NOVENO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

10 de agosto de 2003

Padre Basilio Méramo
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    Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:  

   En este noveno domingo después de Pentecostés vemos en el Evangelio que Nuestro Señor Jesucristo llora al ver la ciudad de Jerusalén. Y es admirable saber, por la narración que hace el Evangelio, que por lo menos dos veces lloró Nuestro Señor. En esta ocasión sobre Jerusalén, y la otra ocasión por la muerte de Lázaro. Sin embargo, jamás dice el Evangelio que reía, y aquí un paréntesis, ¿por qué? No quiere decir que no estuviese alegre o que no sonriese, pero reír como ríe el mundo, a carcajadas, alocadamente, lo menos que demuestra es un alma superficial que no está equilibrada y por eso prorrumpe en esa carcajada, en esa desfachatez de la inestabilidad espiritual y psicológica, por eso la gravedad en el rostro de Nuestro Señor y así mismo le siguieron los santos aunque con alegría, sin tristeza, pero sin esa risa a carcajadas.

   El Evangelio hoy nos muestra a Nuestro Señor llorando, no es que los hombres no lloren, los hombres sí lloran, pero no lo hacen tan prontamente, tan rápidamente, tan sentimentalmente como a veces por su sensibilidad lo suelen hacer las mujeres. Y cuando un hombre llora es terrible, es grave, es serio. Por eso lloró Nuestro Señor ante la ciudad sabiendo lo que le iba a ocurrir por su idolatría, por su abominación, por no haber estado a la altura del Mesías que profetizaban las Escrituras y los profetas, la Revelación del Antiguo Testamento, sino que todo lo contrario, llega el Mesías y Jerusalén, la ciudad santa, la ciudad de Dios no estaba preparada para recibirlo.

   Por eso El llora viendo lo que cuarenta años más tarde iba a ocurrir. Valiéndose la divina Providencia de los romanos, de Tito y de Vespasiano para destruirla sin dejar piedra sobre piedra. Y el muro de las lamentaciones es un muro de contención, no es un muro del templo propiamente dicho sino de un barrancón, de una cañada que hay allí, y que está ese muro como de contención, formando parte de las bases y que por eso no se derrumbó, porque del otro lado hay tierra, hay una planicie. Porque puede extrañar cómo haya ese muro, si lo que nos imaginamos es muro normal, mientras que las Escrituras dicen que no quedaba piedra sobre piedra y así ocurrió; fue atroz ese asedio de los romanos, muchas mujeres llegaron a matar a sus hijos y a comérselos, o a comer cosas podridas, y eso lo cuenta Flavio Josefo, gran historiador judío, ante el terror de ese asedio, esa destrucción de la ciudad santa en castigo por no reconocer y recibir al Mesías.

   Llora Nuestro Señor de lástima, de conmiseración, de dolor, al ver la gran catástrofe que éstos ni sospechaban, ni se imaginaban, y esto nos debe servir para que no nos ocurra a nosotros, para que no le ocurra eso a la Iglesia de Dios, para que no nos caiga esa desgracia por no estar a la altura y no ya de la primera venida sino de la segunda venida de Nuestro Señor, para que no nos acontezca lo mismo que a los judíos, que a los doctores, que a los escribas, que a los fariseos, grandes peritos de las Escrituras, para invertirlas, adulterarlas, mal interpretarlas.

   Y Dios sabrá si eso no pasa hoy con las Escrituras y el Apocalipsis y el Nuevo Testamento, de todos aquellos pasajes donde está anunciada claramente su venida gloriosa y toda la hecatombe que la antecede, gran apostasía, gran manipulación, gran abominación en el lugar santo y el Anticristo, el seudoprofeta, que entre los dos forman el Anticristo total, es decir, el poder político y el poder religioso, todo eso está anunciado, prefigurado, y que nos pase igual que a los judíos, que no nos demos cuenta y nos caigan el desastre y la catástrofe encima. Ese desastre es parte de esa gran apostasía anunciada, de esa gran tribulación, de esa gran confusión, de esa persecución que más que material y física es espiritual, es la persecución contra la Iglesia en su espíritu de verdad, de vida sobrenatural, en su religión, en sus dogmas, en sus principios, en su culto, en su moral.

