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Garabandal y la curación del ciego de nacimiento

La curación del ciego de nacimiento no es una parábola, fue un hecho real contado por los evangelistas con todo lujo de detalles, que describe los recuerdos locales y la vida de Jerusalén. El relato impresiona por la belleza de su descripción (Jn 9, 1-41) y la penetración psicológica de los personajes.

Jesús realiza el milagro de la curación del ciego de nacimiento para que se manifieste así la gloria de Dios y dar testimonio de que Él es la Luz del Mundo. Jesús ha venido para devolver la vista a los ciegos, de modo que puedan ver todos aquellos que con humildad y fe quieren salir al encuentro de Dios para recibir su Luz.

Esto no gusta al Sanedrín, que actúa movido por el odio a Cristo. Llama al ciego para declarar e incluso a sus padres para comprobar su identidad, y lo someten en dos ocasiones a un terrible interrogatorio. Al final, el que había sido ciego, a la pregunta de "cómo abrió tus ojos" les responde con firmeza e ironía: "ya os lo he dicho y no habéis creído: ¿para qué queréis oír de nuevo? ¿Acaso queréis haceros sus discípulos?".

Los judíos reaccionan irascibles, derrotados, y apelan al argumento del insulto, amenazándolo con expulsarlo de la sinagoga.

En Garabandal, las niñas videntes (pues ven milagrosamente igual que el ciego) son sometidas también a la presión psicológica del Sanedrín, que esta vez lo componen las comisiones de investigación y los diferentes titulares del obispado. A Conchita le obligan a cortarse las trenzas, y el párroco Olano también recurre a las amenazas, privándoles de la absolución y prohibiéndoles comulgar si no negaban antes la visión de la Virgen y declaraban falsos todos los fenómenos sobrenaturales que vivían. De una pobre monja que se encontraba rezando de rodillas dijo: "¡Mirad a esa idiota rezando el rosarioŠ!"

Las niñas llegaron a soportar asustadas hasta interrogatorios de siete horas. El entorno familiar tampoco les fue propicio, y al final "fallaron". A diferencia del ciego de nacimiento, cedieron a las presiones ejercidas por el Sanedrín, y Dios les envió una especie de amnesia mental, que ya había sido anunciada por la Virgen, con lo cual no deja de ser otra prueba positiva. Los frutos fueron buenos, pues se recogieron importantes mensajes y advertencias de la Virgen y hubo multitud de milagros, de curaciones y conversiones. Aparentemente el Sanedrín corría su losa sobre Garabandal.

Incluso se da la concordancia en ambos casos del apoyo de una parte minoritaria de la jerarquía a los "videntes" (el ciego y las niñas), pues existen hombres de buena voluntad en las dos circunstancias, aunque siempre son los menos y reaccionan sin decisión y con timidez. Así, el evangelista Juan nos dice refiriéndose a los fariseos "que había división entre ellos" preguntándose algunos refiriéndose a Cristo "como puede un pecador hacer tales prodigios" (Jn 9, 15-16). Es una constante también que los protagonistas elegidos por el Cielo sean personas insignificantes desde el punto de vista humano. "Me manifestaré a los humildes e ignorantes, no a los sabios y prudentes". El ciego de nacimiento era un ignorante, un don nadie ante el Sanedrín, cuyos componentes todo creían saberlo; y las niñas de Garabandal unas pobres e incultas aldeanas, que protagonizaron "un simple juego de niñas", según el informe de la comisión que se nombró para investigar los hechos.

La sabiduría de Dios no la pueden entender los soberbios. La élite intelectual y sabia se pone furiosa, cae ante ella y se estrella. Son verdaderos ciegos que no quieren ver, porque tienen su luz y se conforman con ella, desentendiéndose de la Luz procedente del Cielo. "En esto no creeré nunca, vea lo que vea o pase lo que pase", da por respuesta el presidente de la comisión encargada de investigar los fenómenos místicos de Garabandal.

La actitud del Sanedrín y del episcopado y su comisión de investigación es idéntica, coincide plenamente en el desarrollo de la forma y en el fondo. Para el observador de los acontecimientos, la actuación de la jerarquía es calcada a la del Sanedrín de hace dos mil años.

En tiempo de Jesús había una tenaz resistencia por parte de los judíos a creer en sus milagros, y los perseguían llevados por su ceguera voluntaria y abuso de autoridad. En la actualidad, los elementos de la Iglesia modernista que componen el nuevo Sanedrín, actúan de la misma manera, rechazando de antemano cualquier milagro y reaccionando con rabia ante las manifestaciones del Cielo.

Su problema es creer que ven y por tanto no ser conscientes de necesitar la Luz de Cristo. "Yo he venido para los que no ven, vean, y los que ven no vean" (Jn 9, 39). Parece una aparente contradicción, pero paradójicamente "los que no ven" son los que tienen conciencia de su ceguera y buscan la luz espiritual de la fe: son los publícanos, pecadores, pobres y humildes. Sin embargo, "los que ven" son aquellos que están satisfechos y orgullosos de sí mismos y no necesitan de Dios: rechazan a Jesús, que es la luz del mundo, la luz de la vida.

El mensaje de la curación del ciego de nacimiento y el de Garabandal es muy claro: tenemos que abrirnos a la luz de Cristo, a la luz del Cielo, de lo contrario no veremos, por muy doctores y letrados que seamos, y si nos conformamos con nuestra pobre y falsa luz, rechazaremos a Cristo y mataremos la raíz de nuestra propia salvación.

Fernando Lecina Galve

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