El Virrey Santiago Liniers y su descendencia legitimista.

 Por Bernardo Lozier Almazán.

 El mártir de la lealtad

             Era las dos y media de la tarde de aquel funesto 26 de agosto de 1810, cuando en el Monte de los Papagayos los condenados: don Santiago de Liniers, el brigadier Juan Gutiérrez de la Concha, el coronel Santiago Alejo de Allende, el doctor Victorino Rodríguez y el tesorero de la Real Hacienda, Joaquín Moreno, fueron formados ante el pelotón de fusilamiento. Liniers fue el único que rechazó la venda sobre sus ojos, enfrentando la adversidad como siempre lo había hecho. Fue el teniente coronel Juan Ramón Balcarce quien levantó la espada para que los fusiles apuntaran a sus víctimas; la espada bajó y una cerrada carga atronó el espacio. Liniers cayó aún con vida, le tocó a Domingo French  ultimarlo de dos pistoletazos en la sien.

            De esta manera el gobierno revolucionario surgido el 25 de Mayo de 1810 inmoló sus primeras cinco víctimas para afirmar el movimiento emancipador que, oculto bajo el engañoso manto de Fernando VII y nutrido en las ideas jacobinas, se había gestado en estos dominios rioplatenses de la corona española.

            Una de aquellas víctimas –como acabamos de mencionar- fue el francés  Santiago de Liniers, nacido en la ville de Niort, en la antigua provincia del Poitou, el  día de su santo, el 25 de julio de 1753, fruto del matrimonio de Santiago José Luis de Liniers, Caballero, Señor feudal de Cran-Chaban de la Poussardiere, de Grand-Breuil y la Valleé, y Enriqueta Teresa de Bremond. (1) Su trayectoria militar la había iniciado como subteniente de caballería en el regimiento de Royal-Piémont, alférez, ayudante de campo del príncipe de Rohan, hasta que la unión de las dos Casas de Borbón, la de Luis XV y la de Carlos III, llamada Pacto de familia, permitía que los franceses pudieran intervenir en pie de igualdad de derechos y obligaciones con los españoles en las empresas militares de aquellos tiempos. Fue por ello que a partir de 1775, contando tan solo 22 años de edad,  pasó a  revistar  por el resto de sus días  bajo pabellón español.

Luego de egresar de la Real Compañía de Caballeros Guardias Marinas, con los despachos de alférez de fragata el 3 de marzo de 1776, el destino lo trajo al Río de la Plata donde sirvió con el grado de capitán de navío en 1788, comandante general del Apostadero de Montevideo en 1796, Gobernador de las Misiones en 1802, Jefe de Escuadra en 1807 y héroe de la gloriosa Reconquista y Defensa de Buenos Aires durante los intentos  de colonización británica en los años de 1806 y 1807 y penúltimo virrey del Río de la Plata, aspectos biográficos que no son el objeto de este trabajo ya que han sido tratados por eminentes historiadores como lo fueron Paul Groussac y Ezequiel Ortega. En cambio, nos referiremos a un aspecto poco difundido –me animaría a decir desconocido- como es la actuación de sus hijos refugiados en Europa y la fidelidad al legado espiritual que recibieran de su ilustre progenitor, mártir de la lealtad. 

El legado espiritual

            Pocos días antes de su detención y posterior ejecución, don Santiago Liniers, levantado en armas en defensa de Fernando VII, recibió en Córdoba, donde había establecido su residencia, un mensaje de su suegro, don Martín de Sarratea, a la sazón en Buenos Aires, por el que, haciéndole un patético llamamiento, trataba  de disuadirlo de su actitud antirrevolucionaria. Pero Liniers ni siquiera vaciló ante la advertencia del peligro y desamparo en que quedaría expuesta su numerosa prole. Su  respuesta fue la más firme negativa, consecuente con  su ancestral formación tradicionalista, religiosa y monárquica.

            Fechada en  Córdoba, el 14 de julio de 1810, podemos afirmar que es el fiel testimonio del legado espiritual que dejara, como único bien,  a sus desventurados hijos.

            Aquel patético documento expresaba en su parte inicial un duro reproche a su suegro, cuando le dice:

            “...no puedo ponderarle a Vuestra Merced el sentimiento que me ha causado el verle alucinado por los falsos principios de unos hombres que olvidando los principios más sagrados del Honor, de la Religión y de la Lealtad se han levantado contra el Trono, contra la Justicia y contra los Altares”.

             Seguidamente le expone sus firmes convicciones, basadas en el honor, la fidelidad al Rey y su buen nombre, para fundamentar su inclaudicable determinación.

                 “ ¿ Como siendo yo general, un oficial quien en treinta y seis años he acreditado mi fidelidad y amor al Soberano, quisiera Usted que en el último tercio de mi vida me cubriese de ignominia quedando indiferente en una causa que es la de mi Rey; que por esta infidencia dejase a mis hijos un nombre, hasta el presente intachable, con nota de traidor? ”

             En tan dramáticos momentos, Liniers tuvo la entereza de asumir la gravedad de su determinación, haciendo una conmovedora profesión de fe cuando confía en que la Divina Providencia protegerá a sus hijos del previsible desamparo, al mismo tiempo que les lega su único patrimonio, el espiritual, para que los guiara en su venturosa existencia., cuando le expresa que:

                 “Por último, Señor, el que nutre a las aves, a los reptiles, a las fieras y los insectos proveerá a la subsistencia de mis hijos, los que podrán presentarse en todas partes sin avergonzarse de deber la vida a un padre que fuese capaz por ningún título de quebrantar los sagrados vínculos del honor, de la lealtad, y del patriotismo, y que si no les deja caudal, les deja a lo menos un buen nombre y buenos ejemplos que imitar”.

                Concluye su conmovedor testamento político solicitándole a su suegro que difunda su pensamiento respecto al gobierno  revolucionario y su firme  propósito de no claudicar,- parafraseando el Oriamendi - “pase lo que pase”.

                “ Señor, estimaré comunique usted la presente a cuantos le pregunten por mí, que quiero que todo el mundo conozca mi modo de pensar, en la inteligencia que con el dogal al cuello, ni con la cuchilla sobre la garganta desmentiré estos sentimientos” .(2)

La descendencia

                Como veremos seguidamente, el patrimonio espiritual que Santiago Liniers legó a su posteridad se proyectó con atávico influjo tanto en la línea francesa como la española.

