SEXTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

 30 de junio de 2002

Padre Basilio Méramo
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    Amados hermanos en Nuestro Señor Jesucristo:

   En este domingo tenemos el relato de la segunda multiplicación de los panes que llevó a cabo Nuestro Señor. Milagro que repite en dos ocasiones como también repitió la pesca. Estas repetición, como lo dice el gran exégeta del siglo XX, desafortunadamente no reconocido como tal, el padre Castellani, eminencia de la Compañía de Jesús y expulsado vilmente habiendo sido el doctor más eximio, si se quiere, que haya tenido esta Compañía en América, pues su diploma lo hacía predicador y exégeta sin tener que someter sus escritos a la aprobación del nihil obstat cuando ésta existía, título otorgado por el papa Pío XII y que pocos en un siglo tienen. El padre Castellani decía que los milagros son parábolas en acción; y cuando Cristo repetía un milagro era porque había un contenido y un significado y por eso no era el mismo milagro y nos advierte en esta ocasión que el doble milagro invita a mirar la proporción inversa que hay: a mayor número de gente, menos panes y más sobras; a menor gente más panes y menos sobras. En una multiplicación había siete panes y comieron cuatro mil personas y sobraron siete canastos; en la segunda había cinco panes, comieron cinco mil personas, sobrando doce canastos.

   Se debe hacer la siguiente reflexión, muy justa, que muestra que con menor cantidad de materia obra mayor efecto, hace más cosas. Sabemos que la multiplicación de los panes no sólo significa la multiplicación de la eucaristía sino también la palabra de Dios y la predicación, y que a través de esa predicación y esa eucaristía Nuestro Señor incrementa humildemente su reino, acrecienta su reino y que ese reino no necesita de muchas cosas, como podemos creer los hombres para difundirlo, sino que incluso con menos y con medios más pobres Dios puede obtener una difusión mucho más amplia como la que hizo en la segunda multiplicación, en la cual comió más gente y sobraron más canastos. Comúnmente creemos que para predicar la palabra de Dios y hacer crecer el reino de Dios y convertir almas se necesitan grandes cosas. Es todo lo contrario, menos cosas necesita Dios. Esos medios en los que estamos tentados a pensar que necesita la Iglesia y que han hecho mella en la Iglesia, son: la astucia política, el poder y la influencia, las riquezas. Mucha gente está tentada a creer que si tuviéramos esos medios convertiríamos al mundo, y eso es un error, porque el mundo no se convertirá por la política, el poder o la influencia ni las riquezas, sino por el medio pobre y humilde de la predicación fiel del Evangelio. Lo único que sí necesita la Iglesia para predicar el Evangelio son los sacerdotes bien formados.

   Por lo mismo, el padre Castellani decía que lo primero que necesita la Iglesia son sacerdotes bien formados para que puedan predicar fielmente la palabra de Dios; lo demás, como el prestigio, el poder, las riquezas y la diplomacia sobran, como también sobrarían la radio y la televisión. No convertiríamos a nadie por la televisión, la radio, las revistas y los medios de comunicación, como muy tentados estaríamos a caer. Otro cosa es utilizar esos medios como católicos en la difusión de la cultura católica; pero la religión católica, la fe y la conversión de las almas se opera por la prodigiosa multiplicación de la palabra de Dios fielmente transmitida a lo largo de la Tradición Católica. Tal es el error y la confusión con respecto a la propagación de la palabra de Dios que vemos a la Iglesia aturdida en una propaganda estéril por la fe, absolutamente estéril.

   Nuestro Señor se valió de sus doce apóstoles, pobres pescadores, ignorantes, pero hombres de principios y leales, nobles, porque se puede ser pobre y pescador pero noble, la virtud del hombre de bien. Así eligió a sus apóstoles para que distribuyeran la palabra de Dios. Nos muestra en estas dos multiplicaciones de los panes, cómo en las manos de los apóstoles se multiplicaba el pan y cómo no solamente de pan vive el hombre sino también de toda palabra de Dios. Entonces así se multiplicaría la palabra de Dios, Por esa transmisión fidedigna que hoy no se tiene en cuenta y por eso la gran ruptura que hay al no tener en cuenta la Tradición, porque no se puede dar lo que no se tiene y no se puede tener lo que no se ha recibido; si los apóstoles no hubieran recibido el pan de las manos de Nuestro Señor no se hubiese multiplicado; para dar hay que recibir, y hay que recibir de Dios para poder dar transmitiendo fielmente las cosas de Dios.

   Ahí está el problema cuando se origina una ruptura, un rechazo, un corte vertical con la Tradición. Monseñor Lefebvre, cuando era vil e insidiosamente atacado por la prensa o por los obispos que le reprochaban cínicamente el cisma, lo dijo en varias ocasiones: "Si hay un cismático no soy yo, son ellos; si hay un cisma no soy yo, son ellos quienes crean el cisma porque no puede haber una ruptura, ni una escisión en la transmisión fiel de la palabra y de la doctrina de Dios y de la religión de Dios que es la religión católica; el solo hecho de no tener en cuenta la Tradición y atenerse a ella origina esa ruptura, ese cisma". Por eso Monseñor Lefebvre siempre se sintió el fiel transmisor de lo que había recibido y en su tumba y en su lecho de muerte mandó escribir: "He transmitido lo que recibí, como un simple y humilde siervo de Dios".

