EL ACTOR DE MODA Entrevista publicada el día 4 de Febrero de 2002 en el suplemento "El País Semanal". Por Rosa Montero. |
Entra en la pequeña sala como un búfalo, obviamente harto de llevar todo el día encerrado en un hotel haciendo entrevistas. El ceño, fruncido y embestidor; el cuerpo, agarrotado por el esfuerzo de controlar con cierta educación su desagrado. Tengo que ponerle un diminuto micrófono de corbata (aunque, por supuesto, no lleva corbata, sino un jersey sencillo, unos simples vaqueros), pero él me lo arrebata de las manos y se lo coloca por sí solo. No dice nada, pero está claro que no quiere que le toquen. No quiere que se le acerquen. Se ha sentado rígidamente en un sillón y hay una butaca libre junto a él, que es la que yo hubiera usado en cualquier otra entrevista, porque me gusta estar cerca de la grabadora para poder comprobar su funcionamiento. Pero la rotunda anatomía de Russell Crowe emite tan poderosas señales de rechazo que ni se me ocurre aproximarme; así es que me instalo enfrente, lo más lejos posible, e incluso hubiera podido pegarme a la pared como una mosca. Es un hombre de presencia imponente, pero no sólo por ser alto y fornido, sino sobre todo por la rara energía que desprende, un potencial eléctrico capaz de fundir torres de alta tensión como si fueran velas. Es de esa clase de personas que no pueden pasar inadvertidas y que cambian el ambiente del lugar al que llegan, como si rarificaran el aire o lo prendieran fuego. Le digo que me ha gustado mucho su película y su actuación, y me contesta con un tieso "thank you, madam" ("gracias, señora") tan convencional y tan fastidiosamente cortés como las palabras de un niño a la directora de su colegio. Si pudiera, estoy segura de que se iría corriendo. Viendo 'Una mente maravillosa' se me ha ocurrido que los personajes de sus mejores películas son todos seres atrapados: el policía de 'L. A. Confidential' estaba atrapado por su pasado; el gladiador, por una existencia atroz de la que quería escapar; el protagonista de 'El dilema', por un conflicto moral... Es la vida como trampa, y este último personaje está más atrapado que ninguno porque es un prisionero de su cuerpo y de su cerebro... -También se puede contemplar la
película desde otro lado y decir que es una historia sobre la supervivencia,
sobre la increíble capacidad del ser humano para superar incluso los retos
más imposibles... Sí, sí, es una historia de supervivencia, por
supuesto, y además eso es lo que pone en los papeles promocionales de la película...
Yo quería ir un poco más allá. -Bueno, algunas películas y algunas
novelas no hablan del triunfo sobre la adversidad, sino de la derrota, del
fracaso puro y duro. Sí, por supuesto, yo no digo que haya que hacer
películas sobre triunfadores. Eso no me interesa nada porque los triunfadores
absolutos no existen; los seres humanos somos imperfectos, ambiguos, estamos
llenos de contradicciones... Aspiro a hacer películas que reflejen la
realidad, que sean veraces, que establezcan una auténtica comunicación con el
espectador, que cuenten historias en las que la gente se pueda reconocer. Y
nadie puede reconocerse en un triunfador. Pero sí puedes reconocerte en la
lucha porque la vida entera es una lucha. No digo que usted no tenga razón en
su observación sobre los personajes atrapados; digo que lo que a mí me
interesa más de ellos es el combate, no la trampa. Descubriré más tarde, para mi horror, que el magnetófono
ha funcionado mal y que hay tramos inaudibles de la entrevista que tendré que
reconstruir de pura memoria. Aunque este extraño incidente, el segundo en
toda mi carrera, no parece deberse a mi lejanía del aparato ya no haberlo
podido vigilar como una gallina a su polluelo, que el artefacto ha grabado
mágica y erráticamente partes sí y partes no de la conversación, como si la
fulminante intensidad de Russell Crowe hubiera frito la cinta. En "Una mente maravillosa", Crowe encarna a un personaje real, John Nash, un genio matemático que cayó en un delirio esquizofrénico a los 30 años y que, hospitalizado y sometido a brutales terapias, no volvió a recuperar el control de su vida hasta 30 años después, a tiempo para ganar el Premio Nobel de Economía en 1994. La actuación de Crowe es conmovedora: parece increíble que este hombre de presencia rotunda, tan fuerte que apabulla, se convierta en pantalla en un Nash desamparado, gordito y débil. Aunque supongo que toda esa herida y esa fragilidad tienen que andar ocultas por algún lado, por debajo de su piel correosa de hombre duro, o si no sería incapaz de interpretarlo. Incluso los enemigos de Crowe admiten que es un actor espléndido, dispuesto a engordar, o envejecer, o afearse para hacer un buen papel. No es una observación baladi: hay actores-estrellas encantadores que jamás consienten en salir feos. como Harrison Ford o Sean Connery. Pero a Crowe no le interesa eso; se diría que para él actuar es algo más profundo, es viajar al corazón de los humanos, allí donde la vida hierve y duele.
