La joven pareja descubre que varios monjes se aproximan. Los ven venir casi displicentemente, como quien est� seguro de que no hay escape para su presa. En sus apergaminados rostros no hallan ni siquiera un signo de humanidad. Han sido soldados curtidos en las batallas. Comprenden que de ser atrapados sobrevendr� la muerte, de la forma m�s atroz. Paul hecha mano a una de los dos cartuchos de dinamita. El estruendo es espantoso y varios cuerpos, muertos ya hace siglos, vuelan por los aires. Una especie de sorpresa inunda a los inmortales. La distracci�n es moment�nea. Al momento la persecuci�n contin�a y la segunda carga es arrojada, destrozando el cuerpo de otros monjes y dejando ahora indefensos a los perseguidos. La furia de los hombres maldecidos es inaudita. En su pasar no dejan espacio sin investigar. Avezados soldados avanzan utilizando el sistema de rastrillo, ganando espacio y usando la m�s inteligente estrategia militar. Los acosados act�an casi por instinto. En sus afiebradas mentes la idea era encontrar la puerta de entrada y huir. Quiz�s podr�an hacer funcionar el cerrojo que separaba la vida de la muerte. No lejos de all�, los padres de Paul sufr�an la m�s cruel de las torturas. Ser�an emparedados en vida. No mejor era la suerte del sacerdote, condenado a la misma muerte.
Esta espantosa historia narrada por el Monje Loco, no da respiro. Tiene todos los elementos cl�sicos de una historia de horror, sin concesiones. Recomendable para leer en cualquier noche de insomnio.