            Para continuar el curso de esta historia debemos recordar que, luego de la tragedia del Monte de los Papagayos, una tremenda desdicha se proyectó sobre la descendencia de don Santiago de Liniers, muerto ya en estado de viudedad, por lo que debió afrontar en total desamparo el menosprecio y la ingratitud de que fue objeto su ilustre progenitor, por ser fiel a sus principios monárquicos y leal a Fernando VII, su rey por adopción.

            Así fue como, de los ocho hijos que lo sobrevivieron, de un total de once, solamente tres de ellos permanecieron en estas -por aquel entonces- Provincias del Río de la Plata, el resto prefirió buscar refugio en Europa.

            Los tres hijos que permanecieron en estas tierras fueron María del Carmen Rosario Liniers y Sarratea, que había contraído sagradas nupcias con Juan Bautista Perichon de Vandeuil, con ilustre sucesión en Buenos Aires hasta nuestros días (3); su hermana María Dolores Enriqueta Liniers y Sarratea, que falleció soltera y el pequeño Juan de Dios Liniers y Sarratea, a la sazón alumno pupilo en el Colegio de Monserrat, de Córdoba, donde falleció el 11 de noviembre de 1811 y está sepultado en la iglesia del mismo colegio.

            Los demás, como ya dijimos, se refugiaron en Europa, José Atanasio Liniers, (4) ingresó al cuerpo diplomático del Reino de España, desempeñándose con las funciones de Secretario de Legación y Encargado de Negocios ante el Reino de Cerdeña. Contrajo matrimonio, el 10 de junio de 1823, en el Chateau Plessis Cherchemont, con la linajuda Olimpe de Jarnó, fundando la línea francesa de esta familia franco-rioplatense con distinguida descendencia hasta la actualidad en la que se sucede el título condal. Falleció en su castillo de Plessis Cherchemont el 22 de abril de 1882.

            Los otros cuatro hijos, en cambio, encauzaron sus vidas en España. Ellos son, Luis de Liniers, (5) II conde de la Lealtad, el hijo primogénito, quien casado, el 2 de marzo de 1815, con Rita Martínez de Junquera y Vélez de Guevara , falleció un año después en San Fernando, el 21 de febrero de 1816 , dejando como único descendiente a Santiago de Liniers y Martínez de Junquera, III conde la Lealtad, muerto de corta edad por lo que no perpetúa esta línea primogénita ni la sucesión del título de Castilla, que recaerá en su tío, José Atanasio de Liniers.

  Santiago Tomás María del Rosario de Liniers y Sarratea, (6) que nacido en Montevideo el 6 de noviembre de 1799 cuando su padre, después de soportar las angustias económicas de un largo desempleo, fue designado por el virrey Joaquín del Pino con el cargo de Gobernador Político y Militar de “los treinta pueblos de las Misiones”, (7) lugar donde transcurrirían los primeros años del recién nacido.

El 24 de agosto de 1810 –precisamente dos días antes de la ejecución de su padre- este niño a la sazón de tan solo 10 años de edad, fue retirado del Colegio de Monserrat, de Córdoba, donde se encontraba pupilo, hasta que el 4 de octubre de aquel mismo año ingresó nuevamente, esta vez gracias a una beca otorgada por el entonces Gobernador de Córdoba, Juan Martín de Pueyrredon.

 Concluidos sus estudios fue conducido a Europa donde ingresaría a la carrera de las armas, comenzando a prestar servicio bajo pabellón español, el 10 de enero de 1820, con rápido destino en Perú, donde intervino, el 10 de noviembre de aquel mismo año, en la victoriosa batalla de Huancayo y pocos días después, el 14 de noviembre, en la toma de la ciudad de Huamanga. Por esos mismos días participó en la acción de Cangallo. Al año siguiente, luego de actuar en Haura, le tocó intervenir en la penosa evacuación de Lima, para acampar en el Valle de Jauja, treinta y dos días después, luego de atravesar la cordillera de los Andes.

 En agosto de 1821 formó parte de la expedición que tomó la fortaleza del Callao, acompañando al célebre brigadier José Canterac en su posterior retirada. En las batallas de Ica y Moquegua también fue activo protagonista a las órdenes de Canterac, hasta que, el 9 de diciembre de 1824, según quedó registrado en su propia foja de servicios “se halló en la desgraciada batalla de Ayacucho”, perdiéndose el último baluarte del poderío español en América. Según opinión del general inglés Miller “la batalla de Ayacucho fue la más brillante que se dio en la América del Sur; las tropas de ambas partes se hallaban en un estado de disciplina que hubiese hecho honor a los mejores ejércitos europeos; los generales y jefes más hábiles de cada partido se hallaban presentes; ambos ejércitos ansiaban el combate y todo el  mundo de uno y otro  partido se  batió  no  sólo  bizarramente,  sino a la desesperada”. (8)

           Dos años después, en virtud de lo acordado en la capitulación firmada, en el mismo campo de batalla,  por el brigadier José Canterac y el general Antonio José de Sucre, jefe de las tropas revolucionarias, (9) pudo regresar a España, arribando a la Coruña el 24 de agosto de 1826, permaneciendo en España hasta que perdió la vida tempranamente en un naufragio.

Un informe elevado a la Corte, el 7 de abril de 1827, para solicitar su ascenso al grado de Capitán, destacaba que su mérito particular  era la fidelidad, cuando -dice el documento-, “siendo natural de Montevideo, como se ve en la copia de su fe de bautismo, [...] tiene en Buenos Ayres una parentela materna poderosa y gozaba en Lima una pensión de mil pesos anuales”, agregando que “todo lo ha perdido por no seguir al partido de los rebeldes [...]. Dejó su patria y sufre todos los males consiguientes [...]; abandonó su parentela y disgustándola de este modo perdió la esperanza y el derecho de suceder en sus bienes..”.

