Hipólito Césped, viudo millonario desde hacía unos años, muere sin señalar dónde escondía su fortuna a repartir en herencia a sus tres hijos que se habían marchado hacía algún tiempo en busca de fortuna. René, Andrés y Saúl arribaron demasiado tarde para hallar con vida a su progenitor y se encontraron con la inesperada novedad de que el anciano al fallecer no había dejado testamento alguno. Los tres hermanos de condición diferente eran asimismo distintos en su proceder uno del otro. Andrés, el más joven, tenía una personalidad pacífica y la muerte de su padre le cayó como un balde de agua fría. En cambio, Saúl era la "oveja negra" de la familia y su corazón y alma eran los de una hiena. Una noche el espíritu del padre se presentó ante Andrés señalándole el lugar en que se encontraba escondido el tesoro y la forma porcentual en que debía ser repartido: 50% para Andrés, 25% para René y el resto para Saúl, y que de no llevarse a efecto esta repartición tal como fue dada el castigo sería terrible. El menor de los descendientes comunicó la noticia a los hermanos afectados y desde ese instante comienzan a cuestionarse los unos a los otros. El odio, la desconfianza y la ambición desmedida desencadenan una tragedia que desnuda totalmente el alma humana de los protagonistas, y de ahí al crimen... un solo paso.