de Sudáfrica, así como el que tiene vínculos más estrechos con el movimiento de liberación de Namibia, resistió militarmente a las fuerzas sudafricanas en julio y agosto de 1975.

En setiembre de 1975, en un esfuerzo por avanzar su posición en la lucha fraccional por el poder, los dirigentes del FNLA y la UNITA cambiaron su posición anterior y se aliaron con la intervención militar sudafricana patrocinada por los Estados Unidos. Esto constituyó una gran traición a las luchas de liberación de Angola y de Africa.

La traición fue facilitada por el curso que siguió el MPLA, que impulsó la aguda lucha fraccional y se negó a movilizar a las masas angolesas en base a un llamado a la acción unificada contra los invasores. Ese llamado hubiera sido muy efectivo, puesto que muchos angoleses consideraban al FNLA y a la UNITA como su dirección.

7. La decisión del Kremlin de dar apoyo político y ayuda militar al MPLA durante la guerra civil angolesa surgía de la posibilidad de ganar prestigio político y diplomático en África e internacionalmente. El Kremlin también quería fortalecer su posición de negociación dentro del contexto de la distensión con el imperialismo norteamericano.

Además, Moscú vio la posibilidad de ganar prestigio a expensas de Pekín (que apoyó al FNLA y a la UNITA en el conflicto), garantizando la victoria del MPLA.

Castro vio la posibilidad de apuntalar la posición de Cuba en el terreno internacional brindando ayuda material al MPLA. La acción de Castro, que fue un audaz reto contra el gigante imperialista norteamericano, animó a las fuerzas de África y de otras partes del mundo a profundizar su lucha por la liberación nacional.

Tanto Moscú como La Habana dieron apoyo político a la dirección nacionalista pequeñoburguesa del MPLA. De hecho, mucho antes de la guerra civil, Cuba, el Kremlin y los partidos stalinistas que lo siguen difundieron calumnias contra la UNITA y el FNLA que obstaculizaron, debilitaron y dividieron la lucha de liberación de Angola y a quienes la apoyaban internacionalmente.

Ni Moscú ni La Habana han criticado los ataques del MPLA contra la clase obrera, la juventud, conocidos maoístas, trotskistas y otras tendencias políticas. No han dicho nada sobre la política neocolonialista de la dirección del MPLA, que es contraria al curso que hizo triunfar a la revolución cubana.

A pesar de estos aspectos negativos, la ayuda material que dieron la URSS y Cuba al MPLA fue decisiva para derrotar la agresión sudafricana y superar la presión de Washington. Si el MPLA no hubiera recibido esta ayuda, los imperialistas se hubieran vuelto más audaces para intensificar sus ataques contra la lucha de liberación de Angola.

8. Desde la victoria militar del MPLA, el curso de los acontecimientos en Angola ha confirmado lo correcto de este análisis general de la situación.

El retroceso que sufrió el imperialismo sudafricano demuestra lo correcto que era apoyar la lucha militar contra la intervención militar de Sudáfrica. El que Washington no pudiera intervenir más directamente a de la oposición interna que aumentó rápidamente en los Estados Unidos, fue un factor importante en el fracaso de Pretoria.

Este retroceso y la incapacidad de Washington para intervenir directamente en Angola han dado nuevos ánimos a la lucha contra el imperialismo sudafricano en Namibia y en la misma Sudáfrica. En Zimbabwe, el estado de ánimo de las masas se ha vuelto más combativo contra el régimen de lan Smith.

9. Por otro lado, el régimen del MPLA no ha superado al antagonismo que existe entre las diferentes nacionalidades y no ha establecido un régimen que tenga una verdadera base de apoyo entre los pueblos ovimbundu y bakongo.

Parece ser que la UNITA sigue teniendo apoyo entre los 2, 5 millones de ovimbundus del sur y centro de Angola. La UNITA sigue realizando operaciones de guerrilla rural contra el ferrocarril de Benguela y contra otros blancos. Los funcionarios del MPLA han reconocido que esto ha sido posible gracias a la importante base de apoyo que tiene la UNITA en esa región. Este apoyo sigue existiendo a pesar de la ocupación militar del MPLA y las fuerzas cubanas en la zona, a pesar de que el MPLA ha enviado cuadros que hablan lenguas ovimbundus, a pesar de que el MPLA ha hecho llamados a los jefes tradicionales ovimbundus, y a pesar de que se ha incluido a algunos ex dirigentes menores de la UNITA en organismos administrativos locales.

La base de apoyo del FNLA entre el pueblo bakongo, del norte de Angola, fue erosionada por los ataques contra la población civil que realizaron los mercenarios, las tropas de Zaire y algunas fuerzas del FNLA. Pero miles de bakongos huyeron con el FNLA hacia Zaire ante el avance de las fuerzas armadas cubanas y del MPLA.

10. La política del MPLA hacia los inversionistas imperialistas en Angola consiste en colaborar con ellos y animarlos a invertir en Angola —de la misma manera que hacen otros regímenes neocoloniales seudosocialistas de África— aunque ha realizado algunas nacionalizaciones dentro del marco del programa económico común del gobierno de transición que fue elaborado por las autoridades portuguesas y aceptado por la UNITA el FNLA y el MPLA en junio de 1975.

El MPLA ha animado a la Gulf Oil a reanudar sus operaciones. Este gigantesco monopolio imperialista estadounidense puede presionar al gobierno del MPLA, puesto que los ingresos que representa la operación de la Gulf constituyen por sí solos el 80% de las divisas del régimen de Luanda.

En las negociaciones para la reapertura de las minas de diamantes, el MPLA ha dejado el control de las operaciones en manos de Diamang, que es un consorcio de capitales británicos, sudafricanos, belgas y estadounidenses. La venta de los diamantes angoleses sigue a cargo de la Central Selling Organization [Organización Central de Ventas—CSO], que es parte del trust sudafricano De Beers.

El MPLA también aceptó proteger el proyecto hidroeléctrico del río Cunene (de propiedad sudafricana) que se encuentra en el sur de Angola, en la frontera con Namibia. En el pasado, los combatientes por la liberación de Namibia habían amenazado con atacar ese proyecto.

11. Dentro del marco de la subordinación neocolonial hacia el imperialismo, el régimen del MPLA está tratando de fortalecer su posición de negociación con el imperialismo. Con ese fin, el régimen ha planeado más nacionalizaciones, según la línea del plan económico de 1975.

Sin embargo, hasta ahora las nacionalizaciones se han limitado básicamente a empresas de propiedad portuguesa que fueron abandonadas. Han abarcado las fábricas de acero Champalimaud, una fábrica de cemento, compañías textiles y azucareras, y doce complejos agrícolas. El gobierno del MPLA ha protegido la propiedad de inversionistas no portugueses en los negocios y granjas abandonados.

La única nacionalización de una empresa importante que no es de propiedad portuguesa que ha discutido el régimen de Luanda es la del ferrocarril de Benguela, de propiedad sudafricana, británica y norteamericana, así como del estado angolés. Esta nacionalización está planeada para cuando el ferrocarril termine de pagar su deuda de 40 millones de dólares. Actualmente, el régimen del MPLA está subsidiando los salarios de los empleados del ferrocarril con una cantidad superior a un millón de dólares mensuales.

La política agraria del MPLA incluye la promesa de indemnizar a los dueños de las plantaciones, portugueses o de cualquier otra nacionalidad, que no hayan huido del país. Esto forma parte del plan para nacionalizar la mayoría de las plantaciones. Esta política tiene el objetivo de animar a los antiguos dueños de plantaciones a quedarse como administradores y “expertos”.

Salvo en estos casos, el régimen ha realizado una campaña para impulsar la inversión imperialista.

12. De acuerdo con su política neocolonialista hacia el imperialismo y con su defensa de las relaciones de propiedad capitalistas, el régimen de Luanda ha seguido tratando de suprimir las luchas de las masas angolesas por reivindicaciones económicas y por derechos democráticos y políticos elementales.

El régimen ha tratado de encadenar al movimiento obrero por medio de organismos sindicales y de “poder popular”, que están controlados directamente por el MPLA, y exhortando a las masas a “sacrificarse por la revolución”. Al mismo tiempo, el MPLA ha reprimido a quienes siguen tratando de organizarse independientemente o de plantear demandas que responden a las necesidades de las masas trabajadoras.

En la primavera de 1976 se dio una importante serie de huelgas, que fueron condenadas por el gobierno del MPLA y por la UNTA (Unión Nacional de los Trabajadores de Angola), que es el sindicato controlado por el MPLA. El régimen arrestó a varios huelguistas y continuó su campaña para aumentar la productividad y las horas de trabajo.

El régimen del MPLA también ha arrestado a muchas personas que están a su izquierda o que son politicamente independientes de él.