 También mencionaba el documento que “no había en Europa una familia que más sangre haya derramado para contrarrestar las revoluciones modernas. En la guerra de la Vendée, donde se hallan los mayorazgos de su casa paterna, pereció la flor de sus parientes...”. (10)

Mariano Tomás de Liniers y Sarratea, (11)  luego de concluir sus estudios en Córdoba, al igual que su hermano, también ingresó al ejército español, el mismo 10 de enero de 1820, para ser destinado al Perú donde intervienen juntos en Huancayo, Huamanga, Cangallo, la épica retirada de Lima atravesando los Andes, para acampar en el Valle de Jauja. En agosto de 1821 compartió con su hermano la expedición al Callao y la posterior retirada. Su valerosa actuación en la batalla de Moquegua (21-1-1823) le valió el ascenso al grado de capitán. Según un informe del brigadier José Canterac al Virrey José de la Serna “todos se distinguieron de un modo tan heroico, que su fama pasará a la posteridad”. (12 ) Siempre junto a su hermano, intervino en la toma de la ciudad de Lima, el 21 de junio de 1823 y, a las órdenes de Canterac, en la posterior campaña hacia el sur, hasta caer derrotado en la batalla de Ayacucho, corriendo la misma suerte que su hermano, con quien logró embarcarse para la Península, donde arribaron a la Coruña el 24 de agosto de 1826.

            En España, Mariano Tomás de Liniers, revistió en el Regimiento de Cazadores a Caballo de la Guardia Real, con el grado de coronel de caballería, siendo ascendido a comandante del Escuadrón de Granaderos de la Guardia Real el 14 de octubre de 1837.

Fue por aquel tiempo que nuestro bravo personaje cayó vencido por Cupido, si recordamos que inicia expediente matrimonial (13) para solicitar licencia ante las autoridades militares para contraer Sagradas Nupcias con la copetuda dama burgalesa, doña Caritina Luisa Gallo-Alcántara y Thomé del Castillo. (14 )

                Así fue como después de cumplir todas las obligaciones que el Código Militar y la Santa Madre Iglesia exigían, los novios contrajeron matrimonio en Madrid, el 7 de septiembre de 1841.

            Mariano Tomás de Liniers concluyó su brillante carrera militar con el grado de coronel cuando a su pedimento se le otorgó el retiro en 1843, (15) decorado con las honrosas condecoraciones de Comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, Caballero Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y de la Orden de San Fernando de Primera Clase. Falleció en Burgos el 3 de septiembre de 1881. Por si interesara, diremos que la estampa recordatoria de su óbito dice: “El Ilmo. Señor D. Tomás de Liniers y Sarratea de Bremond, coronel de caballería, caballero, cruz y placa de la Real y Distinguida Orden de San Hermenegildo y de la primera clase de San Fernando, condecorado con varias cruces y medallas por mérito de guerra, ha fallecido en su casa de Burgos el día 3 del corriente, después de haber recibido los Santos Sacramentos. Doña Caritina Gallo-Alcántara y Thome, viuda; D. Santiago y D. Feliciano, hijos; Da. María Teresa de Muguiro y Cerrajería, hija política; D. Santiago, D. Juan José y D. Enrique, nietos; el conde de Liniers, hermano; los sobrinos, primos y demás parientes, ruegan a sus amigos se sirvan encomendarle a Dios. Todas las misas que se celebren en el Oratorio del Espíritu Santo el martes 6 del corriente se aplicarán por el eterno descanso de su alma. (16)

Este matrimonio fundó la línea española de este apellido que se sucedió en sus dos hijos: Santiago Enrique de Liniers y Gallo-Alcántara, nacido en Madrid el 23 de junio de 1842 y Feliciano de Liniers y Gallo-Alcántara, nacido también en Madrid el 15 de abril de 1847, muerto soltero sin posteridad, por lo que nos ocuparemos del primogénito  recién nombrado.

Santiago Enrique de Liniers y Gallo-Alcántara, personaje notable en la política española, desde muy joven se incorporó al carlismo que defendió con su aguda pluma en recordados artículos publicados en el periódico satírico La Gorda, que fundara con Juan José Herranz y José María Bremon. También colaboró en La Margarita y en el prestigioso órgano carlista La Esperanza, cuyo director era, como veremos oportunamente, su tío político, don Pedro de la Hoz.

            Lamentablemente, llegado los tiempos de la Restauración, defeccionó de las filas carlistas para fundar, junto con otros, el diario Unión Católica que apoyó al movimiento político católico-liberal   (¿ es compatible ?)  conducido por el célebre político Antonio Cánovas del Castillo.

            Don Santiago Enrique de Liniers y Gallo-Alcántara fue gobernador civil de Madrid de 1899 a 1900, Diputado y Senador vitalicio desde 1900. Académico de la Lengua, formó parte de la Comisión especial para la reforma del Diccionario publicado por esa corporación. Es autor de un curioso artículo titulado “La Filocalia o arte de distinguir a los cursis de los que no lo son”. Por Real Despacho del 30 de agosto de 1900 se le concedió el título español de Conde de Liniers, (17)  también vistió el hábito de la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza. Casado con doña María Teresa de Muguiro y Cerrajería, de la Real Orden de Damas Nobles de la Reina María Luisa, terminó sus días en Madrid el 12 de mayo de 1908, dejando descendencia que perpetúa el nuevo título que distingue a esta línea familiar.

            Para concluir esta reseña familiar, solo nos queda ocuparnos de la otra hija del célebre ajusticiado por el gobierno revolucionario de Buenos Aires, María de los Dolores de la Cruz Concepción de Liniers y Sarratea (18) (a quien en adelante la nombraremos María de los Dolores de Liniers).

Contaba escasos años cuando el destino hizo que abandonara estas ingratas tierras en total estado de orfandad. Poco sabemos de su infancia hasta que, ya una joven veinteañera, contrajo matrimonio el 17 de agosto de 1825 en la madrileña parroquia de San Luis con don Pedro Pascual de la Hoz. (19)

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Nacido el 17 de mayo de 1800 en la villa de Espejo, de la andaluza provincia de Córdoba, en el  linajudo hogar de don Vicente de la Hoz, Corregidor y Caballero de la Real Maestranza de Ronda, y de doña María Tecla de la Torre. (20)

Don Pedro de la Hoz pasó gran parte de su infancia en la casa solariega que sus mayores poseían en el santanderino pueblo de Penagos, hasta que en 1808 lo enviaron al colegio de Villacarriedo “célebre por los hombres notables que de sus aulas salieron”. (21)

Cuando hubo concluido sus primeros estudios aprendió filosofía, para luego ingresar a la Universidad de Valladolid, donde cursó jurisprudencia hasta el año de 1818, para graduarse posteriormente en la prestigiosa Universidad de Alcalá de Henáres, cuando contaba tan solo diez y ocho años de edad.

