17 de junio de 1970
Los pálidos rayos de una luna mortecina y triste iluminan la silueta del Monje Loco. El campanario de la iglesia anuncia la hora en que nuestro ilustre personaje relata una más de sus escalofriantes historias.
Tú, Luna... ¡Sí, tú, astro de la noche, fuiste mudo testigo de lo que voy a relatar... ¡Nadie sabe!... ¡Nadie supo!... La verdad en el pavoroso caso de... "Los Diabólicos". Precisamente lo que usted, querido lector, necesita para dormir tranquilo esta noche.

Noche lluviosa en la mansión de los Harrison. El viejo Percival está siendo asesinado a manos de John, su sobrino, acompañado por Margaret, hermana de éste. Ambos están convencidos de que su tío no los ha considerado en su testamento y la solución al problema es robar lo que en principio no se les estaba dando, cuidando cada detalle que los pudiera involucrar en el homicidio. La noticia cayó como un rayo en Edwin, único hijo de Percival Harrison, y la pareja asesina representó a maravillas la comedia del pesar por la muerte de "tan querido familiar". Como si Satanás hubiese metido la mano en ello, la fortuna favoreció aun más a los hermanos criminales: la salud del unigénito, producto de la terrible muerte del anciano, comienza a tambalear. Un segundo plan siniestro comenzó a tejerse en la mente de John al ver la posibilidad de deshacerse de Edwin sin despertar la menor sospecha, aprovechando su actual estado. El Monje Loco nos va introduciendo, de menos a más, en un mundo perverso de ambiciones ilimitadas cuyo desenlace resulta, a lo menos, inesperado.

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