El régimen ha utilizado contra esas personas el mismo tipo de calumnias y juicios preparados que caracterizaron su lucha fraccional contra la UNITA y el FNLA. Disidentes políticos y dirigentes obreros han sido acusados de ser “reaccionarios”, “ultraizquierdistas”, “traidores”, “saboteadores”, “racistas”, “divisionistas”, o “agentes del imperialismo”. Han sido arrestados o destituidos de sus trabajos o de las posiciones que ocupaban en organizaciones de masas.

Entre las víctimas de la represión se encuentran varios miembros del grupo de oposición dentro del MPLA llamado Revolta Activa, miembros de distintos grupos maoístas y de izquierda, así como activistas del MPLA asociados con organizaciones dentro de las masas trabajadoras.

Dirigentes del MPLA, como Nito Alves, ministro del interior del régimen de Luanda, han amenazado con ejecutar a algunos disidentes. Se han creado campos de detención.

De acuerdo con su política neocolonialista, el MPLA ha venido consolidando su aparato represivo. Ha reorganizado y expandido la policía, la milicia y las fuerzas armadas, estableciendo la conscripción permanente.

También ha organizado el DISA (Directorio de Información y Seguridad de Angola), una fuerza de policía secreta que ha jugado un papel importante en la represión contra los disidentes obreros y de izquierda.

13. De la misma manera que los regímenes neocoloniales similares de Tanzania y de la República Popular del Congo (Brazzaville), el régimen del MPLA mantiene una serie de comités y estructuras controlados burocráticamente, que le sirven para contener a las masas, aunque los presenta como órganos de “poder popular”. Con esa máscara de participación de las masas, comités que casi no tienen ningún poder y que son organizados de arriba hacia abajo, son utilizados para movilizar y disciplinar a los angoleses de acuerdo a las necesidades de la producción capitalista y para salvaguardar el monopolio político del MPLA.

Aunque algunos de estos comités surgieron como instrumentos de la lucha de las masas durante el período que siguió al golpe de abril de 1974 en Portugal, ahora han perdido toda independencia, después de haber sido aplastados y puestos bajo control burocrático.

Los comités sólo tienen poder para realizar algunas tareas cívicas, como enseñar a leer y escribir, introducir controles de higiene y establecer mercados para distribuir comida. Solamente existen a nivel local y regional. Todas las decisiones políticas las toman dirigentes del MPLA, pues el régimen de Luanda no ha planeado establecer ningún organismo de “poder popular” electo nacionalmente.

El MPLA investiga cuidadosamente a los candidatos a los comités locales. Solamente el MPLA y las organizaciones de masas que él controla pueden presentar nominaciones. No se permite votar a quienes la dirección del MPLA califica de antiguos miembros o simpatizantes del FNLA o la UNITA. De manera similar, el “poder popular” tampoco permite votar a quienes el MPLA acusa de ser “racistas”, ‘‘tribalistas”, o ‘‘regionalistas”, como se llama a quienes plantean reivindicaciones en interés de alguno de los pueblos de Angola Finalmente, tampoco pueden votar quienes se cree que son culpables de “sabotaje económico” y “pereza”, que son los términos favoritos del MPLA para referirse a la militancia obrera. Quienes pudieran tener una posición mínimamente independiente o crítica de la dirección del MPLA no pueden participar en el “poder popular”.

14. El régimen del MPLA es un régimen neocolonialista basado en relaciones de propiedad capitalistas, que incluyen una importante inversión imperialista. Subordina las necesidades de las masas trabajadoras al mantenimiento de la propiedad privada. Ataca cualquier actividad política que no esté bajo su control. El régimen del MPLA impulsa la inversión extranjera y el desarrollo de lo que llama “la burguesía patriótica” de Angola.

La única manera de hacer avanzar la liberación de Angola es realizando las demandas democráticas y sociales de la clase obrera, el campesinado pobre y los pobres de las ciudades por medio de una revolución socialista. Este es el único camino hacia el desarrollo económico y la independencia respecto al imperialismo.

La necesidad más importante es la construcción de un partido-marxista-revolucionario, un partido que se adhiera al programa de la Cuarta Internacional, el único tipo de partido que puede dirigir esta lucha. Ese partido sólo se puede construir sobre la base de una intransigente oposición política al MPLA y a sus fuerzas hermanas nacionalistas pequeñoburguesas de Angola.

La tarea más importante de la Cuarta Internacional en relación a Angola es ayudar a los militantes angoleses a construir ese partido. Y el primer requisito para lograrlo es tener una línea política correcta hacia la revolución angolesa.

Anexos

por Nahuel Moreno febrero 1977

1: Dos resoluciones y una sola política

El SWP, en su convención de agosto de 1976, escuchó y aprobó un nuevo informe de Tony Thomas sobre la revolución negra en el sur de África, en evidente contradicción con puntos fundamentales que el mismo informante y la resolución tomada por el Comité Nacional del Socialist Workers Party habían adoptado en enero del mismo año; sin embargo, su línea sectaria-oportunista no tuvo ningún cambio.

Desgraciadamente, la nueva dirección del SWP ha resuelto —así lo indican las apariencias— poner su prestancia por encima de toda consideración seria y objetiva de su política. Entre el mezquino prestigio estudiantil y los hechos revolucionarios han optado, desafortunadamente, por el primero. A nosotros nos ha sorprendido cómo el informe aprobado por el SWP en enero de este año sobre la guerra civil angoleña y los análisis sobre el mismo tema, hayan sido materia de un libro considerado ejemplar por la dirección del mismo partido. [20] También nos desconcierta la justificación de su línea política sobre Angola asumida por la Convención del SWP. No se trata de un acierto mayor o menor sino de algo demasiado categórico: la realidad ha destrozado la política del SWP para Angola y el sur de África. Si la dirección del SWP ha pretendido poner en funcionamiento una campaña publicitaria, cuyo objetivo principal sea la protección de su prestigio, e impedir el repudio de la base de su organización, fundamentalmente negra, los hechos mismos se han convertido en su peor enemigo, puesto que le han propinado una dura y terrible paliza, una de las más dolorosas que tenga memoria la historia del movimiento trotskista y revolucionario mundial. Cuanto más la realidad la sacude, la dirección del SWP no cesa en autoelogiarse y tiene el desparpajo de no asumir una autocrítica. Es lastimoso pero es así. Veamos de cerca las inocultables contradicciones entre los dos informes.

I

La dirección del SWP afirmaba en enero de este año: “no creo que ninguno de los grupos pueda ‘ganar’ la guerra.”

Todos sabemos que, unas pocas semanas después, el MPLA ganó en forma total la guerra. En agosto, el SWP reconoce esa victoria sin autocriticar su vaticinio.

II

Actualmente, Tony Thomas y la dirección del SWP sostienen que el triunfo del MPLA significó una derrota para el imperialismo, el sudafricano en particular. En el informe oficial de agosto del corriente año sobre la situación sudafricana (incluido en pp. 205-25 de este volumen) el SWP insiste: “El revés sufrido por Sudáfrica en Angola jugó un papel positivo en la lucha de todo el sur del continente. La demostración de que el imperialismo sudafricano podría ser derrotado alentó a las masas del sur de África, particularmente las de Namibia y Sudáfrica.”

Pero en enero de este año, dijo exactamente lo contrario: “Si alguno [de los grupos nacionalistas] lograra una victoria decisiva sobre los otros... el verdadero ganador sería el imperialismo.”

III

El 8 de diciembre de 1975, IP publicó el siguiente plano (según el New York Times ) de las áreas controladas por los distintos bandos en la guerra civil angoleña.

Este plano mostraba, de manera evidente, la inevitable caída del MPLA en la guerra civil. En agosto de 1976, el SWP interpreta el triunfo del MPLA como una derrota del imperialismo y del racismo. Pero si en lugar de obtener la victoria el MPLA lo hubiera hecho el FNLA-UNITA, tal como se preveía en diciembre de 1975 ¿considera el SWP qué habría representado un triunfo o una derrota de Sudáfrica y el imperialismo? La respuesta es obvia: habría sido una victoria espectacular de la contrarrevolución imperialista y racista. ¿En dónde dice el SWP esa evidente verdad “a finales de 1975 el triunfo del FNLA-UNITA en la guerra civil habría significado una impresionante victoria imperialista, mientras que el del MPLA representaría un colosal triunfo antiimperialista y antirracista?” En ningún lugar, porque aseguraron lo contrario. Si en este momento aceptan esa incontrovertible verdad están en la obligación de proclamarlo categóricamente y deducir la única conclusión política que surge de ella: era ineludible apoyar militarmente al bando que en la guerra civil, si triunfaba, le ocasionaría una derrota histórica al racismo y al imperialismo. Es decir, apoyar al MPLA.