Producto de la época, en que cursó sus estudios universitarios y su juvenil inexperiencia, Pedro de la Hoz, fue seducido por las ideas liberales, a la sazón tan en boga en los claustros universitarios. Fue por aquellos tiempos que se le confió el cargo de Secretario de Gobierno de León. Pero ya en 1822 había comprendido el error y los males que acarreaban aquellas ideas que los vientos de la revolución francesa habían diseminado por el mundo. Según nos lo refiere José María Carulla Estrada, la conversión política de Pedro de la Hoz se le debe, en gran parte, a su prometida y luego esposa, María de los Dolores de Liniers, quien supo trasmitirle los principios tradicionalistas que recibiera de su padre. (22)

Por aquellos tiempos, Pedro de la Hoz,  había adquirido tal prestigio como articulista de buena pluma que llamó vivamente la atención de Don Fernando VII, quien lo nombró Director de la Gaceta de Madrid, y Juez Conservador de las oficinas de la Imprenta Real. Posteriormente, en 1831, se le confió la Fiscalía General de Correos, cargos que desempeñó hasta 1833, año en que, tras la muerte de Fernando VII, se quiebra la sucesión legítima al trono español, por la abolición de la ley sálica, concretada mediante la desgraciada Pragmática signada aviesamente por aquel monarca el 29 de marzo de 1830, que privó de la corona al legítimo heredero, su hermano el príncipe Don Carlos María Isidro de Borbón, Borbón Parma, recordado como Carlos V, de la dinastía carlista. De tal manera, Isabel, una niña de tres años, con una regente, su madre Doña María Cristina de Borbón – Dos Sicilias, asumió los destinos de las Españas, originando la primera de las tres guerras carlistas, declarada por quienes vieron en Don Carlos, no sólo un rey legítimo, sino una garantía de sus privilegios, de su fe religiosa y de sus convicciones políticas y sociales, representados por su consigna “Dios, Patria, fueros, Rey”. En tanto que los liberales se agruparon en torno a Isabel, con las consecuencias  que se proyectaron hasta nuestros días.

Así fue como la regencia de María Cristina, en nombre de su hija Isabel, consagró la violación de la Ley de Sucesión que excluía a las mujeres en la línea sucesoria de la Corona. Por aquellos días, los revolucionarios liberales canturreaban por las calles de Madrid blasfemias tales como esta: “ Muera Cristo / Viva Luzbel / Muera Don Carlos / Viva Isabel ”, (23)  lo cual califica por sí sólo a sus mentores.

Decidido partidario del legitimismo, Pedro de la Hoz  renunció a todos sus cargos, quedando en la indigencia, por lo que debió emigrar con su familia a Francia, residiendo en el Chateau du Plessis-Cherchemont que, su cuñado, José Atanasio de Liniers, poseía en la Vendée . Es oportuno mencionar que José Atanasio fue quien en 1835, desde su residencia vandeana, se manifestó partidario de Don Carlos V, reconociendo sus legítimos derechos a la corona española, (24) actitud que nos testimonia la temprana adhesión al legitimismo de los descendientes de Santiago Liniers. Según Guy Coutant de Saisseval,  “era normal que entre carlistas y vandeanos los vínculos y ligaduras se entrelazaran y en las guerras carlistas todos se batieran por Dios y por el rey legítimo”, agregando que “en nuestros días, los carlistas y los vandeanos siguen siendo fieles a su idea, y permanecen unidos en los valores tradicionales de la Religión y de la Legitimidad. Su papel es el de mantener las tradiciones a fin de que, con la ayuda de Dios, la sociedad vuelva a tomar el sentido de su destino que ha hecho a través de la historia la grandeza de sus respectivas Patrias”. (25)

Durante su permanencia en Francia escribió para varios periódicos parisinos, hasta que, en 1840, pudo regresar a su patria, estableciéndose en Burgos, donde adquirió gran prestigio en el ejercicio de la abogacía.

Según nos lo relata el ilustre historiador del carlismo José María de Domingo-Arnau y Rovira, “al concluir la guerra iniciada en 1833, el Carlismo comenzó la campaña de difusión doctrinal a través de la prensa para seguir presente en el ámbito nacional y divulgar su doctrina, y especialmente la defensa de la religión católica que sufría numerosos ataques de los revolucionarios de la época, enquistados en tareas de gobierno”. (26)

                Así llegamos al 1 de octubre de 1844, cuando el brigadier Antonio de Arjona Tamariz fundaba en Madrid el periódico La Esperanza que llevaba como subtítulo Diario Monárquico. (27) Un mes después Arjona lograba convencer a Pedro de la Hoz para que se hiciera cargo de la dirección del diario, función que, como veremos, ejerció durante dos décadas.

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De aquellos tiempos rescatamos una descripción física, de Pedro de la Hoz, que nos lo representa como “de estatura muy elevada, era de semblante expresivo y majestuoso; era su frente espaciosa; eran sus ojos azules, dulces y vivos; era su mirada penetrante, era su tez blanca y ligeramente sonrosada; era su figura noble y apuesta... Reunía también un porte distinguido, con tinte caballeresco y unos aires de gran señor que cautivaban y seducían...”. (28)

Fundado para defender los ideales tradicionalistas  La Esperanza fue  el órgano oficioso del Carlismo que, luego de la primera guerra dinástica, mantuvo en alto la fe de quienes compartían su pensamiento, al mismo tiempo que combatía los errores del liberalismo. Cada ejemplar de La Esperanza constaba de cuatro nutridas páginas que contenían las siguientes secciones: extranjero, provincias, boletín del día, artículos de fondo, revista de la prensa, parte oficial, gacetilla. Noticias políticas, espectáculos, bolsa y variedades, cuyo mejor tiraje se verificó en 1850, cuando ocupó el primer lugar en la circulación por correo. (29) Alexandra Wilhelmsen en su monumental obra La formación del pensamiento político del Carlismo (1810-1875) sostiene que “los escritores más importantes que criticaron el sistema liberal y contribuyeron al desarrollo gradual del pensamiento tradicionalista en este hito del Carlismo fueron Vicente Pou, Mariano Roquer, Magín Ferrer, Atilano Melguizo, Félix Lázaro García y Pedro de la Hoz”, llegando éste último a ser el más popular de estos autores. Por su parte, el barón de Artagán confirma esta opinión cuando recuerda que ejerció el periodismo “con el talento, habilidad y maestría que en él reconocieron amigos y adversarios, pues unió a una inteligencia clara y a una imaginación viva, un corazón muy hermoso; Dios lo dotó de un carácter verdaderamente inquebrantable; resistió, cual valeroso soldado, durante muchos años, ataques y persecuciones de todo género [...] llegando a ser, quizás, el primer periodista de su época y un  maestro insigne en las lides periodísticas, como lo reconocieron clara e hidalgamente los mismos liberales”. (30)

