LIED I

 

Era el alba,
cuando las gotas de sangre en el olmo
exhalaban tritísima luz.

Los amores
de la chinesca tarde fenecieron
nublados en la música azul.

Vagas rosas
ocultan en ensueño blanquecino,
señales de muriente dolor.

Y tus ojos
el fantasma de la noche olvidaron,
abiertos a la joven canción.

Es el alba;
hay una sangre bermeja en el olmo
y un rencor doliente en el jardín.

Gime el bosque,
y en la bruma hay rostros desconocidos
que contemplan el árbol morir

 

LA SANGRE

El mustio peregrino
vió en el monte una huella de sangre;
la sigue pensativo
en los recuerdos claros de la tarde.

El triste paso a paso,
la ve en la ciudad dormida, blanca,
junto a los cadalsos,
y al morir de las ciegas atalayas.

El curvo peregrino
transita por bosques adorantes
y los reynos malditos;
y siempre mira las rojas señales.

Abrumado le mueven
tempestades y Lunas pontinas,
mas, allí transparentes
y dolorosas las huellas tilitan.

Y salva estremecido
la región de las nieves sagradas;
no vislumbran el herido,
sólo las huellas que nunca se acaban.

 

LA NIÑA DE LA LÁMPARA AZUL

 

En el paradizo nebuloso

cual mágico sueño de Estámbul,

su perfil presenta destelloso

la niña de la lámpara azul.

Ágil y risueña se insinúa,

y su llama seductora brilla,

tiembla en su cabello la garúa

de la playa de la maravilla.

 

Con voz infantil y melodiosa

en fresco aroma de abedul

habla de una vida milagrosa

la niña de la lámpara azul.

 

Con cálidos ojos de dulzura

y besos de amor matutino,

me ofrece la bella criatura

un mágico y celeste camino.

 

De encantación en un derroche,

hiende leda, vaporoso tul;

y me guía a través de la noche

la niña de la lámpara azul.

 

 

LOS ROBLES

 

 

En la curva del camino
dos robles lloraban como dos niños.

Y había paz en los campos
y en lamágica luz del cielo santo.

Yo recuerdo la rondalla
de la onda florida de la mañana

En la noria de la vega,
las risas y las dulces pastorelas.

Por los lejanos olivos,
amoroso canto de caramillos.

Con la calma campesina,
como del incienso del humo subía.

Y en la curva del camino
los robles lloraban como dos niños.

 

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