La Iglesia venera, de
un modo especial, los cuerpos de los que fueron templos del Espíritu Santo,
pero su liturgia funeraria es una oración por sus almas y una lección para los
vivos: el Oficio y la Misa de Difuntos y el rito del enterramiento armonizan maravillosamente esas dos ideas con la fe cierta de la
re surrección en el último
día.
Tiene, además, la Liturgia un recuerdo diario para los
difuntos en la Misa con el Memento y en el Oficio con la oración: Que
las almas de los fieles difuntos, por la mi sericordia de Dios, descansen en
paz. Así sea, con que ter minan las Horas canónicas. Y una Conmemoración
anual, el día 2 de noviembre, en el cual todos los sacerdotes pue den
celebrar tres Misas y los fieles lucrar el jubileo toties quoties en
favor de los difuntos.
Si sentimos con la Iglesia y vivimos su Liturgia,
jamás olvidaremos a los difuntos, principalmente en el mes de noviembre,
especialmente dedicado a ellos.
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