La carátula es gentileza de nuestro amigo mexicano Ricardo Olvera

18 de noviembre de 1970

Vivir eternamente. Deseo que muchos mortales anhelan. La Fuente de la Eterna Juventud. Ponce de León dijo encontrarla, pero al dejar de existir se llevó su secreto a la tumba. El Monje Loco nos hace sentir un cosquilleo tenebroso al hacernos recordar nuestra propia mortalidad. Trasladémonos a la Francia del siglo XVI. Madeleine Saval, hermosa joven que en esos años pasados llenó de alegría y belleza las hermosas fiestas en el París luminoso, reina en el ambiente de la nobleza. Su belleza sin aditivos enloquece a hombres de todo rango y posición. No son pocos los que han perdido la vida por ella, pero su hermosura contrasta frontalmente con sus sentimientos, y cada efímero pretendiente no pasa de ser una entretención sin importancia en su inútil vida, un despojo que se desecha una vez ha perdido su utilidad. Entre los que más la amaron se contaba el Marqués de Druiller, hombre noble y cabal, que no trepidó en romper un compromiso sentimental anterior para enredarse en los brazos de la Saval. Caro pagó su error el desdichado. El rechazo, a corto plazo, del objeto de su pasión dejó tal huella en él que su única salida fue el suicidio. Para Madeleine, solo significó otro más en el sendero de su existencia. Un día la deseada joven hizo un pacto brutal con las tinieblas. Pidió vida eterna y le fue concedida. Sintió esa maldición-bendición en todo su cuerpo y se empeñó en sacarle total partido. Pasó medio siglo y no en vano. Lo que Madeleine no sopesó fue que su existencia sería eterna, pero su cuerpo y belleza se irían marchitando con el correr de los años paralelamente a su carácter. Su belleza, ya marchita, no atraía. Entonces la dejaron abandonada, sin amigos. Los enamorados se esfumaron y ella empezó a comprar amor y compañía para llenar esa carencia de afectos, pero su rutinario andar solo le trajo desesperanza total y un cansancio espantoso. El tiempo siguió su marcha. Deseó a gritos la muerte, pero la petición le fue denegada y los años siguieron pasando, pasando, pasando…y el desenlace fue aun más horrible que su pavorosa existencia.

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