MEHEUST EL FOLKLORISTA


AUTOR: Rubén Morales
Artículo publicado en Cuadernos de Ufología, 2° Epoca, N° 6, septiembre 1989, Santander, España.

SINTESIS:
Bertrand Méheust (profesor de filosofía de la Universidad de Troyes) ha sido, sin duda, uno de los teóricos más refrescantes de la nueva ufología francesa.
En 1978 publicó su libro "Science fiction et soucoupes volantes" donde ponía en evidencia que los relatos sobre avistamientos OVNI guardaban sugestivos "aires de familia" con las novelas fantacientíficas y las historietas escritas en décadas anteriores.
Seis años más tarde, Méheust escribió "Soucoupes volantes et folklore". Allí -siguiendo la ruta trazada por Jacques Vallée- estableció que existen semejanzas nada casuales entre los encuentros cercanos y las antiguas leyendas populares.
Lo que sigue, más que un comentario es un resumen de ese libro, para compartir algo de su importante contenido, ya que ­al igual que "Science Fiction et Soucoupes Volantes" nunca fue traducido al español.

 

TEXTO:
Penetrar en los OVNI por la portezuela mitológica no es cosa nueva. Jung en 1961, escribió un pequeño y curioso libro al respecto, titulado "Sobre cosas que se ven en el cielo" donde daba su enfoque teórico acerca de los pocos datos de la escasa literatura ufológica entonces disponible. Esa obra pasó sin gloria entre los psicólogos (acaso por no comprender éstos la importancia de los OVNI) y tampoco le quitó el sueño a los ufólogos, acaso porque ellos no comprendieron las intrincadas lucubraciones de Jung.

Bertrand Méheust, en su libro "Platillos volantes y folklore: abre un nuevo cauce al estudio de lo que denominó la "imaginería platillista". Su desafío consiste en tratar de aplicar los métodos de la antropología a estos relatos extraños sobre observaciones de OVNIs que tienen un anclaje directo en la realidad, pertenecen a la experiencia vivida y no se trata de leyendas anónimas ancestrales. Méheust reconoce con lucidez que somos capaces de analizar objetivamente las mitologías que nos son exteriores, pero cuando cae bajo la lupa una producción mítica propia, es comprensible que no la distingamos de la realidad.

 

EL CAMINO MEHEUST

Algunos antropólogos creen ver en los OVNI un pobre resabio de las viejas leyendas fantásticas populares. Para ellos los OVNI serían una escoria de dudoso valor científico.

En el bando contrario se atrincheró Vallée, sosteniendo que los OVNI constituyen un folklore en gestación, un material cuyo estudio redundaría en una mejor comprensión de las creencias de nuestra época. Y Méheust se aferra a la esperanza de Vallée. Los encuentros de la tercera clase, y sobre todo los raptos, parecen manifestar -en sospechosas coincidencias- un denominador común, un revelador colectivo de temas folklóricos muy arcaicos que resurgen en nuestros días, en nuestra cultura pretendidamente racional, en nuestra civilización tecnológica.

Específicamente en los raptos, los distintos informes abundan en detalles que no obstante su rareza parecen ajustarse a un mismo argumento. La trama del relato platillista se integra por motivos de similar valor expresivo, que se atraen y refuerzan como los decorados de una pieza de teatro, aunque sin la intervención conciente de un escenógrafo. Méheust destaca la «teatralidad» de estas experiencias, grandes eventos espectaculares negados a las masas para ser ofrecidos a una reducida y aislada audiencia.

Con un mismo guión la "historia del secuestrado" se va representando en distintos pueblos, como si la compañía estuviera de gira.

 

HOY RAPTO HOY

En la noche del debut, un hombre viaja en automóvil por una carretera provincial. A lo lejos, ve algo raro, pero inicialmente lo confunde con otro vehículo u otra vulgaridad. Al acercarse, nuestro hombre descubre un artefacto al costado del camino. Siente un llamado interior y, en minutos, se ve ascendiendo a la nave por un tubo de luz, o bien trepando por una escalera ordinaria. Invariablemente, entrará en una sala ovoide donde extraños seres lo rodean. Acto seguido, lo extienden sobre una mesa limpia donde le practican incisiones en el cuerpo. Luego de estas mortificaciones, tal vez se lo gratifique con un corto viaje sideral y lo devuelvan a la Tierra. Si tiene suerte, encontrará después unas marcas en el suelo para testificar su aventura.

