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¡Que viene el Islam!
por Fdo. Jose Luís García

La victoria por mayoría absoluta de un partido islamista en Turquía, país miembro de la OTAN y que desea incorporarse a la UE, es natural que despierte ciertos recelos.

En principio, parece ser que se trata de un partido "islamista moderado", por lo que resultaría lógico esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos antes de emitir juicios poco esperanzadores. En cualquier caso, es un botón de muestra más de que el Islam es una civilización en alza y de que la tan cacareada civilización Occidental, a pesar de sus innegables conquistas técnicas, hace tiempo que ha iniciado un declive ideológico cada vez más agudizado.

Por supuesto que la cultura occidental "teóricamente" -y solo "teóricamente"- es superior a una civilización como la musulmana anclada en el siglo VIII. Pero cualquier sociedad o mundo cultural se mantienen vivas no por sus conquistas técnicas sino por la capacidad de vida e ilusión que son capaces de generar. Por lo que estamos viendo, a no ser que uno se tape los ojos o practique la política del avestruz, el mundo musulmán, con toda la pléyade de costumbres salvajes, es capaz de despertar más ilusión por la supervivencia que nuestra decrépito progreso. Una vez más hay que ser ecuánimes y reconocer que unos valores ancestrales y del siglo VIII pueden ser superiores a los marchitos ideales de un mundo que ha conseguido un avance técnico envidiable, pero que ha traicionado sus raíces y del que puede decirse que vive en una cultura de la muerte y en la que el egoísmo individual tiende a segar cualquier llamarada de verdadero amor.

Me gusta decir que el hombre tiene tres instintos básicos. El primero de ellos es su referencia a Dios. Occidente propugna y vive en un ateísmo práctico y se pavonea de ello. Por mucho que nos parezca ancestral la religión islámica -una herejía a la postre del cristianismo-, creer en la divinidad es superior a matar toda idea de Dios. En este terreno, los musulmanes nos ganan.

EL segundo instinto elemental del hombre podríamos decir que es el de la supervivencia personal. El aumento de suicidios -ya es la tercera causa de muerte entre los jóvenes europeos-, el hastío de la vida y la reclamación de la eutanasia en el paisaje occidental parecen abrirse paso a marchas forzadas. También hay que tener en cuenta el poco aprecio por la vida ajena: el aborto, las técnicas de manipulación de embriones y la salvajada de la clonación -por muy terapéutica que se la llame- dice bastante también de nuestro cinismo y escaso aprecio por la vida ajena. Puede que en esto también nos ganen los musulmanes, a pesar de su abominables "guerras santas", de sus horribles "atentados suicidas" y su niños "kamikazes". Si echamos cuentas, lamentablemente en este capítulo también el Islam se demostrará superior.

En tercer instinto básico, es el de la conservación y perpetuación de la especie, al que, simplificando, podemos denominar "sexual". La calificación que obtiene Occidente en este apartado también es poco halagüeña. La reducción del amor a un mero y banal disfrute de sexo barato desligado de la procreación, pasa una factura irreparable. Un mundo sin hijos es un mundo sin esperanza. Y la sexoadicción es una locura más en la que Occidente está sumergida. También el Islam nos supera en esto. Y lo que es peor, la gran conquista occidental del siglo XX, la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, queda bastante empañada -si atendemos otra vez a los datos lisos y patentes- con las miles de esclavas sexuales, prostitutas pobres, medianas y de lujo, que el hombre occidental acribilla en Occidente o en sus rutas de turismo sexual por todos los lugares del planeta. Con estos datos, escandalizarse de los también abominables harenes, aberrantes lapidaciones o ablaciones de clítoris es solo un ejercicio más de hipocresía intelectual poco comprensible. Además la tasa de natalidad de la mujer "occidental" continúa su vertiginosa curva descendente y la familia natural y su protección es el centro de todas las ridiculizaciones, ¿quién pensamos que va habitar Europa dentro de unos años? ¿Los esquimales?

Y mientras tanto, nuestro queridos padres fundadores de la futura patria Europea, ponen remilgos a citar los valores cristianos en la Constitución. Aunque debieran, puede ser mejor que no los citen, a no ser que se decidan a tomárselos en serio.

Menos asustarse por el miedo al Islam y ahondemos en las causas por las que Occidente es incapaz de crear ilusión, vida y esperanza. Solo entonces habremos emprendido el camino acertado y podremos estar en vías de considerarnos "superiores".

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