PRIMER VIERNES DE MES

4 de abril de 2003

Padre Basilio Méramo

   

   Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:       

   En este primer viernes próximo a la Pasión de Nuestro Señor, debemos recordar que todo el amor de Nuestro Señor está expresado en la Cruz y que la herencia que nos deja de la Cruz es la Santa Misa. Que no se puede separar el amor de Nuestro Señor de su Sagrado Corazón, de la Santa Misa de siempre. Y ya que Colombia siempre se ha gloriado de ser el país del Sagrado Corazón, no es posible que hoy se ignore esta identidad entre el Sagrado Corazón, su amor, la Cruz y la Santa Misa.

   El hecho de ignorar esa identidad, como lo ignora la mayoría del pueblo colombiano con el clero a la cabeza, es una adulteración de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, es una profanación del amor de Nuestro Señor Jesucristo porque no se puede tergiversar el sacrificio de Nuestro Señor en la Cruz con la nueva misa. Es una abominación y es una falsa concepción del Sagrado Corazón. Esto nos demuestra hasta dónde la crisis religiosa ha corrompido la fe del pueblo que se dice católico, pero que no es católico de verdad, porque yo no puedo ser católico si no conservo la fe, la moral y el culto verdadero. Y ese culto, al que me refiero, no lo encuentro ni se encontrará en la nueva misa ya que ésta es de inspiración protestante, una misa bastarda y nosotros, los que venimos aquí, debemos tener bien claro eso, porque de otra forma no tendríamos la verdadera noción del amor de Nuestro Señor que se manifiesta, se prodiga y se esparce desde la Cruz. Pues la manifestación de esa Cruz, de ese sacrificio de Nuestro Señor está en la Santa Misa de siempre, en la Misa que es la renovación del sacrificio incruento sobre el altar, el mismo sacrificio de la Cruz que fue cruento; es esa renovación, pero de un modo incruento y se opera sacramentalmente. Por esta razón la Misa es al mismo tiempo un sacramento y un sacrificio.

   El sacramento no es la comunión; la comunión es la participación al sacrificio y al sacramento, es decir, al sacrificio sacramentalmente realizado y a esa acción sacrificial, sacramentalmente realizada por las manos del sacerdote comulgamos. El sacerdote es "alter Cristus" sacramentalmente, porque participa de la gracia de la unión hipostática de Nuestro Señor Jesucristo, y en eso consiste la grandeza del sacerdocio, en que le permite inmolar a Cristo en el nombre de Cristo como si fuera Cristo en el momento de la consagración; muy distinto a lo que hoy se hace: un cura vulgarizado, reducido a un miserable presidente de un pueblo que no sabe de dónde viene ni adonde va. Por todo lo anterior, si nosotros queremos permanecer fieles al amor del Sagrado Corazón tenemos que testimoniarlo con la Misa verdadera, y quien asiste a la nueva misa no lo hace. Es hora de que nos demos cuenta de eso porque ha corrido demasiada agua debajo de los puentes. Porque aquí viene gente nueva que si no encuentra el apoyo de la fe sólida de los antiguos, esta capilla se convertirá entonces no en un baluarte de la fe sino en un término medio que no será ni lo uno ni lo otro.

   Es hora de que afrontemos el presente enérgicamente, con solidez, sin dudas, sin titubeos que no son propios de la fe ya que a eso se debe la claudicación espantosa de los sacerdotes y de los fieles; y no hablo solamente de los sacerdotes en general sino de los que han sido de la Fraternidad, de los fieles que han sido de la Fraternidad y que claudican, ¿por qué? Por esa falta de integridad y por la falta de esa lucidez que da la fe. Luego, si los fieles nuevos no la encuentran ni en los fieles, ¿qué va a pasar? ¿Adonde vamos a ir? Más vale que quede uno solo firme, como San Elias en el monte Carmelo, en contra de cuatrocientos cincuenta profetas de Baal que ofrecían falsos cultos, a que oficiemos un término medio, una mediocridad y que no demos testimonio pleno de la verdad.

   Así, pues, nosotros, si queremos comprender el amor de Nuestro Señor tenemos que adentrarnos en ese misterio de la fe, en ese "mystérium fídei" que es la prolongación de la Cruz, la Santa Misa y no la cena protestante, no la synaxis que identifica que allí donde están reunidos dos o tres en su nombre allí está Nuestro Señor. Nuestro Señor está de un modo mucho más personal en la Santa Misa que en esa presencia espiritual de que se habla cuando se dice que donde estén reunidos dos o tres en su nombre está El. Espiritualmente sí, pero en la Santa Misa está Él corporalmente, personalmente, y no meramente de un modo espiritual y volátil.

   Por tanto, en estos primeros viernes debemos identificar cada vez más el amor de Nuestro Señor con la Santa Misa y así permanecer fieles como permaneció Nuestra Señora al pie de la Cruz. Ella, que como Madre comprendió ese amor de su Hijo y se unió a El, y ofreció a su Hijo amado al pie de la Cruz. Por eso, si queremos mantenernos realmente en los amores de los Sagrados Corazones, debemos tener esa actitud de firmeza y de valor al pie de la Cruz, sin claudicar. Todo eso se lo debemos pedir a Nuestra Señora que nos dio ese magnífico y amoroso ejemplo. +

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