ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
 15 de agosto de 2001

Padre Basilio Méramo
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    Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:  

   En esta fecha la Iglesia Católica festeja el dogma solemnemente proclamado por el papa Pío XII en 1950. Dogma de la Asunción de Nuestra Señora en cuerpo y alma, al final de su vida terrena, sin determinar más, sino sencillamente, que Nuestra Señora después de su vida terrena fue asunta a los cielos en cuerpo y alma, es decir, gloriosa.

   Hoy, pues, festejamos esa proclamación solemne del dogma de la traslación de Nuestra Señora resucitada en cuerpo glorioso al cielo y digo resucitada, porque si bien el Papa no quiso hablar en la definición si había resucitado o no, en la misma bula hace alusión a la muerte de Nuestra Señora, muerte que no debe sorprendernos. Aunque algunos teólogos dicen que no murió, pero otros, con Santo Tomás, dicen que murió no por causa del pecado, porque Ella era toda pulcra e inmaculada, sino para asociarse a la muerte de Nuestro Señor, que tampoco tuvo ningún pecado y, sin embargo, murió; y por ser Ella entonces corredentora al pie de la cruz, murió de amor, pero no sufrió corrupción.

   Fue entonces una resurrección anticipada para ser glorificada en los cielos. Aunque esto de la muerte claramente no está definido, es una opinión teológica muy fundada y la más conveniente, pero quede claro que el mismo papa Pío XII sin comprometerse en definirlo, dice que los fieles no tenían inconveniente en admitir la muerte, para identificarse con Nuestro Señor que también murió y padeció por nosotros. De todos modos, con este dogma se proclama solemnemente la Asunción, la traslación de nuestra Señora en cuerpo glorioso, en cuerpo y alma a la gloria de los cielos.

   No creamos que es un dogma nuevo; hay muchos dogmas en la Iglesia que se creen con verdadera fe sin ser proclamados solemnemente; ya esta verdad era creída, casi práctica y unánimemente desde el siglo VII y creída por haber sido enseñada por el Magisterio Ordinario Universal de le la Iglesia quien también define dogmas pero no solemnemente. El Magisterio Ordinario de la Iglesia define, determina, por lo menos, el sentido y así se creen muchas verdades y esas verdades pueden ser solemnizadas con lói muías precisas y con una determinación más precisa que le acaba, que lo circunscribe, si podemos decir así, de una manera que no se pueda vulnerar ni mejorar. Hay otros dogmas que también se creen implícitamente, están contenidos en otros dogmas; el de la Asunción está contenido en el dogma de la plenitud de gracia[1] que nos trae la Inmaculada Concepción, plena de gracia, llena de gracia. Al ser llena de gracia no podía tener Ella ninguna mancha que borrar, ni el pecado original ni ningún otro pecado actual, ni venial ni mortal. Y esa plenitud de gracia desde el primer instante de su Inmaculada Concepción es una gracia que nosotros no nos podemos imaginar.

   Para tener una idea, pensemos que la gracia de todos los santos y de todos los ángeles no llega a la gracia inicial de Nuestra Señora en el momento de su concepción; y esa plenitud de gracia inicial, que después se acrecienta con la concepción del Verbo, cuando pronunció Ella su fíat y después se acrecentó más, cuando fue asunta a los cielos; entonces ya esa gracia inicial es mayor que la de todos los santos y todos los ángeles juntos.

   Vemos entonces cuan horroroso es que los malditos protestantes nieguen esto, y digo malditos no por sus personas privadas, sino por el maldito y sacrilegio error de Satanás, que los tiene sujetos y obnubilados; pero lo digo para que se vea por contraste la perversión satánica del protestantismo y para que defendamos nuestra religión poniendo a la Santísima Virgen por delante, como un buen hijo que pone a su madre en alto y no se avergüenza de Ella como si fuese una mujer cualquiera. Esa plenitud de la gracia inicial que fue aumentando hasta la Asunción de Nuestra Señora es la consecuencia del privilegio de la maternidad divina, de la maternidad de Nuestra Señora; de ahí deriva por qué es la Madre de Dios, deriva toda la plenitud de gracia y de gloria que Ella tiene mucho más excelsa que la de todos los santos y todos los ángeles juntos y deriva, también, todo su poder. Por la grande y sencilla razón de que Ella es la criatura que Dios más amó y ama. Por todo esto y por ser la más amada de Dios es la privilegiada, y de ese privilegio que Ella tiene en su Inmaculada Concepción, de esa gloria que tiene en su Asunción, nosotros participamos en alguna medida como miembros de la Iglesia Católica, teniéndola a Ella por nuestra Madre.