IV

La nueva dirección del SWP, en su reciente informe-resolución de agosto de este año sobre la revolución negra en el sur de África, no ha dicho una sola palabra en defensa del pueblo Bakongo que según ella, estaba condenado al exterminio después de la victoria del MPLA. En enero de 1976, el Comité Nacional del SWP aseguró: “Tenemos que vaticinar que la victoria de cualquier bando en esta guerra civil podría significar pogroms con decenas de miles de víctimas. Ya los dirigentes del MPLA han discutido convertir en ‘otra Biafra’ a las zonas bakongo en manos del FNLA. En África, la palabra ‘Biafra’ es sinónimo de la guerra civil de Nigeria y de la tremenda matanza realizada en torno al llamado problema tribal. Una perspectiva similar se da en Angola.”

V

En enero de 1976, el SWP había levantado como línea programática fundamental para Angola el “derecho a la autodeterminación”, en el cual se incluye el “derecho a la autonomía y aun a la secesión” por parte de las tres grandes tribus que forman la población angoleña.

Después del triunfo del MPLA, más concretamente en su resolución de agosto de este año, el SWP abandona este eje programático, no le menciona ni una sola vez en su nueva resolución, pero no sólo nos sorprende el silencio sino también la falta de una explicación sobre el abandono de una posición fundamental de su programa para Angola.

VI

En agosto, el SWP nos asegura haber dado su apoyo a “las acciones militares tomadas por el MPLA contra Sudáfrica y los mercenarios controlados por el imperialismo”.

Esto es una mentira fantástica. La nueva dirección estudiantil del SWP ha resuelto tirar a los perros la magnífica tradición de seriedad, responsabilidad, honestidad intelectual y moral trotskista de su partido; es decir, revelar y asumir la verdad, por dura que sea, frente a los trabajadores.

A pesar de la profunda y exhaustiva información, jamás el SWP, IP, The Militant o la dirección nacional del Socialist Workers Party hicieron un llamamiento obligatorio para que los revolucionarios angoleños y todos los movimientos negros del mundo, de África como de la clase obrera mundial y de los estados obreros, formaran un frente para defender militarmente al MPLA del ataque sudafricano, proporcionándole toda la ayuda militar posible. Para quien tenga poco tiempo y no pueda recorrer todas las publicaciones, recomendamos buscar en el libro “ejemplar” de Thomas y Harsch. Y si no es así, si estamos en un error, esperamos pacientemente que la dirección nacional del SWP extraiga una sola cita de su periódico, de sus documentos nacionales, de su libro, de sus volantes publicados entre la invasión sudafricana de agosto de 1975 y el co-mienzo de su total derrota en enero de 1976. ¿En qué recóndito lugar se afirma lo dicho ahora: había que “apoyar las acciones militares tomadas por el MPLA contra Sudáfrica”? En el informe oficial de enero de 1976 no se dice una sola palabra de ese apoyo a las “acciones militares” del MPLA contra Sudáfrica. Y si no lo dijeron entonces, en medio de la invasión imperialista, ¿cúando lo dijeron? ¿Dónde está?

VII

Supongamos que la dirección del SWP no fabricó para salvar su prestigio maltrecho, una burda mentira, “apoyamos las acciones militares tomadas por el MPLA contra Sudáfrica”. Aceptemos su aseveración. ¿Significa, entonces, que era necesario asumir el apoyo militar al MPLA cuando enfrentaron el “5 de noviembre”, en “Benguela y Lobito”, a “una columna conjunta de tropas sudafricanas, del FNLA y de UNITA”, y combatir al lado del MPLA contra la “columna sudafricana-FNLA-UNITA que se apoderó... de Novo Redondo”? Sin embargo, eso significa intervenir militarmente en la guerra civil en favor del MPLA contra el FNLA y UNITA, puesto que era imposible luchar con el MPLA contra los sudafricanos sin atacar a los otros miembros de la “columna sudafricana-FNLA-UNITA”. Todavía no se han inventado balas para sudafricanos blancos que esquiven a los soldados negros del FNLA-UNITA que avanzan en la misma “columna”.

Si el SWP apoyó militarmente al MPLA, como dicen ahora, contra los sudafricanos, debió estar entonces militarmente al lado del primero, contra el FNLA-UNITA, quienes formaban parte de la columna invasora. Es decir, debieron apoyar al MPLA en la “guerra fratricida” a partir de la invasión sudafricana. Pero el SWP estuvo, hasta el final de la apoyar al MPLA frente a los dos movimientos nacionalistas que formaban “una sola columna con el ejército sudafricano”.

VIII

Un factor de decisiva importancia en la derrota de Sudáfrica-FNLA-UNITA fue la ayuda cubana y soviética al MPLA. El SWP, en agosto de 1974 no le otorgaba ninguna importancia a esta ayuda militar y no se pronuncia en ningún sentido. Como un eco de la campaña imperialista, explican la intervención del imperialismo en Angola, en el “verano y otoño de 1975”, “como una forma de contrarrestar la influencia de la Unión Soviética y Cuba, que habían dado su apoyo al MPLA”. Ni una sola palabra más sobre la colaboración cubana.

Esta extraña actitud, de guardarse su opinión sobre un hecho político de enorme trascendencia, el cual había conmovido a la prensa mundial, es todo un síntoma: la dirección del SWP aborrece el triunfo del MPLA y continúa estando en contra de la ayuda que posibilitó esa victoria. Con una diferencia: antes lo decían, ahora tienen vergüenza de decirlo.

Casi en el final de la guerra civil, en febrero 27 de 1976, The Militant citaba a un dirigente con el objetivo de apoyarse en su posición. Su declaración aseveraba: “La Unión Soviética y Cuba han estado equivocadas en apoyar a un lado contra el otro en la guerra civil angoleña. “ Miremos de nuevo el mapa publicado por IP, releamos los informes que insisten en la invasión sudafricana a Angola, y no tengamos miedo de llegar a una conclusión aterradora. Objetivamente el SWP favorecía el triunfo sudafricano-FNLA-UNITA en la guerra civil angoleña al cuestionar la ayuda cubana y soviética al MPLA, que combatía a los racistas.

Una misma política que ignora las luchas del pueblo negro del mundo entero

El triunfo del MPLA obligó al SWP a admitir ciertos hechos y a limar algunos de los aspectos más proimperialistas de sus análisis, vaticinios y política para Angola y el sur de África, para continuar mejor con su estrategia de sumar políticas nacionales en lugar de tener una política mundial revolucionaria. Todavía en julio de este año se pretende negar al movimiento negro mundial como un todo, como un proceso de conjunto, del cual hace parte el sector negro de los Estados Unidos. El SWP no unifica a los negros del mundo en una lucha común contra el racismo y el imperialismo, por el contrario, los separa, toma en cuenta sus reivindicaciones “tribales-nacionales” limitándolas a compartimentos especiales.

Por consiguiente, no es sorprendente que la Convención del SWP, en relación al rol de los negros de Estados Unidos en La revolución negra de la República de Sudáfrica, apenas dijera unas cuantas palabras: “Salgamos pues de esta convención a movilizar negros, blancos, obreros, estudiantes, jóvenes, sindicatos, grupos comunitarios, organizaciones por los derechos civiles y organizaciones nacionalistas para impulsar una campaña por la libertad de los prisioneros políticos de Sudáfrica y para acabar con la complicidad de Estados Unidos con el imperialismo sudafricano. “ A nuestra manera de ver no es mucho. Ni una sola palabra de la necesaria unidad revolucionaria que debía establecer entre los negros de Estados Unidos con los de Sudáfrica para combatir a un enemigo común, el racismo sudafricano-yanqui. Ni una mezquina frase para sostener esta simple y cristalina verdad: “La minoría negra de Estados Unidos tiene más que nadie en este país la obligación de apoyar a sus hermanos de raza sudafricanos, porque son parte de la misma raza explotada por una misma conjunción racista.

