La carátula es gentileza de nuestro amigo Marcelo

14 de octubre de 1970
Rechinan los goznes oxidados en la vieja puerta del convento abandonado. Cuando suena la última campanada de las doce... una carcajada siniestra, coreada por el asustado aullido de los coyotes, anuncia la presencia del Monje Loco...
¡Nadie sabe!... ¡Nadie supo!... La verdad en el caso de... "LA REGIÓN DEL ESPANTO". Es una historia tenebrosa, de horror y de muerte... precisamente lo que usted necesita para dormir tranquilo esta noche...

Seres abyectos e infames rondan por las calles. Siendo idénticos a la apariencia de cualquier mortal, no necesitan ocultarse entre las sombras para pasar desapercibidos. Pero hay otros, bien lo sabe el Monje Loco, que habitan lo oscuro, conviven con las alimañas y permanecen al acecho esperando el momento exacto para apoderarse de las almas de todo incauto.

La ambición de dinero, poder y gloria está inserta en el espíritu de todo ser humano en menor o mayor medida. Julia, como muchas noches, paseaba con Juan, su novio, por las estrechas calles del pueblo. En cierta medida se amaban por igual, pero sus intereses distaban en absoluto de asemejarse. Mientras uno aspiraba a vivir en un futuro cercano en la placidez de una vida familiar libre de sobresaltos, la otra soñaba con una existencia llena de lujos y poder económico que la arrebatara de esa vida pueblerina que la había acompañado desde su niñez. La comunicación no era un problema para ellos, cada uno sabía exactamente de la ambición del otro y quizás esto provocaba una especie de desconfianza que se mantenía latente en el aire. Fue en una de estas caminatas nocturnas que la joven, por circunstancias del destino, se topó con el hombre que significaría un cambio radical en su vida. Poder y riqueza le fueron ofrecidos y ambos fueron aceptados. No hubo preguntas ni dudas. Solo unas pocas palabras dichas con una convicción calculada y unos oídos receptivos que captaron lo que toda una vida se le había negado. El trato estaba hecho. Ella abandonaría su anterior existencia para entregarse en vida y alma a ese ser singular que había aparecido en su andar. El pacto fue sellado con sangre y una vez finiquitado ya no existía la posibilidad de una vuelta atrás. Juan, por su parte, no estaba dispuesto a perder la que ya consideraba su amante y compañera, pero para vencer al adversario hay que conocer sus fuerzas y debilidades, como asimismo asegurarse de las propias. Hombre contra demonio... y de ganar ¿valdría la pena el trofeo?

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