-Yo creo que la imaginación y la
creatividad pueden ser maravillosas y una ayuda enorme para vivir. Pero aquí
ya no estamos hablando de fantasías, sino de delirios. El protagonista
termina viendo cosas que no existen, sufre alucinaciones que le impiden
llevar una vida digamos normal. Pero hay alucinaciones que son admitidas
socialmente y que no te convierten en un loco oficial. Por ejemplo, podríamos
decir que Dios es de algún modo una alucinación colectiva. -Bueno, lo destructivo es vivir una
realidad que no puedes explicar a los demás. Cosas que sólo tú ves, que sólo
tú conoces... ¿Es usted creyente? -Sí. Pero no creo ni en un Dios definido
ni en una práctica concretas. Lo que pasa es que no sabemos nada de la vida,
nuestra ignorancia es enorme. La vida, la muerte, el mundo es un misterio
gigantesco, y vives tan desasosegado por ese misterio que inevitablemente
caes de rodillas y aceptas la idea última de un Dios que pueda dar sentido a
todo esto, porque si no ese vacío y esa oscuridad resultan insoportables,
sobre todo para la mente masculina. ¿Por qué para la masculina? -Tengo la impresión de que, de algún
modo, las mujeres están más capacitadas para convivir con ese gran vacío, con
ese enigma, probablemente por el hecho de su capacidad reproductora... No sé,
los hombres estamos todo el rato buscando el por qué de las cosas,
necesitamos muchas más certidumbres para vivir, estamos empujados a la
acción; queremos saber, hacer, arreglar, controlar... Por eso nos resulta tan
inquietante encontrarnos en un mundo del que no disponemos las respuestas... Posee un vozarrón de bronce y unos ojos candentes profundamente hundidos bajo las cejas. Nació en Nueva Zelanda hace 37 años, pero tuvo una infancia errante dentro de la troupe del cine y terminó afincado en Australia. Su abuelo era cámara cinematográfico y sus padres se ocupaban del catering (esto es, de las comidas) en los rodajes. Abandonó los estudios en la adolescencia, en los últimos años del instituto; a los 15 se hizo músico de una banda de rock y empezó a hacer teatro. Sigue teniendo un grupo musical, Thirty Odd Foot of Grunts, en donde toca la guitarra, canta y compone. Verá, señor Crowe, siempre he pensado que los novelistas y los actores son personas especialmente disociadas. En realidad, tienen algo esquizoide que les permite desdoblarse y vivir otras vidas, dentro de los personajes que escriben o que interpretan. -Bueno, sí, es cierto que de algún
modo vives otras vidas, aunque de una manera muy concentrada. Es como un
breve viaje por otra existencia. Y tengo entendido que usted, además, vive ese viaje con mucha más intensidad que la mayoría de los actores. Cuando hizo 'L. A. Confidential', el escritor James Elroy, que era el guionista, le dijo que su personaje no bebía, y usted se pasó sin beber cinco meses y siete días, todo el tiempo que duró el rodaje, lo cual fue, por lo visto, un verdadero sacrificio... -Sin beber cerveza. Fue sin beber
cerveza. Yo le dije a Elroy que seguro que el policía Bud White se tomaba
alguna cerveza con sus compañeros después del trabajo, pero él me convenció
de que no. El personaje no era así porque White no quería confraternizar con
sus colegas, no quería reducir distancias con ellos; él estaba entre ellos
aparentando ser uno más, pero en el fondo lo único que le movía era su deseo
de venganza, que era para él una especie de misión. Era un outsider y por eso
no hacía vida social. Pero sí bebía algún whisky de cuando en cuando, eso me
dijo Ellroy. Bud bebía whisky estando solo. Y eso sí que se lo permitió usted en esos cinco meses... -Le aseguro que no es una cosa de
chufla, no es un juego tonto que hago en el rodaje, a ver si Ellroy me deja
beber o no... Ese rasgo formaba parte constitutiva del tipo, era una de sus
definiciones, de sus estrategias. No puedes beber cerveza cuando ese acto
altera de manera tan fundamental al personaje. Tiene razón, pero lo que me asombra es que usted no bebiera cerveza nunca. Es decir, terminaba el rodaje, se marchaba a su casa y tampoco bebía. Seguía dentro de White. -Pero eso es algo natural... Digamos
