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ROMANCE DEL ALMA
A SU ESPOSO CRISTO

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Lágrimas que al cielo ides,
por mi Esposo preguntad,
y decidle que su esposa
se le envía a encomendar.
Subid, lágrimas, subid,
contra vuestro natural,
porque cuanto el llanto sube
tanto baja la piedad.
Que como está sobre el cielo
de misericordia el mar,
no es mucho que siendo ríos
a la mar vais a parar.
No hayáis miedo que mi Esposo
se admire que al cielo vais,
pues Él las lloró por mí
cuando me vino a buscar.
No volveréis a mi pecho
sin que el suyo enternezcáis;
lágrimas sois, Cristo es piedra,
y en piedras hacéis señal.
Llorad, lágrimas, mis culpas
y creed que el sol saldrá,
porque sale más sereno
después de la tempestad.
Decidle, lágrimas mías,
al Príncipe de la Paz,
que en el Argel de la tierra
el alma cautiva está.
Servid de cartas a Cristo,
pues mis tormentos cifrais,
que le rasgarán el pecho
y no las podrán rasgar.
Decidle que lloro ausente
de mi patria celestial
la vida que ella tenía
y la que ahora me dan.
Y que escribir no me dejan,
hablar dél, ni aún suspirar
que en viendo que digo Esposo,
la prisión me hacen doblar:
que de envidia que me tienen
de que la vuelva a gozar,
me quieren quitar la vida,
siendo mi vida inmortal.
Decidle cómo pretenden
mi entendimiento engañar,
dar olvido a mi memoria,
y cegar mi voluntad.
Y pues que son prendas suyas,
no se las deje llevar,
siquiera porque las tres
fingía su Trinidad.
A sus falsas alegrías
me convidan, sin mirar
que estando ausente del cielo,
¿cómo me puedo alegrar?
Entrad por su sangre a Cristo,
que en el pecho que miráis,
no sois el agua primera,
pues agua salió de allá.  
Decidle, si está enojado,
y ya no me piensa hablar,
que mire su pecho abierto,
y el enojo perderá.
O que se acuerde de aquellos
que más limpios que el cristal
le sirvieron de almohaba
en la cruz y en el portal.
Y si durare su enojo,
le diréis en puridad,   70
que ¿para qué se hace fuerte
si luego me ha de rogar?
Que bien sé yo que es Cordero
enseñado a perdonar,
y que todos sus deleites
entre los hombres están;
y que tiene condición,
que si le olvido, estará
toda la noche a mi puerta
tan cierto como galán;
mas que le doy mi palabra
de seguirle si se va,
aunque me maten a golpes
los guardas de la ciudad.  84
Decidle que se acuerde
que viniéndome a librar,
sufrió cinco mil azotes,
y aun no dojo: Bueno está.
Y que clavado en un palo
vido tanta soledad,
que aun el hombre no le quiso,
y Dios le dejó, que es más.
Y que no puede olvidarse,
que con capa de disfraz
se quiso quedar conmigo
en accidentes de pan.
Porque me quiere de suerte,
que toda su Majestad
por las calles muchas veces
en cuerpo le toparán. 100
A los ángeles también
de mi parte visitad,
que ha días que no os han visto,
y yo sé que se holgarán.
Decidles que a Dios os lleven,
porque dél se sabe ya
que en manos de ángeles come
vuestro sabroso manjar.
Hablad también a los santos,
que bien os conocerán,
pues si lágrimas no hubiera,
muchos no fueran allá.
Mayormente que a la puerta
hallaréis quien por llorar
tiene la llave del cielo;
pues mirad si os abrirá.
Esto a sus lágrimas dijo
viéndolas, el alma, estar
de camino para el cielo,
y que partir es llegar. 
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                                                                                         Lope de Vega
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