LOS SANTOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO

29 de julio de 2002

Padre Basilio Méramo
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    Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:  

   En este día la Iglesia celebra con gran regocijo la muerte y martirio de los Santos apóstoles Pedro y Pablo sacrificados el mismo día en Roma. Lo que nosotros hoy festejamos como una gran fiesta en la cual nos regocijamos, no obstante no impide ver la tristeza que pudo embargar entonces a la Iglesia naciente al verse prácticamente desprovista de estas dos cabezas, de estos dos personajes. San Pedro, que era el primer Papa, pilar sobre el cual está asentada la Iglesia. Y San Pablo, el gran apóstol de los gentiles. A pesar de la alegría de los fieles por saber que fueron mártires, también es una tristeza como de verse huérfano. Hay el doble aspecto del misterio de la Cruz, una gran alegría y una gran tristeza, ese es el misterio que hoy festejamos. Alegría de tener a estos dos apóstoles por mártires y la gran tristeza de la que se dolió en ese entonces la Iglesia como huérfana.

   En este día también debemos rezar por las almas de los sacerdotes, para que sean fieles a la vocación sacerdotal, al ideal de santidad que la vocación exige y que presenta la dificultad de ejercerla en un mundo como el actual. Dos cosas realmente difíciles y de las cuales los fieles de algún modo participan en las buenas y en las malas, para bien o para mal.

   Esos sacerdotes prometen obediencia al obispo que los consagra, lo cual hay que recordar porque no es normal que fácilmente el sacerdote se deshaga de esa promesa por dificultades que puedan sobrevenir.

   Es muy importante la cohesión y el principio de autoridad y ese es el golpe maestro de Satanás que crea un conflicto interno dentro de la Iglesia a través de la autoridad. Es tan terrible que si nos diéramos cuenta quizás moriríamos de espanto porque no seríamos capaces de soportar ese misterio revelado de la iniquidad, así como no somos capaces de soportar el misterio de sabiduría de Dios, moriríamos si viésemos a Dios tal cual es. También moriríamos no ya de alegría sino de espanto, de temor, al ver la contracara de ese misterio de sabiduría que es el misterio de iniquidad y que lo estamos viviendo y sufriendo. Pero si bien miramos, Dios permite para purificar la Iglesia en sus miembros, que somos todos nosotros, una depuración no de cualquier clase sino de los últimos tiempos, porque el problema que distrae o hace equivocar a la mayoría de los fieles de la Iglesia, en la jerarquía y en el clero, es el desfase que hay entre la historia que hoy vivimos y las promesas con sus dificultades referidas a los últimos tiempos. Nos resistimos soberbiamente a no querer ni admitir la probabilidad de que podemos estar en esos últimos tiempos, por eso se nos dificulta más la comprensión de todo lo que hoy vemos y que parece imposible porque parecería que aun las promesas hechas por Nuestro Señor a la Iglesia como que se desvanecen, como la de que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella, como dice el Evangelio de hoy.

   Nuestro Señor nos dice que no es que no haya una crisis como la que hoy vivimos, sino que a pesar de la crisis, (le la apostasía, de la claudicación, de la pérdida de fe, no obstante la Iglesia en su esencia, no en sus accidentes, sino en su esencia, prevalecerá hasta el fin de los tiempos.

   Es necesario tener en cuenta interpretaciones de las Escrituras como la del teólogo Billuart, cuando ellas dicen que aparecerá el Anticristo y cuando habla de los pseudo-profetas y se objeta: ¿acaso la Iglesia sucumbirá? Responde que hay una doble consideración o distinción que hacer cuando se habla de la Iglesia: la Iglesia esencial y la Iqlesia accidental. La Iglesia esencial es la Iglesia de la fe, los sacramentos, el verdadero culto, mientras que la Iglesia accidental es lo otro, lo que aparece, la pompa, el esplendor, la resonancia, el follaje, la popularidad o lo que fuese. Dice que es la Iglesia accidental la que caerá, pero que se mantendrá la Iglesia esencial en la fe; y por eso no todo lo que dice ser Iglesia es o será en esos tiempos. Y no todo el que dice ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos.

