DEDICACIÓN DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL

29 de septiembre de 2002

Padre Basilio Méramo
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   Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:  

   Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo: Esta fiesta en honor de San Miguel tiene mucha fuerza y preponderancia y nos obliga a remontarnos a esa primera lucha o batalla librada en el cielo. Gran apostasía de los ángeles que no reconocieron la grandeza de Dios. Honor y privilegio de San Miguel Arcángel que reivindicó los derechos de Dios. "¡Quién cómo Dios!", gritó para detener ese odio infernal de los otros ángeles que cayeron de la gloria y se alejaron de Dios. Fue entonces creado el infierno, no por obra de Dios mismo sino por el odio maldito de la criatura angélica que se rebela ante su Creador.

   Esa es la gloria de San Miguel Arcángel, que como capitán de los ángeles buenos se opuso a los ángeles malos. Fue esa la primera gran apostasía y el primer gran combate. Y esa lucha no ha cesado porque ella tuvo sus consecuencias arrastrando a la humanidad al pecado, haciendo que cayera Adán y haciendo que cayera el género humano en el paganismo, porque Dios no creó al hombre en el paganismo ni mucho menos en la ignorancia religiosa sino que en esa revelación primitiva que tuvo Adán, pero que fue degenerando, olvidando y se claudicó cayendo en ese atroz paganismo que aún hoy existe, que está latente sin que muchas veces nos demos cuenta y lo llevemos en nuestra propia sangre; por eso hay la necesidad de luchar contra esa triple concupiscencia.

   Eligió Dios, entonces, a un pueblo para que perseverase en la revelación, en esa comunicación de la palabra de Dios que suscitó al pueblo judío, pueblo que tampoco fue fiel y apostató de Dios siguiendo el ejemplo de los malos ángeles, siguiendo el ejemplo de Satanás, de Lucifer, porque esa lucha continuó y continúa hasta hoy. No hay que olvidar que el pueblo judío fue elegido en medio de esos pueblos paganos para que guardase la revelación de Dios y que de ese pueblo naciera el Verbo Encarnado, Nuestro Señor Jesucristo. Pero que lejos de ser fiel lo crucificó en la cruz. Obra netamente satánica e inolvidable, porque hoy, bajo un error de falsa tolerancia se nos quiere hacer olvidar al enemigo y qué peor error que olvidar la existencia del enemigo para que seamos derrotados y esa derrota no es más que seguir el ejemplo de apostasía infernal de los malos ángeles. Por eso Dios nos dio a cada uno un ángel de la guarda para que nos proteja, pero al que no tenemos en cuenta, no oímos, no escuchamos y eso pasa cada vez que pecamos, no tenemos suficiente consideración con nuestro santo ángel guardián.

   Ahora bien, el pueblo elegido, el pueblo judío que Dios eligió para dar testimonio de su verdad, conculcó la verdad, negó la verdad, pecó contra el Espíritu Santo que es la impugnación de la verdad conocida y esa verdad conocida era el mismo Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad, encarnado en el seno virginal de la Santísima Virgen María y que murió crucificado. De ese crimen atroz, Nuestro Señor aprovechó para redimirnos del pecado con su sangre y esa continuación, esa prolongación de su sacrificio que es el sacrificio de la Santa Misa. De allí viene el odio infernal de Satanás a todo lo que es católico, a todo lo que es la verdadera Santa Misa.

   Por esta misma razón se ha propiciado una nueva misa que se asemeja más a la Pascua judía. Así lo hace ver ese trabajo publicado recientemente al respecto y que creo que todos habrán leído; aunque personalmente debo decir que estoy en desacuerdo en una cuestión técnica de precisión teológica, pero la idea del libro es muy buena y concluye que la nueva misa no es más que la Pascua judía. Un concepto erróneo, porque la Misa no es la Pascua, la Misa es la muerte de Nuestro Señor; la Pascua y la resurrección vienen después. Mucho menos es una conmemoración de la Pascua, ni de la católica ni de la judía; tamaña herejía, tamaña profanación, diabólicamente, sutilmente realizada para que no nos diéramos cuenta.