Es tan fantástico el olvido de la minoría negra de Estados Unidos como factor decisivo y fundamental, que en el mismo documento se dice: “Tenemos que desarrollar una labor importante aquí. Comprender que somos parte de la revolución en el sur de África. Porque el imperialismo norteamericano juega un papel poderoso a través de sus inversiones en el sur del continente, de su apoyo militar, económico y político a los regímenes colonialistas blancos y como principal protector internacional del orden imperialista. ‘‘

Al informante negro del SWP se le quedó en el tintero o en la garganta este grito de odio a su propio imperialismo: “tenemos que comprender que somos parte del movimiento negro en el sur de África, ante todo y principalmente porque la minoría racial más numerosa y explotada por el imperialismo yanqui y el racismo dentro de Estados Unidos somos nosotros, los negros, justamente la misma raza que es brutalmente oprimida por Vorster. Por eso nuestra principal tarea es empezar por movilizar a nuestros hermanos de raza negros dentro de Estados Unidos para conseguir de ellos el apoyo indispensable que necesitan nuestros hermanos de raza de Sudáfrica contra la canalla racista imperialista sudafricana-yanqui que los oprime, degrada y explota al igual que a nosotros. La movilización de los obreros blancos, estudiantes, jóvenes, sindicatos, grupos comunitarios, organizaciones por los derechos civiles, etcétera, es muy importante y decisiva, lógicamente, pero no debemos ignorar que ellos no soportan, como nosotros los negros, la misma humillación y persecución racista. A los negros de Sudáfrica y a los de Estados Unidos todo los une, nada debe separarlos en esta lucha común contra el racismo y el imperialismo.”

El SWP se niega a levantar la consigna “Federación de Repúblicas negras del sur de África” o “Federación de Repúblicas soviéticas socialistas negras de Africa” .

En su resolución de enero de 1976, el SWP levantaba, como ya hemos visto, el programa del derecho a la autodeterminación y separación de las tribus-nacionalidades, bakongo, mbundus, ovibumdus. Nosotros criticamos esa posición, entre otras razones, por unilateral: si sólo luchamos por el derecho a la autodeterminación y a la separación, le hacemos el juego a la política imperialista de división de África en multitud de estados, fáciles juguetes del imperialismo y una barrera colosal e insuperable al desarrollo de las fuerzas productivas y de la cultura africana. Por esto es fundamental combinar en nuestro programa ambas tendencias contradictorias; el justo e inapelable derecho de toda tribu-nacionalidad africana a la autodeterminación con la necesidad histórica de lograr una gran nación negra unificada. La consigna programática que unifica esas dos tendencias contradictorias es la federación de repúblicas sudafricanas y africanas negras. Con ese planteamiento equilibramos las dos tendencias: toda tribu o nación africana tiene derecho a tener su propio estado dentro de un estado único federativo que respete sus características nacionales y, al mismo tiempo, lo mantenga férreamente unido para defenderse del imperialismo y para lograr un poderoso desarrollo económico y cultural.

La consigna de ¡Federación Angoleña! es una aplicación táctica, coyuntural, de esta línea. Es sorprendente que un partido trotskista como el de los Estados Unidos no comprenda y defienda esta consigna, además porque llegó a ser la nación más poderosa de la tierra, precisamente, entre otras razones, por el carácter federativo de su estructuración como país.

Es discutible si la formulación correcta de esta consigna es la expresada en ¡Federación de Repúblicas negras!, o por el contrario, si ¡Federación de Repúblicas negras socialistas soviéticas! sea más apropiada. Sin embargo, la discusión sobre la bondad de cualquiera de estas dos consignas es preciso hacerla a partir de una común formulación de principios: el acuerdo sobre la importancia programática y agitacional fundamental de la consigna de la Federación de Repúblicas negras con o sin el carácter del estado.

Las tareas democráticas y la república negra de Sudáfrica

El SWP en su único y superficial comentario sobre el objetivo principal de la lucha de los negros de Rhodesia y Sudáfrica, habla de “gobierno de las mayorías negras en Sudáfrica, Zimbabwe [denominación nativa de Rhodesia]”. Es muy poco, casi nada, como programa de lucha de los negros de estos países. Esta tarea política central entra en contradicción con posiciones tradicionales del trotskismo, por un lado, y con algunos de los planteamientos hechos por el propio SWP en relación a Angola, por otro. Ellos habían reivindicado el derecho a la autodeterminación y separación de las distintas tribus-nacionalidades. Sin embargo, para Sudáfrica, el SWP no levanta este mismo derecho, es decir, el derecho a hacer una república negra independiente. Por el contrario, al levantar la línea de gobierno de mayoría negra en Sudáfrica y Zimbabwe se está pronunciando a favor de un estado multirracial, es decir, negro-blanco y, obviamente, de hecho toma posición en contra del derecho a la autodeterminación negra. No entendemos este súbito cambio, abandonando la posición tradicional de Trotsky y de aquella que el mismo Socialist Workers Party defendió para Angola. Verdaderamente nos encontramos ante una situación paradójica: el SWP luchaba por la autodeterminación en Angola, señalaba que no era ningún mérito ser patriota panangoleño y no planteaba un estado federativo multitribal. En cambio, en Sudáfrica, donde se trataba de negros y blancos (de una ínfima minoría blanca en relación a los negros), se le despierta —para emplear la terminología del Socialist Workers Party— un fantástico patriotismo pansudafricano y panrhodesiano. Es decir, considera que se debe mantener un estado interracial, mientras en Angola no valía la pena defender la unidad de un estado intertribal. Es una contradicción sorprendente. Nosotros pensamos que los negros sudafricanos, como los de Rhodesia, tienen tanto derecho o más a la autodeterminación nacional, porque no es una minoría explotada sino una mayoría racial explotada por la minoría. Tienen derecho a hacer su propia República negra, con un agregado de fundamental importancia: el proceso en toda el África negra indica no sólo la obligatoriedad de ese derecho, sino que todos los negros de África ya han desarrollado ese derecho transformando las colonias dominadas por los blancos o por colectividades blancas en Repúblicas negras. Creemos que el proceso del movimiento nacionalista negro en Sudáfrica o Rhodesia apunta con toda claridad a la formación de Repúblicas negras. A este proceso, el cual es sumamente progresivo, tenemos que darle una consigna positiva, aceptando el planteamiento hecho por Trotsky y por nosotros.

Si Trotsky aceptaba como positiva la consigna para la República de Sudáfrica de “República negra”, nosotros hoy día no sólo tenemos que aceptarla como una expresión de la autodeterminación nacional negra, sino como una consigna positiva que nosotros extraemos de la experiencia del propio proceso de la lucha del movimiento negro africano, porque, hasta el momento, no ha habido una sola colonia africana que se transformara en un estado multirracial. En este sentido, la defensa de la autodeterminación nacional pasa, hoy día, por esa consigna concreta de “República negra sudafricana y de Zimbabwe”.

Supongamos que algún revolucionario consecuente no concuerde con la consigna de República negra sudafricana. Es algo que se puede discutir. Pero lo que no se puede poner ni siquiera en duda u olvidar es “el derecho a la autodeterminación nacional” de la mayoría negra de la República sudafricana o de Rhodesia. Justamente es lo que el SWP puso en duda al levantar la consigna de “gobierno de mayoría negra”.

2: Una resolución vergonzante, la de la FLT sobre Angola

Más de ocho meses, después de concluir la guerra, esperamos pacientemente para conocer, ¡por fin!, todo lo que el movimiento revolucionario y todo el trotskismo esperaba del SWP: “1. La intervención imperialista en la guerra civil angolesa llegó a un punto álgido a finales de 1975 y principios de 1976, con la intervención de Sudáfrica y la utilización de mercenarios pagados principalmente por la CIA. Los marxistas-revolucionarios y los defensores de los derechos democráticos tenían el deber elemental de dar apoyo material a la lucha militar contra la intervención imperialista y de organizar una campaña internacional con las consignas generales ‘¡Fuera las manos de Angola!’ ‘¡Fuera Sudáfrica de Angola!’ y, en vista de la amenaza del imperialismo norteamericano contra Cuba por la ayuda que ésta dio al MPLA, ‘¡Hay que defender a Cuba!’” (Proyecto de resolución incluida en pp. 227-43 de este volumen).

Es cierto que, como un ventrílocuo, el SWP no habló directamente, se escondió entre bambalinas y utilizó a su muñeco, la FLT. Todos conocemos ese juego “el tablado de la antigua farsa’’, que no deja de ser simpático: un muñeco en primer plano habla en lugar de uno.

Este magnifico primer punto de la resolución del SWP-FLT, concluida en su ordenativo número 14, no menos magnifico y acertado, en el cual define con absoluta corrección marxista al régimen del MPLA, no pueden ocultar las tremendas lagunas y errores del SWP, tanto en su actuación como en sus diferentes documentos oficiales, incluido el objeto de nuestro comentario.

El SWP tiene una manía: el comentario y la política etérea.

