DOMINGO DE QUINCUAGÉSIMA

2 de marzo de 2003

Padre Basilio Méramo
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   Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:  

   Estos tres domingos antes del primer domingo de Cuaresma, como ya todos sabemos, nos preparan para esta gran Cuaresma de la Iglesia que la liturgia vive cada año y en la cual quiere que todos los fieles nos dispongamos a través del sacrificio, el ayuno, la oración y la mortificación para celebrar la gran Pascua de Nuestro Señor; ese es el significado de estos tres domingos a partir de Septuagésima que preludian la Cuaresma y nos preparan a ella.

   El Evangelio de hoy nos muestra cómo Nuestro Señor anuncia su muerte y su resurrección a los apóstoles. Su muerte y pasión anunciada por los profetas según las Escrituras. Prepara, pues, a sus apóstoles a su pasión y muerte. Y en el mismo Evangelio, como relata la Tradición, el ciego Bartimeo le pide a Nuestro Señor a su paso que le dé la luz, la vista y Nuestro Señor antes de hacer el milagro, sabiendo muy bien lo que quería, sin embargo le pregunta "qué quieres" para hacer resaltar ese deseo de ver del ciego. Después de obtener la respuesta le dice que se haga según su fe para mostrar la importancia de la fe. Para que nosotros veamos la necesidad de esa luz sobrenatural que es la fe, la fe es una luz sobrenatural de los misterios de las cosas de Dios a las cuales se adhiere nuestra alma movida por la voluntad bajo la gracia de Dios y por eso es la primera de las tres virtudes teologales, la fe. Sin la fe no hay el fundamento de la caridad ni de la esperanza, por eso es tan importante. Y es necesario que nosotros vivamos bajo el influjo de Dios, de la luz divina, porque no tener la fe sobrenatural es peor que ser un ciego, que no ve, que no conoce, que está en tinieblas, en la oscuridad; así pasa en el orden sobrenatural con todos aquellos que no tienen la fe, por eso debemos nosotros cada día pedir más esa fe, más esa luz y ser fieles, para no perder con el pecado de infidelidad, el único pecado que hace perder la fe, la luz sobrenatural de Dios. Y esa luz de Dios no la tienen ni los protestantes, ni los judíos, ni los musulmanes, ni los budistas; esa luz sobrenatural la tiene exclusivamente la Iglesia Católica, Apostólica y Romana; de ahí el imperativo de pertenecer a la Iglesia para que nos dé la fe, esa fe que recibimos el día del bautismo y que debemos mantener como una luz, como un candelero, como un cirio, como el cirio pascual que simboliza Nuestro Señor, siempre encendido para que así alumbre nuestro camino, nuestra vida e irradie en la sociedad que hoy vive en tinieblas, en las tinieblas de la confusión y del error, del pecado por esa falta de luz sobrenatural, por esa falta de visión teológica de las cosas y misterios de Dios.

   El justo vive de la fe, que es imprescindible para nuestra alma y hoy más que nunca cuando todo se confabula para destruir! la fe, para destruir la Iglesia Católica, para destruir el sacerdocio, para destruir la Santa Misa, para destruir la religión Católica, Apostólica y Romana. Por eso es una gran herejía el ecumenismo que hoy se predica haciendo creer al mundo que todas las religiones son más o menos camino de la salvación, que cada uno es libre para elegir la que quiera de acuerdo con su conciencia, como enseña la herética libertad religiosa; y hay que decir herética porque son herejías. Si yo soy católico no puedo pensar que nadie es libre para elegir la religión ni el dios según su conciencia, según su parecer, según su capricho; eso es absolutamente falso. Todo se confabula para hacer perder la fe a los fieles, obra maestra de Satanás bajo el imperativo de una falsa e indiscreta obediencia, peor que la obediencia o el cuarto mandamiento invocado para que un padre pueda prostituir a su hija.

   Es peor cuando se nos pide obedecer en contra de la fe, es peor que cuando un padre le solicita en nombre de la obediencia y en nombre del cuarto mandamiento a una hija que se prostituya. Y si eso que digo les escandaliza, lo digo para que nos escandalicemos mucho más de esa falsa obediencia que hoy se pregona en nombre de Dios para que nos prostituyamos en el error.