   No es tanto la persecución física como ocurría antaño que producía tantos mártires pero que eso acrisolaba a la Iglesia y era simiente de cristianos; la gran persecución que está anunciada es esa, destruir toda verdad de Cristo y de su Iglesia y no tanto el encarcelamiento o la muerte, ya que eso no haría otra cosa que avivar, atizar el fervor. En cambio, del otro modo lo que se procura es diluir, destruir corrompiendo desde adentro sin que se den cuenta, como un cáncer que cuando se manifiesta ya es tarde, cuando no hay nada qué hacer. Y esto que digo del cáncer ya lo decía San Agustín, para que no se crean los científicos modernos, que son unos ignorantes, que el cáncer es una enfermedad del siglo XX y XXI.

   En sus homilías, en las narraciones dice San Agustín, para mostrar con una imagen, que es el cáncer en el orden físico, lo que era en el orden espiritual la corrupción de un alma, y eso que pensamos que hoy lo sabemos todo; no sabemos, muchas veces, ni dónde estamos parados y si estamos parados en algún sitio es en la luna, allí donde se concentró todo el poderío para ir y quedarse en la luna, sin tener los pies puestos en la tierra y así nos pasará inadvertidamente, alegremente, tontamente, al igual que a Jerusalén, ciudad santa, la Iglesia de Dios del Antiguo Testamento y vean lo que pasó, y por eso Nuestro Señor lloró de dolor y de pena de ver la ceguera de un pueblo tan querido y lo que les esperaba, y lo que nos puede esperar.

   No estoy inventando nada, la misma epístola de hoy nos dice que todo lo que se prefiguró en el Antiguo Testamento es figura de lo que va a venir y dice San Pablo que no caigamos en la idolatría como cayeron los judíos en el desierto, que fueron exterminados más de veintitrés mil en un solo día por no permanecer fieles. Murieron por las mordeduras de las serpientes, y de ahí el símbolo de la medicina y de las farmacias, la serpiente, porque murieron por las serpientes, pero también por la imagen de la serpiente fueron curados los otros.

   El mismo San Pablo se refiere a que todo esto era signo de lo que iba a venir, o sea, que también está apuntando a una gran idolatría por no permanecer fieles; he ahí lo que se ve y el consabido castigo que no será sino la confusión, la pérdida de la luz sobrenatural de la fe, las tinieblas donde reina el error, produciéndose la abominación en el templo, es decir, en la Iglesia, porque el templo de Dios no es el muro o los cuatro muros de la iglesia sino el cuerpo místico de Cristo conformado, configurado por todos los fieles a Cristo Nuestro Señor; esa es la Iglesia.

   Entonces vemos cómo las Escrituras son apocalípticas, y esa connotación apocalíptica es tergiversada sistemáticamente por una exégesis y teología que impera desde hace algún tiempo, más de doscientos años, para que cuando todas estas cosas ocurran no las tengamos presentes y la gente no se dé cuenta, no reaccione y para que entonces los que hablen de eso sean los "Testigos de Jehová", los protestantes, y lo hagan torcidamente y se produzca el círculo vicioso, aquel que ose poner las cosas en claro es un loco o un protestante, igual que los judíos e igual que los fariseos.

   Eso ya lo advirtió hace varios siglos el padre Lacunza que murió desterrado en Italia, un hombre que hacía cinco horas de oración diaria, postrado cabeza en tierra, pero que por decir estas cosas metieron su libro en el índice, porque era intolerable que él hablara con esa libertad y con esa claridad, o sea que la eliminación viene desde lejos, insensiblemente, como venía desde lejos el error del judaismo, y muy pocos fueron los que realmente tuvieron un corazón puro por estar vigilando y esperando al Señor. Así pasará al final de los tiempos que estamos viendo y viviendo. O ¿acaso no se ve la corrupción del clero, no se ve la corrupción de la verdad, no se ve la corrupción del culto, no se ve la corrupción de la moral? El que no lo vea está ciego y no hay peor ciego que el que no quiere ver. La persecución es abominable y desastrosa contra todo aquel que quiera seguir a Nuestro Señor, y es la misma persecución insidiosa, diabólica contra monseñor Lefebvre y monseñor De Castro Mayer. Esa persecución continúa, no ha acabado ni acabará, y por eso todos los intentos de la Roma moderna para tratar de homologar, de reducir, de absorber a la Fraternidad San Pío X y de querer excluir, dentro de la Fraternidad a aquellas personas que representan un obstáculo a ese acercamiento paulatino e insidioso.

