ARGUMENTO
En
el cuarto de banderas del cuartel, tres oficiales, Fernando, Federico y Carlos,
se divierten bebiendo unas botellas de vino. Fernando ha recibido una carta de
América con la noticia de que su rica tía, doña Teresa de Argelez y Vargas,
regresa a España.
En
un momento en que Fernando y Carlos se quedan solos, el segundo confiesa al
amigo que se ha enamorado de Luisa, la hija de Marqués de Aguilar, quien no
tiene el mejor concepto de él por su vida irresponsable.
Esa
noche hay una fiesta en casa del Marqués y Carlos pretende introducirse en ella
para así entrevistarse con la muchacha. A la hora del reparto de las
invitaciones para dicha fiesta, Carlos se encuentra excluido, lo cual provoca
las burlas de los compañeros. Molesto por ello, Carlos apuesta con ellos a que
entrará en la fiesta, abrazará varias veces a Luisa y se batirá en duelo con
su prometido que es Federico.
Fernando
y sir Jorge, capitán de ejército inglés aliado, son los únicos que se ponen
de parte de Carlos. Con un apretón de manos se sella la apuesta y se citan
todos para esa noche en casa del Marqués de Aguilar.
Ya
de noche y dentro de un gran salón en la casa del Marqués, este comenta el
buen humor que siempre tiene su hermano don Manuel, cuando llega Luisa. Don
Manuel sabe que su sobrina no ama a Federico sino a Carlos, poniéndose de su
parte y abogando a su favor, algo de lo que no quiere ni oír hablar el Marqués.
Luisa
defiende la conducta del muchacho a quien ama, achacando esas locuras de
juventud a su soledad e
inexperiencia. Es tan convincente la defensa que el Marqués está
dispuesto a ceder, a condición de que Carlos no haga otra locura más.
En
esto se anuncia la llegada de doña Teresa de Argelez, que en realidad no es
otro que Carlos disfrazado. La
Viejecita es recibida con todos los honores, ante la perplejidad de Fernando que
no reconoce en ella a su tía. La Viejecita y Fernando bailan. El soldado
intenta descubrir su identidad, sin lograrlo, pues continuamente son
interrumpidos por algún invitado.
Llega
el momento del minué y la Viejecita baila con don Manuel, cometiendo un montón
de torpezas que ponen en una situación embarazosa a su pareja, llegando a
interrumpir la danza. A continuación, la Viejecita se acerca a Luisa y,
elogiando su belleza, la abraza repetidamente, mientras sir Jorge cuenta los
abrazos.
En
un momento en que se quedan solos, Carlos descubre a los compañeros su
identidad y Federico, al verlo, lo reta a duelo, pero sir Jorge detiene la
contienda. Cuando regresa don Manuel, atraído por el alboroto, encuentra a la
Viejecita con el sable en la mano, pero Carlos sabe, a tiempo, salvar la situación.
A solas con Luisa, Carlos se descubre, lo cual provoca el asombro, seguido de un
ligero desmayo de la muchacha.
Dado
que la Viejecita comienza a despertar sospechas, Fernando propone a Carlos que
se marche de la casa, dado que la apuesta ya ha sido ganada. Queda nada más el
duelo con Federico.
En
el instante en que el Marqués le comenta a Fernando las peculiaridades de una tía
tan extraña como la suya, reaparece la Viejecita. Carlos en el duelo ha vencido
a Federico. La Viejecita se acerca al Marqués, orientando la charla con tal
habilidad que logra hacerle confesar que está dispuesto a perdonar a Carlos si
éste da pruebas de arrepentimiento y de que ha sentado la cabeza. Carlos,
entonces, se horroriza de que pueda descubrirle tras el disfraz. Decide
recuperara su apariencia, sin llamar la atención, pero es descubierto por don
Manuel que lo persigue por toda la habitación.
Poco
después, el Marqués pregunta a su hija el porqué de su tristeza. Ella le
responde que es debida a que Carlos no está presente en la reunión. En ese
momento anuncian la entrada del citado galán. Vestido con su uniforme de húsar,
se dirige al Marqués pidiéndole perdón por todos los errores cometidos,
disculpas que son aceptadas. Todos los oficiales se despiden, ya que al amanecer
vuelven al frente. Carlos promete a Luisa que regresará con vida para casarse
con ella.
|