que más o menos continúas con el personaje en la cabeza. Pero no crea usted
que soy un actor chalado de esos que responden con la voz del personaje
cuando les hablan por la calle, o que durante el rodaje exigen ser llamados
con el nombre de su papel, o que sólo se visten con las ropas de la película
y demás... No, nada de eso. Lo único que hago es intentar mantener de alguna
manera la atmósfera de día en día durante todo el rodaje. Es algo muy sutil,
algo interior, como una especie de entrenamiento gimnástico. Tienes que
llenarte con la información del personaje y asumirla incluso
inconscientemente... Y entonces ciertas actitudes salen naturalmente, y eso
hace que las cosas luego funcionen mejor en el plató. Desde luego nadie tiene
por qué saber si he bebido o no cerveza durante los cinco meses del rodaje de
L. A. Confidential, pero el caso es que tengo la impresión de que todo ese
esfuerzo al final se nota. Ha entrado en la habitación una de las encargadas de prensa dispuesta a cortarme anticipadamente (me habían dado media hora, pero en estas maratonianas promociones siempre intentan robarte algo de tiempo), y Russell Crowe se ha vuelto y le ha ladrado algo que no llego a entender, pero que suena tan definitivo que la chica se disculpa y desaparece reptando por las esquinas. El productor de 'Gladiator', Douglas Wick, dice que usted es el guardián de sus personajes y que se mantiene en vigilancia las 24 horas del día... Me pareció una buena imagen, casi puedo verle defendiendo la integridad de sus papeles pistola en mano. -Wick dijo eso porque me colocó en
una posición en la que no tuve más remedio que comportarme como un guardia.
Veamos, considere usted una historia en la que el personaje pierde de manera
brutal a su mujer ya su hijo, y con ellos pierde todo interés por la vida,
absolutamente todo; de hecho, sólo anhela morir para reunirse con ellos, y lo
único que le mantiene vivo es el deseo de venganza. Pues bien, Wick pretendía
que un hombre así tuviera una escena de amor con la hija del emperador:
¿Usted piensa que eso es lógico, que es sensato, que es creíble? Por supuesto
que eso rompía por completo los fundamentos mismos del personaje, destrozaba
su credibilidad, su continuidad... Yo me tomo este trabajo muy en serio; creo
que si hacer cine tiene algún sentido es porque aspira a eso, a tener
sentido, porque intenta explicar algo de la vida, algo que encierre alguna
verdad, que tenga sinceridad y coherencia. De manera que me vi obligado a
decirles que esa escena que querían rodar era una barbaridad, que acababan con
Máximo y con el sentido entero de la película. Impidió que 'Gladiator' se convirtiera en una total estupidez... Menos mal. -Bueno, es que era lo lógico. Hubiera
sido una catástrofe para todos. Ya digo que todo consiste en tomarse las
cosas en serio y en ser responsable con tu trabajo. Yo lo soy; y hay muchas
otras personas que también lo son, como Ridley Scott [director de
"Gladiator"] o Ron Howard [director de "Una mente
maravillosa"]. Si todo el mundo tuviera el mismo sentido de la
responsabilidad respecto a lo que uno hace, las cosas en el cine serían mucho
más fáciles. De todas maneras, me imagino que interpretar una historia tan tremenda como la de John Nash, por ejemplo, debe de ser doloroso. Sobre todo para usted, que se mete tanto en su trabajo. ¿No le asusta a veces aceptar algún papel por lo que pueda sufrir interpretándolo? -Pues... Es una cosa rara, es difícil
de explicar: Verá, como es natural, nunca llegas a disolverte del todo dentro
del personaje. Siempre te sabes actuando, porque resulta imposible aislarte
de todo el entorno, de los cámaras, del lío que siempre hay en un plató, la
gente, el maquillaje... Por supuesto que a veces supone un gran esfuerzo, una
tensión en ocasiones penosa, pero también lo puedes pasar de maravilla
rodando una película aunque se trate de un papel muy trágico. Por ejemplo, me
divertí muchísimo haciendo Gladiator; aparte del problema de rodar una
película en la que el guión se iba modificando sobre la marcha, lo cual era
bastante complicado. Pero me divertí muchísimo, todo fue muy excitante. No me