Aquel gran pensador y buen amigo de Pedro de la Hoz, que fue el canónigo Jaime Balmes, concluida la primera guerra Carlista, argüía con gran acierto que “un partido que resiste durante siete años a un gobierno establecido y poderosamente auxiliado por tres potencias ( Inglaterra, Prusia y Portugal ); un partido cuyos soldados brotan del país; un partido que, a pesar de tantas contrariedades, no puede ser vencido, ese partido debió tener grandes elementos de vida”. (31)

Fue por ello que Balmes puso su diestra pluma al servicio del carlismo y del proyecto que propiciaba la unión matrimonial del conde de Montemolín , Carlos VI, el hijo del recordado Don Carlos María Isidro, Carlos V, con Isabel II, como única forma de remendar – porque no era otra cosa – la rotura dinástica.

Antonio Aparisi y Guijarro, que también prestó su apoyo a la consagración de aquel matrimonio, previendo el fracaso del proyecto salvador, lo advertía con sugestiva predicción:“¿Sabéis...? –decía- “¿cuál terrible cosa es un reino dividido y cual lamentable que haya una bandera que si bien hoy caída, puede alzarse algún día y un nombre invocar? ” Aquella predicción se cumplió. Con los años el Caralismo levantaría su bandera de las aspas de borgoña en dos sangrientas guerras.

Pedro de la Hoz, desde las páginas de La Esperanza, defendió aquella alternativa, sosteniendo en la edición del 11 de junio de 1845 que “reconociendo, como no se puede menos, que la mayoría de la nación es, no digamos Carlista, sino monárquica-religiosa, es necesario confesar francamente que miraría con gozo indecible el matrimonio de S.M. con el conde de Montemolín”. El 18 de junio de aquel mismo año volvía sobre el tema en cuestión diciendo que “este enlace [...] vendrá a ser la más pacífica resolución de la contienda dinástica, y al mismo tiempo una transacción razonable y justa”.

En otro orden de ideas, también son notables y dignas de recordar sus notas referidas al sistema parlamentario, publicadas bajo el título Un monárquico a los parlamentarios, cuando sostenía con verdadera clarividencia que “los gobiernos monárquicos-parlamentarios no son más que una invención transitoria, adoptada sin duda para facilitar a las naciones su paso desde la monarquía verdadera a la república”, agregando que “el más grave, el más irremediable, el más visible y repetido daño que bajo el orden constitucional ocasiona la doctrina de las mayorías, consiste en la importancia a que con ella se reduce el poder ministerial”. Ahondando sobre la representatividad de las mayorías opinaba que “bien conocido es el carácter versátil, por no decir escandalosamente liviano y caprichoso de todas las mayorías. Nada más común en ellas que repudiar hoy el objeto que ayer acariciaban”.

Pedro de la Hoz, fue autor intelectual de los manifiestos de María Teresa de Braganza Borbón, Princesa de Beira, segunda esposa viuda de Carlos V. Entre ellos recordamos la famosa Carta a los españoles, fechada el 25 de septiembre de 1864, cuya autoría se le reconoce a Pedro de la Hoz, en la que con la firma de la Princesa de Beira, se refiere a la opinión pública, asegurando que sus mayores “jamás hubieran podido imaginar que viniera un tiempo en que hombres que se dicen católicos, en lugar de aquellas verdades tomasen por fundamento social el fantasma de la opinión pública; esa opinión incierta, vacilante, vana, caprichosa, mudable, falsa”, agregando que “un gobierno que toma por regla la opinión pública, pudiendo ser y siendo con frecuencia falsa, cae en mil dislates y causa ruinas porque el fundamento es falso”.

Por aquel tiempo el célebre obispo de Seo de Urgel, príncipe gobernante de Andorra, Monseñor José Caixal Estradé, vicario general castrense del ejército de Carlos VII, junto con Pedro de la Hoz, fueron los más eficaces colaboradores de la Princesa de Beira para el desarrollo y difusión del pensamiento político Carlista.

Según el barón de Artagán, la fecundidad del pensamiento de Pedro de la Hoz “fue verdaderamente asombrosa por la multitud de materias que dilucidó y por el número de escritos que dio a la estampa, [...] publicando diariamente artículos tan extensos como profundos y elegantes”.

Víctima de una enfermedad gástrico-nerviosa Pedro de la Hoz falleció el 17 de diciembre de 1865, mientras rezaba los versículos del Miserere, luego de recibir los santos Sacramentos y la Bendición de su Santidad Pio IX, quien al mismo tiempo le envió una preciosa medalla de oro, como testimonio del afecto que le profesaba a tan insigne periodista católico tradicionalista. Don Carlos Luis de Borbón y Braganza le había concedido en 1858 el hábito de la Real y distinguida Orden de Carlos III.

De su matrimonio con María de los Dolores de Liniers, desciende don Vicente de la Hoz y de Liniers, nacido en Madrid en 1841, quien asumió la dirección de La Esperanza a la muerte de su padre.

Al triunfar la revolución de 1868, fue un activo conspirador para lograr la entronización de Don Carlos María de los Dolores de Borbón Austria-Este, Carlos VII.

El 20 de julio de 1868 se encontró presente en el Consejo de Londres, “en el que Don Carlos fue aclamado como Rey y formó parte del Consejo organizado por el Rey en París en noviembre de ese año de 1868, tras la abdicación de Don Juan”. (32) Dos años después, el 18 de abril de 1870, asistió a la asamblea convocada por Carlos VII, en Vevey (Suiza), donde fue honrado con el cargo de Ministro de Gracia y Justicia del gobierno Carlista.