En agosto de 1976, el SWP realizó su Convención y allí se votó el informe oficial de Tony Thomas que ya hemos criticado. Ese informe no trae ni un solo hecho, ni una sola cita, para analizar los documentos y los resultados de la política elaborados en relación a la guerra civil angoleña y la revolución negra en el sur de África. Convertidos en simples periodistas, hicieron comentarios presentes y algunos vaticinios; jamás efectuaron un balance exhaustivo de sus afirmaciones y su participación, así como de sus resultados objetivos. No se plantearon si el SWP había ganado negros, obreros blancos y estudiantes debido a su campaña sobre la guerra civil angoleña. Tampoco se preguntaron cómo había sido recibida su posición de no apoyar materialmente, ni de ninguna forma, al MPLA, en el momento coyuntural de la guerra civil cuando “la intervención imperialista... adquirió su punto más alto”. Silencio absoluto, nada de nada. El Socialist Workers Party no da su línea para intervenir en el proceso de la lucha de clases y ver los resultados concretos y objetivos de aplicación, sino que se contenta exclusivamente con darla, no más, y meses después —cuando deberían estar evaluando seriamente lo realizado— señala nuevas líneas, muchas veces contradictorias y antagónicas con las que dio antes. Las propuestas pueden cambiar y contradecirse; la constante es el desprecio por analizar su aplicación.

Esta deficiencia se agrava en la última resolución de la FLT. No explican por qué tardaron ocho meses después de concluida la guerra civil para hacer conocer una resolución sobre Angola que, obviamente, ya no sirve para nada. Pero más grave es el silencio total sobre la actividad de la IV Internacional durante la guerra civil, tomando en cuenta sus distintas tendencias y principalmente el Socialist Workers Party. No puede haber un análisis de la guerra civil angoleña sin precisar, con hechos y citas, cuál fue la política de cada tendencia o partido durante aquella, así como de la IV Internacional en su conjunto, especialmente a partir de la intervención directa de Sudáfrica y el imperialismo yanqui.

Tres líneas frente a la guerra civil

El SWP se esfuerza por ocultarle a sus militantes y simpatizantes las tres líneas surgidas al final de la guerra civil dentro de la IV Internacional, cuando Sudáfrica y Estados Unidos intervinieron en ella. Esto nos llena de sorpresa, porque la resolución oficial del Socialist Workers Party, a principios de enero de 1976, se detenía correctamente en tratar de precisar las profundas diferencias que dividían a nuestro movimiento con referencia a la guerra civil angoleña y establecía dos posiciones. En su documento, ellos mismos señalan que “esta cuestión se está debatiendo en el movimiento trotskista mundial. Los camaradas de la Tendencia Mayoritaria Internacional están a favor de apoyar al MPLA... La dirección del Partido Socialista de los Trabajadores de Argentina concuerda en esto con la TMI”. La de la TMI, que según ellos era apoyada por el PST argentino, de defensa del MPLA, y la de ellos, en oposición a su defensa. Nosotros creemos que no es asi. Al final de la guerra civil se habían delimitado con toda claridad tres líneas fundamentales dentro de la IV Internacional: la de la TMI, la del Socíalist Workers Party y la del PST. Veámoslas y observemos si es correcta nuestra afirmación de la existencia de tres líneas y no de dos.

La posición de la mayoría del SU

La mayoría del SU (Secretariado Unificado) dio sistemáticamente, durante toda la guerra civil, su apoyo al MPLA y consideró que éste debía hacerse mucho más intenso a partir de la invasión sudafricana-yanqui.

El 25 de noviembre de 1975, la mayoría del SU aprueba una declaración (incluida en pp. 107-09 de este volumen) en donde se hace el siguiente llamado: “Contra la santa alianza de imperialistas, racistas sudafricanos, neocolonialistas de Zaire y de Zambia y los líderes reaccionarios del FNLA y UNITA ¡Por la defensa de la independencia total de Angola! ¡Por la defensa de la República Popular proclamada por el MPLA! ¡Repudio a todo intento de balcanización! ¡Por el retiro inmediato de todas las fuerzas del imperialismo europeo y yanqui, los racistas sudafricanos y todos los gobiernos neocoloniales!

“Organicemos una campaña internacional de solidaridad. ¡Todos los estados obreros y todas las organizaciones sindicales y políticas del proletariado deben movilizarse en el bando de los combatientes angoleños para asegurarles su solidaridad política y apoyo material! ¡Boicot al envío de armas al bloque reaccionario del FNLA y UNITA!”

Al mismo tiempo, en la misma declaración, se aclaraba: “Semejante actitud no significa que la IV Internacional y los marxistas revolucionarios africanos abandonen sus críticas a la dirección del MPLA, a la que caracterizan como pequeñoburguesa nacionalista, y no como proletaria y comunista. La alineación en el mismo bando y la dedicación a la lucha común no se contradicen con la batalla por la clarificación política, que es necesaria para salir victoriosos de la guerra y construir una dirección proletaria marxista revolucionaria.”

Dicho en otros temamos, para la mayoría del SU en ese momento la ayuda material al MPLA, la solidaridad en el sentido de proporcionarle apoyo en su lucha contra el bloque reaccionario, no significaba apoyo político, sino todo lo contrario, crítica política a la dirección del MPLA; ninguna unidad política con él.

El SWP vota en contra de una campaña internacional de apoyo material al MPLA

La segunda línea existente es la del SWP y la del sector de la FLT que lo respaldó dentro de esta fracción. El SWP estuvo en contra de la política y de la resolución propuesta por la mayoría del SU al Comité Ejecutivo Internacional (incluido en pp. 159-180 de este volumen) de febrero de este año, donde se presentaba su línea de apoyo material al MPLA.

En su resolución de enero de 1976, el SWP opinaba lo siguiente: “Otro elemento mas en la situación es el apoyo imperialista que reciben el FNLA y la UNITA, que incluye el uso de tropas sudafricanas. ¿Implica esto que debemos automáticamente apoyar al MPLA?” Esta pregunta la hacía la dirección del Socialist Workers Party para responder mejor y explicar en forma más contundente por qué no hay que dar ningún tipo de apoyo, ni material, ni moral, ni político, al MPLA, a pesar de la invasión sudafricana para apoyar al FNLA y UNITA.

Más adelante agregaban: “Opinamos que no hay que dar apoyo político a ninguno de estos tres grupos.” E insisten: “Nuestra actitud es de oposición a la guerra fracciona!... Nos oponemos al programa y la práctica de cada uno de los grupos nacionalistas”; es decir, en el momento en que el MPLA resistía con las armas en la mano la invasión sudafricana, el SWP estaba categóricamente en contra de la práctica del MPLA que era “uno de los grupos’’ nacionalistas.

Para no dejar duda de que el SWP jamás apoyó al MPLA en su resolución, recordemos que en ésta decían: “Si, como parece muy probable, se incrementa la intervención imperialista, es posible que decidamos apoyar, por razones tácticas, la victoria de alguno de los grupos, pero, desde luego, sin darle apoyo político. “ Es decir, en enero de este año, el SWP todavía no sabía a qué grupo iba a apoyar si se incrementaba la intervención imperialista; y esto lo decía después de estar más de la mitad de Angola ocupada por el ejército sudafricano, que había formado un “bloque” militar con el FNLA y UNITA, según los propios informes de IP.

El resumen de la discusión, elaborado por el compañero Tony Thomas, dice: “aunque en algún momento llegáramos a apoyar al MPLA... “ Es decir, no estaban decididos a apoyar en ese momento al MPLA; era algo hipotético, indefinido, inseguro. Y cuando llaman a las tres organizaciones nacionalistas a luchar contra “Sudáfrica o cualquier otra potencia imperialista que trate de intervenir’’, en el resumen no dicen una sola palabra referida a apoyar a la única organización nacionalista que estaba luchando con las armas en la mano contra Sudáfrica en ese momento, o sea, el MPLA.

Por otra parte, ni en la resolución oficial, ni en IP, ni en The Militant, jamás se planteó dar apoyo material al MPLA para resistir la invasión sudafricana; no hubo, pues, ningún llamado para “¡Organizar una campaña internacional de solidaridad!”, ni una sola consigna a “Todos los estados obreros y organizaciones sindicales y políticas del proletariado” para respaldar a los combatientes del MPLA que resistían la invasión sudafricana tal como lo hizo la mayoría del SU. En lugar de ello insistieron, en medio de la invasión, en el derecho a la autonomía de las tribus-nacionalidades de Angola, en vez de señalar que la separación en ese momento significaba romper la unidad frente al enemigo imperialista. Nunca afirmaron: primero, ayudar militarmente al MPLA y expulsar a los sudafricanos. Segundo, el derecho a la separación.

Una tercera posición: la del PST

Es sorprendente el silencio de la FLT en torno de la posición sostenida por el Partido Socialista de los Trabajadores de la Argentina, quien fue el principal núcleo de esa fracción. Este silencio es mucho más extraño porque el PST mantuvo una clara posición durante toda la guerra civil que lo distingue tanto del Socialist Workers Party como de la TMI. El PST, es cierto, apoya al SWP mientras el peligro más inminente de Angola es la ocupación portuguesa y acepta la caracterización de la guerra como fratricida. Al respecto, se dijo: “El primer objetivo de una política revolucionaria debe ser el fin de la guerra civil y la inmediata convocatoria por las tres organizaciones guerrilleras a elecciones de Asamblea Constituyente, de modo que en esa asamblea los obreros y campesinos angoleños puedan resolver democráticamente cómo afianzar la independencia y organizar el país” (este artículo de Avanzada Socialista está incluido en pp. de este volumen).

