FIESTA DE CRISTO REY

28 de octubre de 2001

Padre Basilio Méramo
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    Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:  

   En el último domingo de octubre celebramos la fiesta de Cristo Rey, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, que se encarnó y que se hizo hombre. No se convirtió en carne sino que tomó, asumió la carne, es decir, la naturaleza humana; así siendo verdadero Dios es también verdadero hombre. Es el misterio inefable de las dos naturalezas de Nuestro Señor Jesucristo unidas en la persona del Verbo, la segunda Persona de la Santísima Trinidad y que lo hace no solamente centro de toda la creación que gira alrededor de El como alrededor del Sol, sino que también lo constituye Rey del Universo.

   Realeza universal de Nuestro Señor Jesucristo, de primacía sobre todas las cosas, sobre todo el Universo creado y no sólo de esta tierra sino de todo el universo creado, de todos los astros, de todas las estrellas, de todas las galaxias, Rey del Universo. Esa es la primacía que se proclama en esta fiesta, por eso se habla de la realeza social de Nuestro Señor, en la sociedad, en los pueblos, en las naciones, realeza indiscutible como dogma de fe. Por eso el papa Pío XI, el 11 de diciembre de 1925, proclamó esta fiesta para manifestar al mundo la realeza universal de Nuestro Señor a un mundo laico, laicista, es decir, un mundo que desconoce el principio teológico y religioso de la organización de los Estados, de las naciones, de los pueblos y de la sociedad; el laicismo niega radicalmente la supremacía de Nuestro Señor Jesucristo en el mundo moderno, en las naciones modernas.

   Con lo cual vemos que el laicismo es una herejía y una apostasía de las naciones, de los gentiles, al no proclamar la realeza social y universal de Nuestro Señor Jesucristo como Rey de todo lo creado y por vía de consecuencia, de las leyes sociales. Que la sociedad toda en su ordenamiento jurídico y político se asiente y se fundamente en la realeza de Nuestro Señor y organice la vida de los pueblos como si Dios no existiera; esa es la gran apostasía del mundo libre que tanto se proclama hoy; esa es la apostasía de la democracia actual que no reconoce la supremacía de Dios sino la soberanía del pueblo, del hombre y de todo lo que él es, fundamentado en el hombre, en su dignidad y en su libertad. De ahí los derechos del hombre y no los derechos de Dios, no una sociedad basada y fundamentada en Dios sino en el hombre. Tenemos así un humanismo ateo, sin Dios.

   Pero podemos ver todavía una mayor apostasía cuando ese espíritu laicista y ateo se introduce y penetra dentro de la Iglesia para que así se haga realidad esa abominación de la desolación en el lugar santo. Esa es una realidad, un hecho, porque no se trata de cualquier dios sino del único y verdadero Dios, del Dios trino, del Dios manifiesto y conocido por la revelación divina, el fundador de la Iglesia Católica, no cualquier religión sino la única verdadera, la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, con lo cual se excluye por derecho divino toda otra falsa religión, llámese como se llame. Estos son principios fundamentales de la religión católica, de todo católico, de toda nación católica y esos principios están hoy paladina y radicalmente conculcados, negados, incluso por la misma jerarquía de la Iglesia oficial.

   Esto es lo lamentable, lo triste y lo caótico de la crisis que se vive no sólo en el mundo sino dentro de la misma Iglesia por una claudicación, por una apostasía, por no proclamar la realeza universal de Nuestro Señor Jesucristo; la cual está negada por el ecumenismo que impera hoy igualando todas las religiones, todos los credos, colocándolos sobre la mesa en pie de igualdad y por eso ya no se habla de doctrina, de catequesis, sino de diálogo, porque en una mesa donde se sientan iguales no hay adoctrinamiento sino diálogo entre iguales.

   Para colmo, la libertad religiosa niega absolutamente lo que nosotros como católicos proclamamos y debemos proclamar en la fiesta de hoy y siempre: la realeza absoluta y universal de Nuestro Señor. Luego, ¿cómo voy yo a erigir en principio eso de que el hombre es libre para elegir su religión, su credo? Es una verdadera contradicción en los términos; es la tontería, es el error proclamado como verdad. ¿Cómo el hombre va a tener derecho a elegir la religión cuando la religión y Dios mismo nos dicen que El es Rey absoluto? Luego, lo que yo tengo que hacer es libremente reconocerlo, aceptarlo, para eso tengo la libertad, pero no para decidir si es El o no es El, o si es otro, si no lo acepto, para tener libremente acceso al infierno.

