PRIMER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
 
10 de junio de 2001

Padre Basilio Méramo
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    Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:     

   Pasadas las fiestas de la Pascua, la Iglesia quiere iniciar con este primer domingo después de Pentecostés la celebración del misterio inefable más grande de nuestra religión, el misterio de la Santísima Trinidad, misterio de los misterios, que especifica absolutamente nuestra fe. Sin el misterio de la Santísma Trinidad no hay fe, no hay fe católica, no hay religión católica. Por eso es tan importante este misterio de la fe en la vida de la Iglesia y que hoy tiende a pasar desapercibido.

   Porque no basta con creer en un Dios personal, en un absoluto, en un gran arquitecto, hay que creer que ese Dios absoluto además de ser infinito, eterno, inconmensurable, todopoderoso, es además Trino y sin esa Trinidad de las Personas en la sustancia divina no hay fe católica, no hay salvación, no hay vida eterna; de ahí la importancia de este inefable misterio solamente conocido por revelación divina. Por eso no es lo mismo un judío, budista, musulmán o lo que fuere, que aunque crean en Dios, para tener la fe católica y salvarse, necesitan profesar y creer con todo el corazón que Dios Uno es Trino. Ese es un misterio que la mente humana no puede cobijar ni albergar ni comprender y de allí la necesidad de conocer y reconocer que sin profesar este misterio no se pueda ser católico. Y vemos cómo la Iglesia no lo coloca en primer lugar. Uno de los errores más graves, actualmente, es no señalarlo categóricamente.

   Este misterio fue conocido desde siempre, aunque de distinta manera y modo y no como desgraciadamente muchos predicadores, aun personajes, dicen, pontificando en el error por no seguir a Santo Tomás de Aquino, que la Santísima Trinidad es un misterio revelado y conocido únicamente en el Nuevo Testamento; eso es una barbaridad. Santo Tomás mismo nos dice que la Santísima Trinidad fue revelada a Adán en la revelación primitiva, porque Dios no creó a la humanidad en el paganismo ni en la infidelidad, dad, sino que después cayó por su apostasía, por alejarse del misterio de Dios, por alejarse de Dios y se perdió esa revelación primitiva quedando de ella múltiples vestigios en todas las falsas religiones del paganismo, vestigios que están latentes tanto en la China como en Egipto; en esa trilogía que vemos en todas esas falsas religiones, que son mitología, pero que guardan un vestigio de esa revelación primitiva, de esa Santísima Trinidad.

   Por eso Santo Tomás dice que en el Antiguo Testamento los mayores, es decir aquellos encargados de conducir al pueblo elegido, como los profetas y los patriarcas, como Moisés, conocieron la Santísima Trinidad y por eso es que Nuestro Señor dice que Moisés deseó ver su día, no solamente la Trinidad, sino la Encarnación. Claro que no todo el pueblo conoció este misterio explícitamente, sino implícitamente en la fe de los mayores y que la distinción está en que después, con el Nuevo Testamento, se hace pública y manifiesta a todos esta revelación en la plenitud de los tiempos, con la venida de Nuestro Señor, con la Encarnación del Verbo y no porque no se conociera entonces anteriormente este misterio inefable, aunque haya sido por unos pocos, como eran los Patriarcas y los Profetas.

   Porque si Jacob, Abraham y Moisés no hubiesen creído este dogma fundamental que especifica la fe teologal, la fe católica, no fuese entonces la misma fe. Es absurdo y en ese absurdo se ha caído y se cae por seguir errores, por falta de estudio; por falta de teología se pontifica en el error repitiéndose unos a otros; por no seguir a esa lumbrera que es Santo Tomás de Aquino. Eso nos demuestra cómo los errores se van difundiendo y no de hoy o de ayer sino desde hace años y siglos. Porque Santo Tomás no es de hoy, es del siglo XIII; pero es que aun dentro del clero hay una oposición a la verdad, a la luz, a la sabiduría y una propensión a la mediocridad, a la repetición.