   Ella es la antítesis de Eva, y qué cosa curiosa, Eva al revés es ave, ¡Ave María! Es la antítesis. Eva fue maldecida y por eso volvió a la tierra, volvía al origen de su procedencia por el pecado, por la mancha. Nuestra Señora es la antítesis, es el culmen de las bendiciones. La maldición de Eva entraña la muerte, porque Dios hizo al hombre naturalmente defectible y por lo mismo mortal, aunque fue elevado a la inmortalidad. Perdió esa inmortalidad por el pecado original de Adán y Eva. Hay dos linajes, el de Eva: un linaje maldito; y el de la Santísima Virgen: un linaje bendecido. En el linaje de Ella, están todos aquellos que la reconocen como madre, que pertenecen al seno de la Iglesia y más aún, aquellos que se consagran a Ella, que rezan el rosario y que llevan el escapulario, que la veneran de un modo especial por esa plenitud de gracia, por esa exaltación, por esa bendición, y porque también está profetizado que Ella aplastaría la cabeza de Satanás y del linaje de Ella saldría Nuestro Señor que es Dios, que triunfa contra el mal.

   Por lo mismo la Iglesia, aunque sufra, es una Iglesia llena de esperanza aun en medio del sufrimiento, porque si la tenemos a Ella por Madre y somos de su linaje, vamos a ser odiados por el otro linaje antítesis de Ella. Los hijos de Eva, los que no reconocen a Nuestra Señora, no reconocen a Nuestro Señor, no reconocen a la Iglesia. Hay una enemistad hasta el fin de los tiempos, no nos extrañemos de que haya persecución, de que haya guerra religiosa, de que haya oposición; y no que ahora nos vengan a hacer bajar la guardia en el falso ecumenismo donde no hay enemigos, porque es mentira, el demonio existe, el mal existe y los malos hijos existen y combaten a los buenos, a los del linaje de Nuestra Señora, como combatieron y mataron a Nuestro Señor.

   No hay peor ignorancia que la de ignorar al enemigo, y no hay peor burla del enemigo, que la de hacernos creer que no existe; por eso Satanás ríe haciéndole creer al mundo moderno que no existe y es hoy más satánico que nunca; los juguetes de los niños son diabólicos, esas figuras monstruosas, esos dibujos animados en la televisión también monstruosos, inculturizando a los niños para que cuando vean volar a los demonios los tengan por sus ídolos y sus héroes. No entiendo cómo hay padres de familia que les compran un juguete monstruoso a sus hijos; realmente no se piensa, eso demuestra hasta qué punto se nos enceguece con la propaganda, el bombardeo, la desfiguración del arte, la destrucción de la realidad que Dios ha creado y eso viene del odio del infierno. Desgraciadamente los secuaces de carne y hueso, los hombres que no pertenecen y no quieren pertenecer al linaje de Nuestra Señora y que pertenecen así al linaje de Eva, maldecida, corrupta. Nuestra Señora es la antítesis y en Ella están todas las bendiciones.

   "Bendita eres entre todas las mujeres". ¿Por qué esa bendición? Por ser la Madre de Dios, porque es "Bendito el fruto de tu vientre", que es Jesús, Dios. Así que hoy, con la Asunción, nosotros podemos proclamar con gozo, con regocijo, que tenemos una madre en el cielo, coronada en el cielo, venerada por todos los ángeles, omnipotente ante los ángeles, omnipotente por participación porque sólo Dios es omnipotente absoluto; pero a Ella por ser la Madre de Dios, Nuestro Señor le da todo ese poder de su gracia para que Ella sea el canal por el cual esas gracias nos lleguen, así como el agua nos llega a través del acueducto. Ella es así, el canal, el conducto por el cual nos llega esa agua pura del cielo, que nos salva y nos asemeja a Dios.

   Pidamos a Nuestra Señora, la Santísima Virgen María, ser sus verdaderos hijos, no como muchos que siguen falsas devociones, como lo dice San Luis María Grignion de Montfort, sino que seamos de los verdaderos y que podamos tenerle en nuestro corazón un altar privilegiado, para que Ella sea nuestro socorro y nuestro auxilio, sobre todo a la hora de nuestra muerte. +

 

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  • [1] Esto unido a la bendición excepcional de la Virgen María que excluía la maldición de convertirse en tierra al ser bendecida entre todas las mujeres, implicaba ser preservada de la corrupción cadavérica por una resurrección anticipada y no convertirse su cuerpo en tierra.

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