SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

22 de junio de 2003

Padre Basilio Méramo
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   Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:  

   En el Evangelio de este segundo domingo después de Pentecostés, encontramos una de las ciento veinte parábolas, como las ha enumerado el padre Castellani, tratando de darle una interpretación, una exégesis lo más acabada posible, la parábola de los Convidados. Parábola, que como todas, nos puede sorprender por esa contraposición, por esa falta a veces de mesura, de proporción que agranda o afea un hecho. Y nos puede parecer justificado, cómo va ir a una fiesta alguien que acaba de casarse; siendo uno de los convidados que se excusa, mientras que otro también va a ver su finca, su hacienda que ha comprado, sus bueyes. Excusas, quizás, una menos imperiosa que otra, pero que pueden ser muy válidas.

   ¿Qué es lo que quiere Nuestro Señor manifestar en esta parábola al mostrarse airado? Porque ese padre de familia, ese gran señor que hace el convite no es sino el reflejo de Dios Padre que nos quiere invitar a todos a las bodas de su Hijo, es decir, de Cristo con su Iglesia, la esposa inmaculada. Es eso lo que muchas veces está prefigurado en esos banquetes, en esas fiestas, en esas bodas, y así nos muestra ese disgusto, a pesar de excusas válidas.

   Y es que Dios Nuestro Señor quiere mostrarnos que ante El, ante la Divina Majestad que nos invita, no hay excusa que valga, no hay peros, a Dios se le responde o se le rechaza y no hay término medio. Y es tan tremenda esta realidad que eso genera el infierno, porque Dios es el cielo y si El nos invita al cielo y le salimos con alguna excusa, con algún pero, o con algún cuento, no hay nada que valga. Es el rechazo de esa invitación y ante el rechazo de Dios, ¿qué queda?, el vacío, la nada, el infierno, porque el averno además de ser un lugar, es el estado de la pérdida eterna de Dios, es el no haber asistido al convite celestial, es el excusarse, y cuántos de nosotros vivimos excusándonos, que tengo a mi familia, y por eso no me ocupo de las cosas de Dios, que tengo mis hijos, que tengo mis padres, que tengo mi profesión, "que tengo y tengo" y lo que tenemos es nada, nada entre las manos delante de Dios. Delante de Dios no tenemos nada más que la miseria, y nuestra efímera existencia, y no valen reyes ni reinados delante de Dios.

   Ese es el significado de esta parábola, para que no le salgamos con excusas a Dios ni nos engañemos estúpida y miserablemente; no hay rey ni profesión ni Estado ni estrato social que nos excuse de nuestro compromiso frente a Dios, a Dios Padre, a Dios creador y no puedo alegar que he estado ocupado, no puedo alegar que he estado comprometido, porque no hay ninguna ocupación, ningún compromiso que valga delante de la majestad infinita y bondadosa de Dios. Y por eso no hay excusa que valga ni aun la del recién casado, porque Dios está primero y en la medida que entendamos eso seremos católicos; si no entendemos eso no somos católicos, seremos católicos de nombre, de pantalla, de apariencia, de fantasía y eso no lo quiere Dios. Eso es lo que debemos tener presente y dejar de maquillar nuestra vida, porque la vida presente sin responder a Dios es una estupidez, una vanidad, porque todo esto es pasajero, superfluo, como lo es el maquillaje de la mujer y si nos reímos de que una mujer se la pase frente a un espejo perdiendo el tiempo, pues mucho peor los hombres y mujeres que se viven excusando delante de Dios. Es para que nos demos cuenta del significado que tiene nuestra respuesta ante Dios y que no valen excusas.