Luego de firmar el Manifiesto de la Prensa y el Manifiesto Antiamadeista, el 8 de marzo de 1872 fue el coautor del Manifiesto de la Junta Central Católico-Monárquico sobre las elecciones, que firmó junto con su cuñado, Antonio Juan de Vildósola, Cándido Nocedal y Manuel Tamayo y Baus. En el que hacen un encendido llamamiento al tradicionalismo, de renovada actualidad, cuando advertían que: “Ya es hora de que vuelva a sonar triunfante en el mundo la voz humilde que sólo enseña caridad y deberes, y convierte a los pueblos. No más altares al demonio; no más despotismo disfrazado de libertad; no más extrañas sugerencias; es hora ya de dar a Dios lo que es suyo; de reconstruir la patria de Recaredo y Felipe II; de que la autoridad represente y simbolice la fe de los católicos y el amor y las tradiciones de los españoles; es hora de que España toda, de Cádiz al Pirineo y más allá de los mares, ondee sola y triunfante la bandera de Dios, de España y del Rey”.

En 1873 rechazó un ofrecimiento de Emilio Castelar, a la sazón, Ministro de Estado de la flamante República, consistente en cien designaciones para el Carlismo, si deponía las armas.

Su respuesta negativa, por cierto, fue un testimonio de su lealtad al legitimismo carlista. El advenimiento al poder del general Francisco Serrano, en 1874, le significó el cierre de las combativas páginas de La Esperanza y de la prensa carlista en general.

Vicente de la Hoz y de Liniers, dispuesto a no claudicar, fundaba el 1 de diciembre de 1875 un nuevo periódico carlista con el nombre de La Fe, que dirigió hasta los últimos años de su corta vida, extinguida en su solariega casa de Penagos, a los cuarenta y cinco años de edad, el 8 de octubre de 1886.

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Hijas de don Pedro de la Hoz y María de los Dolores de Liniers, también fueron:

Dolores de la Hoz y de Liniers, Dama de Honor de Doña Margarita, la esposa de Carlos VII, casada con Juan García de la Hoz, figura destacada del carlismo, integrante de la Junta Directiva del Círculo Tradicionalista de Madrid.

Isabel de la Hoz y de Liniers, otra de sus hijas, que fue esposa del vasco Antonio Juan de Vildósola, abogado y brillante colaborador de la redacción de La Esperanza y director de La Regeneración, autor de folletos políticos, algunos de los cuales tuvieron enorme difusión durante la época revolucionaria. También dirigió otra famosa publicación carlista, junto con Valentín Gómez, titulada Altar y Trono, Revista Hispano-Americana, de reconocida influencia en la España tradicionalista. Con su cuñado, Vicente de la Hoz y de Liniers,  fueron los fundadores del mencionado periódico La Fe, con el que colaboró hasta que se retiró enfermo para entregar su alma al Señor el 31 de diciembre de 1893. (33)

Por último registramos a Margarirta María de la Hoz y de Liniers quien, viuda de Queraltó, vistió el hábito de Religiosa Salesa hasta su muerte ocurrida en el Monasterio de Madrid, el 11 de septiembre de 1900, cuya acta de defunción de la Orden testimonia que “el amor de Dios y de la Santísima Virgen fueron los rasgos característicos de esta fervorosa alma, así como el celo por la salvación de sus prójimos, celo que conservó hasta su muerte”.

De esta manera rendimos nuestro homenaje a tan ilustres descendientes de don Santiago Liniers, Conde de Buenos Aires, Virrey y Gobernador del Río de la Plata, héroe y mártir, triunfador y derrotado - vicisitudes propias del guerrero -,  que ofrecieron sus vidas a la noble causa legitimista, que por Dios, por la Patria y el Rey fueron leales defensores de los valores inmutables de la Tradición.

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Notas

  1. Lozier Almazán, Bernardo P. : El Virrey Liniers y su familia. Revista del Centro de Estudios Genealógicos de Buenos Aires. Año 3 / 4 , Nº 3 / 4, 1981-1982, p.131 a 159. Cfr. Lozier Almazán, Bernardo P. : Liniers y su tiempo. Emecé Editores, 1989,p.9.

Enriqueta Teresa de Bremond era hija de Santiago de Bremond, Señor de Vernoux y Lusseray y Susana Margarita Aymer. Nieta de Santiago de Bremond, Señor de Vernoux, Caballero de la Orden de San Luis y María Enriqueta de Hautefoye, Señora de Lusseray.

  1. Anales de la Biblioteca, tomo III, p.312.

  2. La descendencia de este matrimonio las he tratado en varios trabajos por lo que no abundaremos sobre el particular, pudiendo consultarse en las siguientes publicaciones: Cfr. Lozier Almazán , Bernardo : El Virrey Liniers y su familia. Revista del Centro de Estudios Genealógicos de Buenos Aires, Año 3 / 4, Nº 3 / 4, 1981-1982, p.131.

Lozier Almazán, Bernardo. : El Conde de Buenos Aires. La Nación, 4-5-1969.

Lozier Almazán, Bernardo. : Liniers y su tiempo. Emecé Editores, 1989.

Lozier Almazán, Bernardo. : Liniers: Adversidades post-mortem. Todo es Historia, Nº 223, noviembre 1985, p. 64 a 70.

Lozier Almazán, Bernardo. : Un Archiduque desaparecido en la Patagonia. Todo es Historia, Nº 322, p. 65 a 70.

  1. Iglesia Matriz de Montevideo. Libro de baut. Nº 7,fol.214 : “En dos de mayo de setecientos noventa y ocho, Yo Dn. Juan Josef Ortiz, Cura y ncº de esta Ciudad bauticé solem.te a Josef Atanasio que nació hoy a las quatro de la mañana, hijo legítimo de Dn Santiago Liniers capn. de navío, Comandante en las lanchas cañoneras de este Río de la Plata y Caballero en la Orden de San Juan, nat.l de Niort en la Pro.va del Poitie [Poitou]  en Francia, y de Da. Martina Sarratea, nat.l de Bs. As. Abs. Pats. Dn.  Santiago Liniers y Da. Teresa Enriqueta de Bremond, Mts. Martín de Sarratea y Da. Tomasa Altolaguirre. Padrinos el capitán de Infaner. En Bs.As. Dn. Agustín de Larrosa [de la Rosa] y Da. María Mercedes Sarratea...”,fundador de la línea francesa en la que recaería el título de IV Conde de la Lealtad. Su hijo Jacques Alexandre de Liniers y Jarno fue el V Conde de Buenos Aires, habiendo logrado rehabilitar el título condal con la denominación original, mediante Real Carta del 31 de octubre de 1862, el cual se ha sucedido hasta nuestros días en esa línea francesa descendiente, como ya hemos visto, de don Santiago Liniers y María Martina de Sarratea. En cuanto a su esposa, Olimpe de Jarno, nacida el 8-1-1803, era hija de Marc-Gabriel-Augustin de Jarno, ecuyere, Caballero, Señor de d’Aubanuye, Chatenet, Lorzary, Bezuard y Cigogné, y Celeste Gaultier de la Selle.