creo esas historias de sufrimiento. Si todo va bien, es magnífico. Cuando
consigues una escena en la que todo funciona, aunque se trate de una escena
muy dura, es emocionante, es exultante. Vuelve a entrar la chica de puntillas para echarme, y Crowe le dice, ahora amablemente, que se vaya, que ya no estamos haciendo una entrevista, que estamos charlando, que no entre más. Me sorprende que diga que estamos conversando porque parece que lo piensa de verdad. Lo cual indicaría hasta qué punto Crowe es un hombre reservado al que le cuesta abrirse. Ya no está rígido, ya no emite esas radiaciones casi letales de rechazo; de hecho, ha apoyado los codos sobre las rodillas y se ha ido inclinando hacia adelante, como para acortar la lejanía de nuestros asientos, rubricando con el cuerpo la pasión y la energía con la que habla. Y dígame, ¿por qué cree usted que tiene esa reputación de hombre difícil? -¡Mmmmmmm! Supongo que tiene que ver
con lo que antes decíamos, con el hecho de tomarte este trabajo en serio, de
ser responsable y por tanto, exigir responsabilidad a los demás. Algo que en
ocasiones no resulta muy común. Y luego están también algunos desencuentros
con la prensa originados por la falta de preparación y de mínimo respeto que
muestran algunos periodistas... A veces llegan aquí y no saben nada, no se
han preparado nada y lo único que hacen es preguntarte con toda desfachatez
cosas del tipo de si te has acostado con tal o con cual. El caso es que tengo
un carácter más bien directo y tampoco creo en la hipocresía social para
quedar bien, y no veo por qué debo respetar a esa maldita gente que no me
tiene a mí ningún respeto a la hora de preguntar o de acercarse. Siguiendo con su mala fama, hace unos meses, cuando vino a España a presentar 'Prueba de vida', la película que protagonizó junto a Meg Ryan, la prensa dijo que usted y el director, Taylor Hackford, no se hablaban... -Hackford hizo una mala película por
falta de responsabilidad, y para mí hacer una mala película es tan agotador y
me exige tanto esfuerzo como hacer una buena. Así es que digamos que de
entrada yo ya estaba disgustado, porque había invertido mucho trabajo y me
había agotado sólo para hacer una película carente de sentido y de rigor.
Hackford es un director de documentales y no sabía hacer películas
argumentales, era un trabajo que le venía grande. y para peor, en vez de
aceptar eso, o de aprender de eso, este hombre dijo en la rueda de prensa que
lo que había estropeado la película había sido la mala publicidad generada
por mi relación con Meg Ryan durante el rodaje. ¿Dijo eso? -¡Lo dijo! En este mismo hotel, en
una rueda de prensa delante de más de doscientos periodistas. Tuvo la cara de
decirlo. Y encima yo llegué después y entré en esa rueda de prensa sin saber
que lo había dicho, y afronté el resto de la rueda ignorante de esa
observación ofensiva. De manera que además de ser un mal realizador creo que
tampoco es una persona a la que pueda respetar como persona. y no veo por qué
debo tratar con cortesía a gente que, como digo, no se la merece. Sólo un par de preguntas más. ¿Es verdad que usted perdió los dientes delanteros a los 10 años, jugando al rugby, y que no se los arregló e hizo toda su carrera así hasta que a los 27 años, después de varias películas, el director de uno de sus filmes australianos, 'The crossing', se empeñó en que se los arreglara e incluso le pagó el dentista de su propio bolsillo? -Sí, es verdad. Vaya chico tan duro... [Crowe se ríe y su risa ilumina la habitación. Su encanto emborracha, de la misma manera que antes su tensión convertía el aire en algo casi irrespirable. Es cosa de esa densidad mercurial que posee, de su reciedumbre y su magnetismo. Admitámoslo abiertamente, en fin, por si no hubiera quedado ya lo suficientemente claro en lo que llevamos de entrevista: su capacidad de seducción es formidable. Es verdad que hace gala de ser sincero y directo hasta la crudeza, que parece algo misántropo, que no contemporiza, que en ocasiones pincha como un erizo; pero las mujeres solemos sentir una debilidad fatal por estos chicos guapos, listos y complicados. Para entendernos: no es un tipo encantador, sino irresistible] -Bueno, la verdad es que no sé muy