Pero a partir del momento que la actual resolución de la FLT señala como “el punto más álgido” de la intervención imperialista, a “finales de 1975 y comienzos de 1976”, el PST cambia su posición para dar apoyo crítico a la posición de la mayoría de la Internacional, indicando que esa actitud había sido completamente incorrecta antes de la invasión sudafricana, convirtiéndose en correcta toda la línea de la mayoría, salvo algunas exageraciones pro-MPLA, a partir del enfrentamiento con el nuevo enemigo principal, Sudáfrica, y que la FNLA y UNITA, abandonando su condición de movimientos nacionalistas progresivos, se habían convertido en movimientos traidores, aliados a la invasión imperialista y racista sudafricana. De esta manera, la posición del PST es perfectamente clara: antes había insistido en declararse partidario del fin de la guerra fratricida con el propósito de expulsar al imperialismo portugués; a partir de la invasión sudafricana e imperialista la línea semioficial del PST, tal cual leemos en su periódico Avanzada Socialista, (artículo incluido en pp. 111-116 de este volumen) es la siguiente: “El MPLA no merece la menor confianza de los revolucionarios. Ha dado sobradas muestras de que no aspira a ir más allá de un régimen neocolonial relativamente nacionalista: su acuerdo con la Gulf Oil (empresa yanqui que explora los campos de petróleo de Cabinda, en el norte de Angola) y los llamados de Agostinho Neto (presidente de la República Popular de Angola) a los inversores extranjeros son buenas muestras de ello. Indiscutiblemente, la URSS apoya esta política nefasta.

“Pero eso no justifica la indefinición. Frente a la guerra civil española, Trotsky sostuvo que ‘sólo los cobardes, los traidores o los agentes del fascismo pueden renunciar a ayudar a los ejércitos republicanos españoles’ ( Escritos sobre España, Ruedo Ibérico, p. 144). Esto no implicaba sostener la desastrosa política patronal y proimperialista del gobierno republicano. Por el contrario, Trotsky llegaba a admitir la hipótesis de que este último, en el caso de vencer militarmente a Franco, pudiera transformarse en un ‘régimen fascista’.

“Hasta el 11 de noviembre el principal enemigo de las masas de Angola eran las tropas coloniales portuguesas, y la tarea más urgente era lograr su retiro.

Una vez concretado ese retiro, el principal enemigo son las fuerzas proimperialistas de Zaire, Sudáfrica y mercenarios blancos, y no hay tarea más decisiva y urgente que combatirlas y lograr que abandonen el territorio angoleño. La intervención activa de las masas en esa lucha le da una dinámica que puede ser impulsada por los revolucionarios más allá de las intenciones del MPLA.

“No depositar ninguna confianza en la dirección del MPLA significa que, junto con la lucha implacable contra el bloque FNLA-UNITA, la UNTA y las Comisiones de Poder Popular deben remplazar el gobierno impuesto por el MPLA por un gobierno obrero y campesino elegido por las masas. Las inmediatas elecciones de una Asamblea Constituyente, y una reforma agraria que entregue a los campesinos la tierra de los colonos blancos y de las empresas imperialistas, permitirán ganar a las masas rurales que siguen al FNLA y a la UNITA, garantizándoles sus derechos democráticos y el acceso a la tierra.

“Los socialistas revolucionarios de todo el mundo tienen un deber que cumplir en relación con la guerra civil angoleña: organizar una campaña mundial por el reconocimiento de la RPA, así como para exigir el retiro inmediato de todas las tropas mercenarias, zaire-ñas y sudafricanas de Angola, y el fin de la intervención de las potencias imperialistas y sus lacayos africanos” (incluido en pp. 116 de este volumen).

Una vez más: ¿Había que apoyar o no materialmente al MPLA contra el FNLA y UNITA al final de la guerra civil?

El lenguaje del SWP-FLT es un tanto impreciso: era un “deber elemental dar apoyo material a la lucha militar” contra la intervención sudafricana que se intensificó al final de 1975. En todo el documento no se aclara si el apoyo debía ser dado al MPLA, el único movimiento opuesto a la invasión. En julio de 1976, la convención del SWP había sido más categórica, asegurando, mentirosamente, que habían apoyado “las acciones militares del MPLA contra Sudáfrica y los mercenarios controlados por el imperialismo”. La resolución de la FLT dice: “En setiembre de 1975, en un esfuerzo por adelantar su posición en la lucha fraccional por el poder, los dirigentes del FNLA cambiaron su posición anterior y se aliaron con la intervención militar sudafricana patrocinada por Estados Unidos. Esto constituyó una gran traición a las luchas de liberación de Angola y de África. “

Pero si en setiembre de 1975 el FNLA y UNITA se transformaron en “aliados” de la “intervención militar sudafricana” y cometieron una “gran traición” de las luchas de liberación angoleña y africana, “cambiando (revirtiendo) su posición anterior”: ¿era progresiva o no, a partir de ese momento, la guerra del MPLA contra esos “grandes traidores”, “aliados de Sudáfrica”, y que habían “cambiado su posición anterior”? ¿era necesario, entonces, darle o no apoyo militar al MPLA para derrotar a esos “grandes traidores”? ¿Era correcta o no la posición del PST que, a partir de noviembre de 1975, levantó la nueva posición de apoyo militar total al MPLA en la guerra civil contra el FNLA y la UNITA ‘‘aliados” de la “intervención sudafricana”?

Una falsa caracterización de los movimientos nacionalistas

Al SWP-FLT se le plantea un problema: si en setiembre del 75 el FNLA y la UNITA se transformaron en “aliados” de Sudáfrica y el imperialismo, y si cometieron una “gran traición” y “cambiaron su posición anterior” ¿podían seguir siendo definidos como iguales, idénticos al MPLA, como lo definieron en la resolución de enero de 1976? ¿O era acaso una caracterización falsa?

Recordemos la caracterización final del ya famoso informe-resolución: “Nuestra posición respecto de la guerra civil entre los grupos nacionalistas angoleños puede resumirse de la siguiente manera” —e insisten en dar las características centrales de los tres grupos, en ese momento, por las cuales eran idénticas— “ 1) los tres grupos están a favor de colaborar con el imperialismo y se oponen a la movilización obrera... “; “2) los tres tratan de exacerbar la hostilidad entre las principales nacionalidades de Angola”; y “3) cada uno posee una verdadera base de masas...”. En enero de 1976, para el SWP eran iguales como dos gotas de agua. Pero en octubre, caracterizan al FNLA y UNITA como “aliados del imperialismo”, porque habían “cambiado su curso nacionalista anterior” y cometían “una gran traición”. Esto sólo puede significar dos hechos: o el MPLA participaba de la misma traición, cambiando su curso anterior, y era aliado del imperialismo en ese momento para que pudiera ser catalogado como idéntico a los movimientos nacionalistas traidores, o era radicalmente diferente a estos. Este dilema se responde por sí solo: cuando el SWP caracteriza como idénticos a los tres movimientos angoleses, en enero de 1976, el MPLA era ya distinto a los otros dos movimientos nacionalistas. No cometía una “gran traición”, no era “aliado militar del imperialismo” y “no había cambiado su curso nacionalista anterior”. Hasta un ciego lo hubiera visto, pero sólo la dirección del Socialist Workers Party no pudo ver y continúa sin ver ese monumental error.

Una vez más sobre la ayuda cubana

En enero de 1976, el SWP aseguraba que “la intención del Kremlin al otorgar ayuda militar y diplomática al MPLA no es la de ayudar a las masas angoleñas, sino la de comprometer al régimen del MPLA con Moscú... ¿Creemos, acaso, que Cuba y la URSS son más ‘progresivas’ porque ayudan a una fracción nacionalista pequeñoburguesa, mientras que Pekín y Pyongyang apoyan a otra fracción igualmente pequeñoburguesa?’’

Para no dejar dudas sobre la posición del SWP, recordemos otra vez que al final de la guerra civil, el 27 de febrero de 1976, The Militant, sin ruborizarse, citaba a uno de sus dirigentes que manifestaba —insistimos, cuando ya la guerra concluía—: “la Unión Soviética y Cuba han estado equivocadas en apoyar a un lado contra el otro en la guerra civil angoleña”. Es verdad que fuera del informe, en el resumen de la discusión, Tony Thomas aceptó como mal menor la ayuda de la URSS al MPLA porque si no lo siguiera haciendo, esto “envalentonaría al imperialismo”, pero nada más. Jamás en el documento se señaló esta ayuda como positiva, sino todo lo contrario; identificaban —según lo hemos citado claramente— la colaboración dada por Pekín al FNLA y UNITA y la otorgada por la URSS y Cuba al MPLA.