   Debemos salir de esa anemia espiritual en la que estamos viviendo y en la que nos estamos acostumbrando a ella perdiendo el verdadero espíritu apostólico, que es un espíritu de conquista y sobrenatural y de combate sobrenatural v que no predica una falsa paz en el error. Nosotros debimos permanecer fieles aunque nos toque estar solos contra viento y marea, pero dando testimonio de fidelidad a la Iglesia, a Nuestro Señor, perseverando en su sana y santa doctrina y no hacer lo que vemos hoy, ni decir, ni seguir ese mal ejemplo que nos lleva hacia el infierno haciendo también de este mundo un infierno. Porque ¿qué son si no. todas estas guerras, esas violencias, esos crímenes, esos pecados, sino la antesala del infierno mismo? Por eso la necesidad de la luz de la fe, por eso Nuestro Señor le da la visión a este ciego en correspondencia a su fe, a esa fe que él expresó al decir: "Hijo de David", que era de un contenido mesiánico.

   Pero como dice San Pablo en la epístola de hoy, sin la caridad todo sería vano, y por eso es necesaria la caridad, el verdadero amor sobrenatural a Dios y al prójimo por amor a Dios, porque sin caridad todo es vano, todo es vacuo, todo es vacío como una campana, hueca, vacía, pero que hace ruido. Hoy se necesita una caridad heroica como la que tuvo monseñor Lefebvre para creer en esa caridad hecha carne, en ese amor de Nuestro Señor expresado en el Sagrado Corazón, manteniendo así la obra de la redención a través de su pasión y muerte en la Cruz, la cual continúa hasta el fin de los tiempos con el sacrificio de la Santa Misa. La Santa Misa expresa la caridad del amor de Dios, su obra redentora; por eso Satanás quiere hacer desaparecer la caridad y hacer desaparecer esa expresión de la caridad de Dios que expresa la Santa Misa. Por eso inventaron una misa nueva que ya no se llama sacrificio, en la cual el sacerdote es un presidente que preside una cena en medio de los convidados, pero donde no quedan rastros del sacrificio de la Cruz, de esa Cruz que venció a Satanás y que por eso pretende destruir a la Iglesia destruyendo la Santa Misa y el sacerdocio. No hay mayor caridad que esa: la de continuar el misterio de fe expresado en la Santa Misa y la de que un sacerdote sea fiel a la Misa de siempre.

   No es lo mismo la nueva misa porque ellos mismos asi lo reconocen; los protestantes concelebran en la nueva misa, cualquiera comulga en la nueva misa, con la nueva misa no hace falta alejarse, con la nueva misa ya no existe el infierno con la nueva misa, todos somos hermanos con la nueva misa, y lo mismo vale Cristo que Buda y el que sea con la nueva misa y todo eso. ¿No es una herejía?, ¿no es una apostasía?

   Si queremos seguir el ejemplo de la caridad, de la verdadera caridad, debemos continuar en el amor de Nuestro Señor y de su sacrificio manteniendo el verdadero culto, la verdadera misa, aunque sepamos que vamos a ser atacados como no lo será ninguno ni nadie, porque nadie es atacado hoy sino solamente aquel que quiere conservar como monseñor Lefevbre y monseñor de Castro Mayer, que quisieron conservar la Tradición de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Ese es el único pecado, permanecer fieles a Nuestro Señor, permanecer fieles a su fe, a su culto, a su Misa, a su redención. Por eso no es de extrañar que hoy la Iglesia se adentre cada vez más en su parte humana en esa pasión, la pasión de su Iglesia, por manos de sus mismos jerarcas, de sus mismos sacerdotes que están aliados con el mundo y a través de esa alianza con el mundo están aliados con el príncipe de este mundo, que es Satanás.

   Pero la Iglesia triunfará al fin y al cabo; claro que ese triunfo pasa por los fieles que permanecen heroicamente adheridos a la Tradición sacrosanta de la Iglesia Católica y no es facultativo ser tradicionalista. La Iglesia Católica es tradición por esencia y todo católico verdadero es tradicional por esencia, luego, todo católico verdadero tiene que ser tradicionalista y no modernista y no progresista; es una aberración que un católico modernista, progresista, o una iglesia o una religión católica modernista, progresista. De allí la necesidad de que al entrar en esta Cuaresma sepamos ofrecer esta pasión de Nuestro Señor por la cual pasa la Iglesia y que permanezcamos nosotros fieles a Nuestro Señor, a su amor verdadero, a la Santa Misa, al verdadero culto de la Iglesia Católica y que no nos importen los ataques del enemigo porque al fin y al cabo el triunfo será de la verdad, de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Pidámosle a Nuestra Señora, a la Santísima Virgen María, permanecer de pie ante la crucifixión de la Iglesia como Ella permaneció de pie ante la crucifixión de su Santísimo y divino Hijo. +

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