   También eso hay que decirlo, porque si yo soy libre para aceptar a Dios como debiera hacerlo siempre que la verdad se encamina al bien, si yo no lo hago libremente me voy al infierno. Lo que no puedo hacer ni decir es que libremente el hombre decida sobre quién es Dios. Eso es inadmisible, es herético y es una verdadera apostasía; por eso no nos debe extrañar que ocurran en el mundo y dentro de la Iglesia todas estas cosas que nos muestran cada vez una mayor pérdida de la fe con una degeneración moral al punto de lo que se vive hoy, porque la gente vive sumergida en un mundo donde el pecado está institucionalizado, y si no ¿qué es lo que hay en la televisión? ¿Qué hay en los videocasetes si no es pura corrupción y degeneración? ¿Qué son las propagandas? ¿Qué periódico se puede abrir desde la primera a la última página sin ver algo que ofenda a Dios? ¿Qué hay hoy en la moda de la mujer que no ofenda a Dios? Cuando no hace más que andar con el ombligo al aire, pero es la moda. Ir a un kiosco, a donde sea, a la farmacia, no se puede mirar sin ver la prostitución fotografiada en cada estampa de cada revista; todo eso es inmundicia y degeneración para exacerbar los apetitos de la carne y que nos volvamos así cada vez más mundanos y carnales, no siendo capaces de poder vivir en gracia de Dios.

   Esa es la obra satánica del judaísmo, que el mundo moderno no pueda vivir en gracia de Dios. De ahí que si queremos ser verdaderamente católicos tenemos que hacer un esfuerzo sobrehumano para no dejarnos corromper por esa cloaca de aguas inmundas que es el mundo de hoy; esa es la realidad y por eso tenemos que pedirle a Dios toda la ayuda del cielo para que mantenga firme a su Iglesia en aquellos fieles a Cristo, porque la Iglesia no es de infieles ni de ateos, ni de herejes, apóstatas o cismáticos; la Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica y esas cuatro notas están en la Iglesia Católica, Apostólica y Romana y no en otra Iglesia. Y conservando así la fidelidad, permanecer en la verdadera Iglesia y permaneciendo en la verdadera Iglesia poder salvar las almas de los demás, que no las salvarán ni el yoga, el vudú ni cualquier otro sofisma del supermercado de las falsas religiones.

   El demonio se inventa más de mil y una formas de desviar la verdadera comunión con Cristo, la oración con Él; la unión con Él que es la verdad que proclama la Iglesia a través de los sacramentos de la Iglesia, de los misterios de la Iglesia. Por todo esto mismo, fuera de la Iglesia Católica no hay salvación como no la hubo fuera del arca de Noé, porque la verdad es una, porque Dios es uno y ese Dios es Cristo, Rey del Universo entero. Esa es la verdad que ha querido proclamar la Iglesia en el día de hoy; la realeza social de Nuestro Señor; es decir, para que Nuestro Señor sea reconocido por las sociedades, por las naciones, por los pueblos como el Rey del Universo porque Él es Dios. Que todo estas cosas nos queden grabadas en nuestro corazón, que las meditemos, que las estudiemos para que podamos vivir de la verdad, defender la verdad y si es la voluntad de Dios morir por fidelidad a la verdad, que eso es el martirio. Hoy hay que ser mártires verdaderamente para permanecer íntegros en la verdad y fieles a la verdad, a Nuestro Señor, fieles a su Iglesia.

   Pidamos a Nuestra Señora, la Santísima Virgen María, a Ella que es Reina por ser su Hijo el Rey, Reina de todo el Universo, Reina de los cielos, que ampare y proteja con su manto a esta su Iglesia, dura y vilmente atacada como nunca por Satanás y su hijo predilecto, el judaísmo, que hasta que no se conviertan combatirán a muerte a la Iglesia. Pidamos a Ella que nos ampare y nos acoja para permanecer fieles. +

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