30 de octubre de 1968
Son las doce de la noche... La hora en que el mundo se puebla de extra�as criaturas... El mar ruge, estrell�ndose contra los acantilados. Se avecina la tempestad... Es la hora de la cita con nuestro t�trico personaje... �Nadie sabe!... �Nadie supo! La verdad en el terrible, en el espantoso caso de... "UN VISITANTE NOCTURNO".

Con algunas variantes (aqu� Shalken se llama Luis y su oficio no es la pintura sino la orfebrer�a), el Monje Loco nos deleita con una horripilante obra basada en un cuento del escritor irland�s Joseph Sheridan Le Fanu. Pedro Valdivia, importante platero de la Nueva Espa�a, de desempe�a en su labor a entera satisfacci�n de sus clientes. Sus trabajos son considerados verdaderas obras de arte que la nobleza luce con orgullo. Se trata de un hombre formal, honesto y de fiar. La codicia, que es uno de sus defectos, es eclipsada por sus otras virtudes y quienes trabajan bajo sus �rdenes lo hacen a total satisfacci�n. Entre ellos se halla Luis, un joven orfebre que en secreto est� enamorado de Amanda, hija �nica de don Pedro. El muchacho teme confesarlo, sabiendo que su patr�n desea para el objeto de su amor un hombre de clase alta, un noble. Los d�as pasan en una rutina agradable y este sentimiento se va acrecentando en el coraz�n del joven. Una noche, estando ausente el patr�n, un visitante se deja caer en el despacho pidiendo una entrevista. Luis lo observa con detenimiento. El reci�n llegado es un hombre f�sicamente horrible y autoritario. El encuentro tiene lugar al d�a siguiente y es breve y conciso. Don Hugo Pereyra desea casarse urgentemente con la joven Amanda, para lo cual exhibe dos cofres llenos de gemas y joyas preciosas que pasar�n, en caso de aceptar, a manos de don Pedro. La codicia llena los ojos del platero y, sin medir consecuencias, acepta la ins�lita proposici�n. El matrimonio se lleva a efecto en tres d�as, bajo un contrato, y la desconsolada novia es arrancada del hogar paterno. Luis queda destrozado, sus sentimientos cortados de un solo tajo y sin derecho a r�plica. Pasan los d�as, las semanas y los meses, y de los c�nyuges no se ha sabido m�s. Inexplicablemente, don Pedro est� tranquilo. Culpa de esta falta a los importantes compromisos de don Hugo y da tiempo al tiempo. Por otra parte, el joven presiente que algo no va como debiera. Intuye que la muchacha no es feliz ni lo ser� y la vida se le va presentando cada vez m�s dura, pese a la humanizaci�n de su patr�n que ha descargado su cari�o en �l a falta de su hija. Cu�n lejos est�n de imaginarse ambos que est�n a punto de enterarse de una verdad espeluznante.

Hosted by www.Geocities.ws

1