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¿Puede llevar el santo temor a la conversión por amor?

En el pasado mes de febrero (revista nº 265), se decía que Dios permitía los castigos (plagas, hambre, guerras, terrorismo, crisis, catástrofes naturales) para bien nuestro, pero que Él no los enviaba. Incluso la Gran Purificación anunciada, decíamos, no es querida por Dios, sino permitida por Él para mayor salvación de las almas.

Así a Mariamante, EE.UU, 1987, la Santísima Virgen le explicó:

"La maldad de los hombres destruiría mi plan, si esto fuese posible, pero el poder que me fue otorgado por el mismo Dios es infinitamente mayor que toda la maldad del mundo. El bien siempre triunfa sobre el mal. Recuerden esto siempre. Les dará gran confianza saber y reflexionar al respecto"

El mal, el dolor, la muerte y cualquier sufrimiento es obra del pecado, consecuencia del egoísmo y del amor propio del hombre. Dios asumió el dolor de la naturaleza humana en Jesucristo, al morir Su Hijo (El Verbo) en la cruz, y convirtió el sufrimiento humano -siempre que sepamos aceptarlo y llevarlo con resignación cristiana-, en bien creativo, esto es, en moneda de salvación.

Ahora, en el presente número, decimos que Dios prefiere que nos convirtamos por amor, no por temor, pero el santo temor a Dios, no es sólo uno de los siete dones del Espíritu Santo, sino que es un paso de acercamiento pedagógico frecuente en la Biblia. "Temblad y no pequéis", dice el salmo. Dios amenaza para que nos convirtamos, para que vivamos con Él y en Él felices. Veamos los distintos textos que hablan del temor de Dios, tanto en la Biblia, revelación publica; como en las apariciones de la Virgen o revelaciones privadas a místicos o santos.

"Mira, el temor de Dios es la verdadera sabiduría; y huir del mal es la inteligencia" (Job, 28,28)

"El principio del saber es temer al Señor. Es sabio de verdad el que así vive" (El Rey David. Sal. 110, 10)

"En el temor de Yahvé hay gran seguridad, sus hijos hallan su refugio en Él. El temor de Yahvé es fuente de vida, para escapar de la muerte" (Salomón en Prov. 14, 26-27)

"En el amor no hay temor. El amor perfecto echa fuera el temor, pues el temor mira al castigo. Mientras uno teme, no conoce el amor perfecto" (1 Jn. 4, 17-18)

En esta frase del apóstol San Juan se ve claro que, no obstante ser el temor de Dios un don, verdadera sabiduría y un refugio seguro de salvación, Dios prefiere la conversión por amor. Pero si por amor no se convirtieren, decía Santa Teresa de Jesús, así como San Ignacio de Loyola, que al menos se conviertan por temor. Lo importante es que se conviertan. Lean lo que dijo la Virgen al Hermano David López, San Antonio, Texas, 1987:

"El Señor prefiere que nos convirtamos por amor, pero si es necesario, que sea por temor al castigo. De todos modos Él acepta la conversión de cualquier forma. Y nos recibirá porque nos ama y quiere nuestra salvación. Por amor o por temor, lo único que importa es que nos entreguemos a Él".

La frase de la Virgen al Hermano David López nos recuerda un poco, salvando las distancias, a la parábola del Hijo Pródigo. Si leen bien la misma, verán cómo el hijo pródigo no se convirtió por amor en un primer momento. Recuerden el texto evangélico de la parábola (Lc. 15, 16), cuando el hijo pródigo se encontraba apacentando puercos y deseaba llenar su estómago de las algarrobas de los cerdos, pero nadie se las daba.