   Para que nos pase lo de Sansón, que cuando estemos bien amarrados ya no tengamos fuerzas para reaccionar, esa es la peor corrupción y por eso me ha tocado a mí denunciar más de una vez esas cosas y escribir las cartas que he escrito a monseñor Castrillón, a Juan Pablo II y que muchas veces no han sido esas cartas bien recibidas por el entorno eclesiástico aun tradicionalista, aun de la Tradición. Por eso aquí en Colombia ese grupo que quiere destruir y que se asocia con la Fraternidad San Pedro, y que quiere ahora aprovechar mi partida para estar a sus anchas, pues más difícil lo van a tener porque lo que hago aquí en Colombia lo haré desde Portugal y desde la China y desde donde esté. La palabra de la verdad, la espada de la verdad no tiene dimensión cuantitativa como ellos se creen y que ya amenazaron pensando que les va a quedar el campo ancho, pues se equivocan. Y para que vean que incluso hasta vienen, y es un elogio para mí, porque si tanto les disgustan mis sermones y sin embargo los graban y saben a la hora lo que he dicho y por eso lo hago ahora a propósito; yo sé bien lo que digo y lo digo públicamente y que le llegue a aquel que le debe llegar y si no les quedó claro se los repito para que se den por enterados, porque a los supósitos del demonio hay que irles de frente; pero eso se los comento, mis estimados hermanos, para que ustedes también paguen su cuota de sufrimiento, de combate y de defensa por la verdad.

   Escuchamos también en este Evangelio cómo Nuestro Señor Jesucristo después de llorar entra al templo y a latigazos saca a los mercaderes ladrones lo limpia el templo. Ese gesto lo hace dos veces, al comenzar y al finalizar su vida pública, para mostrarnos que el mal hay que combatirlo de raíz, ir a la esencia del mal de las cosas, aunque el mal no tiene esencia, pero sí ir a su fundamento, a su causa y no quedarse por las ramas como quien coge el perro por la cola por eso hay toda una figura de falso tradicionalismo que ataca solamente el follaje, las ramas, pero no va a la raíz y esas personas se encuentran dentro de la Fraternidad y fuera de ella, por eso los que han caído, porque atacan, pero no atacan la causa del mal, no van al templo como Nuestro Señor y a latigazo limpio sacan toda la porquería que hay dentro. Por eso a latigazo limpio hay que sacar toda la porquería que hay en el Vaticano. Y no soy ningún hereje, porque lo que digo, lo digo en el nombre de Dios y sino que me fulmine ya mismo, y a ver si ellos son capaces de hacer lo mismo, ellos, toda esa porquería que ha invadido la Iglesia prostituyéndola, corrompiéndola de todas las mil y una formas; ese es un hecho.

