La carátula es gentileza de nuestro amigo Marcelo

3 de febrero de 1971

La noche se puebla de sombras fantasmales mientras en la capilla las notas del órgano semejan gemidos de ultratumba... Unn viento frío silba por el convento abandonado... Y una carcajada siniestra anuncia la tenebrosa presencia del Monje Loco...
¡Nadie sabe!... ¡Nadie supo!... La verdad en el espantoso caso de... "El Infierno Encontrado".

“A cada cual su propio infierno”, frase hecha en molde para Pedro y Juan, dos desalmados homicidas que planean escapar de lo que supone una tortura carcelaria. Simulando una riña, la pareja criminal da fácil cuenta de dos guardias, asesinándolos sin piedad. De ahí a la calle un solo paso, y la fuga se hace efectiva con éxito mediático, no sin antes dejar otros muertos en el camino. De nada sirvieron los perros de presa y ambos desesperados, ayudados por la suerte, encuentran un bote, cruzan el río y se alejan del peligro inminente.

El miedo en sus corazones les hace presentir que deben moverse rápido si no quieren ser capturados, y una cueva disimulada en la falda de un monte, tras mucho andar por el pedregoso camino, les parece un lugar seguro para calmar sus nervios y aclarar sus ideas. A punto de entrar sienten al interior un aullido infrahumano que les congela el alma. Volver o quedarse fuera significa la muerte segura. Entrar podría ser una posibilidad de conservar la vida. Están armados y cualquier cosa que se mueva será blanco de los criminales. Comienza el vagar por un sitio que parece no tener fin y que en un punto se desdobla en varias direcciones. El horror ya desatado les hace perder el sentido de la orientación y en pocos minutos se sienten extraviados en un terreno desconocido e infectado de podredumbre y peligros invisibles. De pronto descubren que no están solos. Unos seres salidos de algún sepulcro, animados por una horrenda vida, les rodean y tanto Juan como Pedro saben que han encontrado un infierno propio.

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