San Ramón pidió a la Santísima Virgen que
le hiciese conocer el camino que debía seguir para llegar al cielo; María le
ordenó entrar en la Orden recientemente fundada de la Redención de los
cautivos (de la Merced). Enviado a Berbería, rescató a gran número de cautivos, y
cuando se le agotaron los recursos, se dio a sí mismo en prenda para la
libertad de muchos otros. Vuelto a España, fue nombrado cardenal por Gregario
IX. Murió en el año 1240, yendo a Roma, donde el Papa lo llamara para
utilizarlo en el gobierno de la Iglesia.
MEDITACIÓN
SOBRE LA OBLIGACIÓN
DE SOCORRER A LAS ALMAS
DEL PURGATORIO
I. Todos podemos trabajar en la liberación
de las almas del purgatorio, que están en una cautividad más cruel que la de
los cristianos llevados como esclavos. Puedes tú socorrerlas orando a Dios por
ellas, encargando se celebren misas, dando limosnas, practicando alguna
mortificación, o sufriendo pacientemente las penas y aflicciones de esta vida
con miras a satisfacer por ellas a la justicia de Dios.
Puedes prestarles este servicio; ellas no pueden ha cer ya nada por su liberación.
Considera los suplicios que padecen.
II. La justicia te obliga a socorrer a tus
padres. que te dejaron tantos bienes; la amistad exige que alivies a tus
amigos en su abandono cruel; el agradecimiento te impone la obligación de orar
por tus bienhechores; y la caridad. que exige que ames a tu prójimo como a ti
mismo, te impone el deber de aliviar a esas almas, como quisieras que se te aliviasen si estuvieras en su lugar. Escucha las quejas que te dirigen.
III. Si ayudas con tus buenas obras a estas
santas almas. Dios hará de modo que contigo se haga otro tanto después de tu
muerte. Con todo no te fíes en este auxilio; haz provisión de buenas obras
antes de partir de este mundo; lleva tu rescate con tigo y pronto estarás
libre; haz penitencia en esta vida. ¡Ah! mucho más dulce es lavar los pecados
con las lágrimas de la penitencia. que expiarlos en las llamas del purgatorio.
La caridad
Orad por los prisioneros.
ORACIÓN
Señor, que habéis dado al bienaventurado
Ramón, vuestro confesor, un celo admirable por la redención de los
fieles cautivos de los bárbaros, concedednos por su intercesión que,
libres de las cadenas de nuestros pecados, cumplamos con perfecta libertad
de espíritu todo lo que os sea más agradable. Por J. C. N. S. Amén.
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