La carátula es gentileza de nuestro amigo chileno Raúl Tapia.

24 de junio de 1970

Son las doce de la noche. Entre las sombras de la capilla negra resuena la espantosa carcajada del Monje Loco. A su paso se despiertan cientos de murciélagos. ¡Nadie sabe!... ¡Nadie supo!... La verdad en el espantoso caso de... "EL EMISARIO FATAL". Es una historia tan terrible que les crispará los nervios y les hará temblar de miedo.

Una parodia de seres humanos. Cuatro patanes, Rogelio Prescot, Rosalinda Valeti, Gualterio Wallace e Iván Bronski, mera copia de tercera clase de “Los Angeles del Infierno”, se divierten en grande atormentando a quienes piensan son más débiles que ellos, no importando su edad ni condición. Para ellos maltratar, matar, quemar y torturar es común, y la palabra remordimiento no existe en su diccionario. Pero, para su infortunio, el destino les tiene preparada una fatídica sorpresa a corto plazo. Huyendo de la policía se topan a medio camino con una carpa que hacía de morada y lugar de trabajo de un adivino. Pensando que esta situación daba para una diversión en grande, los pandilleros detuvieron su camino, dirigiéndose a la carpa donde fueron recibidos por un anciano de porte y tono autoritario. En el ambiente se notaba una tensa calma y cada uno de los cuatro recibió de parte del anfitrión un futuro de muerte violenta, detallada y muy próxima. Terminada la sesión, el viejo dio un giro y desapareció, dejándolos con un palmo de narices.

En ese momento despertó en ellos la maldad y, no encontrando nada mejor con qué retribuir la atención dispensada, deciden quemar la carpa, incluyendo en su cruel acción al adivino en cuestión. Huyen del lugar y a corto camino regresan al contemplar que no hay incendio ni carpa, y que todo parece haber sido una pesadilla inducida por hipnosis, pero cuando el primero de los sentenciados muere de la brutal forma que le fue anunciada los restantes saben que no hay escapatoria.

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