Hoy día, sin embargo, nos encontramos al SWP-FLT reconociendo que “la acción de Castro, que fue un audaz reto contra el gigante imperialista norteamericano, animó a las fuerzas de África y de otras partes del mundo a profundizar su lucha por la liberación nacional” y que “la ayuda material dada por la URSS y Cuba al MPLA fue decisiva para derrotar la agresión sudafricana y superar la presión de Washington”.

¿Pero no se había dicho antes que esa ayuda militar no era progresiva y que, por el contrario, era tan negativa como la de Pekín y Pyongyang, y no se había afirmado también por parte de The Militant que la Unión Soviética y Cuba estaban equivocadas en apoyar al MPLA? ¿En qué quedamos? ¿Acaso no fue “decisiva para derrotar la agresión sudafricana”? ¿Por qué entonces no felicitar a Cuba y a la URSS? ¿Por qué no se señaló esto a su debido tiempo? Hay demasiadas contradicciones y sus errores han quedado al desnudo. La realidad ha sido demasiado brutal y han demorado ocho meses para poder digerir tales acontecimientos.

Para finalizar, hagamos un breve resumen: la dirección del SWP, en enero y febrero de 1976, cuando ya la guerra civil terminaba con el triunfo del MPLA contra la invasión sudafricana y sus aliados del FNLA-UNITA, criticó a Cuba por estar “equivocada” en tomar partido y, a su vez, como lo hemos dicho antes, identificaba la colaboración soviético-cubana con la China. Luego, en julio, silencio total. Tratan de lavarse las manos al hacerse a un lado, sin dar su opinión, sin caracterizar la ayuda. Pero, de pronto, afirman que esa ayuda se vuelve “decisiva para derrotar la agresión sudafricana” y para “animar a las fuerzas de África y de otras partes del mundo a profundizar su lucha por la liberación nacional”. Según esto, la colaboración de Pekín y el imperialismo era negativa y la de la URSS y Cuba muy positiva para el proceso de la revolución negra.

El Socialist Workers Party, es una verdad irrefutable, cometió un crimen político de enorme magnitud al no haberse puesto a la vanguardia en el apoyo incondicional al heroísmo de los combatientes del MPLA y a aceptar con beneplácito la colaboración soviética y cubana, ambos fenómenos con un objetivo común: la derrota de la invasión sudafricana y el triunfo del MPLA. Con un agravante, el SWP y la URSS reconocen hoy día que la ayuda cubana al MPLA se incentivó, fundamentalmente, a partir de la intervención racista, es decir, llegó en el momento preciso para evitar la derrota de Angola y del MPLA a manos del frente contrarrevolucionario sudafricano-FNLA-UNITA, que hubiera significado un colosal retroceso para toda la revolución negra en África.

3: El trotskismo y las posiciones del SWP sobre Angola

La dirección del SWP se considera heredera, por línea directa, del pensamiento de Trotsky. Casi podríamos decir que se ha contemplado a sí misma como su albacea testamentaria. Ante tal compromiso, es preciso que todo el movimiento trotskista y revolucionario mundial coteje las enseñanzas de Lenin y Trotsky con algunas de las posiciones del SWP sobre Angola y la revolución negra en el sur de África. Ese es el objetivo de este apéndice.

Sobre el rol de los negros norteamericanos y sobre la lucha del movimiento negro mundial.

El trotskismo, llevado de la mano por Trotsky, siempre consideró como una de sus bases programáticas fundamentales los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista. En el cuarto congreso se adoptó una resolución sobre el movimiento negro en el mundo; en ella se consideraba al sector negro de Estados Unidos como una parte fundamental de él. “La historia ha reservado a los negros de Estados Unidos un papel importante en la liberación de toda la raza africana” “gran participación de los negros en la industria posterior a la guerra, el espíritu de rebelión que despertaron las brutalidades de que son víctimas, coloca a los negros de América, y sobre todo a los de América del Norte, a la vanguardia de la lucha de África contra la opresión” (Los cuatro primeros Congresos de la Internacional Comunista, Cuadernos de Pasado y Presente, Buenos Aires, pp. 248-249).

A pesar de calificarlo como el sector de vanguardia, y precisamente hoy en día esto no sucede, puesto que la vanguardia está en manos de los africanos, nadie puede discutir la cita anotada en cuanto demuestra como la Internacional Comunista consideraba a los negros de América como parte del movimiento negro mundial. Tal vez, en este momento, sea la retaguardia, pero nuestro interés radica en demostrar que forma parte de ese movimiento, tal como se asevera en la concepción de la Internacional Comunista, considerándolo como un movimiento y una lucha mundial, ratificado luego en la Tesis 3. “La lucha internacional de la raza negra es una lucha contra el capitalismo y el imperialismo. En base a esta lucha debe organizarse el movimiento negro: en América, como centro de cultura negra y centro de cristalización de la protesta; en África, como reserva de mano de obra para el desarrollo del capitalismo... “ “La Internacional Comunista..., considera que su deber es alentar y ayudar a la organización internacional del pueblo negro en su lucha contra el enemigo común’’ (ídem, p. 249 y 250).

En la Tesis 6, dentro de las líneas políticas, se dice: “a) El IV Congreso reconoce la necesidad de mantener toda forma de movimiento negro que tenga por objetivo socavar y debilitar el capitalismo y el imperialismo, o detener su penetración” (ídem, p. 250). ¿En dónde está la similitud con la política del SWP? Absolutamente en nada. No hay un solo planteamiento en el cual el SWP considere al movimiento negro de Estados Unidos como parte de la “organización internacional del pueblo negro en su lucha contra el enemigo común”. ¿Tiene acaso relación la falta de apoyo y la falta de reivindicación del MPLA con la resolución en la cual se asevera la necesidad de respaldar y sostener toda forma de movimiento negro (el MPLA, por ejemplo) que tenga por objetivo “socavar o debilitar al capitalismo o al imperialismo, o detener su penetración”? En enero de 1976, el SWP publicó su famosa resolución, en la cual se niega el apoyo a cualquier movimiento negro angoleño con el objetivo de demostrar su correcta política de no prestarle colaboración al MPLA.

Sobre el derecho a la autodeterminación nacional y el peligro a la “balcanización’’

Mientras el SWP-FLT levantó como programa el “derecho a la autodeterminación nacional”, incluido el “derecho a separarse” de Angola por parte de las tribus-nacionalidades, la TMI proclamó la consigna directamente opuesta, contra la “balcanización”; es decir, en buen romance, en contra del “derecho a separarse” de la nación angoleña unificada. La Tendencia Bolchevique ha propuesto una línea opuesta a las dos anteriores: Por una Federación de Angola y los otros estados negros que reconozcan el derecho a la autodeterminación nacional de las diferentes tribus.

Creemos que esta es la verdadera posición trotskista. La posición del SWP linda con el revisionismo y tiende a ser proimperialista. Los marxistas tenemos una política de principios en todas las regiones del mundo: borrar las fronteras como el principal obstáculo, junto a la propiedad privada capitalista, al desarrollo de las fuerzas productivas y de la cultura. Como toda posición de principios se aplica a la realidad a través de múltiples mediaciones y contradicciones. Una de ellas es la lucha de las nacionalidades, razas o tribus oprimidas por lograr su propio estado, su propia nación. Nosotros respaldamos esa lucha y tratamos de derrotar a los opresores de esas nacionalidades para que se les respete su “derecho a la autodeterminación nacional”. Pero no por ello renunciamos a nuestra posición de principios que tiene como objetivo la destrucción de los obstáculos y barreras de toda región del mundo.

Trotsky es muy claro al respecto:

“2. ¿Qué significa el programa del separatismo?: la desarticulación económica y política de España. En otras palabras, la transformación de la Península Ibérica en una especie de península balcánica, con estados independientes divididos por barreras culturales, y con ejércitos independientes que sostienen guerras hispánicas independientes. Naturalmente, el astuto Maurín dirá que eso no es lo que él quiere, pero los programas tienen su propia lógica, algo que a Maurín le falta.

