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La Imposición de Manos

De la Fundación María Mensajera

La imposición de manos fue una recomendación y una señal de Cristo que iría inherente a los que creyeren en Él. Y así dijo Cristo: "A los que creyeren acompañarán estas señales: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán las serpientes y aunque bebieran algo mortífero, no les dañará. Impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán sanos" (Mc. 16, 17). Esas fueron las palabras de Cristo. Y así se cumplió, fielmente, en los primeros siglos del Cristianismo.

Pero llegó un momento en el que un hereje, de nombre Montano, sorprendido de los frutos y prodigios que se obtenían, se permitió afirmar que eran más importantes las palabras de los "iluminados" por el Espíritu Santo que las palabras de los Obispos, lo que dio lugar a que estos se asustaran de semajante doctrina y del peligro que ello entrañaba, prohibiendo en adelante la causa motora de este tipo de revelaciones poco seguras: la imposición de manos. Con el nombre de "Montanismo" calificaron a esta práctica.

Cuando Lutero -el mayor hereje de la historia- impuso con sus quejas La Reforma (el protestantismo) dentro de la Iglesia, surgieron a su sombra varias ramas desviadas de la doctrina católica, y una de ellas incorporó a su "inventada doctrina", la práctica de Cristo de la imposición de manos, que había sido, como decimos, abandonada ya por los católicos. Cuando concluyó el Concilio Vaticano II unos seguidores entusiastas de la Universidad de Pistburg, se sorprendieron al comprobar que no obtenían frutos positivos de sus oraciones como lo habían conseguido sus predecesores en el apostolado, y tras varias pruebas y frecuentes noches de oración y de súplicas al cielo, lograron que el Espíritu Santo bajara a la sombra de la imposición de manos, y volvieron a vivir los prodigios de un nuevo Pentecostés. Entonces se pusieron de acuerdo con otros universitarios de Nôtre Dame y llevaron a la práctica la imposición de manos bajo el nombre de la "Renovación Carismática Católica", que los Papas Pablo VI y Juan Pablo II autorizaron como una práctica recuperada de lo ordenado por Cristo en su Evangelio.

Pero este uso de una práctica empleada por una rama protestante dio lugar a la mezcla actual reinante, entre católicos y protestantes, unidos por la misma práctica de la imposición de manos, lo que ha dado lugar a cierta confusión, a una rara mezcla de unos con otros, bajo el nombre de Carismáticos, sin especificar origen ni tendencia doctrinal concreta, lo que da lugar a que en muchas iglesias se haga uso de ciertas ceremonias entre bailoteos, canciones y otras prácticas, que habían empleado hasta entonces los carismáticos protestantes. La citada confusión ha producido que la verdadera doctrina tradicional recogida bajo el nombre de "Renovación Carismática Católica" no sea aceptada por muchos cristianos de buena fe, no obstante tratarse de una recomendación y exigencia del mismo Cristo que figura en su Evangelio, y que ocasiona, cuando se hace debidamente, a vivir sanaciones de alma y de cuerpo.

En el último cursillo de La Pardina tuvimos con nosotros a la Hna. Sofía y a la Hna. Marina, religiosas de la Espiritualidad Trinitaria de los hijos de la Madre de Dios, que no pertenecen en sí a la Renovación, pero sí creen en la imposición de manos, así como en la liberación de los malos espíritus, y que por medio de la imposición de manos consiguen que el Espíritu Santo baje sobre los apóstoles actuales, según las disposiciones de estos, con la obligación que el Señor impuso: de ir anunciando la Venida de su Reino, Venida que por estar ahora más próximo que antes, urge llevar a la práctica. A la vez por este camino se enderezan los posibles fallos del Concilio Vaticano II.

En conclusión: que se trata de recuperar una doctrina de la Iglesia Católica, abandonada por ésta y aprovechada por los protestantes, práctica que en un momento muy oportuno y de urgente necesidad, vuelve a las manos de la Iglesia Católica tradicional.

En este punto consideramos que la postura de los sacerdotes carismáticos como el P.Bonifacio Olmos, Padre Amando Sanz, S.I. o Padre Jorge Alberto está, pues, plenamente justificada.

En cuanto a la celebración de la Misa la razón, desde nuestro punto de vista, la consideramos a favor de los sacerdotes tradicionales, pues como ya hemos explicado en otros artículo, para conseguir la unión con los hermanos separados, a influjo del Ecumenismo, que se impuso en el último Concilio por los progresistas, la Misa Católica de siempre la han protestantizado, y ya algunos sacerdotes -no todos- niegan la presencia real de Cristo en la Eucaristía, así como el carácter expiatorio del santo sacrificio de la Misa, llamando a la Consagración simple plegaria de bendición. Los protestantes dicen "que siempre que se reúnan dos o tres en su nombre, Él estará presente en medio de ellos". Ellos creen y admiten, por tanto, una presencia meramente espiritual, simbólica, mística, pero no creen en la Presencia Real ni actual de Cristo en la Eucaristía. En consecuencia, no creen en la realidad de la consagración, tal y como lo enseña el Magisterio de la Iglesia Católica y de aquí arranca el administrar la comunión de pie y en la mano, y rechazarla de rodillas.

En este segundo tema estamos, pues, totalmente de acuerdo con los sacerdotes tradicionales de siempre, como el Pade Aleson, el Padre I. de Muñoz, el Padre Pérez-Argos, S.I, el Padre Manuel Muela..etc..

Estas dos posturas se ponen de manifiesto constantemente en los cursillos de la Pardina y no siempre los partidarios de la imposición de manos admiten la Misa Tradicional, ni los seguidores de la Misa Tradicional quieren saber nada de la imposición de manos.

Esperemos que con el tiempo queden claramente armonizadas ambas posturas, pues las dos fueron instituidas por Cristo desde siempre, y es precisamente por eso por lo que nosotros lo defendemos.

 

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