Entonces, dice el evangelista San Lucas, "entrando dentro de sí", esto es, reflexionando con pesar (con dolor), de su dignidad de hijo perdida, decía: ¡A cuántos jornaleros de mi padre les sobre el pan, y yo aquí me muero de hambre!. Consecuencia de estas consideraciones de orden material, toma una resolución acertada, no fruto del amor, pero sí confiando en la bondad de su Padre: Me levantaré, iré a mi padre y le dire: "Padre, he pecado contra el cielo y contra Ti. Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros" (Lc. 15, 18). El resto de la parábola ya la conocen. Esa humildad de reconocerse indigno y esa confianza grande en la bondad de su padre, salvaron al hijo pródigo y le devolvieron a la misma categoría y dignidad que tenía antes de salir de casa.

Todos los mensajes del Señor y la Virgen tienen, como objeto prioritario, la conversión y salvación del hombre, es decir, la vuelta a casa del hijo pródigo; así como preparar el alma de los verdaderos hijos, de los buenos, para que cuando vengan los malos momentos no se derrumben, y su alma siga confiando en Dios, con paz y alegría.

Es lo que trataba de decirnos Jesús en el Evangelio, cuando nos decía : "Cuando se presenten los primeros signos, enderécense y levanten la cabeza, porque está cerca su liberación" (Lc. 21, 28).

Así a 3 niños, Sabanagrande, Puerto Rico, 1953, les dijo:

"Les describo esto, no para que teman sino para que se den cuenta de la Misericordia y el Gran Amor que tiene mi Amadísimo Hijo por ustedes. Él espera y Yo les llamo a la conversión inmediata y sincera"

Al Padre Octavio Micheline, Italia, 1970, le dijo Jesús:

"La razón por la cual se te ha tratado este tema con frecuencia, es la de preparar vuestras almas y corazones para los momentos duros y difíciles, saturados de un sufrimiento inexplicable, para que nada, por grave que sea, turbe vuestra paz interior"

A Raymond Shaw, Georgia, 1990:

"Hijo, el mundo será castigado y tendrá que serlo por los terribles pecados que están siendo cometidos. Hijo, el tiempo de los castigos ya está aquí, pero no tengan miedo. No se agiten, ni sientan pánico; sigan fieles y en paz. Es ahora que el mundo necesita ser purificado.

"Hijo, el castigo es necesario para la purificación del mundo. Cuando veáis la mano del Padre en los castigos, den gracias y oren por las almas"

LAS PROFECÍAS DE DESGRACIAS SON CONDICIONADAS

A Juana Luisa Ramonet, Kerizien, Francia, 1938:

"Ciertamente, las profecías de desgracias son siempre condicionadas; son amenazas paternales por parte de Dios, para forzaros a volver a Él por medio de santos temores. He aquí porque hay que tener empeño en propagarlas, como un excelente medio de conversión, puesto que el temor de Dios es el principio de la sabiduría, de la salud y de la virtud de los pecadores"

Es lo que siempre hemos dicho en María Mensajera, que las profecías de cosas negativas (desgracias dice la Virgen) son siempre condicionadas, de ahí que no deban darse nunca fechas, pues corremos el peligro de caer en una especie de fatalismo desesperante. Dios no quiere que nadie se pierda, sino que todos lleguemos al conocimiento de Su Verdad. Él nos amenaza, ciertamente, nos advierte como padre de lo que se cierne sobre el universo por culpa de nuestros pecados, pero lo hace para forzarnos a volvernos a Él, para que recemos, para que cambiemos como el hijo pródigo, puesto que el temor ­aun siendo algo imperfecto- es el principio de la conversión.