   Continúa, pues, este combate y por eso nuestro espíritu debe ser combativo; no olvidemos, mis estimados hermanos, que estamos en plena lucha y que la Iglesia militante es eso; no estamos en el cielo donde está la Iglesia triunfante, ni estamos en el purgatorio donde está la Iglesia purgante, sino que estamos en la Iglesia militante, de combate. de lucha aquí en la tierra por el honor de Dios, nos guste o no, y por lo mismo no hay término medio; o nos ponemos del lado de San Miguel Arcángel o nos ponemos del lado de Satanás; esa es la vida en esta tierra; ¿de qué lado luchamos? Por eso resalta la Iglesia la imagen de este santo ángel que lideró a los demás en defensa de Dios; otro tanto nosotros debemos defender.

   No hay peor error que creer que no hay enemigos, que hay que ser tolerantes. La verdad es que la tolerancia -como lo decía don Marcelino Menéndez y Pelayo- es el producto de una mentalidad eunuca; ese es el término que él emplea. ¿Qué es un eunuco sino un hombre castrado? Pues bien, él hablaba de eso para referirse a la tolerancia como una enfermedad de los espíritus que no son aguerridos en la posesión de la verdad porque la verdad es intolerante con el error; no es cuestión de gustos, caprichos ni subjetivismo, sino de verdad.

   Toda nuestra vida aquí en la tierra y en los cielos es una relación con la verdad primera y con la verdad primera que es la que Dios propone. La fe es el objeto tanto material como formal de la fe, la verdad que es Dios, la verdad primera como lo define Santo Tomás, la verdad como objeto conocido y la verdad como testimonio de la palabra de Dios a la cual debemos adherir y que es lo que nos hace católicos. Esa es la fe que se quiere destruir, la verdad que se quiere destruir, y para ello se ha valido Satanás a través del judaismo, destruir la Iglesia por vía de autoridad, por vía de obediencia, por vía de jerarquía; eso es terrible y angustioso, pero debemos estar firmes en la fe y para eso recibimos el sacramento de la confirmación que nos confirma como soldados de Cristo en la fe recibida en el bautismo.

   Ante ese ataque a la fe, la primera reacción de todo confirmado en ella es combatir por defenderla y eso fue lo que hizo monseñor Lefebvre; por eso consagró, por eso no hizo caso ni de obediencias ni de excomuniones que trataban de impedir que la verdad católica impere, porque no hay autoridad ni en los cielos ni en la tierra que pueda impugnar la verdad primera, la fe, Dios, y ese es nuestro sostén, nuestro tesón y eso no lo debemos olvidar, porque claudicaremos en vista de que el enemigo es mucho mayor, mucho más astuto, más poderoso, y como ayer escuché decir a Monseñor de Galarreta, a uno de los fieles, citando a San Agustín: "¿A quién tenemos miedo si estamos con Dios?, porque si nos derrotan a nosotros tendrán que vérselas directamente con Dios". He ahí la fuerza del católico, del cristiano, del tradicionalista. Porque, desafortunadamente hoy, para ser verdadero católico, apostólico y romano, hijo de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, hay que ser tradicionalista y no a medias sino cien por ciento.

   Por eso tenemos enemigos de todos los grados, de todos los colores, el Opus Dei, toda la línea media, todos los conservadores como el cardenal Castrillón y todos los demás ultraprogresistas y ultramodernistas; por todo esto debemos defender nuestra fe, los derechos de Dios, los derechos de la Iglesia, eso fue lo que hizo a España, la fe, y al servicio de la fe estuvo la España que conquistó más de medio mundo; a eso es debido también el odio contra España, porque fue católica. Y gracias a España no cayó Europa entera en el protestantismo, gracias a España se detuvo al Islam en Lepanto y gracias a la santa Inquisición se conservó la pureza de la fe. Esa es toda la leyenda negra contra la Inquisición y contra España. Lo que justificaba la Inquisición era ley fundamental de España, el ser católica, y no la libertad religiosa; quien no quería ser católico no podía ser español, pues la religión católica era el fundamento de la unidad de España; ley fundamental hoy conculcada gracias al Vaticano II, obra del judaismo pérfido y traicionero, y por eso hay que mostrarlo para ver hasta dónde llega la maldad y cómo tan ingenua, tonta y estúpidamente nos dejamos engañar.