Es muy sugestivo que detalles tan específicos se repitan una y otra vez en numerosos incidentes. Desde un punto de vista psicológico, la interpretación de estos hechos resulta bastante sencilla, casi inmediata. Pero es posible penetrar más profundo en estos cuadros interiores pasando del enfoque psicoanalítico individual a la generalización mitológica: el espacio ovoide no es sólo el vientre femenino, también simboliza el universo total. La ascensión y la escalera vertical no solamente evocan el coito, representan el vínculo que comunica a los mundos. En cuanto a la operación quirúrgica, sin duda señala un sentimiento de culpa que se manifiesta por un fantasma de autocastigo, pero también es una prueba transfiguradora. Es la operación ritual en la cual el antiguo aspirante a brujo era iniciado por los demonios en una gruta chisporroteante. El iniciado volvía a la vida con una personalidad distinta. Igual que nuestro raptado cuando despierta sobre la ruta.

 

 

UNA IMAGINERIA ARCAICA

Méheust realiza una importante constatación: la cultura tecnológica no ha logrado eclipsar el sentimiento sagrado en el occidente contemporáneo. Aún hoy en día, hombres y mujeres dicen haber sido secuestrados por las Potencias. Sus relatos se nutren de la imaginería arcaica pero encarnan en igual medida a los sueños de la modernidad.

Diseccionando estos informes, que en primera apariencia parecieran referirse a unas naves muy futuristas, surgen elementos que nos remontan a una imaginería muy arcaica, a temas folklóricos de la Edad Media o aún de los tiempos precristianos. Esos motivos, dormidos durante siglos en los subterráneos del inconciente popular, surgen sorpresivamente en las experiencias OVNI.

Así, no es casual que los encuentros cercanos se produzcan casi siempre al costado de una ruta. Precisamente, allí era donde los demonios precristianos, los farfadets, el diablo y los brujos emboscaban a los viajeros.

La parálisis que clava en el piso al desventurado testigo es una versión cientificista del antiguo "sortilegio". La mayoría de los seres fantásticos del pasado se atribuían ese poder sobrenatural.

Lo que hoy se conoce como "efecto EM" (detención de motores, apagón de luces, etc.) se denominaba "lucerna extincta" cuando los gnomos entraban en las casas y se apagaban todas las velas.

También los raptados, en forma unánime, dicen haber visitado una gran sala luminosa. Tal representación tiene una genealogía legendaria. Es la gruta brillante donde van los iniciados en el ritual, es el "espacio sagrado", el "mundo total", autosuficiente, autoluminoso. Es un endosol. Los chamanes indios que iban en busca de una "ruptura de nivel" meditaban allí.

Son numerosos los ejemplos que Méheust expone y analiza para evidenciar esta fina correlación entre la actual imaginería platillista y motivos folklóricos muy antiguos.

Mención especial merece la cuestión de las huellas impresas en el suelo. El folklorista no puede evitar su asombro al comprobar que esos círculos de tierra aplastada o con hongos son rigurosamente idénticos a los que dejaban la ronda de hadas y, más tarde, el diablo y el aquelarre.

El problema es que el atavismo nos lleva a buscar pruebas tangibles de las experiencias sobrenaturales. Los ufólogos que sólo las consideran como evidencias físicas caen en las redes del mito.

LA ESTRATIFICACION
DEL MITO

Un corte geológico de esta historia permite a Méheust entrever cómo ha sido su evolución en el tiempo. Los motivos mitológicos arcaicos aparecen a fines de la Edad Media en una imaginería cristiana obsesionada por el diablo. Citemos las huellas dejadas durante las reuniones infernales, las marcas en el cuerpo, los transportes por animales fantásticos, el bastón mágico, las falsas monedas diabólicas que se transformaban en Piedras, el peligro sobrenatural en las rutas y cruces de caminos, son todos motivos paganos arcaicos que pasaron a incorporarse a un nuevo contexto.

En el siglo XVI, el cristianismo asume el papel de crisol de estas creencias que, tres siglos más tarde, será ocupado por la ficción científica. Entre 1880 y 1945, la primeramente llamada "novela científica" y luego "ciencia ficción" va a desarrollar una imaginería que tiende a tecnologizar la magia, o ­si se prefiere- resacralizar la tecnología. De este conjunto de elementos extraerá sus principales ingredientes la saga de los OVNI.

En 1947, luego de cincuenta años de incubación, el mito se encarna. El Platillo hace su aparición oficial mostrando todo el equipamiento que le dio la imaginación de nuestros abuelos. Hombres y mujeres dicen haber vivido las peripecias que hasta ese entonces pertenecían al dominio de la literatura.