   Por eso Nuestro Señor, en esta parábola, quiere que nosotros recapacitemos y rectifiquemos nuestra vida, nuestra conducta conforme a Dios y que lo busquemos, ya seamos padres de familia, médicos, abogados, príncipes, reyes, presidentes, diplomáticos, sacerdotes o lo que fuere, porque primero está Dios y eso le cae a todo el mundo, incluso al clero. Un clero que se degenera no busca a Dios y por eso vemos hoy la parte humana de la Iglesia degenerada y no tratemos de excusar a nadie, porque no hay excusa delante de Dios y si aplicamos esta parábola a lo que pasa hoy dentro de la Iglesia, de ese clero que no responde para defender como un paladín, como un Pelayo, como un Cid, como un Hernán Cortés, contra viento y marea para defender a Dios; que ese clero, esos obispos, esos cardenales se escudan como mujeres uno tras otro porque no se busca a Dios y porque se tiene miedo de enfrentar al mundo y al que sea, en el nombre de Dios, y por eso la gran cobardía del clero que no tiene ni el espíritu, ni la fortaleza, ni la energía de defender la Iglesia de Dios. Falta ese espíritu de verdadero combate espiritual que es el único combate esencial, porque aun todas las guerras en el fondo son un combate que responde a algo ideológico, espiritual y religioso y si no, vergüenza debería darnos de los musulmanes que enarbolan la espada por un falso dios, por una falsa religión pero lo hacen en el nombre de Dios, falsamente, pues mucho más nosotros que creemos en el verdadero Dios.

   No nos dé vergüenza si nos tratan de fundamentalistas religiosos o de talibanes religiosos por ser depositarios de la verdad de la Tradición, porque esa es otra patraña del ecumenismo y de la tolerancia judeomasónica, quitar toda intransigencia, aun las intransigencias falsas como es la del Islam y por eso darles un nombre, fundamentalistas, porque no son ecumenistas. Y no nos asombre que seremos quizá condenados de ser fundamentalistas queriéndonos equiparar a todos aquellos intransigentes en el error y mezclarnos allí en la misma olla por confesar fielmente, fidedignamente, la religión Católica, Apostólica y Romana en toda su integridad.

   No es de extrañar todos los artilugios que Roma modernista y paganizada nos prodiga y lo digo para que no nos quede en el tintero, porque que no creamos que todo anda bien, que debemos quedarnos tranquilos. Tenemos que estar siempre vigilantes, las veinticuatro horas, día y noche, poniendo a Dios por delante, sin excusas. Porque siendo nosotros colombianos tenemos la desgracia de tener entre esas marionetas, bajo la férula de Satanás, a un cardenal colombiano que está haciendo todo lo posible y lo imposible para reunir la Tradición, la Fraternidad de San Pío X e integrarla, homologarla en el consorcio ecumenista del gran panteón en que han convertido hoy el Vaticano y es el cardenal Castrillón y porque él es colombiano, más cuidado debemos tener nosotros, porque son muchos los que han caído, entre ellos dos sacerdotes colombianos de los cinco que éramos de la Fraternidad y que se han ido; no han sabido resistir, no lo olvidemos. El cardenal Medina de Chile respaldando al uno o al otro y saben ustedes muy bien a quién me refiero, y no es porque los sacerdotes sean malos; es por estar ciegos y no ver con claridad, por no saber aceptar que se nos escupa en la cara y se nos considere el desecho y la cloaca de esta sociedad, porque hoy en día hay que saberlo, mis estimados hermanos, ser católico de veras, tradicionalista y, peor aún, sacerdote de la Fraternidad o como dicen, de monseñor Lefebvre, es ser la cloaca de la Iglesia y hay que tener mucha entereza y mucha dignidad para no dejarse avasallar y seguir con entereza; y eso también concierne a los fieles, porque los fieles, es decir ustedes, les guste o no, también quedan estigmatizados por ese estigma del cual se nos hace hoy objeto, y esa estigmatización es el rechazo, desconociéndonos, tildándonos de herejes, de cismáticos, de desobedientes, de excomulgados, cuando son ellos los pérfidos y los traidores. Y, como decía monseñor Lefebvre, los excomulgados, si es que los hay, porque quien se pone en ruptura con la Tradición de la Iglesia y con todos los Papas que han representado esa Tradición es el que se excomulga, es el que se separa de esa Tradición, quien se excomulga de la Iglesia Católica que es la misma, y debe se la misma de ayer, hoy y siempre.

