La carátula es gentileza de nuestro amigo mexicano Horacio Villamil
31 de julio de 1968
En el silencio de la noche se escuchan, lentas, lúgubres, las campanadas de las doce de la noche... Bajo las bóvedas de la vieja capilla, la extraña música que el Monje Loco arranca a su desvencijado órgano resuena misteriosa, mientras su cerebro forja una nueva historia de horror. ¡Nadie sabe!... ¡Nadie supo!... La verdad en el extraño caso de las ... "MANOS DE PESADILLA". Es una historia tan divertida, que nos hará dormir muy tranquilos esta noche...

Corría el año 1870. Francisco José de Austria había sido coronado Rey de Hungría en la ciudad de Budapest. Siendo pasajeros en tránsito, los diferentes cambios de gobierno poco importaban a los gitanos que pululaban por las ciudades y campos, mezclándose entre los habitantes de cada lugar. Entre las variadas tribus se encontraba a la que pertenecía Zindelo, joven y virtuoso violinista que alegraba la vida de sus paisanos y de todos los que tenían el placer de escucharlo. El gitano mantenía una relación amorosa con Grinza, bella gitanilla de una tribu adversaria, y esta unión se mantenía en sagrado secreto. De haberse sabido, el desenlace hubiese sido una guerra declarada entre las dos bandas rivales. Sin embargo, Jasha, padre de la joven, mantenía sus sospechas. Inesperadamente las vio confirmadas cuando Romany, enemigo acérrimo de Zindelo descubrió el complot. Entre ambos se urdió un plan. Debería tratarse de un crimen perfecto, imposible de comprobar, el que mantendría limpias las manos de los dos asesinos.

Una tarde, mientras paseaba por las tierras, el enamorado violinista sintió una picada en el cuello. Inocentemente la atribuyó a una mordida de avispa, sin sospechar que Romany, deliberadamente, había lanzado un dardo envenenado a través de su cerbatana. Con el paso de las horas, Zindelo fue presa de un fuerte dolor en sus manos y en menor medida en todo el cuerpo. Sumóse a esto una fiebre galopante. Tana, la vieja adivina de la tribu, que amaba al joven como si fuese su hijo, empezó a atar cabos y en principio a sospechar, para luego comprobar la acción de terceros en el infame atentado. Al enterarse la buena mujer, por palabras del médico tratante, que existían dos posiblidades: la amputación o la muerte, y al ver al gitano devastado, una idea diabólica cruzó por su mente. Un pacto. Un evento que arrastraría a todos los involucrados, culpables e inocentes, a un caos general. Zindelo sería vengado y ella sería el instrumento de su venganza.

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