En este enfoque, los OVNI sintetizan las brumas del arcaísmo con los sueños de la modernidad Ellos evocan algún rasgo de lo popular y maravilloso.

 

UN REVELADOR
COLECTIVO

Cabe preguntarse qué significados profundos encierra esta imaginería. Vallée, a principios de los años'70, ya intuía que los OVNI podían enseñarnos muchas cosas acerca de nosotros mismos.

Méheust dio un paso adelante. Reflexionó que los historiadores y etnógrafos están de acuerdo en que la imaginería diabólica del siglo XVI esconde un revelador colectivo. Hay en ella una teatralización histérica expresada en el calor, la emoción, lo vivido con el cuerpo, de una sublevación contra el orden establecido.

De la misma manera, los raptos modernos son espejos donde se refleja el hombre actual. Ponen en escena una evolución psíquica cada vez más dominada por la frialdad, la desconfianza, la falta de comunicación, es decir, los síntomas de la paranoia.

Un dato significativo al respecto es la conversión de la gruta chisporroteante de los dioses chamanes en la cúpula alumbrada con luz cruda donde los nuevos demonios, indiferentes, ejercen sus sevicias. En ese cuadro aterrador, las víctimas a veces soportan sufrimientos atroces. Pero la propia significación de estas sevicias ha cambiado. En las primitivas experiencias chamánicas, la tortura padecida por el postulante tenía una función iniciática, su objetivo era transfigurarlo en un ser superior. En los raptos, en cambio, el acento está puesto en el sadismo y la indiferencia de los experimentadores alienígenas.

El sexo, que dominaba la imaginería diabólica, muy raramente aparece explícito en los raptos contemporáneos. Méheust sostiene que acaso sea un símbolo de nuestros tiempos, la señal de que algo se ha mutado en las profundidades del inconciente humano. ¿Será que la sexualidad, tal como la conocimos hasta ahora, tiende a extinguirse? ¿Vamos hacia el fin del Sexo?

EL ROL DE LA EXPERIENCIA VIVIDA

Llegados a este punto, Méheust se topa con un problema previsible, y es que los encuentros cercanos no forman parte de una colección de leyendas. Sus protagonistas tienen nombre, apellido y domicilio. Su relato se encuadra dentro de la experiencia vivida y están dispuestos a contar su proeza a quienes quieran escucharlos.

Esa pertenencia a lo vivido abre la brecha entre los OVNI y las leyendas. Los fraudes deliberados son escasos, y generalmente se los pone en evidencia con facilidad. Los testigos no son drogadictos. Tampoco precisan un tratamiento psiquiátrico urgente. Es que, apunta Méheust para tener una visión anormal no es imprescindible manifestar alteraciones psíquicas.

Muchas veces, la observación de un fenómeno cualquiera en condiciones no habituales (la luna, faros de autos, etc.) puede sufrir una "distorsión platillista" en la mente del testigo, causando la deformación del estimulo original y, en ocasiones, dando lugar a una verdadera novela inspirada en las historias ufológicas. Estos casos, lejos de ser despreciables, nos brindan la posibilidad única de estudiar la irrupción de una estructura mítica en la experiencia vivida actual, elaborada con elementos de la realidad cotidiana.

Normalmente los ufólogos contribuyen a consolidar ese trabajo de transfiguración iniciado por el testigo: Por ejemplo, cuando utilizan la hipnosis para indagar las causas de una eventual amnesia, un bello escenario de secuestro cubrirá la laguna temporal que antes existía en la mente del sujeto, Todo sucede como si los raptados tuvieran acceso, mediante la hipnosis, a una misma napa freática imaginaria, una especie de de banco de datos colectivo que el raptado manejará en función, de su historia personal, algo que recuerda a la hipótesis del "inconciente colectivo" que tanto le han criticado a Jung.

En Estados Unidos la utilización frecuente y sitemática de la hipnosis para esclarecer supuestas amnesias favorece la proliferación de los raptos y extiende su espectro. Todos los momentos de ausencia, todos los episodios amnésicos, en una palabra, todas las fluctuaciones de nuestra presencia en el mundo, son potencialmente atribuidas a las sofisticadas manipulaciones de los extraterrestres. Incluso, no se requiere de la aparición de un OVNI para derivar la experiencia al contexto de los raptos.

Así, en nuestra época, y en el país más desarrollado del planeta, se está en camino de reimplantar la lógica paranoide que condujo a los intelectuales iluminados del siglo XVI a ver la mano del diablo en los numerosos fenómenos psíquicos entonces inexplicados.

