La carátula es gentileza de nuestro amigo mexicano Horacio Villamil

18 de marzo de 1970
La campana de la capilla negra está dando la medianoche. ¡Es la hora de la cita con el Monje Loco! Tras unos segundos de espantosa espera, resuena su lúgubre carcajada. ¡Nadie sabe!... ¡Nadie supo!... La verdad sobre el tenebroso caso de "La Secta de las Almas Perdidas", en su primera parte intitulada "Noche de Difuntos".
Estos sucesos tuvieron lugar no hace muchos años, en el pequeño país de Moldavia, donde parece que el tiempo se ha detenido.

La acción se inicia en Moldavia, tierra en que el tiempo parece haberse detenido. Paul Gilbert, ingeniero inglés, designado para iniciar los trabajos de la construcción de una carretera, parece haber enloquecido. Los lugareños tratan de impedir que se acerque al viejo monasterio enclavado entre los cerros, ya que, según ellos, pesa una maldición centenaria sobre quien atraviese sus muros. Es noche de walpurgis y los habitantes, supersticiosos, temen la venganza mortal de los espíritus que caminan amparados en las sombras de la noche. Los esfuerzos resultan infructuosos y el joven, burlando a sus perseguidores, logra su cometido y cruza la entrada del convento. Una vez dentro la puerta de piedra maciza, madera y acero se cerró estrepitosamente, tragándose literalmente al joven ingeniero. Jamás se le volvió a ver. Ha pasado un año y un coche a caballos se detiene en el pueblo. De él descienden dos parejas, una joven y la otra de edad madura, acompañadas de un sacerdote. Se trata de los padres del joven extraviado, Orlando y su esposa Yolanda. Sus acompañantes, los jóvenes, Carlos, hermano de Paul, y Verónica, que antes de la desaparición de Gilbert había sido su prometida. Sin embargo, ambos jóvenes mantienen una relación oculta, con el fin de no lastimar al matrimonio. Sin pérdida de tiempo, tratan de indagar datos sobre el desaparecido, pero en los rostros solo divisan evasivas y terror. El tabernero, ante la insistencia de los recién llegados y en un acto de compasión, les hace saber que entre los cerros existe una mujer, Micha, quien les puede proporcionar datos sobre el enigma. Tras ingentes esfuerzos se logra el paradero de la anciana y de su boca se enteran de una verdad sobrenatural: “Gilbert llegó al pueblo a cumplir su cometido y de inmediato se hizo querido en el lugar. Pasados unos días conoció a una extraña muchacha, Hania, de quien se enamoró profundamente al extremo de proponerle matrimonio. La misteriosa joven solo se presentaba de noche y parecía tener hechizado al ingeniero. Tan ciega era su pasión, que no podía mantener su mente en otra cosa que no fuese ella. Una noche, después de despedirse, la siguió y la vio entrar en el viejo monasterio. Desde ese día, Hania no volvió a aparecer. Enloquecido y sordo a los ruegos de los lugareños la siguió a ese lugar maldito. Ya nunca regreso”. Terminado su relato, la anciana les pidió que se marcharan. Por la noche, los cinco forasteros llegaron al convento y comprendieron que la única forma de entrar sería dinamitando el portón.

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