"Que sobre todo los sacerdotes y obispos, acordándose que son centinelas del pueblo de Dios, tengan como deber de conciencia el mostrar la tormenta de la Justicia divina"

Este terrible pecado de omisión, siendo de todos, es más grave en los que tienen la santa obligación de regir el pueblo de Dios. Vean, lo que dijo Nuestra Madre en un mensaje a J.S. en Centroamérica, 1997:

"Soy vuestra Madre y digo a todos aquellos que piensan que no es lícito hablar de estas cosas, porque la gente no está preparada y se asusta. Pero por cada alma que estaba destinada a salvarse por la escucha de mis mensajes, los cuales fueron prohibidos, a cada Consagrado se le pedirá cuentas, porque es un pecado de omisión, pecado grave que será añadido a cuenta de la pena temporal. Y yo vuestra Madre, os digo: por cada alma que se convierta a causa de la escucha y práctica de mi mensaje, os será disminuida en gran parte la cuenta de vuestra pena temporal"

No sólo en Centroamérica, también en otros lugares ha dicho la Virgen algo parecido. Así, a Gema, Bezano, Italia, 1980:

"La Iglesia será inmolada porque calla este secreto. Demasiadas cosas son calladas, y así sólo hacen juego a Satanás. Obispos y Sacerdotes conocen mis mensajes, pero se callan. Se callan por cobardía, pero también porque ni siquiera creen en ellos. No quieren espantar a las gentes y temen aparecer ridículos. Temen la burla, pero no temen la desgracia de mis hijos"

A la mística Elena Patricia Leonardi, Avezzano, Italia:

"El Vaticano sabe cuán urgente es hacer que la humanidad rece, pero no quiere alarmar a la gente. Sin embargo, el mundo entero está viviendo una terrible realidad, un verdadero Apocalipsis. Estos son días oscuros. Yo no puedo sostener la mano de Mi Hijo".

DIOS SALVARÁ A LOS QUE CONFÍEN EN SU MADRE

En cualquier caso, la Virgen se preocupa de interceder siempre por sus fieles, y al igual que a Lot o Noé en la Biblia, serán protegidos en los momentos actuales de la angustia o de la aflición. Lo ideal sería que fuesen muchos los que se convirtiesen y diesen crédito a sus mensajes para que se salvasen. La Virgen, en cualquier caso, no abandona a los que la aman; Dios los salvará.

Así, al ya citado Raymond Shaw, Georgia, 1990, el Señor le dijo:

"Muy pronto habrá un período de tiempo en el que se sentirán abandonados y perdidos. No tengan miedo. Yo siempre estaré cerca de aquellos que me aman. Los que sean fieles a Mi Madre Santa y a Mí, estarán protegidos siempre en las pruebas de esta vida. No se atemoricen, oren constantemente y pidan la misericordia del Padre a menudo durante el día"

A Cristina Gallager, Gortnadreha, Irlanda, la Virgen dijo:

"La gente recibe advertencias acerca del porvenir como una ayuda para que vuelvan a Dios y pidan Su misericordia. Aquellos que rezan, viven los mensajes y siguen la Palabra de Dios, no tienen nada que temer, cualquiera que sea su porvenir, ya sea que su vida sea o no arrebatada".

A J.S. Centroamérica, 1997:

"Estas advertencias sólo son una invitación a la conversión sincera. Quien sienta temor, acérquese a Dios mediante la confesión, la oración y la Santa Misa. Yo, como Madre vuestra, sólo quiero ayudarles a encontrar a Dios; que ustedes vivan en Él, con Él y para Él"

A John Leary, Rochester, N.Y., le dice el propio Jesucristo:

"Una vez que estén unidos a Mi voluntad, Yo les daré la paz que nada los disturbe. Esta paz es la libertad del miedo y la preocupación, porque es la fe en Mí la que les dice que todo resultará en lo mejor para sus intereses"

Ciertamente, el cristiano debe creer en Él siempre, esperad y amad.. Todo lo que ocurra será siempre lo mejor para sus intereses. En esta fe debe descansar su paz, pues ni un solo pelo de nuestra cabeza cae sin permiso de Dios, y cuando cae, aunque no lo entendamos, es para bien nuestro. De ahí que diga a John Leary:

"Con oración continua y siguiendo Mi Voluntad, estarán gozosos aun en las adversidades".

Y a Marta Robín, Galaure, Francia, 1980:

"¡Anímate!, que se aproxima el Reino de Dios; comenzará con algo tan repentino, como inesperado"

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