INFERNAL AFFAIRS

 

 Y BUDA DIJO...

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¡Qué difícil me resulta escribir una crónica sobre Infernal Affairs!

 

Comenzar supone quedarme sin calificativos para describir o analizar una trilogía que en realidad se funde en una sola película. Emplearía conceptos como: obra maestra, grandiosa, el mejor cine noir, técnicamente perfecta, magistralmente interpretada... pero me quedaría sólo en la superficie.

 

¿Quieren que maticemos sobre Infernal Affairs y buceemos desde otra perspectiva? Si es así, permítanme que me centre en un punto sobre el que gira toda su historia: el trasfondo budista explícito en cada una de sus partes.

 

Intentemos ir más allá y veamos Infernal como un tablero de ajedrez, a modo de metáfora del infierno, en el que sus personajes están atrapados en un abismo sin la capacidad de elegir su destino. La línea entre el yin y el yang se hace tan etérea que les aprisiona en una espiral de difícil salida. Les enmarca en sus mundos subterráneos y les obliga a moverse entre múltiples personalidades, en una búsqueda desesperada de  la luz. Por ello, las azoteas son el punto de encuentro de Yan (Tony Leung), porque ansía transformar sus rincones oscuros en la libertad necesaria para recuperar su vida.

 

En ese tablero, Lau (Andy Lau) y Yan (Tony Leung) comprenden la existencia del otro, porque ambos viven el sufrimiento continuo. Ninguno puede llevar una existencia normal y a veces no saben qué vida están viviendo.

 

El budismo expone claramente este sufrimiento:

 

 -Y Buda dijo: El que está en el infierno continuo nunca muere. La longevidad es una gran desventaja en el infierno continuo.       

 

    -El infierno de AVICI, conocido como el Infierno continuo, espacio ilimitado, sufrimiento ilimitado para las almas caídas.

 

 -Los semejantes seréis lanzados al Infierno de Avinci y continuareis sufriendo eternamente sin ninguna posibilidad de huir.

 

 

Varias ideas se mezclan en estos versos budistas exportables a Infernal Affairs. Por un lado, tanto Lau como Yan conviven con el sufrimiento, muriendo en vida sin posibilidad de redención. A su vez, ambos carecen de la posibilidad de crearse un futuro y, al mismo tiempo, son semejantes al igual que una moneda con dos caras. Ambos viven bajo el peso de la mentira y del engaño, los dos comienzan un juego en el que el destino les guía por un círculo que les atrapa sin posibilidad de escape. Es muy significativo cómo comienza la trilogía. Lau y Yan están sentados en un sillón escuchando música y compartiendo gustos. Dos iguales que volverán a encontrarse en la última escena de Infernall Affairs III, queriendo expresar ese círculo aludido que oprime a los personajes, que parte de un principio y llega a un mismo final que representa ese Infierno cerrado del que no se puede huir.

 

Será en la tercera parte, muerto ya Yan y con Lau perdiendo la noción del presente, cuando el espectador comprenda su deseo de llegar al Nirvana para poner fin a todo apego y a todo miedo al sufrimiento. Pero, a lo largo de la trilogía, nos encontramos con personajes que viven en la oscuridad, envueltos en ella, pero que buscan desesperadamente la luz. Personajes que caminan, cual funambulistas, por encima de una línea resquebrajada entre el bien y el mal.

 

Por ejemplo, el inspector Wong (Anthony Wong) vive su propio infierno y su luz se traduce en una justicia a la que él también le ha sido infiel. Mary (Carina Lau) busca su luz aferrándose a Sam (Eric Stang) sin ella saber que su lealtad le conduce a su final. Sam caerá en su propia trampa al creer que puede dominar la luz, y, el hermano mafioso de Yan (Francis Ng), querrá salir de su pozo en su intento de reinserción social. Personajes que buscan su luz en un mundo donde reina la sombra y la muerte. También Lau y Yan  se perderán en la negrura de sus destinos. Pero, si nos centramos en su historia parece como si Infernal Affiars haya salido de los versos del Dhammapada (libro sagrado de las enseñanzas de Buda). Lean si no y piensen en el personaje de Tony Leung con las siguientes sentencias:

 

    -Aquellos que obran rectamente cruzan más allá de las pasiones y alcanzan el nirvana.

    -Para aquellos que su viaje está concluido, libres de dolor, su alimento no es otro que la liberación.

    -El que sin odio padece reproches, golpes y castigos, para quien la paciencia es un arma y poder, a ese le llaman: noble.

 

Aunque Yan alcanza la liberación tras su muerte, también ha experimentado una muerte en vida. Representante de la fortaleza y convicción de los ideales más positivos, resume toda su vida con una única frase: “soy policía”. Una frase que Lau, a pesar de saber lo que significa, no puede pronunciar ante Yan, porque por el contrario los versos que le definen son:

 

    -Si uno habla o actúa con una mente impura, entonces el sufrimiento le sigue del mismo modo que la rueda sigue a la pezuña del buey.

    -El malhechor se lamenta ahora y se lamenta después. Siempre se lamenta y sufre percibiendo la impureza de sus actos.

    -Ni en los cielos, ni en medio del océano, se halla un lugar donde uno puede permanecer a salvo de las consecuencias de sus malos actos.

 

Lau quiere cambiar. Quiere ver la luz y pasar al lado de los buenos. Ya desde sus comienzos en la oscuridad, le hacía daño mirarse en el espejo y ver una imagen que no es la suya. El hecho de que no muera acentúa su dolor, incrementa su abismo y le sitúa en la locura.

 

Un último verso que engloba la trilogía:

 

    -La pureza y la impureza dependen de uno mismo. Nadie puede purificar al otro.

 

Esto es en sí Infernal Affairs. Cada personaje es una ficha dentro de un tablero en el que los cuadrados negros van ganando en intensidad y van tiñendo de sombras los tímidos reflejos de luz, que ahoga la muerte.

 

Ahora, tras este paréntesis que nos ha acercado a las palabras de Buda, puedo seguir donde lo dejé.

Infernal Affairs es sublime, grandiosa, magistral... catártica.

 

¿Y pensar que podía haber vivido sin encontrarme con una trilogía como ésta? 

 Nuria A. M.

 

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