   Eso debe ser todo sacerdote y todo obispo, todo el que ocupe un lugar en la jerarquía de la Iglesia para que así se multipliquen el reino de Dios, la palabra de Dios, la santa Eucaristía. Porque si estoy en ruptura con la Tradición, con la concepción católica de la santa Misa, ¿cómo se consagraría?, ¿con qué intención?, si no es la santa Misa sino una cena donde se reúnen los amigos, y Dios está presente allí donde hay dos o tres reunidos en su nombre, eso no es la misa. Aquí estamos reunidos y sin embargo hasta que no se pronuncien las palabras de la consagración no hay misa, no hay presencia real aquí está presente Dios porque estamos más de dos o tres reunidos o en cualquier otra reunión, en la calle o en una plaza; pero esa presencia universal de Nuestro Señor allí donde están sus discípulos no es la presencia sustancial que hay en su cuerpo eucarístico.

   Ahí está el riesgo de invalidez de la nueva misa, que no es otra opción como creeríamos; hay riesgo de invalidez porque no hay la garantía de la confesión sacramental justamente por tener otro concepto distinto al de la Tradición sobre la Misa y sobre el sacrificio. Tanto es así que no se lo ha querido definir como un sacrificio propiciatorio sino de alabanza, eucarístico, pero no sacrificio donde hay inmolación. Y la Misa se define como la renovación incruenta del mismo sacrificio del Calvario, la inmolación, pero no realizada físicamente sino incruenta y sacramentalmente. Esa tercera dimensión podríamos así decir: la dimensión natural, la dimensión sobrenatural y la tercera que es la sacramental, que conjuga esas otras dos dimensiones y que están en todos los sacramentos; por eso hay cosas del orden natural y cosas del orden sobrenatural que están conjugadas en el sacramento; por eso se bautiza con agua, se consagra con pan y vino, pero también está la gracia del bautismo; por eso también está la presencia real y substancial de Nuestro Señor en las especies del pan y del vino que ya no lo son sino el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor, junto con su alma y divinidad.

   Es importante recordar estas cosas para no dejarse llevar por el error y caer en cisma, en el cual automáticamente se cae si me sustraigo de la Tradición Católica que es la que hace que la Iglesia de hoy sea la de mañana y no que haya una nueva Iglesia y una nueva religión que adulteran la palabra y el nombre de Dios, pues se valen de Dios para destruir el reino de Dios. Eso es lo satánico, lo terrible y lo difícil de entender y discernir; solamente a los ojos de la fe, a la luz de la fe se pueden sopesar y ver estas cosas. Si no las vemos es porque nuestra fe es poca. Misterio de fe, hay que vivir ese misterio de la fe y ese misterio de la fe se resume y sintetiza en la santa Misa y por eso esas palabras que estuvieron desde el principio, desde los apóstoles, han sido quitadas de la santa Misa -misterio de fe-, por eso estaban incluidas dentro de las palabras de la consagración del vino, para expresar, para manifestar esa realidad. Y Nuestro Señor necesita esa fidelidad de los apóstoles para que el reino de Dios se propague por su palabra y por su sacrificio. Esa es la explicación del doble milagro de la multiplicación de los panes, para que no creamos que necesitamos grandes cosas, sino que con las más humildes, con las más pequeñas se puede convertir al mundo si el mundo quiere, si los hombres quieren y si los apóstoles son líeles. Lo que se necesita es la fidelidad de los apóstoles bien instruidos; pero hoy falta instrucción religiosa, falta formación teológica y formación dogmática en el clero y, por tanto, pulula el error por doquier.

   Desde luego que el pueblo se confunde si no hay doctores en la fe que por oficio son los obispos, los catedráticos de Dios en la fe. Los sacerdotes son auxiliares, ayudantes de esos doctores y catedráticos en la fe. El que predica en nombre propio es el obispo, mientras que el sacerdote, con su permiso, lo hace como un auxiliar. Faltan esa luz, esos doctores, esos obispos; por eso vemos el mundo que se cree católico sin esa luz de la fe, porque no hay doctores. Peor que la época de San Atanasio, porque San Atanasio no estaba tan solo, estaba con San Hilario, San Basilio, San Gregorio y otros. Y es mucho peor que la herejía arriana que negaba la divinidad de Nuestro Señor; hoy se niega la divinidad de la Iglesia Católica, eso es lo que hace el ecumenismo, negar la divinidad de la Iglesia al colocarla en igualdad con las otras religiones. Es un nuevo arrianismo, mucho peor porque contamos con menos defensores de la fe y es mucho más universal el mal porque ahora abarca todo el mundo.

   No por eso debemos claudicar en la multiplicación del reino de Dios, en la multiplicación de la palabra de Dios, sino seguir siendo fieles a la sacrosanta Tradición Católica y propagar el reino de Dios y procurar no sólo nuestra salvación sino la de todas las almas.

   Pidamos a Nuestra Señora, la Santísima Virgen María, mantenernos fieles a la Tradición, salvar nuestras almas y las de todos loa demás. +

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