   Por eso debemos tener presente esa actitud viril de Nuestro Señor, fue al templo, no fue a otra parte, y allí señaló y eyectó el mal para que eso nos quedara de ejemplo. Ese mal en la Iglesia está imperando y reinando a causa de ese seudoconcilio, porque no quisieron que allí reinara el Espíritu Santo. ¡Qué abominación, qué contradicción! Un Concilio ecuménico no infalible porque no querían que fuera infalible. De allí toda la persecución a todo aquel que como monseñor Lefebvre, con el látigo en la mano fustigó contra el Vaticano II, contra la nueva misa, contra el ecumenismo, contra la corrupción de la Iglesia, y así le fue y así le irá a todo aquel que tenga y mantenga el mismo espíritu. Y por eso el cardenal Castrillón con toda la astucia de un colombiano, y quién sabe si quizás no sea un paisa judío, porque la astucia judaica la tiene en las venas y en la sangre, ¿acaso no fue él quien concertó la entrega del narcotraficante más grande del mundo, Pablo Escobar, para llegar a un acuerdo entre el gobierno y ese personaje? Fue él el que lo sabía lo recuerda y el que no, que lo sepa; ese es el hombre que hoy en nombre de la Iglesia invita a monseñor Fellay, Superior de la Fraternidad, para dialogar; por eso hay que tener mucho cuidado, hay que ser prudentes como la serpiente y sencillos como la paloma. Y por eso yo se los digo estimados fieles, no puede haber en las circunstancias históricas actuales ningún acuerdo con Roma modernista. Es un engaño, porque para que haya un acuerdo tendría que haber un cambio y para que haya un cambio tendría que haber conversión y arrepentimiento y eso está muy lejos de los que representan hoy la autoridad de la Iglesia en Roma, muy lejos. Y es más, es imposible que se conviertan, se podrá convertir uno que otro, pero que se conviertan en bloque es imposible. Y ¿por qué? Sencillamente porque le faltaría un brazo al Anticristo, al poder político le faltaría el brazo religioso, sencillamente.

   Entonces, en este orden de cosas, que se irá agravando, jamás se podrá llegar a un acuerdo, a menos que se caiga estúpidamente, tontamente, ingenuamente, en ese error. Yo estaría dispuesto a dar mi vida para gritar que hay un error, y si el caso llegara a ocurrir, se acordarán de lo que hoy estoy diciendo, si Dios me da vida, porque hay conversaciones secretas que no se publican, que no se dicen y que yo no las puedo decir aquí pero que sé por qué hablo; en eso no hay nada gratuito. Pero si no me creen a mí, por lo menos crean a los Evangelios, crean a Nuestro Señor, crean a San Pablo, crean a las Escrituras y limpien el templo, que hay muy pocas personas que realmente quieran limpiar el templo, y si el templo no se limpia va a pasar lo mismo que a Jerusalén.

   Es bueno tener presentes todas estas cosas y estar vigilantes, muy vigilantes y yo sé que hay fieles que han criticado una que otra vez mis sermones y eso me ha dolido muy profundamente, pero espero que se arrepientan y vean porque mi intención no ha sido la de atacar a nadie sino sencillamente hacerlos ver y que sean verdaderos católicos y no monigotes de figuritas, porque más vale decir la Misa con cuatro fieles firmes y no con diez mil que son una baba, que no saben dónde están parados, que oyen al uno y oyen al otro, oyen a Dios y oyen al diablo, eso no puede ser. Y si en algún sermón me he excedido, estaré siempre dispuesto a reconocerlo, si he dicho algún error lo reconozco y de antemano pido me perdonen y me arrepiento. Recordemos entonces la gran lección que tenemos sobre todo para estos tiempos, el llanto de Nuestro Señor sobre Jerusalén y la limpieza del templo a latigazo limpio, cosa que hizo al iniciar su vida pública y al terminar; por ahí comenzó y por ahí terminó.

   Pidamos a la Santísima Virgen María esa fortaleza, esa fe para que podamos soportar el sufrimiento crucificante de esta pasión, no ya de Jesucristo sino de su cuerpo místico, la Iglesia, y saber que por encima de todo triunfará. Eso es lo que significa "al final triunfará mi Inmaculado Corazón", al final triunfarán los Corazones de Jesús y de María, esa es la advocación de esta capilla, los Sagrados Corazones de Jesús y de María, tiene esa connotación con Fátima y por eso yo veo muy providencial que vaya a Portugal, el único país, nación o pueblo que no apostatará de la fe, como lo dice allí en el tercer mensaje porque así comienza, "Portugal conservará el dogma de la fe". Por eso es una bendición, personalmente viéndolo para mí, considerarlo las cosas sobrenaturalmente, no humanamente, sino sobrenaturalmente por eso, entonces tener todo esto presente y pedirle a Nuestra Señora que nos ayude a conservar el dogma de la fe, la fortaleza de la fe y para eso tenemos que estar siempre vigilantes y dispuestos a morir por la verdad, por la Iglesia y por Nuestro Señor Jesucristo. +

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