   Debemos recordar las palabras de don Marcelino Menéndez y Pelayo: "La verdad es intolerante, se impone, no se arroga sino que conquista corazones para que impere la verdad".

   Gran mérito de San Miguel Arcángel, pues vemos cómo esa apostasía de los ángeles continúa con la apostasía del pueblo judío y enlaza con una última apostasía anunciada por los Evangelios: la apostasía de los últimos tiempos que es seguramente la que estamos viviendo y que debemos tener en cuenta como dice la epístola de hoy, "bienaventurados los que creen en esta profecía"; porque todo el Apocalipsis es una profecía sobre los últimos tiempos. Desgraciadamente ignorada incluso por muchos sacerdotes que han descuidado esto y por eso conviene traer aquí el recuerdo del reverendo padre Castellani, insigne jesuíta, perseguido por decir esto que estoy diciendo, pero no solamente hay que decirlo, sino que debemos esperar la manifestación de todo lo anunciado en el Apocalipsis. A causa del Apocalipsis fue excluido de la Compañía de Jesús el padre Castellani, relegado, perseguido, incluso por uno de sus discípulos, el hoy cardenal Jorge Mejía, una especie de cerebro gris o negro o demoníaco del Vaticano, hecho cardenal porque hoy en día para ser cardenal hay que ser traidor, falso o vendido.

   Por eso la fiesta de hoy es un ejemplo para que sepamos cuál es nuestro deber y que hay un combate, nos guste o no; combate que se prolongará hasta el fin de los tiempos, hasta que venga Nuestro Señor en gloria y majestad. Esa es la gran apostasía anunciada para los últimos tiempos como el último coletazo de Satanás, por eso vemos todas las influencias deletéreas dentro de la Iglesia: la falta de doctrina, de convicción, de precisión, falta de teología y de amor a la verdad, de amor a Dios, para venir a manifestarnos un falso amor filantrópico, masónico, sin verdad, sin Dios y sin religión; he ahí el gran mal.

   Se necesitan apóstoles de la verdad que apacienten las ovejas con la verdad y no mercenarios que lo único que quieren es la prebenda, la merced, el provecho, el beneficio. Hay una gran necesidad de pedirle a San Miguel Arcángel que nos infunda su espíritu de amor a Dios, de testimonio a Dios ante Satanás, ante los otros espíritus infernales que osaron oponerse a Dios; eso es lo que nos pide la Iqlesia en la fiesta de hoy y que no debe pasar desapercibida.

   Pidámosle a Nuestra Señora, la Santísima Virgen Mana, nuestra Madre del cielo, a Ella, que sufrió al pie de la Cruz, donde ofreció su Hijo, físicamente allí presente con dolor de madre, ofreciendo, uniéndose a su Hijo para redimirnos a todos nosotros del pecado. Debemos recurrir a Ella para que nos ayude, sobre todo cuando por debilidad pecamos. Porque hay dos maneras, si se puede decir así, de pecar: una por malicia, por maldad; otra por debilidad; los malos, malos, son muy pocos, la gran mayoría peca por debilidad, pero peca, e igual se va al infierno por debilidad. La diferencia está en que el que peca por debilidad más fácilmente puede recurrir, arrepentido a Dios, mientras que al que peca por malicia y por perversión demoníaca, le queda mucho más difícil. Debemos, pues, recurrir a Nuestra Señora para que ella nos asista, ser fieles al Inmaculado Corazón guardando la verdadera fe, guardando el honor a Dios y defendiendo a la santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana de todos sus enemigos. +

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