bien por qué me obcequé en no arreglármelos... Yo creo que en principio fue
sobre todo porque era algo que había sucedido, es decir, algo que me había
sucedido, en la vida te pasan esas cosas; era como haber perdido una mano,
tienes que acostumbrarte a las pérdidas ya las cicatrices de la vida. Esos
dientes rotos formaban parte de lo que yo era. Pero lo curioso es que llevaba
12 años actuando en teatro, porque por entonces no me planteaba ser actor de
cine, mi ambición era hacer una buena carrera teatral..., y llevaba
trabajando, ya le digo, muchísimos años con la boca mellada y había hecho
incluso algunas películas cuando me arreglé los dientes. Ya partir de
entonces mi carrera cinematográfica se disparó. Lo cual no dice mucho de la industria cinematográfica. -Eso desde luego. Pero además luego
he pensado mucho sobre ello, y creo que fue una verdadera bendición para mí
estar mellado hasta los 27 años. Porque me permitió formarme, aprender a
interpretar. Y de otro modo posiblemente hubiera tenido un éxito temprano, tan temprano que a lo mejor no habría sabido digerirlo. -Exacto. Si hubiera tenido una buena
sonrisa seguramente habría hecho mucha más televisión con 18 o 19 años y me
habría convertido en alguien famoso o popular a una edad en la que todavía
eres demasiado imbécil como para saber discernir lo que es importante de lo
que no lo es. Con dientes, seguramente mi físico hubiera pesado demasiado, y
eso hubiera sido una desgracia para mí. Así ha sido como tenía que ser: ya
tenía la cabeza sobre los hombros cuando todo llegó. Hablando de eso, de saber discernir lo que de verdad importa. La primera canción que usted grabó a los 16 años como compositor y cantante se titulaba 'I want to be like Marlon Brando' ('Quiero ser como Marlon Brando'). Ahora, tanto tiempo después, la verdad es que no parece que la vida de Brando sea especialmente feliz o envidiable... -No, no parece muy feliz... Pero verá, cuando escribí esa canción yo no había visto ninguna película de Brando. La escribí pensando en un amigo mío cuya vida era básicamente anacrónica: llevaba zapatos de los cincuenta, se compraba coches de los cincuenta, vestía con ropa de los cincuenta... y la canción era una broma, no pensé que nadie se la tomara en serio, y cuando los de la compañía discográfica me dijeron que la iban a grabar me quedé de piedra. He visto los trabajos de Brando de joven y era un actor magnífico, pero... También pienso que es una gran lección, su vida y su carrera son una gran lección para no empezar a creerte demasiado tu propio talento... Un actor se tiene que llenar de información; si no hay ese trabajo previo de información, el simple talento no te hará entender las mágicas series de sonidos que salen de tu boca cuando interpretas un papel. Y ésa es la cuestión. He hecho esta película, "Una mente maravillosa", pensando en el músico Miles Davis, interpretándola a lo Miles Davis, en el sentido de que me llené de información para poder estar completamente libre cuando llegara el momento de actuar. Tal vez haya otras personas que puedan hacer este trabajo sin invertir previamente todo este esfuerzo, pero dígame dónde están, enséñemelos. Todos los actores y actrices que respeto entienden que actuar es un trabajo como cualquier otro. y esto no es algo negativo. No, claro que no. Supongo que eso es lo que lo hace más emocionante. -Exacto. Yo no soy un actor que
mantenga todo el rato el control de su actuación, no es que esté
interpretando genialmente algo gracias a mi arte y mi destreza. No, en
realidad sucede todo lo contrario. Ser actor consiste en llenarte de
información y luego soltarte. Consiste en estar abierto. Hay momentos
intensos, logros interpretativos que alcanzas cuando haces justamente aquello
que eres incapaz de asumir intelectualmente. Y ahí es donde empieza la maravilla,
ahí está el auténtico gozo: cuando empiezas a actuar y el personaje está
manando desde una parte tuya que ignoras, cuando actúas más allá de tus
habilidades y tu conocimiento. |