En Francia, país escéptico por naturaleza, la experiencia
OVNI es a menudo atribuida a desequilibrados. Esto no es una regla absoluta, pero también aquí los investigadores se encuentran con aquellas respuestas que les dispensa su entorno cultural.

 

DEL ELECTROSHOCK AL
SONAMBULISMO

Méheust indagó en algunos fenómenos originales, poco invocados por los ufólogos para explicar las experiencias OVNI. Citemos entre ellos los "electroshocks naturales" y los "estados no ordinarios de conciencia" (ENOC).

Respecto a los primeros, se trata de fenómenos naturales muy raros causados por liberaciones energéticas de la corteza terrestre o por el rayo globular. Estos fenómenos, a escasa distancia, podrían afectar el psiquismo de las eventuales víctimas con una especie de electroshock natural. Ciertos raptados pudieron haber sufrido una experiencia semejante y deambularon durante horas a la intemperie antes de volver a tomar conciencia de sí. La escena del secuestro sería una forma de racionalización a posteriori de la insólita conmoción padecida, un mecanismo psicológico alucinatorio, compensador de esa experiencia traumática incomprensible.

El autor insiste en que estas interpretaciones no bastan para caratular a los raptos como delirios, sino como la manifestación de contenidos culturales ocultos que afloran de improviso.

Los ENOC pueden también originar determinados encuentros cercanos. El tema remite a los estudios realizados a fines del siglo XIX en tomo a un fenómeno extraño: el sonambulismo. El arribo del psicoanálisis eclipsó estos trabajos y aquellas raras manifestaciones psíquicas cayeron en el olvido, aunque siguen produciéndose de manera espontánea o dirigida. También Jung se interesó por el sonambulismo espontáneo y describió los rasgos psicológicos que lo caracterizan. Ciertos sujetos, histéricos, muy emotivos, aunque sin ser necesariamente casos psiquiátricos, pueden por momentos perder conciencia de la realidad al ser afectados por un acontecimiento traumático. Entonces, los elementos percibidos en el contorno se transmutan en fantasmagorías que son intensamente vividas por el sonámbulo. En estado de trance estos sujetos son hiperactivos, llegando a caminar inconcientes. Esta hipótesis explicaría los rasguños y contusiones que presentan algunos testigos de encuentros cercanos.

Pero -en la concepción de Méheust- las experiencias OVNI son, ante todo, formas de percibir el mundo. Lo que interesa, en primer lugar, es comprender cómo tal o cuál predisposición psicológica individual puede favorecer la emergencia de esa maravillosidad colectiva. Estos testigos no hacen otra cosa que reflejar su cultura: tendrían la capacidad de sintetizar los motivos dispersos en la atmósfera de la época y presentarlos bajo una forma dramática. En síntesis, ellos serían nuestros reveladores colectivos.

Sin embargo, frente a ciertos encuentros cercanos bien documentados, la lectura mitológica choca con sus límites, y Méheust terminó admitiendo que fenómenos físicos de origen desconocido pueden tener algo que ver con todo esto

CONCLUSIONES... MA NON TROPPO

Como es habitual en estos temas, resulta imposible obtener conclusiones definitivas, y Méheust remató su obra "Platillos Volantes y Folklore" sugiriendo una aproximación al estudio futuro de la cuestión.

Reafirmó que estos relatos de encuentros cercanos nos remiten, por lo común, a auténticos sucesos subjetivos experimentados por sus protagonistas. Para ellos son tan verdaderos como la realidad cotidiana y lo seguirán siendo incluso si, tras el tamiz de la razón, resultaran ilusorios.

Los historiadores y folkloristas eluden abordar la hipótesis de una encarnación subjetiva de las creencias, y hasta perecería que les repele esta posibilidad. A menudo, consideran los eventuales desbordes psico-realistas del contexto legendario fantástico como curiosidades marginales, como deshechos patológicos indignos de interés científico.

Esa concepción despectiva se transformaría de modo total si se viera a los raptos como procesos creativos, proveedores de cultura.

Méheust propone revisar los estudios de los psicólogos románticos. Para ellos, la vida inconciente (sobre la cual pusieron el acento mucho antes que Freud) se comunicaba con una realidad suprahumana. Se podría entonces, durante el sueño y el éxtasis, acceder a una especie de memoria profunda común a todos los seres humanos.

Con Méheust, ha llegado la hora de dejar de ver a los encuentros cercanos como datos opacos, individuales, objetivos, y entenderlos como el despliegue de significados culturales colectivos. El ufólogo debe tomar conciencia de que -le guste o no- es un folklorista moderno.

 

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