La carátula es gentileza de nuestro amigo chileno Raúl Tapia.

23 de diciembre de 1970

Es la hora de la cita con el Monje Loco, que como siempre tiene un relato espeluznante que narrar. ¡Nadie sabe!... ¡Nadie supo!... La verdad en el caso de... "La Mujer Diabólica". Es una historia de horror, tan extraña y terrible, que seguramente los ayudará a dormir tranquilos esta noche.

El título lo dice todo. Un ser perverso encuentra uno infinitamente más despreciable y corrupto. Moisés Rodríguez, asesino psicótico serial, escurridizo como una víbora y con alma de buitre, dedica su infame pasar al crimen selectivo de mujeres indefensas. Su técnica: el estrangulamiento. Su arma: una soga y, en oportunidades, un cuchillo con el cual remata a sus víctimas. No tiene conciencia de su pavorosa existencia y el remordimiento es para él un término desconocido Pero una jugarreta del destino está a punto de acabar con su miserable existencia. Desde hace un tiempo a esta parte está siendo observado con especial fascinación por un ser demoníaco surgido del averno y con la apariencia de una hermosa mujer. Y una noche el inevitable encuentro se hace realidad. Rodríguez, en principio, la ve como una nueva víctima y sigue sus pasos, soga en mano. Ella se sabe perseguida y conserva la distancia. Ambos se adentran en una calle oscura y de pronto el ambiente se llena de una música extraña. Una especie de cabaret atrae su atención. En la puerta la hermosa mujer parece llamarle. El asesino sigue sus pasos a través del local. Un hedor insoportable hiere su olfato y recién presta atención a los muchos parroquianos que pululan en el lugar. Seres deformes, decrépitos, infernales se mueven al compás de una música lasciva. Entre ellos, la belleza de la muchacha se destaca como una violeta entre cardos. Le llama y juntos se sientan, balbuceando palabras y halagos mutuos. Las horas pasan con alucinante rapidez. Instintivamente, Moisés se lleva las manos a la cabeza y comprende que ha sido narcotizado. Un rayo de luz le devuelve la conciencia y el rostro de un policía le observa con atención. Comprende que está tirado en la calle, a salvo, pero trastornado por los sucesos de la noche anterior ¿Habrá sido un sueño? Desconcertado, solo tiende a disculparse y, avergonzado, se aleja del lugar. Sin embargo, a poco dar, el acontecimiento se olvida y la tendencia homicida vuelve a florecer. Lo que el sádico criminal ignora es que, astuta y paciente, este ente infernal va tejiendo la red que lo atrapará más temprano que tarde. Pero un ser perverso como Moisés ¿se dejará atrapar fácilmente? Tal para cual.

Una historia sobrenatural que el Monje Loco nos narra con su habitual ironía

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