   Hoy tenemos una nueva Iglesia inventada, fabricada bajo la protección del Concilio Vaticano II que es un adefesio de concilio, que no es un concilio ecuménico verdadero y legítimo porque para ser un verdadero concilio ecuménico tiene que ser por propio derecho infalible y el hecho mismo de que Pablo VI y Juan XXIII no hayan querido que ese concilio fuese infalible, entonces no es ni concilio, ni ecuménico, ni infalible, ni nada, simplemente una pura reunión eclesiástica con la pantalla de pretender ser lo que no es. Eso es lo que dictamina la sana teología porque no puede existir un concilio de la Iglesia que no sea infalible si es ecuménico, pero es tal el desorden intelectual y la falta de visión teológica que prácticamente nadie lo ha visto, es increíble, pero vendrá si es que ha de venir, si es que Dios da tiempo de que haya un santo Papa que así lo declare, y si no lo declarará El en el día del juicio universal, cuando se vean claras todas estas cosas y por eso nosotros debemos, con mucha humildad, sin complejos, como se nos quiere hacer ver hoy, crearnos un complejo al ser tan marginados, que busquemos de algún modo que se nos reconozca, que nos admitan, ¡no señor! nuestra gloria está en el desierto. Ir al desierto, en el desierto nació la Iglesia, en el desierto de la Cruz, en el desierto de Tebas, allí nacieron los monasterios y en el desierto mueren los mártires. Entonces, no caigamos en falsas expectativas, no busquemos el reconocimiento del enemigo; al enemigo hay que señalarlo y alejarse de él, sobre todo cuando el enemigo viene disfrazado de oveja como el lobo rapaz, viene con la zamarra de oveja y por eso Nuestro Señor siempre ha advertido para los últimos tiempos que la fe si acaso existiera sobre la tierra y no solamente la fe que será menguada y reducida, sino que la misma Iglesia Católica, la verdadera Iglesia Católica, será reducida a su mínima expresión.

   La reducción de la Iglesia perseguida que quedará dispersa por el mundo en las almas de los pocos fieles que sigan creyendo en Nuestro Señor Jesucristo sin adulterar la sagrada doctrina y por eso señala al pseudo profeta, la bestia o fiera de la tierra que habla como dragón pero tiene apariencia de cordero que se parece al cordero, que se parece a Nuestro Señor, pero que no habla ni enseña como Nuestro Señor, sino como el dragón. Y, ¿qué es si no, toda esta doctrina que hoy vemos que no es católica y que no es la palabra del cordero?, ¿qué es si no, la predicación del error y de la herejía? Entonces esa es la palabra del dragón, de Satanás, pero bajo la apariencia de ser de Cristo.

   Y no me digan que todo esto no está claro. Otra cosa es que no queramos ver claro, y si no queremos ver claro entonces desechemos las Sagradas Escrituras, pero no andemos como los protestantes con la Escritura todo el día en las manos pero para profanarla y mal interpretarla. Por eso no valen, mis estimados hermanos, las excusas y la crisis actual hay que verla frente a Dios sin excusas y así responder, para que podamos dar verdadero testimonio como mártires, ya sea morales o efectivos pero mártires al fin y al cabo. Porque hoy día ser católico de verdad es un martirio moral y quién sabe si no será también un martirio efectivo físico para todos nosotros.

   Por eso debemos ver las cosas según Dios y la verdad eterna, sin artificios humanos, sin excusas, y eso sólo ya purifica y santifica nuestras almas. Es la verdad reconocida en nuestros corazones, así vivida, la que hace que nuestra vida sea una vida sea santa, nuestras acciones no tienen valor si no están unidas a la verdad, porque de nada me vale a mí hacer muchas cosas buenas pero sin estar nutridas, sustentadas en la verdad que es Dios, es decir, sin estar unidos a Dios que es quien vivifica nuestras acciones. De nada valen las obras naturalmente buenas sin que tengan a Dios por motivo. Ni la filantropía judeomasónica, ni las obras humanitarias de la Cruz Roja, ni las acciones de la renombrada Madre Teresa de Calcuta, valen nada sin referirlas al Dios verdadero, al Dios de la verdad que es quien vivifica nuestras obras y les da un valor de virtud y santidad sobrenatural. Poco importan así las cosas que hagamos, grandes o pequeñas; lo importante es hacerlas unidas a Dios, unidas a la verdad eterna.

   Pidamos a la Santísima Virgen María que nos ayude a permanecer siempre unidos a Dios, a su divino Hijo, el único que salva verdaderamente. +

 

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