El odio, la burla y los celos de no poder alcanzar el objeto deseado, en este caso una campesina del lugar, lleva a Diego Falcón, un lugareño retorcido de cuerpo y alma, a cometer un crimen inútil para eliminar la competencia.
El ambiente maligno que rodea a esta historia está representado en un árbol que debe ser alimentado de carne, tanto humana como animal, y que se vale de la débil voluntad del asesino para devorar nuevas víctimas. El Monje Loco va hilvanando esta historia de locura y obsesión de un modo vertiginoso y sin pausa, ayudado en gran medida por el acabado dibujo de Rubén Lara.