   Sin embargo, existe la institución por encima de los hombres y eso hay que tenerlo presente, que sigue siendo un misterio pero que no hay que perder la fe en la Iglesia, porque por falta de fe en la Iglesia muchos abandonan la religión católica haciéndose protestantes o alejándose de la Iglesia, o abandonando el verdadero combate y asociándose a los enemigos.

   Lamentablemente es tan cierto, que tenemos la noticia de que el padre Rifan, la cabeza pensante de los padres de Campos, ha sido hoy proclamado obispo; ese es el precio de la claudicación, por una mitra y un báculo se claudica; eso nos debe hacer pensar. Nos toca muy de cerca, el principal autor de todo esto es el cardenal colombiano; eso no es fortuito y hay que prepararse para lo que pueda pasar en Colombia y en el Priorato.

   No juzguemos por las apariencias, debemos ir a la esencia: Roma modernista se empeña en hacer claudicar todo vestigio de tradición católica y se va a ensañar con Colombia, ya que el personaje que dirige este juego es justamente un cardenal colombiano que, claro está, va a hacer todo lo posible para lograr lo que quiere, con el cinismo y la sutileza propias. Dolorosamente esto no es de hoy, viene de años atrás y se valdrá de todo aquel que es flojo en la fe, sacerdote o fiel, sentimientos humanos y hará todo lo posible para destruir. Es mi deber como prior hacerlo ver para que el rebaño no se disperse, ni se disgregue, hay que rezar mucho para permanecer unidos en la fe y no en cualquier fe, sino en la única fe Católica, Apostólica y Romana que es la fe de la Tradición Católica de la sacrosanta Tradición católica.

   Así como murieron por la fe en este día, por lo que hoy celebramos, estos dos grandes pilares de la Iglesia, los máximos, diríamos, debemos mantenernos en la fe de Pedro que se basa en el reconocimiento de la divinidad de Nuestro Señor, y ese mismo reconocimiento que fue el que pronunció Natanael; sin embargo, usa esas mismas palabras de Pedro con la diferencia de que fue a San Pedro a quien se las inspiró Dios. "Eso no te lo ha revelado la carne ni la sangre sino mi Padre", le dijo. Mientras que Natanael lo conjeturó, lo sospechó, no por revelación del Padre o fe, sino por conjetura puramente humana. Pero las dos fórmulas fueron idénticas, la una funda el Papado en la confesión de Pedro y la otra pasa sin más. Para demostrarnos que hasta se pueden pronunciar las mismas palabras sin tener el mismo sentido y contenido. Y el contenido de la fe es sobrenatural, no natural.

   Por eso los protestantes pueden confesar a Cristo pero no tienen la fe en Cristo, por la distinción entre lo natural y sobrenatural. Debemos, pues, conservar la fe sobrenaturalmente y estar dispuestos, si fuese esa la voluntad de Dios, a morir por El. Ese es el testimonio, el martirio y a eso se debe el color rojo, la sangre, porque estamos asentados sobre la sangre de los mártires. Por eso tampoco podemos manosear la santidad de la Iglesia; aunque seamos particularmente miserables estamos asentados sobre sangre de mártires como los que festejamos hoy, día de San Pedro y San Pablo. Y con la sangre de los mártires no se juega, eso no se compra ni se vende. A esa fidelidad estamos llamados, de un modo especial, quienes guardamos la Tradición Católica aunque seamos un pequeño rebaño, como lo dice San Lucas.

   Pidamos a Nuestra Señora, la Santísima Virgen María, corresponder con fortaleza y fidelidad a lo que Dios nos pide y nos pedirá a cada uno, no sólo para salvar el alma y dar gloria a Dios, sino también para que con verdadero espíritu evangélico y apostólico ayudemos a salvar las almas de todos los demás. +

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