  2. Luis Liniers, nacido en Málaga en 1783, hijo primogénito del primer matrimonio de Santiago Liniers y Juana Ursula de Menvielle. Ingresó el 14-7-1800 a la Real Compañía de Guardias Marinas ( Expte. Nº 2164), para luego desempeñarse con el grado de Teniente de Navío de la Real Armada. A la muerte de su padre heredó el título condal, por lo que pasó a ser el II Conde de la Lealtad.

Cfr. Archivo General de Indias. Sevilla. Est.124,  Caj.2, leg.5, 1808-1850.

Concesión: “Teniendo en consideración los grandes servicios y acrisolada lealtad de Don Santiago de Liniers, Virrey y Capitán General que fue de las Provincias del Río de la Plata, ha muerto gloriosamente por la patria, he venido a su hijo Luis Liniers, Teniente de Fragata de la Marina Militar, que consiguiente a la gracia que se hizo a dicho padre por la Suprema Junta Central en el año 1809 de Merced de Castilla para si, sus hijos y sucesores, tome la denominación de Conde de la Lealtad...” Cádiz, 16 de agosto de 1812.

Cfr. Atienza, Julio. Barón de Cobos de Belchite. : Títulos Nobiliarios Hispanoamericanos. Aguilar, Madrid, 1947, p. 369.

En cuanto a Da. Rita Martínez Junquera, su esposa, podemos agregar que era hija del gaditano Pedro Joseph Martínez Junquera y Pérez de Urría, Maestrante de Ronda y de Da. Dolores Vélez de Guevara y Benítez, también gaditana. Nieta paterna de don Marcelino Martínez Junquera, Zuazo y Martínez de Santoliz, n. en Redecilla del Camino, quien tramitó Ejecutoria en la Real Chancillería de Valladolid en 1760, y de su esposa Da. María Pérez de Urría y de Loyo. Maternos: D. Francisco Vélez de Guevara y Fernández Cisneros, Conde de Guevara y de su esposa Da. Rita Benítez y Montes.

  1. Iglesia Matriz de Montevideo. Libro de baut. Nº 8, fol.100: “En seis de noviembre de mil setecientos noventa y nueve, Yo Dn José Antonio Fernández, Teniente Cura de la Iglesia Matriz de esta ciudad de Montevideo, bautizé solemnemente a Santiago Tomás Maria del Rosario, que nació en el mismo día, hijo legítimo de Dn Santiago Liniers, Capitán de Navío, Comandante de las lanchas cañoneras de este Río de la Plata y Caballero de la Orden de San Juan natural de Niort en la Provincia de Poitu [Poitou] de Francia y de Da Martina Sarratea, natural de Buenos Ayres. Abuelos Paternos Don Santiago Liniers y Da Teresa Enriqueta de Bremond; Maternos Dn Martín de Sarratea y Da Tomasa de Altolaguirre. Padrinos: El Capitán de Infantería de Buenos Ayres Dn Agustín de la Rosa y Da María Mercedes Sarratea.”

  2. Lozier Almazán, Bernardo P. : Liniers y su tiempo. Op. cit. p.57.

  3. Memorias del general Miller, citadas por el general Andrés García Camba en sus memorias, t.II, p. 338.

Es oportuno hacer algunas reflexiones respecto al ocaso del predominio español en la Guerra de la Independencia americana, no obstante la notoria superioridad numérica  y de instrucción de las fuerzas realistas que defendían el pendón de España en el Alto Perú.

Recordemos que en 1820 la revolución encabezada por Rafael de Riego, en Cádiz, había impedido el envío de una poderosa expedición militar con destino al Río de la Plata, mientras que allá en España obligaba al timorato de Fernando VII a someterse a la Constitución liberal.

Aquella intromisión del liberalismo en la Península tuvo su consecuente repercusión en América alentando a las facciones que sostenían la revolución jacobina . Debieron pasar tres años para que el absolutismo volviera al poder. Aquella circunstancia política originó, tanto en España como en América, el enfrentamiento de absolutistas y liberales, viéndose reflejado en las filas de los ejércitos realistas, donde también se produjeron escisiones, originando desacuerdos entre los mismos generales españoles que luchaban contra los revolucionarios independentistas.

A la luz de los documentos surge claramente que este fue el principal motivo del debilitamiento y posterior derrota del ejército realista en el Alto Perú

Adalid de la causa absolutista en las filas realistas fue el general Pedro Antonio de Olañeta quien, el 11 de febrero de 1824, en ocasión de entrar victorioso a Chuquisaca difundió una Proclama que decía: “El cielo me ha elegido para instrumento de esta empresa y estoy resuelto, con todos los de mi ejército, a morir por Dios y la causa del Rey [...] Bajo estos principios ordeno y mando: Primero: Queda abolido el sistema constitucional en todas partes y la administración pública será regida por las antiguas leyes, según estaba el gobierno en el año 1819”.

A tal extremo llegó aquel enfrentamiento que por esos mismos días en la ciudad de La Paz se distribuían libelos con esta leyenda: “Viva el rey, viva la religión, viva el virrey Olañeta. Muera la Constitución y los herejes”.

Aquella encendida proclama significó, en su momento, el triunfo del absolutismo español en América que, con los años, tendría su expresión criolla en los caudillos, cuyo máximo exponente lo encontramos     - tal vez – en Juan Manuel de Rosas.

El fiel monárquico absolutista, Pedro Antonio de Olañeta, último representante del poder español en América, entregó su alma al Señor  el 2 de abriel de 1825 a causa de una herida mortal recibida en la batalla de Tumusla.