“3. ¿Están los obreros y campesinos de los diversos partidos interesados en la desarticulación de España? De ninguna manera. Por eso, identificar la decisiva lucha por el derecho a la autodeterminación con propaganda separatista significa realizar una nefasta tarea. Nuestro programa es por la federación hispánica, por el indispensable mantenimiento de la unidad económica. No tenemos intención alguna de imponer este programa a las nacionalidades oprimidas de España, con la ayuda de las armas de la burguesía. En este sentido estamos abiertamente por el derecho a la autodeterminación. Si Cataluña se separa, su minoría comunista, así como la de España, tendrá que luchar por la federación.

“4. En los Balcanes, la vieja socialdemocracia de preguerra, levantó la consigna de federación democrática balcánica como respuesta para el manicomio creado por la separación de los estados. Hoy la consigna comunista en los Balcanes es la de la federación soviética balcánica (a propósito, la Internacional Comunista adoptó esta consigna, pero, ¡al mismo tiempo la rechazó para Europa! ). Bajo estas circunstancias, ¿cómo podemos adoptar la consigna de balcanización de la península española? ¿No es eso monstruoso?

“5. Los sindicalistas, o por lo menos muchos de sus dirigentes, han declarado la guerra al separatismo y han anunciado que lo combatirán aun con las armas en la mano. En este caso, los comunistas y los sindicalistas se encontrarían en lados opuestos de las barricadas, y puesto que los comunistas no comparten ilusiones separatistas, sino que las critican, tienen que levantarse enérgicamente contra los verdugos imperialistas y sus lacayos sindicalistas.

“6. Si la pequeña burguesía —contra las recomendaciones y críticas de los comunistas— lograra desarticular a España, no tardarán en manifestarse los efectos negativos de dicho régimen. Los obreros y campesinos de las diversas regiones de España llegarán rápidamente a la conclusión de que los comunistas tenían razón. Y esto significa, precisamente, que no debemos asumir responsabilidad alguna por el programa de Maurín” ( The Spanish Revolution, Pathfinder Press, New York, 1973, pp. 155-156).

Esta extensa pero indispensable cita de Trotsky no sólo va contra el Socialist Workers Party cuando afirma categóricamente “nuestro programa es por la federación hispánica, por el imprescindible mantenimiento de la unidad económica” y estamos “contra” “las ilusiones separatistas”. La relación con Angola es clara; tanto es que podríamos transformar la frase de esta manera: “nuestro programa es por la federación angoleña, por el imprescindible mantenimiento de la unidad económica” y “contra” “las ilusiones separatistas”. Pero también esta línea va contra la TMI y su consigna contra la balcanización, puesto que al no señalar nuestro respaldo al derecho a la autodeterminación de las tribus, cometemos un grave error, ya que se favorecería, llegado el momento, a las tribus más fuertes o a las más ligadas al capitalismo y al imperialismo. Es decir, estamos contra la balcanización y por mantener la unidad angoleña, pero al mismo tiempo luchamos por el derecho a la autodeterminación tribal. El Socialist Workers Party da un solo polo de la posición trotskista, aquella que no es esencialmente socialista: el derecho a la autodeterminación nacional, mientras la TMI recoge el otro polo de nuestra concepción, o sea, nuestro programa de lucha por la unidad de Angola, y no sólo de este país, sino de todas las repúblicas negras, agregamos nosotros. Cualquier posición que se dé en forma unilateral, sin cobijar las dos alternativas, cae en actitudes pequeñoburguesas, burguesas o pro-imperialistas; sin embargo, es preciso anotar que la más grave de todas estas posiciones es la de la balcanización. En eso reconocemos que los compañeros de la mayoría tienen toda la razón, porque esta consigna es la más pérfida arma del imperialismo no sólo en Europa, sino que la utilizó en América Latina y ahora la pone en práctica en África.

Sobre la consigna de “república negra’’

El SWP, como ya hemos visto, mata con el silencio la consigna de República negra en Sudáfrica. Y de manera más peligrosa aún, al respaldar el planteamiento de un gobierno de mayoría negra en Sudáfrica, está levantando la consigna de estado multirracial, oponiéndose también, aunque con un silencio total, al llamado hecho por ellos mismos para las tribus de Angola en defensa de la autodeterminación nacional. ¿Los negros de la República de Sudáfrica o de Rhodesia, que son mayoritarios, tienen derecho a hacer su república independiente como los bakongos? ¿por qué el SWP lucha por ese derecho para los bakongos y no para los negros sudafricanos?

El Socialist Workers Party ni se plantea esta pregunta, ni la responde afirmativamente, cumpliendo así un deber primario de un trotskista consecuente. Pero lo más grave es la no aceptación directa de la consigna por una “república negra”, una urgente necesidad impuesta por la lucha negra en África. Así mismo, sin ninguna razón, dejan de lado el planteamiento hecho por Trotsky años atrás.

“En tales condiciones, la república sudafricana surgirá, en primer lugar, como una república ‘negra’. Claro está que esto no excluye la total igualdad para los blancos o relaciones fraternales entre ambas razas. Eso depende fundamentalmente de la conducta de los blancos. Pero es absolutamente obvio que la amplia mayoría de la población, una vez liberada de la independencia esclava, otorgará al Estado características especificas. [...] No estamos de acuerdo con la formulación de las tesis, cuando plantean que la consigna de una república negra es tan nefasta para la causa revolucionaria como la de Sudáfrica para los blancos. Mientras que en este caso se trata de un apoyo a la total opresión, en el primero se trata de los primeros pasos hacia la liberación. Debemos aceptar decididamente y sin reservas el derecho absoluto e incondicional de los negros a la independencia. La solidaridad entre los obreros negros y los blancos sólo puede cultivarse y fortalecerse sobre la base de la lucha común contra la dominación de los explotadores blancos. Es posible que después de la victoria (subrayado L. T.) a los negros les parezca innecesario formar un estado negro independiente en Sudáfrica. Por supuesto que no los obligaremos (sub. L. T.) a establecer un estado separado. Pero dejemos que tomen libremente su decisión, sobre la base de su propia experiencia, y no los forcemos con el sjambok [látigo] de los opresores blancos. Los revolucionarios proletarios no deben olvidar nunca el derecho de las nacionalidades oprimidas a la autodeterminación, incluida la separación total, y el deber del proletariado de la nación opresora de defender ese derecho con las armas en la mano si es necesario” (Sobre la liberación nacional, Editorial Pluma, Bogotá, 1976, pp. 29 y 31).

Como albacea testamentario no es el SWP muy honesto que digamos.



[10] Publicada en Intercontinental Press el 19/1/76. Traducción de Intercontinental Press.

[11] Este resumen fue publicado junto con el informe en Intercontinental Press (26/1/76). Traducción de Roberto Ramírez.

[12] La presente resolución fue presentada por la TMI (Tendencia Mayoritaria Internacional) y aprobada en la reunión del CEI (Comité Ejecutivo Internacional) de febrero de 1976. Publicada en Intercontinental Press, del 19 de abril de 1976. Traducción de Intercontinental Press.

[13] Publicado en Intercontinental Press del 19 de julio de 1976 con el titulo Betuna the MPLA’s “Socialist” Mask, y con el de The New Danger of Imperialist Domination, el 26 de julio del mismo año. Traducido por Intercontinental Press, revisado por el editor.

[14] Para una descripción de las acciones antiobreras del MPLA y sus colaboradores en el régimen de coalición, ver Angola: The Hidden History of Washington’s War por Ernest Harsch y Tony Thomas, Pathfinder Press, Nueva York, 1976

[15] Revolta Activa: tendencia disidente dentro del MPLA, actualmente disuelta

[16] Texaco, que tiene el 25% de las acciones en otra operación petrolífera angoleña que se cerró en enero, también ha reanudado sus pagos de impuestos y derechos, dando al MPLA cerca de un millón de dólares.

[17] La única excepción son los Tanganika Concessions, una firma anglosudafricana propietaria del ferrocarril de Benguela. Se planea que sea nacionalizada después de que pague su deuda de 40 millones de dólares. Mientras tanto, se dice que el régimen de Luanda está pagando los salarios de los empleados del ferrocarril, con gastos superiores a un millón de dólares al mes.

[18] Informe de Tony Thomas a la Convención del Socialist Workers Party, que sesionó del 7 al 13 de agosto de 1976. Publicado en The Militant, del 17 de setiembre de 1976 con el título Freedom Struggle on the ríse.

[19] Resolución basada en la linea general del informe presentado a la reunión del CEI de febrero de 1976 por Tony Thomas de la FLT (Fracción Leninista Trotskista), que fue rechazado por el CEI. Publicado en Intercontinental Press, del 25 de octubre de 1976. Traducción de Intercontinental Press.

[20] Angola: The Hidden History of Washington’s War, por Ernest Harsch y Tony Thomas, con una introducción de Malik Miah, Pathfinder Press, New York, 1976.

Capítulo anterior Listado de obras

 



Indice general

 

 

Hosted by www.Geocities.ws

1