   Sin embargo esgrimen la cátedra de doctor, de teólogo, muy parecido a lo que pasó con los fariseos y escribas, pontificando para propagar el error y no para dar luz. Todos estos errores de algún modo se pagan y los estamos pagando la falta de luz y de sabiduría, sobre todo cuando Dios ha prodigado esa luz tan inmensa como es Santo Tomás de Aquino y que quede en un rincón olvidado, porque con el transcurso del tiempo se olvida y se va perdiendo esa luz -aun en el pueblo-, ese deseo de teología y de saber. Porque el pueblo tiene y debe conocer la teología; el pueblo y la Iglesia católica son teológicos, el catecismo ya es teología; otra cosa es que la teología del pueblo no sea tan lucida o tan perfecta como la de los teólogos; pero, ¿cómo sin teología se va a poder decir que en Dios hay una sustancia en tres personas, si no tengo ni idea de lo que es persona ni sustancia, o esencia, o naturaleza? Todos esos conceptos los da la filosofía, no la teología, a través de la misma Iglesia. Eso es lo que confesamos, que en Dios hay una sola sustancia divina, una sola esencia, una sola naturaleza, un solo Dios, pero hay Tres Personas, esas Tres Personas que constituyen la Santísima Trinidad y de las cuales San Agustín dio una pálida imagen de semejanza en el alma del hombre, que nos puede ayudar un poco, no a entender ni a comprender, porque los misterios ni se entienden ni se comprenden, pero sí se vislumbran.

   Como el alma es una en su esencia, en su conocimiento y en su voluntad, al conocerse y al amarse podríamos ver allí una manifestación, una imagen muy lejana de la Santísima Trinidad, porque el Hijo y el Espíritu Santo proceden por vías distintas; el Hijo procede del Padre por vía de la inteligencia, mientras que el Espíritu Santo por vía de la voluntad y del amor. Por vía de inteligencia quiere decir algo parecido a cuando nosotros captamos con nuestra inteligencia las cosas poseyéndolas en la cabeza no de una manera física sino intencional, conociendo al perro, al gato, al árbol y teniendo en la cabeza la esencia de las cosas, hay, una semejanza, hay un conocimiento por semejanza.

   Así en Dios ese conocimiento que el Padre tiene de sí mismo a través de su Verbo que no solamente es semejante sino idéntico a Él produce, genera al Hijo. Y, así como nosotros por la voluntad queremos algo, nos dirigimos hacia el ser amado, nos volcamos hacia él, ese impulso, es movimiento que nos lleva a la cosa deseada o amada, así en Dios esa voluntad, ese amor, por ese impulso, por ese amor, por ese soplo procede el Espíritu Santo. No es que con esta explicación comprendamos, entendamos, pero es la explicación que da la teología para que por lo menos vislumbremos. San Agustín comparaba esa imagen del alma cuando se conoce y se ama a sí misma, con una pálida imagen de la Santísima Trinidad, Tres Personas distintas y un solo Dios verdadero.

   Bajo esa Trinidad la Iglesia tiene el mandato de ir por todo el mundo y bautizar a todo aquel que cree, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; por eso la Iglesia es misionera, aunque al principio, y se van a extrañar, los apóstoles no bautizaban en el nombre de la Santísima Trinidad, sino en el nombre de Jesús y era válido entonces. Hoy ya no, por la explicación que da Santo Tomás; en un principio fue así: para que vieran el poder divino del nombre de Jesús, como dice en los Hechos de los Apóstoles o en algunas de las epístolas que les bautizaron en el nombre de Jesús. Hoy sería ilícito e inválido porque ya quedó suficientemente establecido el nombre de Nuestro Señor; entonces en aquella época, en un tiempo muy corto de la Iglesia se bautizó no en el nombre de la Santísima Trinidad, sino en el nombre de Jesús por la razón que acabo de argüir.

   Es muy necesario que nosotros mantengamos presente lo que especifica nuestra fe junto con los otros dogmas que salen de allí, porque sin Trinidad no habría Encarnación. Sería imposible ya que se requiere que haya ese misterio de la Santísima Trinidad, ese misterio fundamental, básico y que especifica nuestra religión, por eso no basta un simple concepto de Dios como lo puede haber y lo hay en las otras religiones y aun en las religiones paganas; nosotros a veces no nos percatamos, no nos damos cuenta, no meditamos lo profundo de esa revelación que va ser el objeto de nuestra contemplación por toda la eternidad, porque contemplar a Dios en la eternidad será eso, ver su esencia una en la Trinidad de Personas y jamás lo entenderemos, pero será toda la contemplación que nos hará felices, que nos hará estar cerca de Dios, estar con Dios por siempre.

   Pidamos a Nuestra Señora, la Santísima Virgen María, que nos ayude a perseverar en la fe; que afirmemos el dogma de la Santísima Trinidad contra tantas falsas religiones que no conocen a Dios y no lo pueden conocer porque no quieren aceptar esa revelación, esa Trinidad, y que perseverando podamos esperar salvar nuestras almas después de la muerte y así gozar eternamente de la Santísima Trinidad. +

 

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