De
lo que he vivido,
y
toda la historia que he leído,
me he dado cuenta,
qué no importaría,
qué milenio,
qué siglo,
qué década,
qué año,
qué mes,
qué día,
hubiera nacido,
para sentirme
defraudado
por la humanidad.
Ardor
Bromean
tus labios
con
el juguete vibrador.
Salpicas
gotas de rocío
disimulando
interés
a
la pantalla del vacío.
Cuerpos
desnudos y tendidos
en
camas de fresas,
aroma
de pornografía.
La
mezcla del dentro
y
fuera sobre colchones
ajenos
rinden mejores
placeres.
Alcohol
facilita el entierro
de
los nervios,
luces
bajas tuercen
piernas.
Exprimo
la flor del pezón;
navega
entre mis dientes
el
néctar de la feminidad.
Einstein
De
tanto mirar atrás
la
bicicleta de Einstein
devoró
el borrador
del
lápiz
que
no puede cambiar
(el
contenido)
la
formula relativa
al
peso de las frutas
sobre
tu pecho
y
la perdición
del
péndulo carnal.
Nerviosa
se pone la pluma
cada
vez que los dedos
viajan
por sus caderas
y
empieza temblar del placer
provocado
por el estímulo
en
sus labios de abeja.
Hastiado
del juego
masturbatorio:
poeta
expone al universo,
espera
al pez,
arriesga
la carnada del pellejo,
recibe
una caridad
o
limosna por el esfuerzo.
Viene
el hambre otra vez,
su
ego padece estímulo,
repite
la secuencia,
otro
ciclo y pronto
se
convierte en vicio.
El
fuego y el hambre perduran,
el
seso perplejo dialoga
y
todo hasta cuando:
¿Para
qué?