Santa Pr�xedes, hermana de Santa Prudenciana, edific� a Roma por su gran piedad. Los cristianos
en carcelados por orden de Marco Antonio eran, sobre todo, el objeto de su solicitud. Los
visitaba y les procuraba socorro y consuelo. Deseaba vivamente compartir sus sufrimientos, pero Dios lo hab�a dispuesto de otro modo. Viendo que la persecuci�n segu�a
encarniz�ndose, pidi� a Dios la hiciera morir. Su ruego fue escuchado: fue al cielo a recibir la recompensa de su caridad. MEDITACI�N SOBRE TRES TENTACIONES
I. Muchos cristianos se dejan apartar de la pr�ctica de la virtud por dificultades puramente
imaginarias. Para ser santo, no es menester poseer ni un gran esp�ritu ni una larga experiencia; tampoco es preciso sufrir las fatigas que temes. En un momento, si quieres, puedes ser amigo de Dios. Tu vida es
demasiado corta para que llegues a ser un gran fil�sofo; pero es suficientemente larga como para llegar a ser un gran santo, Si ya el mundo tuvo la primera parte,
que la �ltima al menos est� consagrada al Se�or . Respeta tu vejez, reconoce a Dios al t�rmino de tu existencia, y que el fin de tu vida sea el comienzo de tu salvaci6n. (San Clemente de Alejandr�a).
II. No te dejes detener por el c�mulo de dificultades que se presentar�n a tu imaginaci6n; piensa en hacer bien la acci�n que has comenzado. Para
vivir santamente, hay que emplear bien el tiempo presente, y hacer sin demora lo que Dios quiere que
ha gas. A cada d�a le basta su malicia; no pienses en el ma�ana; vive como si hubieras de morir hoy.
III. Pero, �qu� dir�n si cambio de vida? Qu� dir� Jesucristo si temes m�s las palabras de los hombres que sus amenazas? �Qu� dir�n los santos de verte temer una burla, m�s que lo que ellos
temieron los suplicios? �Qu� dir�s t�, en el d�a del juicio, si eres condenado por haber temido
exponer te menosprecian y te hacen burla ahora, te envidia- hacer el bien y deja que hablen los imp�os. Los que te menosprecian y te hacen burla ahora, te
envidiar�n y te respetar�n durante toda la eternidad. ORACI�N
La confianza en Dios
Orad por los que vacilan en la virtud. Escuchadnos, oh Dios Salvador nuestro, y que la fiesta de la bienaventurada Pr�xedes, vuestra virgen, regocijando nuestra alma, la enriquezca con sentimientos de tierna
devoci�n. Por J. C. N. S. Am�n.
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