3: 10 T0 YUMA
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Crítica personal:
THEY' RE GONNA HANG ME...
Es un ladrón y un asesino. Un canalla imprevisible, artero, tan frío como violento y salvaje. Es manipulador, cruel y despiadado. También cita la Biblia y dibuja aves rapaces, mujeres y hombres con pulso calmado mientras convive con fieras a las que lidera y sacia de sangre, pero también atemoriza, sin apenas palabras. Es provocador, destructor, lee las mentes y excava en la naturaleza humana de sus víctimas sacándoles lo que llevan dentro, bueno o malo y quieran o no, con la herramienta más eficaz, el don más preciado y el arma más mortífera que puede poseer un hombre: la inteligencia en grado sumo envuelta en maneras exquisitas, misterio y arrebatadora seducción.
Por eso sobrevive en un tiempo donde el bien y el mal se confunden y la vida vale un trago de whisky. Por eso se le teme con verdadero pavor y se le idolatra con devoción patológica a partes iguales. Por eso nadie escapa a su irresistible atracción y todos (personajes y espectadores) sucumben a su pausada voz de terciopelo y susurros, llena de magia e historias de ensueño, y a unos ojos hipnóticos hechos de energía pura y hechizo sin límite.
Para hacerlo aún más fascinante, Dios se apiada de vez en cuando de este ángel caído y le echa una Mano porque ya sabemos de la misericordia divina para con todas sus criaturas, hasta con las más condenadas, y a ésta incluso la expulsarán del infierno el día que deje de existir. Afortunadamente, en el cine, para temerlos, rechazarlos pero nunca llegar a odiarlos y sí a poder amarlos, los demonios celestiales como éste ya tienen la eternidad, y más cuando los encarna un ángel de verdad.
Del monstruo que es Crowe ya está CASI todo dicho −y a mí me sigue perdiendo la pasión y el alucine de la primera vez−. Aquí resplandece, fascina y maravilla como en años, desapareciendo con la marca de la casa en un Ben Wade que tiene una voz de nuevos matices y unos gestos también totalmente nuevos por seductores como nunca. La capacidad de asombrar de este pedazo de actor y hombre parece que no tiene límites, porque sigue siendo de impresión que a lo largo de tantas películas ya y tantos personajes, pueda seguir consiguiéndolo, transformándose al antojo de cada uno de ellos, dándoles exactamente lo que necesitan para hacerlos impactantes e inolvidables. Pues lo vuelve a lograr.
Bale compone a Evans con un halo de conmovedora fragilidad física (es cojo), cuya causa dista mucho de ser heroica como ha hecho creer a sus hijos, mientras que a la vez lo dota de una fuerza moral inquebrantable y admirable que se merece el respeto que no se cree para sí mismo pero que sí aprecia y termina concediéndole la temible alimaña que se le cruza en el camino. El espectador, compasivo por naturaleza ante la injusticia y el infortunio de hombres cabales, ya se lo ha dado desde el principio pero el personaje quiere ganárselo y en el proceso aún llegas a admirárselo más.
Con ellos, un reparto impecable de lujosos secundarios como Peter Fonda en el papel de un caza recompensas de ambiguos principios que terminan resultando muy rechazables. Es curioso porque viéndolo, se te puede aparecer perfectamente la figura de su padre en cualquiera de los grandes westerns que hizo. O los destacables Dallas Roberts como el señor Butterfield, el hombre de la compañía ferroviaria, un personaje bisagra y neutral que acaba aceptando su pusilanimidad, al igual que el señor Potter, el veterinario, con el bondadoso y despistado rostro de Alan Tudyk, y que se ve envuelto sin querer en todos los acontecimientos. Él es el personaje más inocente de todos.
En cuanto a los dos únicos personajes femeninos, están en el clásico muy segundo plano del género y sin apenas peso más que para dar un contraste de actitudes.
Y esa es la clave de la película. James Mangold da en el clavo sacando, además de mostrar planos de auténtico delirio y lucimiento de su figurón mayor, lo mejor de todos y de la historia. Porque sólo te hacen falta los diez primeros minutos para saber que no vas a tener más remedio que hacer un verdadero equilibrio moral por querer ponerte al lado de los dos personajes principales. La sorpresa, o quizás no, es que la balanza rápidamente se inclina hacia ese mal arrasador y deleznable pero absolutamente irresistible, por el que no puedes evitar sentir una simpatía inmediata y que te hace pensar.
Ben Wade lleva la batuta de la acción y la controla sin sombra alguna que pueda amenazarlo, y eso es admirable. Dice a cada uno lo que quiere oír y lo que no −por eso no quieren hablar con él−, y les da lo que van mereciendo que también es lo que el espectador quiere, sin engañarlos nunca y avisándolos. Y eso es también admirable porque sentirlo por Evans es lo moralmente aceptable, lo que se supone que ha de hacerse. Pero si ese canalla que no se arrepiente de nada y que se esfuerza por ser cada vez peor, va dándote lo que deseas y ayudándote sin quererlo aunque lo niegue, ¿cómo no vas a tenerle simpatía? La respuesta te la da el diálogo final entre Wade y Evans y la única pero sincera y hasta divertida sonrisa que se cruzan.
Esa es la cuestión, la autenticidad: tanto el MAL como el BIEN son conceptos auténticos y por eso los dos hombres acaban concediéndose respeto, tal vez porque comparten un par de trágicas historias y la vida no los ha tratado bien. Además, ambos logran sus destinos, quizás más funesto el de Evans pero así se evita una moralina estúpida, irreal en el mundo real. Sin embargo, el amargo regusto por la injusticia final se compensa cuando Ben la venga de alguna manera dictando sentencia con la Mano de Dios y, sobre todo, con la sonrisa perfecta que se te pone al escuchar un suave silbido y viendo galopar como un rayo a un hermosísimo caballo negro.
Y, ah, lo más importante. Primero: cuidado cuando se es un imbécil integral que toca las narices por el día y da la brasa por la noche. Y segundo y fundamental: de todos es sabido lo que puede pasar cuando se menta a la madre de uno por muy hijo de perra que sea. Mariola.
Curiosidades y gazapos: un par de guiños estupendos cortesía de Mr. Crowe para todos sus fieles y... el increíble segundo y medio que tarda Ben en subirse al tren y que le quiten las jodidas esposas ¡de una vez ya por fin después de casi toda la película! ¡Eso sí que es rapidez! |
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