  1.  García Camba, Andrés.: Memorias del general García Camba. Para la Historia de las Armas españolas en el Perú. Dos tomos 1809-1821 y 1822-1825. Editorial América, Madrid, 1916. Apéndice tomo II, p.484.

  2. Archivo General Militar de Segovia. España. Dirección General de Caballería. Expediente personal de Santiago Tomás de Liniers, fol.1 vuelto.

  3.  Iglesia Matriz de Montevideo. Libro de baut. Nº 9, fol.188: “El nueve de septiembre de mil ochocientos y dos, Yo Dn José Antonio Fernández, Teniente Cura de la Iglesia Matriz de esta Ciudad de Montevideo, bautizé solemnemente a Mariano Tomás, que nació ayer, hijo legítimo de Dn Santiago Liniers Bremond, Caballero del hábito de Sn Juan y Capn de Navío de esta Real Armada, y de Da María Martina de Sarratea. Abuelos pat. el Conde Luis Santiago de Liniers y la Condesa Enriqueta Teresa de Bremond; Maternos Dn Martín de Sarratea, del Comercio de Buenos Ayres y Da Tomasa Altolaguirre. Padrinos: Dn Manuel de Ortega de este Comercio solamente...”.

  4. García Camba, Andrés. Op.cit. tomo II, p.68.

  5. Archivo General Militar de Segovia. España. Dirección General de Caballería. Expediente personal de Mariano Tomás de Liniers. Expediente matrimonial, año 1841.

  6. Idem. Folio 20. “Testimonio que acredita la nobleza e hidalguía de Da Caritina Gallo de Alcántara por línea paterna, según la Real Provisión ganada por D Feliciano Gallo de Alcántara, su padre, en la Real Chancillería de Valladolid, en 21 de mayo de 1816”.

  7.  Idem. Folio 2 vuelto.

  8. Idem. Folio 31. En el último folio de este expediente se encuentra adherido un ejemplar de la mencionada estampa recordatoria.

  9. Atienza, Julio de, barón de Cobos de Belchite. : Nobiliario Español. Diccionario heráldico de apellidos y de títulos nobiliarios hispanoamericanos. Aguilar. Madrid, 1959, p.893. 

Atienza, Julio de, barón de Cobos de Belchite.: Títulos nobiliarios hispanoamericanos. Colección Crisol, Aguilar. Madrid, 1947, p.369.

  1. Parroquia de la Inmaculada Concepción, Tigre, Provincia de Buenos Aires. Libro de baut. Nº 1, fol.238 : “En 29 de abril de 1805 bauticé solemnemente a María de los Dolores de la Cruz Concepción, que nació el 27 de dicho mes a bordo de la sumaca Nuestra Sra. Del Pilar en el puerto del Paraná llamado Cruz Colorada, hija legítima y en legítimo matrimonio de don Santiago Liniers, Caballero de Justicia del hábito de San Juan, Capitán de Navío de la Real Armada, natural de Niort, Provincia de Vande [Vandée], Imperio de Francia, y de doña María Martina de Sarratea, ya difunta, natural de Buenos Aires. Abuelos Paternos, el Conde Enrique Luis de Liniers y la Condesa doña Enriqueta Teresa de Bremond. Abuelos Maternos, don Martín de Sarratea, natural de Oñate en la Guipúzcoa y doña Tomasa Altolaguirre. Fueron padrinos don Martín José de Goyechea y doña Concepción Arizmendi, de que doy fe y para que conste así la firmo, en Las Conchas en dicho día, mes y año, yo el cura propio Dr. Manuel de San Ginés”.

  2. Parroquia de San Luis. Madrid. Libro de matr. Nº 24, fol.73.

  3. Carulla Estrada, José María.: Biografía de D. Pedro de la Hoz. Imprenta La Esperanza, Madrid, 1866, p.13.

Cfr. Artagan, Barón de [ General Antonio Brea. Título carlista ] : Carlistas de antaño. Biblioteca de La bandera regional. Barcelona, 1910, p. 120.

  1.  Carulla Estrada, José María. Op.cit. p.13.

  2.  Idem. P.15.

  3. Alferez, Gabriel. : Historia del Carlismo. Editorial Actas. Colección Luis Hernando de Larramendi. Madrid, 1995, p.58.

  4. Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera, Alfonso.: La Primera Guerra Carlista. Editorial Actas. Madrid, 1992, p. 487.

Cfr. Biblioteca de la Real Academia de la Historia. Madrid. Fondo Carlista, leg.9/6.718.

  1. Coutant de Saisseval, Guy. : La Vendée y el Carlismo. El Boletín Carlista de Madrid, Nº 53.

  2. Domingo-Arnau y Rovira de, José María. : Historia Carlista. “La Esperanza”. Diario Monárquico – 1844. [Firmado D.A.]. Maestrazgo. Epoca III, número 66, año XXVIII. Tarragona, España, p.12.

Wilhelmsen, Alexandra. : La formación del pensamiento político del carlismo (1810-1875). Editorial Actas. Madrid, 1995, p. 318, nota Nº 17.

Cfr. Carulla Estrada, José María. Op.cit. p. 17.

Cfr. Artagán, Barón de. : Op. cit. p.120.

  1. Carulla Estrada, José María. Op.cit. p.14.

  2. Barreiro Gordillo, Cristina.: Un gigante desconocido para la historia. Prensa “Carca”. Revista Ahora Información, marzo-abril, 1998, Nº 32, p.28-29.

  3. Artagán, Barón de. : Op.cit. p.120122.

  4. Varela de Luaces, Carlos. : Balmes. Maestrazgo, época III, Nº 49, año XXV, p.7.

  5. J.A.G. [José Antonio Gallego García]. : Carlistas madrileños (XVI). D. Vicente de la Hoz y de Liniers. El Boletín Carlista de Madrid. Enero-febrero 2000, Nº 48.

Testimoniamos nuestro agradecimiento a este brillante historiador del Carlismo, por su generoso aporte de datos que enriquecen este trabajo.

  1. Hijos de Antonio Juan de Vildósola e Isabel de la Hoz y de Liniers fueron: Pedro, Franco y Carlos de Vildósola y de la Hoz, que también fueron fervientes legitimistas integrantes de la primera Juventud Carlista, fundada en Madrid en 1886. Nietos maternos de Pedro de la Hoz y María de Liniers y, por ende, bisnietos de don Santiago Liniers, el malogrado Virrey de Buenos Aires.

 

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